Encuéntrame - Verónica Granata - E-Book

Encuéntrame E-Book

Verónica Granata

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Beschreibung

Emily sufre un accidente que la obliga a quedar encerrada en un pozo varios días. Producto de su supuesta imaginación o delirio, contacta y habla con Jaz quien la ayuda a no sentirse tan sola. Al salir del pozo, cuando todo tenía que mejorar, cae en manos de alguien poco confiable y tiene que recurrir a la única persona que la escucha, sin saber que tienen más que una simple conexión en común. Al darse cuenta de esto, en compañía de sus amigos, se preparan para resolver los enigmas y conocer la verdad.

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Verónica Granata

Encuéntrame

Trilogía Siempre Contigo (parte 2)

Granata, Verónica Encuéntrame : trilogía Siempre Contigo 2 / Verónica Granata. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2022.

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: descarga y online

ISBN 978-987-87-3406-4

1. Novelas. I. Título. CDD A863

EDITORIAL AUTORES DE [email protected]

ÍNDICE

Prólogo

Obsesión

El Pozo

Shock

Tinieblas

Cárcel de Seda

Reencuentro

Propuesta

Lugar Secreto

Pasadizos

Acertijos

La Habitación de Boni

Epílogo

Agradecimientos

Dedicado a todas esas personas que en algún momento de su vida se dejaron encandilar por la curiosidad y la aventura, tapando cualquier tipo de orgullo.

NOTA PARA EL LECTOR

A todos aquellos que llegaron aquí buscando continuar con la historia que dejó inconclusa «BUSCÁNDOTE» puede ir directo al Capítulo 6 - Reencuentro

A todos los lectores curiosos que no se quieren perder detalle y quieren saber de los eventos que pusieron a Emily en esa situación, Deberían leer desde:

Capítulo 1 - Obsesión

Prólogo

Quizás este usando este tiempo en escribir algo que nadie verá jamás.

No me importa, me reconforta hacerlo, y además, aunque así sea, quiero escribirlo bien, porque esa es una parte fundamental de mí.

Escribir hace que no me sienta tan sola.

Escribir hace que en estas últimas horas me sienta acompañada

Escribir consuela mi vida, (o mi muerte).

Así que seguiré haciéndolo. Y con suerte lograré dejar esto como bitácora de mi última aventura.

La música me tranquiliza, ya no tengo miedo.

El frío que me atormentó estos últimos 5 días está dejando de molestarme.

Ahora puedo escribir sin los garabatos que me ocasionaban los escalofríos constantes.

Recuerdo esa canción, la he escuchado antes,

Ahora solo es un piano, pero la recuerdo acompañada con chelos y violines.

Perdón por escribir cursi en este momento,

Es probable que nunca más los vuelva a ver.

Ya perdí la esperanza de que me encuentren, al parecer nadie se dio cuenta de mi ausencia.

O si se dieron cuenta, no fue suficiente tiempo para que sepan que estoy aquí encerrada.

¿Cómo podrían saberlo?

El único lugar donde lo escribí seguramente ya no exista, como mi relicario.

Ma, Intento ser fuerte y positiva.

Pero la angustia me invade.

Siento que perder las únicas piezas que me quedaban de ti, fue el motivo por el cual estoy y estaré encerrada aquí en este agujero.

Adentro de este pozo, el mismo que infinitas tardes recorrí contigo.

Este pozo que ahora es el verdugo de mi muerte…

Perdóname por olvidar.

Perdóname por no poder cumplir lo que me pediste.

Perdóname por no poder encontrarla y conocerla.

Emily Paz

Obsesión

Antes del Accidente…

1.

19 junio 2022 12:00

Escuchar mi música favorita a todo volumen, recostada boca arriba en mi refugio, sobre los almohadones, con los auriculares es el momento que más me gusta, donde todo puede ocurrir, inspiración, diseños, nuevas ideas. Una sonrisa se me escapa al recordar que antes incluso solía bailar aquí, pero mi estatura no es la misma que hace 9 años, cuando descubrimos esta casa en el árbol.

Las campanas de la iglesia me sacan de repente de mi mood y anuncian que la misa está por terminar. «Tengo que apresurarme y, llegar antes de que sor Teresa se dé cuenta de que no estoy ahí, y me castigue otra vez».

Una vez más se hizo tarde, junto rápido mis cosas, las meto una a una en la mochila, la cierro y me la cuelgo al hombro.

Giro para empezar a bajar por la escalera y me llega de repente una ráfaga de viento fresca acompañada de un aroma muy familiar, que me obliga a frenar y disfrutar de esa fragancia tan característica de los domingos: “Albóndigas con salsa”. Mi estómago ruge, devolviéndome a mi realidad y empiezo a bajar las escaleras tan rápido como puedo.

Ni bien llego a la base del árbol, me sacudo la ropa y con bronca pateo una piedra como si ella tuviera la culpa de mi demora.

«Estoy segura de que si conociera bien los pasadizos podría llegar allá en un segundo, en vez de tener que recorrer todo el parque».

El frío me estremece, me abrazo para frotar mis hombros con las manos.

—Odio el invierno, ¿Cómo puede haber gente que le gusta el invierno? —despotrico al aire aprovechando la soledad del parque; solo tengo árboles y plantas alrededor y apuesto que, si hablaran… opinarían lo mismo que yo.

Y como siempre pasa cuando estoy sola: «Puedo escucharte.», esto se convirtió en una constante en mi vida y, a decir verdad, no podría vivir sin eso.

«En otoño y en invierno los árboles se mueren de frío y están todos pelados, no les puede gustar eso» las palabras brotan de mi mente al ver el montículo de hojas secas acumulado al lado del pozo viejo.

—Si me pongo en su lugar no me gustaría andar pelada siempre de junio a agosto, es un horror —respondo con una gracia tal, que una carcajada brota de solo imaginarme a Cecilia en invierno, ella que se cree tan perfecta, pero yo recuerdo bien tus palabras, «Solo los seres imperfectos, creen que son perfectos».

—Es verdad, no importa que tan bueno seas en algo, siempre hay algo más por aprender —responde mi mam… mi conciencia.

—Hay que estar abierto a aprender —agrego y continúo—: “Creerse perfecto es estar cerrado”. ¡Escribiré eso!

Decido entrar a la iglesia por la puerta de adelante corriendo a hurtadillas, sintiendo rebotar en mi espalda el pelo que siempre llevo suelto y busco a Tania entre toda la gente.

«Ay Tania, porque serás tan bajita, ¿Dónde estás?».

Y en eso la veo, menuda y morena con sus dos trenzas cocidas y su jumper de jean preferido. La veo con el ceño fruncido, haciéndome señas disimuladas desde el anteúltimo banco, indicándome que me acerque rápido.

Me acomodo a su lado, y sin mirarme me demuestra su incomodidad e incordio por la repetida situación y no tarda en cuestionarme:

—¿Dónde estabas?, te vas a volver a meter en problemas— me reclama balbuceando, con su mirada al frente intentando disimular su riña.

—Como siempre, se me fue el tiempo escribiendo, buscando vibes y, cuando me quise dar cuenta ya era tarde— susurro.

—Shh —nos callan desde adelante.

—¿Cantarás hoy en el coro?, ya casi es la hora —susurra intrigante.

—No Tany, ya le dije a sor María que cantar no es lo mío, no me gusta hacerlo.

—Cierto… me había olvidado —respira hondo e iba a decir algo cuando la interrumpieron:

—Shhhh —nos vuelven a callar de forma más intensa, ahora mirándonos con indignación y les saco la lengua para que no molesten.

Al terminar la misa sor Teresa me mira por el rabillo del ojo y sin decirme nada me transmite toda su desilusión. Ninguno de mis esfuerzos para disimular mi llegada tarde valió. No sé cómo hace, pero ella se da cuenta de todo.

Noto que me hace una seña con la cabeza para que me acerque a ella, revoleo los ojos y lo hago con los hombros caídos.

Cuando estoy a su lado, empieza a caminar y sé que tengo que seguirla, no puedo evitar las miles de palabras y sensaciones que corren por mi cabeza en ese momento:

«Agghh, es que ella no entiende»— respiro y bajo los hombros con resignación. «Es que mi vocación no es la misma de ella». ¿Cómo lo explico?, ella tiene un amor incondicional por lo que hace, por la educación y la enseñanza, así como la tiene Tany, pero yo soy un alma más libre, más creativa, tengo objetivos y metas marcadas.

Cierra la puerta, luego de terminar de entrar, va directo a sentarse, para mi sorpresa en vez de ir a su silla detrás del escritorio, lo hace al sillón y me invita a sentarme a su lado. Levanta una ceja y me pregunta:

—¿Qué fue lo que pasó hoy Emilia? —se reclina contra el sillón y se cruza de brazos.

—Nada en particular, solo llegué un poco tarde, pero estuve ahí con Tany como todos los domingos —miento.

Me mira ahora levantando las dos cejas, y se reincorpora, frunciendo el ceño:

—No sé qué me molesta más, Emilia, si es que faltes a tus compromisos, o que no seas lo suficientemente responsable de ser sincera con respecto a tus decisiones y mientas.

—Pero…—empiezo a hablar y me interrumpe, levantando la mano, para que me calle y ella pueda continuar.

—No es la primera vez que faltas a los oficios, pero eso no es un problema…— levanto los ojos y la miro con las cejas levantadas—: el problema Emilia, es que mientas y pongas excusas, eso no es aceptable.

Sor Teresa se para y empieza a caminar por la oficina, yo la miro sentada desde el sillón con la cabeza muy derecha mirándola desplazarse sin parar.

—Si tomas una decisión… si encontraste algo más reconfortante que hacer en tus domingos, hazlo y defiéndelo, pero no entres caminando a hurtadillas 5 minutos antes de que termine la misa, con la esperanza de que me crea tu mentira, y lo que es peor, que cuando te lo pregunto, me lo refutas en la cara, porque ya sabes que la mentira nunca será aceptable.

Bajo la cabeza, y me miro las manos que no dejan de moverse con los dedos entrecruzados, quiero disculparme con ella, sé que tiene razón, pero no sé cómo hacerlo—: yo estaba…—sor Teresa vuelve a interrumpirme:

—Levanta la vista Emilia —la miro de inmediato, sobresaltada—, te lo enseñé muchas veces, siempre con la frente en alto, no solo al momento de alegar o defenderte, sino también para pedir disculpas, de esa forma la persona enfrente podrá saber tus sentimientos en ese momento.

—Lo siento…—todo lo que quería decir se desvaneció de mi mente y me quedé en silencio, no sé cómo tomará eso, pero fue sincero.

Ella da un profundo suspiro y levanta la mano, enseñándome la palma:

—Voy a necesitar tu móvil, se quedará conmigo por las próximas dos semanas, para que tengas más tiempo de reflexionar, Emilia.

Ya sabía que me lo iba a pedir, hace mucho tiempo que no lo hacía, pero esta vez me lo merezco. Sin decir más, lo saco del bolsillo, y antes de entregárselo ella empieza a decir:

—Soy consciente que quitarte el móvil puede perjudicarte con temas de la escuela, con los horarios y arreglos de trabajos prácticos, lo sé. Pero estoy segura de que encontrarás alguna forma de hacerlo a la antigua, cuando aún no había teléfonos móviles…como cualquiera de las chicas del convento…—hace una pausa, me mira esperando ver mi reacción y se vuelve a sentar en el sillón, rascándose la frente— no quiero perjudicarte, ¡lo sabes!... te daré dos turnos de acceso a la computadora, si lo necesitas. Pero solo lo hago por tus estudios, porque si estuvieras en vacaciones seria otro cuento.

Siempre intenta justificarse, darme los motivos por el cual lo hace, sabe que me complica, pero aun así lo hace. Sé que no tengo derecho a pedirle nada, solo me atrevo a decir:

—¿Podría avisar que no tendré móvil?

Ella suspira y asiente, sin decir palabra. Envío el mensaje al estado y en las redes y se lo entrego.

—Gracias sor Teresa —le dije mientras cerraba la puerta con una sonrisa sin sentimiento, porque, a decir verdad, no tenía ganas de sonreír.

Me dirijo a mi habitación, y al pasar por el comedor, volví a sentir de cerca el aroma de las pastas del domingo, un aroma que siempre llenó mi ser, porque me recuerda mucho a la época en que mi mamá las preparaba, hizo bien su trabajo al compartirle la receta exacta a Chicha con todos sus secretos, porque ahora cuando la nueva cocinera las prepara, puedo trasladarme hacia esa época cuando ella nos recibía en el comedor con esa sonrisa tan espontánea y los platos bien cargados. Entro en mi habitación con ese sinsabor en el pecho, no estoy orgullosa de mi comportamiento, sé que estuve mal, y además de eso las consecuencias podrían afectar mis objetivos, ¿Porque no fui más inteligente?

Si bien mi objetivo principal es estudiar y lograr ser escritora… ahora mismo mi curiosidad e intriga están en otro lado: en descubrir adónde llevan los pasadizos. Puede que sea una coincidencia, pero si no lo es… ¿Significa que todos sus cuentos fueron reales?

Pagué bastante cara esa curiosidad, nunca olvidaré la noche completa que pasé perdida ahí abajo, caminando de un lado para el otro sin poder ver nada a un metro de distancia, cada vez que pensaba que había encontrado al fin el camino de vuelta, me encontraba en el mismo lugar que una hora antes. Esos pasadizos son un laberinto enfermizo, no sé por qué, pero siempre te da la sensación de no estar sola. De todas formas, mi curiosidad cada vez es más grande, porque mi mente no deja de hacer preguntas interminables:

«¿Quién los habrá creado?»

«¿Para qué fin?»

«¿Por qué tantos recovecos?»

«¿Qué oculta el convento?»

Y una vez más viene a mi mente la pregunta que está dando vueltas desde el día en el que encontré la llave de la puerta enana.

«¿Es real la historia que mamá contaba?»

«¿Existieron Blanca y Boni?»

2.

21 junio 2022

Una vez más en mi habitación, tiro la mochila sobre la cama, abro el diario de mamá en la página que aparté para dibujar el “plano”, me recojo el pelo bien alto, con una coleta, tal como lo haría Violet Baudelaire, activando así la creatividad y atención a todo detalle importante. Paso en limpio las ubicaciones y los lugares que recorrí el día anterior, y en otro diario anoto las sensaciones y experiencias vividas. Un escritor no debe dejar de escribir nunca.

Sé que puedo hacerlo y no voy a volver a perderme, si otro pudo hacerlo yo también, se convirtió en un desafío personal, eso lo tengo claro. Pero además siento que esto es la conexión perfecta, de alguna manera es la combinación entre mi pasado, presente y futuro.

Esto me ayuda a mantenerme ocupada, evitar pensar en quien no se lo merece, aunque a veces no lo logre, como ahora que por un milisegundo surgió, llenándome de miles de sensaciones juntas. Y me da bronca porque cuando aparece me saca la inspiración que tan alegremente traía y tengo que volver a empezar.

—¡TE DIJE QUE…SALGAS…DE…MI…MENTE! —grito sin pudor, arrugando la hoja y arrojándola con fuerza contra la pared, imaginando en ella la cara de Taemin—. Mentiroso, ¿No era que tú no eras así? ¿NO QUE ERAS DIFERENTE? —mis músculos se tensan y mi corazón empieza a latir fuerte al recordarlo.

Voy hacia la cama y me dejo caer sobre ella de espaldas, me quedo mirando el techo, buscando calma, mientras lo único que escucho y siento es el movimiento de mi pecho al respirar; aunque esa calma es interrumpida por los gritos de los niños en el patio:

—Mancha —ríen, corren y corren.

«Mancha»

«Mancha»

«Mancha»

«M a n c h a»

—¿No es curioso que cuando repites muchas veces la misma palabra en tu mente, esta deja de tener el sentido que le damos?

—Es cierto, deja de ser mancha “el juego”, para ser un simple sonido —responde ella.

—Un sonido que ya no significa eso, y podría significar cualquier cosa.

—Como las letras, ¿Cómo las habrá aprendido la primera persona que las vio? ¿Cómo aprende uno solo a leer, sin nadie que te explique?

—La persona que lo inventó, no necesitó que se lo expliquen, esa persona ponía las reglas —afirmo.

—¿Esa persona ruin inventó los acentos?

—Claro —sonrío al escuchar eso.

—Te das cuenta de que por su culpa uno saca mal en las pruebas de lengua ¿No?

—Es cierto…

—Por culpa de esa persona, todos tenemos que llevar su mapa en la cabeza.

—¿Mapa? —me levanto de inmediato—, ¡El Mapa!, No puedo perder más tiempo.

Regreso al escritorio, que está repleto de hojas y papeles por todos lados, y en mi desorden ordenado empiezo a agregar en el mapa de los pasillos visitados esta semana. Cada vez que bajo, continúo con lo que empezó mamá y avanzo un poquito más, pero sé que me falta mucho más si calculo la distancia aproximada que hay desde mi habitación al pozo, debe haber más de unos 200 metros. Aún no logro entender todo lo que ella escribió.

27 junio 2022 12:00

Hoy hice todo bien, nadie se quejó de mí. Todo lo que tenía que hacer lo hice sin chistar y me adelanté a todo lo que me iban a pedir. Me siento satisfecha y completa conmigo misma y siento que tengo toda la libertad para encerrarme en mi habitación a “Descansar”.

Pero la verdad sigue siendo que: una vez que cierro la puerta de mi habitación, se abre la puerta secreta, y ahí abajo me siento a escribir y a leer sus historias cuando sé que nadie me va a intentar buscar, cuando piensan que: “Estoy descansando” y yo puedo conectarme con la hoja, con los pasadizos, y con mi conciencia:

—¿Encontraré algún día algo para pintar en mi lienzo? —pregunta con nostalgia, y eso me deja pensando, sé que hace mucho dejó de pintar, en el último tiempo prefería las fotografías.

—¡Te diría que sí!, pero sería mentira. Lo reemplazas con la fotografía, eres muy observadora —contesto para seguir su conversación, a mí sí me gusta pintar, aunque hace mucho que no pinto, giro mi cabeza hacia el último cuadro que realicé hace unos meses, una chica sacando fotos desde una lancha, pero en los últimos tiempos me fui interesando en otras cosas y ahora mismo no es mi prioridad.

—Si volvieras a ver a Francisco, ¿lo pintarías? —pregunta elocuente y me deja sin palabras.

—¿Francisco? —siento que mi corazón se ralentiza, ese nombre hace un segundo no existía en mi mente y ahora miles de recuerdos emborronados volvieron a mí, agobiándome—, ya casi lo olvidaba, hace mucho que no me acordaba de él.

—Qué raro siempre te la pasabas hablando y pensando en él, creabas historias donde él siempre era el protagonista.

—¿Lo hacía? —mi cabeza da vueltas, siento que es verdad. Pero no logro recordarlo, ¿Cómo era Francisco?

—¿No lo recuerdas? —pregunta sorprendida.

—No, creo que no —contesto sin pensar, mi mente está tratando de ubicar toda imagen que relacione ese nombre con una cara, con una forma.

—Tenías un poema, lo recuerdo:

Siento que te vas

Pero no es así

sé que no lo harás

Siempre estarás aquí

Tu misión era cuidarme

como yo te cuido a ti...

No puede ser, ¿cómo olvidé a Francisco?, no recuerdo su cara, no recuerdo que pasó con él, ni cuándo fue la última vez que lo vi. Es horrible no recordar, «¿Tengo amnesia selectiva como la protagonista de la novela que mira sor María?».

No lo entiendo, es la sensación de angustia y ansiedad la que me sacude el cuerpo de solo recordarlo… (Aunque no lo recuerde); ¡Eso es lo extraño!

Quizás pueda preguntar a sor María, o mirar en fotos viejas, quizás en alguna encuentre lo que busco, aunque creo que, si esas fotos existieran, yo no lo hubiera olvidado de la forma que lo olvidé.

3.

29 junio 2021

Cierro la puerta de un portazo: No puede ser que en todo este convento NADIE sepa de Francisco, ni dónde está, ni qué fue lo que pasó con él. Ni una foto hay, no es que tenga muchas fotos de mi infancia, pero algunas tengo.

Tampoco puedo explicar la necesidad que tengo de encontrarlo, los ojos me lloran solos, no lo entiendo, pero siento que lo necesito, siento como si algo dentro mío estuviera haciendo un berrinche, de esos que hacen los chicos de 5 años cuando quieren algo que no pueden tener.

Agarro el diario, y me tiro en la cama, no lo hago siempre pero hoy necesito escribir a mamá:

No entiendo cómo pude olvidar a Francisco, es como si de un momento para el otro, lo hubiera borrado de mi cabeza, si no me lo hubieras recordado, creo que lo hubiera olvidado para siempre. Sé que solo es un muñeco, pero es algo muy importante para mí, como lo es el frasco de tu perfume, que lo huelo cada vez que quiero recordar cómo eran tus abrazos.

Estoy terminando de escribir y antes de cerrarlo, una idea llega a mi cabeza, una frase esperanzadora, que me motiva y me llena de energía:

«Busca en el diario»

Es cierto, ¿Porque no lo pensé antes?, yo mucho no lo toco, no quiero arruinarlo, ni romperlo, es uno de mis más preciados tesoros.

Al hojearlo veo que mamá escribió bastantes cosas antes, no tantas como las que están escritas y guardadas en el escritorio de abajo, nunca me había detenido a leerlo:

«Empieza en el 2008, supongo que tendría que buscar desde el 2013 en adelante».

Leo rápido balbuceando…y luego de unos minutos: ¡Aquí está!

[…]7 de noviembre de 2013, Querido Diario…

Hoy Emily en uno de sus berrinches comunes de la edad, tiró a Francisco adentro del pozo, verla llorar me parte el alma, pero ¿Qué puedo hacer?

No tengo forma de entrar al pozo a sacarlo, intentaré conseguir uno igual para contentarla. […].

[…]24 de noviembre de 2013, Querido Diario…

No hay forma de consolarla, entraré en los pasadizos lo haré por ella, y por mi... Al menos ahora el motivo es más fuerte que una simple obsesión propia. [...].

—¿Francisco está dentro del pozo? —Mi corazón se activa, late tan fuerte que lo escucho en mi oído, intento asimilar lo que leo, buscar dentro de mi alguna imagen que me haga recordar el momento, pero es inútil, el latido es muy fuerte y me deja recordarlo—. ¿Yo lo tiré?, ¿Yo hice eso?

Al dar vuelta la hoja me doy cuenta de que sobresale algo más grueso en la última página; es como un bolsillo, pero no puedo abrirlo, está pegado. Levanto las cejas, la curiosidad me invade:

«¿Qué es esto?»

Me levanto de inmediato, voy para el escritorio. Busco algo cortante que me permita abrirlo, pero no tengo más que una regla plástica. Intento abrirla, pero la cinta se resiste y pelea conmigo. Junto las cejas, las orejas me queman:

«No me vas a ganarrrrr», hago más fuerza y zas…

Consigo abrirla de un tirón, la regla se parte y lo que parecen ser dos sobres salen volando. Uno cae directamente al suelo deslizándose debajo de la cama y otro cae arriba de mis piernas, como acto reflejo las junto rápido para evitar que se caiga y al agarrarlo veo que es una carta a mi nombre “Emily” y una nota que dice:

“Para Emily”

“Abrir luego del 28 de junio del 2026, a tus 18 años”

«¿Qué es esto?, ¿Por qué no lo puedo abrir ahora?», el cuerpo se me estremece y el corazón me empieza a latir fuerte.

«Piensa, Piensa»

«Piensa, Emily Piensa»

Acaso… ¿Será otra de las cartas secretas que mamá le dejó a sor Teresa?

¿Será como la carta que me dejó con la beca en la escuela de Letras?

La miro a contraluz intentando espiar y hacer trampa, la intriga me puede y no creo ser capaz de esperar 4 años.

«¿Qué voy a hacer?»

Luego recuerdo el segundo sobre que fue a parar debajo de la cama, voy como rayo hasta allí, me agacho y gateando intento alcanzarlo. Pero el sobre está más lejos de lo que pensaba, y me obliga a empujar un poco la cama para alcanzarlo, al hacerlo puedo tocarlo con apenas dos dedos, y con esfuerzo y mordiéndome la lengua de costado, lo deslizo lento y con cuidado hasta el exterior. Me siento en el piso para ver que pone, es otra carta: a nombre de una tal “Abril”.

“Para Abril”

“Entregar luego del 28 de junio del 2026”

«No conozco a ninguna Abril, ¿Quién será?»

Si no la conozco, ¿Como voy a poder entregarla? Todo esto me resulta muy extraño. Tengo ganas de tirar todo a la mierd… y abrirlas, de todas formas, no está mamá para regañarme…

Y un vacío me inunda el cuerpo y con él la culpa:

«No puedo, ella confía en mí (Confiaba en mí) no puedo hacerlo».

4.

30 junio 2022

Lo estuve pensando toda la noche y si yo lo tiré, yo lo voy a sacar de ahí, voy a terminar lo que empezó mamá. Esto fue lo que la incitó a meterse en los pasadizos, recorrerlos. Tengo que encontrar ese lugar del que ella hablaba. El origen de todas sus historias, la chispa que necesito para la mía. Para mi propio libro, pero… hay una sombra, un sentimiento amargo, que me distrae, que me saca del foco del que necesito estar:

«¿Y las cartas?»

Salgo de mi habitación, giro por el pasillo a la izquierda, y antes de llegar a la entrada del comedor, giro y subo rápido las escaleras de dos en dos, en busca de la habitación de Tany en la tercera planta, pero la encuentro en las mesas de lectura de la segunda estudiando. Ella seguro va a saber que decirme.

—Tany, Tany, qué suerte que te encuentro —me acerco ansiosa con una sonrisa en la cara al verla.

—¿Qué pasó ahora?, ¿Por qué subes tan agitada?

—No te preocupes, quiero mostrarte algo importante, necesito tu opinión.

—¿Y qué es?, ¿Qué ha pasado?

—Encontré unas cartas que dejó mi mamá…dice que no la puedo abrir hasta mis 18 años —quedo atenta a su reacción, al mismo momento en el que le muestro las cartas.

Ella las toma cuidadosamente, las revisa, levanta las cejas y me mira seria, con la cabeza de lado:

—No pensarás abrirlas antes de tiempo, ¿verdad? —inclina su cabeza esperando mi respuesta y continúa—, no puedes fallarle a Elisa.

—No quiero fallarle, pero me da intriga.

Se queda callada leyendo la segunda carta, con la misma expresión que yo al leerla.

—¿Quién es Abril?

—No lo sé, no conozco a nadie con ese nombre. —Me encojo de hombros.

—Bueno como sea, esa no es para ti no puedes abrirla —dice devolviéndome las cartas.

—Supongo que tendré que esperar —bajo los hombros, soltando un suspiro y la miro resignada, apantallándome con ellas, mientras me doy vuelta para volver a la habitación.

—¿Qué haces hoy?, ¿Tienes que estudiar? —me pregunta antes de que me vaya.

—Sí, tengo unos textos que escribir —le digo girando la cabeza sobre los hombros—. Luego subiré a usar las computadoras, necesito pasarlos en limpio.

—Ahora que estás en otra escuela, ya no compartimos más las tardes, estás todo el tiempo encerrada en tu habitación, puedes venir a estudiar con nosotras aquí, ¿sabes?

—Sí, tienes razón… el problema es que a veces con tanto murmullo me bloqueo y se me va la inspiración.

—¡No te creo!, ¿Emily se bloquea y se queda sin palabras?... Imposible —empieza a reír fuerte y me contagia.

—No te rías, es cierto.

—Dale, ve a tu cuarto, antes de que me lo crea, ve —me mandonea burlona.

Antes de irme recuerdo a Francisco, me doy vuelta de inmediato y ella me mira:

—¿Y ahora qué pasó?

—Olvidé decirte algo… y sé que sonará a locura, pero trataré de resumirlo.

—Viniendo de ti, todo es locura, pero ya sabes que cuentas conmigo ¿no?

—Descubrí donde está “lo que busco” y quiero recuperarlo. —Tania entendió a que me refería, no quiero que ella, ni las demás chicas sepan que busco un muñeco.

—¿Y puedes hacerlo? —cierra el libro que estaba leyendo y pone toda su atención en mí.

—Creo que sí, aunque aún tengo que diseñar bien el plan, ¿Me ayudas el viernes?

—Está bien…no sé qué habrá que hacer, pero sí es seguro… te ayudo.

«Seguro», no sé qué tan seguro sea, aún no sé cómo vamos a sacarlo, pero por el momento omitiré ese detalle.

—Excelente, entonces quedamos el viernes— le digo volviendo a girar y algo en Tany me llama la atención.

—¿Tú estás bien?, te noto un poco pálida.

—Sí, me siento un poco resfriada, nada que un té calentito no solucione —me dice con una pequeña sonrisa.

—Bueno, no tomes frío y descansa —le digo mientras me voy alejando.

Voy bajando los escalones, y la curiosidad se instala en mí, y varias preguntas se alojan en mi mente: ¿Cómo bajo al pozo?, ¿Cómo saco a Francisco? ¿Será Seguro?

Sigo el impulso, cambio mi dirección y en vez de ir a mi habitación me dirijo al patio, salto la reja rota que separa el patio del convento del parque de atrás, acelero el paso a trote antes de que el frío me haga cambiar de opinión. Atravieso el parque y llego después de unos minutos al pozo disminuyendo el paso, abrazándome a mí misma para darme un poco de calor, a ese pozo que tantas tardes visité y al que nunca, se me había ocurrido investigar.

Luego de varios minutos vuelvo a la habitación directo a escribir en el diario como lo hacía ella:

Encontré a Francisco gracias a ti, bueno aún no lo encontré, pero ya sé dónde está, tuve la respuesta todo el tiempo en este diario, pero no le había prestado atención.

Y también encontré la carta que me dejaste escondida, me muero por leerla, pero dice que, a mis 18 años, ¿Cómo crees que puedo llegar a aguantar tanto? Intentaré, pero no lo prometo, la carta me habla al oído «Emily Ábreme, léeme».

En fin, como te decía, Francisco está dentro del pozo y mañana lo voy a sacar, iré con Tany, cuando le diga que quiero salvar a un muñeco, se reirá de mí, pero sé que me acompañará. Nunca me metí al pozo, pero lo estuve investigando y hay una escalera dentro.

Dia del Accidente

5.

01 Julio 10:00

No puedo concentrarme por más que lo intento, estoy sentada aquí en mi banco en la clase de Gramática, una clase que me encanta, sin embargo; no puedo enfocar más de un minuto la atención, las palabras no dejan de aparecer pulsando en mi mente, en sintonización con mi corazón, y cuando este se acelera las palabras aparecen y desaparecen aún más rápido.

El pozo. Francisco. El pozo. Francisco. El pozo. Francisco. El pozo. Francisco. El pozo. Francisco. El pozo. Francisco. El pozo. Francisco. El pozo. Francisco. El pozo. Francisco. El pozo. Francisco. El pozo. Francisco. El pozo. Francisco. El pozo. Francisco. El pozo. Francisco. El pozo. Francisco. El pozo. Francisco. El pozo. Francisco. El pozo. Francisco. El pozo. Francisco. El pozo. Francisco. Encuéntralo. El pozo. Francisco. El pozo. Francisco. El pozo. Francisco. El pozo. Francisco. El pozo. Francisco. El pozo. Francisco. El pozo. Francisco. El pozo. Francisco. El pozo. Francisco. El pozo. Francisco. El pozo. Francisco. El pozo. Francisco. El pozo. Francisco. El pozo. Francisco. El pozo. Francisco. El pozo. Francisco. El pozo. Francisco. El pozo. Francisco. El pozo. Francisco. El pozo.

Suena el timbre y me sobresalta, me apuro a levantar mis cosas cuando escucho a unos de mis compañeros comentar en voz alta a nadie en específico.

—La de Geografía no viene.

Esa es mi próxima clase, y la última del día de hoy. Un subidón me entra en el cuerpo, y me activa los sentidos que hasta hace dos minutos estaban completamente dormidos:

«Es mi oportunidad de volver antes, y hablar con Tania».

Ahora que sé lo de la escalera es más fácil armar un plan y mañana rescatar a Francisco (Si es que todavía sigue ahí), espero que sí, necesito verlo, necesito tocarlo y que ese encuentro al fin me desbloquee los recuerdos olvidados.

01 Julio 12:00

Algo está pasando, no encuentro a Tany por ningún lado, es raro que no esté en la segunda planta con los chicos de apoyo escolar. Subo a las habitaciones, abro la puerta del suyo despacio y veo la cama de Tany vacía y tendida. Levanto la vista y veo alguien que me mira… es Paula la amiga de Cecilia, trago saliva y le pregunto:

—Paula, ¿Sabes dónde está Tany?

—Ni idea, búscala —responde sin interés y dándome la espalda.

—Gra... —Cierro la puerta y me voy sin terminar la palabra, no vale la pena ser amable con el grupo de Cecilia, ellas siempre buscan la forma de fastidiarme, nunca les di motivos, pero ellas son así.

Me da miedo que compartan el cuarto con Tany, y en varias ocasiones le pedí que se mude conmigo a mi habitación, desde que murió mamá tengo una cama desocupada, pero ella no quiso dejar sola a Maggie que tiene 4 años y es como su hermanita.

Salgo al pasillo nuevamente, caminando con los hombros caídos y a paso lento. Escucho atrás mío la voz de sor Teresa.

—Emilia —me doy vuelta y voy en su dirección.

—Sor Teresa… —la saludo y estaba justo por preguntarle por Tania, cuando me interrumpe.

—¿Qué haces aquí tan temprano? —pregunta con los brazos cruzados abajo del hábito.

—Faltó la de Geografía y nos dejaron ir a casa, me trajo Simón.

Me mira seria y junta las cejas:

—¿Te pusieron la nota en el cuaderno de comunicaciones?

—Sí, aquí la tengo —Abro la mochila para buscarlo entre las cosas, lo encuentro y se lo entrego, ella lo agarra y lo abre para validarlo, es obvio que aún no confía en mí.

—Está bien Emilia, gracias por informarme, puedes ir a tu habitación.

—Sor Teresa ¿sabe dónde está Tany?, la estoy buscando, pero no la encuentro.

—Tania amaneció con fiebre, está en la enfermería —dice con la voz apagada y triste. Sor Teresa hace un tiempo que estaba muy fría conmigo y tenía sus razones, pero con Tania ella es diferente, no hay alguien tan ejemplar y correcto como Tany en el convento y siempre que se enferma, todos se preocupan por ella.

—¿Puedo verla?

—Emilia, ya conoces las normas del convento…

—Pero solo es un momento, la vería de lejos —imploro, con las manos juntas y haciendo pucherito con los labios.

—Emilia, no es un capricho mío, ya sabes, cuando alguien enferma, se aísla en la enfermería, no podemos dejar que todos aquí se contagien, hay mucha gente en un lugar muy chico.

—Entiendo —digo con la mirada baja, suspiro y me doy vuelta para ir a mi habitación.

No entiendo, si son solo unas líneas de fiebre, ¿porque no me dejan verla?, ¿qué hay de contagioso en eso?, siempre tan alarmistas.

Suspiro y pienso:

«El plan se echó a perder, ahora voy a tener que ir sola».

Entro en la habitación, vacío la mochila en la cama y sigo el impulso:

—¡Voy a hacerlo ahora!

Ya no tiene sentido esperar a mañana, Tania no va a salir en días, y yo no puedo esperar, ¡No quiero esperar!

Además, mañana anuncian lluvia todo el día y estoy segura de que hará un frío terrible. Tiene que ser “Hoy”, “Ahora”.

—¿Qué llevo? —Me llevo las manos a la barbilla, pensando y mirando todo alrededor:

—Herramientas, por si abajo encuentro algún acceso a los pasadizos, entonces:

«Linterna, alicate, navaja…»

«Soga», ¿Dónde vi la soga?... Ah en la casita del árbol, la agarraré de camino.

«La mantita de mamá», infaltable.

«Botellita de agua»

«Galletitas», las tengo que agarrar de la cocina.

«Hojas para trazar nuevas rutas»

«El teléfono», lo tiene Sor Teresa, aún no me lo devolvió, tendré que ir sin él, una lástima porque me gustaría tomar fotos.

Bueno, ya tengo todo listo cierro la mochila y me la coloco en la espalda, solo me faltan las galletitas y la soga, pasaré por la cocina.

—Ahh me olvidaba…El diario con el mapa de lo que tengo ahora de los pasadizos —lo agarro y lo llevo bajo el brazo.

Cierro la puerta de mi habitación y voy hacia la cocina, la hora de almuerzo ya terminó y no debe haber gente en el comedor.

Me escabullo a hurtadillas, visualizo el tarro de galletitas y cuando lo estaba por alcanzar, escucho pasos y me escondo detrás de la mesada, empieza a llegar más gente y decido salir por la puerta de atrás que da a los pasillos de enfermería.

Cierro la puerta despacio para no ser descubierta y antes de poder darme vuelta escucho un paso atrás mío.

—¿Qué haces aquí?, No puedes estar acá —esa voz, era la última que quería escuchar, la más fastidiosa… Cecilia.

«¿Qué le digo?, necesito perderla de vista».

—Venía a ver como estaba Tany —miento para salir del paso.

—¿Te crees más importante que los demás?, ¿Con más derechos? —me reclama con ironía, dando pasos lentos e intimidantes hacia mí.

—¡No es cierto!, solo quiero saber cómo está.

—Te dicen que no puedes hacer algo y ahí estás para desafiar lo que se te dice, ¿verdad?

—Desafiar hubiera sido entrar a la habitación a verla, yo solo me intereso por ella y te pregunto.

—Pero si yo no estaba aquí hubieras entrado, es obvio.

—No puedes acusarme por algo que no pasó.

—Emilia, Emilia, Emilia —canturrea irónica, mientras sigue dando pasos adelante y ahora cruzada de brazos y con el gesto torcido.

—No empieces Cecilia, déjame pasar. —Intento avanzar y me frena con el brazo tirándome contra la pared.

—Te crees mejor… siempre te creíste mejor, pero eres igual a todas, una huérfana más.

—Buscas fantasmas donde no los hay, sé feliz y no molestes —intento otra vez zafarme de su agarre, pero vuelvo a fallar.

—Eres una mentirosa que se crea historias que no existen.

—Eso haces tú, no yo —forcejeo sin mirarla a los ojos, poniendo los ojos en blanco—. ¿Me dejas pasar?

—No voy a dejar que te metas en mi vida y me difames, ¿entendiste?

—Estás loca Cecilia, déjame en paz.

—Recuerda que Tae está conmigo, no lo olvides.

«¿Qué está diciendo?, ¿Por qué me dice eso ahora?», está intentando tapar algo, confundirme, pero yo sé muy bien lo que vi. A mí no me importa lo que ella haga con su vida, pero si ella quiere sacar el tema, no me quedaré callada.

—Puede que él esté contigo, pero tú no estás con él…

Cecilia abre los ojos deliberadamente y me pega un cachetazo terrible, me mareo y me empieza a arder la cara. Quiero mantenerme calmada y no demostrarle debilidad, pero luego de un cachetazo, es imposible mantenerse calmada e inmutable. Los ojos se me llenan de lágrimas automáticamente y la cara me empieza a quemar.

Me llevo la mano a la cara y con la otra la empujo con fuerza, consiguiendo liberarme:

—No me importa Tae y tampoco me importa con quien quieras estar tú, ¡Es tu vida! ¿Okey? —Doy tres pasos, y cuando pienso que al fin pude salir de la situación, siento un impacto. Cecilia me agarra de la mochila y me empuja con gran fuerza contra la pared contraria. Escucho cosas caer al piso, mi cabeza pega contra la punta de un cuadro, caigo al piso desorientada y siento que me empiezan a caer unas gotitas de sangre.

—¡DEJA DE INVENTAR COSAS! —Me grita acercándose y vuelve a gritar mientras se agacha hacia a mi asegurándose de que la escuché:

—¡NADIE TE VA A CREER!

Es increíble verla fuera de sí, lo que dice no tiene sentido, no se puede hablar con ella, ni llegar a ningún acuerdo, es una desquiciada, el dolor de la frente aumenta generándome adrenalina y furia que necesito sacar.

—A NADIE LE IMPORTA TU VIDA, ENTIEEEENDELO… Y MENOS A MÍ— le grito y aprovecho el impulso y su cercanía para empujarla con fuerza hacia atrás y alejarla de mí, mi furia aumentó, le hubiera dado más golpes, pero al mirar hacia la izquierda, veo las cartas que mamá me dejó en el suelo y me echo hacia atrás para hacerme con ellas antes de que Cecilia lo note, lo único que me falta es que esta loca las vea. Como puedo intento salir lo más rápido posible, ya no quiero pelear con ella, no quiero gastar más pólvora en chimangos.

Salgo al patio y la brisa fresca me ayuda, me alivia un poco el mareo ocasionado por el golpe, mientras atravieso el frondoso parque, saco un pañuelo y me limpio la herida de la frente.

—Maldita estúpida —digo enfurecida, está tan obsesionada con ocultar sus secretos, que no toma conciencia de lo que hace.

—¿Dónde están todos cuando pasan estas cosas?, nunca escuchan nada, ¡QUÉ APROPIADO! —despotrico gritando a los 4 vientos, para descargarme.

Llego al pozo y sin pensarlo, paso del otro lado y empiezo a bajar.

La escalera es más angosta de lo que parecía desde arriba y está muy oxidada, las manos me quedan teñidas como cuando escribía en el pizarrón con la tiza marrón.

Bajo uno a uno los escalones, cuando bajo al sexto siento un estridente “clank” y todo se oscurece…

El Pozo

6.

Día 1

Siento un zumbido en el oído, intento moverme y el cuerpo me duele; está entumecido, con el cuerpo boca abajo y la mejilla izquierda completamente apoyada en el suelo frío. Pruebo poco a poco moverlo…muy, muy despacio, hasta que con dificultad me giro.

—¿Dónde estoy? —musito.

Trato de abrir los ojos, pero al abrirlos me genera un mareo intenso, que me somete y me obliga a cerrarlos por instinto.

Percibo oscuridad, aún con los ojos cerrados tanteo la superficie; necesito reconocer el lugar, saber dónde estoy, nada me es familiar. No recuerdo que pasó. La cabeza me da vueltas, me siento descompuesta…

Recupero la consciencia, no sé cuánto tiempo pasó, no sé si fueron segundos, o minutos. Intento abrir los ojos otra vez muy lento, pero el mareo se incrementa y con él, náuseas que como acto reflejo me doblan hacia adelante, de modo que lo único que llego a hacer es hacerme a un lado para no mancharme. Me siento mal, siento que me voy a morir, me duele la panza y la cabeza, que sensación más horrible. Me giro boca arriba e intento tranquilizarme y respirar hondo, concentrándome en inhalar y exhalar.

Poco a poco las náuseas y el dolor de panza empiezan a disminuir.

Aunque me duele la cintura e intento cambiar de postura, pruebo sentarme y al hacerlo noto la textura del suelo, duro y helado, es todo de piedra, con olor a tierra húmeda y musgo.

Abro los ojos, esperando nuevamente ser envuelta en el mareo intenso seguido de las náuseas, y para mi sorpresa, no fue tan intenso, es soportable, tengo la vista borrosa, no consigo enfocar bien o algo que me ayude a entender dónde estoy.

Miro hacia arriba y veo un destello de luz. Y ahí me llegan los recuerdos como imágenes una a una: «La pelea con Cecilia, el golpe».

No entiendo, ¿Cecilia me hizo esto?, ¿tan fuerte fue el golpe?

Mi mente está en blanco, no consigo recordar, me duele mucho la cabeza, intento recostarme de lado, necesito descansar.

Otras imágenes llegan a mi mente como flashes de luz que molestan mis ojos: «El pozo, la escalera».

El pozo, ¿Estoy dentro del pozo?, miro hacia todos los lados, tratando de enfocar la vista, tratando de que algo de lo que está a mi lado me sea familiar, con la esperanza de abrir los ojos, y estar nuevamente en mi habitación, prisionera de una pesadilla.

Pero no es así y el dolor de cabeza se vuelve más intenso de momentos, tengo la sensación de que mi nariz se humedece, como si estuviera por sangrar. Lágrimas brotan de mis ojos, y el zumbido de mi oído vuelve al escuchar ese “clank”:

«El ruido del metal romperse»

Ese sonido se repite en mi cabeza intentando traerme a la realidad, cuando en realidad mi cuerpo solo quiere dormir.

Una brisa helada me hace reaccionar haciendo tiritar mis dientes, hecho un vistazo arriba, veo que está cayendo la noche y con ella viene el frío, más frío.

Abrazo mis piernas, para sentir el calor de mi propio cuerpo, pero no es suficiente, si tuviera mi teléfono conmigo podría pedir ayuda, pero está apagado en el primer cajón del escritorio de Sor Teresa, no tengo nada conmigo aquí. Recuerdo mi mochila, levanto la vista como si por algún milagro pudiera ver algo a mi alrededor, pero no es así, no se ve nada.

«Tiene que estar por aquí, yo la traje conmigo».

Ese recuerdo me activa y por un segundo me siento mejor y dejo de temblar, pruebo ponerme de pie, pero no lo consigo, le estoy pidiendo mucho a mis fuerzas, y me pasan factura.

Intento gatear con la mano delante, palpando el lugar, identificando lo que pueda ser útil, hasta que luego de unos minutos, doy con un bulto mullido: —¡Mi mochila!

Me giro bruscamente, quedando sentada, trayendo la mochila sobre mis piernas, y la abro a ciegas, pretendiendo encontrar la linterna y al hacerlo encuentro la mantita de mamá.

La reconozco de inmediato y mi corazón empieza a latir fuerte y rápido. Suelto todo y la abrazo, la huelo profundamente, como si al hacerlo la estaría abrazando a ella, como si al hacerlo pudiera aún oler el perfume que ella tenía hace 5 años y que emanaba siempre que me abrazaba, mis lágrimas brotaron sin permiso y me permito llorar desconsoladamente, abrazada al recuerdo de ella.

No sé en qué pensé cuando metí la manta en la mochila, pero sin duda fue la mejor de las decisiones, ahora me siento protegida y calentita.

Al cabo de un rato largo en la misma posición, retomo la búsqueda de la linterna y al encontrarla, la prendo con el miedo de no saber que tengo enfrente, con el miedo de asustarme al ver algo que mis ojos no entiendan y el terror me ciegue.

Pero al hacerlo solo veo una simple cueva llena de tierra y piedras, en su extremo más alto la salida inalcanzable al bosque y su escalera que ahora está rota.

Suspiro aliviada de no ver algo horroroso que me espante, pero en realidad, estaba atrapada en el medio del bosque sin salida aparente.

«Entonces ¿es verdad?, ¿estoy atrapada aquí dentro del pozo?».

No es cómo me lo imaginé, y debo dar gracias a Dios que así sea, porque estar sumergida dentro de un manantial de agua celeste rodeada de monedas y deseos, combinado con el frío, empeoraría mi situación.

Busco dentro de la mochila y saco la botellita de agua; tomo un poquito, no quiero gastarla toda, aunque tengo tanta sed que casi no puedo controlarlo.

—Si Cecilia no hubiera estado ahí, hubiera podido traer las galletitas…ella siempre arruinando todo —tiro una piedra con fuerza para un costado y la cueva hace eco, como si la cueva siguiera, como si fuera más grande de lo que se ve y no fuera solamente ese hueco.

Me levanto para investigar, ahora consigo ponerme de pie, aunque aún mi vista no está bien, sigo teniendo problemas para enfocar de lejos.

Al levantarme, mi vista, se dirige a la escalera rota, me la quedo mirando, con el fin de entender donde fue que se rompió y pienso que…con la soga es posible que alcance los escalones de más arriba y consiga salir, pero entonces lo recuerdo:

«La Soga»

—¡No fui por la soga! —me llevo la mano a la cabeza.

Estaba tan furiosa con Cecilia, que olvidé de ir por la soga y vine directamente al pozo.

Me siento en el piso, agarrándome la cabeza y llevándolas sobre las piernas.

—¿Cómo puede ser?, ¿cómo pude olvidarlo?

Miro para arriba pensando en las opciones para salir de ahí y no tenía ninguna.

Bajo la mirada y veo que la linterna quedo apuntando fijo un punto de la cueva y es cuando lo veo:

—¡Francisco! —Quiero gritar, pero de mi boca no sale más que un susurro.

Voy gateando en su encuentro y ahí está, todo sucio, pero es él, claro, ahora lo recuerdo bien. Aunque lo recordaba más grande, a decir verdad. Es él, Francisco, lo llevo hasta mi pecho y le susurro:

—Aquí estoy, vine por ti —hago una pausa y miro el lugar—: Ahora el problema es salir de aquí.

Me pongo de pie, mirando el lugar, intentando descifrar lo que la oscuridad ocultaba delante de mis ojos.

«¿Qué haría Violet ahora?»

«¿Qué haría ella?» «¿Qué haría ella?»

Me repito intensamente, mientras me recojo el pelo en una coleta lo más alta posible, como si la altura fuera directamente proporcional a la necesidad de suerte y respuestas que me sacarían de este lugar.

Miro la escalera y me armo de valor, pongo todo dentro de la mochila incluido a Francisco, aunque no entra y queda con la cabeza afuera.

Solo dejo la linterna apoyada en el piso apuntando a la escalera, y me saco el cinturón.

«¡Voy a salir, vamos a salir de aquí!»

—Si consigo enganchar la hebilla al escalón, creo que puedo subir escalando las piedras.