Escuela de sirenas 3. En sus marcas, listas… ¡naden! - Lucy Courtenay - E-Book

Escuela de sirenas 3. En sus marcas, listas… ¡naden! E-Book

Lucy Courtenay

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Beschreibung

Cuando la profesora de educación física de la escuela sufre un pequeñó accidente llaman un nuevo maestro, un triton enorme, con larga barba y cara de pocos amigos, que llega con una visión muy distinta de lo que es la competitividad; para él, ganar era lo único que importaba, así que consiguió traer de regreso un antiguo evento deportivo del colegio: el Día de Gloria Dorada. Cuando la madre de Marina y su tía estudiaban, aquel día era una enorme competencia que tenía como premio un deseo concedido por la Corona Dorada, pero la corona había desaparecido hace tiempo, por lo que este año no habría premio alguno… a menos que Marina y sus amigas consigan encontrar la corona y sobrevivir al duro entrenamiento del nuevo profesor. ¿Lo lograrán?

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Serie Escuela de sirenas

Escuela de sirenas

Espectáculo en la Gruta

¡En sus marcas, listas, naden!

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Marina Blue jamás había visto un tritón tan grande y aterrador. Su larga y espesa barba negra cubría una buena parte de su enorme pecho. La luz azul de la Cueva Deportiva hacía brillar los tatuajes de su brazo.

—…ENTRENADO A NIVEL AQUA-OLÍMPICO, POR SUPUESTO… —le decía en voz muy alta a la señora Mullet, la cangrejo subdirectora de la Escuela de Sirenas de Lady Sealia Espuma, mientras Marina y sus amigas entraban nadando en la Cueva Deportiva para su lección de educación física.

—¿QUIÉN ES ÉL? —preguntó Marina sorprendida.

—Pues no es la señorita Haddock —dijo Perla Nácar.

Ciertamente no era su profesora habitual.

La señorita Haddock era vieja y miope, y odiaba los tatuajes. Fue la campeona de pelota de pescado de la Laguna de las Sirenas en su juventud, pero eso no era gran cosa. Era el deporte más aburrido que Marina había jugado, con muchas reglas y pocas emociones. Este tritón podría comerse a la señorita Haddock en el desayuno.

La señora Mullet parecía incluso más pequeña de lo habitual junto al gigantesco visitante.

—Buenos días, clase —dijo—. Lamento decirles que su maestra tuvo un accidente anoche y no vendrá hoy.

Dora Agua soltó un grito ahogado.

—¿Está bien la señorita Haddock, señora Mullet?

—La señorita Haddock confundió a un tiburón con su mascota —dijo la señora Mullet—. Se recuperará por completo, pero estará en el hospital por un tiempo.

A la mayoría de las sirenas les caía bien la señorita Haddock, quien nunca las hacía nadar demasiado rápido y, a veces, traía a su bagre Cecil a clase.

Otras se mostraban menos preocupadas por ella.

—Espero que la señorita Haddock se retire después de esto —dijo Gilly Flordemar—. Sus clases son muy aburridas.

—No seas cruel, Gilly —dijo Orla—. ¿Te gustaría ser DEVORADA POR UN TIBURÓN?

—Si la hubiera devorado, estaría muerta —señaló Gilly mientras recogía sus largos rizos rubios con una diadema de algas—. Apuesto a que sólo la mordisqueó un poco. Es una vieja trucha tonta y no la extrañaré.

Marina frunció el ceño. Gilly Flordemar era realmente grosera a veces.

—Este tipo podría enseñarnos muchas cosas —dijo Lupita Barracuda, pensativa.

Ella era miembro del club local de natación de velocidad y siempre era la capitana del equipo en las clases. También tenía la cola más flexible que Marina había visto y podía hacer diez volteretas seguidas. Entendía su interés en el nuevo maestro. Ella, por otro lado, se sentía aprensiva. No era muy buena en los deportes.

La señora Mullet chasqueó sus tenazas de color rojo oscuro para llamar la atención de las sirenas.

—Les presento al señor Marlín —dijo—. Viene de la Academia Atoll de Lord Espuma con excelentes referencias. Estoy feliz de dejarlas en sus capaces aletas.

Se alejó nadando de costado, como hacía habitualmente. El señor Marlín frunció el ceño a la clase.

—Hmm —gruñó.

—Buenos días, señor Marlín —dijeron las chicas con cautela.

Había un par de señoritas de aspecto voluptuoso tatuadas en los brazos del nuevo profesor de educación física. Él flexionó sus músculos, haciendo que parecieran aún más voluptuosas. A la señorita Haddock definitivamente no le gustarían esos tatuajes, pensó Marina.

—DIEZ VUELTAS A LA CUEVA DEPORTIVA —gritó de repente el señor Marlín, haciendo que Marina diera un respingo. —¡A MOVER ESAS ALETAS FLACAS!

La mitad de la clase salió disparada hacia adelante en una nube de colas de colores brillantes. El resto las siguió más despacio. Marina se mantuvo al lado de Orla y Perla en algún lugar en medio de la multitud. La reluciente cola negra de Lupita se adelantaba a todas las demás, aunque Gilly no se quedaba muy atrás.

—¡MI ABUELANADA MÁS RÁPIDO QUE USTEDES! —gritó el señor Marlín—. ¡Y TIENE CIENTO TRES AÑOS!

Perla era más pequeña que el resto, y su diminuta cola luchaba por seguirle el paso a las demás. Marina y Orla redujeron la velocidad para hacerle compañía.

—¡SIN DESCANSAR ALLÍ ATRÁS! —chilló el señor Marlín.

Pronto, Marina comenzó a sentir dolor en el costado. Las gafas de Perla se empañaban por el esfuerzo. El rostro pálido de Orla estaba tan morado como su cola. Lupita las adelantó en la siguiente vuelta, lanzándoles una sonrisa fresca por encima del hombro.

—¡Muevan esas colas, parecen caracoles de mar! —gritó Gilly groseramente, siguiendo de cerca a Lupita.

Dieron vueltas y más vueltas. Marina perdió la cuenta de la cantidad de veces que pasaron a un lado de las viejas redes de la cancha de pelota de pescado. Sólo quería que terminara la tortura.

Después de lo que pareció una eternidad, todo terminó. Lupita ganó, por supuesto. Marina y sus amigas se desplomaron en el suelo de la Cueva Deportiva, gimiendo.

—¡TÚ! —dijo el señor Marlín, señalando a Lupita—. Buen trabajo.

Marina aplaudió. Algunas otras la imitaron. Lupita era muy popular.

—¡TÚ! —el señor Marlín señaló a Gilly, que había llegado en segundo lugar—. Patética.

Esta vez hubo risas. El rostro de Gilly se puso rojo brillante de la humillación.

—Si no eres la primera, pierdes —dijo el Señor Marlín—. Ganar es lo ÚNICO que importa.

—¡Pero casi gano, señor Marlín! —el labio de Gilly temblaba—. Llegué sólo media cola detrás. Yo…

—Haz como una sardina y enlátate —dijo el señor Marlín—. Sólo quiero GANADORAS en mi clase.

Miró a todas las demás que yacían tumbadas y resollando en el suelo rocoso—. CINCO VUELTAS MÁS PARA TODAS EXCEPTO LA GANADORA DE HOY.

La clase entera gimió.

—¿Puedo dar cinco vueltas más de todos modos, señor? —preguntó Lupita.

—Excelente actitud —dijo el señor Marlín. Las señoritas tatuadas en sus brazos rebotaron con aprobación—. Las demás podrían aprender algo de esta alumna. Adelante. ¿Qué están esperando?

—¿La tortura no va contra la ley? —refunfuñó Orla mientras la clase nadaba alrededor de la Cueva Deportiva de nuevo.

—Se me va a caer la cola —gimió Perla.

La propia cola de Marina se sentía como si estuviera llena de piedras. Le tendió la mano a su amiga.

—Lo haremos juntas —sugirió.

Perla tomó la mano de Marina con gratitud.

—Gracias, Marina.

—¡MÁS RÁPIDO! —chilló el Señor Marlín—. SON MÁS FLOJAS QUE EL HILO DE PESCAR DE MI ABUELA,¡YÉSE ES AÚN MÁS VIEJO QUE ELLA!

—Voy a quejarme con Lady Sealia —dijo Orla mientras se sentaban en el café La Vieira Galopante esa tarde, sorbiendo batidos de espuma de mar y tratando de no pensar en cuánto les dolía todo el cuerpo—. Las sirenas no están hechas para nadar tan rápido. Estamos hechas para sentarnos, cepillarnos el pelo y cantar.

—Y ser biólogas marinas como mi madre —dijo Perla—. O ingenieras hidráulicas. Y…

—Bueno, todas esas cosas también —dijo Orla—. Pero, ¿cuándo fue la última vez que viste a una bióloga marina nadando como si tuviera cohetes en las aletas?

Marina dejó su galleta salada de erizo de mar.

—Es por estar en forma, supongo —dijo—. Si estás en forma, puedes hacer mejor tu trabajo, como cantar por más tiempo porque tus pulmones están saludables.

Orla gruñó y tomó otro sorbo de su batido.

—Pues yo creo que es estúpido.

Marina miró hacia donde Lupita estaba sentada con su amiga Dora. Las mejillas de Lupita estaban sonrojadas y sus ojos brillaban mientras se reía de algo que decía Dora. Al otro lado del café, Gilly estaba enfrascada en una conversación con Mabel. Había estado muy callada después de la clase de educación física, lo que había supuesto un cambio agradable.

—Entonces, ¿qué piensan del lugar? —dijo Perla, sacando a Marina de sus pensamientos.

—Las galletas están buenas —dijo Marina—. ¿Las hizo tu papá?

—Hizo todo lo que hay en el menú —dijo Perla con orgullo.

El padre de Perla acababa de abrir el café para complementar su negocio de piscicultura. Su pescado era el más fresco de la Laguna, y las galletas eran deliciosas. A juzgar por lo llenas que estaban las mesas, La Vieira Galopante iba a ser un éxito total.

La mitad de las sirenas de la escuela de Lady Sealia estaba aquí, charlando y bromeando entre batidos de espuma de mar y galletas. Varios tritones de la Academia Atoll estaban sentados en una gran mesa de coral de colores brillantes en la parte trasera del café. Marina reconoció a Eddy y a Algui, que habían actuado con ellas en el espectáculo de la Gruta recientemente. Aquella mesa había estado vacía cuando llegaron Marina y sus amigas, pero Perla era alérgica al coral, por lo que habían elegido otra mesa junto a una ventana.

Orla miró a los tritones al otro lado del café.