Escuela de sirenas - Lucy Courtenay - E-Book

Escuela de sirenas E-Book

Lucy Courtenay

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Beschreibung

Es el primer día de clases de Marina Blue en la reconocida Escuela de sirenas, y está muy preocupada. No sabe si podrá hacer nuevas amigas, ni si tendrá que montar un caballito de mar. ¿Y si sus profesores descubren que su tía es la famosa Cristabel Blue? Y aunque Marina está decidida a ser ella misma en su nueva escuela, la reputación de la familia Blue nunca se aleja de los problemas. El inicio de una serie fantástica que lo tiene todo: sirenas, fantasía, amistad y mucho humor.

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Serie Escuela de sirenas

Escuela de sirenasEspectáculo en la Gruta

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Era muy difícil verla si no sabías que estaba allí.

—Esa es la idea, Marina —dijo su madre—. Lady Sealia no quiere que todos sepan que hay una escuela de sirenas en medio de la laguna.

Al otro lado de la mesa, la tía de Marina, Cristabel, la miró por encima de su revista.

—Podría aparecerse por ahí toda clase de gente rara —dijo Cristabel—. Como yo.

Marina se rió y comió otro bocado de Coral Crunch (con leche de algas) mientras miraba por la ventana de la cueva la gran roca rosada que se elevaba en la distancia desde el lecho de la laguna. Era difícil distinguir dónde terminaba el agua y comenzaba la roca.

Hoy era el primer día de Marina en la escuela de sirenas de Lady Sealia Espuma, y tenía tantas preguntas que sentía que iba a estallar. ¿Era muy dura Lady Sealia? ¿Y su ayudante, la señorita Mújol? ¿Tendría que montar un caballito de mar? ¿Qué opinarían todas de que Cristabel Blue, famosa cantante y personalidad de la radio, fuera su tía? Y lo más importante de todo: ¿haría amigas? Eso era lo que más le preocupaba.

—Pero ¿cómo es? —preguntó.

—Horrible —respondió la tía Cristabel.

—Encantadora —añadió la madre de Marina, al mismo tiempo.

Marina se preocupó.

—No puede ser ambas cosas —dijo.

—Lady Sealia es ENCANTADORA —repitió su mamá, con mayúsculas—. Si eres buena y cumples las reglas.

La tía Cristabel se bajó las gafas de sol.

—Pero Marina no hará nada de eso, espero —dijo—. Así que será horrible.

—Sí lo haré —respondió ella con firmeza—. Seré la estudiante perfecta.

—Lástima —comentó la tía Cristabel.

“Estarás bien”, se dijo Marina mientras cepillaba su largo cabello platinado y se limpiaba la cola rosa coral hasta que relucía. “A nadie le importará que Cristabel Blue sea tu tía, y tú serás NORMAL y ENCAJARÁS... ¡Oh!”, soltó de pronto. “¡Realmente espero hacer amigas y no tener que montar un caballito de mar!”

Su madre esperaba junto a la puerta principal cuando Marina regresó a la cocina. El cabello de Dafne Blue estaba amarrado en una rosca desordenada detrás de su cabeza, y sólo se había puesto un arete esta mañana. Era tan diferente de la tía Cristabel que era difícil creer que fueran hermanas.

—Es muy importante que dejes una buena impresión, Marina —comenzó Dafne. Detrás de ella, la tía Cristabel resopló.

—No interactuarás mucho con Lady Sealia —prosiguió su mamá—, pero ten cuidado con la señorita Mújol. Es justa y amable, pero muy estricta.

—Es un viejo cangrejo tonto —dijo la tía Cristabel, mientras pasaba la página de su revista.

—No le gusta que las sirenas lleguen tarde y odia que sus alumnas olviden sus cosas —continuó Dafne—. Una vez olvidé mi tarea y no me dejó salir a recreo durante tres días.

Era lo peor que le había sucedido a la madre de Marina en la escuela. No era muy impresionante, a decir verdad. Marina sentía mariposas en el estómago.

—Lo sé, mamá —comentó—. Me lo has dicho cientos de veces.

Dafne apartó un mechón de cabello suelto de los ojos de Marina.

—¿No olvidas nada?

Sintió pánico por un instante. ¿Dónde estaba su mochila con sus bolígrafos de concha y sus cintas de algas para sujetarse el cabello durante las lecciones de juegos? La había preparado hacía mucho tiempo, y estaba segura de haberla dejado anoche junto a la puerta de la cueva.

—¿Buscas esto? —preguntó la tía Cristabel, levantando una mochila cubierta de perlas relucientes con una de sus perfectas uñas pintadas de aguamarina.

—Gracias, tía —dijo Marina aliviada—. La preparé hace días. Por favor, ¿podemos irnos ya?

“Si no nos vamos pronto perderé el valor y me quedaré en casa”, pensó.

Dafne no había terminado.

—Una última cosa —dijo—. No te acerques a las Rocas del Este de la laguna. La señorita Mújol te lo dirá todo, estoy segura, pero he visto con mis propios ojos los peligros de no escucharla. Tu tía…

—… se sentó en las rocas y unos humanos la vieron y la Laguna de las Sirenas estuvo a punto de ser descubierta —interrumpió la tía Cristabel y se dejó caer sobre el sofá de la cocina con un profundo suspiro—. Si tuviera un dólar de arena por cada vez que escucho ese discurso, sería rica.

—Pues sí eres rica, Cristi —dijo Dafne.

—¿Es un nuevo anillo, tía? —preguntó Marina, quien notó el anillo brillante en el dedo de Cristabel.

Ella sonrió.

—¿No es hermoso? Me encantan las cosas brillantes —comentó—. También a Garbo le gustan. ¿Sabes que me robó mi espejo de cristal el otro día? Lo encontré en su cuenco. Tan travieso. —Sonrió con cariño al pez dorado que dormitaba en su regazo—. Como su mamá.

—Sé que la tía Cristabel siempre se metía en problemas, pero yo no lo haré —dijo Marina—. Lo prometo.

Los grandes ojos azules de Dafne estaban preocupados.

—Sólo sé cuidadosa. Te pareces mucho a ella, ¿sabes?

Marina no creía parecerse en nada a su glamorosa tía. Cristabel no tenía miedo de hacer nuevos amigos ni de montar caballitos de mar. Lo único que tenían en común era la voz: aguda, pura y perfectamente afinada. Pero eso era todo.

—Cristabel no tenía la intención de meterse en problemas, pero de una forma u otra siempre lo hizo —dijo Dafne—. Tu abuelo una vez se enfadó tanto con ella que partió su tridente por la mitad.

—¡Oh, basta, Dafne! —pidió ella. Estaba tendida en el sofá con Garbo—. Algunas reglas están hechas para romperse, y la señorita Mújol era un viejo cangrejo gruñón. Todavía lo es. Yo no era tan mala.

La mamá de Marina se puso las manos en la cintura.

—¿Y lo de cantar groserías en el Espectáculo de la Gruta?

—¡Fue una broma!

—¿Y lo de esconder una almeja en el bolso de concha de la señorita Mújol para que le escupiera cuando sacó su labial? ¿O lo de robar ese caballito de mar de la escuela?

A pesar de su ansiedad, Marina sintió una pequeña punzada de alivio. Ella jamás robaría un caballito de mar, ni en un millón de años. Le provocaban terror. No se parecía en nada a la tía Cristabel.

—Bueno, bueno, ya dejaste claro tu punto, Dafi —dijo Cristabel, suspirando y elevando sus ojos de color violeta al techo de la cueva. Garbo abrió su boca dorada en una perfecta “O” y la volvió a cerrar—. Marina, cariño, no me hagas caso. Disfruta tu primer día en la escuela. Sé buena en todas tus lecciones. —Esbozó una sonrisa traviesa—. De lo contrario, resultarás divertida y hermosa como yo, y no vieja y aburrida como tu madre.

Incluso de cerca, la Escuela de la Roca era difícil de distinguir. Si Marina se esforzaba, podía ver el lugar donde rompía la superficie de la laguna, ondeando a la luz de la mañana sobre su cabeza. Se agarró al brazo de su madre con una mano y apretó su mochila con la otra. Nunca antes había nadado tan lejos de su cueva, y resultaba un poco aterrador.

—No robes comida de la cocina —le decía Dafne—. Tu tía una vez robó algunas ostras del jardín de la escuela para ver si había perlas dentro. Monsieur Poisson, el cocinero, hizo un escándalo terrible.

—¿Y las encontró? —preguntó Marina, interesada—. ¿Había perlas dentro de las ostras?

—Ese no es el punto —respondió su madre.

En ese momento, Marina podía ver cuevas y puertas por toda la superficie de la Escuela de la Roca. También había carteles, colgados de cuerdas hechas de algas, que decían cosas como OCEANOGRAFÍA, ORQUESTA OLARMÓNICA y ESTUDIO DE ARTE. Todo era tan interesante que Marina se olvidó de tener miedo.

El cartel más grande de todos colgaba sobre la boca de una gran cueva llena de agua azul pálido y plantas que se mecían con la corriente.

—¿Natare Canare, Esse? —leyó Marina—. ¿Qué es un “canar”?

—Natare, canere, esse significa “nadar, cantar, ser” —explicó Dafne—. Es el lema de la escuela. Vamos ya, no podemos llegar tarde.

Había otras sirenas nadando a su alrededor, con piel, cabello y escamas de todos los colores, todas dirigiéndose hacia la escuela de Lady Sealia. Marina se dio cuenta de que nadie más iba de la mano de su madre.

—Estaré bien —dijo, y se soltó rápidamente. Lo último que necesitaba era que todas pensaran que era una bebé—. Adiós.

Era raro nadar sin su mamá. Marina trató de seguir el ritmo de las otras sirenas que se movían hacia la cueva de agua pálida, pero sus colas agitaban el agua y creaban fuertes corrientes, así que era difícil nadar en línea recta.

—¡Oh! —murmuró cuando alguien chocó contra ella.