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Marcelo, el exitoso dueño de una agencia de viajes, muere repentinamente bajo circunstancias sospechosas. Su pareja, Claudia, desaparece sin dejar rastro mientras los clientes descubren que han sido estafados. A medida que las investigaciones avanzan, surgen dudas sobre la identidad de Marcelo y la naturaleza de su muerte. Con las cuentas vacías y las vidas destrozadas, un grupo de clientes comienza a investigar. En un juego de intriga y falsificación, la realidad y la mentira se entrelazan, dejando a todos al borde del abismo. Ricardo con su equipo policial, el mismo de las anteriores novelas del autor, ¿logrará descubrir la verdad?
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Seitenzahl: 76
Veröffentlichungsjahr: 2024
Armando Dormetta
Dormetta, Armando Estafa perfecta / Armando Dormetta. - 1a ed - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2024.
Libro digital, EPUB
Archivo Digital: descarga y online
ISBN 978-987-87-5602-8
1. Novelas. I. Título. CDD A863
EDITORIAL AUTORES DE [email protected]
Dedicatoria
Biografía
Sinopsis
Dedicatoria
Gran parte de mi vida universitaria en La Plata la viví en Plaza Matheu 119, situada entre 1 y 66. Éramos cinco en total, todos de la Facultad de Ciencias Exactas, futuros químicos y bioquímicos. Nos recibimos y cada uno tomó su propio rumbo. Después de 35 años los cinco habitantes de la casa, más algunos asiduos compañeros visitantes nos reencontramos. A partir de ese momento se despertó y agudizó una amistad dormida reuniéndonos todos los años.
A ellos, mis amigos “MATEHUISTAS” les dedico esta novela.
El grupo de cabañas está a la orilla de un pequeño arroyo que desemboca en el río principal. Es de aguas relativamente profundas, con barrancas altas que impide el anegamiento en caso de lluvias fuertes o crecidas grandes. La desembocadura está a doscientos metros y en sentido inverso a cien metros se achica y se hace no navegable. En la orilla de enfrente hay una espesa selva y siendo la única construcción del arroyo, esto hace que el lugar sea tranquilo, privado y seguro. No hay circulación de embarcaciones y tiene dos formas de llegar: una por agua y otra por un camino privado que es exclusivo del predio. Este es el lugar preferido por Marcelo y su esposa para descansar y olvidarse por unos momentos de los problemas laborales. Algunas cabañas están un poco separadas del arroyo, otras están sobre la orilla con un pequeño muelle privado para amarrar una embarcación. Una de estas es la de Marcelo y Claudia. Lo común a todas es que están lo suficientemente separadas para tener intimidad y privacidad.
—¡Hola, don Marcelo! ¡Hola, señora!
—Hola —contestaron casi al unísono los dos.
—Creo que nos quedamos hasta el lunes —dijo Claudia. Esta vez venimos a descansar solamente ¡nada de pesca!... por eso vinimos por tierra y no por agua.
—Bien, ya le prendí el hogar y le dejé leña seca adentro, en el leñero, porque parece que está anunciado lluvia.
—Muchas gracias, Ramón.
Ramón es el encargado del complejo. Antes vivía en el pueblo, distante a cuatro kilómetros, pero desde que enviudó se mudó allí. Los dueños le hicieron en la entrada una pequeña vivienda y él disfruta el lugar. Además como no paga ningún servicio, alquila su casa del pueblo y eso le permite un buen pasar económico. Con lo que ahorra se va todos los años a visitar a su hija y nietos a España.
Marcelo tiene cuarenta y dos años, un metro ochenta de altura, rubio de ojos celestes y buena contextura física. Durante muchos años era habitué de la noche de la ciudad hasta que llegó Claudia a su vida. Logró “capturarlo” y transformarlo. Hace tres años que conviven y desde ese momento su vida cambió. Comenzó a dedicarle más tiempo al negocio, el cual creció vertiginosamente. Tiene una agencia de viajes que de un local chico con un solo empleado la transformó en una con cinco empleados y varias sucursales en distintas ciudades del interior. Todo impulsado, activado, por Claudia, que debido a sus conocimientos en redes sociales y relaciones públicas modernizó la agencia. Se sumaron sus capacidades para crear un muy buen negocio. Se conocieron de casualidad en una fiesta. Ella vestía un vestido largo rojo, levemente escotado adelante y muy escotado atrás, bien ceñido al cuerpo. El pelo negro azabache y sus ojos verdes lo cautivaron inmediatamente. Ella lo conocía de nombre y sabiendo de su fama lo trató en forma indiferente. Pero él no. Averiguó todo lo que pudo de ella y un día se le apareció a la salida de su casa. Tuvo que insistir varias veces más para que ella aceptara salir.
Ya de noche Claudia se subió al auto y se encaminó a la salida.
—Ramón, le dejo el dinero para las pizzas que encargamos, voy al pueblo a la farmacia a comprar un remedio para Marcelo que nos olvidamos en casa. Llamé a la pizzería y me dijeron que ya había salido, por las dudas de que no nos crucemos en el camino ¿las puede llevar a la cabaña?
—Sí, ningún problema.
—Si no escucha Marcelo pase por favor. De paso le comento, por si no se dio cuenta, que no anda muy bien de salud. ¿Ud. cómo lo vio?
—La verdad que no noté nada en él, posiblemente por el poco tiempo que estuvimos. Y ahora que me dijo eso entiendo por qué no va a pescar. Bueno espero que se mejore. No se preocupe yo le llevo las pizzas. —Ramón es muy discreto y no quiso preguntar nada respecto a la enfermedad. Esa virtud le permitió estar durante tantos años como encargado y no tener problemas con los huéspedes. Todos lo estiman y confían en él.
Llegó la moto del delivery con las pizzas y Ramón se dirigió a la cabaña. Golpeó dos veces y como Marcelo no salió decidió entrar.
—Permiso, don Marcelo. —Y cuando iba a repetir el llamado lo vio tirado en el piso detrás de la mesa.
Marcelo estaba pálido, con el cuerpo lleno de transpiración, casi inconsciente, apenas balbuceaba. Pasados unos momentos de incertidumbre Ramón lo quiso levantar y poner en el sillón, pero era imposible, no solamente por el peso sino por los temblores que emitía continuamente. Lo acomodó lo mejor que pudo con un almohadón en la cabeza, tomó su celular, llamó primero al hospital y luego a la esposa.
Cuando llegó Claudia, Marcelo estaba igual. Entre los dos lo pudieron subir y acostar en el sillón. No sabían qué hacer. Para Ramón era una situación que nunca le había pasado. Claudia, tampoco podía razonar. Por suerte la ambulancia no tardó en llegar y lo llevaron al hospital.
Ramón, viendo el estado de Marcelo, se ofreció y la llevó al hospital en su auto. Una vez allí vieron cómo lo entraron a la guardia. En una hora, que para ellos les pareció una eternidad, salió un médico.
—¿Usted es la esposa del paciente? —preguntó.
—¡Sí, sí,…dígame doctor…¿cómo está Marcelo?
—Lamento decirle que falleció. —Después de escuchar eso Claudia quedó perpleja, muda, inmóvil. Una vez que reaccionó Ramón intentó consolarla.
—¡No entiendo!... ¿Qué pasó? ¿Por qué murió?
—Ya llegó inconsciente, con signos vitales débiles. Se le pudo hacer un laboratorio y corroboramos lo que sospechábamos por el cuadro: tuvo un coma hipoglucémico. Tratamos de reanimarlo con medicación, pero ya era tarde. ¿Era diabético?
—No, no… hace unos días que no se sentía bien. Fuimos a la clínica donde le hicieron varios estudios que todavía no retiramos.
Pasaron tres días de la muerte de Marcelo y en la agencia nadie sabía nada. Eduardo, que era el más antiguo, llamaba continuamente a Claudia. Por respeto esperó un tiempo prudencial para ver y preguntar qué hacía con el negocio. “Todavía no puedo aceptar la ausencia de Marcelo. En los próximos días decidiré qué hacer” —le dijo en el primer llamado. Luego no respondió más, e incluso figuraba como que estaba apagado el teléfono.
A la semana los clientes se comenzaron a agolpar en la agencia. Reclamaban los viajes prometidos que en la mayoría de los casos tenían pago. Los empleados tomaron la decisión de cerrarla. Claudia no aparecía, incluso ni la pudieron ubicar en su casa.
Al mes estaba en todos los medios de comunicación el desastre de la agencia. Como estaba registrada a nombre solamente de Marcelo y no estaban casados legalmente no podían intimar a Claudia, la cual además había desaparecido, como si se la hubiera tragado la tierra.
Algunos perjudicados se comenzaron a agrupar para poder encontrar alguna solución. Carlos, uno de ellos, profesor de tenis, pidió permiso en el club de barrio que trabajaba para reunirse allí. El grupo era heterogéneo. Un matrimonio con dos hijos adolescentes había pagado todo el viaje a Brasil en un all inclusive para festejar sus veinte años de matrimonio usando todos sus ahorros. Era su viaje soñado y programado de años. Dos parejas de jubilados habían solicitado un préstamo para su primer viaje al exterior. Uno de los viajes programados era con todas parejas de recién casados. Otros con tours en Europa y varios en cruceros. Había de todo y lo común era que ya habían pagado el cien por cien del viaje. El anfitrión tomó la palabra.
—Como siempre por favor mantengamos el orden y pidan de a uno la palabra para hablar. Fernando, qué novedad tenés, preguntó—. Fernando era un joven abogado que con su novia vio frustrado su viaje a Miami.