Fantasía prohibida - Maisey Yates - E-Book
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Fantasía prohibida E-Book

Maisey Yates

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Beschreibung

Poseo tu empresa. Te poseo a ti. Cada vez que Elle St. James miraba a aquel hombre que había considerado de su familia, se enfurecía. Apollo Savas había destruido la empresa de su padre de forma despiadada, pero ella aún mantenía el último pedazo. Elle estaba decidida a detener a su hermanastro, que además de ser su peor enemigo también era su fantasía sexual. Aunque prohibido, su deseo era mutuo y dio lugar a una noche ilícita de placer que dejó a Elle con consecuencias para toda la vida. Había quedado atada a Apollo para siempre. ¿Nueve meses sería tiempo suficiente para que Elle perdonara a ese griego avasallador?

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Editado por Harlequin Ibérica.

Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Núñez de Balboa, 56

28001 Madrid

© 2016 Maisey Yates

© 2016 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Fantasía prohibida, n.º 2498 - octubre 2016

Título original: The Greek’s Nine-Month Redemption

Publicada originalmente por Mills & Boon®, Ltd., Londres.

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

® Harlequin, Bianca y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited. Todos los derechos están reservados.

I.S.B.N.: 978-84-687-8768-8

Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

Índice

Portadilla

Créditos

Índice

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Capítulo 12

Capítulo 13

Epílogo

Si te ha gustado este libro…

Capítulo 1

EN OCASIONES, Elle St. James imaginaba que le clavaba un bolígrafo en el pecho a Apollo Savas. Por supuesto, no con intención de matarlo. Era un hombre sin corazón, así que la herida no podría ser mortal. Solo tenía intención de hacerle daño.

Otras veces fantaseaba con cruzar la sala de reuniones, desatarle la corbata y abrirle de golpe la camisa para acariciar su piel y sentir su torso musculoso con las manos. Por fin, tras nueve largos años resistiéndose a él y a la ola de deseo que la invadía por dentro cada vez que sus miradas se encontraban.

Esa fantasía era mucho más inquietante que la de clavarle un bolígrafo en el pecho.

Y también era demasiado frecuente.

Estaban sentados en una reunión y Elle debería estar prestando atención, pero en lo único que podía pensar era en lo que haría si pudiera pasar cinco minutos con él a solas tras una puerta cerrada con llave.

Sería un encuentro violento o terminarían desnudándose.

Él estaba hablando de presupuestos y recortes, y ella odiaba esas palabras. Significaba que su equipo volvería a salir perjudicado. Se repetiría la historia de los últimos doce meses, desde que él la segregó de la empresa de su padre. Una empresa que a continuación entró en bancarrota.

Otro momento más en la larga lista de cosas que Apollo había hecho para intentar hundirla.

Finalmente su padre se había visto obligado a darle una responsabilidad, puesto que su hijastro había demostrado ser una víbora.

La habían nombrado directora ejecutiva. Y entonces apareció Apollo para estropearlo todo.

Él había tenido la culpa. Al menos en parte. Nada podría convencerla de otra cosa.

Elle tenía un plan. Un plan que, al parecer él tenía intención de truncar. Sabía que podría rescatar a Matte sin tener que realizar cambios constantes en la plantilla de empleados, pero él no estaba dispuesto a darle la oportunidad.

Porque, como siempre, su objetivo era hundirla. Demostrarle que él era el mejor.

Sin embargo, eso no evitó que Elle se fijara en sus manos mientras gesticulaba y se preguntara cómo sería sentir sus caricias sobre la piel.

Todo lo que Elle sabía acerca del sexo cabía escrito en una servilleta. Y lo más triste era que serían dos palabras.

Apollo Savas.

Para ella, Apollo había sido el equivalente a la palabra sexo desde el momento en que comprendió lo que significaba.

Aquel hombre de cabello y ojos oscuros era hijo de la mujer con la que se había casado el padre de Elle cuando ella tenía catorce años. Le resultó fascinante, aunque era muy distinto a ella porque pertenecía a una clase social con la que Elle nunca había tenido contacto. Antes de casarse con el padre de Elle, la madre de Apollo había trabajado como doncella. El contraste cultural había sido muy intenso. Y muy, muy interesante.

Sin embargo, a partir de aquel momento Apollo se convirtió en el hombre sin corazón que había traicionado a la familia de Elle y había intentado pisotearla.

Aun así, ella lo deseaba.

El lobo malo del mundo de los negocios que aullaba y pisoteaba sueños.

–¿No está de acuerdo, señorita St. James?

Ella levantó la vista y miró a Apollo con el corazón acelerado. Lo último que deseaba era admitir que no había oído lo que estaba diciendo. Prefería reconocer que soñaba con asesinarlo.

–Tendrá que repetir la pregunta, señor Savas. Mi capacidad de atención a lo repetitivo no es infinita. Es el mismo discurso que lleva pronunciando desde hace meses, y no ha sido más lógico ni efectivo que el de la última vez.

Apollo se puso en pie. Elle vio en su mirada que tendría que pagar por sus palabras. La idea hizo que se estremeciera. El miedo se mezcló con un potente deseo.

–Siento que me encuentre aburrido. Intentaré volverme más interesante. Estaba hablando de que para que una empresa sea exitosa debe fluir. Tiene que estar bien engrasada. Todos los empleados han de funcionar a plena capacidad. Lo que no rinden sobran. Los vagos también sobran. Intentaba ser delicado con mi metáfora –comenzó a caminar hacia el otro lado de la sala, y todo el mundo se enderezaba cuando pasaba por detrás de ellos–. Quizá habría captado mejor su atención diciéndole que si descubro que una parte de su empresa no funciona a óptima capacidad, comenzaré a deshacerme de sus empleados como si fueran maleza seca.

Elle sentía que le ardía el rostro y que el corazón le latía con más fuerza. Cerró los puños para evitar que le temblaran las manos.

–En esta empresa, todos…

–Estoy seguro de que su discurso va a ser inspirador y muy emotivo, pero quizá debería ahorrarse la saliva, señorita St. James. Puede decir lo que quiera, pero yo he visto las cifras. Convicción no es igual a beneficios. Revisaré todo atentamente y haré los recortes que considere necesarios. Dicho esto, creo que la reunión ha terminado. Al parecer la señorita St. James tiene muy poca tolerancia a mi cháchara. Si al resto de ustedes les pasa lo mismo, se alegrarán de poder marcharse.

El grupo de personas que se levantó para salir de la sala hizo que Elle pensara en una manada de gacelas escapando de un león.

Un león grande y aburrido que no pretendía más que asustarlos mostrando sus colmillos. No pensaba perseguirlos todavía.

No, de momento solo había pasado a centrarse en ella.

–Estás en baja forma hoy, Elle.

–Estoy exactamente como debo estar, Apollo –dijo ella, tuteándolo también.

Al fin y al cabo eran familia.

Aunque ella nunca lo había considerado su hermano. Era una fantasía sexual que no quería tener. Su mayor competidor. Su peor enemigo. Eso era él, pero no un hermano.

–Tu empresa me pertenece –le dijo Apollo–. Tú me perteneces. Y no parece que me tengas ningún miedo.

Esas palabras la herían.

–Los líderes de verdad no gobiernan con puño de acero –dijo ella–. Saben que el respeto no se gana intimidando.

Elle sabía que no debía contestarle, pero nunca era capaz de controlarse. Se conocían desde hacía demasiado tiempo. Habían pasado muchos años en la misma casa.

Y ella había pasado demasiados años despellejándolo cuando sentía que tenía ventaja. Al fin y al cabo era la hija biológica de su padre, la que tenía derecho a vivir en aquella mansión.

No obstante, las cosas habían cambiado.

–Eso es lo que dice la mujer que ya no tiene poder para ejercer el liderazgo –sonrió él.

Elle no huiría. No, no lo haría. Ella no era una gacela.

–Sí que lo tengo y puedo ejercerlo. Mientras Matte sea una entidad que opera de manera independiente bajo el paraguas de tu gran corporación, estoy aquí para dirigirla lo mejor posible y para apoyar a mis empleados. Y te proporcionaré la información que no puedes obtener de informes impresos.

Apollo se giró para salir de la sala.

–Un informe que lo reduce todo a estadísticas no puede ser definitivo –insistió Elle.

–Ahí es donde te equivocas –dijo él, acelerando el paso.

Elle tuvo que correr tras él hacia el pasillo.

–No soy yo la que se equivoca. El informe no contempla todos los datos. No permite saber cómo funciona la empresa en realidad. O qué aporta cada empleado al proceso creativo. Matte no es solo una revista. Es una línea de cosméticos, una marca de moda. Tenemos libros y…

–Sí –dijo él, antes de entrar en el ascensor–. Gracias, conozco muy bien cómo funcionan mis empresas.

–Entonces deberías saber que pretendo poner en práctica estrategias que requieren a todos los empleados que tengo. Iniciativas que se tardan en poner en marcha, pero que lanzarán la marca mundialmente.

–Sí. Eso me dijiste la última vez que nos vimos. A diferencia de ti, yo no me quedo dormido en las reuniones.

Elle entró en el ascensor con él.

–No me he quedado dormida –gruñó.

Apollo pulsó el botón para bajar al recibidor y las puertas se cerraron. Entonces la miró fijamente. De pronto era como si faltara aire.

–No, no creo que te hayas dormido, Elle –le dijo con voz muy suave–. Me mirabas de manera demasiado intensa como para estar en otro planeta. ¿En qué estabas pensando exactamente?

–En clavarte un bolígrafo en el pecho –dijo ella, sonriendo.

Porque no podía decir: En arrancarte la ropa para comprobar si eres tan bueno como pareces en mis sueños.

Apollo sonrió.

–Sabes que no podrías matarme así. Tendrías que cortarme la cabeza y enterrarla aparte de mi cuerpo.

–Se lo avisaré a los matones.

Cuando se abrieron las puertas, el recibidor estaba vacío. Matte compartía edificio con otros negocios y varios áticos. A esa hora no había mucho movimiento.

–¿Dónde te alojas, Apollo? –preguntó ella–. ¿En una tumba del centro de la ciudad?

–En la contigua a la tuya, Elle –respondió Apollo–. Tú primero.

Estiró el brazo haciéndole un gesto para que saliera del ascensor.

Elle atravesó el recibidor y salió por las puertas giratorias. Se detuvo en la acera, se puso las gafas de sol y permaneció allí, en medio de Manhattan, dando golpecitos con el pie.

Apollo salió momentos más tarde, se estiró la chaqueta y la miró un instante.

–¿Te importaría seguir gritándome mientras camino? –le preguntó él.

–No te estoy gritando. Solo te explico por qué tus métodos para manejar mi empresa son equivocados.

Él se volvió y comenzó a caminar.

–¡Apollo! Aún no hemos terminado con la reunión.

–Creí que la habíamos dado por terminada.

–La junta general –dijo ella–, pero nosotros no hemos acabado la nuestra.

–Me hospedo aquí –dijo Apollo señalando un hotel que estaba a dos portales de las oficinas de Matte–. Puesto que he venido a la ciudad para ocuparme de Matte, pensé que estaría bien alojarme cerca.

–Enhorabuena. Todo un detalle.

–Tengo mis momentos. Y a juzgar por el hecho de que soy multimillonario gracias a que conseguí absorber la empresa de tu padre, se ve que he tenido varios momentos buenos.

–Si fueras tan inteligente como crees escucharías mis planes para Matte. La respuesta no es reducirnos a la nada. Tienes que dejar que intente expandirla, si no moriremos de verdad.

–Estás dando por hecho que intento salvarte, querida Elle. Quizá solo quiero quitar el enchufe.

–Eres… Eres…

–Malvado. Un canalla. Lo que más te guste.

–Siempre has sido condenadamente competitivo, pero esto ya es demasiado.

–Das por hecho que esto es una competición.

–¿Qué más podría ser? Eres un desagradecido. Por todo lo que mi padre te dio. Y por el hecho de que no te lo diera todo.

Apollo soltó una carcajada.

–¿Te refieres a que no me dio su empresa, o Matte, en primer lugar? ¿Por qué crees que te la dio a ti, Elle? ¿Porque eras competente? No. Te dio el puesto para mantener un pie dentro de la empresa cuando yo la comprara.

Sus palabras fueron como una puñalada, aunque en realidad se lo imaginaba.

Por supuesto que lo había sospechado, pero el hecho de que Apollo lo supiera significaba que era evidente. Y quizá lo fuera para todo el mundo.

El portero abrió la puerta para dejarlos pasar y Apollo se detuvo para darle una propina. Elle abrió el bolso y sacó un dólar para entregárselo al hombre antes de seguir a Apollo.

No iba a permitir que él diera la propina por ella.

–Estoy en la suite del ático. Es muy bonita.

–No me sorprende nada que acabemos de salir de una reunión donde has hablado de hacer recortes en mi empresa y sin embargo te alojes en la suite del ático.

Apollo pulsó el botón del ascensor y se abrieron las puertas. Elle entró tras él.

–No necesito dinero, agape, por si creías que ese era el motivo por el que mencioné los recortes.

Agape. Elle odiaba aquel nombre. Apollo había empezado a llamarla así cuando estaba en secundaria. Solo para hacerla enfadar. Y cada vez que lo hacía lo grababa un poquito en su memoria. «Amor», ese era su significado.

Era ridículo.

–Entonces, ¿por qué has mencionado los recortes? –le preguntó con tono suave.

–Porque tú necesitas el dinero. Matte necesita dinero. En la era digital la revista impresa está en decadencia, y aunque has intentado competir con ideas innovadoras, no has conseguido mantenerte.

–Ya, pero si tú tienes suficiente…

–No me dedico a la caridad –se rio él–. Dirijo un negocio. Mi empresa obtiene beneficios. A eso me dedico, a ganar dinero, y estoy orgulloso de ello. Sin embargo, no continuaré si no mejoro mis recursos. Mejorar es un proceso duro y doloroso y conlleva despedir gente.

El ascensor se detuvo y Apollo salió al pasillo. Se dirigió a una puerta y la empujó para abrirla.

–Pasa.

Elle se sintió como una criatura vulnerable que entraba en la guarida de un depredador.

«No eres una gacela. Das el mismo miedo que él. Eres una leona».

Nada más entrar en la suite, Elle se fijó en las ventanas con vistas a Central Park. Había un salón espacioso con una barra de bar, y a la izquierda, una puerta abierta por la que se atisbaba un dormitorio con una cama enorme.

No pudo evitar imaginarse a Apollo, con lo alto que era, tumbado en ella y ocupándola entera. ¿Tendría un aspecto más relajado mientras dormía? ¿Parecería menos letal sin el traje negro que llevaba y que resaltaba cada músculo de su cuerpo?

Apollo cerró con fuerza la puerta de entrada y ella se sobresaltó.

–Mi equipo es el mejor que hay –comenzó a explicarle Elle–. Sus integrantes tienen las mejores mentes creativas del mercado. Tienes que admitir que las guías Matte han tenido mucho éxito. Y que la del maquillaje ha incrementado la venta de cosméticos. Era específica para la marca, y por eso…

–Una vez más me estás contando cosas que ya sé. No he llegado a este punto de mi vida por no prestar atención. Comprendo que tu equipo es importante para ti, pero si no hago lo que hay que hacer, si no llevo a cabo grandes recortes, ninguno de vosotros tendrá trabajo.

–Yo…

–Elle, me da la sensación de que crees que esto es una democracia. Puedes estar segura de que esto es una dictadura. No voy a negociar contigo. Y tu bonito trasero todavía continúa sentado en el despacho del Director Ejecutivo gracias a mi buen talante.

La furia se apoderó de Elle.

–Creí que se debía a que soy buena en mi trabajo.

–Lo eres –dijo él dando un paso hacia ella–, pero hay mucha gente que sería buena en tu trabajo. Gente que no consiguió el puesto gracias a su padre.

–Eso es ridículo, Apollo. Como si tú no hubieras conseguido cosas gracias a mi padre –dijo furiosa–. Mi padre te trató como a su propio hijo. Y tú se lo pagaste como Judas,

–Le compré por bastante más que treinta monedas de plata, muchachita. Quizá lo que en realidad te duele es que fuera tu padre y no yo quien te traicionara. Te puso en ese cargo a sabiendas de que fracasarías.

Elle apretó los dientes. Lo que Apollo le decía le abría viejas heridas. Nunca se había sentido a la altura de Apollo, el hijo que su padre siempre había deseado y él lo sabía.

Pero no iba a dejarle ganar tan fácilmente.

–Él confiaba en ti. Cuando le ofreciste ayuda, nunca pensó que ibas a desmontarlo todo.

–Se equivocó al confiar en mí.

–Sin duda. No solo traicionaste al hombre que te encaminó hacia el éxito, sino a tu propia madre.

–Mi madre está bien. Tu padre no está arruinado económicamente, así que ella sigue disfrutando de su estatus. Una vez más, Elle, te recuerdo que tu padre me vendió Matte y otras empresas por propia voluntad.

–Lo pusiste en una posición en la que no podía negarse.

Apollo dio otro paso hacia ella. Estaba tan cerca que ella pudo ver que sus ojos no eran completamente negros, sino que tenían un pequeño anillo de color marrón dorado. También pudo ver la barba incipiente de su rostro.

Podía percibir el aroma de su piel y de su loción de afeitar.

–Es interesante que lo expreses así. Si la estrechez económica te quita la posibilidad de escoger, se podría decir que mi madre no tuvo mucha elección a la hora de casarse con tu padre.

–Eso es ridículo –dijo Elle–. Tu madre quería casarse.

–¿De veras?

–Por supuesto.

–¿Una señora de la limpieza ante la oportunidad de llevar una vida de lujo después de haber pasado años ganándose la vida a duras penas en Estados Unidos y después de haber vivido en Grecia sumida en la pobreza?

–Eso no… Eso no tiene nada que ver con esto.

–Puede –dijo él–. O quizá, Elle, lo importante es que uno siempre puede decir que no –se inclinó hacia delante–. Siempre.

Elle apenas podía respirar, sentía que todo su cuerpo estaba alerta y la cabeza le daba vueltas.

Recordaba muy bien que había experimentado la misma sensación cada vez que se cruzaba con Apollo por los pasillos de la casa familiar, o cuando le veía en la piscina. Su cuerpo musculoso fascinaba a la niña que ella era entonces.

Solo en una ocasión se habían acercado mucho el uno al otro. Solo una vez ella pensó que quizá Apollo sintiera el mismo deseo prohibido que ella había sentido desde el momento en que lo vio.

«Apollo va a ser tu hermanastro».

Todo su cuerpo se rebeló al instante ante la noticia porque sabía que cuando sus padres se casaran no estaría bien desearlo de aquella manera. Así que se distanció de él. Y algunas veces se había portado muy mal con él, pero lo había hecho para sobrevivir.

Con el tiempo todo fue a peor. Apollo seguía siendo su hermanastro, y aunque el cariño que había llegado a sentir por él se vio afectado por su traición, llevaba nueve años resistiéndose a él. Aprovechando la rabia y el enfado para emplearlos como barrera entre el deseo que sentía por Apollo y sus actos.

Ceder habría supuesto un fracaso en términos de autocontrol. Y para la relación con su padre. ¿Qué pensaría su padre si supiera que deseaba a Apollo? ¿Qué clase de escándalo surgiría si los medios de comunicación se enteraran de que se sentía intensamente atraída por su hermanastro?

Por eso no lo quería reconocer, y había tratado de guardarlo dentro de sí, pero el deseo resurgía cada vez que lo veía. Con cada mirada. Y cuando sus manos se rozaban de forma accidental. Y por la noche, cuando se acostaba anhelando algo que sólo él podía ofrecerle.

Apollo había comprado la empresa de su padre. Estaba apuntando hacia Matte. Su padre la había colocado como directora ejecutiva para mantener cierto tipo de relación con la empresa. Y ella había fracasado, tal y como había dicho Apollo…

Sentía que todo se le escapaba de las manos. La empresa. El control. Todo.

Y ni siquiera lo había besado. Nunca había poseído al hombre que le estaba destrozando la vida. El hombre que protagonizaba sus fantasías y provocaba que en ella aflorara el deseo más profundo

¿Y por qué? Para mantener las apariencias. Para triunfar. Sin embargo, estaba perdiendo. Completamente.

¿Por qué no disfrutar entonces de él?

Si todo estaba a punto de carbonizarse, ¿por qué no consumirse en las llamas?

Si al menos tuviera un bolígrafo en la mano… desde donde estaba le resultaría muy fácil clavárselo en el cuello, pero no lo tenía.

Así que a cambio estiró el brazo, le agarró el nudo de la corbata y se la deshizo.

Capítulo 2

APOLLO Savas no soñaba despierto. Era un hombre práctico y de acción. Cuando deseaba algo, no perdía el tiempo fantaseando, simplemente iba por ello.

Ese era el único motivo por el que sabía que no estaba alucinando cuando Elle St. James, su hermanastra y enemiga mortal, comenzó a quitarle la ropa mirándolo con rabia y deseo.

Se había resistido a aquello durante años. Y a ella. Por deferencia al hombre que consideraba su padre. Por respeto a todo lo que él le había dado.

Pero todo había resultado ser falso, una mentira. Y aun así, Apollo había mantenido a Elle separada de sus planes de venganza.

Y David St. James sabía que lo haría así, porque al margen de que ella lo supiera o no, Apollo siempre había protegido a Elle. Siempre le había importado.

Pero las cosas habían cambiado. Y ahora ella estaba desanudándole la corbata, y él estaba harto de contenerse.

Apollo estiró el brazo y la sujetó por la muñeca.

–¿Qué diablos estás haciendo? –le preguntó.

Elle lo miró boquiabierta con sus grandes ojos verdes.

–Yo… –se sonrojó.

–Si te disponías a quitarme la camisa, puedes parar ahora y salir por esa puerta o continuar. Si sigues adelante tienes que saber que terminarás tumbada boca arriba gritando mi nombre de una forma muy diferente antes de poder protestar.

Elle se sonrojó aún más. Apollo pensaba que iba a salir corriendo, porque era una buena chica a ojos de su padre. Aunque era una mujer fría, distante y que se consideraba superior a él.

Apollo quiso desde el principio destruir aquella fachada, pero no lo hizo porque sabía que era inocente. Sabía que no era más que una niña rica mimada que siempre se sentiría perdida con un hombre como él. Un hombre que se había criado en las calles de Atenas y que había aprendido la dura realidad de la vida muy pronto.

Siempre había sido consciente de que si la tocaba quebraría la confianza que había forjado con su padre. Sin embargo, si Elle iba a tocarlo ahora, si iba a traspasar la barrera que se había creado entre ellos, él no iba a detenerla.

Apollo Savas era un hombre que siempre tenía lo que quería.

Con una excepción.

Elle.

La había deseado desde el momento en que pasó de niña a mujer. Una mujer altiva y despectiva que siempre le miraba por encima del hombro. Y eso había hecho que él la deseara todavía más.