Fantasmas de mis recuerdos - Ayrton Madrid - E-Book

Fantasmas de mis recuerdos E-Book

Ayrton Madrid

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Beschreibung

Pero ahora lo único que hacía los viernes era recostarse en su antigua cama mientras el niño no estaba en casa. Mirar una familia que solo aparentaba ser feliz o, peor, que pensaba que todos lo eran, iluminando la casa… cuando, claramente, había alguien en un rincón oscuro y sucio. O alguien se sentía oscuro y sucio". La gente ama u odia el pasado. Viajar a él es sencillo si de recuerdos se trata, pero no todos quedan conformes con los resultados. Después de todo, recordar no cambia nada… Esto piensa Airon, pero… ¿se imaginan si fuera posible viajar al pasado? ¿Qué pasaría? Seguramente, sería un viaje lleno de emociones, repleto de fantasmas olvidados.

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Producción editorial: Tinta Libre Ediciones

Córdoba, Argentina

Coordinación editorial: Gastón Barrionuevo

Diseño de tapa: Departamento de Arte Tinta Libre Ediciones.

Diseño de interior: Departamento de Arte Tinta Libre Ediciones.

Madrid, Ayrton Daniel

Fantasmas de mis recuerdos / Ayrton Daniel Madrid. - 1a ed. - Córdoba : Tinta Libre, 2023.

112 p. ; 21 x 15 cm.

ISBN 978-987-824-677-2

1. Narrativa Argentina. 2. Novelas. 3. Novelas de Misterio. I. Título.

CDD A863

Prohibida su reproducción, almacenamiento, y distribución por cualquier medio,total o parcial sin el permiso previo y por escrito de los autores y/o editor.

Está también totalmente prohibido su tratamiento informático y distribución por internet o por cualquier otra red.

La recopilación de fotografías y los contenidos son de absoluta responsabilidadde/l los autor/es. La Editorial no se responsabiliza por la información de este libro.

Hecho el depósito que marca la Ley 11.723

Impreso en Argentina - Printed in Argentina

© 2023. Madrid, Ayrton Daniel

© 2023. Tinta Libre Ediciones

Prometámonos a nosotros mismos que jamás nos quedaremos con algo que no nos gusta por el mero hecho de que sea cómodo. Nos merecemos algo mejor y, sobre todo, nos merecemos creerlo.

Elísabet Benavent, Un cuento perfecto

Fantasmas De Mis Recuerdos

Dedicatoria

Quiero dedicar este libro a todas las personas que han luchado solas contra la violencia, el abuso, el maltrato y el rechazo social. Son importantes y valientes, no tienen la culpa de nada.

¡Créanme, me tomó mucho tiempo comprenderlo y fue la mejor decisión de mi vida!

Agradecimientos

A mi familia, por el apoyo incondicional que me brindaron en todo el proceso de sanación emocional. Sin eso, no hubiera podido concretar mi sueño. Gracias por incentivarme a confiar en mí. Los aprecio con todo mi corazón, Braian, Julissa y mami.

A la mejor tía del mundo, Roxana. Siempre vio en mí algo que los demás no veían. Encendió la llama de la pasión por la literatura y la escritura. Es un gran pilar en mi vida y la admiro mucho.

A mi primo Thiago porque siempre estuvo en los momentos más divertidos y felices, pero también me apoyó y me consoló cuando lo necesitaba a lo largo de mi vida. Es el hermano que siempre quise tener y lo amo con el alma.

Prólogo

“El hombre se descubre cuando se mide con un obstáculo”, dijo el Principito de Antoine de Saint-Exupéry.

Dicen que la infancia es la mejor época de la vida y esto depende desde qué mirada se lo plantee porque no todos coincidirán. Uno de ellos es Airon. Ha transitado por caminos que dejaron episodios traumáticos que, francamente, él prefiere borrar.

La vida nos va enseñando, de acuerdo a experiencias propias y ajenas, que la estabilidad y la armonía personal son piezas necesarias para afrontar lo que nos depara la cotidianeidad. Solemos mirar retrospectivamente a fin de sanarnos o, de alguna manera, lograr que los malos momentos vividos permanezcan como simples recuerdos. La memoria es como un pequeño baúl. En él, conservamos lo que nos parece significativo, como los bellos tiempos de felicidad, aunque —además— es inevitable guardar momentos dolorosos, instantes difíciles de afrontar, sucesos de nuestra infancia que marcaron un antes y un después. Es en ese preciso límite donde nuestros sentimientos afloran y ponen en peligro nuestra armonía interior. Resulta menester sentirnos acompañados en este proceso de inestabilidad, tal como le sucedió a Airon en esta historia inigualable.

Esta novela inspirada en hechos reales hará que entendamos la vida desde otra perspectiva, ya que, cuando recordemos todo lo transcurrido, comprenderemos la importancia de no detenernos en nuestro presente ni sentirnos condicionados en nuestro futuro.

Roxana Brito

Dos rasguños en el alma

Todos estamos de acuerdo con que diciembre es un mes complicado, ¿no? Empiezan los preparativos para las fiestas, la gente está loca por comprar y planear todo lo que cree necesario, los negocios o las tiendas están colapsadas, terminan las clases de los estudiantes, comienzan los planes de las vacaciones, etcétera. Todo es acelerado y pesado; a cualquiera le parecerían estresantes estas situaciones. Ese era el caso de Airon. Él ya estaba agotado por tanto trabajo en el supermercado Klinds; un mercado muy conocido en Córdoba que en esas fechas se llenaba de personas locas e ignorantes. De por sí, todos los días eran horribles para Airon, pero nada superaba los lunes. El comienzo de semana era de lo peor y más aún si tenías a un jefe estúpido que trataba mal a sus empleados, aunque el joven no pensaba mucho en eso.

Había muchas tareas y actividades en el lugar. Los puestos eran rotativos todas las semanas, por lo que Airon no tenía nada fijo. A veces, estaba en las cajas administradoras; otras, limpiaba o se encargaba de cerrar el establecimiento al final de cada jornada. A pesar de que el jefe era un imbécil, siempre lo había tratado bien. Incluso, confiaba plenamente en él; tanto así, que le dejaba las llaves de las bodegas y del gran mercado. Airon se encargaba de cerrar el lugar los días miércoles, jueves, viernes y sábados. Lo hacía con cuidado y seriedad. Luego, era premiado y elogiado por el encargado en sus turnos, lo que terminaba siendo de su agrado.

El joven salía tarde de trabajar y era peligroso volver solo a esas horas. Aunque la mayoría de días lo buscaba su hermano Bryan, había veces en las que no. Él era muy importante para Airon y más aún esos últimos años, ya que antes no tenían tan buena relación. Siempre se admiraron mutuamente. Según ellos, se hicieron hombres demasiado rápido por las distintas problemáticas que surgieron en sus vidas. Aunque mantuvieron la distancia casi siempre, lograron romper esa barrera que impedía lo mejor de ambos.

Un jueves, luego de cerrar, Airon se despidió del guardia de seguridad que se encontraba en la entrada y se dirigió a la parada de ómnibus que estaba a unas calles. Mientras caminaba, pensaba que el día siguiente iba a ser muy estresante, ya que era 24 de diciembre; un colapso total de personas, pero, de todas formas, ya estaba acostumbrado. Después de todo, era rutina, una tediosa rutina.

Llegando a la parada de ómnibus, Airon levantó la mirada y observó a un hombre vestido todo de negro, con un bastón blanco, dirigiéndose hacia él. No le dio importancia y siguió caminando. Ponerse a pensar e interactuar en la calle a altas horas de la noche no era lo adecuado. Una vez en la parada, pasaron unos minutos y se tomó el colectivo de regreso a casa.

Luego de treinta minutos, Airon llegó y se sacó el uniforme, se soltó el pelo y fue hacia la cocina. Abrió la heladera y vio un fragmento de papel que decía “Airon” arriba de unos sándwiches. Como era muy tarde, su madre le había guardado comida. Eso lo puso contento, ya que ella trabajaba casi todo el día y muy rara vez cocinaba porque terminaba muy cansada al final de la jornada laboral. Después de comer, con cuidado de no hacer ruido, se duchó y se acostó a dormir con la mente inundada de obligaciones y responsabilidades.

Al día siguiente, se levantó temprano para trabajar. El jefe le había pedido si podía hacer horas extras y él había accedido. Después de todo, era más dinero. Airon estaba ahorrando para poder irse a vivir solo. No tenía otros planes ni con quién hacerlos, solo pensaba que eso era lo mejor para él.

Luego de tomar el ómnibus, se dirigió al trabajo. Le esperaba un día largo, lleno de personas desesperadas por comprar a último momento las cosas que podrían haber adquirido antes. Era viernes, por lo que a Airon le tocaba cerrar el mercado esa noche.

Mientras trabajaba, pensaba qué le podía regalar a Lizbeth, su hermana menor. Estaba entre un conjunto que había visto en la sección de ropa o unas zapatillas coloridas. Quería sorprenderla, ya que el año anterior no había podido disfrutar las fiestas con ella, así que esa vez tenía que ser especial. Lizbeth siempre había sido un soporte emocional generando un espacio seguro para él. Incluso, consolándolo en momentos duros o críticos. Por eso, quería darle un obsequio especial para una chica especial.

Las filas de personas cada vez eran más largas. Eso era estresante, pero aún más si se quejaban constantemente. Sí, se quejaban. El aire acondicionado se había roto hacía unos días y aún no habían ido a arreglarlo, así que era un ruido horrible. Pero se podía transitar con amabilidad y paciencia, dos cualidades que Airon tenía presentes.

Luego de un día pesado, faltaban unos minutos para cerrar. Airon se aseguró que no quedara nadie en el mercado, acomodó las cosas para el día siguiente y cerró las bodegas. Las últimas personas salieron del establecimiento y llegó la hora de apagar las luces de los pasillos. Estaba contento, ya que le llevaba regalos a su hermana y, por no haberse decidido, le había comprado ambas cosas.

Antes de irse, apagó las computadoras y las luces del frente mientras se acercaba a la salida. De repente, vio al hombre vestido de negro con el bastón blanco parado en la puerta principal. Él no entendía nada… ¿Cómo había podido pasar por la seguridad? Así que fue a donde estaba el señor para decirle que el local estaba cerrado.

Airon se acercó, abrió la puerta con sensores manualmente y le dijo:

—Perdone, señor, está cerrado. Le pido disculpas.

—¡Oh, joven, está cerrado! ¡No lo sabía!

—Sí, cerramos a las veinte horas por ser 24 de diciembre. Tal vez lo dejaron pasar por error —dijo Airon cansado.

—¿Dejar pasar? ¡Me parece que el que está dejando pasar sos vos joven! Tu vida se te va de las manos —respondió el hombre misterioso tocando la puerta mientras apoyaba el bastón dentro del mercado.

—¿Perdón?

—Dos intentos de suicidio no te bastan, ¿cierto? —comentó el señor con una voz ronca y gruesa como si fuese un monstruo de película.

—¿Qué dice? Anciano estúpido. Váyase de acá, voy a llamar al guardia —contestó Airon mientras cerraba las puertas y empujaba el bastón con el pie.

—Me voy a ir, pero con vos —dijo el hombre misterioso.

Dio un paso hacia adentro abriendo la puerta, pero Airon la cerró rápidamente. Sin problema alguno, el hombre la atravesó con el cuerpo. El muchacho no entendía lo que estaba viendo, no podía respirar bien, estaba asustado. Se quedó quieto; no podía moverse ni siquiera un milímetro.

—¡Has despreciado mucho la vida, querido! ¿No creés que ha llegado la hora? —dijo el ser misterioso. Se acercó a Airon y le tocó la cabeza, lo que generó una luz intensa.

Airon gritó fuerte, pero parecía que nadie lo escuchaba. Cerró los ojos por unos momentos y, luego de un rato, los abrió. Asustado y en shock, observaba a su alrededor. Le pareció extraño y conocido. No entendía nada.

Desde las sombras, se anunció una voz gruesa y ronca mientras el ser misterioso se acercaba a Airon.

—¿Estás asustado, muchacho?

Airon se quedó callado mirando el espacio. Consumido por el miedo y los nervios, dijo que sí con la cabeza.

—¿Reconocés este lugar?

—Creo… que sí… ¿Es mi casa? ¿El patio de mi casa?

—Sí, es tu hogar. Pero no es el mismo tiempo. Mirá por la ventana de tu habitación.

Airon, nervioso, siguió las instrucciones del ser. Se acercó a la ventana y se asustó al ver a un niño sentado en la cama jugando con sus juguetes. Lo reconoció de inmediato. Empezó a llorar, no entendía absolutamente nada. Era una pesadilla tan real…

—Airon Mard, un niño de diez años que recién llega del colegio y lo primero que hace es jugar con sus juguetes —dijo el hombre misterioso—. ¿Acaso no es tierno?

—No… no… entiendo. ¿Qué es esto? ¿Por qué me estoy viendo a mí mismo de niño?

—Hay muchas respuestas, joven Airon, pero tenés que buscarlas vos solo.

—¿Estoy muerto o estoy soñando?

—No, muchacho, todo esto es real. Si querés, entrá. Después de todo, es tu casa.

Airon, confundido, se apoyó en la ventana y la atravesó con su cuerpo como un fantasma.

—Ah, sí, me olvidé de decirte, querido. La gente no puede verte. Sos un fantasma. Podés atravesar cosas a voluntad —dijo el siniestro hombre.

Con el corazón palpitando cada vez más rápido, el joven entró a la habitación por la ventana, se acercó al niño, observó y escuchó:

—Oigan, chicos, no me fue bien en el colegio. Hoy me tropecé y me golpeé el hombro —dijo el niño.

—¿Solo por eso te fue mal en el colegio, Airon? —mencionó un juguete amarillo.

—Vos porque sos un juguete, Senior. No sentís dolor como yo.

—Somos juguetes, pero te entendemos, Airon. ¿Acaso creés que no tenemos sentimientos? —comentó un muñeco color naranja.

—Tranquilo, Dioni. Sé que son juguetes y que son mis amigos. ¿Los sentimientos importan? —dijo el niño dudando.

—Por supuesto, Airon. Los sentimientos son fundamentales en la vida, más aún si tenés amistades. Aparte, si sos…

—¡Airon! —gritó la mamá del niño.

—¡Ahí voy, mami! —respondió el chico— Lo siento, amigos. Más tarde hablamos.

Guardó los juguetes debajo de las sábanas de la cama y se puso las zapatillas. La madre abrió la puerta y le anunció:

—Hijo, necesito que vayas a comprar antes de que cierre la verdulería. Después, no conseguimos verduras por ningún lado.

—Está bien, mamá —contestó el niño rezongando mientras salía de la habitación.

Airon estaba parado al lado de la cama procesando todo lo que acababa de ver. A una versión niño de él mismo dialogar con sus juguetes. A su mamá más joven. Todo era el pasado, todo era diferente.

La madre le dio el dinero al niño y lo mandó a comprar. Luego, entró en su habitación y dejó medio abierta la puerta de madera. Una puerta ruidosa. Airon, queriendo entender y ver más, la siguió. Cuando se acercó al cuarto, escuchó un llanto y se frenó. No quiso ver o escuchar, aunque tenía muchas dudas, así que decidió entrar, pero fue detenido por una mano en el hombro. Él, asustado, se dio vuelta y escuchó:

—¡No ingreses ahí, muchacho, es un mal momento para buscar respuestas! —exclamó el ser misterioso.

—Pero… ¿qué pasa? ¿Qué le sucede?

—Es una buena mujer tu madre, Airon. Es lo que tenés que saber.

El ser misterioso bajó la mano de su hombro y se alejó hacia la cocina. Airon, confundido, volteó hacia la puerta con ganas de entrar, pero prefirió seguir al hombre de negro. Este apoyó en la pared el bastón blanco y mencionó:

—Sabes, es una linda casa. ¿Te parece bonita?

Airon, sin pensar otra cosa que en su madre, le respondió afirmando con la cabeza.

—Aún te cuesta creer, muchacho, pero, ¿alguna vez te preguntaste por qué te pasa lo que te pasa? ¿Por qué sentís lo que sentís?

—Yo no creo que sea relevan…

—¿Terminar con tu vida es irrelevante?