Frutos de Amor - Gilberto Avalos Breard - E-Book

Frutos de Amor E-Book

Gilberto Avalos Breard

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Beschreibung

Cuando las metáforas traspasan los límites de lo simbólico y se anclan en las profundidades de la sustancia del hombre, suelen abrirnos cuestiones e interrogantes más que interesantes. Dios suele hablarnos y sus misterios se desentrañan en un lenguaje natural, acorde a nuestros sentidos que experimentamos día a día. El fruto como estrategia para entregar lo esencial, lo más preciado del individuo, eso que esconde, pero que también queremos tener, eso que nos llena el alma y nos satisfice, eso vislumbra esto que llamamos Frutos de Amor. Cuando las semillas de un individuo se vuelven frutos, con vestidos sensuales, perfumes y colores exquisitos, cuando se nos ofrece y nos apetece tomarlo, el individuo ha cometido su objetivo, alimentando y dispersando su razón de ser, lejos del entorno que le dio origen y donde encontrará los elementos que necesita para abrazar su nueva vida. Cuando el hombre encuentra la tierra fértil, su vida se vuelve fecunda. Cuando lo necesario se sacia, todo lo demás se hace innecesario. Dios es más que las diferentes vidas pero vive en ellas dándonos vida, para que teniendo vida, se fructifique en alegría y amor. El fruto del amor te invita a tomarlo; cuando lo tomes y lo leas habrá cometido su objetivo: dejar la semilla de amor en tu vida.

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GILBERTO AVALOS BREARD

FRUTOS DE AMOR

Una mirada espiritual desde lo biológico

Avalos Breard, GilbertoFrutos de amor : una mirada espiritual desde lo biológico / Gilberto Avalos Breard. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores del Mundo, 2023.

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: descarga y online

ISBN 978-987-4947-64-2

1. Autoayuda. I. Título.CDD 158.1

EDITORIAL AUTORES DE [email protected]

Tabla de contenidos

Comentarios

Saboreando un fruto

La tierra y los frutos

La buena semilla

Dios como semilla en mí

Si la semilla no muere…

La semilla como alimento

El fruto exquisito

Espíritu Santo, la paloma y la semilla

“Les aseguro que si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda solo; pero si muere da mucho fruto”

(Jn.12. 24).

Comentarios

Cada detalle de la creación refleja algo de su creador, en este libro “Frutos de amor” Gilberto en su ser biólogo, con un lenguaje sencillo y muy profundo, se anima a ir más allá de lo que su ciencia enseña y nos sumerge en un mundo espiritual.

A partir del paralelismo con la naturaleza, encuentra sentido a las palabras de Jesús, “Les aseguro que  si el grano de trigo que cae en la tierra no muere,  queda solo; pero si muere, da mucho fruto” (Jn. 12,24). Para los que no conocemos en profundidad la biología nos introduce en un mundo desconocido y a la vez maravilloso para entender el porqué de tantas cosas en la naturaleza y de manera admirable nos invita, a partir de la experiencia de su autor y de sus conocimientos biológicos, a descubrir la grandeza de dar la vida, para engendrar vida.

Del mismo modo, el que no conoce mucho de espiritualidad, será conducido a ese mundo apasionante, a partir de la sencillez y armonía de todo lo creado.

Julio C. Olmedo

Cuando Gilberto me propuso evaluar su ensayo, lo primero que pensé fue “es un tema religioso, del culto católico” y yo soy judía. Claro que lo que él quería de mí era que mirara un poco sus posibles errores de ortografía y sintaxis, si se entendía la redacción. ¿Me espera un dolor de cabeza si acepto? En cierta forma era como hacerme un honor y tomando valor acepté.

En la lectura encontré dos cosas, una ya esperada. Su problema con las “s” y las concordancias femenino-masculino, devienen de ser guaraní parlante, idioma donde los plurales se construyen de otro modo y el género también. Sin embargo, sacando algunos detalles estaba bien redactado.

La segunda fue una sorpresa. La forma que va desarrollando su idea, a partir de la frase de Jesús “Les aseguro que, si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda solo; pero si muere da mucho fruto”, cuyo contenido parece contradictorio, la va trabajando, profundizando en cada término hasta hacerla comprensible.

Hay mucho amor en su ensayo y lo que me encantó es que une su experiencia de biólogo y de vida a su experiencia religiosa. Y en ese enhebrar sus conocimientos científicos con la vida y la fe, lo lleva a todo un desarrollo filosófico en dos temas fundamentales: el amor y la muerte.

Para mí, Gilberto es un ejemplo de superación, desde aquel alumno de Biología que venía del interior y andaba en bicicleta, con sus bermudas floreadas, hasta ser Doctor en Biología, de ser técnico de investigación a tener sus propios proyectos, de ser andariego a formar una hermosa familia, de escribir trabajos científicos a dar el salto que significa hacer un ensayo es todo un logro.

Creo que inició un camino que espero siga cultivando, la tierra y la semilla están preparadas y el agricultor sabe que desde su fe en Dios tendrá todo lo necesario para dar sus frutos.

Elena Beatriz Oscherov

Vengo de un pueblo guaranítico de las misiones jesuíticas, de larga tradición católica y cuya fe se fue transmitiendo culturalmente como fundamento y pilar de vida para la sanidad espiritual. Desde que tuve uso de razón, participé en las misas dominicales y de la catequesis, escuché las lecturas de los evangelios y algunas más que otras me resultaron muy interesantes. Algunas por su gran contenido emocional y gestos misericordiosos de los personajes que se movían alrededor de Jesús, otras, como las parábolas contradictorias, me hacían pensar por algunos días.

Las lecturas bíblicas están ahí, pero nosotros nos desarrollamos y crecemos experimentando que los cambios van sucediendo en nuestros pensamientos; hay lógicas diferentes, aprendizajes nuevos que nos hacen reacomodar para poder entender lo que era incomprensible. Nuevas luces comprensivas despiertan en nosotros nuevos interrogantes. A veces, estos interrogantes continúan y si nos detenemos a pensar por un tiempo, nos sorprenderán seguramente a las conclusiones que llegaremos.

Una de esas parábolas que me parecieron contradictorias, escritas en el evangelio de Juan, después de mucho tiempo, siendo ya un biólogo, me puse a analizar y no solo para criticar por criticar, sino sabiendo que las palabras que están escritas en la Biblia son escritas por el hombre pero, sobre todo, son inspiraciones del Espíritu Santo. Por lo tanto, aunque parecieran contradictorias, por alguna razón están ahí. Probablemente para que alguien pueda sacar lo mejor de lo que esa parábola esconde.

El evangelista nos cuenta esta parábola dicha por Jesús: “Les aseguro que si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda solo; pero si muere da mucho fruto” (Jn.12. 24).Es fuerte e inaceptable a la vez para mí este texto, sin embargo se me revela sugestivo, metafórico y desafiante, quizás por las características contradictorias para un biólogo que entiende la vida y la muerte desde una perspectiva diferente. Puedo leer y entender que estas palabras de Jesús, encierran cuestiones importantes y que me invita a elevar la mirada, analizar con mayor profundidad lo que encierra este mensaje. Puedo ver un gran desafío y la posibilidad de poder aportar una mirada distinta que complemente nuestra fe, una mirada más científica si se quiere, pero creo que sería un punto de análisis que nos ayudará a fortalecer nuestra búsqueda de un Dios más real y auténtico.

De estas palabras, las cuestiones que se me hacen interesantes para poder desmenuzar y encontrar algún hilo conductor que nos lleve a profundizar eso que a un golpe de oído no nos son tan interesantes; por ejemplo el fruto, la semilla y la muerte. Asimismo, no es menor el lugar donde se resuelve la intención de la enseñanza: la tierra.

Pareciera ser que Dios, conociendo nuestro corazón inquieto y curioso, nos sugiere y nos susurra al oído acertijos que nos encaminan hacia él, en otras palabras se deleita en ese espíritu enamorado que busca trascender las fronteras de aquí y ahora, eso que ven nuestros ojos y palpan nuestras manos, para animarnos a superar lo visible. Dios que se encuentra en nosotros, probablemente nos lleva de las manos a poder ver aquellas cosas que pudieran ser vistas desde otro lugar, desde otra óptica, desentrañar e indagar esas exquisiteces que ofrecen sus palabras, palabras cargadas de intencionalidad, productividad, afectividad y muchas veces intensamente emotivas y sanadoras.

San Pablo insiste y retoma esto de la semilla en la primera carta a los Corintios (15:35-45), dando una larga explicación detallando y asociando la muerte de la semilla con la resurrección. En el versículo 36 dice: “¡Necio! Lo que tú siembras no llega a tener vida si antes no muere”. He aquí la gran cuestión y la gran incógnita: ¿La muerte no es acaso la ausencia de vida? Para nosotros que sabemos que la semilla no muere, sí.

“Si la semilla no muere”, marcando a la muerte como algo crucial, trascendental y necesaria para dar frutos. Los biólogos entendemos a este proceso que Jesús llama muerte, como un despertar. La semilla aletargada, despierta a la verdadera vida influenciada por varios factores, la humedad, temperatura, etc. De ahí mi intención de exponer y compartir una mirada distinta, para que juntos podamos disfrutar y saborear de esta deliciosa metáfora del Evangelio.

En otras palabras, me estoy ofreciendo como fruto y lo que él encierra. El fruto soy yo, no como un mero resultado, sino como un proceso que implica movimientos, elaboración y fuertes cambios a lo largo de la vida que me fue dada.

Poder descubrir el significado de fruto, hace que podamos disfrutar de este caminar maravilloso y podamos darnos a los demás como alimento vivo. Alimento que produce efecto de crecimiento y desarrollo en los hijos de Dios.

Todos conocemos las frutas pero, ¿sabemos realmente qué es un fruto, que funcionalidad tiene? En general nos da la sensación que es lo más importante, pero en realidad el fruto es una manera de asegurar lo esencial en una planta, transmitir la semilla. Hablar de frutos en una planta es hablar de estrategias, es tener un sentido amplio del contexto histórico del ambiente, es armonizar todos los sentidos para vivir y sortear todos los obstáculos para prosperar y lograr trascender en ese contexto.

Pensar en frutos es muy interesante, porque es mucho más que resultados y cuando nos ponemos a ver los detalles, llegamos a conclusiones inesperadas, reveladoras, observamos las manos de Dios en el tiempo. Por eso, las parábolas son reveladoras para aquellos que buscamos conocer las riquezas que encierran el corazón del amado.

El ser humano por lo general es curioso, por naturaleza necesita tener muchos elementos que lo sostengan en su caminar diario. Algunos tenemos una mirada más aguzada para algunas cosas que para otras. Si tenemos la intuición de que algún tipo de riqueza se esconde en un determinado lugar, o bien podemos percibir algunas cosas que nos ayuden a crecer y que lo queramos hacer, no importa en qué aspecto, lo buscamos con vehemencia hasta que lo podamos ver con claridad. Así, cada día que pasa, en ese proceso de búsqueda, pareciera ser que se hace más interesante aún. Cuando tenemos la certeza que el tesoro se encuentra ahí, como dice la parábola que nos relata el evangelista (Mt. 13:44), hacemos todo para obtener eso que deseamos. El empeño por encontrar ese algo se intensifica y se vuelve apasionante.

Saboreando un fruto

Si podemos decir que Dios es un fruto exquisito que se ofrece desde siempre, también nosotros sus hijos estamos llamados a reproducir esa imagen del creador, por lo tanto estamos llamados a ser frutos agradables en nuestros entornos.

Los conocimientos que tenemos cuando de frutas se trata, esas que comemos a diario y que vemos en nuestras verdulerías del barrio, las frutas estacionales, las que aparecen en el verano, en el invierno o algunas de ellas que están siempre, aquellas que son de nuestras preferencias, que esperamos una más que otras para disfrutar y que podemos reconocer la calidad y la madurez cuando comemos, no se hicieron por arte de magia; esos frutos que llegan a nuestras manos, han transitado un largo proceso de transformación y sorteado varias dificultades para ser lo que son hoy.

Así también cuando vemos esos árboles frondosos y vigorosos desplegando sus numerosos frutos coloridos, sentir y gustar de los perfumes que emanan de su madurez, podemos detenernos y descubrir que esos árboles han recorrido un largo camino de vida.

Sin embargo, el término fruto para nuestra cultura cargada de religiosidad, es más significativo de lo que a veces imaginamos; aunque dependerá del contexto al que nos referimos. Muchas veces el término nos pone en una situación de juez o de víctima (no dio los frutos esperados) y otras veces nos condiciona para hacer o dejar de hacer lo que tendríamos o querríamos hacer.

Se nos ha inculcado hasta el cansancio que el fruto es lo más importante en cuanto a la vida cristiana que llevamos o tenemos. “Por sus frutos los conoceréis” es una frase que nos ha pegado fuerte en el inconsciente colectivo. El fruto como “resultado” de un esfuerzo es lo que imprime importancia en nuestra conciencia generalmente.

Esta idea resultadista, que podemos escuchar diariamente en los ambientes en que nos movemos, ha sido muchas veces muy tirana con nosotros, hasta ha sacado lo peor de nosotros en varias ocasiones, haciéndonos creer que no servimos, que no somos útiles, que en esta sociedad no cabemos y no entendemos el sentido de nuestras vidas. Este tipo de filosofía nos enfrenta muchas veces agresivamente a nuestra sociedad.

También en los cultos religiosos o en los diferentes grupos de oración se espera de nosotros frutos, o se espera que aparezca como una gracia recibida de ese encuentro con Dios. Generalmente se les pregunta a las personas: ¿“qué frutos recibiste después de la oración”? y las personas responden que recibieron de Dios frutos como paz, gozo y alegría, entre otros. Bien, probablemente sea así. Si es así, ese fruto necesita ser cuidado un largo tiempo para que tenga el fin estratégico que Dios desea de nosotros.