Greg - Virginie T. - E-Book

Greg E-Book

Virginie T.

0,0
2,99 €

-100%
Sammeln Sie Punkte in unserem Gutscheinprogramm und kaufen Sie E-Books und Hörbücher mit bis zu 100% Rabatt.
Mehr erfahren.
Beschreibung

Un romance paranormal entre un metamorfo y una fatel.

Los Ángeles Guardianes ya no confían en mí. Es más, desconfían de mí, y eso sin hablar que Sam ya no me dirige la palabra. Tengo que redimirme. Tengo que demostrarles que puedo ser útil a la manada o perderé mi lugar entre ellos antes ni siquiera de haberlo ganado, y mi pase de entrada podría ser el lobo que trajeron de su batida contra los Tank.

Das E-Book können Sie in Legimi-Apps oder einer beliebigen App lesen, die das folgende Format unterstützen:

EPUB

Seitenzahl: 160

Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



gregIV de La manada de Los Angelès GuardianesVirginie T.

Los Ángeles Guardianes ya no confían en mí. Es más, desconfían de mí, y eso sin hablar que Sam ya no me dirige la palabra. Tengo que redimirme. Tengo que demostrarles que puedo ser útil a la manada o perderé mi lugar entre ellos antes ni siquiera de haberlo ganado, y mi pase de entrada podría ser el lobo que trajeron de su batida contra los Tank.

Greg

La manada de los

Ángeles Guardianes

Tomo 4

Virginie T.

Traducido por Xavier Méndez

Índice

Démarrer

Prólogo

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Capítulo 12

Capítulo 13

Capítulo 14

Epílogo

De la misma autora

El Código de la Propiedad Intelectual prohíbe la copia o reproducción destinada a un uso colectivo. Toda representación o reproducción integral o parcial hecha para cualquier propósito, sin el consentimiento del autor, o de sus derechohabientes o causahabientes, es ilícita y constituye una falsificación, según los términos legales L.335-2 y siguientes del Código de la Propiedad Intelectual. Todos los derechos reservados.

Título original: Greg. La meute Guardian Angels

Traducción de Xavier Méndez Martínez

© Virginie T.  2021

Prólogo

     Han venido hasta nuestro territorio, en nuestras propias narices, y nuestro alfa no ha hecho nada de nada. ¡Menudo imbécil! Ni si quiera se ha dado cuenta, estaba demasiado ocupado fardando y pavoneándose delante de las hembras metamorfas idiotas que sólo sueñan con compartir la cama con él con la esperanza de que la escojan a ella como compañera. Puf. Es patético. Son insignificantes e inútiles, sólo valen para saciar nuestras pulsiones más primarias. Su idiotez me saca de quicio. Está ahí, en su asiento como si fuera un rey, diciéndome que no tiene ninguna importancia que se hayan escapado y que esos niños no nos servían para nada. ¡Eran niños, hostia puta! Claro que tenían valor. Un valor incalculable. Tenía un gran proyecto para la pelirroja llorona. Después de mi demostración de fuerza de esa noche, ella habría comido de la palma de mi mano. Habría hecho con ella lo que me pareciera. Pero la manada desconocida que vino esa tarde nos los ha sustraído, a ella y a su hermana, y no tenemos medio alguno de encontrarlos, ya que el imbécil de nuestro alfa siempre se ha negado a que le hinque mis colmillos en su apetitosa carne. De todas maneras, nuestro alfa no tiene ninguna intención de ir en su encuentro. Se ha vuelto débil, está demasiado seguro de su posición.

—Esconde tus colmillos, Finn. Nos queda esta.

Se enrolla en el dedo un mechón de cabello traslucido de la fatel que tiene a sus pies. Sí, la mujer todavía está con vida. Y además es la última que nos queda. Sin embargo, al ritmo al que la golpea y la muerde, no durará mucho más tiempo y por su vientre prominente me puedo hacer una idea. Por fin podré llevar a cabo mi proyecto. Sólo me llevará unos años de más. Pero, ¿qué son unos años de más frente a un poder inmenso durante décadas? Nada grave a comparación de mi plan. Eso si nuestro alfa no mete sus narices en mi camino. Y para resolver ese problema, sé exactamente lo que debo hacer. Tendría que haber actuado mucho antes, cuando empezó a dar pruebas de su negligencia. Me planto delante de este estúpido, seguro de mí mismo y de que la manada me apoyará. Todos saben de lo que soy capaz y respetan mi fuerza y mi ferocidad. En una manada, es la ley del más fuerte lo que prevalece y el más fuerte de los Tank soy yo.

— Te desafío para el puesto de alfa.

Por fin he captado toda su atención. Deja el cabello de la víctima tranquilo y me lanza una mirada esquiva con aspecto belicoso.  

—¿Osas poner en cuestión mi juicio? ¿Te crees mejor que yo ?

Pues sí, lo soy y no voy a tardar en demostrárselo.   

—Eres un inútil. Ya es hora de que los Tank tengan a un alfa a la altura de su poder. Yo sabría llevar a la manada a un nivel más alto en la sociedad y nunca más nadie se atreverá a engañarnos.

Se pone de pie, creyendo impresionarme con sus dos metros de altura. Es más alto que yo, pero su ventaja se queda ahí. Lo que no sabe es que me he hartado de sangre fatel para dar una lección a la jovencita. He matado a su madre en mi frenesí y su poder ahora corre por mis venas como lava fundida. Estoy al máximo de mis capacidades, y eso que su última comida mágica fue hace unas horas.

—Que así sea, acepto el desafío.

No pierdo más el tiempo, lo agarro por el cuello y sale volando hasta la otra punta de la sala. Se da con la espalda contra la pared de piedra y el gemido que emite mi alfa es música para mis oídos. ¡Estamos hablando de un alfa ! No vale más que un trapo que sólo sirve de felpudo para limpiar el barro de las botas.

—Eres patético, una vergüenza para nuestra raza. No te mereces formar parte de nosotros.

Gruñe, pero empieza su metamorfosis, su columna vertebral rota le impide acabar el proceso. Se queda atrapado entre su forma de oso y su forma humana en una mezcla grotesca. No tengo ganas de jugar con mi presa. Ya me ha hecho perder demasiado tiempo. Saco mis garras de oso afiladas, se las hinco en el tórax y le arranco el corazón con un solo gesto, alzándolo triunfalmente ante los pocos líderes presentes. Detrás de mí, la fatel gimotea. No tiene por qué temerme. No quiero que muera, ni mucho menos. Al menos por ahora.

—Tranquila, fatel. No te haré ningún daño si te estás tranquila.

Soy de palabra. No he maltratado a la fatel, excepto por unos mordiscos de vez en cuando para mantener la forma, y hoy he obtenido mi recompensa. Está pariendo. No soporto sus chillidos, pero se me pasa todo cuando por fin sale el bebé. Un bebé fatel perfectamente sano, la fuente de mi futuro. La hembra Tank me da la información que esperaba.

—Es una niña, alfa.

Perfecto. Era justo lo que esperaba. La fatel tiende los brazos para coger a la pequeña cosita rosa, pero yo me hago con el bebé que patalea delante de ella. No tenía pensado dárselo. Ahora esta cosa es de mi propiedad.

—Chss, chss. Es mía.

—No, por favor, no hagas eso. No te quedes con mi hija. Ella es inocente.

—No le pasará nada mientras tú vivas. Tú decides.

La fatel se pone a llorar. Odio a los que lloran. Son débiles e insignificantes.

—Déjame verla. Te lo suplico. Ni siquiera le he puesto nombre.

—Ya tiene uno: Slave.

Capítulo 1

Greg

Esa mirada… La reconozco al instante. El tal Nate es el alma gemela de Sam. Mi Sam. Mi amiga. Mi otra mitad desde que tengo uso de razón. Se me aparece mi leopardo en la mente cuando Nate se me acerca para sentir a la joven dormida en mis brazos. Inconsciente, más bien diría yo. Los sedantes que le ha administrado Peter son potentes y han hecho efecto durante todo el trayecto que hemos hecho hasta el territorio de los Ángeles Guardianes. He dejado a mi manada originaria, los Treat, sobre todo para seguir a Sam y Ashley. ¿Acaso podría haber sido de otra manera? Ellas son mi familia, las hermanas que nunca tuve y se han vuelto indispensables en mi vida. En la manada, ellas lo eran todo para mí, mi punto de unión, y no estaba dispuesto a perderlas, así que simplemente las he seguido.

Me acuerdo cuando, una noche, Peter salió de expedición con unos leopardos para una misión de rescate. Yo era joven. Apenas dos años más que Sam y tres menos que Ashley. Todos los adultos estaban nerviosos, la manada estaba muy agitada y se preparaba para partir, rápido y lejos. Todo lo que yo sabía es que la manada que estaba instalada cerca podía traernos muchos problemas y que lo mejor era irse rápido sin dejar rastro.

A la mañana siguiente, cuando me levanté con las primeras luces del alba, nuestra manda contaba con dos miembros más: Ashley y Sam. Recuerdo que encontré a Ashley preciosa con su cabello rubio y sus ojos verdes, un poco serios, pero Sam… Sam me robó el corazón. Su largo cabello rojizo despeinado y sus ojazos verdes, los mismos que Ash, que encerraban tanto odio y tristeza, fueron mi perdición y despertaron mi instinto protector, mi instinto de macho metamorfo.

Ese día, prometí que la protegería, costara lo que costara, y que estaría a su lado hasta el fin de mis días a toda costa. No fue una tarea fácil mantener esa promesa. El carácter de Sam no es fácil de soportar y no mejora con los años. Cuando se reveló su poder, la manada entró en pánico. Normal. Una pequeña niña traumatizada y enfadada contra los metamorfos ahora era capaz de matar a uno de nuestros miembros mientras dormía y sin ni siquiera darse cuenta.

Pero pese a todo, yo nunca he tenido miedo de Sam, y me he tomado muy en serio su protección, incluso a costa de represalias de los animorfos que empezaron a temer por sus midas. Nuestro alfa, Peter Browling, que las tomó bajo su cuidado como padre adoptivo, tomó la decisión de dejar de mover permanentemente a la manada por los cuatro rincones del país.

Sam necesitaba estabilidad, así que nos resignamos con un vasto territorio a salvo de miradas indiscretas, donde las dos jóvenes fateles podrían crecer y realizarse en total libertad mientras continuábamos ocultándolas a ojos del mundo. Sin embargo, mientras que Ashley conquistó a todos con mucha serenidad y una sorprendente mente abierta, no ha sido igual con Sam. Mi amiga se ha ido encerrado en sí cada vez más, invadida por sus pesadillas y por flashbacks traumatizantes, hasta decidió vivir en una casa en los límites de nuestro territorio en cuanto tuvo la edad para vivir sola. La vida en sociedad no es su punto fuerte ni su prioridad. Por suerte, yo formo parte de las pocas personas que acepta tener cerca. Somos pocos los que tenemos ese privilegio. Sólo Peter, Ashley evidentemente, y yo, podemos verla sin arriesgar nuestra vida, o al menos, una hemorragia masiva que nos vaciaría la sangre en pocos segundos.

Mis padres habían muerto unos años antes, nada me retenía entre los Treat y yo deseaba con ardor permanecer cerca de las hermanas. A fin de cuentas, la causa que defienden los Ángeles Guardianes no es más que un extra a mi cambio de manada. Es cierto. Para un metamorfo como yo, con mi historia, era evidente que querría dedicarme a proteger a los pocos fateles que pudieron sobrevivir al genocidio que causaron las manadas disidentes sedientas de poder. Así que de ninguna manera dejaré que ese Nate se inmiscuya entre Sam y yo. No tengo intención de ceder mi lugar a su lado. He aceptado a Sean porque no he tenido más remedio, ya que está conectado a Ashley y aunque significa mucho para mí, no es nada comparado con lo que siento por Sam.

Estoy enamorado de ella desde que era adolescente, si no antes, y no tengo intención de cederle mi lugar a ese oso, ni hoy ni nunca. Yo no soy uno de esos animorfos que sólo aspiran a encontrar a su alma gemela desaprovechando una vida feliz al lado de una mujer amante. Encontrar a la que está destinada a nosotros es como jugar a la lotería: una apuesta arriesgada donde ganar no está nunca asegurado. A mí no me gusta jugar. Yo he escogido otra cosa, algo mucho más racional, y espero que Sam, sola entre desconocidos, se aferre a nuestra relación y me dé una oportunidad, la que nunca tuve entre los Treat.

Está bien, estoy harto. Desde que llegamos me han encargado de vigilar la entrada y estoy hasta las narices. Joder, yo era un lugarteniente de los Treat y ahora soy un simple subordinado apostado observando el portal y sus alrededores. No he venido aquí para esto. Estoy aquí por los fateles, y por Sam en particular, pero tengo la impresión que me tienen apartado de todo y sobre todo de ella. No sé si lo hacen sin querer, pero no pienso estar lejos de Sam por mucho más tiempo. Me alegro un poco cuando me acerco a la cabaña de la joven pelirroja e intento hacer ruido al caminar, no quiero que me haga sangrar la nariz porque la haya sorprendido. Ella odia que la sorprendan. No es que me moleste realmente que ella dé rienda suelta a su poder, pero me gusta mi camiseta. No me gustaría que se manchara con sangre, el blanco se limpia muy mal.

—Hola, Greg. ¿Qué hay ?

Nunca he visto a Sam así. Tiene un no sé qué… No está como de costumbre.

— ¿Estás bien, Sam ?

—Claro. ¿Por qué ?

No sé por qué y eso me perturba. Mi olfato no me indica nada. Tiene el mismo olor a mora salvaje que siempre.

—Pareces diferente.  

La miro con atención para intentar entender qué ha cambiado en ella y entonces lo veo claro.

—Estás sonriendo. Tienes una sonrisa muy bonita, por cierto, pero nunca me has recibido tan calurosamente.

—Puedo reventarte la nariz si eso te tranquiliza y te hace feliz.

Una sonrisa y una broma. Tengo curiosidad por saber a qué se debe ese giro de 180 grados. Parece feliz aquí. También estoy un poco decepcionado por saber que yo no soy el causante, ya que no la he visto desde que llegamos aquí, y de eso hace ya varias horas.

— No, gracias, se me pasará. Ya me acostumbraré.

—Ahora que estamos de acuerdo con eso, ¿qué se te ha perdido por aquí? Parece que estoy bastante apartada de la manada, así que a menos que te hayas perdido…

Sonrío con toda la boca. Siempre me ha gustado la faceta socarrona de Sam. No es de las que marean la perdiz o hacen como si nada.

—Sólo quería asegurarme de que te estabas adaptando al cambio de manada. Ayer no me dejaron venir por la tarde, decían que necesitabas descansar, y esta mañana he estado muy ocupado.

Bueno, si por ocupado entendemos estar en un promontorio esperando a que pase el tiempo y mirando un horizonte desértico donde, según mi compañero, nunca pasa nada, pero igualmente hay que vigilar, por si acaso.

— ¿Ocupado en qué ? ¿También eres un lugarteniente para los Guardianes? ¿Te han incluido en su equipo ?

No puedo impedir gesticular. Ya me gustaría que fuese tan sencillo, pero…

—Sí y no. Connor me ha prometido que me incluirán en el equipo de los lugartenientes, ya que son los que trabajan para el gobernador, y yo he venido a esta manada por esa razón.

Bueno, esa es una de las razones. La razón oficial en todo caso, la única que Sam tiene que saber por ahora. En cuanto a la extraoficial… ya se la diré más tarde, cuando sienta que esté preparada para oírla y aceptarla. Sam me mira atenta, parece realmente interesada en mi respuesta. Eso también es algo nuevo. Por lo común no es la paciencia personificada y rara vez se interesa por alguien más, aparte de Ashley. Incluso Peter no parece haber sido objeto de su interés.

—Primero quiere ponerme a prueba para saber con quién soy más compatible en el combate. Suelen formar parejas cuando se pelean. Mientras tanto, estoy de guardia en la entrada con otros líderes que me enseñan el funcionamiento de la manada. Me da la sensación de ser como un niño a quien le están dando clases.

Sam se echa a reír y yo me sorprendo tanto que abro los ojos de par en par. Tiene una risa extraordinaria, franca, que le ilumina todo el rostro, normalmente tan oscuro y torturado.

—Creo que nunca te había oído reír. Al menos desde hace muchos años.

Seguramente debió de reír alguna vez cuando era pequeña y yo hacía el payaso para divertirla, pero no volvió a hacerlo desde que se despertó su poder, y nunca me había parecido tan espontáneo como hoy. Su don sólo le ha agriado aún más el carácter.

—He tenido una buena mañana. Excelente, diría. Creo que también es algo que no me pasaba en muchos años.

Tengo curiosidad por saber el motivo.

—¿No has tenido pesadillas esta noche?

—¡Tampoco hay que exagerar!

Ya me parecía. Sam siempre duerme mal. Vive, una y otra vez, su vida en cautividad entre los disidentes. Bueno, eso creo. Nunca ha querido hablar de ello conmigo. Nunca se me ha abierto y me ha contado lo que vivió entre los disidentes y siempre he tenido miedo a perderla por preguntarle.

—Igualmente me alegro por ti. Has estado esta mañana con Ashley, supongo. Sólo con ella estás así de relajada.

—A decir verdad, no. Todavía no la he visto hoy. He tenido un entrenamiento con Sean para aprender a dominar mi poder, luego he explorado el sur del territorio con Nate.

Por supuesto. Tendría que haberme imaginado que él intentaría acercarse. Es un líder y Sam es su alma gemela. No por eso me gusta. Sobre todo porque Sam no es indiferente, por lo que se ve. De repente se me comprime el pecho por los celos.

—No deberías fiarte de ese lugarteniente.

—Es muy simpático conmigo.

No puedo evitar contestarle.

— Me sorprendes. No es lo que tú te crees.

A Sam no le gusta que yo la contradiga. Aprieta los puños y su tono se vuelve amenazante como el estruendo de un trueno.

—¿Qué quieres decir con eso? Ha dedicado toda su vida a defender a los oprimidos y ayuda a las jóvenes de la manada. Nate es un hombre de confianza.

No soporto la admiración que transmite su voz. Llevo años esperando que adopte ese tono conmigo, que piense en mí en términos tan elogiosos en vez de considerarme simplemente como el guardaespaldas entrometido que no quiere, y cuando por fin lo hace, es porque está hablando de otro hombre. No puedo dejar pasar algo así. No quiero.

—Después de haber pertenecido a una manada disidente, ya puede, ya. Sólo busca redimirse. A menos que sea un topo en el grupo, lo cual no me sorprendería. Deberías mantener las distancias con ese hombre. Te digo esto por tu bien, Sam.

Es la única parte buena de mi puesto de guardia. He tenido todo el tiempo del mundo para informarme sobre la manada, sobre todo sobre el que considero un rival, y Jason se ha visto obligado a informarme. Él dice que nuestro pasado explica lo que somos en el presente. Sam retrocede como si la hubiera golpeado. Quiero acercarme a ella para tranquilizarla, pero la rabia sucede a la sorpresa.

— Me gustaría que te fueras.

— Sam, es mi deber protegerte.

No quiero dejarla sola en este estado. Nunca es buena señal que Sam se enfade. Quiero estar ahí por ella. Sin embargo, ella no lo ve así, es lo menos que se podría decir. Empiezan a sangrarme la nariz y las orejas a borbotones. Es el reflejo defensivo de Sam para ahuyentar a la gente que quiere acercarse a ella.

— Te he pedido que te marches.

Me cuesta expresarme con el líquido férreo que me sale por la boca a pesar de que intento contener el chorro con las manos.

—Estás alterada. Deja que te ayude.