GuíaBurros El libro de los cinco anillos - Miyamoto Musashi - E-Book

GuíaBurros El libro de los cinco anillos E-Book

Miyamoto Musashi

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Beschreibung

Miyamoto Musashi es el samurái más célebre de la historia y su Libro de los cinco anillos es, posiblemente, el tratado sobre bushido más importante de todos los tiempos. Esta obra, de fácil lectura, es un manual sobre el arte de la guerra desde la perspectiva del conocimiento de la naturaleza humana y la estrategia del dominio del "arte de la ventaja". Es por esto que desde el siglo XVII siga siendo una obra de referencia tanto para uso individual como un texto de estudio y aplicación en el mundo de la empresa y los negocios.

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El libro de los cinco anillos

Miyamoto musashi

Agradecimientos

A mi madre y a Alba por apoyarme siempre.

A todos los que me guían y acompañan a lo largo de la Vía de las Artes Marciales: Carlos González, Francisco Vega, Miguel Delgado, Francisco Vivas, Miriam Iglesias, David González y todos mis compañeros y amigos de la ETKO-KIU y del Club Deportivo Long Quan Leganés.

Por último, y sobre todo, a mi padre, cuyo espíritu recto e inquebrantable es capaz de hacer sombra al del propio Mushashi.

Sobre el autor

Daniel Torres Vázquez es un Técnico Superior en Integración Social con una amplia experiencia trabajando con menores en riesgo. Ha estudiado Filosofía en la UNED y lleva desde 2013 vinculado al mundo del libro.

La historia, cultura, religión y pensamiento del Mundo Antiguo y Oriente son las especialidades de este autor que, además, es también un estudioso de las artes marciales.

Daniel Torres es también el autor de otro título de esta misma colección: GuíaBurros: ¿Con qué filósofo te quedas?

Introducción

Miyamoto Musashi es el samurái más célebre de la historia, y su Libro de los cinco anillos es, posiblemente, el tratado sobre bushido más relevante de todos los tiempos, rivalizando tan solo con el Hagakure, de Yamamoto Tsunetomo.

Los samuráis eran los miembros de la casta guerrera que ostentaba el poder en el Japón Feudal. La palabra samurái significa “aquel que sirve”, y pese a que los miembros de las otras castas solían referirse a ellos con ese nombre, ellos preferían llamarse a sí mismos bushi, palabra que se podría traducir al castellano como “guerrero que lucha a caballo”, o simplemente “guerrero”.

En un principio, los samuráis eran únicamente profesionales de la guerra que, efectivamente, servían a los cortesanos, la casta dominante original. Los cortesanos solían premiar a los guerreros que les servían con tierras y otras propiedades y con puestos públicos de cierta relevancia.

De este modo, los samuráis dejaron de ser simples soldados, convirtiéndose también en terratenientes y funcionarios. Paulatinamente, el rol del samurái fue adquiriendo cada vez más importancia dentro de la sociedad japonesa pre feudal.

Los miembros de la casta guerrera adquirieron un poder inusitado y empezaron a participar en las disputas de las familias cortesanas; los cortesanos eran ya conscientes de que no podían dejar de depender de los clanes guerreros.

Finalmente, en la década de los ochenta del siglo XII, una disputa entre dos pretendientes al trono imperial terminó desembocando en una cruenta guerra civil en la que se vieron involucrados los dos clanes de samuráis más importantes de la época: los Taira y los Minamoto. Los Minamoto salieron vencedores del enfrentamiento, pero en vez de entregar el poder al emperador por el que lucharon, instauraron un gobierno militar y relegaron a la familia imperial y a la corte a un papel meramente simbólico destinado a fundamentar religiosamente el régimen. Así fue como se instauró el primer shogunato, o Shogunato Kamakura, y como los samuráis se convirtieron en la casta dominante.

Sobre el papel, los shogunes mandaban sobre todo Japón, pero en realidad, cada provincia tenía su propio señor feudal, o daimyo, lo cual hacía que el equilibrio de poderes fuera muy frágil. Cada daimyo contaba con su propio ejército, compuesto por los miles de samuráis y soldados de leva que le rendían vasallaje. La guerra, el verdadero oficio del samurái, era el pan de cada día de los japoneses que vivieron esa época. Aun así, el Shogunato Kamakura fue relativamente estable, sobre todo si se le compara con el segundo shogunato: el Shogunato Ashikaga. El período durante el que el Clan Ashikaga ostentó el gobierno es conocido en la historiografía japonesa como SengokuJidai, o Era de los Estados en Guerra. En esta época es cuando surge la imagen ideal del guerrero samurái que perdura hasta el día de hoy.

Durante este tiempo, todos los daimyos estaban embarcados en una sangrienta carrera por convertir a sus clanes en los más poderosos de Japón, quedando por sumar todavía a esta caótica ecuación las numerosas sectas religiosas que contaban con milicias armadas y la aparición de las armas de fuego, las cuales fueron introducidas en el país por los portugueses a mediados del siglo XVI.

Este violento periodo, abarcó más de cien años de la historia de Japón. Oda Nobunaga, uno de los caudillos más capaces, fue el que logró derrocar al shogun e imponerse sobre el resto de clanes. Sin embargo, no logró ver culminado su proyecto de unificar y pacificar Japón, pues debido a la traición de un aliado que no acudió a socorrerle durante un asedio, se vio obligado a cometer el suicidio ritual, o seppuku, para no caer en manos de sus enemigos. Su fiel vasallo, Toyotomi Hideyoshi, fue el responsable de vengar a su señor y culminar su obra. Tras la muerte de Toyotomi Hideyoshi, tuvo lugar el último gran conflicto entre daimyos, el cual se saldó con la victoria de Tokugawa Ieyasu, que logró imponerse como legítimo heredero de Hideyoshi. Con la implantación del Shogunato Tokugawa en 1603, comenzó un periodo de paz sin precedentes en la historia japonesa que duró más de doscientos años.

Los Tokugawa limitaron mucho el poder de los daimyos con el fin de que no se diese la situación de que ningún clan pudiera disputarles el poder. Una de las medidas que tomaron, fue la de prohibir mantener grandes ejércitos a los señores feudales. Esto, sumado al largo periodo de paz que había comenzado, hizo que una gran cantidad de samuráis tuvieran que encontrar nuevas maneras de ganarse la vida y de dotarla de sentido. Algunos de ellos encontraron una salida digna en el funcionariado o en la enseñanza, pero muchos otros, como Mushashi, se convirtieron en ronin, o samuráis sin señor que se ganaban la vida como buenamente podían, muchas veces desempeñándose como bandidos, piratas, o como vulgares matones. Otros tantos ronin, más afortunados, podían mantenerse con sus rentas y dedicarse a gastarse el dinero en tabernas y casas de juego. No fueron escasos tampoco los que se dedicaron a la vida contemplativa, los que se convirtieron en ermitaños o los que simplemente se divertían buscando pelea.

El caso es que, esta nueva situación de paz había hecho que la casta guerrera perdiera su razón de ser, lo cual hizo que muchos bushi se plantearan qué era lo que realmente les diferenciaba de los individuos que pertenecían al resto de castas. Así es como tuvo comienzo una época en la que fue muy fértil la especulación intelectual en torno al bushido.

Bushido es el nombre que recibe el heterogéneo pensamiento filosófico que fundamentaba el código de conducta de los samuráis. Como ya he explicado antes, el término “bushi” suele traducirse al español como “guerrero”. A su vez, el sufijo japonés “do” se deriva de la enigmática y polifacética palabra china “tao”. A día de hoy, los japoneses siguen usando el intraducible término “do” para referirse a cosas tan variopintas como “la realidad última” o “la verdad trascendental”. Siguiendo esta lógica, el bushido vendría a ser algo así como “la realidad última del guerrero” o “la verdad trascendental del guerrero”, entendiéndose por ambas “el camino filosófico que han de seguir aquellos que desempeñan el oficio de las armas”.

Anteriormente, ya se había tratado el tema del bushido, pero casi siempre desde una óptica confuciana justificadora del respeto por las jerarquías o desde una perspectiva zen. El zen y el bushido han ido siempre de la mano.

El budismo zen tiene sus orígenes en India, pero terminó llegando al archipiélago japonés desde China entre los siglos VII y VIII, adquiriendo una gran relevancia a partir del siglo XIII. La palabra zen se deriva del término chino chan y este, a su vez, del sánscrito dhyana, el cual significa meditar.

Los samuráis vieron en la meditación zen una herramienta poderosísima que les podía ayudar a preparar sus mentes para la batalla. A través del zen, los samuráis aprendieron a liberarse del miedo, a desarrollar sus capacidades psíquicas y a familiarizarse con la austeridad. Gracias al zen, los samuráis desarrollaron la férrea voluntad que aún a día de hoy les caracteriza. El zen solo tenía un inconveniente, y es que el budismo era la única religión del Japón Feudal que prohibía explícitamente a sus adeptos matar, pero los más ilustrados no tardaron en encontrar una solución para este problema. Por ejemplo, el maestro zen Bankei nos dice:

“[...] destruir a la gente mala para mantener el orden en el mundo es la tarea normal del samurái, y por eso tales actos no pueden calificarse como asesinatos. Solo cuando pretenden matar por causas personales, por su propia vanidad o motivados por deseos egoístas, solo entonces se convierte en un asesinato”.

La Mente del Samurái, Thomas Cleary.

Como podéis ver, los samuráis consiguieron eliminar el pacifismo y la compasión que tradicionalmente tanto habían caracterizado al budismo.

Las reflexiones acerca del bushido que se dieron a partir de la pacificación no abandonaron estos temas, pero su tono es muy diferente, pues la guerra pasó de ser la realidad cotidiana a ser un ideal. Paulatinamente, la guerra dejó de ser el tópico principal del bushido, el cual tuvo que resignificar muchos de sus aspectos para solventar la crisis de identidad que por aquel entonces estaba sufriendo una clase guerrera que ya no podía ejercer el oficio que fundamentaba su existencia.

El zen y las cuestiones concernientes a la preparación mental del bushi no desaparecieron y apenas cambiaron, pero el caso de los aspectos confucianistas fue muy diferente. Los samuráis de esta época hicieron mucho énfasis en su condición de “sirvientes”, pero, esta vez, los bushi no se debían únicamente a sus señores, sino al conjunto de la sociedad. De este modo, los samuráis fueron dejando cada vez más de lado su faceta de guerreros y se fueron centrando más en la de gobernantes y casta dominante. Los nuevos ideólogos del bushido retrataban a los samuráis como líderes, garantes del orden público, guardianes de la moral y sobre todo como individuos que educaban a los demás con su ejemplo. Estos eran los nuevos deberes de los bushi. Para poder servir bien, el samurái debía cultivar una serie de cualidades ideales; ya no bastaba con estudiar las artes marciales y las estrategias militares. De este modo, los samuráis se convirtieron en algo parecido a los “hombres del Renacimiento” occidentales: se ilustraban, cultivaban las letras y las artes, guardaban siempre la etiqueta…eran una especie de gentlemen. Poco a poco, las artes marciales fueron quedando relegadas a un segundo plano, dándose incluso el caso de guerreros que no llegaron a tocar un sable en toda su vida. El fenómeno de los duelos fue muy común entre los bushi más belicosos, que eran una minoría, por lo que los estilos de artes marciales que sobrevivieron se centraron casi exclusivamente en la esgrima.

Miyamoto Musashi (1584-1645) era uno de esos ronin errantes que recorrían todo el país en busca de pelea, pero no fue por sus victorias en los duelos por lo que pasó a la historia, sino por su particular visión sobre la vía del guerrero, o bushido. Musashi resignificó el bushido de una manera muy diferente. Él, echó la vista atrás buscando la esencia del bushido en lo que realmente era el verdadero oficio del samurái: la guerra. Dándose cuenta de que la esencia de la guerra es imponerse sobre los demás, llegó a la siguiente conclusión: “La vía marcial consiste en tratar de ser superior a todos en cualquier circunstancia”.

En su Libro de los cinco anillos, Musashi trata de recordar a los samuráis que ellos están por encima de los demás y que deben hacer todo lo posible por hacer valer su posición y explica cómo transitando la verdadera vía del guerrero uno puede volverse realmente poderoso.

No dudo, ni por un momento, que aquellos que practican artes marciales encontrarán muy interesante este libro, pero las enseñanzas que transmite no se agotan aquí. Al igual que El arte de la guerra, de Sun Tzu, o El Príncipe, de Nicolás de Maquiavelo, El libro de los cinco anillos