Hacer canciones - Gustavo Valente - E-Book

Hacer canciones E-Book

Gustavo Valente

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Beschreibung

El origen de este trabajo se ubica en mi propia necesidad, enfrentado a la instancia de escribir canciones. Comencé una larga búsqueda sin saber exactamente qué buscaba y a veces me encontré con cuestiones que no aparecían con claridad, dirigidas a quien desea o necesita escribir una canción. Es posible que no exista en nuestro medio una cultura de escritura de canciones. Si así fuese debiésemos generarla. La información recopilada de muy variadas fuentes se fue acumulando de manera fragmentada y parcial. A medida que surgían más preguntas, fui elaborando y reelaborando algunas tentativas de respuestas, analizando y relacionando elementos muy parciales, que conformaron el germen de este trabajo. De cada uno de ellos traté de sacar lo que supuse, serviría al objetivo de hacer canciones. Nótese que digo "hacer canciones" como un artesano que va trabajando lentamente, con sus herramientas, modelando sus materiales. La idea de publicar este trabajo surge a partir de corroborar personalmente que hay mucha gente intentando hacer canciones. Esos somos nosotros… y somos muchos. Compartir estas cuestiones desde la práctica con un grupo de amigos y algunos arriesgados curiosos, (reciban todos ellos en este párrafo mi agradecimiento) en el curso – taller "hacer canciones" fue una experiencia participativa y enriquecedora que finalmente me convenció de reunir la información y algunas ideas en un solo espacio, convirtiéndose, casi al azar, en un libro. Queda así justificado el título. Este espacio impulsado por la intuición y lo no formal, busca reunir algunas ideas afines, generar discusión y debate, brindar información, exponer algunas cuestiones que inevitablemente estarán teñidas por mi óptica personal y mi experiencia autodidacta y finalmente, ofrecerse a vuestra consideración, con la esperanza de contribuir a la búsqueda personal del lector, en un sincero intento de aliviar lo escabroso del camino. Los primeros tres capítulos abordan el mundo de la palabra y el pensamiento en general. En particular tratamos las cuestiones referidas al lenguaje, el surgimiento de las ideas y su desarrollo. Los capítulos cuatro y cinco se ocupan de las estructuras, en lo musical y en lo literario respectivamente. En el sexto se teorizan y ejemplifican los recursos literarios. El séptimo capítulo está dedicado a la cuestión armónica y el octavo a la cuestión melódica, manteniendo cierta conexión con los capítulos precedentes. Por último, se presenta una serie de cuestiones relacionadas con diferentes temas de manera transversal, algunas notas de carácter informativo y una visión humana e integradora del fenómeno del proceso creativo y la canción.  No encontrarán entonces en estas páginas ninguna receta mágica, ni reglas o leyes inamovibles. Sí en cambio, una mirada detallada sobre herramientas y procedimientos, que puede generar un estado gratamente movilizador. Gustavo Valente.                                                                                Mar del Tuyú, 2014

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Seitenzahl: 349

Veröffentlichungsjahr: 2014

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Hacer Canciones

Gustavo Valente

Editorial Autores de Argentina

Valente, Gustavo Hacer canciones. – 1a ed. – Don Torcuato : Autores de Argentina, 2015.     E-Book.    ISBN 978-987-711-120-0    1. Música. 2. Canciones. I. Título

    CDD 780.1

Índice

PrólogoCapítulo 1Capítulo 2Capítulo 3Capítulo 4Capítulo 5Capítulo 6Capítulo 7Capítulo 8Capítulo 910 Fuentes

2

A los que desean…

3

Prólogo

El origen de este trabajo se ubica en mi propia necesidad, enfrentado a la instancia de escribir canciones. Comencé una larga búsqueda sin saber exactamente qué buscaba y a veces me encontré con cuestiones que no aparecían con claridad, dirigidas a quien desea o necesita escribir una canción. Es posible que no exista en nuestro medio una cultura de escritura de canciones. Si así fuese debiésemos generarla. La información recopilada de muy variadas fuentes se fue acumulando de manera fragmentada y parcial. A medida que surgían más preguntas, fui elaborando y reelaborando algunas tentativas de respuestas, analizando y relacionando elementos muy parciales, que conformaron el germen de este trabajo. De cada uno de ellos traté de sacar lo que supuse, serviría al objetivo de hacer canciones. Nótese que digo “hacer canciones” como un artesano que va trabajando lentamente, con sus herramientas, modelando sus materiales.

La idea de publicar este trabajo surge a partir de corroborar personalmente que hay mucha gente intentando hacer canciones. Esos somos nosotros… y somos muchos. Compartir estas cuestiones desde la práctica con un grupo de amigos y algunos arriesgados curiosos, (reciban todos ellos en este párrafo mi agradecimiento) en el curso – taller “hacer canciones” fue una experiencia participativa y enriquecedora que finalmente me convenció de reunir la información y algunas ideas en un solo espacio, convirtiéndose, casi al azar, en un libro. Queda así justificado el título.

Este espacio impulsado por la intuición y lo no formal, busca reunir algunas ideas afines, generar discusión y debate, brindar información, exponer algunas cuestiones que inevitablemente estarán teñidas por mi óptica personal y mi experiencia autodidacta y finalmente, ofrecerse a vuestra consideración, con la esperanza de contribuir a la búsqueda personal del lector, en un sincero intento de aliviar lo escabroso del camino.

Los primeros tres capítulos abordan el mundo de la palabra y el pensamiento en general. En particular tratamos las cuestiones referidas al lenguaje, el surgimiento de las ideas y su desarrollo. Los capítulos cuatro y cinco se ocupan de las estructuras, en lo musical y en lo literario respectivamente. En el sexto se teorizan y ejemplifican los recursos literarios. El séptimo capítulo está dedicado a la cuestión armónica y el octavo a la cuestión melódica, manteniendo cierta conexión con los capítulos precedentes. Por último, se presenta una serie de cuestiones relacionadas con diferentes temas de manera transversal, algunas notas de carácter informativo y una visión humana e integradora del fenómeno del proceso creativo y la canción.  No encontrarán entonces en estas páginas ninguna receta mágica, ni reglas o leyes inamovibles. Sí en cambio, una mirada detallada sobre herramientas y procedimientos, que puede generar un estado gratamente movilizador.

Gustavo Valente.

                                                                                Mar del Tuyú, 2014

4

Capítulo 1

“La vida sin la música sería un error”

Nietzsche

Marquen cuatro…

(Introducción)

 

1.1 Primeras consideraciones:

Para el público en general y el aficionado a las canciones en particular, el proceso creativo, entendido como los mecanismos que llevan al autor a crear una obra de arte cualquiera, está rodeado de un halo de misterio. Se acepta en general que se trata de una zona oscura y oculta a la que solo acceden unos pocos elegidos o tocados por la varita mágica del talento, la suerte o el mercado. Aparece así el mito popular según el cual, los consumidores ven satisfecha su propia necesidad de creer, que ésos artistas a quienes tanto admiran, son seres especiales e inalcanzables, dueños de verdades absolutas y capacidades diferentes. Aceptemos que todos los autores y sus obras no son iguales, varias cuestiones los diferencian entre sí y los hacen a unos y otros más o menos geniales, famosos u originales. No tiene sentido perdernos en eternas discusiones acerca de cuánto influye el talento natural, la suerte, los contactos, la imagen, etc. Estas cuestiones tienen que ver más con lo social y comercial y no con la creación en sí misma. Debemos sí reconocer que existen variados y complejos procesos intelectuales y afectivos a los que no es posible darles una explicación clara y concreta para transmitirlos y mucho menos pueden simplificarse en una receta. Trataremos de acercarnos a ellos, sospecharlos, analizarlos y echar luz donde se pueda, en tanta oscuridad para arribar al menos, a algunas conclusiones útiles a nuestro fin: Hacer canciones.

Interrogado por un periodista acerca del método utilizado para escribir sus canciones, el líder de una famosísima banda de rock contestó: “Nosotros no estamos para develar el misterio, sino para contribuir a construirlo” Bueno… así responde una verdadera estrella. Ante tan contundente respuesta, lógicamente podemos pensar que si hay gente contribuyendo a crear mitos, pues también debe haber métodos, oficio y herramientas que se puedan aprender y utilizar. Ése es el punto. Olvidemos todas las fantasías y creencias místicas. Quienes tengan alguna experiencia sobrenatural o extra sensorial, pues que les aproveche. En conversaciones informales entre músicos he escuchado en varias oportunidades la expresión “para que hable la gilada”, probablemente por cierta conveniencia a mantener una prudencial distancia con los consumidores. Dejemos que la gilada crea lo que quiera y vamos a intentar desenredar el ovillo de las cuestiones concretas y prácticas, que nos desvelan a la hora de escribir nuestra propia canción. En ese sentido, la tarea consiste en tomar informaciones de fuentes diversas y articularlas de modo tal que nos permita abordar la problemática de una forma integral. La gran mesa que nos ofrece un mundo del cual servirnos tiene tres patas. Ellas son:

La Literatura perceptiva: Nos brinda los recursos para escribir un texto literario.

Teoría musical: Es lógico pensar que para hacer música, debamos conocer los elementos que la componen y cómo se relacionan entre ellos. Pero tranquilos, a no asustarse todavía. A veces las canciones obedecen a cuestiones intuitivas y simples, que tienen que ver más con la creatividad y las ideas que con las matemáticas; más con la percepción que con lo académico.

Práctica cancionística: Se trata de sentir, experimentar, improvisar, conocer lo básico de nuestro instrumento. Usar la voz como principal generador de melodías y tener, en general un espíritu constante de curiosidad, permitiéndonos algunas libertades.

Trataremos entonces de acercarnos a “nuestra” verdad. La canción es un fenómeno artístico moderno, que nace en la interpretación de textos por parte de los juglares. Con la evolución de las tecnologías y la cultura conforma actualmente, quizás, el producto cultural más difundido y practicado de la humanidad: La canción popular, en todos los rubros y formas de acuerdo al momento y lugar a los que pertenecemos, hablamos de música popular, de canciones, de nuestro idioma y cultura, nada más ni nada menos que eso.

La tarea de buscar una verdad propia no puede basarse en la transmisión del conocimiento en un esquema vertical. En el arte de hacer canciones, nadie tiene la verdad total o absoluta. Más bien estamos frente a un conjunto de verdades parciales que debemos aplicar en forma selectiva. La idea es de tipo horizontal, en la que cada cual debe pasar por la experiencia individual de enfrentar sus dudas y conflictos, mediante el debate, la discusión de ideas y la práctica diaria, llenando si es necesario el papelero de borradores y desechando una buena cantidad de cinta a la basura. Siempre que se incorporan ideas nuevas, sobreviene una inevitable crisis. Todo cambio produce crisis, bienvenida. Al adoptar nuevos conocimientos se bifurcan los caminos, se multiplican las dudas, aumenta la autocrítica y suelen desaparecer temporariamente la creatividad y las ideas, dejándonos espacios vacíos que pronto comienzan a llenarse con nuevos y más ricos elementos.

No es casual que estas etapas sucedan de manera cíclica e irregular, puesto que lo que nos moviliza a escribir, suele presentársenos también de ese modo. Así el artista construye su particular mundo interior, un complejo tramado de fuerzas y debilidades mutando permanentemente en un sistema dinámico, difícilmente explicable. Es este carácter de inexplicable, de imposible de decir, lo que mantiene al artista en una búsqueda permanente hacia delante y a través de sus sucesivos mundos. Al hallar algo bello puede parecernos que rozamos alguna verdad, mas como La verdad absoluta nos está vedada, tampoco encontraremos una palabra que diga todas las palabras. La verdad se nos escapa, al decir de Borges, “como el agua en el agua”. No hay un discurso absoluto y mucho menos una canción que sea La canción o acalle a la totalidad de las canciones. Nunca está todo dicho, pues nada más difícil de decir que el Todo. Así, el decir se define por el impulso de la repetición y se reproduce exponencialmente en más decir, tendiendo al infinito, lugar al que difícilmente podamos arribar, puesto que por definición su fin no es, es decir, es la nada.

De este modo una canción es apenas una representación mínima y parcial, una fugaz interpretación de su autor en su mundo. Cuánto y de qué manera, qué grado de representatividad y fidelidad hay en una canción de aquél lejano mundo interior, no podemos saberlo. En este sentido una canción es una imagen que sale a la luz, generada desde un espejo imperfecto, que refleja desde las sombras un objeto que no podemos ver. Cualquier reconocimiento o satisfacción personal que una canción propia nos produzca, no hace más que colocarnos en un punto de partida diferente. Por mas que explote nuestro ego de alegría al contemplar lo bonita que se siente nuestra última canción o disfrutemos del reconocimiento de los demás, bien pronto, por el solo hecho de ser y desprenderse de nosotros, nos deja un hueco, un vacío que nos impulsa a una nueva búsqueda, enfrentándonos al papel o a la pantalla en blanco otra vez. Esta nueva búsqueda implica necesariamente un deshacerse de lo anterior, lo que convierte al proceso creativo en una sucesión de pérdidas. Desde esta particular visión y relativizando el éxito o no que pudiésemos atribuirle, cada canción constituye en sí, un pequeño fracaso. Contrariamente a lo que podría esperarse, en lugar de amilanarnos, este acontecimiento es nuestra motivación. Inmersos en tal paradoja esperamos ansiosos la llegada de este seguro e íntimo fracaso, como quien espera un pequeño milagro.

1.2 ¿Por qué hacemos canciones?

Hacemos canciones porque no podemos andar jugando como pavotes o llorando como chicos. Porque somos humanos y en muchos otros aspectos sabemos que no se reconoce esa condición. En las canciones dejamos de ser números de la estadística para ser parte de la cultura y el tiempo que nos toca. Y como somos fatalmente mortales, no queremos aceptarlo con tristeza, sino festejarlo con amarga alegría. En los poemas, la verdad nunca lastima. Podemos llorar y reírnos de nosotros y de los demás. “No puede pasarme nada” es particularmente cierto en las canciones. Además, para qué analizar tanto… si hay gente capaz de encontrar la belleza jugando al fútbol todos los domingos: ¿Por qué no habríamos de hacer canciones? Los grandes futbolistas son una insignificante fracción de toda la gente que juega fútbol. Se me dirá: Es más lindo ver un partido de las grandes ligas o la Copa del Mundo que a un equipo de barrio o de segunda división. Les diré: Es verdad, a mí también me gusta más.

Hay además, si se quiere, desde cierto punto de vista, una necesidad de trascender, de dejar algo, de dar, de expresarnos, de ser escuchados y si es posible admirados. No es malo saber que hay mucho ego en el arte, justamente ése es el punto, lo que nosotros podemos hacer, como individuos. El arte es el artista dejando de serlo, algo muere en nosotros al dejarnos y curiosamente nos brinda la esperanza de vivir al dejar algo a los demás. El autor, de alguna manera muere y vive en su obra. Escindida de él, como objeto de estudio y de placer, una canción es una entidad que ya no le pertenece, pues su fin último es darse a los demás. Esto convierte al proceso creativo en un fenómeno fuertemente paradojal, pues mientras pertenece a la intimidad de la esencia del ser, manteniendo un carácter egocéntrico, es a su vez un acto brutal de generosidad y desprendimiento. Es grande la tentación de establecer una analogía con la idea de sexualidad. Surgen inevitablemente algunas ideas asociadas cuya correspondencia y atino, en honor a mi honestidad intelectual, no puedo certificar. ¿Es el autor un ser ingrávido, repleto de vivencias, ideas, fantasías y sueños, que a diferencia de otros hombres los utiliza impúdicamente para comunicarlo de una manera estética haciendo arte, como sostiene Nietzsche?

Si alguien nos mostrara una idea pura, su fantasía cruda y despojada de cualquier valor estético: ¿Qué sensación o emoción podría provocarnos como oyentes o espectadores? En primer lugar no nos emocionaría ni despertaría placer alguno, sino más bien todo lo contrario, pues no constituiría una expresión artística, sino una representación de lo inasible. Probablemente nos mueva a risa, por lo infantil e inocente o ridículo de tal actitud. Tal vez nos aterre, por lo repugnante e insoportable que puede resultar reconocer en modo alguno, lo incompleto y fragmentario del ser, los deseos y la insatisfacción. Sostiene Freud que “semejante exposición nos dejaría fríos”, lo que me hace pensar en que quizás no sea ningún chiste la vulgar dilogía que dice: -¿Qué es (h) el arte? ¡Morirse de frío!  Tampoco resulta casual el género masculino que indica el artículo el en la palabra arte, puesto que al autor animal ingrávido, le está natural y circunstancialmente vedado gestar cualquier otra cosa.  Me inclino a pensar que el material que da origen a la creación artística se constituye de alguna manera en una falta, siendo el arte como es, hijo de un signo negativo, no puede más que originarse en el dolor, la carencia o el deseo. Independientemente del carácter divertido o alegre que pueda tener una canción, lo que impulsa su creación lleva indefectiblemente el signo contrario. Como dice Vinicius De Moraes en Samba de Bencao: “Para hacer un Samba con belleza es preciso un bocado de tristeza”. Puede que el autor haya estado meditando sobre estas cuestiones o no. Quizás se trate de un componente cultural tan aldeano como universal, lo cierto es que el concepto de saudade se desparramó por el mundo junto con una música popular triste que se puede bailar alegremente.

A riesgo de inmiscuirme en cuestiones demasiado complejas para mi comprensión y ajenas a los alcances de este escrito, no puedo evitar preguntarme: ¿Por qué? ¿Por qué el autor, escritor o poeta elige o necesita hacer, actuar, escribir… crear? ¿Por qué son tan vagas y difusas las respuestas que los artistas nos dan, sin poder explicar claramente sus propias vivencias? A estas alturas, es ya casi un lugar común la teoría que justifica la creación artística con la necesidad de sublimar. Según el diccionario entendemos como sublimación al “mecanismo inconsciente por el que la energía inherente a los instintos, se deriva a una actividad socialmente útil”.Cabe entonces preguntarse cuál es el sentido socialmente útil del arte, para los hombres como espectadores y para los autores como hombres. Creo que el autor elige escribir porque simplemente no puede dejar de hacerlo o porque otras opciones serían mucho más dolorosas y para nada placenteras. No hace canciones quien quiere sino quien puede o tiene esa necesidad de convertir inconscientemente “algo” en otra cosa, pues le resulta angustiante vivir con ello. Puesto en canciones, es decir vuelto estético, lo in mostrable, lo vergonzante, lo otro, se torna placer para el oyente, satisfecho de poder disfrutar de sus propias miserias y angustias, no sólo sin dolor, sino además, a veces, con exquisito gusto.

Ya en 1907, el padre del psicoanálisis explica este proceso trazando un paralelismo entre el juego infantil y la actividad lúdica adulta representada por el sueño diurno o ensoñación. El fantasear del adulto sustituye en la madurez al juego del niño, aunque a diferencia de éste, el adulto tiende a reprimir y ocultar su fantasía. Quien sueña despierto encuentra en la creación artística, la misma seriedad y emotividad de aquellos juegos de la infancia. La fantasía, el deseo y su relación transversal con el tiempo (la niñez pasada, la circunstancia presente y el interrogante del futuro) se transforman en el artista en un producto que permite su expresión y comunicación, causando placer a quienes lo contemplan. ¿Qué otra cosa es capaz de conducir la mano del sueño a la poesía? Los oyentes son cómplices y partícipes de tan particular fenómeno que les permite gozar del juego de otro sin necesidad de reproche ni vergüenza por las fantasías y deseos propios.

Convengo en aceptar que el proceso creativo es por sobre todo, esencialmente lúdico. Un juego al que los hombres tomamos muy en serio. El artista reencuentra en él la seriedad que de niño ponía en sus juguetes. En este sentido, hacer canciones es un juego en serio.

Hacer una canción y guardarla en la cárcel de la intimidad es perfectamente egoísta aunque esto sólo, no otorga ninguna satisfacción. La expresión es un intento de comunicación, de ser “social” con significado individual. La comunicación y lo social, en el desarrollo humano se produce por la búsqueda del individuo de adaptación, desde el inicio de su existencia. Como el Arte, ciencia y religión también han buscado a lo largo de la Historia llevar al Hombre a un cierto equilibrio. En un sentido práctico, más acá de la filosofía y la psicología, tengamos presente que toda expresión exige siempre una respuesta de los demás.

No digo que haya que dedicar la vida a perseguir el éxito, pero existen siempre caminos para compartir lo que hacemos.  El contacto con el arte es una manera digna y efectiva de recordar que somos libres, que nos enamoramos, que reímos, que la gente se muere, que nacen los hijos y que el tiempo no es nuestro y que estamos vivos, para resistir la verdad de saber que en la infinita soledad del universo estamos solos. Es arte. No es la vida real… ¿No es cierto?

1.3 ¿Por qué tantas canciones hablan de amor?

No solo hablan de amor las canciones que hablan de amor. También hablan de amor las coplas de color local que describen paisajes, las protestas contra las injusticias sociales, los temas costumbristas. En casi cualquier canción se habla de amor, aunque la letra no diga ¡uooo uoo my baby i love you! Porque el hombre, sin darse cuenta va buscando su lugar, va peleando su alimento, su trabajo, queriendo su paisaje. Cuando alguien le canta a su pueblo natal: ¿Qué es lo que está haciendo? ¿Por qué nos agradan decenas de canciones que hablan de infancias y lugares que no conocemos? ¿Por qué podemos cantar canciones de amor con nombres dedicados a mujeres que no existen o que no veremos jamás? Personalmente creo que nos gusta que nos cuenten historias. Queremos que nos cuenten cuentos y cuando encontramos que una canción dice algo parecido al cuento que queremos oír, nos enamoramos de ella.   He escuchado a muchos quejarse de las canciones que hablan de amor, como si no fuera suficientemente intelectual o comprometido. Y vaya paradoja, muchas de las cosas que los hombres han hecho en el mundo, en lo más íntimo de su ser y con mayor o menor grado de conciencia, lo han hecho por amor. Por eso creo que no hay músicas para diferentes edades, época o género. Tienen que sucederte cosas para emocionarte con tal o cual canción. No todos pueden lagrimear con un tango, recordar un perfume de mujer con un bolero o transpirar saltando al ritmo del último éxito del verano. Es cuestión de tiempo y lugar. Por este mismo motivo considero importante mantener el respeto por todas y cada una de las expresiones artísticas, incluso aquellas que nos irritan. En el mundo del trabajo es bien conocida la ley que reza:“No importa de qué hablan, están hablando de dinero”. Parafraseando a Murphy, en el mundo de las canciones deberíamos decir: No importa de qué hablan, están hablando de amor. Quizás sea que aún en estos tiempos, muchas personas seguimos creyendo que se puede encontrar en él un atisbo de respuesta.

1.4 La cuestión de la inspiración: 

Entre las verdades que el saber popular nos dice, muchas son incomprensibles, algunas difíciles de comprobar y otras redondamente mentiras. Vox populi vox dei, ma non tropo. Palabras como inspiración, talento, sensibilidad, personalidad y estilo, aparecen a menudo en boca de muchos, para que algunas ideas vagas y etéreas que pocos estudian o analizan, terminen confundiendo a todos. No solo es un mal uso del idioma, este abuso es responsable, muchas veces, que terminemos aceptando como verdaderas, cosas que en realidad, no lo son. Quiero decir que si usamos indiscriminadamente cualquier palabra para decir cualquier cosa, entonces todo es lo mismo: Sabemos que algo como la inspiración, en un particular sentido de iluminación sobrenatural, no existe, pero igual la usamos para señalar un montón de otros conceptos. Estrictamente inspiración es la “acción de comunicar Dios a una criatura un impulso sobrenatural”. Según esta teoría el artista es meramente un instrumento o conductor que ejecuta un mensaje superior o celestial, casi un médium, lo cual desacredita cualquier responsabilidad personal en la creación. También existe una acepción más realista: “Estado propicio a la creación artística o a cualquier creación del espíritu”. Esto ya me va gustando más. La inspiración según Harding es “el resultado de algún factor desconocido que opera accidentalmente sobre la mente del artista, en el momento particular en que cierta tensión se ha formado, por acumulación de visiones, formas, etc. sea por hechos o la reflexión sobre los mismos, en el intento infructuoso de resolver un problema” Puede sucederle a cualquiera, pero se manifiesta más frecuentemente en aquellas personas capaces de generar esa cierta tensión emocional, acumular energía sensorial y seguir su intuición. Si logramos identificar alguna situación, lugar, momento, actividad, etc. que creemos puede facilitarnos un estado propicio a la creación o nos predispone mejor a nuestro objetivo, debemos intentar reproducirlo en nuevas ocasiones. Todo lo que salga está ahí, en tu mente. Claro que tenemos el trabajo de sacarlo y ordenarlo. Dicen que el cerebro se divide en cerebro izquierdo y derecho. En este último estarían las neuronas y funciones de la creatividad y la percepción. Parece que ahí está la inspiración, el estilo, el talento, la suerte, el famoso “río de las ideas” y en ningún otro lugar. Para “sacar afuera” todo nuestro potencial necesitamos jugar con metodologías y herramientas que nos ayuden en el proceso. Cuanto mejores sean nuestros métodos, mejores serán los resultados obtenidos y más se van a parecer nuestras canciones a lo que deseamos que sean.

Algo parecido sucede con algunos prejuicios que, interesadamente o no, cierto tipo de sujetos se ha encargado de meternos en la cabeza. Las clasificaciones por estilos son muy buenas para las góndolas y los catálogos, pero desde mi punto de vista, injustificables para la libertad que presupone una expresión artística. También es bastante popular la idea de la pureza de los estilos, según la cual por ejemplo, si no eres negro, pobre y norteamericano no puedes tocar blues; el rock nacional no existe; para gustar del tango, hay que ser porteño hijo de madre viuda y que por lo menos te haya abandonado una mujer… o dos. Si aceptamos estos razonamientos, nos queda muy poca cosa por escribir o cantar, pues no creo que muchos de nosotros sepamos con certeza qué es exactamente lo que somos. Si es verdad que el gusto está en la variedad, mejor sería tratar de calzarnos los zapatos de tantas otras personas como podamos, es decir ser otro todas las veces que sea necesario. Experimentar toda la multiplicidad de sensaciones que una idea pueda sugerirnos, desde diferentes ángulos, ser muchos y variados personajes e incluso objetos inanimados, desde los cuales sentir y ver distinto. El arte cada vez es más sinestésico. Inventarse y reinventarse frente a cada hoja de papel en blanco y sobre todo, jugar. Probar, perder el miedo al ensayo y al error, buscando esos caminos que aunque no sean los más transitados, pueden parecerse a nuestro propio camino. Abrir la mente y el espíritu, ejercitar la buena costumbre de ser perceptivos y observadores y cuidarnos de no poner nunca, ningún límite a la fantasía. Esto debería guiarnos por la senda de la fidelidad a nosotros mismos, nuestras canciones entonces serán verdaderamente nuestras.

1.5 Cultura musical e influencias:          

Cada decisión por pequeña que sea, una nota u otra, esta o aquella palabra, es una elección personal. Por lo tanto va a estar plagada y condicionada por todo lo aprendido, por la memoria reciente y la de largo plazo. Estilo personal no es otra cosa que tu propia música. Significa solo y únicamente hacerle caso a lo que uno mismo quiere o elige, después si sale fea o le gusta solo a tu abuelita, es otro cantar. Cuestión de buscarse abuelas. Si cantas una balada, alguien dice: “Epa, que linda. ¿Es una balada no?” ¿Cómo lo sabe? ¿Lo es estrictamente? A lo mejor no, pero igual nos dice la palabra “balada” porque reconoció en ella algo que tenía aprendido, el rasgueo, el ritmo cadencioso, las inflexiones de la voz, la temática, no sé. Los musicólogos, recopiladores y críticos, dirán algún día (o no) qué es, si le toca a tu tema tal suerte. Por ahora que sea solo lo que auténticamente surgió y se pudo desarrollar, para esa canción y en ese momento particular, con toda la carga de tu existencia encima. De lo que estemos hechos. Eso es la cultura musical. Todo lo que escuchamos, lo recordemos o no, y lo que vamos a escuchar. Forma parte de nosotros y no podemos evitar escapar al tiempo y lugar al que pertenecemos. Es bueno dejarse influenciar pero, por las mejores cosas que consigamos que nos guste.

Hay quienes sostienen que no escuchan nada para no absorber “influencias”. Yo creo que son personas de pocas luces y además mentirosas. Toda expresión artística, por humilde que sea, nace de un proceso creativo. Ese proceso no se podría dar si no fuera por todo lo escuchado y aprendido a lo largo del tiempo. Somos lo que aprendimos y en la memoria, está cada una de todas las canciones que escuchamos en la vida y también algunas de las que escucharemos. Todas esas huellas van tallando el lecho de nuestro particular “río” que no se puede gobernar, existe. En sus profundidades hay que bucear para tratar de ser lo más personal y original posible, pero indefectiblemente no podemos escaparnos de la Cultura.

1.6 Sin pánico.

Por supuesto que la formación académica es indispensable para progresar artísticamente, sobre todo en el caso de los instrumentistas y vocalistas. Cuanto más sepas de música, cuanto más conozcas tu instrumento, mejor. Pero también es cierto que en nuestro medio la educación formal ha dejado un vacío en la transmisión de los procedimientos que utilizan los artistas populares, a la hora de escribir una canción. La enseñanza tradicional no ha llegado a contener y explicar ciertas cuestiones de oficio que sospecho, se transmiten oralmente o que cada artista debe descubrir mediante una ardua búsqueda personal por fuera de las instituciones. A estas alturas te estarás preguntando: “¿Puedo yo escribir canciones?” La respuesta es sí. Desde que te has interesado en este libro y has resistido hasta esta línea, seguramente hay un punto de partida mínimo desde el cual comenzar a desarrollar tus canciones. Hablo de muy pocas herramientas y escasa destreza. ¿O vas a esperar poseer la suma del conocimiento para afinar la guitarra, tomar papel y lápiz y empezar a experimentar a ver qué sale? Definitivamente no. De todos modos, el primer paso ya está dado.

El camino se hace andando. El momento de empezar es ahora. Todos sabemos que hay grandes canciones populares que están escritas sobre dos acordes. Sí, solo dos acordes, por ejemplo cualquier acorde mayor y su dominante. Seguro que puedes rasguear esos acordes en la guitarra. Con lo que se escucha en la radio: ¿No crees de verdad que puedes escribir unos versos mejores a muchos de los que soportamos a diario? Si alguna vez tuviste esa sospecha, convéncete, porque es una realidad.

1.7 Conclusiones

En los siguientes capítulos comienza el abordaje a montones de cuestiones aparentemente disociadas, a veces incluso contradictorias. Algunas muy concretas y palpables, otras no tanto. Esta desconexión aparente entre diferentes temas y capítulos obedece a una estructura que permita un desarrollo, desordenado de la mejor forma posible. Tratamos cuestiones naturalmente complejas y no he encontrado otra solución que un orden, a veces arbitrario, para su análisis. Espero que las ideas se vayan relacionando y uniendo en la lectura progresiva. Cada uno podrá tomar algunas cosas y otras no. Algunos conceptos parecen rígidos. Otros muy livianos. Hay que tener paciencia y ser perseverante. Con el tiempo se irá conformando un sistema propio de reglas listas para quebrar o respetar, ideas para adoptar o descartar y herramientas para aplicar. Cuando estas asociaciones comienzan a funcionar en conjunto, una nueva y mejor manera de enfrentar la instancia creativa se instalará en nosotros, como un verdadero sistema dinámico y abierto, pues más allá de la información y de la formación, el proceso creativo es una experiencia individual, única e irrepetible, en constante transformación y desarrollo.

No encontrarán entonces en estas páginas, recetas mágicas para el éxito, ni métodos estrictos, ni conocimientos académicos. Sí encontrarán información, herramientas y descripción de algunos procesos que se reiteran en el acto de escribir canciones, tratando de ver los distintos temas desde su utilidad o aplicación práctica. Muchos datos son objetivos, pues provienen de la teoría aceptada y de la práctica generalizada. En otras cuestiones no he podido evitar sucumbir a la subjetividad. Habrá seguramente aspectos prácticos y novedosos para algunos lectores y cuestiones obvias o ya conocidas para otros. No es éste un tratado científico. Para el aprendizaje de cuestiones académicas y teóricas debe recurrirse inevitablemente a las instituciones especializadas o a algunos de los buenos textos que se pueden consultar.

Soy consciente de las polémicas y debates que muchos conceptos aquí vertidos pueden generar entre actuales y futuros escritores de canciones, compositores, músicos y público general. También del grado de exposición que esto significa, por lo que espero sinceramente, enriquecerme en el intercambio. De alguna manera, la idea primordial de este trabajo es movilizar la capacidad de análisis crítico y desarrollo personal. Todo debe ser puesto en duda. Que así sea.

5

Capítulo 2

“Todo está en la palabra…

Se lo llevaron todo y nos dejaron todo…

Nos dejaron la palabra”

                                              Neruda

La palabra y el lenguaje

2.1 Un sistema de ideas

Las canciones, como cualquier otro mensaje, parten de un emisor, el autor o intérprete; están construidas con cierto código en un lenguaje particular y son finalmente recibidas por un receptor, que es nuestro oyente o público. Para que cierta conexión se produzca, el código utilizado debe ser correctamente percibido, decodificado e interpretado por el receptor, para desatar en él, algún tipo de efecto o respuesta en sus emociones.  La canción funciona en este esquema, como un sistema de asociación de ideas. Una canción es una idea expresada de una manera particular. Generalmente hay una idea principal o dominante y sus ideas asociadas o secundarias, que constituyen el sistema de asociaciones y contribuyen a reforzar o definir el mensaje. En este triángulo amoroso que se establece entre el autor, el oyente y la canción, sin lugar a dudas, el elemento más importante a analizar es el lenguaje utilizado en la construcción de nuestro mensaje. Las palabras y las ideas por ellas representadas conforman un tejido de equilibrios y contrastes, capaces de provocar algún tipo de respuesta en el receptor. Tal es el significado de la palabra texto: tejido. Si miramos un texto, a simple vista vemos una superficie lisa y clara sobre la que se organizan redes de signos gráficos que pueden verse como un tramado en una tela. En principio se trata de una organización espacial y visual que al cantarse se torna también temporal.

2.2 El poder de la palabra: 

Las palabras en el lenguaje, tienen el valor de transmitir ideas. Son un símbolo o convención de un pensamiento, pertenecen a una cultura y son comunes a todos los hombres que están en ella, por su carácter universal. Tienen sonido y musicalidad en sí mismas, otorgado por las características del idioma, como entonación, pronunciación, etc. Con todas sus características, cada palabra tiene un significado único e inamovible que se relaciona con las demás palabras de un texto. Las palabras son el pensamiento mismo, expuesto. Ilustro esta idea con un pensamiento que el escritor Alejandro Dolina deslizó en un reportaje televisivo: Cuando una persona tiene dificultades para expresarse o no se llega a entender lo que quiere transmitir, en realidad, no tiene problemas con el lenguaje, lo que tiene es una dificultad con el pensamiento. No puedo más que adherir a tal razonamiento. Si las ideas no están claras, pues el discurso no lo estará. Basta ver algunos políticos por televisión, para darse cuenta que muchos de ellos no razonan ni construyen pensamientos complejos cuando hablan, de ese modo las alocuciones, parecen más un conjunto de palabras sueltas que una idea.

El pensamiento es el ejercicio más elevado de la raza humana. Se ejercita y no pertenece a gente iluminada o con una cultura superior. Todos pensamos y expresarlo es la tarea del lenguaje. Cuantas más herramientas del lenguaje conozcamos y apliquemos, más cerca de decir lo que queremos estamos. Ese es el valor de la palabra, el ladrillo fundamental y mínimo con que exponer un pensamiento, desde el más simple al más complejo. En la medida que dominemos la mayor cantidad y calidad de elementos del lenguaje literario (también del musical) más cerca estaremos de que nuestro receptor (público) decodifique correctamente nuestro mensaje y nuestra canción “llegue”.

Esto se aplica al lenguaje en general, pero además, en el pensamiento, intervienen a la hora de escribir, procesos mentales no volitivos. A veces, parece que decimos algo, pero en realidad decimos otra cosa o algo que puede interpretarse, como otra cosa. Esto es así por la naturaleza misma del aparato psíquico del hombre y no es mucho lo que podemos hacer al respecto.

2.3 El lenguaje:

2.3.1 Lenguaje coloquial y lenguaje propio:

En general, podemos diferenciar dos tipos de lenguaje: Por un lado el lenguajecoloquial es el que utilizamos en la vida cotidiana, por necesidad o costumbre. Lo aprendimos a lo largo de la vida y es el que usamos en las conversaciones corrientes. Su valor reside en contener las expresiones habituales, los costumbrismos locales y giros asociados a determinados lugares geográficos y épocas. Esta es una fuente muy rica de palabras, pero también contiene todos los clichés y lugares comunes, que por ser muy utilizados, debemos tratar de evitar. Por otro lado, el lenguaje propio expresa la visión subjetiva del autor. Es lo que él dice, piensa u opina de tal o cual cosa. Su valor, obviamente consiste en reflejar la percepción personal de quien lo utiliza, esto lo convierte en único, personal e intransferible.

Ambos tipos de lenguaje no tienen un terreno claramente diferenciado y pueden superponerse. Se nos presentan, en principio, enfrentados y distintos. Sin embargo esta contradicción es solo aparente. Uno u otro, no condicionan la cualidad u originalidad de un texto. Es decir no es ni bueno ni malo. Simplemente, conocer sus características y estar concientes de cual estamos utilizando nos ayudará a orientarnos a determinado tipo de búsqueda.

Leyendo muchas letras de canciones sin su música, como si fuera poesías, descubriremos miles de expresiones corrientes, que pertenecen al lenguaje coloquial, pero que puestas en el lugar y momento apropiados, pueden reflejar al mismo tiempo el punto de vista del autor y resultar poéticas y agradables. Muchas expresiones y vocablos aislados, en apariencia inaplicables, forman parte de la letra y pasan sin hacer ruido por nuestra percepción, aceitados por la melodía y la voz. Leer las letras sin escuchar la música, incluso en voz alta, nos permite una percepción diferente del discurso.

Resulta interesante comprobar que una misma palabra o expresión cualquiera sugiere diferentes ideas y sensaciones a distintas personas. Sorprende descubrir cómo lo que para unos es un lugar común, para otros es una visión totalmente personal y hasta poética y viceversa. Esto puede estar indicándonos la falta de entrenamiento en ir a buscar expresiones o ideas propias y explorar caminos del lenguaje menos transitados, pero también constituye un signo inequívoco de la universalidad y uniformidad de las palabras. ¿Qué pasaría si un fotógrafo artístico solo tuviera una lente de 50 milímetros y trabajara siempre con el mismo formato y el mismo tamaño y calidad de copias? ¿Cambiarían sus imágenes si de pronto adquiriera una colección completa de lentes, filtros, ampliadoras, cámaras, papeles, etc.? Seguro que sí. Esto no quiere decir que sus fotos sean necesariamente más bellas, pero seguramente tendrá más oportunidades de lograr la imagen que él desea.

Con el lenguaje sucede algo parecido. Más allá de lo costoso que pueda resultar un equipo fotográfico completo, por suerte, los puntos de vista en el lenguaje son gratis, solo tenemos que adoptarlos. Un destornillador, por excelente que sea su calidad, no sirve para clavar un clavo. Tengamos a mano todas las herramientas que podamos. Sabemos que no hay garantías, pero con nuestra caja de herramientas bien surtida, aumentamos las probabilidades de dar en el clavo. La lectura en general, el análisis de las obras de los artistas consagrados y la observación de la vida cotidiana y sus personajes, son nuestros mejores proveedores de herramientas.

Esta dupla de ideas aparentemente contrarias, inicia una serie análoga de conceptos contrapuestos que pueden tomarse como verdaderas dicotomías y al mismo tiempo como ideas complementarias y dependientes una de otra. Sirva de analogía el color gris. Hay muchos grises, pero resulta que ninguno de ellos existe sin el blanco y el negro. El blanco más puro es el gris menos negro y el negro más puro es el gris menos blanco. Sencillamente, el gris es el blanco y es el negro:

2.3.2 Yo confesional, yo poético: Una yunta sadomasoquista.

Como buena pareja sadomasoquista, se aman y se odian, pero no se dejan. Me refiero al lugar desde dónde escribimos. El yo confesional es el responsable, como la palabra lo indica, del tono confesional de un texto, es decir, volcar en el papel los sentimientos profundos e íntimos del autor. Esta confesión no es secreta, ni se trata de la celebración del sacramento frente a un sacerdote. Todo lo contrario, se trata de descarnar pedazos del alma y exponerlos a la jauría sedienta de morbo. Comentarios asociados que se escuchan frecuentemente son: “es mi propia historia”, “es lo que a mí me pasa, lo que yo siento” “lo escribí desde el corazón”, “es una historia real, tal cual me sucedió”, “puse el alma en esta canción”.

Atado al mismo carro tenemos el yo poético, buscando solamente (nada más ni nada menos) la estética. Con criterio lúdico y figurativo, el poeta trata de encontrar la belleza del texto que escribe, sin atender demasiado las cuestiones del alma o del corazón. A ver: ¿Es necesario que tu chica te abandone para escribir una canción que hable sobre un amor perdido? O al revés: ¡Imagina que hace quince minutos conociste al amor de tu vida! Los malos actores se detectan rápidamente, pues sus personajes, a lo largo del tiempo, siempre terminan pareciéndose, es decir “hacen” de sí mismo. Entonces, si es un placer y una virtud disfrutar del engaño en el cine y el teatro con los buenos actores… ¿Por qué no disfrutar de similar embuste en una canción? ¿Alguien verdaderamente involucrado en el arte cree que todo lo que dicen las canciones es verdad? Algunos mercenarios de la letra, son capaces de hacernos llorar o reír con delicadas patrañas. Pensar en ello deja un extraño sabor a desilusión, seguramente podemos sentirnos estafados. ¡Mentirosos!

Lo importante es la sensación o respuesta que podamos provocar en el oyente. Una canción puede hacerse a partir de una idea confesional y desarrollarse de un modo poético y ficticio o viceversa. Cuánto hay de uno u otro yo en una obra, a veces es muy difícil de descubrir, incluso para el autor. Para el público puede resultar una tarea imposible. La mayoría de la gente jamás llegará siquiera a plantearse la pregunta, pero cuidado: Ambos estarán presentes y eso… se nota.

2.3.3 Información y conocimiento: Ratones de biblioteca.

Esta parejita intelectual se debate en una eterna discusión circular, pero terminan llevándose bastante bien. La moral les dice: “No se puede escribir sobre lo que no se sabe”. Entonces el conocimiento de un tema es lo único que nos permite escribir sobre él. Por otro lado, el deseo les dice: “Infórmate y miente, nadie notará la diferencia”.