Heidi. La niña de los Alpes - Johanna Spyri - E-Book

Heidi. La niña de los Alpes E-Book

Johanna Spyri

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Beschreibung

Heidi es una niña huérfana de cinco años que vive con su tía Dette, hasta que esta encuentra un trabajo en Frankfurt y debe llevar a la pequeña a vivir con su abuelo, en los Alpes suizos. Heidi descubre entonces cómo es la vida en plena naturaleza y conoce a Pedro, un pastor de cabras, que será su compañero de juegos y aventuras. Juntos pasarán su primer año en las montañas, donde tendrán que afrontar la dureza del invierno y también disfrutarán con la llegada de la primavera. Además, conseguirá ablandar el corazón del hasta ahora solitario anciano.

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Seitenzahl: 47

Veröffentlichungsjahr: 2023

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La cabaña del abuelo

Con la espalda apoyada en la pared, una niña morena de unos seis años espera bajo un portal. A pesar de estar a principios del verano, va cubierta con varias capas de ropa: dos vestidos, uno encima del otro, una toca de lana rosa y unas botas de montaña.

De pronto, los cascos de un caballo resuenan al fondo de la calle adoquinada. La niña se cruza en el camino del cochero, que tira de una sencilla carreta.

—¡Sooo! ¡Hola, buenos días, Heidi! ¿Qué haces tú aquí tan temprano? —le pregunta el señor bigotudo.

—Buenos días, señor Thomas. Estoy esperando a mi tía Dete.

La niña, que es huérfana desde que tenía un año, vive con la hermana de su madre, quien la acogió y la crio.

En ese momento, llega la joven y saluda al señor Thomas. Le cuenta que se lleva a la niña a los Alpes. Les viene bien porque el hombre se dirige a Maienfeld, que queda a medio camino. Dete acepta de buena gana y, pocos minutos después, la carreta se pone en marcha.

—Entonces, ¿Heidi se va a vivir a la cabaña alpina con su abuelo? —pregunta el señor Thomas.

—Sí, he encontrado un buen trabajo en Fráncfort y me es imposible llevarla conmigo —explica Dete mientras Heidi observa cómo se aleja la ciudad hasta convertirse en un puntito en el horizonte.

Una vez en Maienfeld, tía y sobrina se bajan de la carreta y le dan las gracias al señor Thomas.

—¡Adiós, Dete! ¡Adiós, Heidi! ¡Mucha suerte! —les dice él.

Desde allí, tendrán que subir andando y el camino se hace cada vez más empinado. ¡Qué cansancio! Pero, aunque esté agotada, la pequeña se maravilla ante el paisaje que se extiende ante sus ojos. ¡Anda! ¡Un rebaño de vacas! ¡Y mira ese saltamontes!

Llegan por fin a Dörfli, el pueblo natal de Heidi. Los aldeanos reconocen a Dete y se alegran de ver a la pequeña, que tanto ha crecido. Pero al enterarse de que la mujer va a dejarla con el viejo de los Alpes, el tono cambia por completo:

—Dete, no hablarás en serio.

—¡Ese no es sitio para dejar a una niña!

—Ese viejo loco da miedo, con esa barba... No va a querer quedársela.

—¡Es una locura!

Mientras las conversaciones de los adultos se van encendiendo en la plaza del pueblo, Heidi se aleja siguiendo a Copo de Nieve, una cabra, y conoce a Pedro, un joven pastor de unos once años. Lleva un sombrero muy gracioso, el pantalón remendado y tiene muchas pecas y una curiosa manera de silbar con los dedos. A Heidi, Pedro le parece muy divertido. De hecho, no tardan nada en irse corriendo juntos campo a través. Heidi sale corriendo detrás de Pedro y su rebaño de cabras. ¡Pero qué calor! A la niña se le ocurre que quizás estaría mejor sin toda esa ropa encima y, en menos de un minuto, está descalza y en camiseta interior. ¡Qué gusto da sentir el aire en la piel! Los niños se divierten juntos y no tardan en hacerse amigos. Pero entonces la tía Dete los interrumpe:

—¡Heidi! ¡Nos vamos ya con el abuelo!

Sentado en el banco de delante de su cabaña, el abuelo fuma en pipa. A sus pies, yace acostado un gran sambernardo. Heidi, que llega la primera, no parece para nada impresionada por la presencia de su abuelo, con su frondosa barba y su pelo blanco.

—¡Hola, abuelo! —lo saluda la pequeña alegremente.

El abuelo se contenta con estrecharle la mano con rudeza.

Pero en cuanto Dete llega a la cabaña, la discusión estalla.

—Le traigo a Heidi, su nieta. ¿No se acuerda de ella? Hace cuatro años que la tengo a mi cargo. Ahora le toca a usted. No tiene a nadie más, haga lo que le parezca.

Sin duda, una visita inesperada para el abuelo, quien, ante la insistencia de la mujer y tamaña sorpresa, se planta y grita con rotundidad:

—¡Ya basta! ¡Vete! ¡Fuera de aquí! ¡No quiero volver a verte más!

Con gran tristeza, Dete se despide de Heidi y les lanza una última mirada antes de alejarse.

En silencio, la niña examina todo lo que hay a su alrededor con una gran sonrisa en su rostro.

—Bueno, pequeña, ¿qué te apetece hacer ahora? —le pregunta el viejo.

A Heidi le encantaría visitar el interior de la cabaña. Así pues, el abuelo la acompaña dentro y le enseña la única estancia con sus austeros muebles, que hace las veces de dormitorio y de cocina. Pero ¿dónde dormirá entonces la pequeña? Por casualidad, la niña descubre un desván. Al subir, un delicioso aroma a heno invade sus fosas nasales. Además, hay un pequeño tragaluz redondo que da a las bellas montañas. Es un desván muy acogedor. ¡Decidido! Esta será su habitación. El abuelo se complace de verla tan a gusto en su nueva casa. Enseguida la ayuda a instalarse y, juntos, se apresuran a hacer una cama de heno. ¡Está blandito y huele tan bien!

—¡Parece una cama de reina! —exclama con satisfacción Heidi.

—Claro, y esta cabaña de montaña será nuestro palacio, tuyo y mío —le responde el viejo con ternura.

Entre bromas y risas, el abuelo siente cómo la juventud vuelve a invadir su corazón y, poco a poco, va dejando atrás esos modales de viejo lobo solitario.

Una vez preparada la habitación de Heidi, bajan a comer y se ponen las botas con unas ricas rebanadas de pan con queso fundido acompañadas de un bol de leche fresca. En ese momento, el gran sambernardo entra.

—Este es Niebla —le indica el abuelo.

—¡Niebla! —Heidi lo saluda.

Pero el animal no se confía tan fácilmente. Se pone a olfatear el trozo de queso que Heidi le ofrece y se va.

A lo largo de la tarde, la pequeña sale en busca de su abuelo, que trabaja en su taller. ¡Le está haciendo un taburete a su medida!

—¡Gracias! —exclama la niña con alegría.