Herminio Almendros - Ferran Zurriaga i Agustí - E-Book

Herminio Almendros E-Book

Ferran Zurriaga i Agustí

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Beschreibung

Introductor de las técnicas Freinet en la escuela española y en la cubana, Herminio Almendros fue, además, un renovador de la literatura para la infancia, tarea en la que destacó su actualización de la obra de José Martí. El autor de este libro, Ferran Zurriaga, realiza un recorrido por la vida y la actividad docente de Almendros a partir de materiales inéditos, cartas personales y testimonios de las personas más cercanas a él, para descubrirnos a una de las figuras más influyentes en la pedagogía moderna.

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Seitenzahl: 263

Veröffentlichungsjahr: 2021

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Esta publicación no puede ser reproducida, ni total ni parcialmente, ni registrada en, o transmitida por, un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio, ya sea fotomecánico, fotoquímico, electrónico, por fotocopia o por cualquier otro, sin el permiso previo de la editorial.

© Del texto: Ferran Zurriaga i Agustí, 2021

© De esta edición: Universitat de València, 2021

Producción editorial: Maite Simón

Corrección: David Lluch

Diseño interior: Inmaculada Mesa

Maquetación: Celso Hernández de la Figuera

Cubierta:

Diseño: Celso Hernández de la Figuera y Maite Simón

Fotografía: Imprenta Freinet del maestro Enric Soler i Godes, con los linóleos de la revista Sembra (Fundació Càtedra Enric Soler i Godes, UJI)

ISBN: 978-84-9134-865-8 (papel)

ISBN: 978-84-9134-866-5 (ePub)

ISBN: 978-84-9134-867-2 (PDF)

Edición digital

Índice

PRÓLOGO,M.ª del Carmen Agulló Díaz

PALABRAS PARA ALMENDROS

INTRODUCCIÓN

1. Infancia, juventud y magisterio

2. La escuela de Villablino. La Fundación Sierra Pambley

3. La Segunda República española

4. Las Misiones Pedagógicas

5. La función inspectora

6. Unos maestros de Lleida: el grupo Batec

7. Inspector en Huesca

8. La Cooperativa Española de la Imprenta en la Escuela

9. La guerra de 1936-1939

10. El exilio

11. La escuela pública de la Universidad de Oriente

12. La Ciudad Escolar Camilo Cienfuegos

13. El descubrimiento de José Martí y el libro juvenil

14. Ideas pedagógicas

15. El fin de una vida y el arte de la nostalgia

APÉNDICES

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

ÍNDICE ONOMÁSTICO

Prólogo

Herminio Almendros y Ferran Zurriaga. Dos maestros, una amistad, una pasión compartida: la escuela; un reto: bracear en el oficio de maestro; y una admiración común: José Martí, poeta, político, maestro.

Dos trayectorias pedagógicas que discurren en su plenitud en dos etapas históricas especialmente ilusionantes: la Segunda República y la Transición tras la dictadura franquista. En ambas se cree en la necesidad de un cambio simultáneo de escuela y sociedad. Para ello, maestros y maestras se organizan en colectivos que apuestan, de manera decidida, por una educación renovadora como instrumento para el cambio social y, al mismo tiempo, contraen un fuerte compromiso político.

Y lo hacen valiéndose de una herramienta que se les presenta como especialmente útil: las técnicas Freinet, que, basadas en la cooperación y la libertad, permiten investigar, compartir experiencias y, sobre todo, establecer complicidades. Unas técnicas que, al otorgar protagonismo a la palabra, a la libertad de expresión, ayudan a formar un pensamiento crítico mediante discusiones, debates, encuentros, diálogos.

En consonancia con estos principios, será mediante la palabra como se establecerá, en este libro, el diálogo entre Almendros y Zurriaga, los dos, miembros del movimiento Freinet. Un intercambio de textos que, obligados por la distancia física que impide la conversación, es de carácter epistolar, pero en los que, como en todo texto libre, expresan sus pensamientos, emociones, interrogantes, dudas. Son cartas en las que el maestro mayor, Herminio, transmite su experiencia, sus fracasos, pero sobre todo su ánimo, al joven, Ferran, miembro de un colectivo, el del Movimiento Cooperativo de la Escuela Moderna, de Valencia, al que Almendros reconoce como continuador de sus ilusiones y sus luchas pedagógicas y políticas.

Intercambio epistolar que se completa con las cartas de otros miembros de la familia Almendros que continúan su relato una vez fallecido. Cartas de María Cuyàs, la mujer con voz propia que lo acompañó desde que eran jóvenes estudiantes en la Escuela de Estudios Superiores del Magisterio hasta su exilio en Cuba. Una inspectora con una historia particular como renovadora educativa, y de posterior duro exilio interior en Huelva, en el que hubo de educar, en soledad y en la lejanía, a su hija y sus dos hijos. De uno de ellos, Néstor, director de fotografía, primer Oscar del cine español, otra voz propia, un rebelde con causa, también se incluyen textos epistolares.

Es mediante fragmentos de estas palabras escritas a finales de los años sesenta y primeros setenta como Ferran irá articulando su propio discurso, permitiéndonos un recorrido cronológico por la trayectoria del inspector albaceteño.

Pero la gran riqueza de los textos de ambos nos permite leerlos bien sea siguiendo la propuesta cronológica del autor, bien sea articulando tres itinerarios diferentes, complementarios, que dan respuesta a las diversas intencionalidades, curiosidades o necesidades con las que se acerquen los posibles lectores y lectoras.

El primer itinerario, el más evidente y, en gran parte, el objetivo de esta publicación, coincide con la propuesta de Ferran de recuperar la biografía de Herminio, su trayectoria personal y profesional, sus pensamientos y prácticas educativas.

Seguirlo nos zambulle en los hechos más importantes de la historia de la educación del primer tercio del siglo XX en nuestro país, en sus discursos, instituciones y prácticas pedagógicas, de las que sucedieron en zonas rurales y urbanas, de las protagonizadas por figuras conocidas y por maestros en gran parte anónimos. Porque en nuestra historia, la de los vencidos, la que da voz a las voces bajas, todas son importantes. Y por ello nos vemos acompañados por maestros, inspectores, normalistas, hombres y mujeres comprometidos con una pedagogía renovadora, que hacían del oficio de maestro una vivencia alegre, compartida y que, uno a uno y todos juntos, nos ayudan a componer un auténtico diccionario biográfico de la innovación educativa, que nos incita, además, a la curiosidad, a investigar sobre el destino de unas personas ilusionadas e ilusionantes.

Docentes que, como Cossío, animan a Almendros en la aventura de Sierra Pambley, aquel experimento pedagógico ubicado en Villablino, presidido por el lema «Por la tarde la pluma, por la mañana la azada», del maestro Mallart Cutó, en el que se combinan el trabajo manual y el intelectual, la formación profesional y la cultural.

Una experiencia enriquecedora que le marcará y hará que la continúe como inspector en Lleida, en las pequeñas escuelas rurales en las que conoce a José de Tapia, a Patricio Redondo, a Dolors Piera, a José Sanz, con los que forma el grupo Batec, pionero en la práctica de las técnicas Freinet. Unos pueblos de Lleida que también recorrerá con Alejandro Casona en las Misiones Pedagógicas. Este Almendros rural, trasladado a Barcelona –desempeña allí el cargo de inspector jefe–, forma parte del Consell de l’Escola Nova Unificada y se implica totalmente en el proyecto que pretende que no haya «cap nen sense escola, cap escola sense mestre».

Su compromiso con el régimen republicano hace que, al finalizar la guerra, conozca por primera vez el amargo sabor de la derrota personal y profesional, y empiece el camino de un obligado exilio en el que, una vez cruzada la frontera, es acogido por Freinet en una Francia cuyas circunstancias, comenzada la Segunda Guerra Mundial, le hacen atravesar el océano e instalarse en la Cuba del dictador Batista.

Allí seguimos sus proyectos de nuevo ilusionantes. A pesar de la dictadura, su prestigio hace que en los años cincuenta pueda llevar a cabo una experiencia modelo: la Aneja Experimental a la Universidad de Oriente (1951), destinada a una formación práctica del magisterio. Y, ya en la Cuba revolucionaria de Fidel, se encarga de la que sería su propuesta más querida, la Ciudad Escolar Camilo Cienfuegos, en la que intenta sintetizar todos sus saberes prácticos: los de Sierra Pambley, los de las escuelas rurales de Lleida y las urbanas de Barcelona, junto con su conocimiento de Freinet, de la pedagogía popular, que combina trabajo manual e intelectual. Otra vez, sin embargo, le llega el inmenso dolor del fracaso, más duro ahora que no es, como en el franquismo, fruto de una cruenta guerra, sino por comportamientos sectarios de aquellos pedagogos del Olimpo en quienes confiaba para que le ayudaran a llevarlo adelante.

Un episodio agridulce que ha desaparecido de buena parte de las biografías de Almendros y cuyo relato, siguiendo sus palabras, se convierte en una de las aportaciones más originales de este libro.

Un segundo itinerario, que sigue las huellas del primero, nos acerca al nacimiento, desarrollo, desaparición y recuperación de las técnicas Freinet, de las propuestas de Célestin y Élise Freinet, en el Estado español. Se narra la construcción y reconstrucción del movimiento Freinet a través de una reflexión desde las prácticas de las que ambos maestros fueron protagonistas en cada uno de los momentos citados. Junto a ellos se cita a los maestros y maestras que forman parte del movimiento, y se agradece, de manera especial, la colaboración de aquellos que sirvieron de nexo entre las dos épocas, que transmitieron sus experiencias a los nuevos colectivos: Almendros en la distancia, Enric Soler i Godes y Josep Alcobé en la proximidad.

Pero no se trata de una mera reconstrucción de hechos históricos. Con el pretexto del acercamiento a la recuperación del movimiento Freinet, se nos hace reflexionar sobre temas como el maestro, la escuela, la pedagogía, el papel de la inspección o la formación del magisterio, desde la lectura de un maestro que lee a otro maestro. Las coincidencias y complicidades son tales que no se llega a distinguir quién habla, de quién son las reflexiones, si de Ferran o de Herminio, del discípulo o del maestro.

Es común su defensa del fomento de la curiosidad intelectual a través del contacto con la vida, del entorno y el medio como fuente de estudio y sostenibilidad. Y también su crítica a la distancia existente entre los teóricos, «los pedagogos del Olimpo» en acertada definición de Makárenko, y los maestros y maestras que día a día trabajan en las escuelas; su cuestionamiento de la validez de unas teorías, enunciadas por unos denominados expertos sin acción ni demostración en la práctica directa en el aula, sin conexión con la realidad, que, sin embargo, son estudiadas en universidades y centros de formación del magisterio y se intenta que rijan las prácticas escolares. Complicidad en la denuncia del esnobismo que supone citar a los expertos de universidades de Estados Unidos mientras se desprecian las experiencias históricas, los clásicos de la pedagogía, precisamente clásicos por su reflexión sobre la práctica directa en las aulas.

Coincidencia existente, así mismo, a la hora de reivindicar el papel mediador, instigador de la curiosidad pedagógica, por parte de la Inspección. Una Inspección que habría de centrarse en organizar de manera colectiva al magisterio para que pudieran reflexionar sobre sus prácticas educativas y mejorarlas desde sus propias experiencias.

Y llegamos a un tercer itinerario que tiene como pretexto la literatura para niños y jóvenes. Un recorrido que transcurre entre dos orillas, que une las dos tierras y a los tres autores: la importancia educativa de la literatura para niños y jóvenes.

Almendros habla de su recuperación, en el exilio cubano, de José Martí recordando cómo Rubén Darío, Juan Ramón Jiménez y Alejandro Casona lo reivindicaban como uno de los grandes de la literatura infantil. Y cómo, siguiendo las pautas de Martí en La Edad de Oro, escribe dos de sus libros de referencia, Oros viejos y Lecturas ejemplares, textos que todavía hoy se leen en todas las escuelas cubanas. Además, reflexiona sobre la importancia de la literatura infantil escrita por y para niños para fomentar su creatividad y el amor a la lectura desde pequeños, así como sobre la necesidad de contar relatos que presenten modelos positivos como protagonistas.

En la otra orilla, Ferran publica, en 1974, Veles i vents, ilustrado por el gran pintor valenciano Manuel Boix, texto pionero para facilitar lecturas infantiles en valenciano en la escuela. Y cuando le envía Almendros La Edad de Oro, revive las biografías escritas por Manuel González Linacero que leyó de pequeño.

Cómplice de la admiración de Almendros por Martí, intenta publicar sus textos. Pero no será hasta 1981 cuando aparezca Cuentos de «La Edad de Oro», con introducción suya e ilustraciones de Manuel Boix. Se cierra así un círculo en el que los tres maestros se conocen, se reconocen y coinciden en su entusiasmo por el texto hecho por y para niños y niñas, en su amor por la imprescindible difusión de la lectura infantil, en la defensa de su valor como transmisora de modelos que facilitan una formación moral, al mismo tiempo que potencian la fantasía.

Un prólogo, sin embargo, es también una reflexión personal. He tenido el privilegio de recorrer con Ferran la mayoría de los escenarios geográficos que aparecen en este libro. Fuimos a la Fundación Sierra Pambley en León a participar en los Reencuentros Internacionales de Educadores Freinet (RIDEF), y en su museo presentamos libros sobre las experiencias de Freinet y sobre las escuelas rurales republicanas. Fuimos a Arévalo a buscar la desaparecida huella de Daniel González Linacero. Queríamos ver su casa, recorrer sus itinerarios. Nada lo recordaba, aunque haya sido el autor de uno de los mejores libros para la enseñanza de la historia que conocemos. Fuimos a Bañuelos de Bureba cuando la escuela del maestro Benaiges todavía no se había reconstruido, y volvimos cuando se ha convertido en un centro de recuperación de la memoria del movimiento Freinet. Y nos ha quedado pendiente un viaje a Almansa, la cuna del protagonista de esta historia.

Dicen que las personas que nos dedicamos a la historia, en mi caso de la educación, somos un tanto fetichistas, que sentimos una cierta admiración exagerada por los documentos originales o por los espacios que recorrieron nuestras figuras pedagógicas. Y sí, he de reconocer que lo soy, que cuando en La Habana, en la biblioteca de la Casa-Museo José Martí, pude hojear los ejemplares de la primera edición de su revista infantil La Edad de Oro, me emocioné recordando a Almendros y a Ferran, congregando en mi memoria a tres maestros unidos por la importancia que otorgan a la educación, a la libertad, a la colaboración, a la lectura, a la poesía, a la lengua, a la palabra. Poesía, libertad, lucha, tres ideas comunes a los tres maestros que encontramos en el texto que el poeta valenciano Vicent Andrés Estellés dedicó al poeta cubano José Martí y que os invitamos a recitar para acabar este libro polifónico:

Ella tenia una rosa,

una rosa de paper,

d’un paper vell de diari,

d’un diari groc del temps.

VICENT ANDRÉS ESTELLÉS,«Homenatge a José Martí»

M.ª DEL CARMEN AGULLÓ DÍAZ

Universitat de València

Palabras para Almendros

Ya tenía yo noticias de ese rebrote de interés por las técnicas Freinet en Valencia. Me informó Freinet cuando estuve dos días en su casa, unos meses antes de su muerte. También me habló de ello M. Bertrand, su colaborador.1

Amigo Herminio Almendros:

¿Por qué, ahora, el libro? Qué mejor oportunidad para la aparición de este texto, que se había de publicar en 1976 y que por causas diversas quedó guardado en una carpeta, que ahora, en el quincuagésimo aniversario de tu visita a Valencia en 1970. Así pues, he retomado sus páginas y quiero dejarlo terminado para posibles lectores.

Con la calma de los ochenta y tres años y el tiempo que me queda por mi confinamiento a causa del coronavirus, he terminado la obra. Emprendo el camino de destacar y recordar tus consejos, notas, artículos, junto con las cartas de tu esposa, María Cuyàs, las de tu hijo Néstor y también las de algunos de tus amigos, como Julián Caparrós, Antoniorrobles, Francisco Alvero, R. Costa Jou, J. Blat Gimeno, Josep Alcobé y otros…

Comencé el proyecto de este libro en 1975. En el transcurso del tiempo aparecieron otros documentos que desconocía, y por ello ahora vienen a completar aquella primera narración. Entre ellos me gustaría señalar tres publicaciones tuyas: una, el Diario 1939-1940, testimonio del sufrimiento de la derrota republicana y el exilio; otra, tu declaración sobre lo sucedido en la programación de la Ciudad Escolar Camilo Cienfuegos, que dejaste a tus hijos y que fue editada en Cuba y presentada por tu hija María Rosa con el título La Escuela Moderna, ¿reacción o progreso? (1985); y, también, el folleto Cuba: pedagogía y sectarismo (1986) que escribió tu hijo Néstor, con el que mantuve correspondencia y alguna llamada telefónica. De estos temas también tuve ocasión de hablar con tu hijo Sergio en nuestro encuentro en Almansa en 1998. Una larga historia que tuvo un desenlace no amistoso entre los hermanos, algo que siempre he lamentado. Amigo Almendros, ahí va mi obra, con todos los recuerdos e ideas de un amigo y compañero en este «bracear» en el oficio de maestro.

1. Carta de Herminio Almendros a Ferran Zurriaga (F. Z.), 11 de diciembre de 1967.

Introducción

Amigo lector, este libro está hecho ante todo de recuerdos:

Porque recordar es lo mismo que acordarse y el recuerdo tiene que ser algo como el acuerdo entre los espíritus y el acorde entre los sonidos y la concordia entre los hombres, ya que todas estas palabras tienen un mismo fondo e idéntico origen, pues todas vienen de corazón en su forma latina: cor, cordis.1

Nada más adecuado que estas palabras de Cossío para enmarcar la orientación de este libro. Hecho de evocaciones y recuerdos, es un recuerdo a un Maestro. Nada más. Nada menos. Un maestro que vivió años de inquietud y esperanza en uno de los periodos más trágicos de la historia de Europa. La Segunda República española tuvo para muchos maestros una consecuencia trascendental, por la convicción de que el éxito de su instauración dependía de la cooperación con amplias capas de población, y eso podía realizarlo la escuela y era obligación suya llevarlo a cabo. Creemos y afirmamos que la convicción en la tarea y en la acción que aquellos maestros debían realizar transformó a muchos de ellos y los elevó por encima del nivel en que habían desarrollado su profesión hasta entonces.

La vida y la obra de Herminio Almendros serán marcadas definitivamente por el ambiente creado por una serie de instituciones que fueron claves para la renovación escolar de la República. Estas instituciones dieron lugar a una etapa creativa y francamente progresista como nunca habían vivido las instituciones pedagógicas de España: la Institución Libre de Enseñanza, las Misiones Pedagógicas, l’Escola d’Estiu en Cataluña y el grupo Batec2 de maestros de Lleida, junto con la Cooperativa Española de la Imprenta en la Escuela. Sea este libro dedicado al maestro Almendros un homenaje a todos aquellos que iniciaron y vivieron aquel «tiempo de oro para la educación», un tiempo en el cual tuvieron que bregar mucho y que nos dejó aquel amargo desenlace de la derrota republicana.

La mayor parte del texto que presento ya fue abordada en la primera redacción, con la que iniciaba, en 1975, el proyecto de este libro. Ahora también me hago eco de los documentos que desconocíamos en aquellos días y que hemos visto publicados en La Habana y en Madrid durante los años transcurridos desde entonces: últimamente, una edición con nuevos añadidos al texto de Almendros La Escuela Moderna, ¿reacción o progreso?, así como aportaciones que se han presentado durante todo este tiempo respecto a la obra pedagógica y literaria del maestro Herminio Almendros Ibáñez (Almansa, 1898 - La Habana, 1974).

Destacamos la última edición de Roger González Martell de La Escuela Moderna, ¿reacción y progreso? (Almendros, 2016), un libro que repite el esquema del editado en Cuba en 1985 con algunas aportaciones nuevas: una introducción actualizada, una bibliografía de Almendros, esta vez muy completa, y el artículo escrito por este en 1955 sobre «Una escuela de ensayo en la Universidad de Oriente». Creo que es la primera vez que en una publicación española sobre Almendros se nos presenta esta última experiencia, que yo tenía registrada como La Escuela Pública de la Universidad de Oriente, Santiago de Cuba, una de las creaciones de Almendros que mejor representan su voluntad transformadora de la enseñanza y su preocupación por la formación de los maestros, experiencia sin embargo que siempre queda excluida de las biografías sobre el Maestro, con escuetas notas y sin gran trascendencia.

Ahora aportamos algunos detalles sobre el presente libro y su subtítulo. Este último estuvo, en parte, entre dos opciones: Un maestro o Una escuela de la Segunda República. Sobre ello traemos la opinión de un amigo de Almendros de los tiempos del exilio en Cuba, José Blat Gimeno:

Conocí a Almendros en Cuba, en 1957, y allí tuve la ocasión de tratarle íntimamente hasta 1961, fecha en que dejé dicho país. Es más bien, pues, sobre su obra en el exilio que acerca de la que realizó en España de la que puedo decir algo. Sobre esa base se fundan las consideraciones siguientes: El título de la obra, La Escuela de la Segunda República, es muy atrayente. En efecto, durante el periodo 1931-1936 existía un afán de renovación pedagógica y un estado de espíritu favorable a ello entre el magisterio como probablemente no lo hubo en ningún periodo anterior de la vida española. Dar a conocer las características esenciales de esa etapa constituye un buen servicio para la historia de la educación a la par que una orientación y un estímulo para el presente y el futuro de la escuela.3

Finalmente nos dimos cuenta de que «la escuela de la República» era demasiado amplia y recurrimos a esbozar parte de la vida de Almendros con el auxilio de la correspondencia que conservo. Así que nos decidimos por el subtítulo Un maestro de la Segunda República. La correspondencia mantenida con Almendros desde 1966 hasta su muerte ha sido una valiosa ayuda para su elaboración. Otras cartas, las de la familia y algunos de los amigos, tienen su origen en el proyecto en el cual me embarqué pensando que sería fácil conseguir de ellos unas breves notas sobre sus ilusiones y trabajos compartidos en el transcurso de la vida del Maestro. Pero no era el momento propicio, pienso: ellos no sabían quién era yo para emprender aquella búsqueda, aquel modo de indagar en sus vidas y actos. Tal vez no fui lo bastante persistente para hacer posible aquel proyecto. Lo lamentamos todos, en primer lugar María Cuyàs y, después, también Néstor Almendros.

La idea de escribir este libro surgió a raíz de la muerte del Maestro en 1974 y la publicación en la revista Triunfo de un artículo mío que daba la noticia: «Herminio Almendros: un maestro» (Zurriaga, 1974). Recibimos algunas cartas de personas que habían conocido a Herminio Almendros, y comenzamos a pensar en una publicación con las aportaciones de los que habían compartido junto a él proyectos y luchas por un modelo escolar más justo. Mi objetivo era recoger su testimonio.

Uno de los primeros en aportar noticias fue Antonio Robles, autor de cuentos de justa fama, como Rompetacones y 100 cuentos más, o aquel otro premiado por la ONU, el de la Bruja Doña Paz, quien nos decía:

Muy estimado amigo Ferran Zurriaga: ¡Qué agradable, que se recuerden de uno con esa intensidad! Pero viene con ella el dolor de conocer la desaparición de aquel amigo magnífico; Almendros. Me da usted alguna importancia, y la manifiesta pidiéndome un trabajo; pero no puedo hacer nada nuevo. Lo que hago es enviar a usted un ejemplar (de los tres que tengo) de Rompetacones y 100 cuentos más. Ahí van (fíjese) tres notas mías, que se refieren a la Literatura Infantil.4

En abril de 1975, Ramón Costa Jou nos escribe sobre la marcha de su trabajo en torno al libro de Almendros. Escribe desde México:

Quise ir a Cuba en diciembre pasado, para recoger con María Cuyàs diferentes materiales de la obra de Almendros, pero no me fue posible, y son tantas las cosas que en este último tiempo se me han acumulado que no he podido ordenar lo que yo mismo me siento obligado a hacer, en relación con él, por la gran amistad que mantuvimos y el hondo afecto que nos ligaba. Esta es una deuda que me queda pendiente. Pero la saldaré.5

En noviembre de 1975 contactó Néstor Almendros con Élise Freinet para buscar fotos y materiales relacionados con la estancia de Almendros en la escuela de St. Paul de Vence, y esta fue su respuesta:

Je n’ai hélas aucune photographie à vous adresser. Lors de son passage à l’école, au cours de la guerre d’Espagne, c’était l’époque dramatique du «Sauve-qui-peut» et prendre des photos n’était pas l’usage. Mais à l’occasion de la collaboration réussie avec les officiels de Cuba, des photos ont été prises qui ont dû rester à Cannes, mais elles ont peut-être brûlé dans l’incendie qui a ravagé la CEL en 1965, ou ont disparu car, dans un grand ménage, les mandarins qui ont pris la suite ont jeté à la corbeille à papiers une large partie de ces documents d’une valeur inestimable. C’est bien dommage car Heme et Almendros étaient de solides compagnons qui, objectivement, auraient mérité de rester associés à jamais (ou «dans l’avenir»). Je suis comblée par le fait que vous ayez apprécie Naissance d’une Pédagogie Populaire, mais cet ouvrage est bien trop dense dans les actions et dans les idées qu’il développe, pour la génération actuelle.6

En septiembre de 1976 ya veíamos que resultaría difícil terminar el libro al fallar documentación y aparecer dificultades para obtener de Cuba más materiales. A pesar de esto, María nos hizo llegar recortes de prensa, apuntes de conferencias y artículos publicados de los cuales ella tenía alguna copia. Finalmente, el amigo Julián Caparrós, uno de los más entusiasmados con el proyecto, nos decía:

Leeré con muchísimo interés lo que dices de enviarme para el libro sobre Almendros. Es angustiante ver cómo los días pasan sin conseguir que sean cumplidas las promesas. Me dijeron hace tiempo que iban a gestionarme fotocopias de muchos trabajos y notas que obran en el Ministerio de Educación de Cuba: son, por lo general, informes sobre inspección técnica debidos a la pluma de Almendros. Promesa que sigue incumplida.7

Éramos conscientes de la reducción de la obra al faltar el grueso de las notas que deberían haber aportado algunos de los amigos, y que nunca llegaron. También teníamos serias dudas de cómo poder tratar el tema del cambio en la orientación pedagógica de la Ciudad Escolar Camilo Cienfuegos. Unas veces por precaución de unos, y otras, por las dificultades del exilio, dejamos la obra con lo redactado hasta aquel momento, gran parte de lo cual forma parte del texto que presentamos ahora. La esposa de Almendros, María Cuyàs, muy consciente de ello, nos escribía desde La Habana:

Comprendo su preocupación y lamento que todo su trabajo que le ha ocasionado la preparación del libro referente a mi esposo pudiera resultar en vano. Pero ¿quién sabe?, si en la actualidad no hay facilidades para su publicación, tal vez llegue más adelante el momento oportuno. Su trabajo está hecho. Creo que no hay que darlo por perdido, simplemente esperar por si se presenta alguna colaboración importante y circunstancias más favorables. Mientras, le aseguro que, tanto mis hijos como yo, valoramos su esfuerzo movido por el sentimiento de simpatía hacia mi fallecido esposo y su obra y nuestra gratitud habrá de durar tanto como nuestras vidas. Con el mayor afecto lo saluda.8

En 1981 retomamos de nuevo el proyecto de editar, pero de nuevo no encontramos la vía perfecta. Editar un libro, todos sabemos que está expuesto a las contingencias reales de la vida y a las circunstancias en razón de las cuales el horizonte de expectativas que tenemos se ve frustrado. El objetivo lo teníamos claro: restitución de una memoria histórica. Mi gratitud a María Cuyàs, viuda de Almendros, a sus hijos Néstor y Sergio y a sus amigos Antoniorrobles, Julián Caparrós Morata, José Alvero, Ramón Costa Jou, J. Blat Gimeno, Josep Alcobé…, por su ayuda en mi tarea de recopilación, evocación y reconstrucción de la vida del Maestro. Algunas propuestas, como las del amigo Julián Caparrós, tenían una visión mucho más amplia, pero escapaban a la mayor parte de los implicados. Nos decía este:

Lo que dije para explicar la dialéctica de Almendros como proceso que va de Giner a Althusser no se presta mucho para una publicación inmediata. Aquí se ha querido editar un pequeño libro con las cinco conferencias, pero hay vacilaciones respecto a las tesis que yo defendí, en el sentido de tener que silenciar alguna que otra parte, lo que yo no puedo aceptar. Por otra parte, me parece prudente dejarlo para mejor momento.9

También su hijo Néstor estuvo detrás del proyecto y dejó el testimonio de su última carta, que adjuntamos, en el intento de 1981. En ella, Néstor escribe en mayúsculas debido a sus problemas con la vista (keratitis y fotofobia), muy molestos, pero nada graves según los oftalmólogos. Su correspondencia atestigua muchos momentos difíciles de la familia Almendros y de la suya propia. A pesar de haber abrazado la revolución cubana en sus inicios, abandonó el proyecto y la isla relativamente pronto y marchó a un exilio por donde le llevaba su trabajo cinematográfico.

Carta de Néstor Almendros a Ferran Zurriaga, Nueva York, 16 de octubre de 1981.

Muchas de las ideas aquí expuestas –las más decisivas acaso–han sido reconstruidas con fragmentos de una correspondencia que nos ayudó a descubrir su pensamiento entonces y ahora, y sigue representando la búsqueda fundada en un maestro y el mundo que lo rodeó a lo largo de su vida. También, al precisar la acción educadora y el pensamiento que la informó, hemos tratado de ser parcos en el comentario, dejando que sean sus propios textos los que nos sitúen en los hechos.

Él, como muchos de aquellos maestros de su tiempo, buscó siempre un modelo escolar y una educación que elevaran al hombre a la plena conciencia de sí mismo en el oficio de enseñar. Pero dejemos que hable el propio Almendros. En julio de 1935, en el número 5 del Boletín de la Cooperativa Española de la Técnica Freinet, dice:

No podrá tratarse del movimiento pedagógico español contemporáneo, sin registrar en él «nuestra técnica» como destacado elemento renovador. No podrá hacerse la historia del desenvolvimiento escolar de España, sin consignar en lugar preeminente la actuación e influencia de nuestra técnica. Y al hacerlo habrán de escribirse con letras mayúsculas los nombres de dos pueblecitos sencillos próximos al centro urbano y sin embargo como perdidos en la faz de la tierra igual que una partícula de polvo entre las arrugas de un traje, y que fueron, más que la cuna, el claustro de la gestación: Montoliu de Lleida y Puigvert de Lleida; el de otros dos pueblos de la misma condición que los anteriores que se llaman Plasencia del Monte, en Huesca, y Caminomorisco, en Cáceres, en las Hurdes, y con ellos, en dobles mayúsculas de un negro reciente y ancho: Batec, el nombre de un grupo de maestros anónimos, auténticas piezas de humanidad, tan sencillos como los pueblos donde ejercían su oficio, que un día en Benlloch y otro en Puigvert de Lleida crearon la primera célula viva de la que hoy es nuestra Cooperativa Española de la Técnica Freinet.

Era esta una aventura de divulgación de nuevos modelos de enseñar, y sobre todo de un nuevo modelo del oficio de maestro que encontró un campo propicio en aquellos momentos en que los pueblos de España vivían con ilusión el nuevo camino que la Segunda República representaba. Había una conciencia de renovación del oficio de enseñar como nunca había existido entre nosotros, por eso podemos comprender la personalidad de Almendros al encuadrarlo dentro de la renovación que supuso la Institución Libre de Enseñanza (ILE). Su encuentro con el grupo Batec –el primer movimiento de formación permanente de maestros partiendo de ellos mismos– y su clara implicación en la Cooperativa Española de la Imprenta Escolar son una clara prueba de que su elección en aquellos momentos fue la acertada. Por todo ello, el lector encontrará en estas páginas una descripción de aquellos movimientos.

Nosotros –el grupo inicial de Técnicas Freinet de Valencia–también creo que acertamos, al encontrarnos con los maestros del Instituto Cooperativo de la Escuela Moderna (ICEM) de Francia y el Movimiento de Cooperación Educativa (MCE