¿Hola? - Martín Kohan - E-Book

¿Hola? E-Book

Martín Kohan

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Beschreibung

El teléfono es hoy (o parece ser) un objeto caído en desuso. Si en algún momento era el principal medio por el cual una persona podía comunicarse con otra y esa era su única función, hoy ha mutado (de "teléfono de línea" a "celular"), y ha dejado de cumplir esa única función para ser un dispositivo que sirve para muchas otras cosas: sacar fotos, enviar mensajes de audio, filmar, navegar por Internet. Pero no para hablar.

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Acerca de Martín Kohan

Martín Kohan nació en Buenos Aires en enero de 1967. Enseña teoría literaria en la Universidad de Buenos Aires. Publicó nueve libros de ensayo: Imágenes de vida, relatos de muerte. Eva Perón, cuerpo y política (en colaboración) (1998), Zona urbana. Ensayo de lectura sobre Walter Benjamin (2004), Narrar a San Martín (2005), Fuga de materiales (2013), El país de la guerra (2014); Ojos brujos. Fábulas de amor en la cultura de masas (2016), 1917 (2017), Me acuerdo (2020) y La vanguardia permanente; cuatro libros de cuentos: Muero contento (1994), Una pena extraordinaria (1998) y Cuerpo a tierra (2015) y Desvelos de verano (2022); y once novelas: La pérdida de Laura (1993), El informe (1997), Los cautivos (2000), Dos veces junio (2002), Segundos afuera (2005), Museo de la Revolución (2006), Ciencias morales (2007), Cuentas pendientes (2010), Bahía Blanca (2012), Fuera de lugar (2016) y Confesión (2020).

Índice

1. ¿HOLA?

2. EL NOMBRE

3. SUJETOS Y TECNOLOGÍAS

4. HABLAR POR TELÉFONO

5. PERO NO ES LO MISMO

6. NANCY

7. DOLAR (I)

8. DOLAR (II)

9. DOLAR (III)

10. AUNQUE TAMBIÉN

11. Y ADEMÁS

12. ONG

13. PROUST

14. HOT LINE

15. PARIS, TEXAS

16. RUBRO 59

17. EL ESPECTÁCULO DEL TELÉFONO

18. PUIG

19. UNA TARDE, UNA ÉPOCA

20. CHÉJOV

21. TELÉFONO ROTO

22. CADÁVER EXQUISITO

23. PELUCA TELEFÓNICA

24. ADENTRO/AFUERA

25. BIZZIO

26. LA GUÍA

27. CHASCOS

28. PÁGINAS AMARILLAS

29. ¿QUIÉN HABLA?

30. HOLA, SUSANA

31. HABLAR CON CUALQUIERA

32. HABLAR CON ALGUIEN

33. ALGUIEN MÁS

34. AGENDA

35. OCUPADO

36. BULLRICH

37. DESCOLGADO

38. 0303456

39. BARTHES, KOHAN

40. DURAS

41. BARTHES

42. PROGRESOS (I)

43. ¿ESTÁS AHÍ?

44. PARKER

45. PROGRESOS (II)

46. DESDE AFUERA

47. SUPERAGENTE

48. MÓVIL

49. PELÍCULAS

50. SIN RESPUESTA

51. UNA OPERACIÓN DE VANGUARDIA

52. ¡CLAC!

53. MICROFÍSICA DEL PODER TELEFÓNICO

54. EL SHOW DEL CORTE

55. TANGALANGA

56. ÚLTIMOS CARTUCHOS

57. MEDIDO

58. 113

59. 00:00

60. ANÉCDOTA TELEFÓNICA

61. CARVER

62. TELÉFONOS PÚBLICOS (I)

63. TELÉFONOS PÚBLICOS (II)

64. TELÉFONOS PÚBLICOS (III)

65. TELÉFONOS PÚBLICOS (IV)

66. TELÉFONOS PÚBLICOS (V)

67. TELÉFONOS PÚBLICOS (VI)

68. ¿HOLA, MAMI?

69. TELÉFONOS PÚBLICOS (VII)

70. CONSTANTINI

71. EL NACIONAL

72. TROTSKI (I)

73. TROTSKI (II)

74. SERGE

75. BULGÁKOV/STALIN

76. GUERRA FRÍA

77. BATITELÉFONO

78. PROKÓFIEV

79. MENEM

80. KAFKA

81. PANDEMIA

82. BORGES

83. EL CELULAR DE DIOS

84. BISEXUALES

85. CASABLANCA

86. AGRADECIMIENTOS

87. DEDICATORIA

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Hitos

Portada

Índice de contenido

Página de copyright

Página de título

Contenido principal

Bibliografía

Colofón

Página de legales

Kohan, Martín / ¿Hola? Un réquiem para el teléfono / Martín Kohan. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : EGodot Argentina, 2023. Libro digital, EPUB.

Archivo Digital: descarga y online ISBN 978-987-8928-48-7

1. Ensayo Literario Argentino. I. Título. CDD A864

ISBN edición impresa: 978-987-8928-46-3

© Martín Kohanc/o Schavelzon Graham Agencia Literariawww.schavelzongraham.com

Corrección Federico Juega SicardiDiseño de tapa e interiores Víctor MalumiánIlustración de Martín Kohan Max Amici

© Ediciones Godotwww.edicionesgodot.com.ar [email protected]/EdicionesGodotTwitter.com/EdicionesGodotInstagram.com/EdicionesGodotYouTube.com/EdicionesGodot

Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República Argentina, noviembre de 2022

¿Hola?Un réquiem para el teléfono

Martín Kohan

1. ¿HOLA?

ENTRE LAS TANTAS FORMAS de atender el teléfono (“Hable”, “Bueno”, “Diga”, “Mande”, etc.), la más frecuente, y acaso la más persistente, ha sido y sigue siendo “¿Hola?”. No “Hola”, sino “¿Hola?”; es decir, no un saludo, sino una pregunta. Se trata claramente de la función fática que definió Roman Jakobson, esa en la que el lenguaje se utiliza para verificar que el canal de la comunicación esté en efecto funcionando. De hecho, si se produce una interferencia en la línea o se teme que la comunicación pueda haberse cortado, esa fórmula reaparece: “¿Hola? ¿Hola?”, y no se trata de saludarse.

El dato es que las conversaciones telefónicas empiezan ritualmente así, diciendo “¿Hola?”, deteniéndose antes que nada en el propio canal de la comunicación, constatando una y otra vez, y antes de empezar la conversación propiamente dicha, que el canal efectivamente está y que anda perfectamente bien. Como si un resto de asombro ante el hecho mismo de que el teléfono exista no pudiese sino aflorar ante cada llamado y ante cada respuesta, como si cada conversación telefónica no pudiese sino verse antecedida por una especie de homenaje implícito ante el prodigio, nunca asimilado del todo, de poder hablar con otro aunque el otro no esté ahí.

2. EL NOMBRE

Lo que perdura en lo esencial es la palabra. Porque si bien a veces se lo llama “celular” y a veces se lo llama “móvil”, lo más normal entre nosotros es que se lo siga llamando “teléfono”. Teléfono: ese invento colosal que patentó Graham Bell habilitó para la humanidad la posibilidad de una conversación sincrónica en ausencia (no solamente a distancia, sino también en ausencia). Hablar con otro (con otro, y no solamente a otro), aunque no esté, haciéndolo estar en cierta forma.

Ahora bien, al teléfono ya casi nadie le sigue dando ese uso. Adquirió otros usos, diversos y distintos: máquina de fotos, filmadora, grabadora, agenda, navegador de internet, radio portátil, equipo de música, televisor, reloj. Ya no exactamente un teléfono. Pero se lo sigue llamando teléfono.

Como instrumento de comunicación, se lo emplea mayormente para enviar o intercambiar mensajes escritos (a la manera del viejo telégrafo), para dejar mensajes grabados (a la manera de los viejos contestadores automáticos) o para hablarse alternadamente a través de mensajes de voz (a la manera de los viejos walkie-talkies y su “cambio y fuera”). Pero no para hablar sincrónicamente con otro (con otro y no a otro, en sincronía y no diferidamente); es decir, en resumen, no para hablar por teléfono.

Y, sin embargo, se lo sigue llamando teléfono.

O quizás precisamente por eso, porque ya casi nadie usa el teléfono como teléfono, es que se lo sigue llamando así. Para retener al menos el nombre. Para compensar de alguna manera, manteniendo pese a todo el nombre, el hecho inexorable de su evidente declinación; para que cierto empeño nominalista sirva de consuelo o de contrapeso a la tendencia por demás notoria, y acaso irreversible, a la desaparición del teléfono, cuanto menos a su puesta en crisis.

3. SUJETOS Y TECNOLOGÍAS

¿En qué sentido? En el sentido que trazó Walter Benjamin, a propósito de la noción de “aura”, por ejemplo, en La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica, o a propósito del “arte de contar historias”, en “El narrador”: detenerse a pensar aquello que está, no perdido, sino perdiéndose; en declinación o en crisis; “en trance de desaparecer”.

Y también en el sentido en que el propio Benjamin examinó la manera en que una nueva tecnología (desde la iluminación a gas en las calles hasta la proyección de películas en el cine, pasando por los bombardeos aéreos en el frente de guerra) fundaba un nuevo tipo de percepción y, con eso, un nuevo sujeto; constituía un nuevo sujeto y, con eso, un nuevo espectro de relaciones sociales. En la línea en que Georg Simmel había advertido que, con la invención del tranvía, por primera vez en la historia humana ocurría que dos personas que no iban a hablarse se miraban largamente cara a cara. Un nuevo medio de transporte habilitaba, de por sí, un nuevo sujeto y una nueva mirada, una forma inédita de vincularse con los otros.

¿Y qué otra cosa supuso ese invento genial que Bell patentó en 1876, sino una nueva manera de hablar y de escuchar y, por ende, otro sujeto de enunciación y otro sujeto de recepción, otro régimen de discurso posible, un tipo de conversación que hasta entonces no existía?

Pero es eso precisamente, el hábito de la conversación telefónica, lo que parece haber entrado en declive, acaso en trance de desaparecer.

4. HABLAR POR TELÉFONO

Estoy pensando principalmente en el viejo teléfono de línea, el del discado y la campanilla, el que había en una casa; ese que el teléfono móvil reveló como teléfono fijo (porque antes la oposición se establecía entre particular y laboral), ese que entendimos en su carácter de interpelación indefinida o incierta a partir de la existencia del teléfono celular o personal.

Hablar por teléfono: una combinación singular y acaso irrepetible de presencia y ausencia (el otro no está ahí, pero está ahí); de lejanía y cercanía (lejanía: la del “tele”; cercanía: la máxima cercanía del que nos habla directamente al oído, más cerca incluso por ende que en la conversación presencial); de intimidad y de ajenidad (intimidad: estamos solos; ajenidad: hablamos con otro); de afuera y de adentro (hablamos adentro: de nuestra casa, o incluso más: de nuestro cuarto; o incluso más: de nuestra cama; pero con un afuera, el afuera del mundo, que está adentro en cierta forma).

5. PERO NO ES LO MISMO

Presencia-ausencia, adentro-afuera, lejanía-cercanía: la intimidad se exterioriza, se habla a solas hablando con otro (que está y que no está).

Algo de eso hay en los confesionarios de las iglesias.

Algo de eso hay en el diván de los consultorios en el psicoanálisis.

Algo de eso hay. Pero no es lo mismo.

6. NANCY

Dice Jean-Luc Nancy de la voz, entendida como presencia sonora: “Presencia de presencia, más que pura presencia”. Y remarca que decir es mostrar, es indicar, “como si lo sonoro fuera una intensificación del ver, una puesta en tensión de la presencia”.

Ahora bien, ¿qué pasa cuando, teléfono mediante, esa presencia, sin dejar de ser presencia (porque la voz sigue de hecho ahí), resulta al mismo tiempo una ausencia (porque el que habla no está)? ¿Y qué pasa con la intensificación del ver que sería propia de lo sonoro cuando, teléfono mediante, se combina con un no ver: escuchar al que habla, pero sin verlo?

Agrega en este sentido Nancy: “Mientras que el sujeto de la mirada ya está siempre dado, postulado en sí en su punto de vista, el sujeto de la escucha siempre está aún por venir, espaciado, atravesado y convocado por sí mismo”.

Lo que haría el teléfono, entonces, es retraer al sujeto de la mirada, el que está siempre dado, para dejar en primer plano a ese otro sujeto, el de la escucha, el que está siempre espaciado, aún por venir. ¿No sería precisamente esa la experiencia de la conversación telefónica: una experiencia de lo espaciado con un sujeto que, estando ahí, está siempre por venir? Ese algo de inminencia, de un no del todo que es más que un todo, tan propio del hablar por teléfono.

7. DOLAR (I)

“Toda nuestra vida social está mediada por la voz”, dice Mladen Dolar. Y de inmediato: “Somos seres sociales por la voz”. Y a continuación: “Las voces constituyen la textura misma de lo social, así como el núcleo íntimo de la subjetividad”. Y más adelante: “No hay voz sin el otro”. Claro que a la vez, cuando es voz en el teléfono, entrelaza y superpone de manera única esa textura misma de lo social con ese núcleo íntimo de la subjetividad. Ese algo tan de uno mismo que es la voz (por eso, dice Mladen Dolar, siempre hay algo siniestro al escucharse a sí mismo en una grabación), afirmado al mismo tiempo en una indispensable relación con el otro.

De nuevo en un juego de presencia/ausencia. Porque Dolar se aparta en esto de Derrida y la “metafísica de la presencia” atribuida al fonocentrismo, para acercarse a Jacques Lacan en la idea de que la voz es testimonio de presencia y a la vez de ausencia, intersección de la presencia y la ausencia, “sucedáneo de una presencia imposible”.

El teléfono, en este sentido, haría lo mismo que la voz. Lo mismo que la voz, pero con la voz.

8. DOLAR (II)

La voz, dice Mladen Dolar, es efímera y es incorpórea. Pero presenta por eso mismo al cuerpo en su quintaesencia. Porque hay una “hiancia insalvable” que “separa para siempre al cuerpo humano de ‘su’ voz”. Y así la voz va a llegar a ser lo que une los cuerpos y los lenguajes (sin ser del todo ni lenguaje ni cuerpo). La voz se ubica en un entre, o la voz es ese entre: entre los cuerpos y el lenguaje. Pero todo esto va necesariamente a acentuarse si se habla por teléfono; esa hiancia va a acentuarse, porque se trata de la voz sin el cuerpo. La voz que, en el teléfono, queda doblemente separada del cuerpo (separada porque siempre lo está, separada porque es transmitida sin él) revela por lo tanto su quintaesencia también por partida doble: emanada de un cuerpo remoto, lo hace estar y no estar a la vez.

9. DOLAR (III)

Siempre hay algo de ventriloquía suscitada por la voz, siempre hay un desfasaje con el cuerpo. Pero lo hay tanto más cuando se trata de una voz acusmática: de la voz cuya fuente de emisión no se ve. Mladen Dolar se detiene a examinar esos casos mayúsculos. Mayúsculos porque esa forma específica, la de la voz acusmática, es la que asumen las divinidades (así fue como Yahvé se manifestó a Moisés en el monte Sinaí). Mayúsculos porque la separación total de la voz y el cuerpo (no el entre, sino la separación total) comprende ni más ni menos que las voces de los muertos. Dolar va a señalar también un efecto de fantasmización (empleado frecuentemente en el cine), que se activa al quitarle la imagen al sonido o al quitarle el sonido a la imagen: “Entonces la mitad eliminada adquiere la dimensión de fantasma”.

Dioses, muertos, fantasmas. Pero la voz acusmática va a encontrar también una ocasión más prosaica y cotidiana en los medios de comunicación, como la radio y el teléfono. Esa acusmatización en cierto modo se banaliza, según Dolar, porque es el propio aparato lo que termina ocupando el lugar de la fuente. Podrían ser esos momentos singulares comúnmente asociados con discusiones y enojos, en los que alguien aparta el tubo del teléfono para mirarlo mientras habla. Ya no habla por teléfono, sino con el teléfono. El aparato ocupa en efecto el lugar de la fuente y así de pronto se le habla al teléfono. El tubo deja de ser el tubo y pasa a ser el interlocutor.

10. AUNQUE TAMBIÉN

Aunque también se da el caso, opuesto en más de un sentido, de los enamorados que hablan por teléfono y que, al despedirse, no solamente se mandan un beso, no solamente hacen el sonido del beso, sino que besan el propio teléfono: la presencia material de la ausencia física del otro. Como si los ganara en ese momento, en el momento de separarse en esa escena única del separados-juntos, el afán de eso que Spinetta cantó en “Los libros de la buena memoria”: “Mi voz te llegará, mi boca también”. La voz de la boca sin la boca, lo propio del teléfono, alienta esa fantasía.

11. Y ADEMÁS

Y además, claro, la risa: el gag telefónico. Ese gag de Los tres chiflados, por ejemplo, en el que Moe habla por teléfono con Curlie y en un momento, enfurecido, suelta un chorro de agua por el tubo. Ese chorro brota al instante del tubo de Curlie y le empapa largamente la cara (sometido al poder despótico de Moe, o paralizado de sorpresa por el poder tecnológico del teléfono, Curlie no atina a apartarse de la mojadura).

El chorro de agua funciona como el pastelazo, el torniquete de nariz o el tironeo de orejas. Aumentando hasta lo imposible la condición de canal de contacto que tienen de por sí los teléfonos, se logra restablecer la opción de una acción directa sobre el cuerpo del otro.

12. ONG

“La vista aísla, el oído une”, dice Walter Ong. La oralidad es del orden de la copresencia, del orden de la acción recíproca: “las palabras habladas siempre constituyen modificaciones de una situación existencial total, que invariablemente envuelve el cuerpo”. El oído aproxima y pone en contacto, involucra de por sí un cuerpo a cuerpo; el régimen de lo separado tendrá por su parte una aliada primordial en la escritura; la escritura aporta distancia, requiere apartamiento (se le escribe al que no está) o bien lo produce (escribirle al que está ahí implica hacer como si no estuviera, o directamente hacer que no esté).

Ahora bien, vivimos largamente la era de la oralidad secundaria (lo es respecto de aquella otra oralidad primaria, la de la premodernidad). Esta oralidad, la de la era electrónica, “depende de la escritura y de la impresión para su existencia”. El teléfono es evidentemente una de sus expresiones paradigmáticas. La oralidad transcurre ahora en los términos y condiciones definidos para la escritura: es oralidad de lo aislado, de lo separado, del apartamiento. De algo así como una transposición, de algo así como una impregnación de oralidad y escritura, de lo hablado y de lo impreso, resulta la conversación telefónica. Hay algo de la situación de escritura ahí, aunque se trate enteramente de oralidad, conversación en sentido estricto.

No es extraño, por lo tanto, que la escritura haya reconquistado tanto terreno últimamente, siempre a expensas del teléfono. Esa lucha, por así llamarla, se libraba en cierta forma en un espacio que la escritura ya dominaba. Los mensajes de texto, el WhatsApp en modo chat o aun los mensajes grabados, en los que la palabra oral queda marcada y fijada (habría que decir: impresa) y además dejada para un después (porque es lo propio de la escritura, y no de la palabra hablada, que emisión y recepción no ocurran al mismo tiempo), restituyen la separación en eso que “el oído une”.

13. PROUST

Hay en relación con esto un episodio decisivo de En busca del tiempo perdido, que Mladen Dolar trae a colación. Es aquel en el que Proust cuenta un viaje que hace Marcel a Doncières. Desde ahí va a llamar por teléfono a su abuela, que está en París. Es la época en la que el teléfono detenta todavía su carácter sustancial de novedad, pujando por hacerse costumbre (“El teléfono no era todavía en aquella época de uso tan corriente como hoy. Y, sin embargo, la costumbre tarda tan poco en despojar de su misterio las formas sagradas con que estamos en contacto, que, como no obtuviese comunicación inmediatamente, lo único que se me ocurrió fue que aquello era muy largo, muy incómodo”). Se trata de la generación a la que le toca atravesar ese cambio viviéndolo enteramente como un cambio, la que tiene que traspasar de un paradigma sensorial a otro. El contexto de provincia agrega vicisitudes a la gestión de la conexión tecnológica, con un margen mayor de zozobra. Pero, al final, la cosa resulta. El nieto va a poder hablar con su abuela. A la distancia, por teléfono. Es decir, a un mismo tiempo, a la distancia y en cercanía: “Un ligero ruido —un ruido abstracto, el de la distancia suprimida—, y la voz del ser querido se dirige a nosotros. Es él, es su voz que nos habla, que está ahí. ¡Pero qué lejos está!”.

La experiencia no complace a Marcel, más aún: lo mortifica. La distancia y el teléfono, que existe para contrarrestarla pero a la vez, irremediablemente, la fortifica,