Me acuerdo - Martín Kohan - E-Book

Me acuerdo E-Book

Martín Kohan

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Beschreibung

¿La memoria es transferible? ¿Lo que recuerda una persona puede ser análogo al recuerdo de una generación? Este libro nos lleva a conocer los recuerdos de uno de los mejores escritores de su generación y al mismo tiempo que disfrutamos de su literatura podemos disfrutar de las poderosas imágenes que evoca.

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Tapa de 'Me acuerdo'. Martín Kohan. Ediciones Godot (2020)

Acerca de Martín Kohan

Martín Kohan nació en Buenos Aires en enero de 1967. Enseña teoría literaria en la Universidad de Buenos Aires. Publicó siete libros de ensayo: Imágenes de vida, relatos de muerte. Eva Perón, cuerpo y política (en colaboración) (1998), Zona urbana. Ensayo de lectura sobre Walter Benjamin (2004), Narrar a San Martín (2005), Fuga de materiales (2013), El país de la guerra (2014); Ojos brujos. Fábulas de amor en la cultura de masas (2016) y 1917 (2017); tres libros de cuentos: Muero contento (1994), Una pena extraordinaria (1998) y Cuerpo a tierra (2015); y diez novelas: La pérdida de Laura (1993), El informe (1997), Los cautivos (2000), Dos veces junio (2002), Segundos afuera (2005), Museo de la Revolución (2006), Ciencias morales (2007), Cuentas pendientes (2010), Bahía Blanca (2012) y Fuera de lugar (2016).

Ilustración de Martín Kohan en blanco y negro

Página de legales

Kohan, Martín. Me acuerdo / Martín Kohan1ª ed. - Ciudad Autónoma deBuenos Aires : EGodot Argentina, 2020. Libro digital, EPUB. ISBN 978-987-4086-84-61. Literatura Argentina.2. Memoria Autobiográfica. Ⅰ. Título. CDD 808.8035

ISBN edición impresa: 978-987-4086-83-9

© Martín Kohan c/o Schavelzon Graham Agencia Literariaschavelzongraham.com

CorrecciónHernán López WinneDiseño de tapa e interioresVíctor MalumiánIlustración de Eduardo HalfonJuan Pablo Martínez

© Ediciones Godot

[email protected]/EdicionesGodottwitter.com/EdicionesGodotinstagram.com/EdicionesGodot Buenos Aires, Argentina

Información de Accesibilidad:

Amigable con lectores de pantalla: Si

Resumen de accesibilidad: Esta publicación incluye valor añadido para permitir la accesibilidad y compatibilidad con tecnologías asistivas. Las imágenes en esta publicación están apropiadamente descriptas en conformidad con WCAG 2.0 AA & InclusivePublishing.org.

EPUB Accesible en conformidad con: WCAG-AA

Peligros: ninguno

Certificado por: DigitalBe

Estos “Me acuerdo” no son exactamente recuerdos, ni siquiera recuerdos personales, sino más bien pequeños fragmentos de lo cotidiano. Georges Perec, Me acuerdo, 1978. Para un baile de carnaval, me puse guantes de arquero y buzo de arquero y rodilleras de arquero. No obstante, por la calle, una chica me paró para preguntarme de qué me había disfrazado. Martín Kohan ¿La memoria es transferible? ¿Lo que recuerda una persona puede ser análogo al recuerdo de una generación? Este libro nos lleva a conocer los recuerdos de uno de los mejores escritores de su generación y al mismo tiempo que disfrutamos de su literatura podemos disfrutar de las poderosas imágenes que evoca.

Para Marina, mi hermana

Un libro digno de ser copiado

G

eorges

P

erec

sobre

Me acuerdo

de Joe Brainard

La remera azul y blanca, a rayas horizontales, que no me quise sacar durante todo el mes de vacaciones, ni siquiera para entrar al río.

El chofer del micro escolar se llamaba Sursolo.

Sursolo era hincha de Platense.

Un día Sursolo le preguntó a la chica que nos ayudaba a subir y bajar del micro si el vestido que tenía puesto mi mamá le gustaba.

La chica contestó que no. Sursolo agregó que a él tampoco.

A la casa de mis abuelos en Córdoba, donde pasábamos las vacaciones, se bajaba por una pendiente lateral. Los escalones de bajada eran largos, había que dar dos pasos en cada uno. A menos que se los bajara corriendo, que era lo que hacía yo al llegar. Entonces se apoyaba un pie en cada uno solamente.

El pueblo de Córdoba donde pasé las vacaciones de mi infancia se llama La Serranita.

En La Serranita había un borracho crónico que deambulaba por las calles del pueblo.

Se llamaba Patiño.

A todo el que lo saludaba: “¡Adiós, Patiño!”, él le respondía: “Patiño se murió”.

La vendedora de huevos de La Serranita se llamaba Juana. Pasaba por las casas. El perro que la acompañaba se llamaba Fabián.

Vacaciones en La Serranita, Córdoba [febrero de 1977]

La Serranita tenía una especie de intendente. Se llamaba Stoll. Se lo mencionaba siempre como “el señor Stoll”.

Era el que se ocupaba de apagar todas las luces del pueblo cada noche. Yo lo admiraba muchísimo por eso, la importancia de esa tarea, el poder que suponía.

El señor Stoll era muy probablemente un nazi refugiado, pero en mi familia jamás se mencionó el tema.

La empresa de micros con la que viajábamos cada año a La Serranita se llamaba “Colta”. Quebró hace años.

Los micros de larga distancia eran de “simple camello” o de “doble camello”, según tuvieran uno o dos desniveles en el techo.

Me llenaba de euforia que nos tocara un micro de “doble camello” para el viaje.

Para un baile de carnaval, me puse guantes de arquero y buzo de arquero y rodilleras de arquero. No obstante, por la calle, una chica me paró para preguntarme de qué me había disfrazado.

El lugar de diversión en La Serranita se llamaba “El capricho rojo”. Después le cambiaron el nombre y le pusieron “El capricho verde”.

Mis padres ganaron el primer premio del concurso de baile de “El capricho rojo”, en la sección “rock and roll”.

Patiño era radical.

Un día le ofrecieron una botella de vino tinto de regalo, a sabiendas de que era alcohólico, siempre y cuando antes dijera: “¡Viva Perón!”.

Patiño se negó terminantemente.

La anécdota se contaba en mi familia como cosa divertida.

Mi novia de La Serranita se llamaba Mariquel.

El noviazgo se selló con un beso en la mejilla.

Mariquel era adoptada.

Su cumpleaños se festejaba en la fecha de adopción: 24 de octubre.

Mariquel usaba una malla roja enteriza.

El padre de Mariquel tenía un almacén sobre la calle principal. Se llamaba Castro.

Mi bobe no quería que mi hermana y yo nos viéramos con Mariquel. Decía que tenía piojos.

Mariquel, a veces, tenía piojos. Una vez nos los contagió.

Mi novia de jardín de infantes se llamaba Andrea Socolosky.

Revista

Gente

[3 de agosto de 1972]

Una tarde, en gimnasia, la actividad fue correr carreras.

Me tocó correr con Andrea Socolosky.

Empatamos.

Mi novia del micro escolar se llamaba Silvina Cosin.