Texto demaría rubioilustraciones dealicia warholaEL PEOR LUGAR DEL UNIVERSO
©deltexto:MaríaRubio,2024.©delasilustraciones:AliciaWarhola,2024.RepresentadasporTormenta.wwww.tormentalibros.com©deestaedición:RBALibrosyPublicaciones,S.L.U.,2024.Avda.Diagonal,189-08018Barcelona.rbalibros.comPrimeraedición:noviembrede2024.REF.:OBDO407ISBN:978-84-1132-965-1Diseñoderótulodecolección:LucíaBarrios.Composicióndigital:www.acatia.esQuedarigurosamenteprohibidasinautorizaciónporescritodeleditorcualquierformadereproducción,distribución,comunicaciónpúblicaotransformacióndeestaobra,queserásometidaalassancionesestablecidasporlaley.PuedendirigirseaCedro(CentroEspañoldeDerechosReprográficos,www.cedro.org)sinecesitanfotocopiaroescanearalgúnfragmentodeestaobra(www.conlicencia.com;917021970/932720447).Todoslosderechosreservados.
A mi hija Camino,por la gran aventura que tiene por escribir.
99No todos los días te cambia la vida de golpe. Y lo peor es que cuando pasa, ¡nadie te avisa! Ojalá salie-ra un tío en las noticias y dijera: —Mira, Álex, tu vida perfecta de niño de nueve años se va a ir a tomar viento. Despídete de tus ami-gos de siempre, de tus clases de parkoury de las vis-tas de tu cuarto al parque de atracciones.Pero nada, ni lo vi venir. Aunque, bien pensado, si hubiera prestado atención a las señales, tal vez me habría dado cuenta de que las cosas no iban del todo bien. ¿Cómo no me pude dar cuenta? ¿Se me había quedado el cerebro descolocadode tanto saltar en camaselásticas?
1
¡Noticia bomba!
10Primera señalCuando llegué declase, la casa olía a tartade limón y arándanos.Mi tía Yeyi (Estrella para losdesconocidos) acaba-bade cocinar mi dulce fa-vorito.Pero… eso solo lo hace en mi cumple. Y ese día no era mi cumple.Y no es que se hubie-ra confundido, porquellevo viviendo con elladesde que era un bebé y sabeperfectamente cuándo es mi cumple.Segunda señalIluso de mí, me senté a la mesa encantado de teneruna tarta de cumpleaños sin ser mi cumpleaños. Suenaa sueño hecho realidad, ¿no?Estaba tan emocionado que apenas me fijé en la cara de mi tía. Pero estaba seria. Seria de verdad.Ella, siempre siempre, tiene una sonrisa tan gran-de que ni su melena anaranjada puede tapar.
11Tercera señalDetrás de mi tía, vi dos maletas en el pasillo. Las dos maletas que solemos guardar en el trastero. Pero, claro, en vez de ponerme en lo peor, pensé que había estado haciendo limpieza.Mi tía a veces se pone muy tiquismiquis con el polvo. Lo limpia a conciencia, mientras sus pen-dientes se mueven como si fueran yoyós. Muchas veces lleva los mismos, con forma de estrella. Que quede claro que es astrónoma.¡Quién me iba a decir que me iba a soltar unaNOTICIA BOMBA!Sin saber la que me venía encima, me zampémedio trozo de tarta de una tacada, incluidos los arándanos. ¡Qué riiiiiica!Estaba yo tan tranquilo masticando, con los mo-fletes hinchados en modo hámster, cuando mi tía carraspeó.—Verás, cariño… Tengo que hablar contigo.
Ahí sí. Ahí sí me di cuenta de que algo no iba bien.(Mejor tarde que nunca, ¿no?).La miré con expectación.—Me ha salido un trabajo en un observatorio de estrellas —empezó a contar, mientras mareaba a los pobres arándanos por el plato—. Pero… está en un pueblo del valle, al norte —me explicó, apretando tanto un arándano que al final salió disparado—. Así que… nos vamos a mudar. —¿QUÉÉÉÉÉÉÉÉÉ?—exclamé, saltando de la silla como si me hubieran puesto un muelle en el culo—. PERO ¡¡¿POR QUÉ?!!—Porque queda justo debajo de la constelación Morti. ¡La que llevo años investigando! —explicó.
1313—Pero ¿por quéééééé? ¿Qué tienes que investi-gar? ¿Olor a pedo en el ambiente? ¿Aburrimiento anormal? —No sé si se nota, pero estaba más enfa-dado que un gato a la hora del baño. —Es una oportunidad única, cariño —añadió mi tía, sonriendo, como intentando contagiarme el buen humor. Aunque lo único que me podía conta-giar en ese momento era un catarro—. Ya verás la casa. ¡Es preciosa! Está muy cerca de un bosquecito. Aunque necesita unos arreglillos…Lo que me faltaba. Ahora iba a tener que lim-piar una casa en ruinas en medio de un bosqueen mitad de un valle abandonado. ¿Es que era unapesadilla?
1414—Y ya verás cómo haces muchos amigos. Bueno, al menos algunos. Estoy segura de que de los 83habitantes del pueblo, 10 como mínimo son niños…¡¿QUÉ?!OH, NO. OH, NO, NO, NO, NO.Me sentía como si me explotasen fuegos artifi-ciales en la tripa. ¿Qué haría yo en un pueblo casisin gente? A mí, que me gusta más la ciudad que aBatman. Que me flipan el cine, y el centro comer-cial, y el parkour.¿Quién puede hacer parkouren el campo? ¡Solo hay piedras y flores! Y hablandode flores… ¡Si hay flores, hay bichos! ¡Y yo ODIOlosbichos!
1515Intenté convencer a mi tía, pero todo fue inútil.Estaba decidida a arrastrarme a aquel agujero…,y no podía hacer nada para remediarlo.Aunque ni ella ni yo teníamos ni idea de lo que nos esperaba.
1717Sin comerlo ni beberlo ya estábamos en la carretera camino de mi nueva (y seguro que horrible) vida. Lo bueno es que, por lo menos, viajábamos en nues-tra furgo, que ME FLI-PA. La Chachimóvil, como la llamamos, es enorme, y tiene dos colores: la mitad inferior es azul, y la mitad superior, roja. ¡Una pasada! Y tiene unos asientos comodísimos que se pueden poner a un montón de alturas distintas. De hecho, yo podría conducirla, ya que bajando el asiento a tope llego a los pedales; pero mi tía dice que no la podré llevar hasta que no tenga tres mil millones de años o algo así, como los fósiles.
2
Bienvenidos al peor lugardel universo
En fin, allá íbamos en la Chachimóvil. Dentro lle-vábamos todas nuestras cosas, así que iba cargadahasta los topes; en serio, si hubiera desayunado una tortita más esa mañana, yo mismo no habría entra-do. Por suerte, gracias a la obsesión de mi tía porelorden y la limpieza, las cajas parecían una partida de Tetris perfecta. —¿Qué te pasa? No has preguntado en todo elviaje si falta mucho para llegar, es raro en ti —mepreguntó la tía Yeyi, mientras se desviaba por uncamino lleno de baches. Había tantas piedras quebotábamos como si fuera una cama elástica.—Porque eso se pregunta cuando se tienen ganas dellegar —le contesté de mal humor, y aparté la mirada.Entonces, me fijé en los panfletos de una inmobi-liaria que había en el asiento de al lado. La mayoríade ellos eran de casuchas del tiempo de los dinosau-rios, pero había una que no tenía mala pinta. Ningu-na mala pinta. Era blanca, modernísima, y tenía un
césped tan grande que parecía un campo de fútbol.Igual podía organizar partidos de fútbol con los otrosniños, ¡o hasta un torneo mundial!Oye, ¿y si, después de todo, vivir allí tenía sus ventajas?¡TIRURÍ, TIRURÍ, TIRURÍ!El móvil de mi tía me sacó de mis ensoñaciones.—Buf, es el agente inmobiliario, ¡qué pesado!—comentó colgando directamente—. ¡Me ha llamadopor lo menos treinta veces en dos días! —Después, se-ñaló con el dedo para que mirase—. Mira, ya hemosllegado al pueblo.Seguí su dedo y vi el cartel del pueblo.No me lo podía creer.MALROITO
20—¿De verdad? ¿El pueblo se llama Malrollito? ¿ENSERIO?—pregunté—. ¿No encontraron un nombremejor, tipo «Nuncavengas» o «Saldeaquícorriendo»?—Venga, cariño. No seas tan negativo. Ya ve-rás como el pueblo te «mola mazo» y te «flipaque alucinas» —me dijo la tía Yeyi, que siempreusaba esas expresiones para intentar hacerse lamoderna, ¡como si alguien hablase así en nuestrosiglo!Me asomé para ver el pueblo, pero lo atrave-samos sin pararnos, hasta llegar a las afueras.Luego, nos desviamos por un camino de cabras y,después, pasamos un bosque de pinos muy fron-doso y oscuro. (Menos mal que era de día, porquesí que daba un poco de «Malrollito», haciendohonor al nombre del pueblo). Luego, por fin, lle-gamos a la casa.Antes de bajarme de la Chachimóvil, miré por el retrovisor para ver si venían coches. Y entonces…—Pero ¿qué…?Había una niña junto a la verja de la casa, medio agachada. Pero, en cuanto me vio, se levantó y salió por patas.Miré alrededor, y no vi a nadie más. Me extrañó que estuviera sola y tan lejos del pueblo. Pero, bueno,
2222supongo que buscaban cualquier excusa para salirde allí e intentar no morirse del aburrimiento… ¡BRUUUM! De repente, un cochazo rojo, descapotable, apa-reció en la carretera y aparcó justo a nuestro lado. El conductor, un tipo alto y delgado, se bajó a la vez que saludaba con la mano y enseñaba unos dientes blanquísimos, deslumbrantes. ¡Parecían linternas! Pero eso no era todo. Iba muy repeinado y su ele-gante traje acababa en unos zapatos tan brillantes que necesitabas gafas de sol para mirarlos.Imagínate a alguien vestido así en mitad de un poblacho rodeado de montañas, vacas y cabras. ¡Pega menos que el brócoli con chocolate!