Investigaciones de un perro - Kafka Franz - E-Book

Investigaciones de un perro E-Book

Kafka Franz

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Beschreibung

Las Investigaciones de un perro carecen de esa tristeza y oscuridad tan distintivas de la obra de Kafka. La narración es, más bien, el documento de una crisis personal y artística. En la primavera de 1922, Kafka le cuenta a su amigo Robert Klopstock en una carta que para "salvarse de lo que se conoce como nervios" había vuelto a escribir. Unos meses después, tuvo que dejar de trabajar debido al estado de su salud. La actividad artística, uno de los temas de más peso en su obra, se instaló en su vida con una doble urgencia existencial: tenía el tiempo que siempre quiso para dedicarse a la escritura y, al mismo tiempo, la conciencia –y quizá la certeza– de que no viviría mucho tiempo más. En las Investigaciones, Kafka canaliza esa experiencia en una narración que explora la condición "burguesa" del trabajo y su antinomia, la artística. Múltiples son las lecturas que se han hecho de este relato en clave de parábola e, incluso, de fábula, entre otras. Pero una de ellas merece nuestra atención. La idea central que subyace a la construcción de la historia es sencilla: en el texto, los perros y, sobre todo, el perro investigador-narrador no conocen la existencia de los humanos. Si uno corrige este punto ciego en su percepción e interpretación de la realidad, los "enigmas de la existencia" que tanto atormentan al narrador se podrían decodificar fácilmente: los misteriosos "perros músicos" no son más que animales entrenados de un circo; los inentendibles "perros del aire" son perros toy que sus dueños llevan en brazos; el perro "cazador" es simplemente un perro amaestrado para la caza; el alimento, cuya fuente el narrador investiga con tanto ahínco, es simplemente arrojado a los perros por los humanos. La obra podría resumirse con esta simple analogía: perros-humanos = humanos-X. Sin embargo, en Kafka, X no puede ser simplemente equiparado con "Dios". Más bien, X sigue siendo una entidad desconocida que trasciende nuestro potencial cognitivo.

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Investigaciones de un perro

Investigaciones de un perro

Franz Kafka

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Investigaciones de un perro

Kafka, Franz Investigaciones de un perro / Franz Kafka - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Buchwald Editorial, 2020.

Archivo Digital: descargaTraducción de: Enrique Salas.ISBN 978-987-47103-7-6

1. Narrativa checa. 2. Perros. 3. Reflexiones. I. Salas, Enrique, trad. II. Título.

CDD 891.863

Título original: Forschungen eines Hundes, 1922.

© Buchwald Editorial, 2020

Buchwald Editorial

Buenos Aires / Argentina

[email protected]

www.buchwaldeditorial.com

Digitalización: Proyecto451

Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización escrita de los titulares del “Copyright”, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, incluidos la reprografía y el tratamiento informático.

Inscripción ley 11.723 en trámite

ISBN edición digital (ePub): 978-987-47103-7-6

¡Cómo cambió mi vida! Y, en el fondo, no cambió en nada. Cuando pienso en el pasado, en el tiempo en que aún vivía entre perros, cuando sus preocupaciones eran las mías, cuando era un perro más, encuentro, al pensarlo con más detenimiento, que siempre hubo algo que no estaba bien, que algo estaba imperceptiblemente roto, un ligero malestar que me invadía durante las celebraciones populares más solemnes, incluso, a veces, en compañía de mis conocidos más íntimos; no, no era a veces, sino con frecuencia; bastaba con mirar a un conocido, mirarlo como si fuera la primera vez, para hacerme sentir incómodo, asustado, indefenso, sí, miserable. Hasta cierto punto, intenté tranquilizarme; algunos amigos, a quienes se lo había confesado, me ayudaron, y volvieron los tiempos de tranquilidad… tiempos, sin embargo, en los que siguieron aquellos sobresaltos, pero los recibía con más resignación, y poco a poco fueron incorporándose a mi vida; me provocaban tristeza y cansancio, pero, al menos, podía seguir siendo un perro normal, eso sí, algo frío, reservado, tímido, calculador. ¿Cómo habría podido alcanzar la edad que tengo ahora sin aquellos periodos de alivio, cómo habría podido alcanzar la paz con la que contemplo los horrores de mi juventud y soporto los horrores de la edad, cómo habría podido conocer mi naturaleza que, reconozco, era la de un ser infeliz o, para ser más preciso, no muy feliz, y vivir casi totalmente conforme a ella? Así vivo, aislado, solitario, ocupado exclusivamente en mis pequeñas, desesperanzadas, pero imprescindibles investigaciones. De todos modos, no me desvinculé de mi pueblo, con frecuencia me llegan noticias y, a veces, hay algún intercambio. Me tratan con respeto, no comprenden mi conducta, pero no les molesta, e incluso los perros jóvenes que veo correr a lo lejos, una nueva generación de cuya infancia sólo me quedan recuerdos vagos, no me niegan un saludo respetuoso.

Hay que tomar en cuenta que, a pesar de mis evidentes particularidades, nunca abandoné la especie. Es curioso, pero si se lo piensa bien –y tengo tiempo, voluntad y la capacidad para hacerlo–, el mundo canino es enormemente rico. Además de nosotros, los perros, hay cuatro tipos de criaturas en todas partes, seres pobres, insignificantes, mudos, que se limitan sólo a emitir ruidos. Muchos perros los estudian, les han puesto nombres, intentan ayudarlos, educarlos, darles una existencia digna y cosas por el estilo. A mí, mientras no me molesten, me son indiferentes; no puedo distinguirlos, no les hago caso. Sin embargo, algo en ellos es demasiado extraño como para que no merezca mi atención: me sorprende lo poco solidarios que son entre ellos en comparación a nosotros, los perros, con cuánta indiferencia y frialdad, sí, hasta con cierta hostilidad, se ignoran, y solo los intereses más básicos son capaces de unirlos en algo, por lo menos, de forma superficial; pero incluso estos no generan más que odio y disputas. ¡Qué distintos a nosotros! Se puede afirmar que vivimos en una única manada, todos, independientemente de las innumerables y profundas diferencias que surgieron entre nosotros a lo largo del tiempo. ¡Todos en una sola manada, unidos! y nada nos puede impedir que sigamos ese impulso; todas nuestras leyes e instituciones, las pocas que aún conozco y las innumerables que olvidé, tienen su origen en el anhelo de aquella dicha suprema, la cálida convivencia. Ahora bien, consideremos la otra cara de la moneda. Ninguna criatura –hasta donde sé– vive tan dispersa como nosotros los perros, ninguna otra tiene tantas diferencias de clase, de tipo, de ocupaciones; nosotros que queremos mantenernos juntos –y que, a pesar de todo, a veces lo logramos en momentos de exaltación–, precisamente nosotros, vivimos tan separados los unos de los otros; a menudo, ejercemos profesiones incomprensibles para nuestro semejante; nos aferramos a leyes que no son propias del mundo canino y que, más bien, están dirigidas en su contra. Es un asunto complejo que uno preferiría no tocar –entiendo muy bien ese punto de vista, incluso mejor que el mío– y, sin embargo, es un asunto al que me entrego por completo. ¿Por qué no hago como los demás, vivo en armonía con mi pueblo y acepto en silencio aquello que perturba esa concordia?, ¿por qué no lo ignoro como si fuera sólo un error insignificante en el gran cálculo?, ¿por qué no busco aquello que nos une en felicidad, en lugar de aquello que irremediablemente nos separa como pueblo?