Jesús, el primer indignado - Carlos Abad - E-Book

Jesús, el primer indignado E-Book

Carlos Abad

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Beschreibung

"Persigo un afán, que la conciencia se expanda y nos conceda más humanidad, que nos oriente hacia el repudio de todas las formas de violencia: las más evidentes y las maquilladas, como son los 'hurtos legales' en nombre del negocio perfecto, el abuso de poder, el reino de la impunidad, la crucifixión de la verdad." En una época de vínculos complejos entre sujeto y prójimo, en una sociedad que anestesia su empatía a fuerza de un narcisismo patológico, las reflexiones de este libro suenan a amparo en medio de la intemperie. Carlos Abad nos propone recuperar el sentido sagrado de la convivencia, de la equidad y de la esperanza. Una lectura que invita a cambiar indignación por amor, el mejor remedio para el alma.

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Seitenzahl: 87

Veröffentlichungsjahr: 2021

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Carlos Abad

Jesús, el primer indignado

Abad, Carlos

Jesús, el primer indignado / Carlos Abad. - 1a ed . - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Libros del Zorzal, 2016.

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: descarga

ISBN 978-987-599-458-4

1. Jesucristo. 2. Análisis de Políticas. I. Título.

CDD 230

Edición a cargo de Diana Paris / Espliego

Diseño de tapa: Gonzalo Lamas

Foto de tapa: geishaboy500 - www.flickr.com/photos/geishaboy500

© Libros del Zorzal, 2015

Buenos Aires, Argentina

Printed in Argentina

Hecho el depósito que previene la ley 11.723

Para sugerencias o comentarios acerca del contenido de esta obra, escríbanos a: <[email protected]>

Asimismo, puede consultar nuestra página web:<www.delzorzal.com>

Índice

Introducción | 9

Estas páginas… | 10

Primera parte

Jesús. El Maestro | 13

Allá lejos, en Galilea | 14

Segunda parte

El mercado | 35

Ayer fue la plaza… | 36

Tercera parte

Los ladrones | 59

La “solución siciliana” | 60

Epílogo | 75

A Raúl Caballero Yoccou, quien fuera testigo fiel y maestro con unavida coherente al servicio de Jesús.

He aquí un hombre que nació en una aldea insignificante.

Creció en una villa oscura.

Trabajó hasta los 30 años en una carpintería.

Durante tres años fue predicador ambulante.

Nunca escribió un libro.

Nunca tuvo un puesto de importancia.

No formó una familia.

No fue a la universidad.

Nunca puso sus pies en lo que consideraríamos una gran ciudad.

Nunca viajó más de trescientos kilómetros de su ciudad natal.

No hizo ninguna de las cosas que generalmente acompañan a los grandes.

No tuvo más credenciales que su propia persona.

La opinión popular se puso en contra suya.

Sus amigos huyeron.

Uno de ellos lo traicionó.

Fue entregado a sus enemigos.

Tuvo que soportar la farsa de un proceso judicial.

Lo asesinaron clavándolo en una cruz, entre dos ladrones.

Mientras agonizaba, los encargados de su ejecución se disputaron la única cosa que fue de su propiedad: una túnica.

Lo sepultaron en una tumba prestada por la compasión de un amigo.

Según las normas sociales, su vida fue un fracaso total.

Han pasado veinte siglos y hoy es la pieza central en el ajedrez de la historia humana.

No es exagerado decir que todos los ejércitos que han marchado, todas las armadas que se han construido, todos los parlamentos que han sesionado y todos los reyes y las autoridades que han gobernado, puestos juntos, no han afectado tan poderosamente la existencia del ser humano sobre la tierra como la vida sencilla de Jesús.

Phillips Brooks

(Predicador y obispo americano, Boston, 1835-1893)

Introducción

Cuando la Iglesia no sale de sí misma para evangelizar, deviene autorreferencial y entonces se enferma. Los males que, a lo largo del tiempo, se dan en las instituciones eclesiales tienen raíz de autorreferencialidad, una suerte de narcisismo teológico.

Jorge Bergoglio

Estas páginas…

El modelo se agotó, la sociedad sufre de un narcisismo patológico y la indignación crece. En medio de tanto desaliento, la voz del papa Francisco nos da amparo a la intemperie, remedio a los dolores del alma.

Este libro tiene un profundo espíritu bergogliano, y me regocija que así sea. Me guía su sencillez, espero estar a la altura de este propósito.

Me asiste su humildad: desde mi pequeña perspectiva, intento ser claro y amplio en mis conceptos.

Me ilumina su amistad, cultivada por años antes de su llegada al Vaticano, en tiempos de sus caminatas por las calles de Buenos Aires, las charlas compartidas, sus frases, que en mi recuerdo funcionan como un faro.

Jorge Mario Bergoglio, con sus más de siete décadas vividas, se propone cambiar el mundo desde la entrega y el amor, con valentía pero sin renunciar a su corazón de pastor, con su mano abierta ofreciendo su testimonio como alimento y reconfirmando cada día el llamado de Padre: servir a los más olvidados.

“Dejen las puertas abiertas de las iglesias, así la gente entra, y dejen una luz encendida en el confesionario para señalar su presencia, y verán que la fila se formará.”

Así les hablaba Francisco a los cardenales pocos días después de la elección de este hombre del barrio de Flores, de este jesuita amoroso, para ocupar el trono de Pedro.

En estas páginas estructuro mi pensamiento sobre cuatro pilares:

1. Jesús. El Maestro. Exégesis. Mercaderes en el templo. Jesús no tolera ese acto de profanación.

Quién es Jesús. El buen Maestro de Galilea, un rabí judío llega al templo y ve la profanación. El sublime reconocimiento a la bondad de Dios se adulteró y tornó lo sublime en mercancía. Jesús reacciona para proteger lo sagrado enfrentándose al capitalismo salvaje.

2. El mercado. “Han hecho de la casa de mi Padre, cueva de ladrones, casa de mercado.”

Desarrollaré la noción de “capitalismo funeral” esgrimida inteligentemente por Vicente Verdú. Analizaré qué es el mercado: ayer, transacción en la plaza; hoy cambió de rostro. ¿Dónde se domicilia? ¿Hay comercio justo? Palabras con sentido olvidado: recuperemos vocablos como transparencia, equidad, ética, satisfacción bilateral.

3.Los ladrones. La sociedad delictiva. Qué es un ladrón, quién es un ladrón.

Los ladrones bíblicos que rodearon a Jesús en la cruz. Los ladrones del presente: nueva fisonomía. Los ladrones de la confianza, del tiempo ajeno, de la energía; los apropiadores, caranchos y vampiros emocionales.

4. La cruz. Cristo muere en la cruz entre dos ladrones. Maldito todo aquel que muere en un madero. Reinaugurar la fe: resurrección.

Recuperar lo sagrado, limitar la voracidad y reencontrar la convivencia y el ejemplo de Jesús. Cristo resucitado es una sociedad nueva, de equidad, solidaria, con respeto por el prójimo.

Me inspira la vocación en la fe, el análisis de la realidad y la fuerza de la predicación. Persigo un afán: que la conciencia se expanda y nos conceda más humanidad, que nos oriente cada vez mejor hacia el repudio de todas las formas de violencia: las más evidentes y las maquilladas como son los “hurtos legales” en nombre del negocio perfecto, el abuso de poder, el sacrificio de la esperanza, el reino de la impunidad, la crucifixión de la verdad.

Que así sea.

Primera parte

Jesús. El Maestro

El Señor permanece fiel a su palabra. Él no se desdijo de su promesa de estar todos los días con nosotros hasta el fin del mundo. Hay hermanas y hermanos que con sus vidas nos piden por favor que no hagamos un rodeo y sepamos descubrir en sus llagas las del mismo Cristo.

Jorge Bergoglio

Allá lejos, en Galilea

Esa es la porción del mundo judío que los romanos llamaron Palestina, “la tierra vista desde el mar de los comerciantes”, o los philisteos, es decir, los“filisteos”, “los que comercian”, pues a través del Mediterráneo (Mare Nostro de los romanos) todo se llevaba y traía, se vendía y compraba, personas incluidas: los esclavos. Esta tierra sería un territorio más si la historia no le hubiera dado al más importante de sus hombres.

En esa tierra de comerciantes, Galilea era una región fértil, “granero” que abastecía a Roma en buena parte de sus veinte mil kilómetros cuadrados, pero sin ningún prestigio.

El historiador judío Flavio Josefo –que sabía con precisión los datos de la época, pues había servido como general para defender Galilea en el 66 d. C.– describe una zona verde, de clima agradable, de naturaleza pródiga (higueras, palmeras, nogales, olivos, “y los frutos más diversos”). Una verdadera sociedad agraria en los valles y pescadora cerca del lago. Pero unos y otros trabajos (los agrícolas y los pesqueros) estaban controlados por los recaudadores de impuestos.

Galilea estaba lejos del centro de culto que era Jerusalén, no tenía una clase dirigente que cuidara las tradiciones del sabath, la ley de Moisés y los ritos ancestrales propios de Judea, administrados por los sumos sacerdotes, pero vivía la religión de manera menos estricta sobre ciertas normas de pureza ritual.

El templo se vivía como “casa de Dios”, pero era también punto de reunión para la recaudación de dinero por diezmos o impuestos. Cuando nace Jesús, ya muchos judíos de Judea habían dejado a sus mayores y otros parientes para trasladarse a cultivar y habitar las tierras de Galilea. Es decir, la población mayoritaria de los contemporáneos de Jesús no eran griegos, ni romanos, ni “gentiles”, sino judíos cuyo centro espiritual provenía de una región geográficamente lejana: Judea. Pero aunque “subían” en peregrinaciones festivas y sociales a Jerusalén a visitar a abuelos y otros familiares, el acento arameo los diferenciaba sutilmente del hebreo hablado en la capital.1

Sin embargo, Galilea era un margen, una frontera, un más allá del centro de poder y religioso. Igualmente, sus habitantes se sentían parte del reino de Dios y mantenían la vieja oración de la mañana y de la noche como las tradiciones más grabadas en sus corazones: Shemá Israel (“Escucha, Israel”).

Ayer como hoy

¿Quién dijo que todo está perdido? Yo vengo a ofrecer mi corazón.

Fito Páez

En los “Evangelios de la infancia”2 no tenemos demasiados datos históricos, pero sabemos que nació en Nazaret, una pequeña aldea de la Baja Galilea, el campo, con apenas unos trescientos habitantes, a 350 metros de altura y lejos de toda carretera principal.

Y que pocos fueron conservando sus tierras, porque les eran arrebatadas, y se transformaban en esclavos o huían al mar. Para los galileos, el mar era “lo menos malo”, no lo bueno. Era símbolo de haber abandonado los cultivos para dedicarse a tareas propias de los hombres del imperio: navegar para sobrevivir. Y a la fuerza se hicieron pescadores. Todavía hoy, ayunar implica comer pescado, la comida de los pobres.

¡Cuánta humillación arrastra la historia desde hace siglos! Tan diferente y tan igual a tantas situaciones actuales…

¿Cómo no actuar? ¿De qué manera perma-necer inmóviles al lado del camino mientras se llevan a mis antiguos vecinos como esclavos? ¿Y –si como dijera el poema de Brecht– mañana fuera a mí que me toca ser arrestado?…

Qué difícil mantener la pasividad, la indiferencia.

Ser un indignado es reaccionar ante las jerarquías que aprisionan, ser un servidor, ser uno más: confesarse como lo hizo el Papa Francisco en abril de 2014, asombrando al mundo, arrodillado ante un sacerdote atónito por el gesto humilde del Sumo Pontífice. Gesto de acercamiento que los argentinos conocemos de cuando era el cura Jorge o el padre Bergoglio y lavaba los pies a los presos o a los enfermos, asistía a asambleas para denunciar la trata de personas o desmantelar talleres clandes-tinos donde se explotaba a niños y niñas.

Ante esas profanaciones, ¿cómo no indignarse? ¿Cómo callar el terremoto que nace en las entrañas?

Los griegos usaban un verbo maravilloso para decir ese revoltijo de intestinos, dolor de corazón y vientre hecho nudos: esplagjnizomai3