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La academia es una comedia teatral del autor Pedro Muñoz Seca. Como es habitual en el autor, la pieza se articula en torno a una serie de malentendidos y situaciones de enredo contados con afilado ingenio y de forma satírica en torno a las convenciones sociales de su época. En este caso, la trama se articula en torno a los celos de una señora de clase alta hacia su marido.
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Seitenzahl: 98
Veröffentlichungsjahr: 2020
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Pedro Muñoz Seca
JUGUETE CÓMICO EN TRES ACTOS
Saga
La academia Pedro Muñoz SecaCover image: Shutterstock Copyright © 1930, 2020 SAGA Egmont All rights reserved ISBN: 9788726508314
1. e-book edition, 2020
Format: EPUB 3.0
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Droits de representation de traduction et de reproduction réserves pour tous les pays, y compris la Sude, la Norvége et la Hollande
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Queda hecho el depósito que marca la Ley.
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Derecha e izquierda las del actor.
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Habitación bonitísima y amueblada con sumu elegancia, en casa de don fausto madrid , Dos puertas en cada lateral. La que sirve de entrada, a la izquierda, primer término. En el foro, un balcón con cristaleras. Es de noche. Epoca actual. La acción en Madrid, en el mes de Mayo.
(Están en escena simona , Y roberta , dos señoras muy elegantes. roberta , en plan de visita. simona la dueña de la casa, es una señora muy nerviosa, algo neurasténica. Al levantarse el telón reprime unos sollozos, que más bien parecen un agudísimo hipo.)
Rob. Vamos, Simona, tranquilízate. No debes permitir que los nervios te dominen de ese modo. El doctor tiene muchísima razón. Todo eso que padeces no es más que un poco de neurastenia.
Sim. Si estoy conforme, Roberta; pero es horroroso lo que me ocurre. Me ha dado por tener unos celos de mi marido que no puedo vivir.
Rob.(Riendo .) ¡Celos de Fausto! ¡Pero, por Dios, querida Simona!
Sim. Figúrate; celos de él, que es el ángel de la fidelidad. Mira, el jueves salió antes de cenar; cuando volvió le asomaba por un bolsillo el pico de un papel y caí redonda, porque me figuré que era una carta de amor.
Rob. ¡Simona!
Sim. Cuando volví en mí le registré con mano tembleante, ¿y qué dirás qué era lo que a mí se me había antojado una misiva amorosa?
Rob. No imagino.
Sim. Octavo quilo de queso Gruyere.
Rob. ¡Qué plancha y qué poco queso!
Sim. Cuando asombrada me encontré con aquel queso, que tenía por cierto siete ojos que mermaban el octavo...
Rob. ¿Cómo el octavo?
Sim. El octavo de quilo, lloré avergonzada, y diciéndome: ¡Dios mío! ¿Cómo he podido dudar de este santo? ¿Cómo no adiviné que era Gruyere? ¿Cómo no me lo dijeron los ojos?
Rob. Chica, qué martirio.
Sim. Pues así llevo tres semanas.
Rob. ¡Pobre Fausto!
Sim. Tienes razón; yo, dudando de él, y él, por no estar ocioso, trabajando como un astur en esa academia de noruego que ha establecido recientemente.
Rob. ¿Una academia de noruego?
Sim. Sí: hace unos meses se le ocurrió fundar esa academia, que a mí me ha parecido muy bien, porque es un negocio no solo decente, sino docente.
Pat. (Doncella de la casa, por la primera puerta de la derecha .)¿Señora?
Sim. ¿Qué hay, Patricia?
Pat. ¿La señora va a tomar aquí la tila?
Slm. Sí.
Pat. Lo preguntaba porque son las nueve y le toca el valerianato.
Sim. Es verdad. (A ROBERTA.) Acompáñame al comedor.
Rob. ¿Tomas el valerianato?
Sim. Sí. pero como si nada. Lo mejor que me sienta es el azahar. Tomo una de agua de azahar que ya me sirven gratuitamente el "Blanco y Negro". (Se van por la primeraderecha. )
(Queda un momento la escena vacia. Por la segunda puerta de la derecha entran en escena de puntillas y guardando todo género de precauciones, FAUSTO Y BIENVENIDO, dos señores de buena presencia y de buena ropa.)
Faus. (A media voz. ) ¡Calla!
Bien. Pero…
Faus. Es que se han trasladado al comedor y como el despacho está en la pieza inmediata podían oirnos. Aquí estamos más seguros.
Bien. Bueno, pero …
Faus. (A media voz.) ¿Qué?
Bien. Pero Fausto...
Faus. Ponme una mano sobre el corazón.
Bien. (Lo hace.) ¡Caramba! Es un sidecar con la magneto disparando.
Faus. Pues así me paso los días y las noches, amado Bienvenido.
Bien. ¿No tomas bromuro?
Faus. Sí, pero como si tomara agua del Berro.
Bien. ¿Por qué no pruebas el éter?
Faus. Lo probé, pero no me gustó.
Bien. Bien, allá tú; pero por los clavos de Cristo, amigo Fausto, que llevo tres cuartos de hora delante de tí, y unas veces porque te da el hipo, otras por que te levantas a escuchar y otras por que te pones la mano sobre el corazón y me dices "se me va a hacer cisco", no me has explicado aún la causa de este nerviosismo que padeces. ¿Es que también tú estás neurasténico?
Faus. ¡Ojalá!
Bien. Bueno, en serio, querido Fausto, o tú me explicas la causa de tu sobresalto o no vuelves a verme el pelo de la ropa.
Faus. Tienes razón. Verás: Yo llevo varios años de casado; mi mujer tiene cuarenta y dos, yo cuarenta y nueve, y de cuarenta y nueve llevo quince...
Bien. ¿Cómo quince?
Faus. Llevo quince siendo un modelo de fidelidad.
Bien. Me consta. ¿Sabes cómo te llama mi mujer? San Tranquilino, mártir, en el Anfiteatro romano.
Faus. Chico, qué cosa más larga me ha puesto.
Bien. Sí, ella es algo ampulosa.
Faus. (Tras un suspiro .) Pues hoy puede quitarme el Tranquilino y el romano y el mártir, y si gusta puede dejarme en el Anfiteatro, en clase de fiera, que no me iré; porque hoy, amigo Bienvenido, soy un abyecto, un trapisondista, un ente despreciable.
Bien. ¿Tú?
Faus. Escucha y espántate. Hace cuatro meses conocí en el Colonial a un sujeto apellidado Calahorra que, vamos, le vi yme dije: este debe ser el que pasa el cepillo a los fieles de San José. Todo afeitado, modesto en el vestir y con una de esas caras de tristeza que dan lástima.
Bien. ¿Y qué?
Faus. Nada, que entabló conversación conmigo, y que si usted conoce la catedral de Burgos, que si ha estado usted en la Seo, si reza usted al acostarse; vaya, que yo pensé, éste es de los que van al cielo derechitos. Le pagué un entrecote que se había comido, y salimos a la calle dispuestos a dar juntos un paseo. ¡Chico, qué hombre! Se sabía de memoria los nombres de todos los papas y papisas que ha habido y me contó la vida de San Francisco el Grande, de un modo, que si me coge a los veinte años, hoy día voy por Madrid con cerquillo, hábito de estameña y enseñando los juanetes.
Bien. ¡Qué tío! Continúa, que me interesa.
Faus. Bueno, pues nos sentamos un rato en Recoletos y va y me dice: "amigo Madrid: he simpatizado con usted porque es usted cristiano". ''En efecto, le dije yo. Todos los domingos oigo Misa de nueve en San Ginés" — "Entonces será usted aficionado a imágenes antiguas, ¿no? ¡Hombre!...Se lo pregunto porque una prima mía tiene un San Roque del siglo trece, que es una maravilla" — Bueno, y a qué cansarte: al día siguiente iba yo con Calahorra a casa de su prima, una mujer, querido Bienvenido, como para verla y quedarse cataléptico.
Bien. ¿Tan guapa era?
Faus. ¿Cómo guapa? Archi-ultra-super-colosalísima. Yo, no te lo niego, al ser presentado a ella quedé mudo de espanto, quise balbucir un "tantísimo gusto" y sólo se escapó de mi garganta un sonido gutural, y. asómbrate, ella clavó en mí sus ojos mahometanos y elevándolos luego hacia la altura con mística unción, murmuró como un rezo: "Qué tío tan castizo"
Bien. ¡Mi madre!
Faus. Sí, amigo del alma. Cupido cegato había disparado al mismo tiempo dos flechas.
Bien. Nada, que os enamorasteis como Claudia y Casildo.
Faus. No recuerdo a esos célebres amantes.
Bien. No, si Claudia es una cuñada mía y Casildo un sevillano fabricante de toldos, que tiene muy buena sombra y que están enamorados de un modo que llevan casados once años y, pásmate, de la vajilla que les regalamos el día de la boda, tienen todavía una salsera y un plato de postre.
Faus. Pues me río de Romeo y Julieta.
Bien. Escucha, ¿y sigues enamorado?
Faus. Como un loco, querido Bienvenido; un amor platónico, estúpido si quieres, pero un amor que constituye mi vida.
Bien. ¿Y dónde vive tu ensueño?
Faus. Aquí mismo: en el piso de arriba.
Bien. ¡Pero Fausto!
Faus. Te parece una temeridad, ¿no? Pues es todo lo contrario. Antes, cuando Clara, porque así se llama, vivía en la calle del Turco, cada vez que entraba yo en su casa me costaba hora y medía de sobresaltos. ¿Me verán? ¿No me verán? Un martirio, chico; pero ahora, figúrate: salgo de casa, doy la vuelta a la manzana, vuelvo a entrar y a nadie le choca.
Bien. ¡Claro! Y escucha, ¿la ves diariamente?
Faus. Todas las noches, a las diez. Hoy vas a venir conmigo: quiero que la conozcas.
Bien. ¿Y cómo justificas tus salidas nocturnas?
Faus. De un modo que no se le hubiera ocurrido a Conan Doyle, que esté en gloria.
Bien. Me intrigas.
Faus. Pues verás: Como yo tengo nociones de francés, le he dicho a mi mujer que he fundado una academia de noruego.
Bien. ¡Carambola!
Faus. Yo supe casualmente que en la calle de la Esperancilla, 15 y 17, existía un centro de la juventud madura republicana, donde entraba y salía mucha gente y me dije: "esa es mi academia". He hecho creer a Simona que es una gran academia de lenguas, cuya instalación me ha costado un pico, y que tengo catorce alumnos a los que estoy enseñando el noruego.
Bien. ¡Qué bárbaro!
Faus. Ha sido una gran ocurrencia, porque cada vez que Clarita desea verme, me manda un recado diciéndome: que se llegue D. Fausto a la academia en el acto, que tiene que resolver un conflicto.
Bien. Escucha: ¿y no se le ha ocurrido a tu mujer ir una noche a buscarte o mandarte alguna razón?
Faus. Pero, ¿por qué crees tú que tengo el corazón que se me hace cisco. Bienvenido? Pues por eso; porque el día que descubra que lo de la academia es una bola, figúrate.
Bien. Ya lo creo, y con lo neurasténica que está, se volverá loca, Fausto.
Faus. ¿Crees tú?
Bien. Estoy segurísimo. Ella, ¿es celosa?
Faus. Antes no lo era, pero ahora no sé con quién comparártela. Otelo fué un canónigo.
Bien. Pues procura que no se entere de nada, porque podrías causarle la muerte.
Faus. ¡Bienvenido!
Bien. O quién sabe si en un acceso te mataría ella a tí. (Gritos y vocesdentro.) ¡Carambola!
Faus. (Llevándose una mano al corazón.) ¡Ya!
Bien. ¿Qué será?
Faus. (Nerviosísimo.) ¡Ya se ha enterado! (Nuevas voces.)
Bien. ¡Mi madre!
Faus. ¡Ay mi corazón!
Patricia(Por la primera puerta de la derecha.) ¡Señorito!...
Faus. ¡Qué!
Patricia