La agonía del Eros - Byung-Chul Han - E-Book

La agonía del Eros E-Book

Byung-Chul Han

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Beschreibung

La proclamación neoliberal de la libertad se manifiesta en realidad como un imperativo paradójico: sé libre. Domina una economía de la supervivencia en la que cada uno es su propio empresario. El neoliberalismo, con sus desinhibidos impulsos narcisistas del yo y del rendimiento, es el infierno de lo igual, una sociedad de la depresión y el cansancio compuesta por sujetos aislados. Los muros y las fronteras ya no excitan la fantasía, pues no engendran al otro. Dado que el Eros se dirige a ese otro, el capitalismo elimina la alteridad para someterlo todo al consumo: la exposición como mercancía intensifica lo pornográfico, pues no conoce ningún otro uso de la sexualidad. Desaparece así la experiencia erótica. La crisis actual del arte, y también de la literatura, puede atribuirse a esta desaparición del otro, a «La agonía del Eros».

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Byung-Chul Han

La agonía del Eros

Prólogo de Alain Badiou

Traducción deRaúl GabásAntoni Martínez Riu

Título Original: Agonie des Eros

Traducción: Raúl Gabás y Antoni Martínez Riu

Diseño de la cubierta: Ferran Fernández

Edición digital: José Toribio Barba

3.ª edición, 2023

© 2012, Matthes & Seitz Berlin Verlag, Berlin

© Del prólogo, 2015, Autrement, Éditions Flammarion, París

© 2023, Herder Editorial S.L., Barcelona

ISBN EPUB: 978-84-254-5084-6

3.ª edición digital, 2023

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro de Derechos Reprográficos) si necesita reproducir algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com)

ÍNDICE

REINVENTAR EL AMOR. PRÓLOGO DE ALAIN BADIOU

LA AGONÍA DEL EROS

MELANCOLÍA

NO PODER PODER

LA MERA VIDA

PORNO

FANTASÍA

POLÍTICA DEL EROS

EL FINAL DE LA TEORÍA

PRÓLOGOREINVENTAR EL AMORAlain Badiou

Lo que Byung-Chul Han atestigua vigorosamente en este libro es que el amor, entendido en el sentido fuerte que una larga tradición histórica le otorga, está amenazado, tal vez muerto, o en todo caso bastante enfermo: La agonía del Eros es justamente el título que el autor da a su libro. ¿Quién es, pues, ese enemigo bajo cuyos golpes el verdadero amor sucumbe? Es el individualismo contemporáneo, la preocupación por referirlo todo a su precio en el mercado, la dimensión del interés con el que hoy se organiza el comportamiento de los individuos. El amor, en el fondo de su verdad, es en efecto rebelde a todas esas normas del mundo contemporáneo —el mundo del capitalismo globalizado—, por la simple razón de que no es, en absoluto, un simple pacto de coexistencia agradable entre dos personas, sino la experiencia radical, tal vez la única que pueda serlo hasta tal punto, de la existencia del otro. Para desarrollar con éxito su demostración, Byung-Chul Han combina una especie de fenomenología del amor verdadero, sexualidad amorosa incluida, con una identificación multiforme de las distintas amenazas.

De un lado, la descripción vigorosa de la naturaleza de la experiencia absoluta de la alteridad; del otro, referencias dispersas y acusadoras a todo lo que aleja de esta experiencia, y hasta nos impide considerar su existencia y sus consecuencias.

Este ensayo es a la vez una demostración implacable de las condiciones básicas del amor verdadero: hay que tener el coraje del anonadamiento de sí mismo para poder descubrir al otro; y una especie de recorrido atento por todas las emboscadas y ataques con los que el mundo tal como es, interesado exclusivamente en la aprobación y la satisfacción narcisista, ahoga la posibilidad del Eros. El libro es en realidad cautivador, porque es justamente esa combinación improbable de una especie de rigor filosófico (termina con una impresionante cita de Deleuze) y una riqueza descriptiva inspirada en muy diversas fuentes.

En el primer capítulo hace uso del film de Lars von Trier, Melancolía, del cuadro de Brueghel (exhibido en el film), Los cazadores en la nieve, y de la música de Tristán e Isolda de Wagner para mostrar que la irrupción catastrófica de lo puramente externo, de lo totalmente otro, constituye, evidentemente, un desastre para el equilibrio habitual del individuo, pero un desastre que es también el goce del vaciamiento de sí mismo, ausencia de yo y al final también vía de salvación.

En el segundo capítulo, asistimos tanto a una severa crítica de Foucault, que valora la capacidad, el «poder» (como opuesto a la pasividad del saber), y por tanto en definitiva la performance, como a un elogio moderado de Lévinas y de Buber, que entrevieron —cito aquí a Byung-Chul Han— que «el Eros es, de hecho, una relación con el otro que está radicada más allá del rendimiento y del poder». Lo que no está en Foucault, y que Lévinas simplemente introduce, es en realidad —tesis central de nuestro autor— que «la negatividad de la alteridad, es decir, la atopía del otro, que se sustrae a todo poder, es constitutiva para la experiencia erótica». Encontramos ahí una fórmula sorprendente, que viene a ser la matriz de todo el libro: «El otro aparece solo a través de un no poder poder». La experiencia amorosa es toda ella un entramado de impotencia, precio que hay que pagar para cualquier revelación del otro.

El tercer capítulo transcurre por una sorprendente lectura de Hegel, en quien el autor descubre el poder del amor como nueva medida de lo absoluto. No hay absoluto sin negatividad absoluta. Pero solo en el amor el Espíritu puede asumir la experiencia de su propia aniquilación, y puede, como exige Hegel, permanecer «en sí mismo dentro de la muerte», ya que el amor verdadero asume que es necesario no ser ya nada para que el otro sea. Hegel, aquí, hace posible a Bataille, de quien el autor cita con agrado la terrible fórmula: «Podemos decir del erotismo que es la aprobación de la vida hasta en la muerte».

El cuarto capítulo —cuyo título es «Porno»— reanuda, con un nuevo marco, la clásica oposición entre erotismo y pornografía. Sirviéndose esta vez, a menudo críticamente, de Agamben y de Baudrillard, el autor muestra que la pornografía no es más que la profanación del Eros. Encontramos en estas páginas una brillante crítica de la exposición: «El capitalismo intensifica el progreso de lo pornográfico en la sociedad, en cuanto lo expone todo como mercancía y lo exhibe. No conoce ningún otro uso de la sexualidad. Profaniza el Eros para convertirlo en porno». Solo el amor consigue que lo erótico, el sexo, no sea exposición, sino ritualización, por cuyo medio se mantiene, en la desnudez misma, el misterio del otro, que la exposición contemporánea convierte en banalidad consumible.

El capítulo quinto nos hace viajar en compañía de Eva Illouz (Por qué duele el amor), de Flaubert, de Barthes y de algunos otros, para mostrar que la agonía del amor, que está lleno de las múltiples fantasías sobre el otro, se debe también a que el universo contemporáneo, capitalizado, es «el infierno de lo igual». El análisis aquí es muy profundo, muestra que las barreras, las fronteras, las exclusiones que produce el capitalismo, especialmente entre ricos y pobres, son efecto no de la diferencia sino de lo igual: «El dinero en principio lo hace todo igual. Nivela diferencias esenciales. Esos límites, como instituciones de delimitación externa y excluyente, eliminan las fantasías relativas al otro».

El capítulo sexto toca el vínculo entre amor y política. Despliega bellos análisis sobre Platón, sobre su concepción dinámica del alma, porque es el amor lo que la dirige hacia la Idea, que es lo opuesto a lo que el autor llama «sociedad del cansancio», fórmula sorprendente, muy ajustada a nuestro mundo tal como es. Este análisis da una interpretación exacta y vigorosa de mi propia fórmula según la cual «el amor es una escena del Dos», y por esa razón una especie de matriz política básica. El capítulo concluye con una reflexión sobre el poder de transformación del amor: «El Eros se manifiesta como aspiración revolucionaria a una forma de vida y de sociedad completamente diferente. Es más, mantiene en pie la fidelidad a lo que está por venir».

El capítulo final establece que el amor es necesario para la existencia misma del pensamiento: «Es necesario haber sido un amigo, un amante, para poder pensar». Así acaba este elogio del amor común unido a una crítica radical del mundo que lo rechaza: negarse al amor destruye el pensamiento.

Pienso que este pequeño libro concentrado y rico, tan sublime en su elogio de la alteridad como severo en su crítica del sujeto moderno, agotado, individualizado, «narcisista-depresivo», hace un llamamiento al debate. Por mi parte no haré más que allanar el camino: ¿estamos seguros de que a la concepción consumista y contractual de la relación con el otro no puede oponerse más que la sublimidad casi inaccesible de la abolición del yo para abrir el acceso al otro? ¿A la burda positividad de la satisfacción personal repetitiva hay que oponer la negatividad absoluta? Pensándolo bien, la concepción oblativa del amor, de la desaparición del yo en el otro, tiene una larga y gloriosa historia: la del amor místico de Dios, tal como podemos seguirla apasionadamente en los poemas de san Juan de la Cruz. ¿Pero es preciso continuar, después de la muerte de Dios, por este camino? Tal vez nos veremos obligados a ello. Tal vez la perspectiva de una construcción del mundo a partir del Dos del amor, de un mundo que ya no es ni el mío ni el del otro, sino el proyecto, vía un «nosotros dos» singular, de un mundo para todos, encontrará su propio camino. Tal vez el amor solo es transitoriamente la prueba absoluta de la negatividad, de la oblación del yo en beneficio del otro. ¿No hay, metafóricamente, una especie de ultraizquierdismo en toda esa presunción ilimitada, absoluta, de lo negativo y de la alteridad?

Tal vez la fidelidad amorosa sea, materialmente, el cruce laborioso, trabajado, universalmente válido, de dos olvidos combinados en beneficio de una realidad compartida.

Queda solo por decir que la lectura de este notable ensayo de Byung-Chul Han es una de las mejores experiencias intelectuales que puede haber para participar lúcidamente en uno de los combates más necesarios del momento: la defensa, esto es —como quería Rimbaud—, la «reinvención» del amor.

LA AGONÍA DEL EROS

MELANCOLÍA