La Aventura de los Seis Napoleones - Arthur Conan Doyle - E-Book

La Aventura de los Seis Napoleones E-Book

Arthur Conan Doyle

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Beschreibung

En "La Aventura de los Seis Napoleones", Sherlock Holmes investiga un extraño caso en el que alguien está destrozando bustos de Napoleón Bonaparte por todo Londres. Al principio, el vandalismo parece no tener sentido, pero Holmes pronto descubre un motivo más profundo que involucra una joya preciosa desaparecida y un astuto criminal. Con su característico razonamiento deductivo, Holmes descubre la verdad que se esconde tras la porcelana destrozada.

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Seitenzahl: 36

Veröffentlichungsjahr: 2025

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La Aventura de los Seis Napoleones

Arthur Conan Doyle

SINOPSIS

En “La Aventura de los Seis Napoleones”, Sherlock Holmes investiga un extraño caso en el que alguien está destrozando bustos de Napoleón Bonaparte por todo Londres. Al principio, el vandalismo parece no tener sentido, pero Holmes pronto descubre un motivo más profundo que involucra una joya preciosa desaparecida y un astuto criminal. Con su característico razonamiento deductivo, Holmes descubre la verdad que se esconde tras la porcelana destrozada.

Palabras clave

Vandalismo, Robo de joyas, Deducción

AVISO

Este texto es una obra de dominio público y refleja las normas, valores y perspectivas de su época. Algunos lectores pueden encontrar partes de este contenido ofensivas o perturbadoras, dada la evolución de las normas sociales y de nuestra comprensión colectiva de las cuestiones de igualdad, derechos humanos y respeto mutuo. Pedimos a los lectores que se acerquen a este material comprendiendo la época histórica en que fue escrito, reconociendo que puede contener lenguaje, ideas o descripciones incompatibles con las normas éticas y morales actuales.

Los nombres de lenguas extranjeras se conservarán en su forma original, sin traducción.

 

La Aventura de los Seis Napoleones

 

No era nada raro que el señor Lestrade, de Scotland Yard, nos visitara por las tardes, y Sherlock Holmes siempre agradecía sus visitas, ya que le permitían estar al tanto de todo lo que ocurría en la comisaría. A cambio de las noticias que Lestrade le traía, Holmes siempre estaba dispuesto a escuchar con atención los detalles de cualquier caso en el que estuviera trabajando el detective y, en ocasiones, sin interferir activamente, le daba alguna pista o sugerencia basada en su vasto conocimiento y experiencia.

Esa noche en particular, Lestrade había hablado del tiempo y de los periódicos. Luego se había quedado en silencio, fumando pensativamente su cigarro. Holmes lo miró con atención.

—¿Algo notable entre manos? —preguntó.

—Oh, no, señor Holmes, nada en particular.

—Entonces cuéntemelo.

Lestrade se rió.

—Bueno, señor Holmes, no tiene sentido negar que hay algo que me preocupa. Sin embargo, es un asunto tan absurdo que dudé en molestarlo con ello. Por otro lado, aunque es trivial, sin duda es extraño, y sé que usted tiene gusto por todo lo que se sale de lo común. Pero, en mi opinión, es más del ámbito del doctor Watson que del nuestro.

—¿Una enfermedad? —pregunté yo.

—Locura, en cualquier caso. Y una locura extraña, además. No creería que en estos tiempos haya alguien que odie tanto a Napoleón I como para romper todas las imágenes que ve de él.

Holmes se recostó en su silla.

—Eso no es asunto mío—dijo.

—Exactamente. Eso es lo que he dicho. Pero cuando un hombre comete un robo para romper imágenes que no le pertenecen, eso ya no es asunto del médico, sino de la policía.

Holmes se incorporó.

—¡Robo! Esto es más interesante. Cuénteme los detalles.

Lestrade sacó su libreta oficial y refrescó su memoria con las páginas.

—El primer caso se denunció hace cuatro días—dijo. —Fue en la tienda de Morse Hudson, que tiene un local para la venta de cuadros y estatuas en Kennington Road.

—El dependiente había salido un instante de la tienda cuando oyó un estruendo y, al entrar corriendo, encontró un busto de yeso de Napoleón, que estaba junto a otras obras de arte sobre el mostrador, hecho añicos. Salió corriendo a la calle, pero, aunque varios transeúntes declararon haber visto a un hombre salir corriendo de la tienda, no pudo ver a nadie ni encontrar ningún medio de identificar al sinvergüenza. Parecía uno de esos actos sin sentido de vandalismo que ocurren de vez en cuando, y así se informó al agente de policía de la zona. El molde de yeso no valía más que unos pocos chelines, y todo el asunto parecía demasiado infantil como para investigar en profundidad.

—El segundo caso, sin embargo, era más grave y también más singular. Ocurrió anoche.