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La barba de Carrillo es una comedia teatral del autor Pedro Muñoz Seca. Como es habitual en el autor, la pieza se articula en torno a una serie de malentendidos y situaciones de enredo contados con afilado ingenio y de forma satírica en torno a las convenciones sociales de su época. En este caso, la trama se articula en torno Plácido, señor potentado de cuarenta años y su enfrentamiento con la sociedad artística a la que pertenece. Toda la obra es una mofa abierta a la sociedad de la alta cultura y sus ínfulas.
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Seitenzahl: 124
Veröffentlichungsjahr: 2020
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Pedro Muñoz Seca
JUGUETE CÓMICO
en tres aotos y en prosa Estrenado en el TEATRO DE LA COMEDIA de Madrid, el 18 de setiembre de 1918
Saga
La barba de Carrillo
Pedro Muñoz SecaCover image: Shutterstock Copyright © 1918, 2020 SAGA Egmont All rights reserved ISBN: 9788726508307
1. e-book edition, 2020
Format: EPUB 3.0
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Droits de representation de traduction et de reproduction reservés pour tous les pays, y compris la Suede, la Norvege ét la Hollande.
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Queda hecho el depósito que marca la ley.
A S. M. el Rey Don Alfonso XIII
que honró con su presencia el estreno de esta obra.
El Autor.
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Despacho en casa del notario don Plácido Carrillo. Puerta con mampara en el primer término del lateral izquierda, dos puertas en el lateral derecha y un balcón con cristaleras en el foro. A ambos lados del balcón sendos estantes y en ellos perfectamente ordenados y numerados los legajos del protocolo. Hay en escena dos mesas de despacho; una amplia y sencilla a la izquierda, y otra lujosisima entre las dos puertas de la derecha. Ambas mesas con recado de escribir, libros y profusión de papeles. Un gran almanaque marcando el dia 2 de noviembre de 1918. Un par de butacas cerca del balcón y varias sillas de cuero completan la decoración. La acción en Madrid, en el d í a indicado y a las tres de la tarde. Izquierda y derecha, las del actor.
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(Al levantarse el telón están en escena placido y modesto . Plácido, protagonista de esta comedia, juguete o lo que sea, es un elegante y atildado señor como de cuarenta años. No gasta bigote, ni barba y se pela al rape. Usa monóculo. Modesto, oficial de la notar í a, tiene muy cerca de los cincuenta abriles. Viste ropa anciana, pero conservadísima; mucho brillo, muchas rodilleras, muchas coderas, pero ni una mancha, es hombre limpisimo. Usa lentes que apoya generalmente en la punta de la nariz, y habla... Bueno, de cómo habla, merece capítulo aperte. Más que hablar declama, pero declama en clásico, vamos al decir. Cuando tiene que replicar algo que él estima importante, levanta la cerviz, entorna los párpados, se sujeta bien los manguitos, porque los usa, y adoptando posturas beróicas, canta las frases. Es un oficial de notaría que está haciendo constantemente el « Alcalde de Zalamea. » Tiene puesta una gorra de una fealdad indescriptible. )
Plác. ¿También ese periódico dice algo?
Mod. Sí, señor; en la plana tercia, columna prima y bajo el epígrafe de «Notas brecológicas».
Plác. A ver: lea usted.
Mod. (Leyendo en un periódico cualquiera. )«Falleció ayer en esta Corte, a los noventa y siete años de edad, la virtuosísima señora doña Magdalena Palmada de Gallego, tía politica del celoso notario...»
Plác. ¡Y dale con lo de celoso!
Mod. «Del celoso notario don Plácido Carrillo. Tanto a éste como a su distinguida esposa, doña Marina Palmada de Carrillo, enviamos la expresión de nuestro pésame. El sepelio de la finada tendrá lugar hoy dos, a las diez.»
Plác. Es decir, que todo Madrid sabe que ha muerto la tía Magdalena.
Mod. ¡Bah! La gente no se fija ni lee estas cosas. Ya ve usted que al sepelio solo hemos asistido treinta y dos personas, a pesar de la reclame.
Plác. Sí; pero de todas las maneras; cómo voy yo esta tarde, amigo Modesto. No, no es posible. ¡Con una familia tan puntillosa, tan llena de prejuicios como la mía! ¡Y con este cobarde anónimo que tan vilmente me amenaza!... Porque si se enteran... ¡figúrese usted! En cualquier circunstancia, el disgusto sería de los de divorcio y viaducto, pero hoy, el mismo día del sepelio de la tía, cuando aún humean sus despojos... No, Modesto, no; hoy el disgusto seria cataclísmico.
Mod. Bueno, pero...
Plác. (Viendo que se abre la mampara. ) ¡Silencio!
Mod. Es Pasquín.
Pas. (Entrando. ) Con permiso.
(Es un muchacho de veinticinco años, escribiente de la notaría. Casi no tiene frente, pues entre las cejas tan anchas y pobladas como juntas y el nacimiento del pelo, media a lo más un centímetro. Es hombre de muchísimo pelo; un pelo crespo, áspero, indómito, no muy largo, pero espesísimo Su cabeza es un verdadero erizo, No usa bigote ni barba, pero hace cinco días que no se afeita. Su indumentaria es de un gran desaliño, pantalón negro, chaleco gris y americana tórtola. No pronuncia las erres. )
Plac. ¿Qué hay, Pasquín?
Pas. Un chico de un continental que tlae una calta pala aquí, (Por Modesto. ) y dice que se la quiele entlegal en plopia mano.
Plac. Bien: pues dígale que pase.
Pas. Sí, señol. (se va. )
Mod. Es extraño; jamás he recibido ningún continental y no imagino de quién pueda ser.
Chis. (Chico de un continental, entrando. ) Muy buenas.
Mod. Buenas tardes.
Chis. (Leyendo el sobre. ) ¿Don Modesto Coco?
Mod.Ego sum, garzon.
Chis. (Perplejo. ) Usté me dispense, pero si yo he entrao aquí es porque me lo ha dicho ese tartaja de ahí afuera.
Mod. Pero si soy yo; solo que te lo he dicho en latín: Ego sum garzon.
Chis. Pues por mi, dóminos vobiscum. (Dándole la carta. ) Tome usted.
Mod. Perfectamente; puedes retirarte.
Chis. Haga el favor de darme el sobre firmado.
Mod. ¿Reunes autógrafos?
Chis. (¡Caray, qué chusco ) Sí, señor.
Mod. Pues seré complaciente. (Rasga el sobre, lo firma y se lo da. ) Ahí va.(Al ver que Chispita no se mueve. ) ¿Esperas algo mas?
Chis. Lo que sea voluntad.
Mod. ¿Cómo?
Chis. Que hay algunos, que además de la firma...
Ya usté me entiende.
Mod. Bueno, hombre, trae, trae... ¡Qué trabajo me cuesta!... (Le coge el sobre. ) Te pondré un pensamiento bonito (Escribe. )
Plác. (¡Este Coco es de una infantilidad!)
Chis. (Quemado. ) (Que no me dé propina, mal está, pero que encima me tome el pelo..)
Mod. Ya está Lee.) «Para que exista la belleza, es necesario que exista la fealdad. Coco». Ea: toma y lárgate. (Le da el sobre )
Chis. (Este tío va a Leganés y lo nombran alcalde.) Quedarse con Dios. (Haciendo mutis por la izquierda. ) (A ver si le saco algo al de ahí afuera. (Mutis. )
Mod. (Leyendo la carta. ) ¡Don Plácido!
Plác. ¡Qué!
Mod. Carta de la Sociedad.
Plác. ¿Y qué? diga.
Mod. Cataclísmico, como usted dice. Lea usted.
(Le da la carta. )
Plác. (Leyendo nerviosamente. ) Amigo Modesto: Lo que pretende el señor Carrillo es de todo punto imposible. La velada ni puede suspenderse ni aplazarse. Si el señor Carrillo insiste en su actitud, nos veremos obligados a decir al público la verdad aunque a él le perjudique. Iremos dentro de un rato a convencerle. Por la Sociedad artística «La sotana de Moreto», el secretario, R. Villamil Amores. (Desalentado. ) ¡La verdad! Es decir el descrédito a los ojos de mi familia, la pérdida de mi tranquilidad, mi ruina moral. Y todo por culpa de usted, Coco, por culpa de usted.
Mod. ¡Don Plácido!...
Plác. Sí: usted me embaucó, y me inició y me inoculó de este virus artístico que ahora va a ocasionar mi ruina; porque ¿me quiere usted decir qué hago? Si no trabajo estos bestias son capaces de hacer lo que dicen, y si trabajo, ¿quién me responde de que ese anónimo amenazante no ha de cumplir lo que promete? ¡En qué situación me veo por culpa de usted!
Mod. Algún día tenía que ocurrir eso don Plácido. Riña usted la batalla y sea lo que Dios quiera. Usted no ha nacido para enmohecer su cerebro con el negro hollín de un vulgar protocolo, sino para asombrar a las genera ciones con el divino fuego de su arte. Porque usted — no es coba, don Plácido; Coco no cobea — yo ante usted me descubro. (Se quita la gorra. ) Porque usted es un Vico, como yo, modestia aparte, soy un Calvo. (Conviene que Modesto lo sea en efecto. )
Plác. Yo seré todo lo Vico que usted quiera, pero antes que nada soy notario y amante de la tranquilidad de mi hogar. Y si mi sobrino Pelayo, a quien acabo de llamar por teléfono, no me saca de este apuro, si por culpa de usted padece mi reputación y se trunca mi vida, le juro, señor Coco, que haré una última tragedia y usted será la víctima.
(Este parlamento lo dirá enfáticamente, lo rematará con un latiguillo y saludará como si el público le aplaudiese. )
Mod. ¡Don Plácido!
(Rumor de voces dentro )
Plác. ¡Mi mujer y mis suegros!... ¡Trabaje!...
(Cada uno corre a su mesa. Plácido tropieza con una silla, sofoca un grito y se sienta ante la mesa, denotando un fuerte dolor. )
Mod. ¿Se ha hecho usted daño?
Plác. Me he dado un golpe en esta rótula, que me la he debido esquirlar. ¡Señores, qué golpe!
Aur. (Con marina , silvia y benito , por primer termino de la derecha. ) ¡Qué golpe, hija mía, qué golpe!... (Esta Aureliana es una elegante señora como de treinta años. Traje de visita de un color oscuro. Marina, Silvia y Benito visten de luto riguroso. La primera es joven, Silvia y Benito tienen ya el pelo casi blanco. Vienen todos muy tristes, muy afectados. )
Mar. (Con gran tristeza. ) Plácido... Aureliana que no quiere marcharse sin verte...
Plác. (Levantándose, disimulando el dolor que siente en la rodilla y denotando también una gran pesadumbre. ) ¡Aureliana!... (Le da la mano. )
Aur. (Conmovida. ) ¡Amigo mío... entereza! Para esta clase de golpes no hay más que una palabra: resignación.
(Marina, Silvia y Benito se secan una lágrima. )
Plác. (Secándose otra lágrima completamente cocodrilesca. ) Dice usted bien, amiga Aureliana. Ya ve usted cómo nos encuentra. Marina no es más que un río de lágrimas; sus padres dos trapos y yo... una birria.
Aur. Es verdad, amigo Carrillo.
Plác. ¡Pobre tía Magdalena!
Ben. ¡Pobre hermana mía!
Aur. (A Plácido. ) A usted le quería entrañablemente.
Silvia ¡Oh! Era su ídolo.
Ben. Y su orgullo. Cuántas veces me decía: Benito, qué suerte hemos tenido, porque como Carrillo no hay tres en el mundo. Te echas a buscar por ahí y no reunes tres Carrillos.
Plác. ¡Era una santa!
Silvia Lo que más le gustaba de Plácido era la seriedad; el verle dedicado exclusivamente a su trabajo, sin pensar jamás en diversiones mundanas..
Mar. ¡Pobrecilla!
Aur. En fin, resignación.
Silvia Dice usted bien.
Mar. ¿Vendrá usted luego al rosario?
Aur. ¿A qué hora es?
Mar. Rezaremos uno a las seis y otro a las diez, antes de la apertura del testamento.
Aur. Vendré a las diez, porque esta tarde quiere mi marido que asistamos a esa función que han organizado en la Princesa a beneficio de la Cruz Roja.
Ben. ¡Cómo! ¿Pero ustedes son de los que van al teatro?...
Aur. De tarde en tarde...
Ben. Nosotros jamás. A mí el teatro me ha parecido siempre un lugar de corrupción y de malas costumbres.
Aur. Según, Benito, según.
Silvia Por Dios, Aureliana, delante de Benito no hable usted de cosas mundanas. Solamente la palabra teatro, le y nos asquea. Por fortuna Plácido es de nuestra manera de pensar y siente por el teatro igual aversión que nosotros.
Plác. ¡Oh! A mí me molesta...
Ben. Ya ve usted; nuestra hija Marina ha ido al teatro una sola vez y eso porque medió un compromiso ineludible.
Aur. ¿Y qué vió Marina?..
Ben.La Tempestad.
Aur. Pues yo no voy al teatro, sobre todo por las noches, primero porque a mi marido le gusta acostarse temprano y segundo porque tenemos muchos chicos.
Plác. Acostándose temprano, es lógico. Los espectáculos suelen empezar tarde...
Aur. ¡Claro! Pero lo que tanto a Pepe como a mí nos entusiasman son las veladas que organizan los aficionados. En la de esta tarde se estrena un drama histórico que se titula ElIndio.
Ben. ¡Ah! ¿Pero esa función de la Cruz Roja es una monserga de aficionados?
Aur. Sí; pero no crea usted que se trata de unos aficionados cualquiera ¡Oh! Se trata de una agrupación artística de muchas campanillas: una sociedad llamada «La sotana de Moreto», toda de gente bien. Hay algunos aficionados que trabajan maravillosamente. Hay un tal Cabrales, que ya quisieran todos los actores de profesión. (Plácido mira orgullosamente a Modesto. ) A mí me gusta más que Morano y más que Borrás.
Ben. ¡Buen zascandil estará el tal Cabrales!
Aur. (Riendo. ) En cambio hay otros.. ¡Qué risa!
Hay un señor Bello, que no he visto nada más malo en mi vida. (Modesto, desde su mesa, la mira por encima de las gafas como queriéndosela comer. ) ¡Pobre hombre! Lo en serio que toma sus papeles y lo que se equivoca. En la última velada nos reímos con él un disparate, porque en el primer acto se equivocó y en vez de decir: «mi mujer me está haciendo una guerra espantosa», dijo «mi mujer me está haciendo una gorra espantosa», y es claro,cada vez que salía a escena, le gritaban los del paraíso: «A ver ese de la gorra, que la enseñe». (Plácido m í ra a Modesto y éste avergonzado baja la cabeza ) ¡Debió pasar una tarde el pobre hombre!...
Ben. El pobre imbécil, dirá usted mejor. Porque hay que ser idiota para confundir los dos vocablos.
Mod. Es que... (Se levanta y se descubre. )
Plác. (Asustado. ) ¿Eh?
Mod.