La bruja Aguja y otros cuentos - Ana María Güiraldes - E-Book

La bruja Aguja y otros cuentos E-Book

Ana María Güiraldes

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Beschreibung

A la bruja Aguja no le gusta su nariz y decide operársela, sin darse cuenta de que así perderá su identidad; el conejo Remigio no quiere hacer sus tareas y prefiere irse a jugar con el mono Cachirulo; y Flora, la lora piloto, lleva en un peligroso viaje en avión a sus quejosos tripulantes.

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Delfín de Color

I.S.B.N.: 978-956-12-3338-6.

I.S.B.N. digital: 978-956-12-2297-7.

35ª edición: febrero de 2020.

Editora General: Camila Domínguez Ureta.

Editora Asistente: Camila Bralic Muñoz.

Director de Arte: Juan Manuel Neira Lorca.

Diseñadora: Mirela Tomicic Petric.

© 1995 por Ana María Güiraldes Camerati.

Inscripción Nº 92.544. Santiago de Chile.

Derechos reservados para todos los países.

Derechos exclusivos de edición reservados por

Empresa Editora Zig-Zag, S.A.

Editado por Empresa Editora Zig-Zag, S.A.

Los Conquistadores 1700. Piso 10. Providencia.

Teléfono +56 2 28107400.

www.zigzag.cl / E-mail: [email protected]

Santiago de Chile.

El presente libro no puede ser reproducido ni

en todo ni en parte, ni archivado ni transmitido

por ningún medio mecánico, ni electrónico, de grabación,

CD-Rom, fotocopia, microfilmación u otra

forma de reproducción, sin la autorización escrita de su editor.

Diagramación digital: ebooks Patagonia

www.ebookspatagonia.com

[email protected]

Índice

La bruja Aguja

El oso Mañoso va al colegio

¡Plop!

Doña Zoila Lavaza

Patomalo y Malapata

Don Barbetta Manodura

El conejo Remigio

El sol y la gallina Paulina

La lora piloto

Fantito Trompeta

Navidad en la juguetería

La bruja Aguja

En el pueblo de los brujos vivía Aguja, una bruja común y corriente. Usaba escoba para viajar, un gato negro en el hombro y sabía dos palabras mágicas que siempre le daban resultado. Pero también tenía un problema: su nariz. Era tan larga quepodía oler lo que cocinaban los topos en el fondo de la tierra. Por eso un día decidió hacerse la cirugía estética. Buscó en la guía de teléfonos la dirección del doctor Bello, y le pidió hora.

–Mañana a las doce del día –le dijo la secretaria.

La bruja Aguja casi no pudo dormir. Y al otro día, a las doce en punto, estaba sentada en la sala de espera del consultorio del doctor Bello.

–Que pase la señorita bruja Aguja –dijo la voz del doctor Bello por el citófono.

Un minuto después, Aguja estaba tendida en una camilla y tapada entera con una sábana blanca, que tenía un agujero por donde asomaba su nariz de diez centímetros.

–¿Cómo la quiere? –preguntó el doctor Bello.

–La quiero como así y como asá, como que sí y como que no –dijo la bruja por debajo de la sábana.

–Perfecto –dijo el doctor Bello.

Y ¡plim!, la bruja sintió un pinchazo y la nariz se le quedó dormida. Luego escuchó unos ruidos, ¡plaf, crash!, de serruchos y martillos. No habían pasado diez minutos, cuando sintió que la destapaban.

–Listo. Vuelva en dos semanas para sacarle las vendas –dijo el doctor Bello, mientras guardaba el serrucho y el martillo.

La bruja se fue a su casa con un kilo de vendas en la nariz y tan mareada, que tuvo que poner piloto automático a su escoba para no chocar contra los árboles.

Y se encerró en su casa para que nadie la viera.

A los quince días, la bruja Aguja regresó a la consulta. El médico le pasó un espejo y comenzó a sacarle las vendas. Pam, pam, pam, latía el corazón de la bruja mientras esperaba con el espejo frente a su cara. Hasta que...¡oooh!... vio su nueva nariz. Era como así y como asá, como que sí y como que no. Era coquetona y simpaticona, era respingada y arremangada, era fanta-bulovillosa.

Apenas llegó a su casa y se bajó de la escoba, con la frente en alto para que todos la vieran, algo extraño sucedió: el gato salió disparado, maullando de terror; los vecinos brujos cerraron sus ventanas y comenzaron a salir por las chimeneas humos negros, mientras se escuchaban unos conjuros terribles. La bruja gritaba:

–¿Qué pasa? ¿Qué están haciendo?

–¡No queremos hadas en nuestro pueblo! ¡Fuera de aquí! –ordenaban los vecinos.

–¡No soy hada, soy la bruja Aguja! –insistía ella.

–¡Solo las hadas tienen esas narices ridículas! ¡La bruja Aguja tiene una hermosa nariz de diez centímetros de largo!–respondían los vecinos en coro.

–¡Pero si soy yo! –lloraba la bruja, tocándose con la punta de un dedo su nariz respingada.

–¡Ándate al país de las hadas, tú no eres nuestra querida bruja Aguja, aunque te vistas como ella! –respondieron los vecinos a través de las ventanas.

–¡No soy hada! –insistió la bruja Aguja.

–¡Eres un hada! –declararon los vecinos. Y ¡zuun!, lanzaron más humo negro por las chimeneas.

La bruja Aguja, llorando, se subió de nuevo a la escoba y voló hacia el consultorio. Se tendió en la camilla y le dijo al doctor Bello:

–Quiero una nariz como así y como asá, como que sí y como que no –dijo.

–Perfecto –respondió el doctor.

¡Plim, la anestesia! ¡Plaf, crunch!, el martillo y el serrucho! ¡Y listo!