La cabaña interior - Luis López González - E-Book

La cabaña interior E-Book

Luis López González

0,0

Beschreibung

¿Necesitas más paz interior y encontrarte a ti mismo? ¿Eres capaz de superar tus crisis personales? ¿Te gustaría cultivar la soledad y estar en silencio? ¿Quieres aprender a sosegar tu mente y a meditar? ¿Te has hecho preguntas sobre Dios? La cabaña interior es tu espacio personal de intimidad en el que solo entras tú: un lugar al que acudir para soportar el exceso de prisa y el ruido de la sociedad. En ella encontrarás meditaciones, reflexiones y propuestas para desarrollar tu persona. Luis López González te enseña cómo llegar a ella y habitarla.

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern

Seitenzahl: 133

Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:

Android
iOS
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



La cabaña interior

¿Tienes respuesta a tus grandes preguntas?

Luis López González

Primera edición en esta colección: mayo de 2023

© Luis López González, 2023

© de la presente edición: Plataforma Editorial, 2023

Plataforma Editorial

c/ Muntaner, 269, entlo. 1ª – 08021 Barcelona

Tel.: (+34) 93 494 79 99

www.plataformaeditorial.com

[email protected]

ISBN: 978-84-19655-29-5

Diseño de cubierta: Pablo Nanclares

Realización de cubierta y fotocomposición: Grafime Digital S. L.

Reservados todos los derechos. Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo públicos. Si necesita fotocopiar o reproducir algún fragmento de esta obra, diríjase al editor o a CEDRO (www.cedro.org).

A mi amigo Bebeto Cidra.

Índice

1. Tu cabaña interior2. La estructura de la cabaña3. Una cabaña estable4. El corazón de la cabaña5. Una cabaña ventilada y reposada6. Una cabaña bella, creativa y compasiva7. La mente8. Cultivar la soledad9. El silencio de la cabaña10. El diálogo interior11. Meditando en la cabaña12. Del apego y el desapego13. Cuando cae la noche14. La mirada al cielo15. A propósito de Dios

1.Tu cabaña interior

¿Estás contento con la vida que llevas?

¿Echas de menos dedicarte más tiempo a ti mismo?

¿Cuántas veces has pensado en enlentecer tu vida y aprender a desestresarte?

¿Tienes miedo a conocerte mejor?

¿Tienes ya las respuestas a tus grandes preguntas?

La cabaña interior es una metáfora con la que te invito a leer estas páginas. Una metáfora sencilla, pero adecuada para todo aquel que busca su paz interior, que suele ser la mayoría de nosotros.

Tu interioridad reside en tu cabaña interior, un lugar accesible que se sitúa en tu conciencia. La conciencia es el terreno en el cual se construye tu cabaña, y esta cabaña será más espaciosa cuanto mayor sea tu conciencia. Pero tu interioridad no es algo ajeno ni a tus genes ni a lo que está fuera, la exterioridad. La interioridad es, por un lado, un lugar accesible, es una concavidad a la cual puedes acceder desde tu voluntad y perseverancia o también desde el dolor no deseado. Por otra parte, es un hábitat en el que estás a salvo. Nada, ni nadie, puede perturbar lo más hondo de tu corazón. La cabaña interior está en la senda espiritual, que va por otro recorrido que la senda de la superficialidad:

Existe la senda de la sabiduría, y la senda de la ignorancia. Las dos están muy separadas y conducen a distintos finales. [...] Morando en la ignorancia, creyéndose sabios y eruditos, los necios vagan de un lado a otro sin rumbo, como ciegos conducidos por otros ciegos. Lo que yace más allá de la vida no resplandece para quiénes son infantiles, descuidados o engañados por la riqueza.1

La accesibilidad a tu cabaña está llena de caminos y rutas. Entre ellas está el arte, la palabra, el silencio, el cuerpo o la psicología. No obstante, las tres grandes puertas de la cabaña son la razón, la estética y la psicocorporalidad. A través de ellas tocamos el fondo de las cosas y descubrimos nuestra identidad verdadera. Pero todos estos accesos no están exentos de maleza, trampas y espejismos. La maleza está constituida por tus miedos e inseguridades, la esquiva dicha que viene y se va, que es tan efímera como, a veces, inalcanzable. Las trampas de la mente, esa operatividad limitadora y justiciera que hay en tu cabeza, no cesa de amenazar y torturar tus idas y venidas por los campos de la interioridad. También resultan trampas las falsas indicaciones que te das a ti mismo, quimeras en un archipiélago de certezas que nunca han existido. No me cabe duda, sin embargo, de que son el ego, la prepotencia y la vanidad los que constituyen el espejismo mortal por excelencia. La falta de humildad, de sentido común, de contraste, de compartir, de fluir... suelen constituir tus delirios en el desierto de la verdad y en la oscuridad de la aceptación. Suelen traicionar a menudo los vástagos de la bondad que anida en tu corazón.

Tu cabaña interior es tu parcela en el gran huerto de la vida, merece ser sembrada, regada y cultivada para que dé sus mejores frutos. Una tierra que no se siega ni se labra, no da su fruto. Si no aceptas los ritmos de la tierra, no sabrás cuándo sembrar ni cuándo recoger. Conocerte a ti mismo será la mejor guía para una cosecha fecunda.

La interioridad es consubstancial a nosotros mismos, no podemos nacer sin una interioridad en potencia. La recibes al nacer y se te otorga una responsabilidad de mimarla, sobre todo, de nutrirla y de hacerla iluminar junto a otras cabañas en el universo de los humanos.

He aquí, el sembrador salió a sembrar. Y mientras sembraba, parte de la semilla cayó junto al camino; y vinieron las aves y la comieron. Parte cayó en pedregales, donde no había mucha tierra; y brotó pronto, porque no tenía profundidad de tierra; pero salido el sol, se quemó; y porque no tenía raíz, se secó. Y parte cayó entre espinos; y los espinos crecieron, y la ahogaron. Pero parte cayó en buena tierra, y dio fruto, cuál a ciento, cuál a sesenta, y cuál a treinta por uno. El que tiene oídos para oír, oiga.2

En tu cabaña interior está tu yo más profundo. Un yo que no puede ser tocado ni modificado por ninguna circunstancia vital. Un yo que se apoya en el Gran Maestro de la Vida, el nunca nacido ni muerto, el ser que solo existe antes y después de tu paso por aquí. Ese ser es compartido por todos los seres humanos y resulta ser algo así como la matriz de la humanidad. Todos somos uno y en el uno somos todos. Tu mente se mueve y pasará, tus emociones también y tu cuerpo se transformará a través de la muerte, pero tu ser auténtico nunca pasará.

Tu cabaña tiene unas dimensiones en relación con tu corazón. Tu intimidad —no confundir con privacidad— será mayor cuanto más hayas bajado a las bodegas de tu interior. El vino bien guardado a la temperatura y luz adecuadas será un buen vino. Cuando el vino se mezcla con los avatares de la vida, no sabe a vino y a gloria, sino a agua estancada.

La cabaña interior es atemporal e infinita; es algo más que la suma de todos los elementos estructurales y atmosféricos que la componen. En la cabaña se dan las coordenadas de la no superficialidad y de la expansión de tu conciencia. La atmósfera que se forma en tu cabaña es una atmósfera cálida, acogedora y llena de amabilidad. De ella nos nutrimos para seguir ahondando en nuestra participación del misterio de vivir. Tu cabaña, si está bien cuidada, será el hogar de tu espiritualidad pues alberga toda experiencia de trascendencia, de contacto con lo Absoluto. Trascender es siempre ir más allá, no conformarse con el evidente y engañoso mundo al que pertenecemos y que falsamente creemos conocer. Trascender es salir de la zona de confort y de la propia tierra para obedecer el soplo del Espíritu. Dejarse ir de la mano de Dios hacia una tierra en la que plantar tu cabaña. Entonces tu cabaña será como una pustinia. El pustinik es aquel que, bajo la inspiración de Dios, abandona todo y marcha en peregrinación, buscando un lugar de encuentro en la oración y el ayuno. Pero esta peregrinación exterior tiene un camino de peregrinación interior hasta Dios, porque la pustinia no es solo un lugar, es un estado. Ponte en camino en busca de tu cabaña.

Solo Dios sabía por qué este hombre —pustinik— se lanzaba a caminar. Caminaba y caminaba nuestro hombre hasta llegar, como dicen los rusos, «allá donde el cielo se junta con la tierra». Partía sin ningún equipaje ni bien personal y casi siempre vestido con el tradicional atuendo de peregrino.3

El camino de tu vida es más sagrado en tanto en cuanto más profunda sea tu cabaña. Así, de la mano del Maestro Interior tienes que ser dócil a su llamada y construirla en lugar luminoso en tierra firme y libre de zarzas.

Caminad mientras tenéis luz, para que no os sorprendan las tinieblas, pues el que camina en las tinieblas no sabe adónde va. Mientras tenéis luz, creed en la Luz para que seáis hijos de la luz.4

Busca la paz interior a través del recogimiento en tu cabaña. Recogerse es volver a casa, llevar allí la mente que estaba distraída, es decir, traer la mente a la cabaña interior. Esto es una cosa insustituible para la gente que medita, reza o contempla. No saben vivir sin ese recogimiento, al menos, una vez al día. Aunque ya veremos que se puede vivir centrado y estar en el trajín del mundo sin perder el recogimiento.

Pero tu cabaña interior no es una suerte de lugar angelical, etéreo y sin raíces en la tierra. Tu cabaña interior tiene una estructura, una estructura corporal que resguarda la interioridad y la propicia. Una estructura existencial y encarnada, corporalmente hablando.

Te invito a coger una hoja y un bolígrafo y a dar un paseo por algún lugar tranquilo. Mientras estás paseando pregúntate: ¿Qué cosas hay en mi vida que no marchan del todo bien? Déjalas que surjan, no las busques con la cabeza. ¿De qué estoy satisfecho de cómo me van las cosas? Permítete escribir lo que quieras. A continuación, cuando vuelvas a casa o a un lugar cerrado, saca las conclusiones y escríbetelas a ti mismo en una carta. Échala después al correo, verás qué ventana se abre a tu interior cuando la recibas.

2.La estructura de la cabaña

¿Qué es tu cuerpo para ti?

¿Qué significa?

¿Te cuidas corporalmente?

¿Habitas tu cuerpo?

¿Estás contento con él?

El cuerpo modela la espiritualidad. En la corporalidad, en sus límites conceptuales y en los entresijos experienciales de cada cual, radica el fundamento subjetivo y el criterio de todo modo espiritual, también del tuyo. La importancia, el sentido y la relación entre tu ser corporal y lo que llamamos Ser modela tu espiritualidad. En la tensión corporeidad-espiritualidad encontramos las tendencias más opuestas: panteísmo, monismo, teísmo..., y las psicologizaciones más diversas: gnosis, materialismo, neurosis, etc. En última instancia, todo pasa por el cuerpo, pues lo contrario es renunciar a tu condición de persona. Es tu condición corporal la que alberga a tu espiritualidad y no al revés. El hondón del alma es siempre el hondón del cuerpo. Pero ese cuerpo no ha sido ni propuesto, ni impuesto como limitación, ni siquiera como herramienta pedagógica, sino como identidad y entidad de individuación. Lo que te hace humano es el cuerpo y no un espiritualismo rancio y caduco. Carlo Rochetta en su libro Hacia una teología de la corporeidad reivindica esto precisamente: centrar tu antropología espiritual en una antropología corporal. Cuanto más profunda sea tu vivencia corporal más profunda será tu espiritualidad. Si lo piensas al revés, siempre perderá el cuerpo su carácter sagrado. Así ha ocurrido a lo largo de los años en el cristianismo.

En un diálogo interreligioso sano, deberían preponderar dos planos de acercamiento entre las religiones: el fenomenológico y el místico. En ambos, la relación con el cuerpo es determinante. De esa relación con tu cuerpo dependerá el tipo de relación con lo Absoluto. No obstante, aunque existan varias religiones —puedes ser lirio, loto o azahar— mientras estés vivo aquí, no podrás renunciar a ser persona y tener la espiritualidad que toca, una espiritualidad personal y a veces transpersonal.

Tu cuerpo es el sostén de tu interioridad. Como diría J. Krisnamurti, el cuerpo ha de ser el jarrón perfecto para la flor perfecta. El cuerpo posibilita el dentro-fuera, pero nunca es separatista, no privatiza los espacios que delimita, sino que hace de mediador. El cuerpo es a la interioridad, lo que la burbuja es al agua.

Pero observemos cómo el espacio físico de la cabaña es partícipe del espacio general. Ahora bien, en la cabaña se genera una densidad espaciotemporal casi mágica que va más allá del espacio tridimensional. En la cabaña uno puede percibir la infinitud y la eternidad. Un espacio libre se hace dentro de tu cabaña interior.

El espacio libre es, además, una buena manera de estar con uno mismo y con los demás. Sin esta determinada sensación libre y espacios, la vida no resulta realmente divertida, no se vive verdaderamente a gusto. Con el espacio libre está protegido del «síndrome de agotamiento», que surge cuando dedicas más de la mitad de tu capacidad de trabajo a actividades que realizas sin el espacio interior para ello, sin alegría ni sentido personales. Vivir desde el espacio libre amplía y profundiza las experiencias vitales.5

Tus vivencias quedan inscritas y son solo facilitadas por tu cuerpo, tu auténtico biógrafo. Tus sensaciones-sentidas —improntas que se generan en lo más profundo de tu cuerpo ante cualquier situación— iluminan tu hogar interior cual estrellas en el firmamento. Como ser que sientes, todo queda inscrito en tu cuerpo. Las vivencias son la gramática del lenguaje interior, un lenguaje hecho de silencio desde el que se intenta señalar y acceder a lo Innombrable.

¿De qué materiales está hecha la estructura de tu cabaña interior? Pues bien, el esqueleto te viene dado de fábrica, pero toda la ornamentación, la forma, la atmósfera, la espiritualidad y la profundidad de la cabaña depende de tu desarrollo consciente.

El despertar de la conciencia viene dado por tu perseverancia en el trabajo consciente, en darte cuenta de lo que es y no de lo que pudo haber sido o quizá será. Lo que es dentro y lo que es afuera. Lo que hay en tu mente y lo que anida en tu corazón. La constancia en aquiahorear —vivir en el aquí y ahora— te posibilita una apertura al misterio de la vida. La estructura de tu cabaña ha de ser flexible como la caña de bambú que soporta vaivenes. Asimismo, ha de ser fuerte y bien enraizada, como un ciprés que hunde sus raíces en lo profundo de la tierra y que, paradójicamente, se eleva hacia el cielo. Igual que el traje de tu primera comunión no te cabe cuando eres mayor, tus teologías o teosofías, cual estructuras de tu espacio interior, han de trascender los niveles míticos y racionales. Lo psicológico debe abrirse a lo místico para albergar una atmósfera respirable en la cabaña y lo religioso, sin duda, ha de transformarse en lo místico. Cabe tener en cuenta que es difícil saber qué religión es más verdadera, pero resulta muy sencillo saber cuál es más falsa. De esta manera, una religiosidad que intenta explicar la verdad, en vez de buscarla, es limitada y sospechosa de sectarismo.

Es casi palpable ese tejido mental que has construido desde tu niñez respecto de lo espiritual. Si esa trama se queda solo en idea, ahoga tu verdadera espontaneidad y dificulta el acceso al verdadero interior. Así pues, todos los ejercicios de centramiento que puedas realizar para desenmascarar tu yo mental te serán muy útiles. Lo mismo pasa con el supuesto dios, si solo lo piensas, conocerás a un dios ideado, pero no vivido y percibido desde el amor. Cuando te centras comulgas con Aquel que te da el Ser que es Amor, y todos los miedos desaparecen, y solo entonces notas que Dios vive en ti y no fuera. San Juan de la Cruz decía que somos puro obstáculo a la luz de Dios. Debajo de toda tu hojarasca mental hay un mar de paz que eres tú, no hay pues distancia entre Dios y tú. Así aparece la idea del no-dos. Santa Teresa, la gran poeta mística, escribía en sus poesías lo que «le decía» el Amado: «Alma, buscarte has en Mí, y buscarme has en ti».