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La Casona es una comedia teatral del autor Pedro Muñoz Seca. Como es habitual en el autor, la pieza se articula en torno a una serie de malentendidos y situaciones de enredo contados con afilado ingenio y de forma satírica en torno a las convenciones sociales de su época. En este caso, la trama se articula en torno a un usurero que pretende quedarse con la hacienda que le han empeñado dos labriegos, de los que se ha aprovechado con malas artes.
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Seitenzahl: 83
Veröffentlichungsjahr: 2020
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Pedro Muñoz Seca
COMEDIA DRAMÁTICA en dos aotos y en prosa
Estrenada en el TEATRO PRINCIPAL de Zaragoza, por la Compañía de Francisco Morano la noche del 21 de Diciembre de 1917
Saga
La Casona Pedro Muñoz SecaCover image: Shutterstock Copyright © 1917, 2020 SAGA Egmont All rights reserved ISBN: 9788726508253
1. e-book edition, 2020
Format: EPUB 3.0
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Queda hecho el depósito que marca la ley.
A Francisco Morano, con mucha admiración y muchísimo cariño,
El Autor.
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Habitación en casa de Gaspar. En el foro izquierda corredor que sirve de entrada. En el foro derecha y en ochava el arranque de una escalera que se pierde en el lateral. En el primer término de este lateral amplio pasillo que simula conducir a la parte de casa destinada a la labor. En el lateral izquierda una puerta y una chimenea. Muebles antiguos y de estilo español. Es un día de Mayo a las tres de la tarde. La acción en Castronegro, que se supone en la provincia de Santander. Es de día.
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(Al levantarse el telón están en escena acisclo , leoncio , prudencio , telesforo y norberta . Acisclo, criado de Gaspar, es un hombre como de cincuenta años. Leoncio es un anciano labriego, muy pobre a juzgar por su indumentaria. Prudencio y Telesforo, dos campesinos de mediana edad; el segundo con la ropa de los días festivos. Norberta es una mujer del pueblo vestida de luto. )
Acis. (Incomodado. ) ¡Ea! Se acabó. A mí dejarme de monsergas. Yo digo lo que digo, y lo que he dicho, dicho está. El señor Gaspar no quiere veros; me ha dicho que sus vayáis. Conque... irvos.
Leon. (con entereza. )Sin hablar con él no he de salir yo de esta casa.
Tel. (Idem. ) Digo lo mismo. Para algo he venido yo a Castronegro.
Acis. ¿De manera que el amo no puede mandar en su casa?
Prud. A los condenaos a muerte se les escucha, Acisclo, y él tiene la obligación de escucharnos.
Acis. ¡Corcho!... Cualquiera que te oyese, Prudencio...
Prud. ¿Pero no es peor que matarme lo que va a hacer conmigo? Quedarse por unas pesetas con una hacienda como la mía, que no la hay mejor en tó Castronegro.
Acis. Bien, bien; pero…
Prud. Y engañándome; sí, señor, engañándome. Porque cuando me prestó los dineros yo no sabía lo que era eso de la retroventa. Pero bien que me doró la píldora. «No te preocupes, Prudencio; esas son fórmulas de los notarios; cuando venza el plazo, si no puedes pagarme, se renueva la escritura » (Mordiéndose los puños ) ¡Se renueva la escritura! Y vence esta tarde, y como sabe que no traigo los cuartos no quiere verme... ¡Ladrón!... ¡¡Usurero!!...
Acis. Que estás en su casa, Prudencio.
Prud. Porque lo estoy no digo más que eso. Si tú oyeras lo que digo de él en la mía...
Leon. (Amenazador. ) Que me embargue a mí mañana la huerta, y ya verá, ya... Para defender el pan de mis hijos tengo yo los mismos puños que pá ganarlo.
Acis. (conciliador. ) Bueno, todo eso está muy bien; pero es el caso que...
Tel. (Interrumpiéndole. ) Es el caso que yo no me voy de Castronegro sin hablar con ese hombre. De manera que entre usted y dígale que está aquí Telesforo, el de Pola del Duque, que viene al asunto del pagaré. (Imperioso ) ¡Ea! Andando.
Acfs. (Achicado. ) Bueno, amigo; se le dirá. Voy a jugarme una costilla; porque yo conozco al señor Gaspar, y sé que irle con ese recadito es buscarse un golpe. Pero, en fin, cuando tiene uno que jugarse una costilla, se la juega. (Llamando hacia la derecha. ) ¡Dorotea!... ¡Dorotea!...
Dor. (Dentro. ) ¡Va!...
Acis. Ahora mi mujer le llevará ese recao.
Dor. (Por la escalera del foro derecha ) ¡Qué caralampio quieres!... (dorotea tiene cincuenta años. Es viva como un rayo, pero zafia y huraña hasta la exageración. ) Buenas tardes.
(Le contestan los demás. )
Acis. Escucha, Dorotea: llégate a la cochera, donde está el señor Gaspar, y dile que Telesforo el de Pola del Duque no se quiere marchar sin verle.
Dor. (Escamada. ) ¿Y por qué no vas tú?
Acis Mujer, ¿no estás viendo que estoy aquí con éstos?... Anda, anda.
Dor. (Entre dientes. ) ¡Hum!... A ver si... (Medio mutis. )
Escucha.
Acis. ¿Qué pasa?
Dor. ¿Está... de buenas?
Acis. Cantando el soldao de Nápoles lo dejé yo hace diez minutos. (Dorotea incrédula tuerce el gesto. ) Pero, en fin, tú dale el recao desde la puerta, porque como está componiendo el carricoche, a lo mejor tiene una herramienta en la mano...
Dor. ¡¡Hum!!... Está bien. (Vase por la puerta o pasillo de la derecha. )
Acis (Con lastima. ) Se la va a ganar mi costilla; pero ahí me las den todas.
Prud. ¡Y echamos las campanas al vuelo cuando llegó a la aldea hace un año!... ¡Que ha vuelto Gaspar! ¡El indiano! ¡Y vuelve muy rico! ¡A ver lo que hace por Castronegro!... Y ya véis lo que hace: de verdugo.
Tel. ¡Si yo hubiera sabido cómo era ese hombre!...
Leon. ¿Pero acaso lo sabíamos nosotros?
Tel. Por algo lo echaron de acá cuando mozo.
Prud. Eso no es verdad, amigo; cada cosa en su lugar. Del pueblo no le echó nadie. Cuando Gaspar se fué de Castronegro, lloramos todos al despedirlo, que bien merecía entonces nuestro cariño por honrao y por bueno. Más bueno era en aquel tiempo que Marianuco, su hermano, y ya ven ustedes que el hermano ha llegado ná menos que a obispo. De adonde lo echaron de mala manera fué de esta misma casa: de la Casona de los Mendizabal.
Acis. Es verdad.
Tel. ¿Y por qué lo echaron de aquí?
Prud. Porque se puso en amores con Rosalía que en gloria esté, la hija de don Justo Mendizábal, que también esté en gloria; y cuando don Justo se enteró de lo del novieo, cogió a Gasparón por el pescuezo y lo echó a patadas a la calle. No por nada malo, no se ñor; por pobrete: por lo que no debe despreciarse a nadie, que los dineros no hacen condición o no debieran de hacerla. El embarcó en busca de fortuna; ella casó con otro, y al andar de los años vino la ruina y la muerte, y hoy de aquellos Mendizábal no queda mas que el recuerdo.
Leon. Así es.
Acis. ¡Las vueltas que da el mundo!
Prud. El mundo y los hombres. ¡Quién habría de reconocer en este Gaspar usurero y desalmado a aquel Gasparón que se quitaba el bocao de la boca pa dárselo al primer necesitao!...
Norb. ¡Las lágrimas que ha hecho derramar en un año que lleva entre nosotros!
Leon. ¡Ya, ya!...
Norb. Como que dicen que su hermano el señor Obispo ha venido a Castronegro, porquehasta él han llegado noticias de lo que hace aquí con los pobres el señor Gaspar.
Tel. ¿Pero está aquí el Obispo?
Norb. Llegó ayer mañana.
Acis. (Atento a la vuelta de su mujer. ) Acá viene ya mi mujer. (Se retira un poco de la puerta por si acaso. ) Menos mal. (Entra dorotea en escena. ) ¿Qué ha dicho?
Dor. (A Acisclo. ) Ya ajustaremos cuentas tú y yo.
Conque cantando, ¿eh?
Tel. Bien, ¿pero qué ha dicho?
Dor. Más vale callarlo. Lo que deben ustedes hacer es marcharse ahora mismo. Está en uno de esos prontos que le dan, y lo mejor es dejarle tranquilo. Vuelvan, vuelvan otro día.
Tel. No, señora.
Dor. Anda, Norberta; da tú ejemplo.
Norb. (sentándose. ) No, si yo no aguardo al señor Gaspar, Dorotea. Sé que de él nada he de conseguir. Yo aguardo a su hermano, al señor Obispo.
Prud. ¡Corcho! Pues sí que es una idea. Puesto que don Mariano es amigo y se hospeda acá... (Se sienta. )
Tel. (sentándose también. ) Le besaremos el anillo.
(Acisclo y Dorotea se miran perplejos. )
Acis. Tengamos la fiesta en paz y aguarden ustedes al señor Obispo en la plaza; porque como salga el señor Gaspar y os vea...
Prud. Eso es lo que queremos: que salga y que nos vea y que nos oiga.
Tel. ¡Eso! Porque tenemos derecho a ello. Ya lo sabe usted.
Acis. Bueno, bueno, no grite usted; no hay que alzar la voz.
Tel. ¿Por qué no? ¿Eh? ¿Quién va a impedírmelo?
Gaspar (En la puerta de la derecha. ) ¡Yo! (Se ponen todos de pie con cierto temor. Telesforo, que tenía puesto el sombrero, se lo quita. ) ¿Quién se atreve a gritar en mi casa? ¡¡Quién!! (Avanza amenazador. Este Gaspar es un hombre de cincuenta años, fornido, de facciones muy duras y tez ennegrecida por el sol americano. Es un hombre que da miedo. Viene en mangas de camisa, dejando parte del pecho al descubierto y trae un martillo en la mano. )
Prud. ¡Gaspar!...
Leon. ¡Señor Gaspar!..,
Gaspar (Con marcadísima violencia.