La estrella de vandalia - Pobre Dolores - Fernán Caballero - E-Book

La estrella de vandalia - Pobre Dolores E-Book

Fernán Caballero

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Beschreibung

Fernán Caballero era el seudónimo utilizado por la escritora española Cecilia Böhl de Faber y Larrea (Morges, Cantón de Vaud, Suiza, 24 de diciembre de 1796 – Sevilla, España, 7 de abril de 1877).

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Veröffentlichungsjahr: 2017

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LA ESTRELLA DE VANDALIA

¡POBRE DOLORES!

Fernán Caballero

Prólogo.

Al comenzar estas pobres líneas, miserable fachada que pego con vergüenza a dos tan graciosos monumentos, y al escribir de novelas, según creo, por primera vez, después de tanto como he escrito en este mundo, juzgo que mis lectores no llevarán a mal el que principie confesándome con ellos sobre esta materia, a fin de que conozcan desde luego mis aficiones, mis hábitos, casi iba a decir mis doctrinas, algo de lo que siento y lo que pienso acerca de una lectura tan genera-lizada en nuestro siglo y en nuestro país.

Declaro, en primer lugar, que soy enteramente de éstos, -de mi país y de mi siglo,-en el particular de que estamos hablando: declaro que la buena novela me enamora, me cautiva, me arrastra; que pocas distracciones tienen para mí un encanto igual; que embebi-do en saborearlas y aún en devorarlas, he pasado y paso todavía horas y horas, discurriendo con sus autores, viviendo con sus héroes, tomando una activa parte en la ficticia, escogida existencia que son su atmósfera y su terreno. Si éste es un defecto, por ventura; si todas las personas graves y formales que me oyeren lo estiman una aberración de juicio o una puerilidad de carácter, inclinaré la frente y me someteré al rigor de la sentencia común. Pero si hay algunos que conciban semejante ocupación como un decente y prove-choso solaz en medio de las pesadas tareas del foro y de las acerbas realidades de la vida pública; si los hay para quienes esa afición a lo distinguido, a lo romancesco, a lo ideal, pueda elevar el ánimo, perfeccionar el gusto, inspirar amor a lo bueno y a lo bello, contribuir, en una palabra, al ennoblecimiento de nuestro espíritu y a la mejora de nuestro ser; permítaseme entonces que me confirme y aferre en mi costumbre, y que ya que no haga gala de una impenitencia procaz, diga sencillamente, pero sin rubor, que tengo pa-sión por las novelas, como la tienen algunos por las flores o por la música, como la tienen otros, y yo también con ellos, por las estatuas y por los cuadros.

Claro sin embargo está -y apenas era necesario decirlo- que no todas las novelas, ni aún todos los géneros de novela, han de ser ni pueden ser igualmente aceptables para mí.

Desde luego, hasta me parece excusado el descartar para condenarlas las que pertenecen a los géneros sucio y tonto; las que se apartan de los ojos con disgusto; las que se caen de las manos por falta de interés, por falta de talento, por falta de estilo. En obras que se dirigen al corazón y a la mente, condenado está por sí mismo lo que ni ilumina la mente, ni tiene que ver con el corazón. En obras que pertenecen al arte, condenado está lo que no tiene condiciones artísticas. Todo el mundo conoce que lo impudente no puede causar sino asco; que lo necio y lo estúpido sólo han de producir fastidio y sueño.

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