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Se desarrolla complejamente la caracterización de los personajes, y también del ambiente estrictamente campesino, donde su espíritu romántico alemán se siente más a gusto.
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Fernán Caballero
Siguiendo la curva que forman las viejas murallas de Sevilla, ciñéndola cual faja de piedra, al dejar a la derecha el río y las Delicias, se encuentra la puerta de San Fernando.
Desde esa puerta se extiende en línea recta sobre la llanura, hasta la base del cerro llamado Buena-Vista, un camino que pasa sobre un puente de piedra el riachuelo Tagarete, y sube la cuesta bastante pendiente del cerro, en cuya cima se hallan las ruinas de una capilla.
Al contemplar ese camino a vista de pája-ro parece que es un brazo que extiende Sevilla hacia aquellas ruinas, levantándole en alto como para llamar la atención sobre ellas, porque esas ruinas, aunque pequeñas y sin ves-tigio de mérito artístico, son un recuerdo religioso e histórico, son una herencia del gran rey Femando III, cuya memoria es tan popular, que se le admira como héroe, que se le venera como Santo, que se le ama como Rey, realizando así esa gran figura histórica el ideal del pueblo español.
Después de subida la altura, el camino la vuelve a bajar por el lado opuesto, y llega a un vallecito por el cual pasa un arroyuelo.
Ha lavado éste tan primorosamente su cauce, que sólo se compone de brillantes guijarros y dorada arena.
Después de vadearlo el camino, sonríe a su derecha a una alegre y hospitalaria vente-cilla, y saluda a su izquierda a un castillo moruno, que se asienta altivo sobre una eminen-cia, pues no parece sino que el suelo se ha alzado para formarle su pedestal.
Este castillo fue dado por don Pedro de Castilla a su bella y célebre querida doña Ma-ría de Padilla, cuyo nombre conserva.
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