La Hija del Sol - Fernán Caballero - E-Book

La Hija del Sol E-Book

Fernán Caballero

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Beschreibung

Tocaban a animas las campanas de la ciudad de Sevilla, y muchos corazones religiosos se alzaban al cielo en aquella hora dedicada por la Iglesia a recordar a los muertos. Todo yacía frío, silencioso y triste en la invadiente oscuridad de una noche de Diciembre; una espesa cortina de nubes cubría las estrellas, que son, según dice un poeta, los ojos con que mira el cielo a la tierra. En el relato breve La Hija del Sol (1851), la escritora Fernán Caballero, tomando como base argumental la verdadera historia de María Gertrudis Hore y Ley (1742-1801), poetisa y religiosa gaditana ubicada en el Siglo de la Luces, construye un bello relato de costumbres incurso en el tradicionalismo romántico español.

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Veröffentlichungsjahr: 2017

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Cover
La Hija del Sol

LA HiJA DEL SOL

de

Fernán Caballero

"¿Est-ce vrai? -Oui: mais qu'importe?"

Balzac.

Tocaban a ánimas las campanas de la ciu-

dad de Sevilla, y muchos corazones religiosos

se alzaban al cielo en aquella hora dedicada

por la Iglesia a recordar a los muertos. Todo

yacía frío, silencioso y triste en la invadiente

oscuridad de una noche de Diciembre; una

espesa cortina de nubes cubría las estrellas,

que son, según dice un poeta, los ojos con

que mira el cielo a la tierra.

En la sala de una de las hermosas casas

de Sevilla, que los extranjeros llaman pala-

cios, frente a una chimenea en que ardía y

daba luz como una antorcha la alegre leña del

olivo, estaba sentada una señora, sumida en

los pensamientos graves y tristes que infun-

dían la hora y lo lóbrego de la noche. No se

oía sino el gemido del viento, que daba tor-

mento a los naranjos del jardín, y que pene-

trando por el cañón de la chimenea, caía so-

bre la llama a la cual abatía temblorosa, es-

parciendo ráfagas de vacilante luz por la es-

tancia. Parecía que la soledad la abrumase, y

cual si un genio benéfico se ocupase en pre-

venir sus deseos, abriose la puerta, apare-

ciendo en el umbral una persona cuya vista

debió serle grata, puesto que al verla, hizo la

señora un ademán y exclamación de alegría,

y se levantó para ir a su encuentro.

La recién entrada era una señora de edad,

bajita, trigueña, cuyos ademanes animados y

cuyos ojos vivos y alegres denotaban que los

años habían pasado por aquella naturaleza

juvenil y activa sin doblegarla y sin que su

dueña los notase.

-Vaya, marquesa -dijo la recién llegada-,

que para venir desde donde yo vivo hasta tu

casa se necesitan amor y coche.

-Te ha bastado el amor. ¡Y cuánto te lo

agradezco! Ahora conozco la verdad que en-

cierra este refrán: «Amor con amor se paga.»

¡Salir en una noche como ésta!

-Hija mía, no había otra -repuso la amiga-.

¿Sabes -añadió- que te he estado mirando

por los cristales, y he visto que tienes un aire

de languidez, según dicen los poetas del día,

que maldito si te sienta bien? Si te hubiese

visto tu amigo el barón de Saint-Preux, diría