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El libro "La lámpara encendida" es una colección de obras de teatro para niñas y niños. En ella, su autor ha reunido historias diversas: desde "La rana enojada", que es una metáfora de la corrupción política y una crítica ecológica, hasta "La hormiguita laboriosa", donde se aborda el principio del trabajo para ganarse la vida honradamente. "Para inducir a los chicos a ser buenos lectores y espectadores de teatro, hay que poner en sus manos buenos libros. "La lámpara encendida", de Miguel Rojas, es uno de ellos y ¡ojalá! llegue a entretenerlos también desde un escenario ya que sus relatos han sido creados como obras teatrales. Son divertidas historias ricamente ilustradas por Isabel Fargas, que encierran metáforas de fenómenos muy actuales. Con un lenguaje vivo y con humor, los personajes los llevan de sus manos por situaciones en las que no faltan los políticos, la corrupción, los problemas ecológicos, pero todo en tono divertido y acorde al mundo moderno". Carmen Juncos
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Veröffentlichungsjahr: 2020
Huetara
Del niño al hombre
solo hay el instante del ayer,
hoy es mañana y no estaremos
cuando los sueños sean de otra sustancia,
como los pelos del diño.
mr
“La lámpara encendida” es el objeto que podemos llevar en nuestra mano alumbrando el camino, nuestro destino; después de todo, la vida de cada uno de nosotros es un juego de disputas.
Cuando somos niños queremos ser grandes, al llegar a la edad de la mayor razón nuestro más ferviente deseo es convertirnos en niños otra vez, la edad dorada de la inocencia que no volverá; ya tenemos conciencia recuperada de lo que somos en este viaje de tránsitos continuos.
Ser niños por dentro es aspirar a los mejores sueños de humanidad, una sola. Sin embargo, todos los días, salvo excepción, herimos y nos hieren de mil maneras distintas. Nosotros mismos somos los monstruos con rostro de gente que se come a los demás, que les hace la vida imposible.
¿Seremos la peor especie de la vida? Pienso y creo sin ninguna duda que somos el resultado de nuestras acciones, o como dirían los maestros que de verdad nos aman, se cosecha lo que se cultiva, aunque no tengamos claro la fineza y los inalcanzables laberintos del porqué; ahí están, solo que nuestros ojos no alcanzan a ver más allá de la punta de nuestras narices, y si no, vean el desastre de humanidad que circunda el mundo.
El teatro para niños es esa puerta sin puerta, ese umbral donde pasamos todos con alma de niños para intercambiar nuestros asombros y encontrar las alegrías en lo más simple, el juego y la imaginación.
Hay secretos que se nos revelan cuando piensa nuestro corazón; ser niños es una aventura única y maravillosa, porque cada niño es una lámpara encendida. Lo lamentable es que los demás seres humanos se encargan de irle quitando luz con sus mezquindades y corazones de pequeños animales de corral en su oscuridad.
Siempre que haya un niño habrá esperanza en la fuente de los mejores deseos, vivir en paz y en armonía.
Muchos le quitan méritos a la inteligencia de los niños; precisamente por su estado de crecimiento están absorbiendo el mundo, el mundo del teatro es la maravilla de las lámparas del cielo, los astros se juntan para danzar con rostro humano y sonrisas que nunca se apagan.
Sonrisa encendida, eso son los niños; cada obra dramático-teatral los estimula a crecer sana y vigorosamente, los proyecta como mejores seres humanos, más completos, con una visión de la vida más humana e integral en su desarrollo.
No hay que tenerle miedo a la escritura para esta peculiar audiencia, porque no hay secretos, ellos preguntan y contestan con curiosidad su búsqueda de felices días y momentos inolvidables. No hay que escribir para adultos pues son niños, pero tampoco hay que menospreciar su capacidad y sentido de abstracción donde distancian y acercan sus inquietudes y encuentran caminos que los adultos apenas vislumbran.
La magia de una lámpara es que no sea un adorno, sino un medio para dar pasos correctos en la vida con una existencia clarividente, los pasos de cada uno; la vida se encarga de señalar lo que hicimos con nuestras más profundas ilusiones y esfuerzo.
¡Lámpara enciéndete! ¡Arriba el telón!
Miguel Rojas
Huetara
Donde vas, voy.
De donde vienes, vengo.
Destinos entrecruzados.
mr
Narrador en off
Pipas, rana del charco
Joaquín, hombre de negocios y político
Garrafa, policía
Prólogo
La escena muestra una plaza entre rocas y árboles mustios, donde podemos ver una charca de agua casi seca.
Varias ranas, extenuadas, vienen en busca de agua. Unas se desmayan por falta de agua, otras se abanican, otras usan mangueras conectadas a un recipiente sin agua, y así cada una se las ingenia para sobrevivir.
Aparece un chorrito de agua en el centro de la charca y todas se tiran a atraparlo, sin éxito.
Ya sin fuerzas, se escuchan sus croares de lamento.
Narrador:
Érase una vez, pero no fantasía sino realidad, un charco de agua que albergaba a la comarca de Las Ranas Cantoras de Jicaral. El nombre tenía que ver con el pueblo y a las ranas les encantaba que las llamaran así.
Hasta que cierto día llamaron a reunión de ranas. Algo serio debía estar pasando. De otra manera no hubieran convocado con tanta bulla.
Cerca de una caída de agua con su charco pequeñito.
La rana Pipas afina su garganta haciendo diferentes escalas de ejercicios vocales. A veces le salen bien, otras no, pero entre esfuerzo y esfuerzo, finalmente logra tararear una cancioncilla con ritmo alegre y sale muy contenta.
Pipas:
(Cantando)
Ajájájájájájá... (bis)
ME MI MO MU MÁÁÁ...
Pipas se pasea por el lugar con elegancia, por momentos toma poses de cantante de ópera.
Kaletas las aletas
patas de corbetas
ranas en concejo
gritan su derecho.
Kaletas kaletas
las aletas las aletas
croan los corbetas
tenemos reunión.
Se escucha un llamado fuerte y multisonoro de cantos de pájaro junto con el croar de las ranas que saca de sus casillas a Pipas y la obliga a taponearse los oídos.
Sale Pipas.
Narrador:
¡Vengan todos a reunión! ¡Tenemos concejo urgente! ¡Cabildo abierto solicitado por las Ranas Cantoras de Jicaral! Convocatoria urgente.
Entra Garrafa, corre de un lado para otro sin dar pie en bola.
Garrafa:
¡Por el amor de Dios! ¿Qué es ese escándalo?... ¡Los bomberos, llamen a los bomberos! ¡Policía, policía!... Ese soy yo. Bueno, bueno, bueno, parece que el asunto no es conmigo. (Escucha con atención) Croan las ranas, señal de que va a llover.
Entra Pipas.
Pipas:
¿Qué hacés ahí parado como una estaca? ¿No oís que están llamando a concejo?
Garrafa:
Justamente. Pero medité la cosa y me dije, Garrafa, sos la policía local, este asunto de ranas es local, vos no sos rana y mejor te quedas a la espera de acontecimientos.
Pipas:
O sea.
Garrafa:
Los asuntos de ranas que lo resuelvan las ranas. Solo puedo intervenir si hay desorden o un llamado expreso pidiendo mi presencia.
Pipas:
Entonces, ¿qué hacés aquí?
Garrafa:
Pasaba por aquí cerca y de repente oí una simpática cancioncilla. Y según me pareció, tambores de guerra entre cantos de pájaros y croar de ranas.
Pipas:
O sea.
Garrafa:
Soy pacifista. Tuve curiosidad. Cada uno debe cumplir con su deber. El mío es mantener el orden. Esta comarca es libre. Vivan libremente unos y otros y todos en paz.
Pipas:
(Preocupada) Eso mismo, eso mismo. La cosa es grave, Garrafitas. Nos estamos quedando sin agua en el charco. Ya casi no podemos reproducirnos. Estamos a punto de ser la generación perdida.
Garrafas:
La alharaca es el signo de los tiempos.
Pipas:
Por eso, Garrafitas, hay pánico. No hay agua, no hay ranas. No hay ranas, no hay turismo. No hay ranas, no hay cadena biológica completa en su engranaje. Somos el termómetro del clima, más frío-más caliente. ¿Entendés? La economía pierde, la cultura pierde, la comarca pierde por no cuidar sus riquezas naturales y las fuentes de trabajo que crea.
Garrafa:
No entiendo muy bien, pero digamos que la charca está casi seca y las ranas están disminuyendo su población.
Pipas:
Algo captás.
Garrafa:
No puedo intervenir sin autorización superior. Además, desconozco la causa del problema. Y dicho sea, aunque de paso, como policía no puedo deliberar. Eso es trabajo de los políticos y la sociedad civil. ¿Estamos claros?
Pipas:
O sea.
Garrafa:
Soy pacifista.
Pipas:
Dejá de caminar para allá y para acá.
Garrafa:
Hago ronda.
Pipas:
Dejá de hacer rondas que me vas a marear.
Garrafa:
Si el problema es tan serio, ¿por qué no estás en el cabildo, deliberando que van a hacer?
Pipas:
Porque trato de encontrar una solución.
Garrafa:
¿Qué pasa? ¿Cuál es el problema?
Pipas:
(Melodramática) ¡Es una tragedia nacional! Los charcos se están secando. Nos estamos quedando sin agua. No pongás cara de corcho que no te va a hacer más inteligente. ¿Entendés la cosa, sí o no?
Garrafa:
¿Cuál es la causa de que los charcos se estén secando?
Pipas:
Por fin llegamos al punto.
Garrafa:
Principio de todas las cosas: todo tiene una causa. La causa universal, la causa particular.
Pipas: