La magia de lo incómodo - Ben Aldridge - E-Book

La magia de lo incómodo E-Book

Ben Aldridge

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"Duerme a la intemperie, aprende malabares, resuelve un cubo de Rubik o come algo que no te guste. Permite que el poder de la incomodidad inunde tu vida y sorpréndete con las maravillosas lecciones de resiliencia que aguardan en tu interior. Así lo hizo Ben Aldridge, quien tras fuertes episodios de ansiedad que impactaron su rutina diaria, quiso derribar las barreras mentales de una forma creativa: diseñó y realizó estos 43 desafíos para abrazar su incomodidad e impulsarse con ella. Tienes en tus manos el resultado de su experiencia y también una invitación a romper con tus limitantes autoimpuestas para desbloquear tu potencial."

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Duerme a la intemperie, aprende malabares, resuelve un cubo de Rubik o come algo que no te guste.Permite que el poder de la incomodidad inunde tu vida y sorpréndete con las maravillosas lecciones de resiliencia que aguardan en tu interior.

Así lo hizo Ben Aldridge, quien tras fuertes episodios de ansiedad que impactaron su rutina diaria, quisoderribar las barreras mentales de una forma creativa: diseñó y realizó estos 43 desafíos para abrazar su incomodidad e impulsarse con ella.

Tienes en tus manos el resultado de su experiencia y tambiénuna invitación a romper con tus limitantes autoimpuestas para desbloquear tu potencial. ¡Ejercita tu fortaleza mental, abandona tu zona de confort y renueva tu vida con este extraordinario libro!

Ben Aldridge es escritor y conferencista. Ha publicado tres libros que han sido traducidos a seis idiomas y ocupado las principales listas de los títulos más vendidos. Ha dado charlas alrededor del mundo para inspirar a otros a salir de su zona de confort y crear resiliencia, a través de diversos métodos basados en distintas corrientes de pensamiento, como la filosofía clásica o la psicología moderna.

Para Helen, mamá y papá.

Índice

IntroducciónCómo desarrollar la resiliencia mentalEstoicismoBudismoTerapia cognitivo-conductual (TCC)MentalidadSobre los retosLos retos¿Qué sigue?Lecciones de mi año de adversidadPensamientos finalesÍndice de retosVen a saludarAgradecimientos

Introducción

Estar acostado en el hotel Caesars Palace y pensar que estaba a punto de tener un ataque cardiaco no era la forma en que había planeado pasar mis vacaciones, especialmente en Las Vegas. Por lo que parecía la centésima vez en dos semanas, pensé que iba a morir. Mi corazón estaba acelerado, mi cuerpo temblaba y sudaba como si no hubiera mañana. Pero el miedo fue la peor parte. Era tan agudo y abrumador que sentía como si mi cabeza fuera a estallar.

La adrenalina corría por mi cuerpo y no podía pensar con claridad. Helen, mi novia, se sentó a mi lado y hacía lo que estaba en sus manos para intentar calmarme, pero me era difícil escucharla. No asimilaba nada en realidad. Sentía que el mundo exterior había comenzado a encogerse a mi alrededor mientras estaba acostado sobre la cama innecesariamente grande. Miré fijamente el techo y cerré los ojos. ¿Qué me había ocurrido? ¿Qué estaba pasando?

Durante las dos semanas previas, Helen y yo habíamos conducido desde San Francisco hasta Las Vegas en lo que se suponía serían unas vacaciones relajantes y divertidas en Estados Unidos. Sin quererlo, logré arruinarlas. Al parecer, me golpeó un torrente de síntomas intensos que llegaron de la nada. Al principio pensé que se trataba del desfase de horario, pero no se disipó.

Comenzó tan pronto como aterrizamos en Estados Unidos: una mezcla de náuseas, palpitaciones y una dosis extra de temblores. También había una sensación subyacente de temor que nunca desaparecía. A veces era tan severa que sentía como si fuera a colapsar. Llegaba en oleadas y me dejaba completamente atontado y exhausto. No entendía qué me pasaba y era muy aterrador.

Todo el viaje en carretera estuvo marcado por estos episodios. Cualquier cosa simple causaba que mis síntomas se intensificaran. Al inicio de las vacaciones nos quedamos en el distrito Tenderloin, en San Francisco. Este notorio vecindario estaba repleto de una mezcla de vendedores de droga y adictos. Estar ahí elevó mi adrenalina hasta las nubes.

Cada vez que salíamos del hotel, nos recomendaban hacer un desvío enorme para evitar ciertas calles. Los personajes que vagaban por el vecindario eran intimidantes. Y era fácil sentirse nervioso cuando, justo al lado de tu hotel, hay gente que grita agresivamente o yace inconsciente en el piso debido al abuso de las drogas o el alcohol. Me sentía increíblemente estresado y mis síntomas empeoraron.

En otra ocasión, tuve que enfrentar una autopista de ocho carriles en Los Ángeles, lo que me aterrorizó por completo. Normalmente no habría tenido problemas con este tipo de situaciones, pero de verdad tuve dificultades para mantener la calma. Me sentí muy incómodo y odié la experiencia. Pensé que chocaría y el auto se convertiría en una bola de fuego que mataría a todos los que estuvieran alrededor. Mi mente me atormentaba con escenarios extremos y no sabía cómo lidiar con ellos.

En un momento terminé conduciendo nuestro coche rentado por el corazón de una tormenta eléctrica en medio del desierto de Arizona. De verdad parecía que el mundo se iba a acabar conforme el horizonte se cubría con una cortina negra de nubes y relámpagos. Comenzó cuando íbamos a mitad del camino, como si se burlara de nosotros. No había salidas en la autopista, tampoco un solo retorno. La única opción era manejar directo hacia el ojo de la tormenta. ¿Fue aterrador? Absolutamente.

Al crecer en Reino Unido, no estaba preparado para la intensidad de las tormentas estadounidenses. Conforme el coche se acercaba al ojo de la tormenta, condujimos bajo una intensa lluvia. Los limpiaparabrisas no podían seguirle el paso y la visibilidad era nula. Yo era un desastre tembloroso, nervioso, al límite.

Para empeorar la situación, los relámpagos golpeaban todo nuestro alrededor. Enormes rayos iluminaban el cielo entero varias veces por minuto. El coche zumbaba y podíamos sentir la electricidad estática en el aire. Los vellos en mis brazos se irguieron como soldados mientras conducíamos por la tormenta. Nunca en mi vida había vivido algo así y estaba completamente aterrado.

Cuando por fin salimos de la tormenta y alcanzamos cielos despejados, grité de alegría. La intensidad del momento era muy real y la adrenalina que corría por mi cuerpo hizo que las manos me temblaran otra vez. Sin embargo, mi alivio solo fue temporal y el miedo subyacente volvió muy rápido.

Esa noche no pude dormir y creí que mis síntomas empeoraban. El miedo parecía ser constante y todo me confundía. Helen sugirió varias veces que quizá mi mente estaba causando estos problemas, pero yo ni siquiera podía considerarlo. ¿Cómo podría mi mente causar tales reacciones en mi cuerpo? Estaba convencido de que esto era completamente físico y que me había contagiado de alguna enfermedad en el avión. Confiaba 100 % que no había nada malo en mi mente. Pero algo no andaba bien.

El viaje concluyó en Las Vegas, donde terminé encerrado en la habitación del hotel. Las vacaciones no fueron la aventura divertida que había imaginado y estaba muy desesperado por escapar, por ir a casa. Estaba seguro de que todo mejoraría cuando regresara a Londres, pero estaba equivocado.

Luego de volver a Reino Unido, todo empeoró. Despertaba a mitad de la noche con el corazón acelerado y la sangre bombeando con furia por mis venas. Lo anterior me dificultaba mucho dormir, pues despertaba en intervalos aleatorios experimentando pánico total.

El golpeteo de mi corazón se volvió más consistente, las náuseas eran constantes y comencé a lucir bastante pálido. No me sentía cómodo al salir de casa y con frecuencia estaba al límite. Permanecer en casa todo el tiempo tampoco me ayudó, y podía sentir que mi mundo se encogía.

Mis padres estuvieron de acuerdo con Helen y sugirieron que tal vez yo generaba los estados de frenesí. Opinaron con gentileza que quizá estos surgían de mi estado mental. Yo seguía convencido de que no era así.

No me gusta ir al médico (¿a quién sí?), pero tenía que hacer algo al respecto. Debía averiguar qué sucedía y estaba desesperado por encontrar una solución. Programé una cita de emergencia en mi clínica local, determinado a llegar al fondo de todo. Todavía pensaba que tenía algún tipo de enfermedad física, por lo que de verdad me sorprendí cuando el doctor reconoció mis síntomas como ansiedad.

Para todos los demás (el doctor, Helen y mis padres) debió ser cegadoramente obvio, pero yo no lo vi. No podía. Por alguna razón, era incapaz de notarlo. Quizá tenía tanto miedo de que hubiera algo malo en mi mente que descarté la posibilidad de que eso fuera una opción.

Creo que se debía tanto a la ignorancia (no sabía nada sobre la ansiedad) como al miedo de estar “loco”. No comprendía del todo que la salud mental tenía un rango tan amplio de condiciones. Tampoco me di cuenta de que era algo que podía afectar a cualquiera en cualquier momento. Pensaba que todo era blanco o negro, y que, o estás “bien” o necesitas ingresar a un hospital mental. En este caso, la ignorancia estaba lejos de ser una bendición.

Me tomó un tiempo procesar mi diagnóstico y aceptar que había tenido una serie de ataques de pánico y ansiedad aguda (diagnóstico oficial del médico). Tan pronto como comencé a asimilarlo, tuve una revelación tan importante como alarmante: ya en el pasado, hubo momentos en los que experimenté eventos aislados que claramente eran ataques de pánico o problemas relacionados con la ansiedad.

Cuando era mucho más joven, recuerdo haber subido a un avión y pensar que estaba a punto de colapsar de miedo. No podía respirar apropiadamente y comencé a hiperventilar. Duró pocos minutos y luego pasó, pues me distraje y no volví a pensar en ello. Sin embargo, desde luego fue un ataque de pánico.

Hay muchos otros eventos similares a este que puedo recordar: en trenes, autobuses y centros comerciales. En el pasado nunca fue tan intenso, pero era obvio que ya había sentido ansiedad. Interesante. Estaba desesperado por entender qué ocurría y por qué había sido tan fuerte en Estados Unidos. Soy una persona bastante relajada y este nivel de ansiedad en mi vida era anormal. Necesitaba encontrar una solución.

La ansiedad nos afecta a todos. Va y viene dependiendo de las circunstancias. Cuando nos sentimos preocupados o asustados, experimentamos una serie de síntomas físicos. Algunas de las sensaciones comunes son un ritmo cardiaco rápido, adrenalina circulando por las venas, mareos y desmayos, sudoración, náusea y la incomodidad o el miedo generalizado. Es parte de la naturaleza humana. A veces se le llama “respuesta de lucha o escape”.

Si de pronto un oso se mete a tu casa por la ventana, estoy muy seguro de que sufrirías todos los síntomas anteriores. Esto es previsible (no, no hablo del oso metiéndose por la ventana). La reacción de nuestro cuerpo se debe, básicamente, al instinto de supervivencia, y deberíamos estar extremadamente agradecidos por ello. Nos ha permitido sobrevivir como especie por millones de años y nos ha ayudado a atravesar con éxito los peligros que encontramos. Por desgracia, este mecanismo causa problemas en el mundo moderno.

Sentir aprehensión por un evento futuro es perfectamente normal. Además, a veces podemos experimentar estos síntomas de “lucha o escape” en respuesta a amenazas pequeñas o imaginarias. De forma similar, la mayoría de las personas sufrirían sensaciones de ansiedad si de pronto se lanzaran en paracaídas.

Sin embargo, se le llama “trastorno de ansiedad” cuando comienzas a tener estas sensaciones sin una causa obvia, o los síntomas se vuelven tan abrumadores que se requiere hacer algo al respecto. Cuando esto ocurre, necesitas desarrollar un método para manejar las emociones y sensaciones que experimentas.

Los ataques de pánico son un poco diferentes. En esencia, son momentos de ansiedad muy intensa, durante los cuales te sientes extremadamente abrumado y piensas que estás a punto de morir (no es broma). Si nunca habías tenido un ataque de pánico y experimentas uno por primera vez, es usual que llames a una ambulancia porque piensas que se trata de un ataque cardiaco. Así de intenso y atemorizante puede ser.

Aunque no es necesario que te lleven al hospital por un ataque de pánico, como sí ocurriría con un ataque cardiaco, estos suelen ser muy desagradables. Los detonantes pueden ser específicos y obvios, como el oso que se metió por la ventana. O bien, es posible que tu mente los saque de proporción, como preocuparte porque el autobús está muy lleno (algo quizá no tan aterrador como un oso). Los ataques de pánico pueden ser eventos aislados o recurrentes. Por lo general, solo duran unos pocos minutos, pero son experiencias poderosas cuya intensidad es capaz de provocar efectos físicos extremos.

Los ataques de pánico y la ansiedad son las dos cosas que comencé a experimentar en mi viaje por las carreteras estadounidenses. Se acercaron en silencio y me hicieron polvo. No tenía ningún mecanismo de defensa y mi educación respecto a la salud mental era mala. En aquel entonces, no sabía de dónde provenían el miedo y la ansiedad ni por qué habían aparecido en mi vida. En teoría, no había nada de qué preocuparme: tenía un trabajo estupendo, una novia maravillosa de muchos años, un grupo de amigos brillantes y una familia amorosa. ¿De dónde provenía el estrés y un miedo tan agudo?

Al final, todas estas preguntas me guiaron hacia una aventura que cambió mi vida y me emociona compartirte en estas páginas. Como sea, eso puede esperar. Volvamos a la clínica local y a mi historia.

El médico sugirió una dosis de terapia oral como punto de partida. Yo no estaba seguro. Soy una persona bastante reservada y no creía necesitar terapia (quizás en ese entonces era alguien de mente muy cerrada). Por alguna razón, quería resolver el problema yo solo. Supongo que ser un poco maniático del control no ayudó. Siempre consideré la terapia como un plan B en caso de que no pudiera ayudarme a mí y este pensamiento me dio confianza.

Me gusta entender las cosas por mi cuenta y siempre he sido bueno para involucrarme de lleno en proyectos. Aprender sobre ansiedad y cómo lidiar con ella se convirtió en mi nueva obsesión, y recolectar consejos prácticos y mecanismos de defensa pasó a ser mi nuevo pasatiempo.

Comencé a leer muchísimo: incontables libros sobre filosofía, psicología, TCC (terapia cognitivo-conductual), autoayuda, biografías inspiradoras y todo lo que creyera que podría ayudar. Mi departamento parecía una biblioteca desordenada, con libros a medio leer esparcidos por todas partes.

En un intento por educarme sobre la mente humana, gasté una cantidad ridícula de tiempo y dinero en libros. Para complementar, comencé a ver videos y documentales en línea que me ayudaran a entender lo que experimentaba. Además, tomaba notas sobre todo lo que aprendía. Me sentía como un científico loco en busca de una cura milagrosa para la ansiedad (es probable que también me viera como uno). Helen fue increíble al encontrar libros y artículos que podrían gustarme, y me alentó por completo a explorar toda esta información tanto como fuera posible.

Durante las siguientes semanas, comencé a formar una imagen clara de lo que me ocurría, lo que le sucedía a mi mente y lo que podía hacer para recuperar el control. Mi investigación me dio montones de teorías e ideas en las cuales pensar.

Un concepto que de verdad resonó en mí fue el de la “zona de confort”. Todos tenemos alguna y es probable que luzcan diferente dependiendo de quienes somos. En realidad, hay tantas zonas de confort como personas, miles de millones, y adquieren distintas formas conforme la gente crece y cambia. Veo la zona de confort como algo que evoluciona constantemente: nuestras experiencias son las que la forman.

Vamos a imaginar que la zona de confort se ve como un círculo (la tuya puede lucir como un plátano o lo que mejor funcione para ti). Cuando estás dentro del círculo (o el plátano), sientes calma y seguridad. Sin embargo, en cuanto sales, experimentas miedo, vulnerabilidad e incomodidad. Es normal y se trata del modelo de explicación con el que la mayoría estamos familiarizados.

Te doy un ejemplo: puede que te sientas a gusto hablando con amigos y colegas, pero cuando te piden dar una presentación para algunos cientos de personas en el trabajo, aparece la aprehensión. Este tipo de evento puede sacar con facilidad a las personas de sus zonas de confort, mientras que esto no suele ocurrir durante una conversación casual.

Es importante observar que todos podemos tener diferentes zonas de confort, dependiendo de lo que hacemos. Si competimos en un deporte con el que estamos familiarizados, es probable que nos sintamos dentro de nuestra zona de confort, mientras que, de forma simultánea, otros pueden tener dificultades.

No tendrías que buscar mucho para encontrar áreas en tu vida donde tus zonas de confort son círculos más grandes en los que te sientes relajado y cómodo, y que pueden estar relacionados a tu trabajo, tus pasatiempos o tu vida social. Estoy seguro de que hay situaciones en las que tienes plena confianza.

Sin embargo, lo interesante es que nos es muy fácil querer permanecer dentro de dichos círculos y no explorar el área “oscura y atemorizante” fuera de ellos. Todos somos culpables de esto y es algo en lo que debemos trabajar de forma consciente para cambiar. Para extender de verdad nuestras zonas de confort necesitamos salir de ellas e investigar más allá de sus fronteras, en lo desconocido. De este modo, rompemos los límites y expandimos nuestros horizontes de comodidad.

Mi zona de confort se redujo muchísimo luego del viaje por las carreteras estadounidenses y sentía que casi todo me empujaba fuera de ella. Muchas cosas me hacían sentir incómodo y mi mundo se había encogido, lo cual me resultaba demasiado frustrante y debilitante. Además, la idea de salir deliberadamente de mi zona de confort para expandirla no me atraía en absoluto. Entonces comencé a leer sobre los estoicos.

Durante mi extensa investigación sobre lo que podía hacer a nivel personal para recuperar el control de mi vida, encontré un grupo de pensadores llamados estoicos. Los filósofos estoicos de las antiguas Grecia y Roma defendían la práctica de la adversidad para desarrollar una mentalidad más fuerte y resiliente. Lo conseguían de muchas formas: comer cantidades pequeñísimas de comida, soportar vivir a la intemperie, practicar la pobreza, e incluso vestir ciertas prendas que deliberadamente los avergonzara frente a sus iguales. ¿No tenían zapatos? No había problema. Caminar descalzos era una gran oportunidad para forjar el carácter.

Amé estas ideas y quedé impresionado por su audacia. Esta clase de “entrenamiento estoico” me inspiró. Soy alguien introvertido, así que la idea de usar algo extravagante ¡me hizo estremecer! Odio los disfraces, así que pensar en obligarme a salir intencionalmente de mi zona de confort me intrigó tanto como me asustó.

Empecé a explorar estas ideas a detalle, así como a imaginar formas de practicar la adversidad a nivel personal. ¿Qué podría hacer para salir de mi zona de confort? Si comenzaba a ponerme retos, ¿ganaría confianza y superaría mi ansiedad? ¿Sería capaz de construir fortaleza mental como los estoicos? ¿Dejar mi zona de confort me ayudaría a abrir mi mundo de nuevo?

Como en mi cabeza rebotaban muchas preguntas, decidí realizar una prueba. Escribí una lista de todo lo que me asustaba en exceso y creé una serie de desafíos relacionados a ella. Dicha lista abarcaba desde aquello que me asustaba hasta cosas que me resultaban desafiantes. Algunas de las ideas eran ridículas y disfruté jugar con ellas en mi mente y por escrito.

Conforme la lista creció, mi mente se llenó de formas nuevas e interesantes para sacarme de mi zona de confort. Las ideas llegaban como olas y en poco tiempo ya tenía un repertorio enorme de retos complicados, atemorizantes y emocionantes. De hecho, eran cientos. Mi cerebro había enloquecido y ahora tenía un gran inventario de cosas que podía hacer para fortalecerlo, si es que era capaz de salir y llevarlo todo a cabo. Así nació la idea de este proyecto.

En ese momento decidí mirar a los ojos al miedo y a la ansiedad y enfrentar mi ambiciosa lista de retos, todo en nombre del desarrollo personal. No sabía cuánto me tomaría, pero haría el intento de realizar tantos como fuera posible en un año. Esta sería una buena cantidad de tiempo para probar la teoría de manera apropiada y ver cómo cambiaría mi mentalidad.

Si no funcionaba, podría dejar de hacer los desafíos para intentar un enfoque alternativo. Los desafíos a la zona de confort estaban listos para la acción y declare que este proyecto personal sería mi “año de adversidad”. Esa es la señal para que te imagines un montaje de entrenamiento estilo Rocky, porque eso fue lo que sucedió. Bueno, casi.

Durante un año, me expuse a tantas situaciones ridículas y difíciles como fuera posible. Al principio fue algo lento, pues, gracias a mi mentalidad ansiosa con tendencia al pánico, no estaba en un lugar ideal para empezar. En realidad, me tomó unos seis meses dar forma a mi año de adversidad conforme tanteaba lentamente el terreno con retos pequeños. En ese momento, era difícil realizar tareas cotidianas sin enloquecer, por lo que tuve que comenzar con pasos pequeños.

Cuando me sentí listo, empecé a retarme de verdad. Usé cada fin de semana y oportunidad posible para enfrentar mis desafíos y avanzar en la lista. Comencé de a poco, pero con el tiempo tomé impulso e intenté cosas más grandes y atrevidas. Mi confianza volvió y los ataques de pánico se detuvieron. ¡Éxito!

Me sentía muy orgulloso por los cambios que había hecho en mi vida. Además, para mis amigos cercanos y mi familia era claro el cambio en mi mentalidad. En cuanto noté la mejoría, no hubo forma de detenerme. Podía sentir los cambios, por lo que me adherí del todo al concepto y, en un tiempo relativamente corto, le había dado un giro total a mi vida. Tardé unos cuantos meses de retos volver sentir que tenía el control de mi mente. ¡Fue un alivio!

El año de adversidad fue el más importante de mi vida hasta la fecha. Gracias a esos desafíos, ahora tengo un repertorio de pasatiempos inusuales y habilidades interesantes. También pasé por un montón de experiencias locas y maravillosas que nunca olvidaré. Algunas de ellas son historias fantásticas para contar en la cena y con certeza me dejaron muchos recuerdos grandiosos. Logré mucho en mi año, desde correr maratones y escalar montañas, hasta caminar más de 160 kilómetros en cuatro días a lo largo de la Ruta de los Cotswolds.

Ahora puedo tener una conversación en japonés y tengo una certificación de dominio de este idioma. Eso es algo que nunca hubiera imaginado, ya que siempre me sentía incapaz para aprender otros idiomas. Aprendí a forzar cerraduras, resolver un cubo de Rubik en menos de un minuto y memorizar el orden de una baraja luego de verla solo una vez (el máximo truco para fiestas).

Nadé en los mares británicos en invierno, tomé baños helados y dormí en una playa dentro de un saco de dormir durante una tormenta eléctrica (esa fue una experiencia muy interesante). Viajé muchísimo y comí algunos insectos repulsivos en el camino. También establecí una rutina matutina que me ayuda a despertar muy temprano para lograr más. Con este tiempo adicional, escribí un libro (el que estás leyendo ahora) e inventé una rutina de meditación. Esto es apenas la punta del iceberg respecto a lo que este año hizo por mí.

Sin embargo, el resultado más grandioso es que ya no estoy lleno de miedo y me siento mentalmente fuerte. Mi ansiedad es diferente ahora, y es algo de lo que puedo hablar con comodidad. Cuento con un gran número de herramientas y trucos que uso cuando hay dificultades, y tengo la confianza para encarar los problemas de la vida. Creo que me conozco más gracias a toda esta experiencia, y estoy muy agradecido por esa nueva percepción.

Completar los desafíos a la zona de confort me permitió desarrollar un mecanismo para manejar mis emociones más escabrosas. Como seres humanos, tenemos un rango enorme de emociones con las cuales lidiar. La ansiedad y el miedo están dentro de este rango y, como ocurre con todas las emociones, hay formas tanto efectivas como ineficaces para trabajar en ellas.

Para mí, explorar estas emociones en un ambiente relativamente controlado fue la clave para un enorme crecimiento personal. Mentiría si dijera que ya no experimento ansiedad, pero ahora tengo todo un repertorio de formas para lidiar con ella. Ya no es tan incapacitante y desconocida como antes. Ahora solo es otra emoción que tengo como ser humano, al igual que todos en este planeta, y sentirla no es un problema.

Escribo todo esto para dejar claro lo poderoso que puede ser salir de nuestras zonas de confort. Incluso si no eres alguien particularmente ansioso, puedes generar mucha fuerza mental usando este método de desarrollo personal. Tener un mecanismo de defensa para lidiar con la presión y las dificultades es una inversión sabia. De hecho, es una de las habilidades más importantes que podrías aprender, y puede cambiar por completo tu vida. ¡Ciertamente cambió la mía! Cuando las cosas se ponen difíciles y parece que la vida te arroja retos múltiples, tener la actitud correcta y el control es esencial.

El objetivo principal de este libro es ayudarte (sí, a ti) a cultivar tu fortaleza mental. Te compartiré 43 de los desafíos más raros y maravillosos que completé en esta aventura. Te animo a intentarlos. Al hacerlo, serás capaz de desarrollar una estrategia personal para afrontar las dificultades y la adversidad. Puedes probar todos los consejos que te daré en la siguiente sección y aprender a estar tan tranquilo como un maestro zen en la fila del aeropuerto.

También te garantizo que tendrás algunas vivencias locas y ridículas si te unes en este viaje de autodescubrimiento. Amasarás una fortuna de historias fascinantes para compartir (o para presumir). Además, descubrirás más sobre ti conforme completes los desafíos de la lista y aprendas a funcionar con efectividad al aceptar lo desconocido.

En esencia, este libro te enseñará cómo sentirte cómodo con la incomodidad. Espero que disfrutes el viaje.

 

Tener unmecanismo dedefensa para lidiar con lapresión y lasdificultades es una inversión sabia.

Cómo desarrollar la resiliencia mental

Hay muchas formas para desarrollar la fortaleza mental, pero observar ideas de la filosofía y la psicología popular es un gran comienzo.

La filosofía tiene la reputación de ser un tema seco y académico. De hecho, solía pensar que solo era para caballeros barbudos de edad avanzada, fumadores de pipas y vestidos con sacos de lana, hasta que comencé a leer al respecto.

La realidad es que la filosofía es la herramienta máxima de autoayuda y entrenamiento mental que existe. Es increíble la sabiduría y comprensión con la que varios filósofos han escrito sobre la naturaleza de la existencia. Muchas de estas ideas son en extremo prácticas y han superado la prueba del tiempo.

Desde luego, hay mucha filosofía académica que discute sistemas políticos, ideologías y la naturaleza de la existencia, pero también hay montones de consejos que pueden usarse para vivir una vida mejor. Hay muchas filosofías de las cuales elegir, por lo que tuve que seleccionar solo mis dos favoritas: el estoicismo y el budismo. Describiré brevemente cada una y luego te daré algunos consejos y trucos útiles que te ayudarán. Qué bueno soy contigo, ¿no crees?

La psicología popular es un tema lleno de ideas de fácil acceso. Con popular me refiero a lo accesible de estas ideas para personas sin preparación técnica en psicología. Podemos arrojar los libros por la ventana (en sentido figurado) y ahorrarnos todo ese trabajo ridículamente pesado de descifrar una psicología compleja e intrincada.

La psicología popular, en esencia, es una comida precocinada para nuestras mentes. Bueno, algo parecido. Las dos ideas que analizaremos son la terapia cognitivo-conductual (TCC) y el concepto de mentalidad, porque nos serán útiles a la hora de explorar muchos de los retos más difíciles en este libro.

Al estudiar estas ideas e internalizarlas, comenzarás a desarrollar tu resiliencia mental. Cultivar una mentalidad que afronta la adversidad y los retos sin esfuerzo no será fácil, pero estas ideas te ayudarán a lograrlo.

Todo empieza con conceptos prácticos y termina con desafíos. Comienza en la antigua Grecia y termina contigo en una tina con hielos insultándome. Esa es mi teoría. Espero que algunas de las siguientes ideas te inspiren.

Estoicismo

El estoicismo se originó en la antigua Grecia alrededor del año 300 a. C. Un hombre llamado Zeno comenzó el movimiento luego de darse cuenta de la verdadera importancia del autoconocimiento, el mejoramiento personal y la autodisciplina. Él quería una filosofía práctica, que pudiera usarse todos los días para enfrentar los retos de la vida. ¡Qué gran sujeto! Más tarde, las ideas del estoicismo se dispersaron hacia la antigua Roma, en donde tuvieron mucha influencia.

Esto duró un buen rato, pero luego fue reemplazado por el cristianismo. Hubo entonces una pausa, durante la cual no ocurrió nada relacionado a esta filosofía. A lo mucho un jugueteo con los pulgares. El estoicismo casi volvió cuando Justo Lipsio (1547-1606) intentó mezclarlo con el cristianismo, aunque en realidad esto no duró. Así pues, vino otra gran pausa y mucho jugueteo con los pulgares.

Pero si damos un gran salto hacia años más recientes, notarás un enorme resurgimiento en el interés por el estoicismo. Ahora es increíblemente popular y puedes escuchar que equipos de la Liga Nacional de Fútbol (NFL, por sus siglas en inglés), líderes mundiales y emprendedores de Silicon Valley usan el estoicismo para guiar sus decisiones y procesos mentales.

Hubo muchos filósofos estoicos y puedes encontrar montones de libros sobre el tema. Los tres jugadores clave (leyendas estoicas, si quieres) son Aurelio, Séneca y Epicteto. Estos muchachos son un buen lugar para empezar y, si te interesa, te recomiendo mucho explorar sus obras.

Lucio Anneo Séneca (4 a. C. - 65 d. C.), también conocido como Séneca el Joven (que en mi opinión es un gran nombre artístico para una estrella de rap), fue un filósofo estoico romano que produjo muchas obras significativas que contribuyeron al estoicismo. Gran parte de ellas son series de cartas que ofrecen consejos a amigos y familiares. Veo a Séneca como una Oprah romana, pero quizá solo sea cosa mía.

El libro Cartas a Lucilio es una excelente introducción a su filosofía y ofrece consejos relevantes para nuestro mundo moderno. Séneca se convirtió en el asesor del emperador romano Nerón, notorio por su despotismo. Aquello no terminó bien, pues Nerón, en un ataque de ira, le ordenó a Séneca cometer suicidio. De forma controlada y estoica, Séneca aceptó su destino y lo hizo sin quejarse. No es un logro sencillo, ¡yo habría tenido una o dos quejas al respecto!

La siguiente leyenda estoica es Epicteto (55-135 d. C.). Nació siendo esclavo, pero su dueño le permitió estudiar y así descubrió la filosofía. Después se ganó su libertad y con el tiempo estableció una escuela filosófica en Grecia.

La obra principal de Epicteto es Enquiridión, que funciona como un mapa o manual filosófico sobre cómo vivir nuestras vidas. Además, se enfoca muchísimo en cómo respondemos a ciertas situaciones. Se reconoce que las ideas de Epicteto fueron de gran influencia en la creación de la TCC, la cual exploraremos más adelante (ver página 48).

Marco Aurelio (121-180 d. C.) es una de las figuras centrales en la filosofía estoica. Fue emperador romano de 161 a 180 d. C. y es famoso por su libro Meditaciones. Nunca tuvo la intención de publicar este libro, solo era el diario personal donde desarrollaba sus ideas sobre el estoicismo. Está escrito con pasajes cortos y máximas, por lo que lo es de fácil lectura.

El aspecto del estoicismo que más me interesa es cómo los estoicos nos alientan a desarrollar la fortaleza mental. Podemos resumirlo con una regla de oro concisa y bonita.

Regla de oro del estoicismo

Lo único sobre lo que tienes control es el modo en que respondes a eventos externos.

Eso es el estoicismo en resumidas cuentas. Todo se trata de cómo respondes al mundo que te rodea, esa es tu elección. Los estoicos aceptaron que tenemos poco o nulo control sobre eventos externos. La vida es demasiado impredecible y lo inesperado ocurre todo el tiempo.

Por ejemplo, si tu pan tostado cae con el lado de la mermelada hacia abajo, en realidad puedes elegir entre enojarte y sentirte molesto o no. Sé que suena imposible, ya que ahora el piso está cubierto de mermelada y tu pan tostado está arruinado, pero sí tienes esa elección. Puedes decidir permanecer tranquilo y no molestarte. Puedes elegir prepararte otra rebanada de pan tostado. En realidad, no es un desastre.

“No se trata de lo que te ocurre, lo que importa es cómo lo afrontas”.

Epicteto

Cuando ocurre algo malo, difícil o desagradable, puedes elegir cómo afrontarlo. Obviamente, esto también aplica a problemas más grandes que tirar tu pan tostado. Sin importar lo que enfrentes, resulta fácil agregarle leña al fuego y empeorarlo, quejándote y enfocándote en lo negativo.

Por el contrario, los estoicos intentaban enfocarse en la solución. ¿Elegirás permanecer positivo a pesar encontrarte con lo que consideras un problema? ¿Hay un mejor modo en que puedas manejarlo? ¿Cuál será tu respuesta a esta situación? Este es el tipo de preguntas que te harán analizar tu reacción para ver si ayuda a tu situación actual o la empeora. Así es como un estoico observaría todo.

No es fácil hacer esto y ciertamente requiere de práctica (he ahí el propósito de los retos en este proyecto). De hecho, los estoicos solían practicar esta actitud todo el tiempo. Cuando Catón, un estoico no tan famoso, solía vestir colores extravagantes, lo hacía para practicar su reacción respecto a sentirse cohibido y apenado. Cuando Aurelio reflexionaba y escribía sobre su día en Meditaciones, estaba diseccionando sus reacciones al mundo exterior y buscando formas para mejorarse a sí mismo. Esta es la actitud estoica que queremos cultivar al enfrentar las dificultades en nuestras vidas.

Al principio quizá no parezca una idea tan innovadora, pero luego de analizarla notarás lo empoderante que puede ser este punto de vista. Siempre tienes el control de tu reacción sin importar lo que te ocurra. Es tu responsabilidad y tener el control te da poder. Aceptar lo que puedes controlar o no es de enorme importancia. Imaginemos lo siguiente:

Ejemplo 1. Te rompiste la pierna. ¡Ay!

Bien, estás aquí con la pierna rota. De pronto tu mundo se encogió y te autocompadeces. Quizá te duele y estás molesto por intentar montar a ese estúpido caballo salvaje en primer lugar. No podrás trabajar por un mes y arruinaste tu entrenamiento para el maratón. Todos tus planes sociales quedaron descartados (según tú) y el festival al que querías ir el fin de semana ya no es una opción. Vas a la cocina saltando y tomas unos chocolates. También tomas los menús de comida para llevar y saltas de vuelta al sofá. Ya no me importa, piensas mientras abres un menú de pizzas y revisas las opciones en busca de algo llenador y que tenga al menos medio metro de diámetro.

Llevas un tiempo alimentándote de forma sana, pero decidiste abandonar esa idea. Caminar hasta la tienda de comida saludable parece demasiado con tu pierna rota. Perdiste la voluntad de ser disciplinado y te sientes podrido. Abres la caja de chocolates y te preparas para una comilona épica como protesta a tu pobre situación. Sabes que te vas a indigestar y no te importa. Tomas el primer chocolate y puedes oler lo delicioso que es mientras comienzas a salivar. Te lo llevas a la boca, pero escuchas un estruendo en la cocina antes de poder hincarle los dientes.

Volteas con rapidez y ves… a Epicteto, cojeando hacia ti (en realidad él era cojo y tenía dificultades para caminar). Obviamente estás sorprendido porque lleva muerto miles de años, pero entonces recuerdas que solo es un ejemplo hipotético, así que te relajas.

Epicteto tira los chocolates de un manotazo y te mira fijamente a los ojos.

–¿Así es cómo reaccionas por tener una pierna rota que va a sanar? ¡Es un problema temporal! ¿Por qué te autocompadeces? No tienes control sobre lo que ocurrió, está en el pasado. Necesitas aceptar las consecuencias de tus acciones y enfocarte en el futuro. ¡Sentarte ahí y autocompadecerte no va a cambiar nada! Deberías usar este tiempo con sabiduría. ¡Empieza a leer! Fortalece tu mente para el maratón, enfócate en la fuerza de tu tren superior, busca ejercicios alternativos para seguir en forma. Comer saludable te ayudará a recuperarte más rápido. Camina al supermercado y no te enfoques en lo difícil que sea. También deberías ir al festival. Aprovecha el reto de caminar con muletas para desarrollar tu fortaleza mental. Visita a otras personas. Tener una pierna rota no significa que no puedes caminar. Haz cosas y deja de quejarte. Imagina cuan peor pudo ser esto. Enfócate en lo que puedes hacer y agradece por tener un descanso del trabajo. ¡Puedes con esto!

Epicteto todavía te mira fijamente mientras asientes de forma lenta e incrédula, intentando poner el chocolate de nuevo en la caja.

Ejemplo 2. Alguien es muy grosero contigo

Imagina que alguien a quien no conoces es demasiado grosero contigo sin motivo alguno. Dice algo ofensivo que de verdad te molesta. No es difícil de imaginar, ya que todos lo hemos vivido. Mientras evaluamos la situación, Aurelio diría:

–No tienes que responder a esto. Su falta de educación es reflejo de esa persona. Esto es una prueba para ti y no debes rebajarte a su nivel. Mantén la moral en alto y controla tu ego. No será la primera ni la última vez que ocurra. ¿Por qué merecerías no experimentar la falta de educación? ¿Eres especial? Esto es parte de la experiencia humana y depende de ti elegir que no te afecte.

Luego de considerar este consejo, puedes tomarte la grosería de manera muy personal o trabajar con ella de forma más constructiva. Hacerle una trompetilla en la cara a esa persona tal vez (definitivamente) no sea la respuesta estoica ni la opción que Aurelio preferiría.

Estos dos ejemplos muestran el tipo de diálogo que un estoico podría usar para poner a prueba sus reacciones ante el mundo exterior. Exponen con exactitud cómo podríamos aplicar la regla de oro del estoicismo a la vida. Y, aunque en un inicio parezca que no es natural responder así, con el tiempo tú también puedes ser estoico en tus reacciones. Yo conseguiré los fuegos artificiales para celebrar.

También podemos llevar esto un poco más lejos y observar situaciones extremadamente demandantes a través de la lente estoica. Así veremos cómo sus ideas centrales se sostienen ante la presión. Por ejemplo, hay incontables prisioneros de guerra que sobrevivieron a condiciones horrendas negándose a permitir que la situación externa quebrara su espíritu.

Para explorar estas actitudes y experiencias, te recomiendo el libro El hombre en busca del sentido, de Viktor Frankl. Ahí, el autor recuerda el tiempo que pasó en un campo de concentración nazi durante la Segunda Guerra Mundial. Antes de la guerra Frankl era psiquiatra, así que utilizó su mente entrenada para soportar las atrocidades del campo. Es una lectura increíble (aunque algo densa, por obvias razones) e ilustra cuan poderosas pueden ser tu mente y tu actitud. Pese a no ser estrictamente un estoico, sus acciones sí que lo son.

Lo único que Frankl podía controlar era cómo responder al infierno en la tierra. Él habla sobre cómo lidiaban los otros prisioneros con las presiones del campo y lo poderosa que puede ser la mente humana si se usa de manera apropiada. Puedes aprender mucho de la historia y la fuerte mentalidad de este hombre.

Al entender cómo soportó estos eventos terribles, podemos aprender sobre la resiliencia mental. Es poco probable que debamos soportar tales horrores (de verdad espero no tener que hacerlo), pero estar preparados para los desastres que nos golpeen es una póliza de seguro sensata. Ninguno de los retos en este libro requerirá de ese nivel de fortaleza mental, pero entender cómo las personas soportan los tiempos difíciles puede inspirarnos y ayudarnos a desarrollar nuestra propia fuerza.

Explorar el estoicismo como filosofía es grandioso y descubrí que es muy efectivo para transformar mi mentalidad y abordar mi ansiedad. Esto es apenas la superficie, pero espero haber captado tu curiosidad.

Antes de decirle adiós al estoicismo, me gustaría dejarte uno o dos consejos prácticos que puedes intentar. Tenlos en mente cuando te encuentres con desafíos muy difíciles. También te funcionarán al enfrentar adversidades en tu vida o si tu pan tostado cae con la mermelada hacia abajo.

Consejos estoicos rápidos que puedes intentar

Respuesta. Intenta controlar o monitorear tu reacción a eventos externos que no resulten bien. Aplica la regla de oro estoica al caos de la vida y observa si eres consciente de tus reacciones a las situaciones fuera de tu control. No es sencillo, pero resultará una postura empoderante. Imagina a Epicteto corriendo hacia ti para darte un serio discurso motivador. Después, enfócate en lo que puedes hacer en vez de lo que no puedes. ¡Esto es oro estoico!Escribe un diario. Para desarrollar conciencia plena y fortalecer tu resiliencia mental, es importante que registres tu progreso. Llevar un diario nos permite hacer esto de modo práctico. Escribe lo que salió bien en tu día y lo que no. Ocupa algo de tiempo para examinar y reflexionar sobre cómo reaccionaste a eventos externos. Toma notas sobre tus intentos de aplicar la regla de oro estoica a todo con lo que te hayas encontrado.El libro de Aurelio, Meditaciones, es en esencia un diario de autorreflexión que le permitió llevar un registro de sus emociones y reacciones a los obstáculos de la vida. Buscamos emularlo al sentarnos y escribir de forma regular nuestros pensamientos. Esta práctica tiene algo bastante poderoso. Inténtala y mira lo que sucede.

Budismo

El budismo se originó en India hace aproximadamente 2 500 años y se dispersó a China, Corea, el sureste asiático y Japón, donde muchos aspectos evolucionaron a diferentes tipos de budismo. Actualmente se presenta en toda clase de formas y tamaños, y hay un gran número de rituales e ideas que varían muchísimo. En un extremo tenemos el entierro celestial tibetano, en el cual los cadáveres se pulverizan con rocas y se les dispersa en las montañas.

En el otro extremo están los koan zen, que en esencia son acertijos que desafían la lógica. Preguntas como “¿Cuál es el sonido de una mano aplaudiendo?” y “¿Cuál era tu cara original antes de nacer?” pueden ser demasiado confusas para aquellos que no las habían considerado antes. Aunque, siendo justos, son confusas incluso si ya las habías pensado. Ese es el punto.

A pesar de la variedad de ideas que podemos encontrar, los cimientos filosóficos del budismo son útiles para lidiar con la adversidad. En el budismo también se hace énfasis en la conciencia plena, y el tema recurrente de la meditación es de particular interés para nuestra exploración.

Solo para que lo sepas, no voy a intentar convencerte de convertirte al budismo. No soy budista, pero me encanta su filosofía. De verdad creo que las ideas que pueden tomarse de él beneficiarían a toda clase de personas.

Independientemente de la religión que practiques (devoto, ateo o jedi), serás capaz de usar el budismo filosófico para tu beneficio. Digo budismo filosófico porque solo examinaremos las ideas y filosofías, en vez de los aspectos místicos, rituales y religiosos.

El budismo se basa en los conocimientos de un hombre llamado Siddhartha Gautama (a quien con el tiempo se le conoció como el Buda), visto por muchos como un filósofo, líder y anciano sabio. Tras años de introspección, descubrió un sistema para aliviar el sufrimiento humano.

Siddhartha pasó el resto de su vida transmitiendo este conocimiento y sabiduría a sus estudiantes. Sus ideas superaron la prueba del tiempo y hoy el budismo se practica alrededor del mundo por cerca de 500 millones de personas, lo que la vuelve la cuarta religión más grande del mundo.

Aquí me enfocaré en lo que yo considero la más relevante de las filosofías budistas con respecto a la resiliencia mental. Veamos otra regla de oro:

Regla de oro del budismo

Nuestra mente es la fuente de nuestro sufrimiento.