La máquina del tiempo - H. G. Wells - E-Book

La máquina del tiempo E-Book

H G Wells

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Beschreibung

¿Hacia dónde irá la humanidad, miles de años en el futuro? ¿Evolucionaremos a seres avanzados, de inteligencia y sociedades superiores? ¿Volveremos a la edad de piedra, perdiendo el conocimiento de nuestros errores acumulados durante los años? Un científico victoriano buscará la respuesta a esta incógnita con su increíble máquina.La máquina del tiempo es una de las primeras novelas en popularizar el concepto del viaje temporal, y ha sido adaptada a varias películas y series del mismo nombre, entre ellas el éxito de taquilla de 2002, protagonizada por Guy Pierce.Acompaña al viajero del tiempo en su increíble odisea por la cuarta dimensión, a ver las maravillas del futuro.-

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H. G. Wells

La máquina del tiempo

Saga

La máquina del tiempo Original titleThe Time Machine Copyright © 1895, 2019 H. G. Wells and SAGA Egmont All rights reserved ISBN: 9788726337976

1. e-book edition, 2019

Format: EPUB 2.0

All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

SAGA Egmont www.saga-books.com – a part of Egmont, www.egmont.com

1 - Introducción

El Viajero a través del Tiempo (pues convendrá llamarle así al hablar de él) nos  exponía  una  misteriosa  cuestión.  Sus  ojos  grises  brillaban  lanzando centellas, y su rostro, habitualmente pálido, se mostraba encendido y animado. El  fuego  ardía  fulgurante  y  el  suave  resplandor  de  las  lámparas incandescentes,  en  forma  de  lirios  de  plata,  se  prendía  en  las  burbujas  que destellaban y subían dentro de nuestras copas. Nuestros sillones, construidos según sus diseños, nos abrazaban y acariciaban en lugar de someterse a que nos sentásemos sobre ellos; y había allí esa sibarítica atmósfera de sobremesa, cuando los pensamientos vuelan gráciles, libres de las trabas de la exactitud. Y él  nos  la  expuso  de  este  modo,  señalando  los  puntos  con  su  afilado  índice, mientras que nosotros, arrellanados perezosamente, admirábamos su seriedad al tratar de aquella nueva paradoja (eso la creíamos) y su fecundidad.

—Deben  ustedes  seguirme  con  atención.  Tendré  que  discutir  una  o  dos ideas que están casi universalmente admitidas. Por ejemplo, la geometría que les han enseñado en el colegio está basada sobre un concepto erróneo.

—¿No es más bien excesivo con respecto a nosotros ese comienzo? —dijo Filby, un personaje polemista de pelo rojo.

—No  pienso  pedirles  que  acepten  nada  sin  motivo  razonable  para  ello. Pronto  admitirán  lo  que  necesito  de  ustedes.  Saben,  naturalmente,  que  una línea matemática de espesor nulo no tiene existencia real. ¿Les han enseñado esto?  Tampoco  la  posee  un  plano  matemático.  Estas  cosas  son  simples abstracciones.

—Esto está muy bien —dijo el Psicólogo.

—Ni  poseyendo  tan  sólo  longitud,  anchura  y  espesor,  un  cubo  tener existencia real.

—Eso lo impugno —dijo Filby—. Un cuerpo sólido puede, por supuesto, existir. Todas las cosas reales...

—Eso  cree  la  mayoría  de  la  gente.  Pero  espere  un  momento,  ¿puede  un cubo instantáneo existir?

—No le sigo a usted —dijo Filby.

—¿Un cubo que no lo sea en absoluto durante algún tiempo puede tener una existencia real?

Filby se quedó pensativo.

—Evidentemente  —prosiguió  el  Viajero  a  través  del  Tiempo—  todocuerpo  real  debe  extenderse  en  cuatro  direcciones:  debe  tener  Longitud, Anchura,  Espesor  y...  Duración.  Pero  debido  a  una  flaqueza  natural  de  la carne, que les explicaré dentro de un momento, tendemos a olvidar este hecho. Existen en realidad cuatro dimensiones, tres a las que llamamos los tres planos del  Espacio,  y  una  cuarta,  el  Tiempo.  Hay,  sin  embargo,  una  tendencia  a establecer una distinción imaginaria entre las tres primeras dimensiones y la última, porque sucede que nuestra conciencia se mueve por intermitencias en una dirección a lo largo de la última desde el comienzo hasta el fin de nuestras vidas.

—Eso —dijo un muchacho muy joven, haciendo esfuerzos espasmódicos para  encender  de  nuevo  su  cigarro  encima  de  la  lámpara—,  eso...  es, realmente, muy claro.

—Ahora bien, resulta notabilísimo que se olvide esto con tanta frecuencia —continuó el Viajero a través del Tiempo en un ligero acceso de jovialidad—. Esto  es  lo  que  significa,  en  realidad,  la  Cuarta  Dimensión,  aunque  ciertas gentes que hablan de la Cuarta Dimensión no sepan lo que es. Es solamente otra  manera  de  considerar  el  Tiempo.  No  hay  diferencia  entre  el  Tiempo  y cualesquiera de las tres dimensiones salvo que nuestra conciencia se mueve a lo largo de ellas. Pero algunos necios han captado el lado malo de esa idea. ¿No han oído todos ustedes lo que han dicho esas gentes acerca de la Cuarta Dimensión?

—Yo no —dijo el Corregidor.

—Pues,  sencillamente,  esto.  De  ese  Espacio,  tal  como  nuestros matemáticos  lo  entienden,  se  dice  que  tiene  tres  dimensiones,  que  pueden llamarse  Longitud,  Anchura,  y  Espesor,  y  que  es  siempre  definible  por referencia  a  tres  planos,  cada  uno  de  ellos  en  ángulo  recto  con  los  otros. algunas  mentes  filosóficas  se  han  preguntado:  ¿por  qué  tres  dimensiones, precisamente?, ¿por qué no otra dirección en ángulos rectos con las otras tres? E  incluso  han  intentado  construir  una  geometría  de  Cuatro  Dimensiones.  El profesor  Simon  Newcomb  expuso  esto  en  la  Sociedad  Matemática  de  New York hace un mes aproximadamente. Saben ustedes que, sobre una superficie plana que no tenga más que dos dimensiones, podemos representar la figura de un sólido de tres dimensiones, e igualmente creen que por medio de modelos de  tres  dimensiones  representarían  uno  de  cuatro,  si  pudiesen  conocer  la perspectiva de la cosa. ¿Comprenden?

—Así lo creo —murmuró el Corregidor; y frunciendo las cejas se sumió en un  estado  de  introversión,  moviendo  sus  labios  como  quien  repite  unas palabras  místicas—.  Sí,  creo  que  ahora  le  comprendo  —dijo  después  de  un rato, animándose de un modo completamente pasajero.

—Bueno, no tengo por qué ocultarles que vengo trabajando hace tiemposobre  esa  geometría  de  las  Cuatro  Dimensiones.  Algunos  de  mis  resultados son curiosos. Por ejemplo, he aquí el retrato de un hombre a los ocho años, otro  a  los  quince,  otro  a  los  diecisiete,  otro  a  los  veintitrés,  y  así sucesivamente.  Todas  éstas  son  sin  duda  secciones,  por  decirlo  así, representaciones Tri-Dimensionales de su ser de Cuatro Dimensiones, que es una cosa fija e inalterable.

»Los  hombres  de  ciencia  —prosiguió  el  Viajero  a  través  del  Tiempo, después de una pausa necesaria para la adecuada asimilación de lo anterior— saben muy bien que el Tiempo es únicamente una especie de Espacio. Aquí tienen  un  diagrama  científico  conocido,  un  indicador  del  tiempo.  Esta  línea que sigo con el dedo muestra el movimiento del barómetro. Ayer estaba así de alto, anoche descendió, esta mañana ha vuelto a subir y llegado suavemente hasta  aquí.  Con  seguridad  el  mercurio  no  ha  trazado  esta  línea  en  las dimensiones del Espacio generalmente admitidas. Indudablemente esa línea ha sido  trazada,  y  por  ello  debemos  inferir  que  lo  ha  sido  a  lo  largo  de  la dimensión del Tiempo.

—Pero —dijo el Doctor, mirando fijamente arder el carbón en la chimenea —, si el Tiempo es tan sólo una cuarta dimensión del Espacio, ¿por qué se le ha  considerado  siempre  como  algo  diferente?  ¿Y  por  qué  no  podemos movernos aquí y allá en el Tiempo como nos movemos aquí y allá en las otras dimensiones del Espacio?

El Viajero a través del Tiempo sonrió.

—¿Esta usted seguro de que podemos movernos libremente en el Espacio? Podemos  ir  a  la  derecha  y  a  la  izquierda,  hacia  adelante  y  hacia  atrás  con bastante  libertad,  y  los  hombres  siempre  lo  han  hecho.  Admito  que  nos movernos  libremente  en  dos  dimensiones.  Pero  ¿cómo  hacia  arriba  y  hacia abajo? La gravitación nos limita ahí.

—Eso no es del todo exacto —dijo el Doctor—. Ahí tiene usted los globos.

—Pero  antes  de  los  globos,  excepto  en  los  saltos  espasmódicos  y  en  las desigualdades de la superficie, el hombre no tenía libertad para el movimiento vertical.

—Aunque puede moverse un poco hacia arriba y hacia —dijo el Doctor.

—Con facilidad, con mayor facilidad hacia abajo que hacia arriba.

—Y usted no puede moverse de ninguna manera en el Tiempo, no puede huir del momento presente.

—Mi  querido  amigo,  en  eso  es  en  lo  que  está  usted  pensado.  Eso  es justamente  en  lo  que  el  Mundo  entero  se  equivoca.  Estamos  escapando siempre  del  momento  presente.  Nuestras  existencias  mentales,  que  soninmateriales y que carecen de dimensiones, pasan a lo largo de la dimensión del  Tiempo  con  una  velocidad  uniforme,  desde  la  cuna  hasta  la  tumba.  Lo mismo que viajaríamos hacia abajo si empezásemos nuestra existencia ochenta kilómetros por encima de la superficie terrestre.

—Pero  la  gran  dificultad  es  ésta  —interrumpió  el  Psicólogo—:  puede usted moverse de aquí para allá en todas las direcciones del Espacio; pero no puede usted moverse de aquí para allá en el Tiempo.

—Ese es el origen de mi gran descubrimiento. Pero se equivoca usted al decir que no podemos movernos de aquí para allá en el Tiempo. Por ejemplo, si recuerdo muy vivamente un incidente, retrocedo al momento en que ocurrió: me convierto  en  un distraído,  como  usted dice.  Salto  hacia atrás  durante  un momento. Naturalmente, no tenemos medios de permanecer atrás durante un período cualquiera de Tiempo, como tampoco un salvaje o un animal pueden sostenerse  en  el  aire  seis  pies  por  encima  de  la  tierra.  Pero  el  hombre civilizado  está  en  mejores  condiciones  que  el  salvaje  a  ese  respecto.  Puede elevarse en un globo pese a la gravitación; y ¿por qué no ha de poder esperarse que  al  final  sea  capaz  de  detener  o  de  acelerar  su  impulso  a  lo  largo  de  la dimensión del Tiempo, o incluso de dar la vuelta y de viajar en el otro sentido?

—¡Oh!, eso... —comentó Filby— es...

—¿Por qué no...? —dijo el Viajero a través del Tiempo.

—Eso va contra la razón —terminó Filby.

—¿Qué razón? —dijo el Viajero a través del Tiempo.

—Puede usted por medio de la argumentación demostrar que lo negro es blanco —dijo Filby—, pero no me convencerá usted nunca.

—Es  posible  —replicó  el  Viajero  a  través  del  Tiempo—.  Pero  ahora empieza usted a percibir el objeto de mis investigaciones en la geometría de Cuatro  Dimensiones.  Hace  mucho  que  tenía  yo  un  vago  vislumbre  de  una máquina...

—¡Para viajar a través del Tiempo! —exclamó el Muchacho Muy joven.

—Que  viaje  indistintamente  en  todas  las  direcciones  del  Espacio  y  del Tiempo, como decida el conductor de ella.

Filby se contentó con reír.

—Pero  he  realizado  la  comprobación  experimental  —dijo  el  Viajero  a través del Tiempo.

—Eso sería muy conveniente para el historiador —sugirió el Psicólogo—. ¡Se  podría  viajar  hacia  atrás  y  confirmar  el  admitido  relato  de  la  batalla  de Hastings, por ejemplo!

—¿No  cree  usted  que  eso  atraería  la  atención?  —dijo  el  Doctor—. Nuestros antepasados no tenían una gran tolerancia por los anacronismos.

—Podría  uno  aprender  el  griego  de  los  propios  labios  de  Homero  y  de Platón —sugirió el Muchacho Muy joven.

—En cuyo caso le suspenderían a usted con seguridad en el primer curso. Los sabios alemanes ¡han mejorado tanto el griego!

—Entonces,  ahí  está  el  porvenir  —dijo  el  Muchacho  Muy  Joven—. ¡Figúrense! ¡Podría uno invertir todo su dinero, dejar que se acumulase con los intereses, y lanzarse hacia adelante!

—A  descubrir  una  sociedad  —dije  yo—  asentada  sobre  una  base estrictamente comunista.

—De  todas  las  teorías  disparatadas  y  extravagantes  —comenzó  el Psicólogo.

—Sí, eso me parecía a mí, por lo cual no he hablado nunca de esto hasta...

—¿Verificación  experimental?  —exclamé—.  ¿Va  usted  a  experimentar eso?

—¡El experimento! —exclamó Filby, que tenía el cerebro fatigado.

—Déjenos presenciar su experimento de todos modos —dijo el Psicólogo —, aunque bien sabe usted que es todo patraña.

El Viajero a través del Tiempo nos sonrió a todos. Luego, sonriendo aún levemente y con las manos hundidas en los bolsillos de sus pantalones, salió despacio  de  la  habitación  y  oímos  sus  zapatillas  arrastrarse  por  el  largo corredor hacia su laboratorio.

El Psicólogo nos miró.

—Y yo pregunto: ¿a qué ha ido?

—Algún juego de manos, o cosa parecida —dijo el Doctor; y Filby intentó hablarnos de un prestidigitador que había visto en Burslem; pero antes de que hubiese  terminado  su  exordio,  el  Viajero  a  través  del  Tiempo  volvió  y  la anécdota de Filby fracasó.

2 - La máquina

La  cosa  que  el  Viajero  a  través  del  Tiempo  tenía  en  su  mano  era  una brillante armazón metálica, apenas mayor que un relojito y muy delicadamente confeccionada.  Había  en  aquello  marfil  y  una  substancia  cristalina  y transparente. Y ahora debo ser explícito, pues lo que sigue —a menos que su explicación sea aceptada— es algo absolutamente inadmisible. Cogió él una de las mesitas octogonales que había esparcidas alrededor de la habitación y la colocó  enfrente  de  la  chimenea,  con  dos  patas  sobre  la  alfombra.  Puso  la máquina encima de ella. Luego acercó una silla y se sentó. El otro objeto que había sobre la mesa era una lamparita con pantalla, cuya brillante luz daba de lleno  sobre  aquella  cosa.  Había  allí  también  una  docena  de  bujías aproximadamente,  dos  en  candelabros  de  bronce  sobre  la  repisa  de  la chimenea  y  otras  varias  en  brazos  de  metal,  así  es  que  la  habitación  estaba profusamente  iluminada.  Me  senté  en  un  sillón  muy  cerca  del  fuego  y  lo arrastré hacia adelante a fin estar casi entre el Viajero a través del Tiempo y el hogar.  Filby  se  sentó  detrás  de  él,  mirando  por  encima  de  su  hombro.  El Doctor y el Corregidor le observaban de perfil desde la derecha, y el Psicólogo desde  la  izquierda.  El  Muchacho  Muy  joven  se  erguía  detrás  del  Psicólogo. Estábamos todos sobre aviso. Me parece increíble que cualquier clase de treta, aunque sutilmente ideada y realizada con destreza, nos hubiese engañado en esas condiciones.

El Viajero a través del Tiempo nos contempló, y luego a su máquina.

—Bien, ¿y qué? —dijo el Psicólogo.

—Este pequeño objeto —dijo el Viajero a través del Tiempo acodándose sobre  la  mesa  y  juntando  sus  manos  por  encima  del  aparato—  es  sólo  un modelo.  Es  mi  modelo  de  una  máquina  para  viajar  a  través  del  tiempo. Advertirán  ustedes  que  parece  singularmente  ambigua  y  que  esta  varilla rutilante presenta un extraño aspecto, como si fuese en cierto modo irreal.

Y la señaló con el dedo.

—He aquí, también, una pequeña palanca blanca, y ahí otra.

El Doctor se levantó de su asiento y escudriñó el interior de la cosa.

—Está esmeradamente hecho —dijo.

—He  tardado  dos  años  en  construirlo  —replicó  el  Viajero  a  través  del Tiempo.

Luego, cuando todos hubimos imitado el acto del Doctor, aquél dijo:

—Ahora  quiero  que  comprendan  ustedes  claramente  que,  al  apretar  esta palanca,  envía  la  máquina  a  planear  en  el  futuro  y  esta  otra  invierte  el movimiento.  Este  soporte  representa  el  asiento  del  Viajero  a  través  del Tiempo.  Dentro  de  poco  voy  a  mover  la  palanca,  y  la  máquina  partirá.  Se desvanecerá,  Se  adentrará  en  el  tiempo  futuro,  y  desaparecerá.  Mírenla  a gusto.  Examinen  también  la  mesa,  y  convénzanse  ustedes  de  que  no  haytrampa. No quiero desperdiciar este modelo y que luego me digan que soy un charlatán.

Hubo, una pausa aproximada de un minuto. El Psicólogo pareció que iba a hablarme,  pero  cambió  de  idea.  el  Viajero  a  través  del  Tiempo  adelantó  su dedo hacia la palanca.

—No —dijo de repente—. Deme su mano.

Y volviéndose hacía el Psicólogo, le cogió la mano y le dijo que extendiese el índice. De modo que fue el propio Psicólogo quien envió el modelo de la Máquina  del  Tiempo  hacia  su  interminable  viaje.  Vimos  todos  bajarse  la palanca.  Estoy  completamente  seguro  de  que  no  hubo  engaño.  Sopló  una ráfaga  de  aire,  y  la  llama  de  la  lámpara  se  inclinó.  Una  de  las  bujías  de  la repisa de la chimenea se apagó y la maquinita giró en redondo de pronto, se hizo indistinta, la vimos como un fantasma durante un segundo quizá, como un remolino de cobre y marfil brillando débilmente; y partió... ¡se desvaneció! Sobre la mesa vacía no quedaba más que la lámpara.

Todos permanecimos silenciosos durante un minuto.

—¡Vaya con el chisme! —dijo Filby a continuación.

El Psicólogo salió de su estupor y miró repentinamente de la mesa. Ante lo cual el Viajero a través del Tiempo rio jovialmente.

—Bueno, ¿y qué? —dijo, rememorando al Psicólogo; después se levantó, fue  hacia  el  bote  de  tabaco  que  estaba  sobre  la  repisa  de  la  chimenea  y,  de espaldas a nosotros, empezó a llenar su pipa.

Nos mirábamos unos a otros con asombro.

—Dígame —preguntó el Doctor—: ¿ha hecho usted esto en serio? ¿Cree usted seriamente que esa máquina viajará a través del tiempo?

—Con  toda  certeza  —contestó  el  Viajero  a  través  del  Tiempo, deteniéndose  para  prender  una  cerilla  en  el  fuego,  luego  se  volvió, encendiendo su pipa, para mirar al Psicólogo de frente; éste, para demostrar que no estaba trastornado, cogió un cigarro e intentó encenderlo sin cortarle la punta—. Es más, tengo ahí una gran máquina casi terminada —y señaló hacia el laboratorio—, y cuando esté montada por completo, pienso hacer un viaje por mi propia cuenta.

—¿Quiere usted decir que esa máquina viaja por el futuro? —dijo Filby.

—Por el futuro y por el pasado... no sé, con seguridad, por cuál.

Después de una pausa el Psicólogo tuvo una inspiración.

—De haber ido a alguna parte, habrá sido al pasado —dijo.

—¿Por qué? —preguntó el Viajero a través del Tiempo.

—Porque  supongo  que  no  se  ha  movido  en  el  espacio;  si  viajase  por  el futuro  aún  estaría  aquí  en  este  momento,  puesto  que  debería  viajar  por  el momento presente.

—Pero —dije yo—, si viajase por el pasado, hubiera sido visible cuando entramos antes en esta habitación; y el jueves último cuando estuvimos aquí; y el jueves anterior a ése, ¡y así sucesivamente!

—Serias  objeciones  —observó  el  Corregidor  con  aire  de  imparcialidad, volviéndose hacia el Viajero a través del Tiempo.

—Nada de eso —dijo éste, y luego, dirigiéndose al Psicólogo—: piénselo. Usted puede explicar esto. Ya sabe usted que hay una representación bajo el umbral, una representación diluida.

—En efecto —dijo el Psicólogo, y nos tranquilizó—. es un simple punto de psicología. Debería haber pensado en ello. Es bastante claro y sostiene la paradoja deliciosamente. No podemos ver, ni podemos apreciar esta máquina, como tampoco podemos ver el rayo de una rueda en plena rotación, o una bala volando por el aire. Si viaja a través del tiempo cincuenta o cien veces más de prisa  que  nosotros,  si  recorre  un  minuto  mientras  nosotros  un  segundo,  la impresión  producida  será,  naturalmente,  tan  sólo  una  cincuentésima  o  una centésima de lo que sería si no viajase a través del tiempo. Está bastante claro.

Paso su mano por el sitio donde había estado la máquina

—¿Comprenden ustedes? —dijo riendo.

Seguimos sentados mirando fijamente la mesa vacía casi un minuto. Luego el Viajero a través del Tiempo nos preguntó qué pensábamos de todo aquello.

—Me parece bastante plausible esta noche —dijo—; pero hay que esperar hasta mañana. De día se ven las cosas de distinto modo.

—¿Quieren ustedes ver la auténtica Máquina del Tiempo? —preguntó el Viajero a través del Tiempo.

Y, dicho esto, cogió una lámpara y mostró el camino por el largo y obscuro corredor hacia su laboratorio. Recuerdo vivamente la luz vacilante, la silueta de su extraña y gruesa cabeza, la danza de las sombras, cómo le seguíamos todos, perplejos pero incrédulos, y cómo allí, en el laboratorio, contemplamos una  reproducción  en  gran  tamaño  de  la  maquinita  que  habíamos  visto desvanecerse ante nuestros ojos. Tenía partes de níquel, de marfil, otras que habían  sido  indudablemente  limadas  o  aserradas  de  un  cristal  de  roca.  La máquina  estaba  casi  completa,  pero  unas  barras  de  cristal  retorcido  sin terminar  estaban  colocadas  sobre  un  banco  de  carpintero,  junto  a  algunos planos; cogí una de aquéllas para examinarla mejor. Parecía ser de cuarzo.

—¡Vamos! —dijo el Doctor—. ¿Habla usted completamente en serio? ¿O es  esto  una  burla...  como  ese  fantasma  que  nos  enseñó  usted  la  pasada Navidad?

—Montado  en  esta  máquina  —dijo  el  Viajero  a  través  del  Tiempo, levantando la lámpara— me propongo explorar el tiempo. ¿Está claro? No he estado nunca en mi vida más serio.

Ninguno sabíamos en absoluto cómo tomar aquello.

Capté la mirada de Filby por encima del hombro del Doctor, y me guiñó solemnemente un ojo.

3 - El Viajero a través del Tiempo vuelve