La marca del amor - La noche más salvaje - Pasión inconveniente - Jules Bennett - E-Book
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La marca del amor - La noche más salvaje - Pasión inconveniente E-Book

Jules Bennett

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Beschreibung

La marca del amor Jules Bennett Noah Foster, uno de los mejores cirujanos plásticos de Hollywood, podía lograr la perfección con sus manos. Y sabía que perder a alguien amado tenía un coste. Por eso no podía apartarse de Callie Matthews. Cuando, tras un accidente, ella vio destrozado su sueño de convertirse en estrella, él prometió que la curaría por dentro y por fuera. La noche más salvaje Heidi Rice Decirle a un hombre guapo y casi totalmente desconocido que iba a ser padre no era sencillo. La química inmediata que catapultó a Tess Tremaine a la noche más salvaje de su vida no iba a desaparecer tan fácilmente... y nadie le decía que no a Nate Graystone cuando este decidía tomar cartas en el asunto. Pasión inconveniente Catherine Mann Hillary Wright siempre había sido un imán para el hombre equivocado. Su último novio le había dado problemas con la ley y, para limpiar su nombre, había accedido a participar en una operación encubierta, haciéndose pasar por la cita de Troy Donavan. El pirata informático se había convertido en un hombre del Gobierno… y en un playboy multimillonario. El tipo de hombre que ella había jurado evitar.

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Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley.

Diríjase a CEDRO si necesita reproducir algún fragmento de esta obra.

www.conlicencia.com - Tels.: 91 702 19 70 / 93 272 04 47

 

 

Editado por Harlequin Ibérica.

Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Núñez de Balboa, 56

28001 Madrid

 

 

© 2020 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

N.º 441 - marzo 2020

 

© 2013 Jules Bennett

La marca del amor

Título original: Hollywood House Call

 

© 2012 Heidi Rice

La noche más salvaje

Título original: One Night, So Pregnant!

 

© 2012 Catherine Mann

Pasión inconveniente

Título original: An Inconvenient Affair

Publicadas originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.

Estos títulos fueron publicados originalmente en español en 2013 y 2014

 

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.

Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

® Harlequin, Harlequin Deseo y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiale s, utilizadas con licencia.

Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited.

Todos los derechos están reservados.

 

I.S.B.N.: 978-84-1328-905-2

 

Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

Índice

 

Créditos

La marca del amor

Capítulo Uno

Capítulo Dos

Capítulo Tres

Capítulo Cuatro

Capítulo Cinco

Capítulo Seis

Capítulo Siete

Capítulo Ocho

Capítulo Nueve

Capítulo Diez

La noche más salvaje

Capítulo Uno

Capítulo Dos

Capítulo Tres

Capítulo Cuatro

Capítulo Cinco

Capítulo Seis

Capítulo Siete

Capítulo Ocho

Capítulo Nueve

Epílogo

Pasión inconveniente

Prólogo

Capítulo Uno

Capítulo Dos

Capítulo Tres

Capítulo Cuatro

Capítulo Cinco

Capítulo Seis

Capítulo Siete

Capítulo Ocho

Capítulo Nueve

Si te ha gustado este libro…

Capítulo Uno

 

 

 

 

 

–Quiero disponer de tu cuerpo.

Callie Matthews se volvió para mirar a su jefe, un atractivo cirujano plástico de Hollywood, que estaba en el vestíbulo de la consulta. Le metió la mano detrás de la espalda y cerró con llave la puerta principal.

–¿Perdona? –preguntó ella, agradecida de que la consulta estuviera cerrada.

Noah Foster puso una pícara sonrisa, una de las que nunca fallaban a la hora de conseguir que a una mujer le temblaran las piernas mientras le bajaba la ropa interior. Por supuesto, su ropa interior siempre había permanecido en su sitio pero…

Si él le dijera que lo siguiera hasta la sala de descanso y…

–Escúchame –dijo él–. Sé que quieres conseguir la oportunidad de tu vida actuando y…

Estaba claro que él no estaba pensando en llevarla a la sala de descanso y arrancarle la ropa interior. Una lástima.

–Sin embargo, tengo una propuesta para ti. Me gustaría que posaras para mi próxima campaña.

Ella negó con la cabeza.

–¿Cómo?

Noah se acercó a ella, mirándola a los ojos y sin dejar de sonreír.

–Me gustaría que hicieras de modelo en el anuncio de promoción de mi nueva consulta.

Callie se puso en pie y rodeó el escritorio.

–Es evidente que no lo has pensado bien.

Él la miro de arriba abajo, provocándole todo tipo de sugerentes pensamientos.

–Sí lo he pensado. Y es a ti a quien quiero.

«Oh, cielos. Si esas palabras me las dijera en otras circunstancias».

–Tienes montones de clientes que podrían hacerlo –dijo ella, y se volvió para recoger su bolso, que estaba en la sala del final del pasillo–. Además, nunca he hecho de modelo.

Como la mayor parte de los inmigrantes de Los Ángeles, Callie estaba deseosa de convertirse en una actriz famosa. Sin embargo, su agente no le había conseguido ninguna audición que no fuera bochornosa. Hasta ese momento había hecho un anuncio de una crema antiacné y otro de un medicamento para tratar una enfermedad de transmisión sexual. Desde luego, no era el tipo de fama que anhelaba tener. Pero tenía que empezar por algo, ¿no?

Quizá el asunto de las enfermedades de transmisión sexual fuera el motivo por el que Noah no estaba interesado en verla fuera de la consulta. Quizá no supiera que todo era fingido. Ella gozaba de buena salud en esa área, y había que tener en cuenta su falta de experiencia en el tema sexual. No era virgen, pero solo había tenido dos aventuras patéticas.

–Solo quiero unas fotos tuyas, Callie –Noah la siguió y se apoyó en el cerco de la puerta–. El anuncio que queremos hacer mostrará la manera de permanecer joven.

Callie se cruzó de brazos y se apoyó en mostrador.

–Pero aparte de la pequeña cicatriz que tenía en la barbilla y que me trataste con microdermoabrasión, no me he hecho nada más. ¿No sería publicidad falsa?

–Sería publicidad falsa si nunca hubieras sido mi cliente. Pero eres perfecta, Callie. Eres bella, y quedarás muy bien ante la cámara. Después aparecerás en todas las vallas publicitarias de la ciudad. Dime que no te gusta la idea de verte expuesta.

–¿Crees que eso me ayudaría con el tema de la interpretación?

Él se encogió de hombros.

–No te hará daño.

Callie soñaba con que le dieran un papel en la próxima película de Anthony Price, y su agente estaba tratando de que le hicieran una prueba. Quizá si tuviera los contactos adecuados…

–Yo también tengo una propuesta para ti –contestó ella.

Él frunció el ceño y entornó los ojos.

–Me pones nervioso cuando pones esa cara. La última vez que tuviste un momento de inspiración terminamos en la sala de descanso con una máquina de café que salpicó el suelo y todas las paredes.

–Fue un incidente técnico de menor importancia.

Él suspiró.

–Cuéntame, Callie.

–Si hablas con Olivia Dane para que me consiga una audición para la próxima película de Anthony, posaré para ti.

Si Noah llamaba a la mujer que, además de ser una de sus mejores clientas era la madre del famoso productor de la película en la que Callie deseaba conseguir un papel, siempre le estaría agradecida.

–No te digo que le pidas que me dé un papel –continuó al ver que él no decía nada–. Solo quiero que me hagan una prueba para demostrarles lo que puedo hacer.

Odiaba que pareciera que estaba suplicando pero lo estaba haciendo. Había ido a Los Ángeles en busca de un sueño y haría lo posible por conseguirlo.

Creía en el destino y no era coincidencia que estuviera trabajando para el cirujano plástico que se ocupaba de satisfacer todas las necesidades de la mujer más famosa de Hollywood.

–Por favor –dijo, con una amplia sonrisa.

–¿Tu agente no puede conseguirte una audición? –preguntó él.

Callie se encogió de hombros.

–Dice que no es el papel adecuado para mí. Pero si no me dan la oportunidad nunca podré demostrar mi talento.

Él estiró el brazo y le colocó la mano en el hombro. Ella no pudo evitar estremecerse. Deseaba sentir aquellas manos sobre su cuerpo sin ropa de por medio.

«Los sueños de uno en uno, Callie», pensó.

–Tu agente lleva en este negocio bastante tiempo –comentó él con tono suave–. Quizá sepa de qué está hablando.

–No veo qué tiene de malo –insistió ella–. Si no lo consigo, tampoco pierdo nada. Existe la posibilidad de que pudiera conseguir algo con lo que he estado soñando toda mi vida.

–No puedo llamarla. Sé cuánto lo deseas pero no podría vivir tranquilo sabiendo que te he ayudado a tener una forma de vida que no es tan glamurosa como tú crees. No llevas tanto tiempo en la ciudad, Callie. ¿Por qué no te relajas? Anthony Price es un asunto serio.

–Está bien. Conseguiré una audición por mis propios medios.

Él le colocó las manos en las caderas.

–Deja que tu agente haga su trabajo, Callie. Uno no se convierte en estrella de un día para otro. Eres una mujer guapa, así que no tendrás problema para que se fijen en ti.

Ella sintió que una ola de calor la invadía por dentro. Que un hombre como Noah Foster le dijera que era una mujer guapa, era uno de esos cumplidos que siempre guardaría en el corazón.

–Te daré cincuenta mil dólares por posar.

–¿Cincuenta mil? –preguntó Callie, asombrada por la oferta–. ¿Te has vuelto loco?

Él se rio.

–Cuando te asombras, el acento se te vuelve muy fuerte.

–No tengo acento –dijo ella–. Y retomando el tema de la oferta, ¿estás bromeando?

Él se puso serio.

–Nunca bromeo acerca del trabajo o del dinero.

Cincuenta mil dólares era mucho dinero. Sus padres necesitaban cambiar el tejado de la casa y, además, podría comprarles otro coche, uno en el que pudieran confiar. ¿Cómo podía rechazar una oferta así?

Mientras pensaba en los pros y contras, Noah la miró de ese modo que hacía que se pusiera nerviosa. Por un lado, era cirujano y siempre parecía que la estuviera analizando. Por otro, le parecía un hombre tremendamente sexy. Y el hecho de que siguiera soltero le resultaba incomprensible.

Quizá fuera pésimo en la cama.

Aunque no era posible que un hombre como Noah Foster fuera un desastre entre las sábanas. Era un hombre muy sexy y, puesto que vestido ya era perfecto, ella no podía imaginar cómo sería cuando estuviera desnudo.

Noah le dedicó una sonrisa seductora como para tranquilizarla por su futuro. Ella sabía que no podía rechazar ese dinero y por mucho que deseara que él llamara a Olivia, le estaba agradecida por que confiara tanto en ella como para ofrecerle esa cantidad.

–Haré el anuncio –contestó–. Si estás seguro de que mi imagen es la que quieres que aparezca en las vallas publicitarias.

–Eres exactamente lo que quiero, Callie. Quiero capturar tu juventud e inocencia.

Callie se rio.

–No soy tan inocente.

–Te mudaste aquí hace menos de un año y te criaste en el Medio Oeste –se inclinó una pizca y la miró con sus ojos oscuros, invadiendo su espacio personal–. Prácticamente sigues siendo virgen.

Callie sintió que se le secaba la boca porque la palabra virgen provocó que pensara en el sexo, y Noah estaba demasiado cerca.

–Te aseguro que no soy virgen.

–Está bien saberlo –dijo él con una sonrisa–. Pero me alegro que hayas aceptado posar para las fotos.

–¿Alguna vez has tenido que luchar por algo o siempre te basta con poner esa sonrisa? –bromeó ella.

Durante un instante, Noah puso una expresión sombría y tragó saliva.

–Te sorprenderías si supieras todo por lo que he luchado y todo lo que he perdido.

«No es asunto mío», pensó ella. Todo el mundo tenía un pasado y solo por el hecho de que él fuera un cirujano rico y poderoso, no significaba que lo hubiera tenido fácil. Pero aquella había sido la primera vez que había visto un indicio de sufrimiento tras aquella sonrisa millonaria.

 

 

No era virgen.

Noah se quejó en silencio. Era posible que Callie Matthews no fuera virgen en el sentido sexual, pero era evidente que era una mujer muy inocente, puesto que si hubiera imaginado lo que él había pensado mientras estaba con ella lo habría denunciado por acoso sexual.

Él se negaba a caer en el estereotipo de salir con su recepcionista pero admitía que le gustaría conocerla en la intimidad. Dos días antes había jugado con fuego al acorralarla en la sala. Al acercarse a ella había visto el brillo de sus ojos verdes y la manera en que se humedecía los labios con nerviosismo, unos labios sensuales que suplicaban que los besaran. Sus clientas pagaban una pequeña fortuna por conseguir una boca como la de Callie.

Noah se acomodó en la silla del despacho. Ella estaba a punto de llegar y él pretendía que su relación fuera estrictamente profesional.

No volvería a tocarla ni permitiría que lo atrapara con su mirada y sus sueños infantiles.

Si Callie supiera a lo que se exponía tratando de convertirse en actriz de Hollywood, regresaría sin pensarlo a su lugar de origen. No todo era glamour y ostentación. Y no estaba dispuesto a volver a presenciar cómo la mujer que le gustaba caía en el lado oscuro de la vida de Hollywood.

Las heridas que le había provocado su prometida estaban demasiado recientes.

Y entre que todos los días debía regresar a la casa que habían compartido y que seguía preocupado por la enfermedad de la abuela de ella, Noah tenía la sensación de que esas heridas nunca llegarían a cicatrizarse.

A veces, Callie le recordaba tanto a Malinda que incluso pensar en la manera en que su prometida solía ilusionarse con su futura carrera como actriz, lo hacía sufrir. La historia de Callie era la misma que la de Malinda… Y esa vez él se negaba a encariñarse.

Se pasó la mano por el cabello intentando olvidar la pesadilla que todavía lo invadía.

Su prometida había sido todo para él. Y él habría hecho cualquier cosa para salvarla. Pero había fracasado. Le había fallado a la mujer que amaba de todo corazón, a la mujer con la que había deseado pasar el resto de su vida. Noah nunca volvería a entregar su corazón. Creía que no podría soportar otra pérdida.

Así que no hablaría con Olivia para intentar que Callie consiguiera el papel. De hecho, quería utilizarla como modelo para evitar que se adentrara en un mundo oscuro que Callie desconocía por completo. Si conseguía mantenerla satisfecha con el dinero, y mantener su atención en la idea de hacer de modelo, quizá olvidara su sueño de convertirse en actriz.

Tenía que intervenir y hacer algo. No podía mantenerse al margen y observar cómo otra mujer inocente se convertía en víctima del lado oscuro de la industria del cine.

Porque ya sentía cierta preocupación por la bella e ingenua recepcionista. Sabía cuánto le pagaba pero también que nunca tenía dinero. ¿No sería que a pesar de que solo había hecho algunos anuncios ya había caído en el lado oscuro del que él quería protegerla?

El cinismo nunca había sido una característica de su forma de ser hasta que estuvo conviviendo con una adicta, y odiaba el pesimismo que desde entonces se apoderaba a de él.

Oyó que se abría la puerta trasera de la consulta, después el sonido de las pisadas de unos zapatos de tacón acercándose a su despacho.

–¿Todo bien? –preguntó Callie, con el bolso colgado de un hombro y la bolsa de comida en la otra mano.

–Por supuesto. ¿Por qué no iba a ser así?

Ella lo miró de reojo y esbozó una sonrisa.

–Porque nunca llegas a la consulta antes que yo.

El vestido azul que llevaba le resaltaba las curvas del cuerpo de manera sexy pero profesional, y Noah tuvo que controlarse para no pensar en cómo le gustaría quitárselo o si ella habría conseguido ponerse algo debajo. Tenía que ser un tanga o nada. Y si no llevaba ropa interior… No podía pensar en eso.

–Tenía algunas cosas que hacer antes de que llegara mi primer cliente –dijo él–. Hay un niño que se quemó en un incendio y puede que me lo deriven. De hecho acabo de colgar con un colega tras barajar las distintas posibilidades que tiene el pequeño.

–Recuerdo el caso –sonrió Callie–. Eso es lo que te convierte en un doctor estupendo. Me hizo mucha ilusión que aceptaras el caso.

Noah no quería que ella lo considerara un salvador. Y, desde luego, no quería implicarse emocionalmente con un niño. Los niños eran vulnerables por naturaleza.

–La tía del niño es una buena clienta y me ha pedido que le eche un vistazo. Eso no significa que pueda dejarlo en perfecto estado. Tendré que esperar unas semanas porque las quemaduras todavía son relativamente recientes.

–Al menos le estás dando esperanza y una oportunidad –dijo Callie, mirándolo como si fuera algo más que un doctor–. Eso ya es mucho, Noah. No te quites importancia.

–No, pero quiero ser realista. Es posible que no pueda hacer nada, pero haré todo lo que esté en mi mano para ayudarlo.

La mayor parte de los médicos se creían dioses, pero Noah conocía sus capacidades y sus limitaciones.

Ella puso una amplia sonrisa.

–Tengo nuevas noticias desde que el otro día hablamos sobre la audición. ¡He recibido una llamada! –exclamó antes de dejar sus cosas en una silla–. ¿No es estupendo? Mi agente me llamó ayer, cuando iba de camino a casa, y me dijo que podía conseguirme una audición para el lunes.

–Me alegro –mintió él–. Asegúrate de llamar a Marie para ver si puede sustituirte.

–Lo haré –sonrió ella, después bajó la vista, se cubrió el rostro con las manos y rompió a llorar.

–¿Callie? –Noah rodeó el escritorio para acercarse a ella–. ¿Estás bien?

Ella se secó las mejillas y negó con la cabeza.

–-Quería una oportunidad y la he conseguido –le dijo–. Después de llamar a Olivia…

–¿Has llamado a Olivia?

Callie asintió.

–Ayer por la mañana. Tenía que llamarla para recordarle que la próxima semana tiene cita para el tratamiento de Botox. Se me ocurrió que era mi oportunidad para pedirle una audición. Lo peor que podía pasarme es que dijera que no. Se quedó impresionada con mi iniciativa y me dijo que vería lo que podía hacer –sonrió un instante–. Y anoche me llamó mi agente, así que ya está.

Noah pensaba que ella no sabía qué era lo que pedía. Era posible que imaginara que en Hollywood todo eran alfombras rojas y celebraciones.

Pero parecía tan contenta que ¿cómo no iba a apoyarla? Sería un cretino si no le mostraba su apoyo. Su madre siempre le había enseñado a comportarse como un caballero.

–Es estupendo, Callie –incluso sonrió para demostrarle que se alegraba por ella. Después, le señaló el rostro–. A lo mejor quieres retocarte el maquillaje antes de que lleguen los pacientes.

Callie se tocó los párpados y, al ver que se había manchado los dedos de negro, dijo:

–Oh, no. Debo tener un aspecto desastroso.

–No podrías hacer nada para ser menos bella.

Sin pensarlo, estiró la mano para secarle las lágrimas. Al sentir el roce de su dedo pulgar, ella contuvo la respiración y lo miró a los ojos.

Después posó la mirada en sus labios y volvió a mirarlo. Noah deseó estrecharla entre sus brazos y besarla. Solo una vez. ¿Qué problema había?

Su relación laboral.

–Será mejor que vaya a arreglarme –dijo ella, dando un paso atrás y recogiendo las cosas que había dejado en la silla. Antes de marcharse, se volvió para mirarlo por encima del hombro.

–Gracias, Noah. Significa mucho para mí tener a alguien que me apoye.

¿Qué podía haber hecho? ¿Tirar por tierra todos sus sueños? ¿Y en qué diablos estaba pensando? La había acariciado y se había acercado a ella tanto como para ver el brillo de sus ojos verdes e inhalar la fragancia que se desprendía de su piel.

Y Callie lo había mirado como si fuera un santo. Y no le gustaba. Deseaba a Callie, pero solo físicamente. Cualquier otra cosa sería una locura. Pero sus hormonas no captaban el mensaje.

Tenía que mantener la situación bajo control. Siempre le habían gustado las mujeres bellas pero el carácter inocente y entusiasta de Callie le resultaba intrigante. Ella no parecía hastiada o amargada, como la mayoría de las mujeres que conocía. Y quizá por eso le resultaba tan fascinante.

Y si fuera capaz de recordar que mantenían una relación laboral, quizá pudiera dejar de imaginarla desnuda y abrazada a su cuerpo.

No podía tener una relación íntima con Callie. Había prometido que nunca volvería a implicarse emocionalmente con nadie. Sin embargo, nunca había deseado tanto a una mujer. Y todo indicaba que ella también se sentía atraída por él.

Debía mantener la distancia.

Capítulo Dos

 

 

 

 

 

A Callie le temblaban las manos. ¿Era real lo que estaba sucediendo? Llevaba en Los Ángeles poco menos de un año y sabía que la mayor parte de la gente tardaba mucho más tiempo en conseguir, si es que lo hacía, que le hicieran una audición.

Pero Callie no solo había conseguido la audición, sino que había sido un éxito. Su agente la había llamado para decirle que había conseguido el papel. No era un papel muy importante pero intervendría en tres escenas con los actores principales. Solo le quedaba mostrar sus capacidades, hacer bien el papel y esperar a que le surgieran más oportunidades.

Apretó el volante con fuerza y soltó un grito de júbilo mientras conducía hacia la consulta de Noah. Estaba deseando llegar para contarle las buenas noticias. Era el día en el que solo trabajaba media jornada así que Marie estaría en la consulta también y podría compartir con ella la noticia.

Por fin iba a conseguir lo que siempre había deseado. Había conseguido el papel y, además, posaría para las fotos de Noah y conseguiría dinero para ayudar a sus padres. Ellos se alegrarían de poder vivir con más tranquilidad y ella estaba ansiosa por ser la que se la proporcionara.

Toda la vida había estado eclipsada por sus hermanos. Callie era la hija mediana y puesto que nunca había destacado en el deporte o en los estudios, había pasado desapercibida. Bien, pues ya nadie volvería a ignorarla.

Todos los años que se había esforzado en la universidad haciendo dietas y deporte antes de ir a Los Ángeles habían merecido la pena. El sueño de convertirse en actriz estaba a su alcance. La adolescente gordita que todavía aparecía en sus pesadillas podía evaporarse, porque esa chica ingenua con baja autoestima ya no existía.

Callie intentó no pensar en su humillante pasado y se centró en la felicidad que sentía. De ninguna manera iba a permitir que sus viejas inseguridades y los días de acoso que había sufrido en la escuela continuaran siendo relevantes en su vida. Había llegado el momento del triunfo, ya que había conseguido un papel en la última película de Anthony Price.

Al entrar en el edificio, Marie, la recepcionista suplente, la saludó.

–Hola, Callie –le dijo la mujer con una sonrisa–. Hoy pareces muy contenta.

Callie no pudo ocultar su entusiasmo.

–He conseguido el papel. No puedo creerlo. Lo he conseguido.

Marie se puso en pie, rodeó el escritorio y la abrazó.

–Me alegro mucho por ti –le dijo.

–Puede que no te alegres tanto cuando tenga que dejar el trabajo cuando comience el rodaje –dijo Callie–. Tendrás que hacer muchas horas extra.

Marie se rio.

–Me aseguraré de que Noah contrate a otra persona, aunque nadie puede sustituirte.

Callie agradeció el cumplido.

–¿Noah está ocupado?

Marie asintió.

–En cuanto termine de quitarle los puntos a la señora McDowell estará libre. Ve a su despacho y yo le diré que estás aquí.

–No le cuentes nada –dijo Callie–. Quiero que sea una sorpresa. De hecho, ni siquiera le digas que estoy aquí. Simplemente dile que hay alguien esperándolo.

Marie se rio.

–Me gusta tu manera de ser. Me aseguraré de que vaya al despacho directamente.

Callie se dirigió al despacho. Estaba deseando compartir su entusiasmo con Noah.

Entró en el despacho y se sentó en la silla de piel que había detrás del escritorio. Estaba segura de que a él no le importaría que se pusiera cómoda. Dejó el bolso en el suelo, se cruzó de piernas y esperó.

Con el dinero que ganara con la película también se compraría un coche para ella. El Honda que tenía debía de haberlo jubilado hacía tiempo. Estaba deseando ir de compras.

Antes de que pudiera pensar de qué color se compraría el coche, Noah entró en el despacho. Ella se levantó de la silla enseguida y exclamó:

–¡Me han dado el papel!

Noah se quedó paralizado un instante, como tratando de asimilar sus palabras. Después, atravesó la habitación y le dio un fuerte abrazo.

Si hubiera sabido que iba a ser algo tan agradable le habría pedido que la abrazara cada mañana al entrar.

Noah se separó de ella pero continuó agarrándole los brazos.

–Pareces muy contenta.

–Nunca he estado tan feliz –dijo ella.

–Entonces, me alegro por ti –dijo él, y retiró las manos.

–Tengo ganas de celebrarlo.

–No lo celebres demasiado no vaya a ser que te olvides de la sesión de fotos de mañana.

Callie sonrió.

–Allí estaré.

Noah la miró un instante.

–¿Qué te parece si te invito a cenar para celebrarlo? –preguntó él, de pronto.

–¿A cenar?

Noah soltó una carcajada.

–Callie, sé lo que significa no tener cerca a la familia. Tienes que compartir este momento con alguien.

Callie recordaba que él había mencionado que su familia vivía al norte de California. Después, no le había contado nada más, así que ella no había hecho ninguna otra pregunta sobre el tema.

–¿Cuándo podemos ir? –preguntó.

–¿Qué tal después de trabajar? –sugirió él, quitándose la bata y colgándola detrás de la puerta–. No tenemos una tarde muy ocupada. Quizá hasta podamos salir temprano.

Callie pensó que le gustaría arreglarse un poco.

–Podrías dejar el coche aquí –continuó él–. Yo conduciré.

Callie no podía rechazar una oferta como esa. Era lo más parecido a una cita que iba a tener con su jefe.

–¿Y dónde vamos? –preguntó ella, siguiéndolo por el pasillo hasta la sala de descanso.

Él se volvió y le dedicó una amplia sonrisa.

–Tú eliges. Es tu noche, Callie.

Ella pensó un instante y se acordó de un sitio al que siempre había querido ir pero nunca había encontrado la oportunidad.

–Ah, se me ha ocurrido el lugar perfecto –contestó con una sonrisa.

 

 

Noah no podía creer que Callie hubiese elegido ese restaurante entre todos los que había en Los Ángeles. Una pizzería con juegos mediante los que se conseguían boletos para recibir diferentes premios al final de la cena. Era viernes por la noche y el local estaba lleno de niños corriendo de un lado para otro, gritando y enseñando sus premios a todo el mundo.

Y Callie parecía encajar a la perfección en aquel lugar.

No era eso lo que él había imaginado al decirle que escogiera un sitio para ir a cenar. Sin embargo, ella estaba pasándoselo en grande mientras jugaba a disparar en una diana.

Callie Matthews siempre estaba contenta, era alegre y sorprendente.

Y él no había mentido al decirle que se alegraba por ella. Ver su sonrisa de oreja a oreja lo había removido por dentro. Y aunque no le entusiasmaba la idea de que pudiera perder su inocencia, no podía permitir que celebrara sola que había conseguido un papel.

Su inocencia lo estaba cautivando, y ella no tenía ni idea del poder que empezaba a tener sobre él.

Noah sintió que le vibraba el teléfono móvil y lo sacó del bolsillo. Al ver el número sonrió.

–Así que estás vivo –dijo al contestar.

–¡Canalla!

Noah se rio al oír la contestación de Max Ford, su mejor amigo.

–Si pasa una semana y sé que no estás grabando, he de suponer que estás muerto o haciendo algo muy interesante. Me alegra saber que sigues entre nosotros.

–Estoy vivo –le aseguró Max–. ¿Y tú dónde estás? Parece que estés en un cumpleaños infantil.

Noah miró a su alrededor y dijo:

–No te lo creerías si te lo dijera.

–En tus horas libres trabajas como payaso en fiestas para niños, ¿a que sí? –bromeó Max–. No estoy seguro de que a las mujeres les guste la película del payaso Bozo, amigo.

Noah se rio.

–¿Has llamado para meterte conmigo o querías algo?

–Quería saber si mañana estás libre. No te veo hace algún tiempo y pensé que podíamos quedar un rato.

Callie saltó de la silla de la máquina de carreras en la que estaba jugando y sonrió al ver que salían un montón de boletos amarillos. Su entusiasmo era contagioso y Noah no pudo evitar sonreír. ¿Cuándo había sido la última vez que había sonreído de verdad y no porque se sentía obligado a complacer a su acompañante?

–Mañana tengo la sesión de fotos para los anuncios de mi consulta –dijo Noah–. Si todo sale como está planeado, por la noche estaré libre.

–Creía que seguías buscando una modelo.

Cuando Callie se volvió para mirarlo, él gesticuló para decirle que salía del local. Ella asintió y se dirigió a otro juego.

–Callie va a posar para el anuncio–dijo Noah, dirigiéndose a un lugar con menos ruido.

–¿Callie Matthews? Maldita sea, está buenísima. ¿Cómo lo has conseguido? ¿Ha trabajado como modelo antes?

Una vez en la calle, Noah se sentó en el banco que había junto a la puerta.

–No, pero estoy intentando cuidar de ella. Acaba de conseguir un papel bastante bueno en la nueva película de Anthony Price.

–Noah, no puedes salvar a todo el mundo –le dijo Max con un suspiro–. Has de olvidar el pasado.

–Es fácil decirlo.

–¿Te han hecho alguna otra oferta para la casa? –preguntó Max.

–Solo dos.

–¿Y las rechazaste?

–Sí, las he rechazado –dijo Noah, pasándose la mano por la cabeza.

–¿Y todavía vas a ver a Thelma cada día?

Noah sintió una fuerte presión en el pecho.

–Solo me tiene a mí.

–Ni siquiera es de tu familia, Noah. Tienes que superarlo. Sé que es la abuela de Malinda pero llevas un año pagando para que esté atendida. Tiene alzheimer. No se enterará si dejas de ir. Has de enterrar el pasado.

–Lo haré cuando llegue el momento.

–Bien –dijo su amigo–, podrías empezar invitando a Callie a salir. Sería perfecta para ti.

–No voy a invitarla a salir –contestó Noah. Al menos, no iba a pedirle una cita formal.

–Estupendo. Entonces no te importará si…

–Sí, me importa –lo interrumpió Noah–. Ya tienes bastante sin añadir a Callie a tu lista.

–No puedes pretender tenerla en exclusiva y no hacer nada al respecto. Los dos sois adultos. Si quieres pasar de una relación laboral a una relación personal, ¿qué te lo impide?

–Es la mejor recepcionista que he tenido nunca. Me gustaría mantenerla un tiempo.

–Lo más probable es que se vaya cuando comience a actuar, así que, ¿por qué no aprovechas en lugar de torturarte? –preguntó Max–. Sabes que has pensado en ello.

Y fantaseado. Incluso había tenido que darse alguna ducha de agua fría.

Noah se puso en pie y, al mirar hacia el interior, vio que Callie estaba buscándolo.

–Escucha, tengo que irme –dijo Noah–. Mañana te llamo para decirte a qué hora termino.

Guardó el teléfono en el bolsillo y regresó al interior. Callie sonrió desde el otro lado de la sala y él sintió un cosquilleo en el estómago.

–Estoy lista para canjear mis premios –le dijo, mostrándole los boletos–. Aquí tengo cien y creo que antes te di otros tantos. A ver qué es lo que me dan.

Noah sacó del bolsillo los boletos que ella le había dado. Le costaba creer que esa fuera su idea de celebración. Desde luego, no se parecía a las otras mujeres que él conocía. Ellas habrían elegido el restaurante más caro y habrían intentado acostarse con él después de la cena… Y él nunca se había quejado de ese tipo de noches.

Callie era diferente, y Noah se había percatado de ello desde el primer día que trabajó a su lado. Era como una bocanada de aire fresco y, aunque nunca sabía qué podía esperar de ella, sabía que siempre era algo estupendo.

Después de que eligiera sus premios, un mono horroroso y una goma de borrar con forma de flor, regresaron a la consulta en el coche. A pesar de que ella permaneció en silencio casi todo el trayecto, iba sonriendo de oreja a oreja.

–¿Lo has pasado bien? –preguntó él.

–De maravilla –dijo ella–. De niña siempre deseé ir a un sitio de esos.

–¿Y por qué no fuiste? –le preguntó mirándola de reojo.

Callie dejó de sonreír y comenzó a jugar con la oreja del mono.

–No tuve una infancia muy agradable.

Noah aparcó el vehículo y la miró.

–Lo siento, Callie. No pretendía cotillear. Llevas algún tiempo trabajando para mí y no sé mucho de tu vida.

Ella intentó sonreír pero lo miró con tristeza.

–Preferiría hablar de mi vida ahora en lugar de de mi pasado. No sé cómo darte las gracias, Noah –le dijo agarrándolo por el antebrazo–. No sabes cuánto valoro nuestra amistad. Al menos, me gusta pensar que somos amigos.

–Lo somos –dijo él, enojándose al ver que le temblaba la voz como si fuera un adolescente.

–Bien –dijo ella con una amplia sonrisa–. Me alegra saber que tengo gente con la que puedo contar.

Se inclinó hacia delante y lo besó en la mejilla. Se retiró una pizca y lo miró a los ojos un instante. Noah se quedó paralizado y se sorprendió cuando ella lo besó en los labios, dudando un instante como si esperara que él le diera su aprobación.

–Lo siento –susurró ella–. ¿Ha sido un gesto poco profesional?

–No tanto como este.

Le sujetó el rostro y la besó en los labios.

Callie sabía que en el aspecto profesional aquello no estaba bien. Pero en el personal, besar a Noah Foster era perfecto.

Él le acarició la barbilla mientras ladeaba el rostro para besarla mejor. La estaba besando en los labios y, sin embargo, Callie experimentaba una intensa sensación por todo el cuerpo.

La atracción que sentía hacia ella no podía haber sido algo repentino ya que, si no, no estaría devorándola de esa manera, provocando que le temblaran las piernas.

Pero antes de que ella pudiera disfrutar al máximo del mejor beso que le habían dado nunca, Noah se retiró.

–Cielos, Callie, yo…

–No –dijo ella, mirándolo a los ojos–. No digas que lo sientes.

–No iba a hacerlo –dijo él, fijándose en sus labios–. Iba a decirte que no sé qué me ha pasado, pero sería mentira. Llevaba tiempo deseando hacer lo que he hecho.

–Yo también –admitió ella.

Noah sonrió.

–Trabajas para mí.

–¿Y qué? –preguntó ella–. Quiero decir, no tengo que dejar el trabajo ¿no?

–¿Quieres dejarlo?

Callie arqueó una ceja.

–No me contestes con una pregunta.

–Solo intento buscar una solución a todo esto…

Ella sonrió.

–¿Te refieres al hecho de que te desee?

–Sí –dijo él.

–No voy a mentirte sobre mis sentimientos, Noah –dijo ella, acariciándole los brazos–. Si eso hace que te sientas incómodo…

–No me siento incómodo –dijo él–. No voy a negar que hay química entre nosotros.

Noah Foster, uno de los hombres más atractivos que había conocido, había admitido que se sentía sexualmente atraído por ella.

–No me gustan las relaciones serias pero no puedo negar que, en este caso, hay mucha química. Nunca he estado en esta situación y estoy intentando hacerlo de la manera más sencilla.

–¿A qué situación te refieres? –preguntó ella–. ¿A tener una aventura en el coche con una empleada?

Suspirando, Noah se rio y negó con la cabeza.

–No vas a hacer que resulte sencillo, ¿verdad?

–¿El qué?

–Ah, ahora eres tú la que va a responder una pregunta con otra.

–Touché.

–¿Qué te parece si salimos una noche y vemos adónde nos lleva esto? Puesto que la atracción es mutua, no veo por qué no podemos intentarlo.

Callie sintió que se le encogía el estómago. Estaba segura de que si quedaban acabarían en la cama, porque el beso que habían compartido estaba lleno de promesas. La idea la entusiasmaba, y la excitaba, pero tenía que ser realista. No quería provocar un ambiente extraño en la consulta.

–Te diré una cosa –lo miro y sonrió–. Cuando empiece el rodaje, saldré contigo. Pero no antes de que deje mi trabajo. ¿Te parece?

–Ya te he dicho que no me gustan las relaciones serias, así que no me importa cuándo quedemos. Preferiría verte fuera de la consulta ahora mismo, pero eso es porque soy un impaciente.

Ella se rio.

–Está claro que vas al grano ¿no?

Él se encogió de hombros.

–No voy a mentir. Me preocupa que la vida de Hollywood te haga cambiar –suspiró el, intentando no asustarla–. Sé que no es asunto mío pero…

–Estaré bien, Noah –le aseguró ella–. Es con lo que siempre he soñado. No tienes por qué preocuparte.

–No tienes ni idea –murmuró Noah, mirando a lo lejos.

Decidió que si la mantenía a su lado quizá podría protegerla. Sabía que no podía salvar a todo el mundo. No había podido salvar a Malinda, pero tampoco podía observar cómo se destrozaba otra mujer. Si solo podía salvar a una, quería que fuera Callie.

Callie recogió sus cosas y abrió la puerta del coche.

–Será mejor que me vaya. Gracias por todo.

Antes de salir, lo besó en la boca.

Sin duda, tener que esperar a que comenzara el rodaje el mes siguiente les iba a parecer una eternidad.

Capítulo Tres

 

 

 

 

 

Noah miró el reloj y continuó paseando de un lado a otro. No solo quería terminar la sesión de fotos sino que también quería pasar por la residencia a ver a Thelma. No estaba contento con la enfermera del turno de tarde y quería aparecer allí por sorpresa. Además, quería quedar con Max.

–Escucha, Noah, solo puedo esperar cinco minutos más –le dijo el fotógrafo–. Si no, tendremos que aplazarla. Después tengo otra sesión y tengo que prepararla.

Noah se detuvo con las manos en las caderas.

–Lo siento. He intentado llamarla al móvil varias veces. No es su estilo llegar tarde o no aparecer. Es muy profesional.

La noche anterior no habían regresado tarde pero ¿habría salido ella otra vez? La imagen de Malinda prometiendo que aparecería en algún lugar se le vino su cabeza. Solía encontrarla en casa, colocada y al margen de la realidad.

Odiaba pensar lo peor de Callie pero lo habían engañado durante tanto tiempo… Además, se preguntaba en qué se gastaba Callie el dinero. Siempre se llevaba la comida de casa y tenía un coche muy viejo. No había visto ningún indicio de que consumiera algún tipo de droga pero la mayor parte de los toxicómanos no consumía todo el tiempo. ¿Y a qué se dedicaba cuando no estaba en la consulta? Por lo que él sabía, salía todos los fines de semana.

La imagen de Malinda antes de morir, con los ojos oscuros, la tez pálida y las mejillas hundidas, todavía lo perseguía, y no le gustaría ver cómo Callie Matthews caía en el mismo abismo.

Callie siempre se había comportado como una profesional y nunca había llegado tarde. Algo había sucedido.

Sacó el teléfono del bolsillo y trató de llamarla otra vez mientras el fotógrafo empezaba a recoger el equipo. Ya le había dejado bastantes mensajes así que, cuando saltó el buzón de voz, colgó.

–Te pagaré el día de hoy, Mark –dijo Noah–. ¿Podemos quedar para el próximo sábado? ¿A la misma hora?

Mark asintió.

–Por supuesto. Y no te preocupes por lo de hoy. Estas cosas pasan.

Noah ayudó a Mark a llevar el equipo hasta el coche. Cuando terminaron, había pasado más de una hora y no había recibido noticias de Callie.

Tenía la sensación de que algo no iba bien. Decidió pasar por su casa antes de ir a la residencia. Callie estaba sola en Los Ángeles, no tenía familia ni compañeros de piso. Debía asegurarse de que estaba bien.

En ese momento, le sonó el teléfono y el pánico se apoderó de él un instante. Trató de relajarse pensando en que sería Callie que llamaba para disculparse por llegar tarde.

Al ver que en la pantalla aparecía «número privado», perdió toda esperanza. Apretó el botón para activar el dispositivo de manos libres y continuó conduciendo hacia el apartamento de Callie.

–¿Diga?

–¿Señor Foster?

–Sí, soy yo.

–Me llamo Marcia Cooper y trabajo de enfermera en el área de urgencias de Cedars-Sinai Medical Center. Nos han traído a la señorita Matthews y hemos intentado, sin éxito, localizar a una de sus vecinas. Callie nos ha pedido que intentáramos localizarlo a usted.

–¿Se encuentra bien? –preguntó Noah, asustado.

–No puedo informarle de su estado por teléfono –le dijo la enfermera–. ¿Podría venir?

–Enseguida voy.

Noah aceleró y sorteó el tráfico. La idea de que Callie estuviera herida provocó que se le formara un nudo en el estómago. ¿Qué le habría pasado? ¿Se habría cortado y necesitaba puntos? ¿Se habría caído y golpeado en la cabeza? ¿La habrían agredido?

La imagen de su difunta prometida tirada en el suelo del dormitorio le invadió la cabeza y trató de ignorarla. No podía dejarse llevar. Callie lo necesitaba.

Noah aparcó el vehículo en el aparcamiento reservado para médicos y corrió hasta la sala de urgencias.

–Noah.

Se volvió al oír la voz del doctor Rich Bays, un colega que conocía bastante bien.

–¿Estás aquí por algún paciente?

–Sí –dijo Noah–. Se llama Callie Matthews. ¿Es tu paciente?

–Así es. Está en la habitación número siete.

–¿Cómo se encuentra?

–Te lo contaré mientras vamos hacia la habitación –comenzó a caminar–. Tiene un corte profundo desde la sien hasta la mandíbula y la clavícula derecha fracturada. El resultado del TAC no tardará mucho y, entonces, tendremos más información. Por lo que me han contado acerca del accidente de coche, es afortunada por no estar mucho peor.

–¿La vais a dejar en observación? –preguntó Noah.

–Durante la noche. Aunque el resultado del TAC sea bueno. Estaba inconsciente cuando la trajeron –el médico se detuvo frente a una puerta corredera–. Y cuando regrese a casa, probablemente necesite ayuda.

–Me aseguraré de que esté bien atendida.

No iba a permitir que pasara sola la recuperación. La llevaría a su casa o se mudaría con ella a su apartamento.

¿Y cómo afectaría todo aquello al papel que acababa de conseguir? El rodaje empezaría muy pronto. ¿Sería consciente de la gravedad de sus lesiones? El hueso roto se curaría, pero el corte del rostro…

Un corte profundo podía tardar un año en curarse, dependiendo de los tejidos afectados incluso era posible que tuviera que someterse a alguna operación. Y por supuesto, sería él quién se ocupara de todos los cuidados médicos.

Aunque era posible que no estuviera tan mal como él imaginaba… O que estuviera peor.

–Está aquí –dijo Rich señalando hacia la puerta cerrada–. Voy a ver si ya ha llegado el resultado del TAC. Volveré en cuanto tenga nueva información.

–Gracias, Rich.

Noah respiró hondo y se preparó para lo que se podía encontrar. En el pasado había visto a Malinda en muy mal estado, pero a Callie siempre la había visto alegre y sonriente. Abrió la puerta, entró en la habitación y retiró la cortina que ocultaba la cama. Al verla, le flaquearon las piernas. Callie tenía todo el rostro vendado menos los ojos y la boca. El brazo lo llevaba en cabestrillo. Parecía muy frágil.

Se acercó a la cama y ella lo miró a los ojos.

–Vaya manera de escaquearte de la sesión de fotos –dijo él, tratando de bromear.

–Noah –susurró ella–. Lo siento de veras. Estaba de camino a la sesión de fotos cuando un camión apareció de repente… No recuerdo nada de lo que pasó después y, de pronto, me desperté aquí…

Comenzó a llorar y Noah sintió que se le encogía el corazón. Se preguntaba si ella habría visto su rostro, o si Rich le habría contado la gravedad de sus heridas.

Como médico, Noah deseaba ver los informes pero era consciente de que ella necesitaba que la consolaran y le dijeran que todo iba a salir bien. Porque él iba a cuidar de ella. Personalmente. Aunque tuviera que derivar a los pacientes de las semanas siguientes a un colega. Haría todo lo posible para cuidar de Callie.

Le agarró la mano y le dijo:

–Callie, no tienes que disculparte por nada.

–Siento haberte molestado pero no sabía a quién llamar aparte de mi vecina.

–No tengo nada mejor que hacer –le apretó la mano–. ¿Cómo puedo ayudarte?

Ella intentó negar con la cabeza y puso una mueca de dolor.

–Intenta relajarte –dijo él, acariciándole el dorso de la mano con el dedo pulgar–. No voy a irme a ningún sitio, Callie.

–Estaré bien –dijo ella con voz temblorosa y lágrimas en los ojos–. Sé que esta noche me tengo que quedar aquí pero, cuando me den el alta, le pediré a mi vecina que me lleve a casa. No tienes que quedarte.

–Me marcharé si eso es lo que quieres pero, cuando te den el alta, te llevaré a casa conmigo.

Callie retiró la mano y, al tratar de darse la vuelta, se quejó a causa del dolor.

–Tranquila, Callie. No seas cabezota. Vas a necesitar ayuda y, puesto que soy médico, creo que lo mejor es que te quedes conmigo.

Ella no contestó y Noah supo que no quería su ayuda. Una pena, porque no pensaba dejarla así, sin más.

–¿Quieres que intente localizar a tu vecina otra vez? –le preguntó–. Puedes darme su número.

–No –dijo Callie–. No necesito una niñera. Sé que necesito a alguien, pero… Cielos, Noah, no quiero estar aquí. No quiero necesitar ayuda.

Antes de que él pudiera contestar, Rich entró en la habitación y corrió la cortina.

–El resultado de la prueba es bueno pero voy a pedir que le preparen una habitación. Esta noche se quedará en observación. La trajeron inconsciente y me quedo más tranquilo si la monitorizamos unas horas. Mañana por la mañana podrá irse a casa. ¿Ha pensado en quién podrá ayudarla una vez allí?

–Me las arreglaré –dijo ella.

–Señorita Matthews, no puedo darle el alta sin estar seguro de que alguien cuidará de usted.

Noah miró a Rich y susurró:

–Yo cuidaré de ella.

Rich asintió y salió de la habitación sin decir nada más.

–No voy a quedarme contigo –dijo Callie–. En mi casa estaré bien.

–Entonces, me quedaré yo contigo –dijo él, tratando de no enfadarse.

–Sé que debería tener ayuda pero llamaré a mi vecina, o a ti, cuando sea necesario. Quiero estar sola.

–Es una lástima, Callie, porque voy a ayudarte quieras o no. Así que puedes decidir si quieres colaborar o ponérmelo difícil. El resultado final será el mismo.

Ella se volvió para mirarlo.

–¿El resultado final? ¿Y cuál es, Noah? ¿Que nunca podré rodar esa película? Que mi sueño ha terminado. Que no esperarán a que me cure, si es que me curo alguna vez. Nunca volveré a ser la misma.

Él no quería que consiguiera ese papel pero tampoco quería que le sucediera nada malo. Y si no hubiese insistido en que posara para su campaña, no estaría postrada en aquella cama.

Callie comenzó a llorar y a golpear la cama con el puño izquierdo.

–¿No te das cuenta, Noah? El resultado final es que me han arrebatado el sueño de mi vida y que todos mis esfuerzos ya no sirven para nada.

Noah le agarró la mano y entrelazó los dedos con los de ella.

–Lo solucionaré, Callie. No me importa lo que tenga que hacer pero volverás a ser como antes.

 

 

¿Cómo diablos se le había ocurrido hacer una promesa como esa?

No era un dios. Era un cirujano.

Las cicatrices eran permanentes a menos que se cubrieran con injertos. Lo más probable era que pudiera disimulárselas pero, ¿se quedaría contenta con que casi no se le notaran?

Y aunque era cierto que tendría menos oportunidades para conseguir un papel en el cine, él intentaría hacer todo lo posible por que se sintiera bella otra vez.

Pero en aquellos momentos, tenía que atender otra obligación. Deseaba quedarse con ella pero tenía que ir a la residencia.

Dejó a Callie descansando y se marchó. Si no hubiera tenido que ir a ver a la enfermera del turno de tarde de la que tanto se quejaba Thelma, se habría quedado con Callie.

Por lo que él sabía, la enfermera del turno de tarde era una buena mujer. Thelma tenía alzheimer y seguía creyendo que él y su nieta iban a casarse. Noah nunca le había dicho lo contrario. ¿Para qué iba a disgustar a aquella mujer si no recordaría nada en la siguiente visita?

Mientras entraba en la residencia, sacó el teléfono móvil y llamó a Max. Por supuesto, su amigo no estaba disponible y saltó el buzón de voz.

–Hola, Max. No puedo quedar esta noche. Callie ha tenido un accidente grave y voy a quedarme con ella. Llámame cuando tengas un momento.

Se guardó el teléfono en el bolsillo y saludó a la mujer de pelo blanco que siempre estaba sentada junto a la puerta cuando iba a visitar a Thelma.

La habitación de Thelma se encontraba al final de un pasillo y tenía la puerta cerrada. Según Malinda, ella nunca había sido una mujer muy sociable y puesto que Noah no había conocido a Thelma antes de que enfermara solo podía regirse por la opinión de Malinda.

Noah intentó abrir y no se sorprendió de que estuviera cerrada con llave.

–Soy Noah, Thelma –gritó desde fuera.

Al cabo de un momento oyó que abrían la puerta.

–¿Cómo te encuentras hoy? –preguntó, entrando en la habitación.

–Un poco cansada –dijo ella, sentándose en la butaca que había delante del televisor–. Me has pillado a mitad del culebrón.

Noah se rio.

–No estaré mucho rato –le prometió, y se sentó en el borde de la cama–. ¿Has comido?

–Eso creo. No recuerdo el qué. ¿Un sándwich de jamón? No, no. Sopa de pollo, creo.

Noah asintió como siempre. Sabía que no lo recordaría nunca pero estaba haciendo tiempo para que llegara la enfermera.

–¿Dónde está Malinda? –preguntó Thelma con una sonrisa–. Quiero saber todos los detalles de la boda.

Aquel no era un tema fácil para conversar. No solo porque él todavía sentía el vacío que Malinda había dejado en su vida, sino porque odiaba mentir a aquella mujer, aunque no recordara la verdad. A pesar de que la enfermedad le había robado la memoria, Thelma sentía que había un vacío en su vida.

–Hoy no ha podido venir –dijo él.

–Esa chica trabaja demasiado –contestó Thelma–. Le dices de mi parte que su abuela quiere verla. Tengo algunas ideas para la boda que me gustaría hablar con ella.

Noah asintió y esbozó una sonrisa. Odiaba tener que hablar de una boda que nunca se celebraría con alguien que no recordaría la conversación cinco minutos más tarde. Pero la mirada de Thelma todavía reflejaba esperanza y no iba a ser él quien se la quitara.

–Enseguida vuelvo, Thelma –se acercó a la puerta y la abrió–. Voy a ir a buscar a una persona.

Thelma no contestó y continuó mirando el programa de televisión. Él avanzo por el pasillo en busca de la enfermera. Thelma tomaba pastillas a la hora del desayuno, en la comida y antes de acostarse, pero en los últimos tiempos se quejaba de que no recordaba haber visto a la enfermera al mediodía. Quizá fuera culpa de su mala memoria pero él debía asegurarse de que estaba recibiendo el mejor cuidado.

Noah vio a la enfermera y corrió para alcanzarla.

–Perdona, Lori.

Ella se volvió y sonrió.

–¿Sí, señor Foster?

–Me preguntaba si podía hablar contigo sobre Thelma.

La enfermera asintió y dijo:

–Por supuesto. ¿Ocurre algo?

–¿Se ha tomado la medicación hoy?

–Durante mi turno se ha tomado todo lo que tiene prescrito, ¿por qué?

–Por nada. Solo quería asegurarme –dijo con una sonrisa–. Se le olvida y me dice que no ha tomado nada.

Lori asintió y le dio una palmadita en el brazo.

–Le aseguro que está bien cuidada.

–Gracias. Me alegra oírlo.

–Ahora, si me perdona, tengo que ir a ver a otro residente.

Mientras se marchaba, Noah experimentó la misma sensación que cuando Melinda lo mentía acerca de dónde había estado. Quería creer a Lori, pero no era tonto. Mantendría el control de la medicación y aparecería por sorpresa durante la comida. Haría todo lo que pudiera por cuidar de la abuela de su difunta prometida. Él era lo único que ella tenía.

Regresó a la habitación de Thelma y, al cabo de un rato, miró el reloj. No quería estar mucho tiempo alejado de Callie y ya había decidido que por muy cabezota que ella fuera, permanecería a su lado durante la recuperación.

Ya había presenciado la muerte de una mujer y no permitiría que eso volviera a suceder. Aunque tuviera que reorganizar su vida.

Detrás de su sentimiento de culpa había una fuerte atracción contra la que no se podía enfrentar. Pero lo que más lo asustaba era no saber si realmente quería hacerlo.

 

 

Callie se acomodó en el coche de Noah inundada por una mezcla de emociones. Estaba dolorida a causa del accidente pero el dolor físico no era nada comparado con el dolor emocional que le producía el hecho de ver destruido su sueño de convertirse en actriz. No había conseguido trabajar como modelo para Noah y, por lo tanto, tampoco había conseguido el dinero para enviar a casa.

Tampoco podría actuar en la película de Anthony Price, que comenzaría a rodarse el mes siguiente. Tenía el rostro vendado pero había visto las heridas que cubrían las gasas. Y el papel de una bella mujer que pertenecía a la realeza no podía representarlo una momia egipcia.

–Sea lo que sea lo que estás pensando, cuéntamelo –Noah arrancó el coche y se alejó del apartamento de Callie, donde habían parado para recoger sus cosas–. Como médico sé que de cara a la recuperación es muy importante ser optimista. Has de centrarte en lo bueno, Callie.

Ella se volvió para mirar por la ventana.

–Conduce.

–Sabes que puedes hablar conmigo.

Callie contuvo las lágrimas. Aquel hombre era incansable. El día anterior había regresado al hospital y había pasado la noche con ella, como si no fuera capaz de cuidar de sí misma. Además, insistía en que le contara sus preocupaciones, como si fuera un psiquiatra. Y lo que ella deseaba era estar sola. No quería hablar de sus problemas. ¿Hablar de ellos serviría para que se le arreglara el rostro? ¿O para poder rodar la película que tanto le había costado conseguir?

Hablando, tampoco conseguiría los cincuenta mil dólares para ayudar a su familia.

Así que no iba a perder el tiempo desnudando su corazón. Temía no volver a ser la chica alegre que siempre había sido.

–¿Has llamado a tu familia? –preguntó él.

–No.

Era probable que siguieran con el teléfono desconectado, así que le mandaría un mensaje de texto a su hermano. A pesar de que estaba estudiando en la universidad, regresaba a casa algunos fines de semana.

Por otro lado, quizá no se lo escribiera nunca. ¿Para qué iba a contarles que había fracasado? Y se negaba a escribir a su hermana, con la que apenas hablaba. La mujer estaba demasiado ocupada en Texas, con su familia perfecta, como para que le pidieran ayuda.

Intentó secarse las lágrimas que le afloraban a los ojos levantando el brazo derecho.

–¡Ay!

–Despacio –Noah le dio una palmadita en la pierna–. Sé que estás acostumbrada a utilizar el brazo derecho pero intenta no moverlo. Cuanto más descanses, antes se te curará.

–El brazo es lo que menos me preocupa.

Noah condujo en silencio unos instantes.

–Todo mejorará, Callie. Sé que ahora no ves luz al final del túnel pero la verás. Tenemos que esperar un tiempo.

–¿Tenemos? –se mofó ella–. Estoy segura de que tu carrera continuará, Noah. Tienes todo lo que siempre has deseado.

Él apretó el volante con fuerza.

–Todos tenemos nuestro propio infierno. Yo he aprendido a vivir con el mío –hizo una pausa–. No pretendo discutir contigo –le dijo–. Estoy aquí para ayudarte y eso es exactamente lo que voy a hacer.

–No creo que quedarme contigo sea la solución –dijo ella.

–Si tienes una sugerencia mejor, soy todo oídos.

Ella suspiró y dijo:

–Odio ser una molestia.

–Callie, no eres nada de eso. Si no quisiera ayudarte no me habría ofrecido. Además, necesitas asistencia y yo soy médico. No te cobraré nada.

Callie nunca había imaginado que el día que Noah la invitara a su casa de Beverly Hills sería para jugar a médicos y pacientes en el sentido literal. De ese modo, no querría volver a salir con ella. ¿Cómo iba a encontrarla atractiva con un corte en la cara? Ni siquiera había hablado con Noah de la posibilidad de someterse a cirugía, pero dudaba que consiguiera tener el mismo aspecto de antes.

Llevaba trabajando con él el tiempo suficiente como para saber que las cicatrices no podían quitarse del todo. Ni siquiera con microdermoabrasión, o con injertos… Siempre le quedaría una marca.

Apoyó la cabeza en el asiento del vehículo y permaneció en silencio. No le apetecía hablar, ni tratar de ser optimista, tal y como él le había sugerido.

Un poco más tarde, Noah se detuvo frente a una verja y bajó la ventanilla para introducir el código de la puerta. Se dirigió hacia la casa de dos pisos que tenía un porche con columnas blancas y que estaba en medio de la parcela. Apretó el mando del garaje y aparcó el coche dentro.

–Te ayudaré a salir –le dijo.

Callie se lo permitió porque no tenía energía para discutir. Estaba deseando llegar a su habitación.

–Dormirás arriba conmigo –la guio mientras le llevaba la maleta–. Quiero decir, en la habitación de al lado. Te mostraré cuál será tu dormitorio y después podrás hacer lo que quieras –dijo mientras subía por una escalera curva–. Si quieres puedo preparar la comida mientras sacas tus cosas.

–Noah –dijo ella, deteniéndose en lo alto de la escalera–. No tienes por qué hacer esto. Aparte de cambiarme los vendajes y de ayudarme con aquello que no pueda hacer a causa de mi clavícula rota, haz como si no estuviera aquí. No es necesario que me hagas la comida.

Él dejó la maleta y se acercó a ella. Le colocó la mano en el hombro bueno y la miró a los ojos. Una vez más, Callie sintió que se le encogía el estómago. La última vez que la había mirado de esa manera la había besado con deseo y de forma apasionada…

–Hacer como si no estuvieras aquí sería imposible –le dijo–. Sé que no te sientes cómoda, Callie, pero soy yo. Hemos trabajado juntos bastante tiempo y el otro día, en mi coche, dimos un paso más allá de la amistad. Por eso confiaba en que estuvieras cómoda aquí. Esto no tiene por qué ser tan difícil. Deja que cuide de ti, por favor.

Callie no podía seguir mirándolo a los ojos así que bajó la vista al cuello de su camiseta negra.

–¿Y ahora en qué estás pensando?

Callie se encogió de hombros con cuidado.

Él la sujetó por la barbilla para que lo mirara.

–Habla conmigo, Callie. No permitiré que pases por esto sola, aunque quieras hacerlo.

Ella pestañeó para contener las lágrimas.

–No sé cómo puedes mirarme de ese modo.

–¿Cómo?

–Como si te importara.

Él ladeó la cabeza y sonrió.

–Callie, si no me importaras no estarías aquí. Estás herida y es mi culpa.

–¿Qué quieres decir?

–Si no te hubiera pedido que posaras para mi campaña no habrías estado en esa carretera y no habrías tenido el accidente.

Ella no imaginaba que fuera posible sentir más dolor. Las palabras de Noah demostraban que ella estaba allí porque sentía lástima por ella. Y porque se sentía culpable. No por el hecho de que aquel día, en el coche, hubieran empezado algo.

Cerró los ojos un instante y dijo:

–Enséñame mi habitación. Estoy cansada.

Él la miró como si fuera a decirle algo más pero asintió y la guio por el pasillo. Callie deseó recuperarse pronto para poder irse a casa.

Durante mucho tiempo había sido una luchadora. Pero ya no tenía energía para luchar.

Deseaba tener algún objetivo para cuando estuviera recuperada, pero sabía que la posibilidad de que su sueño se convirtiera en realidad había desaparecido en el momento en que su vehículo chocó con el camión. Y recordaría ese terrible momento una y otra vez, hasta el día de su muerte. Estaba segura.

Se metió en la cama, suplicando para que al día siguiente viera las cosas de otra manera.