La medida. Santa Juana de los Mataderos. La excepción y la regla - Bertolt Brecht - E-Book

La medida. Santa Juana de los Mataderos. La excepción y la regla E-Book

Bertolt Brecht

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Beschreibung

Si bien la obra de Bertolt Brecht (1898-1956) abarca muy diversos géneros, su legado literario ha ejercido una influencia decisiva sobre todo en el dominio del teatro. Después de un largo exilio forzado por el régimen nazi, a su regreso a Alemania fundó y dirigió la compañía Berliner Ensemble, donde llevó a la práctica, a través de sus múltiples experiencias innovadoras, su teoría del teatro épico, que postula sustituir la intensidad emocional ligada al teatro tradicional por el alejamiento reflexivo y la observación crítica a través del distanciamiento. Este volumen, correspondiente al cuarto de la serie que recoge su «Teatro completo», incluye tres obras escritas entre 1929 y 1931: La medida, Santa Juana de los Mataderos y La excepción y la regla, en las cuales pone de manifiesto a través de distintas tramas sus inquietudes sociales. Traducción de Miguel Sáenz

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Veröffentlichungsjahr: 2021

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Bertolt Brecht

La medida

Santa Juana de los Mataderos

La excepción y la regla

(Teatro completo, 4)

Traducción de Miguel Sáenz

Índice

Sobre las obras del volumen 4

La medida

Frases del orador en representaciones públicas

Santa Juana de los Mataderos

Notas a Santa Juana de los Mataderos

La excepción y la regla

Créditos

Sobre las obras del volumen 4

La medida

Fecha de creación: 1929-1930. Introducción (Versuche, cuaderno 4): «El duodécimo intento, La medida, con música de Hans Eisler, es un intento de estudiar un comportamiento drástico determinado mediante una pieza didáctica». El texto del tomo IV de las Stücke se basó en la versión del cuaderno 4 de los Versuche (1931). Ahora se ha utilizado como modelo el texto elaborado por Brecht para la edición de Malik (1938).

Santa Juana de los Mataderos

Fecha de creación: 1929-1931. Introducción (Versuche, cuaderno 5): «El intento número 13, Santa Juana de los Mataderos, debe mostrar la etapa actual de desarrollo del hombre fáustico. Se basa en la obra Happy End, de Elisabeth Hauptmann. Se utilizaron además algunos modelos y elementos estilísticos clásicos: la presentación de determinados acontecimientos recibe la forma que históricamente les corresponde. Por eso no deben presentarse sólo los acontecimientos, sino también la forma de tratarlos».

La excepción y la regla

Fecha de creación: 1929-1930. Introducción (Versuche, cuaderno 10): «La excepción y la regla, obra corta para escuelas, es el intento número 24».

En la canción «El hombre enfermo se muere y el hombre fuerte combate» se han utilizado dos versos, ligeramente alterados, de dos poemas de Kipling.

La medida

Pieza didáctica

Colaboradores: S. Dudow y H. Eisler

PERSONAJES

Los cuatro agitadores, sucesivamente, como: El joven compañero. El jefe de la sede del Partido. Los dos culis. El vigilante. Los dos trabajadores textiles. El policía. El comerciante. El coro de control.

EL CORO DE CONTROL. ¡Adelantaos! Vuestro trabajo ha tenido éxito, también en este país avanza la Revolución, y también en él forman las filas de los combatientes. Estamos de acuerdo con vosotros.

LOS CUATRO AGITADORES. ¡Un momento, tenemos que decir algo! Hemos de anunciar la muerte de un compañero.

EL CORO DE CONTROL. ¿Quién lo mató?

LOS CUATRO AGITADORES. Nosotros lo matamos. Lo fusilamos y lo arrojamos a un pozo de cal.

EL CORO DE CONTROL. ¿Qué había hecho para que lo fusilarais?

LOS CUATRO AGITADORES. A menudo actuaba acertadamente, a veces de forma equivocada, y al final puso en peligro el Movimiento. Quería actuar bien y actuaba mal. Solicitamos vuestro juicio.

EL CORO DE CONTROL. Aceptaremos el vuestro.

1

LAS ENSEÑANZAS DE LOS CLÁSICOS

LOS CUATRO AGITADORES. Llegamos como agitadores de Moscú, teníamos que ir a la ciudad de Mukden para hacer propaganda y apoyar al Partido chino en las fábricas. Debíamos presentarnos en la última sede del Partido antes de la frontera, para pedir un guía. En el vestíbulo nos recibió un joven compañero y nosotros le explicamos cuál era nuestra misión. Repetiremos aquella conversación.

Se sitúan tres frente a uno. Uno de los cuatro representa al joven compañero.

EL JOVEN COMPAÑERO. Soy el secretario de la última sede del Partido antes de la frontera. Mi corazón late por la Revolución. La vista de la injusticia me empujó a las filas de los combatientes. El hombre tiene que ayudar al hombre. Yo estoy a favor de la libertad. Creo en la Humanidad. Y estoy a favor de las medidas del Partido Comunista, que lucha contra la explotación y la ignorancia, por una sociedad sin clases.

LOS TRES AGITADORES. Nosotros venimos de Moscú.

EL JOVEN COMPAÑERO. Os esperábamos.

LOS TRES AGITADORES. ¿Por qué?

EL JOVEN COMPAÑERO. No progresamos. Hay desorden y carestía, poco pan y muchos combates. Muchos están llenos de coraje, pero pocos saben leer. Pocas máquinas y ninguno las entiende. Nuestras locomotoras están averiadas. ¿Habéis traído locomotoras?

LOS TRES AGITADORES. No.

EL JOVEN COMPAÑERO. ¿Tenéis tractores?

LOS TRES AGITADORES. No.

EL JOVEN COMPAÑERO. Nuestros campesinos tiran aún ellos mismos de sus viejos arados de madera. Sin embargo, no tenemos nada para cultivar nuestros campos. ¿Habéis traído semillas?

LOS TRES AGITADORES. No.

EL JOVEN COMPAÑERO. ¿Traéis al menos municiones y ametralladoras?

LOS TRES AGITADORES. No.

EL JOVEN COMPAÑERO. Aquí tenemos que defender la Revolución entre dos. ¿Sin duda tendréis una carta del Comité Central para nosotros que nos diga lo que tenemos que hacer?

LOS TRES AGITADORES. No.

EL JOVEN COMPAÑERO. ¿Entonces vais a ayudarnos vosotros?

LOS TRES AGITADORES. No.

EL JOVEN COMPAÑERO. Nosotros estamos noche y día así vestidos, luchando contra los embates del hambre, del agotamiento y de la contrarrevolución. Y vosotros no nos traéis nada.

LOS TRES AGITADORES. Así es: no traemos nada para vosotros. Pero llevaremos a los trabajadores chinos de Mukden, al otro lado de la frontera, las enseñanzas de los clásicos y de los propagandistas: el ABC del Comunismo; a los ignorantes, el conocimiento de su situación; a los oprimidos, la conciencia de clase, y a los que tienen conciencia de clase, la experiencia de la Revolución. A vosotros tenemos que pediros un automóvil y un guía.

EL JOVEN COMPAÑERO. Entonces, ¿me he equivocado al preguntar?

LOS TRES AGITADORES. No, pero a una buena pregunta ha seguido una respuesta mejor. Comprendemos que se os ha pedido ya lo máximo; pero se os va a pedir más aún: uno de los dos tendrá que llevarnos a Mukden.

EL JOVEN COMPAÑERO. Entonces dejaré mi puesto, que era ya demasiado pesado para dos, pero para el que ahora tendrá que bastar uno. Iré con vosotros. Marchando hacia adelante y difundiendo las enseñanzas de los clásicos comunistas: la Revolución mundial.

EL CORO DE CONTROL

ALABANZA DE LA URSS

Ya hablaba el mundo

de nuestra infelicidad.

Pero aún se sentaba

a nuestra pobre mesa

la esperanza de todos los oprimidos que

se contentan con agua.

Y el saber enseñaba

con voz clara a los huéspedes

tras la puerta que se derrumbaba.

Cuando la puerta se derrumbe

seguiremos allí, sólo que más visibles:

nosotros, a quienes no matan el hielo ni el hambre,

cuidando incansablemente

de los destinos del mundo.

LOS CUATRO AGITADORES. Así pues, el joven compañero del puesto de la frontera estaba de acuerdo con nuestra forma de trabajo, y nos presentamos, cuatro hombres y una mujer, ante el jefe de la sede del Partido.

2

EL BORRADO

LOS CUATRO AGITADORES. Pero nuestro trabajo en Mukden era ilegal, y por eso, antes de cruzar la frontera, tuvimos que borrar nuestros rostros. Nuestro joven compañero estuvo de acuerdo. Repetiremos la operación.

Uno de los agitadores representa al jefe de la sede del Partido.

EL JEFE DE LA SEDE DEL PARTIDO. Soy el jefe de la última sede del Partido. Estoy de acuerdo con que el compañero de mi puesto os acompañe como guía. Sin embargo, hay disturbios en las fábricas de Mukden, y en estos días el mundo entero mira a esa ciudad para ver si alguno de nosotros sale de las cabañas de los trabajadores chinos, y me dicen que hay cañoneras dispuestas en los ríos y trenes blindados en los terraplenes, para atacarnos en cuanto vean a alguno de nosotros. Por eso sugiero a los compañeros que crucen la frontera disfrazados de chinos. A los agitadores: No deben veros.

LOS DOS AGITADORES. No nos verán.

EL JEFE DE LA SEDE DEL PARTIDO. Si hieren a alguno, no deben encontrarlo.

LOS DOS AGITADORES. No lo encontrarán.

EL JEFE DE LA SEDE DEL PARTIDO. Entonces, ¿estáis dispuestos a morir y esconder a vuestros muertos?

LOS DOS AGITADORES. Sí.

EL JEFE DE LA SEDE DEL PARTIDO. Entonces ya no sois vosotros, tú no eres ya Karl Schmitt de Berlín, tú no eres Anna Kjersk de Kazán y tú no eres Peter Sawitsch de Moscú, y ninguno tenéis nombre ni madre, sois unas hojas en blanco en las que la Revolución escribe sus órdenes.

LOS DOS AGITADORES. Sí.

EL JEFE DE LA SEDE DEL PARTIDOles da máscaras, y ellosse las ponen: A partir de este momento, no sois ya nadie, sino que, a partir de este momento y probablemente hasta que desaparezcáis, sois trabajadores desconocidos, combatientes, chinos, nacidos de madres chinas, de piel amarilla y que hablan chino aunque sea en sueños o con fiebre.

LOS DOS AGITADORES. Sí.

EL JEFE DE LA SEDE DEL PARTIDO. En interés del Comunismo, de acuerdo con la marcha hacia adelante de las masas de todos los países y afirmando la Revolución en el mundo.

LOS DOS AGITADORES. Sí. También el joven compañero dice que sí. Así muestra su conformidad con que se borre su rostro.

EL CORO DE CONTROL. Quien combate por el Comunismo debe saber combatir y no combatir; decir la verdad y no decir la verdad; prestar servicios y rehusar servicios; cumplir las promesas y no cumplir las promesas; exponerse al peligro y evitar el peligro; ser reconocible y ser irreconocible. Quien combate por el Comunismo sólo tiene una virtud entre todas: que combate por el Comunismo.

LOS CUATRO AGITADORES. Fuimos a Mukden disfrazados de chinos, cuatro hombres y una mujer.

EL JOVEN COMPAÑERO. Para hacer propaganda y apoyar a los trabajadores chinos mediante las enseñanzas de los clásicos y de los propagandistas, el ABC del Comunismo, enseñar a los ignorantes su situación, a los oprimidos la conciencia de clase y a los que tienen conciencia de clase la experiencia de la Revolución.

EL CORO DE CONTROL

ALABANZA DEL TRABAJO ILEGAL

Es hermoso

tomar la palabra en la lucha de clases.

Fuerte y alto llamar al combate a las masas

para aplastar a los opresores, para liberar a los oprimidos.

Difícil es y fructuoso el pequeño trabajo diario,

el anudar dura y secretamente

las redes del Partido ante

los fusiles de los patronos:

hablar, pero

esconder al que habla.

Vencer, pero

esconder al vencedor.

Morir, pero

ocultar la muerte.

¿Quién no haría muchas cosas por la gloria, pero

quién las hace por el silencio?

Pero a la mesa del pobre es invitado el Honor,

de la cabaña estrecha y derruida sale

indómita la Grandeza.

Y la Gloria pregunta inútilmente

por quienes hicieron los grandes hechos.

¡Adelantaos

por un instante,

desconocidos de rostro velado, y recibid

nuestro agradecimiento!

LOS CUATRO AGITADORES. En la ciudad de Mukden ayudamos a los compañeros chinos e hicimos propaganda entre los trabajadores. No teníamos pan para los hambrientos, sino sólo saber para los ignorantes, y por eso hablamos de la causa original de la miseria; no eliminábamos la miseria, sino que hablábamos de la eliminación de su causa original.

3

LA PIEDRA

LOS CUATRO AGITADORES. Primero fuimos a la parte baja de la ciudad. Allí, unos culis remolcaban una barcaza desde la orilla con una soga. Pero el terreno era resbaladizo. Cuando uno de ellos resbaló y el capataz lo golpeó, dijimos al joven compañero: síguelo y haz propaganda. Diles que has visto en Tientsin zapatos para los sirgadores que tienen debajo tablillas para que no resbalen. Trata de conseguir que pidan también esos zapatos. ¡Pero no te dejes llevar de la compasión! Y le preguntamos: ¿estás de acuerdo? Y estaba de acuerdo y fue allí apresuradamente y se dejó llevar de la compasión. Vamos a mostrarlo.

Dos agitadores representan a los culis, atando una cuerda a una estaca y tirando de la estaca por encima de sus hombros. Uno representa al joven compañero y otro al capataz.

EL CAPATAZ. Soy el capataz. Para esta noche tengo que haber llevado el arroz a la ciudad de Mukden.

LOS DOS CULIS. Somos los culis y remolcamos la barca de arroz río arriba.

CANTO DE LOS SIRGADORES

En la ciudad, río arriba,

podremos llenarnos la boca de arroz,

pero es pesada la barca que ha de subir

y el agua corre hacia abajo.

Nunca llegaremos arriba.

Tirad más aprisa, las bocas

aguardan comida.

Tirad con ritmo. No golpeéis

a vuestro vecino.

EL JOVEN COMPAÑERO. Es odioso escuchar la belleza del canto con que esos hombres ocultan el tormento de su labor.

EL CAPATAZ. ¡Tirad más aprisa!

UN CULI

Pronto caerá la noche. La yacija,

demasiado pequeña para la sombra de un perro,

cuesta un bocado de arroz.

Como la orilla es demasiado resbaladiza,

no nos movemos del sitio.

Tirad más aprisa, las bocas

aguardan comida.

Tirad con ritmo. No golpeéis

a vuestro vecino.

EL CULI, resbalándose: No puedo más.

LOS CULIS, mientras permanecen de pie y son azotados, hasta que el caído vuelve a levantarse:

Más que nosotros

resiste la soga, que corta la espalda.

El látigo del capataz

ha conocido cuatro generaciones.

No seremos la última.

Tirad más aprisa, las bocas

aguardan comida.

Tirad con ritmo. No golpeéis

a vuestro vecino.

EL JOVEN COMPAÑERO. Es difícil mirar a esos hombres sin sentir compasión. Alcapataz: ¿No ves que el terreno es demasiado resbaladizo?

EL CAPATAZ. ¿Cómo dices que es el terreno?

EL JOVEN COMPAÑERO. ¡Demasiado resbaladizo!

EL CAPATAZ. ¿Qué? ¿Quieres decir que esta orilla es demasiado resbaladiza para poder remolcar una barca de arroz?

EL JOVEN COMPAÑERO. Sí.

EL CAPATAZ. Entonces, ¿crees que la ciudad de Mukden no necesita arroz?

EL JOVEN COMPAÑERO. Si los hombres se caen, no pueden remolcar la barca.

EL CAPATAZ. ¿Tendré que ponerle a cada uno una piedra de apoyo, desde aquí hasta la ciudad de Mukden?

EL JOVEN COMPAÑERO. No sé lo que debes hacer tú, pero sé lo que deben hacer ésos. Tienen que resistirse. No creas que lo que no ha tenido éxito en dos mil años no lo tendrá nunca. En Tientsin he visto zapatos para sirgadores que llevan debajo tablillas para que no se resbalen. Los consiguieron pidiéndolos todos juntos. Así pues, ¡pedid todos juntos esos zapatos!

LOS CULIS. La verdad es que sin esos zapatos no podemos seguir remolcando la barca.

EL CAPATAZ. Sin embargo, el arroz debe estar esta noche en la ciudad.

Los azota y ellos tiran.

LOS CULIS

Nuestros padres sacaron la barca de la desembocadura

tirando río arriba. Nuestros hijos

llegarán al nacimiento, nosotros

estamos en medio.

Tirad más aprisa, las bocas

aguardan comida.

Tirad con ritmo. No golpeéis

a vuestro vecino.

El culi vuelve a caerse.

EL CULI. ¡Ayudadme!

EL JOVEN COMPAÑERO, al capataz: ¿No tienes sentimientos? Voy a coger una piedra y a ponerla en el barro –al culi– ¡y ahora tira!

EL CAPATAZ. Eso es. ¿Para qué queréis los zapatos de Tientsin? Prefiero permitiros que ese compasivo camarada camine a vuestro lado con una piedra y se la ponga a todo el que resbale.

LOS CULIS

En la barca hay arroz. El campesino que

lo ha cosechado recibe

un puñado de monedas, nosotros

tendremos menos aún. Un buey

sería más caro. Somos demasiados.

Uno de los culis se resbala, el joven compañero le pone la piedra y el culi se levanta.

Tirad más aprisa, las bocas

aguardan comida.

Tirad con ritmo. No golpeéis

a vuestro vecino.

Cuando el arroz llegue a la ciudad

y los niños pregunten quién

ha remolcado la pesada barca, decid:

la han remolcado.

Uno de los culis se resbala, el joven compañero le pone la piedra y el culi se levanta.

Tirad más aprisa, las bocas

aguardan comida.

Tirad con ritmo. No golpeéis

a vuestro vecino.

La comida llega de abajo

a los que comen arriba. Los que

la remolcan no han

comido.

Uno de los culis se resbala, el joven compañero le pone la piedra y el culi se levanta.

EL JOVEN COMPAÑERO. No puedo más. Tenéis que pedir otros zapatos.

EL CULI. Es un necio del que todos se ríen.

EL CAPATAZ. No, es uno de esos que nos soliviantan a la gente. ¡Vamos, cogedlo!

LOS CUATRO AGITADORES. Y lo cogieron inmediatamente. Y lo persiguieron durante dos días y se encontró con nosotros, y nos persiguieron con él por la ciudad de Mukden durante una semana y no pudimos dejarnos ver más en la parte baja de la ciudad.

Debate

EL CORO DE CONTROL

Pero ¿no está bien apoyar al débil

dondequiera que padezca, ayudar

al explotado en sus fatigas diarias?

LOS CUATRO AGITADORES. Él no lo ayudó, y, en cambio, nos impidió hacer propaganda en nuestra parte de la ciudad.

EL CORO DE CONTROL. Estamos de acuerdo.

LOS CUATRO AGITADORES. El joven compañero comprendió que había separado sentimiento y razón. Pero nosotros lo consolamos y le dijimos las palabras de Lenin:

EL CORO DE CONTROL

No es listo quien no comete errores,

listo es quien sabe corregirlos a tiempo.

4

LA PEQUEÑA INJUSTICIA Y LA GRANDE

LOS CUATRO AGITADORES. Fundamos las primeras células en las fábricas y formamos los primeros funcionarios, organizamos una escuela del Partido y les enseñamos a producir clandestinamente escritos clandestinos. Luego conseguimos tener influencia en las fábricas textiles y, cuando bajaron los salarios, una parte de los trabajadores fue a la huelga. Sin embargo, como otra parte siguió trabajando, la huelga peligraba. Nosotros le dijimos al joven compañero: ponte a la puerta de la fábrica y reparte octavillas. Él estuvo de acuerdo. Repetiremos la conversación.

LOS TRES AGITADORES. Fracasaste en el asunto del remolque de la barcaza.

EL JOVEN COMPAÑERO. Sí.

LOS TRES AGITADORES. ¿Has aprendido algo de ello?

EL JOVEN COMPAÑERO. Sí.

LOS TRES AGITADORES. ¿Te portarás mejor en el reparto de octavillas?

EL JOVEN COMPAÑERO. Sí.

LOS TRES AGITADORES. Ahora mostraremos cuál fue el comportamiento del joven compañero durante el reparto de octavillas.

Dos de los agitadores representan a trabajadores textiles y uno a un policía.

LOS DOS TRABAJADORES TEXTILES. Somos trabajadores de la fábrica textil.

El policía. Yo soy un policía y recibo mi pan de los que mandan, para luchar contra el descontento.

EL CORO DE CONTROL

¡Sal, compañero! ¡Arriesga

tu pfennig que ya no es un pfennig,

tu yacija sobre la que llueve

y el puesto de trabajo que mañana perderás!

¡Sal a la calle! ¡Lucha!

¡Para esperar es demasiado tarde!

¡Ayúdate a ti mismo al ayudarnos: practica

la solidaridad!

EL JOVEN COMPAÑERO

¡Renuncia a lo que tienes, compañero!

Porque no tienes nada.

EL CORO DE CONTROL

¡Sal, compañero, ante los fusiles

y defiende tu salario!

¡Si sabes que no tienes nada que perder

los policías no tendrán suficientes fusiles!

¡Sal a la calle! ¡Lucha!

¡Para esperar es demasiado tarde!

¡Ayúdate a ti mismo al ayudarnos: practica

la solidaridad!

LOS DOS TRABAJADORES TEXTILES. Vamos por la mañana temprano a la fábrica. Han reducido nuestros salarios, pero, como no sabemos qué debemos hacer, seguimos trabajando.

EL JOVEN COMPAÑEROle pasa a uno una octavilla, mientras el otro permanece inactivo: Léela y pásala. Cuando la hayas leído, sabrás lo que debes hacer.

El primero la coge y se aleja.

EL POLICÍA, quitándole al primero la octavilla: ¿Quién te ha dado esta octavilla?

EL PRIMERO. No sé, alguien me la ha dado a escondidas al pasar.

EL POLICÍA, dirigiéndose al segundo: Tú le has dado la octavilla. Los policías buscamos a los que reparten esas octavillas.

EL SEGUNDO. Yo no he dado octavillas a nadie.

El joven compañero. Entonces ¿es un delito enseñar a los ignorantes cuál es su situación?

EL POLICÍA. Vuestras enseñanzas conducen a cosas horribles. Si enseñáis en una fábrica, no reconocen ya a sus verdaderos dueños. Esa pequeña octavilla es más peligrosa que diez cañones.

EL JOVEN COMPAÑERO. ¿Qué pone ahí?

EL POLICÍA. Eso no lo sé. Al segundo: ¿Qué pone ahí?

EL SEGUNDO. No sé nada de esa octavilla, yo no la he repartido.

EL JOVEN COMPAÑERO. Yo sé que no lo ha hecho.

EL POLICÍA, al joven compañero: ¿Le has dado tú la octavilla?

EL JOVEN COMPAÑERO. No.

EL POLICÍA, al otro: Entonces se la has dado tú.

EL JOVEN COMPAÑEROal primero: ¿Qué le pasará?

EL PRIMERO. Quizá lo metan en la cárcel.

EL JOVEN COMPAÑERO. ¿Por qué quieres meterlo en la cárcel? ¿No eres tú también un proletario, policía?

EL POLICÍAal otro: Ven conmigo. Le da un golpe en la cabeza.

EL JOVEN COMPAÑERO, tratando de impedirlo: No ha sido él.

EL POLICÍA. ¡Entonces has sido tú!

EL SEGUNDO. ¡No ha sido él!

EL POLICÍA. Entonces habéis sido los dos.

EL PRIMERO. ¡Corre, hombre, corre, tienes los bolsillos llenos de octavillas!

El policía derriba al segundo.

EL JOVEN COMPAÑERO, al primero, señalando al policía: Ha golpeado a un inocente, tú eres testigo.

EL PRIMERO, atacando al policía: Perro vendido.

El policía saca su revólver.

EL JOVEN COMPAÑEROgrita: ¡Socorro, compañeros! ¡Socorro! ¡Están golpeando a inocentes!

El joven compañero agarra al policía del cuello por atrás y el primer trabajador le dobla lentamente el brazo hacia la espalda. Sale el disparo y el policía queda desarmado en el suelo.

EL SEGUNDOal primero, poniéndose de pie: Ahora hemos matado a un policía y no podemos volver a la fábrica, y –al joven compañero– tú tienes la culpa.

LOS CUATRO AGITADORES. Y tuvo que ponerse a salvo en lugar de repartir octavillas, porque reforzaron la vigilancia policíaca.

Debate

EL CORO DE CONTROL. ¿No es justo impedir la injusticia dondequiera que ocurra?

LOS CUATRO AGITADORES. Evitó una pequeña injusticia, pero la gran injusticia, la ruptura de la huelga, continuó.

EL CORO DE CONTROL. Estamos de acuerdo.

5

¿QUÉ ES EN EL FONDO UN HOMBRE?

LOS CUATRO AGITADORES. Luchábamos a diario con las viejas asociaciones, la falta de esperanza y la resignación; enseñábamos a los trabajadores a transformar la lucha por un salario mejor en lucha por el poder. Les enseñamos a usar las armas y el arte de manifestarse. Luego supimos que los comerciantes, por una cuestión de aduanas, tenían una disputa con los ingleses, que mandaban en la ciudad. Para aprovechar esa disputa entre los dominantes, en provecho de los dominados, enviamos al joven compañero con una carta al más rico de los comerciantes. En ella se decía: ¡armad a los culis! Al joven compañero le dijimos: actúa de forma que obtengas esas armas. Pero cuando la comida estuvo sobre la mesa, no supo callarse. Vamos a mostrarlo.

Uno de los agitadores hace de comerciante.

EL COMERCIANTE. Yo soy el comerciante. Espero una carta de la asociación de culis en relación con una acción común contra los ingleses.

EL JOVEN COMPAÑERO. Aquí está la carta de la asociación de culis.

EL COMERCIANTE. Te invito a comer conmigo.

EL JOVEN COMPAÑERO. Es para mí un honor comer con usted.

EL COMERCIANTE. Mientras preparan la comida, te expondré mi opinión sobre los culis. Haz el favor de sentarte aquí.

EL JOVEN COMPAÑERO. Su opinión me interesa mucho.

EL COMERCIANTE. ¿Por qué lo consigo todo más barato que otros? ¿Y por qué trabaja un culi para mí por casi nada?

EL JOVEN COMPAÑERO. No lo sé.

EL COMERCIANTE. Porque soy listo. También vosotros sois listos, porque sabéis hacer que los culis os paguen.

EL JOVEN COMPAÑERO. Sabemos hacerlo... Por cierto, ¿armaréis a los culis contra los ingleses?

EL COMERCIANTE. Tal vez, tal vez. Sé cómo tratar a un culi. A un culi hay que darle el arroz suficiente para que no se muera, porque si no, no podrá trabajar para ti. ¿No es cierto?

EL JOVEN COMPAÑERO. Sí, es cierto.

EL COMERCIANTE. Sin embargo, yo te digo que no. Si los culis son más baratos que el arroz, podré coger otro culi. ¿No es más cierto?

EL JOVEN COMPAÑERO. Sí, es más cierto... A propósito, ¿cuándo enviarás las primeras armas a la parte baja de la ciudad?

EL COMERCIANTE. Pronto, pronto. Tendrías que ver cómo compran mi arroz en la cantina los culis que descargan mi cuero.

EL JOVEN COMPAÑERO. Tendría que verlo.

EL COMERCIANTE. ¿Qué crees tú: pago mucho por el trabajo?

EL JOVEN COMPAÑERO. No, pero vuestro arroz es caro, y el trabajo tiene que ser bueno, pero el arroz es malo.

EL COMERCIANTE. Sois listos.

EL JOVEN COMPAÑERO. ¿Y cuándo armaréis a los culis contra los ingleses?

EL COMERCIANTE. Después de comer podemos visitar el depósito de armas. Ahora te voy a cantar mi canción favorita.

CANCIÓN DE LA MERCANCÍA

Hay arroz abajo en el río.

En las provincias altas la gente necesita arroz.

Si dejamos el arroz en los almacenes

el arroz les saldrá más caro.

Los que remolcan las barcas de arroz tendrán menos arroz

y el arroz me saldrá más barato aún.

¿Qué es en el fondo el arroz?

¿Sé yo qué es un grano de arroz?

¿Sé yo quién lo sabe?

No sé qué es un grano de arroz.

Sólo sé lo que vale.

Llega el invierno, la gente necesita ropa.

Hay que comprar algodón

y no vender el algodón.

Cuando llega el frío, la ropa se hace más cara.

Las hilanderías de algodón pagan demasiado.

Hay demasiado algodón.

¿Qué es en el fondo el algodón?

¿Sé yo qué es un copo de algodón?

¿Sé yo quién lo sabe?

No sé qué es un copo de algodón.

Sólo sé lo que vale.

Un hombre así come demasiado

y por eso el hombre se hace más caro.

Para conseguir comida hacen falta hombres.

Los cocineros abaratan la comida, pero

los que comen la hacen más cara.

Porque los hombres son demasiado pocos.

¿Qué es en el fondo un hombre?

¿Sé yo qué es un hombre?

¿Sé yo quién lo sabe?

No sé qué es un hombre,

sólo sé lo que vale.

Al joven compañero: Y ahora nos comeremos mi buen arroz.

EL JOVEN COMPAÑERO, poniéndose de pie: No puedo comer con usted.

LOS CUATRO AGITADORES. Eso dijo, y ni risas ni amenazas pudieron inducirlo a comer con aquel hombre, a quien despreciaba, y el comerciante lo echó y los culis no recibieron armas.

Debate

EL CORO DE CONTROL. Pero ¿no es acertado poner el honor por encima de todo?

LOS CUATRO AGITADORES. No.

EL CORO DE CONTROL

CAMBIA EL MUNDO: LO NECESITA

¿Con quién no se sentaría el justo

para ayudar a la justicia?

¿Qué medicina sabría demasiado amarga

a un moribundo?

¿Qué bajeza no cometerías

para extirpar la bajeza?

Si pudieras cambiar de una vez el mundo,

¿considerarías que estaba por debajo de tu dignidad?

¿Quién eres tú?

Húndete en la suciedad,

abraza al carnicero, pero

cambia el mundo: ¡lo necesita!

¡Seguid hablando!

Hace tiempo que no os escuchamos

como alguien que juzga. Sino

como alguien que aprende.

LOS CUATRO AGITADORES. Apenas estaba en la escalera, el joven compañero comprendió su error. Dejó a nuestro criterio volver a enviarlo al otro lado de la frontera. Comprendíamos claramente sus debilidades, pero lo necesitábamos, porque tenía muchos seguidores entre los trabajadores en paro y en esos días nos ayudaba mucho a tejer la red del Partido ante los cañones de los fusiles de los patronos.

6

LA TRAICIÓN

LOS CUATRO AGITADORES. En esa semana aumentaron extraordinariamente las persecuciones. Sólo teníamos una habitación secreta para la impresora y las octavillas. Pero una mañana se produjeron en la ciudad grandes disturbios a causa del hambre, y también de la llanura llegaron noticias de grandes disturbios. La noche del tercer día, al llegar con riesgo a nuestro refugio, encontramos en la puerta al joven compañero. Y delante de la casa, bajo la lluvia, había sacos. Repetiremos la conversación.

LOS TRES AGITADORES. ¿Qué sacos son ésos?

EL JOVEN COMPAÑERO. Son nuestros escritos de propaganda.

LOS TRES AGITADORES. ¿Y qué pasa con ellos?

EL JOVEN COMPAÑERO