La moneda de Elías - Blanca Analía Sánchez - E-Book

La moneda de Elías E-Book

Blanca Analía Sánchez

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Beschreibung

En una excursión con sus compañeros de escuela, Elías encuentra una extraña moneda. Pronto descubre que no es una moneda cualquiera, que sus verdaderos dueños también lo buscan a él y que, en los lugares más inesperados, siempre aparecen los buenos amigos. Aunque esta historia le sucedió a Elías, también puede sucederte a ti, especialmente, si tienes ese don maravilloso llamado curiosidad y te gusta vivir aventuras inolvidables. Pero ¡cuidado! Si escuchas que suenan campanitas, presta mucha atención: ¡un viaje maravilloso está a punto de comenzar!

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Seitenzahl: 51

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Producción editorial: Tinta Libre Ediciones

Córdoba, Argentina

Coordinación editorial: Gastón Barrionuevo

Diseño de tapa: Departamento de Arte Tinta Libre Ediciones.

Diseño de interior: Departamento de Arte Tinta Libre Ediciones.

Sánchez, Blanca Analía

La moneda de Elías / Blanca Analía Sánchez. - 1a ed. - Córdoba: Tinta Libre, 2022.

128 p. ; 14 x 15 cm.

ISBN 978-987-817-671-0

1. Narrativa Infantil y Juvenil Argentina. 2. Cuentos Infantiles. 3. Cuentos de Aventuras. I. Título.

CDD A863.9282

Prohibida su reproducción, almacenamiento, y distribución por cualquier medio, total o parcial sin el permiso previo y por escrito de los autores y/o editor. Está también totalmente prohibido su tratamiento informático y distribución por internet o por cualquier otra red.

La recopilación de fotografías y los contenidos son de absoluta responsabilidad de/l los autor/es. La Editorial no se responsabiliza por la información de este libro.

Hecho el depósito que marca la Ley 11.723

Impreso en Argentina - Printed in Argentina

© 2022. Sánchez, Blanca Analía.

© 2022. Tinta Libre Ediciones.

A mis eternos estudiantes siempre ávidos de historias.

Al trencito del Parque de Mayo.

A Elías, por supuesto.

La moneda de Elías

Analía Sánchez

I

Elías tiene 10 años y una sonrisa grande. Tan grande, que su abuela Martina le dice que cuando sonríe, por cada peca de su cara le sale un rayito de sol y hace sentir felices a todos los que lo rodean. Hasta a Musha y Lali y hasta a Sandra, la seño más antipática de la escuela. Él siempre está sonriendo.

Pero la tarde en que comenzó esta historia estaba muy serio. Tan serio, que su mamá le preguntó si fue él, el que había tirado el pelotazo que rompió el vidrio de la ventana del vecino, cuando jugaba al fútbol en la vereda con sus amigos. Y, como habían juntado entre todos los padres el dinero para reponerlo, le dijo que no se preocupara, que ya estaba solucionado el problema, que el vecino lo había entendido y que no estaba enojado. Elías no había sido, así que movió la cabeza de un lado hacia otro y le contestó que tenía sueño.

—¡Hum! —dijo entonces la mamá—. ¿No estarás por resfriarte? ¿Eh? —Y le puso la mano en la frente para tomarle la temperatura. Como no tenía fiebre se quedó tranquila. Un ratito nada más, porque después, le hizo otra pregunta en la que tenía que mentir un poquito para responderle y no le gustaba mentirle a su mamá. Es más, siempre que le había dicho una mentirita, su mamá no solamente lo había descubierto, sino que el asunto no había terminado bien:

—¿Te pasó algo en la excursión del colegio?

«Pasar… No había pasado…».

«TODAVÍA…».

Elías sacudió la cabeza de un lado a otro y le dijo que solo estaba un poco cansado. Por supuesto, las mamás tienen un sentido extra, de mamás, así que cuando le fue a dar el beso de las buenas noches, le susurró muy despacito al oído:

—Sabés que podés contarme lo que sea. ¿Eh? Todo lo que sea. Tooodooo. —Por supuesto, Elías se hizo el dormido, pero si algo seguro sabía era que no iba a poder dormir esa noche. Tenía que estar muuuuy atento, porque si no lo hacía, algo terrible podía suceder.

II

No bien se fue su mamá, se dio media vuelta despacito en la cama y se tapó hasta la cabeza. Era de la única manera que le gustaba pensar en las cosas que debía resolver. «Consultar con la almohada», como decían los grandes. Y entonces recordó los ojos de Luz haciéndose enoooormes, mientras miraban lo que tenía en su mano.

La excursión estaba a punto de terminar. Fue justo en el momento en que Jorge y Sol sacudieron el mantel de la merienda, cuando Elías notó algo brillante bajo sus pies. Pensó que podía ser valioso y escarbó con un palito el césped del parque, hasta que vio la risa metálica de una cara de duende en una moneda que parecía antigua.

—Es muy rara —dijo Luz cuando él la desenterró por completo y la pasaron de mano en mano para observarla.

—Debe ser muy antigua —dijo Jorge mostrándole a todos las grietas que cortaban los bordes de una cara a otra.

—No me gusta para nada —dijo Sol frunciendo la punta de su nariz como lo hacía siempre que le tocaba leer en voz alta en clase.

—¡Voy a averiguar qué es! —dijo Elías soplándola fuerte para terminar de limpiarla.

—¡Chicos! ¡Apúrense! ¡Son los últimos que quedan! —dijo la seño desde el grupo de compañeros que caminaba hacia el transporte para regresar a la escuela.

—¿Escucharon eso? —los frenó Elías llevándose el dedo a la boca en señal de silencio. Todos se pararon de golpe y trataron de oír mejor.

—Es un pajarito —dijo Jorge.

—SHHHHHHH… SHHHHH… SHHHH…

—Es el ruido del aire entre los árboles —dijo Luz.

—SHHHHHHH… SHHHHH… SHHHH…

¡Tlín tlín, tlín, tlín…! —Oyeron por entre las flores de unos canteros cercanos.

—¡Vamos, chicos! ¡No se demoren! —volvió a llamarlos la seño.

—¡Permisooo! —les pidieron unos chicos que venían detrás y que ahora los pasaban hablando por celular.

—Seguro que fueron ellos con su celu —dijo por fin Elías mirando a los adolescentes que ya estaban más adelante. Todos asintieron rápido, disimulando, porque no quedaron muy convencidos de eso.

—No me gusta para nada —repitió Sol frunciendo la punta de su nariz como lo hacía siempre que algo no le gustaba.

Pero los tres amigos no la escucharon. Se habían dado cuenta de que la seño Aurelia tenía sus manos puestas en la cintura como cuando se empezaba a enojar y habían comenzado a correr.

III

—Recuerden que vamos todos sentados. Nadie se para con la combi en marcha. Todos se colocan el cinturón de seguridad. —Elías escuchaba a la seño Aurelia que siempre les decía lo mismo mientras iban subiendo y él le dedicaba una sonrisa grande y amable. Pero ahora esperaba serio al final de la fila que habían hecho sus compañeros en la vereda.

—¿Qué te pasa, Elías? —le preguntó la seño—. Estás muy distraído hoy. ¿No te gustó la excursión al parque?

—Encontró una moneda muy rara —le contestó Luz a la seño y dándose vuelta le pidió a Elías que se la mostrara.

—Se parece a las fichas de las viejas máquinas de juegos —dijo la seño.