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Bianca 2978 Su vida no volvería a ser la misma… Elspeth Campbell llevaba una vida muy tranquila y dudó mucho antes de aceptar suplantar a su exuberante gemela en una glamurosa boda. Pero la exposición social no fue nada comparada con la atención sin reservas que recibió de Mack MacDiarmid… Siendo testigo de la doble vida de su padre, el cínico Mack estaba seguro de que la supuesta socialité no era lo que parecía. Tras verla atrapada en un escándalo del que era inocente, le anunció a Elspeth que ya bastaba de fingir. Deseaba demostrarle que ella ya era esa mujer fuerte y sexy que pretendía ser. Pero… ¿qué más podría ofrecerle él?
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Seitenzahl: 180
Veröffentlichungsjahr: 2023
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Editado por Harlequin Ibérica.
Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Avenida de Burgos, 8B - Planta 18
28036 Madrid
© 2021 Melanie Milburne
© 2023 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
La otra hermana, n.º 2978 - enero 2023
Título original: Shy Innocent in the Spotlight
Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.
Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.
Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.
Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.
® Harlequin, Bianca y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.
® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.
Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.
Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited.
Todos los derechos están reservados.
I.S.B.N.: 9788411413770
Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.
Créditos
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Si te ha gustado este libro…
ELSPETH miró alarmada a su gemela.
–¿Qué dices que quieres que haga?
–No sería la primera vez que eres dama de honor –Elodie puso la mirada en blanco–. Será como…
–La única vez que fui dama de honor, la novia no apareció –interrumpió Elspeth–. ¿O ya has borrado por completo a Lincoln Lancaster de tu mente?
–Eso fue hace siglos –Elodie hizo un gesto de desprecio–. Nadie se acuerda ya –miró con expresión de cachorrito suplicante–. ¿Lo harás? ¿Ocuparás mi lugar durante el ensayo de la boda en las Highlands de Escocia? Siempre has querido ver de dónde vienen nuestros antepasados. Llegaré a tiempo para la boda, nos cambiaremos y tú podrás marcharte sin que nadie lo descubra.
–¿Y por qué no puedes estar allí? ¿Qué puede haber tan importante que te impida pasar el fin de semana con tu amiga?
–En realidad Sabine no es tan amiga –contestó Elodie–. Solo me ha pedido que sea su dama de honor por mi fama como modelo de lencería. Le gusta rodearse de influencers. Solo nos hemos visto unas cuantas veces, por eso no se notará que nos hemos intercambiado.
Elspeth contempló el rostro hermosamente maquillado de su gemela, su perfecto peinado y manicura. Eran gemelas idénticas, pero vivían en mundos totalmente diferentes. El de Elodie era exótico y excitante. El de Elspeth pequeño, seguro y tranquilo… todo lo que podía ser cuando se sufría una potencialmente mortal alergia a los cacahuetes. Elspeth quería ayudar a su hermana. Siempre se habían apoyado, pero no se habían cambiado la una por la otra desde niñas. No se le daba bien socializar y fuera de su ambiente era agónicamente tímida.
Sin embargo, la oportunidad de visitar Escocia, el lugar de origen de sus antepasados, era tentadora… sobre todo sin la irritante presencia de su sobreprotectora madre.
Pero…
Así era su vida, una sucesión de «peros», e «y si…». Se había perdido muchas actividades habituales que sus compañeros daban por sentadas. Su mundo se había reducido mientras el de su hermana se expandía. El miedo de su madre por la vida de Elspeth se había vuelto patológico. Cierto que había vivido algunos horribles momentos durante su infancia y adolescencia en los que había entrado accidentalmente en contacto con cacahuetes. Su primera cita había sido memorable. Un beso había bastado para tener que ser llevada al hospital en ambulancia. Nada divertido. Salir de su zona de confort implicaba un potencial peligro. ¿Y si se le acababa el EpiPen o no llegaba a tiempo al hospital? ¿Y si hacía el más absoluto ridículo?
–No sé…
Elodie saltó del sofá, su expresión cargada de reproche como solo podía mostrar una hermana diez minutos mayor que ella.
–¿Lo ves? Siempre lo haces.
–¿Qué hago? –Elspeth la miró perpleja.
–Te limitas. Dices que no cuando en el fondo quieres decir que sí –Elodie deslizó una mano por la larga y rizada melena pelirroja–. Lo haces por culpa de la sobreprotección de mamá. Pero tienes que salir más, Els. Tienes que demostrarle a mamá que puedes arreglarte sola, y esta es la ocasión perfecta. No tienes vida fuera de tu trabajo en la biblioteca. No has tenido una cita desde los dieciocho años. Pasas sola casi todo el tiempo. ¿No te apetece ver cómo viven los otros? ¿Divertirte un poco? ¿Ser atrevida y espontánea?
Elspeth sabía que había algo de verdad en las palabras de su hermana, una verdad a la que llevaba años evitando enfrentarse. Su mundo era demasiado pequeño y, últimamente, sentía que las paredes se encogían todavía más. Pero eso no significaba que ponerse los zapatos de tacón de su hermana durante veinticuatro horas en las Highlands de Escocia fuera una buena idea.
–No has contestado a mi pregunta. ¿Qué hay tan importante que no puedas asistir tú misma al ensayo de la boda?
Elodie se sentó en el sofá frente a Elspeth y la miró con ojos brillantes.
–Porque tengo una reunión ultrasecreta en Londres para una posible inversión financiera para lanzar mi propia marca. Esta podría ser mi única oportunidad –su expresión se tornó repentinamente sombría–. Pero no quiero comprometer mi actual contrato si se descubre que estoy pensando en marcharme. Quiero que todo esté bien atado antes de presentar mi renuncia.
Elspeth entendía el deseo de su gemela de dejar de ser modelo de lencería. Siendo ella tan introvertida, no se imaginaba nada más aterrador que caminar por una pasarela llevando únicamente unas braguitas y un sujetador o un bikini. Pero su extrovertida hermana parecía, hasta entonces, disfrutar de los focos, la fama y los viajes habituales a lugares exóticos para las sesiones de fotos. Cada vez que Elodie subía un nuevo bikini a su cuenta de Instagram, las ventas se disparaban. Elspeth, por su parte, no estaba en ninguna red social… ni tenía bikini.
¿Tanto daño le haría salir de su zona de confort durante veinticuatro horas? ¿Cambiarse por su hermana el tiempo suficiente para ver cómo era la vida al otro lado? Sería solo para el ensayo.
–¿Conoces a alguien más que vaya a asistir a la boda? Me refiero a aparte de la novia.
–Puede que un par de conocidos –Elodie evitó mirar a Elspeth a los ojos.
Elspeth se irguió en el asiento sintiendo un escalofrío en la espalda.
–Pero ¿y si alguien se da cuenta de que no soy tú?
–¿Cómo se van a dar cuenta? –preguntó Elodie–. Fuiste tú quien insistió en que jamás mencionara que tenía una gemela idéntica cuando empecé mi carrera de modelo. Lo más que he dicho en alguna entrevista es que tengo una hermana menor, pero no cuántos años menor. Tu intimidad permanecerá intacta porque todos pensaran que soy yo. Y como no estás en las redes sociales y te educaste en casa, no existe ninguna foto de las dos juntas y nadie podrá establecer la conexión. Nuestro secreto estará a salvo. Confía en mí.
–¿Y en tu boda? –insistió Elspeth–. Algunas fotos fueron filtradas, ¿recuerdas? Y todos querían hablar conmigo porque pensaban que yo debía saber que ibas a abandonar a Lincoln. Estoy segura de que fui mencionada como tu gemela en al menos un par de artículos.
Elodie se mordisqueó el labio inferior durante unos segundos y frunció ligeramente el ceño. Pero su expresión regresó rápidamente al modo «lo tengo todo controlado».
–Eso pasó tan al principio de mi carrera que nadie lo recordará. Por aquel entonces Lincoln era mucho más famoso que yo.
–¿Y si alguien ha estado investigando? En cuanto apareces en internet, te quedas en internet.
–Te preocupas demasiado.
Elspeth tenía buenos motivos para no desear ninguna exposición mediática por culpa de la carrera de su hermana. Elodie siempre había resaltado su aspecto, encantada de ser el centro atención. Pero ella había hecho todo lo contrario, para evitar la atención que tanto ansiaba su hermana. No soportaba la idea de ser perseguida por docenas de paparazis que dirigían sus cámaras sobre su rostro, confundiéndola con Elodie. No soportaba la idea de que su vida privada se convirtiera en carne de revistas de cotilleos.
No soportaba ser comparada con su alegre gemela… y descubrirse inferior.
Elspeth no era encantadora y alegre, no era una mariposa social, era una polilla.
Pero la perspectiva de fingir ser su gemela durante veinticuatro horas avivó una extraña excitación en ella. Era la oportunidad de salir de su capullo de algodón. El capullo en el que la había envuelto su madre desde que sufriera su primer shock anafiláctico a los dos años. Pero ya no tenía dos años. Tenía veintiocho, y estaba harta de tanta sobreprotección. Mudarse a su propio apartamento un mes atrás había sido el primer paso hacia una mayor autonomía. Quizás esa sería otra ocasión para demostrarle a su madre que podía moverse por el mundo sin ponerse en peligro de muerte.
–De acuerdo… –Elspeth cruzó los dedos mentalmente–. Hagámoslo.
–¡Sí! –Elodie abrazó a su hermana con fuerza y casi la levantó del suelo–. Gracias. Gracias. Gracias. Jamás podré agradecértelo lo suficiente –besó ruidosamente la mejilla de Elspeth–. Muac.
Elspeth hizo una mueca mientras se despegaba los tentáculos de su hermana del cuerpo.
–Reserva tu agradecimiento para cuando la farsa haya terminado. No quiero que me gafes.
–Estarás genial. ¿Recuerdas cuando nos cambiamos a los diez años en una de nuestras visitas a papá? No lo descubrió en todo el fin de semana.
–Ya, bueno, eso dice más de papá que de nuestras habilidades como actrices, aunque tu representación del ratón de biblioteca fue fantástica –todo un logro por parte de su gemela, que padecía dislexia y evitaba leer siempre que podía. Elspeth, en cambio, leía desde los cuatro años y, dado que había sido educada en casa por su madre, su mundo siempre había girado en torno a la lectura. Su puesto como archivera de biblioteca era el trabajo de sus sueños, en el que la pagaban por hacer lo que más le gustaba.
–Me aburrí mortalmente –Elodie rio–, y casi me quedo bizca intentando entender las palabras. Prefiero las revistas de cotilleos.
–¿Aunque aparezcas en ellas?
–Sobre todo cuando aparezco en ellas –los ojos de Elodie brillaron.
–Pues a mí no se me ocurre nada peor –Elspeth puso los ojos en blanco.
Mack MacDiarmid supervisaba atentamente los preparativos de la boda que tendría lugar en su finca campestre, Crannochbrae. Las bodas no eran lo suyo, pero su hermano pequeño, Fraser, quería casarse en casa y no iba a reparar en gastos. Que su problemático hermano por fin sentara la cabeza era algo digno de celebrar. Mack había pasado muchos años preocupándose por la tendencia de Fraser a la irresponsabilidad, pero la prometida de Fraser, Sabine, había aparecido en el momento justo y Mack esperaba que le aportara a su hermano la estabilidad que necesitaba. Hasta el momento había hecho milagros, pero el cínico que Mack llevaba dentro contenía la respiración.
El jardín donde se oficiaría la ceremonia estaba esplendoroso. Las glicinias estaban en flor y llenaban el aire con su dulce fragancia. El castillo había sido limpiado de arriba abajo, cada piedra pulida hasta brillar. Las habitaciones de los invitados estaban preparadas y la cocina llena de empleados del catering que se afanaban en preparar la comida para el fin de semana. Incluso el caprichoso clima veraniego había decidido cooperar. El día estaba nublado, pero el pronóstico para el día siguiente prometía un brillante sol. Por la noche se esperaban tormentas, pero para entonces la ceremonia ya habría terminado.
Sabine corría de un lado a otro comprobando que se cumpliera el plan, cometido del muy bien pagado planificador de bodas, pero Sabine no era de las que cedían el control a otros. Mack no podía culparla, pues él había repasado todo tres veces. Quería que la boda fuera perfecta y por eso debía vigilar a Elodie Campbell, una de las damas de honor, por si causaba algún problema. Exactamente qué problema podría causar escapaba a su conocimiento. Fraser se había mostrado reservado sobre Elodie, pero Mack la había investigado online. Era una impresionante modelo de lencería con más seguidores en las redes sociales que algunas estrellas de Hollywood. Había dejado plantado a su prometido en el altar siete años atrás y desarrollado una fama de juerguista. Mack sabía que esa clase de chicas eran impredecibles, pero estaba preparado.
Había hecho de la preparación la obra de su vida. El suicidio de su padre, cuando él contaba dieciséis años, le había enseñado a no dejar nada al azar, estar siempre vigilante, hacer y decir lo que fuera en el momento adecuado.
A mantener siempre el control.
Se volvió hacia la casa y vio una nube de cabellos rojos y un pálido rostro ovalado contemplándolo desde una de las habitaciones de invitados de la planta superior. No la conocía en persona, pero había visto suficientes fotos como para reconocer a Elodie Campbell. Se envolvía en un chal de seda color crema y llevaba su rizada cabellera recogida en una especie de moño. Su aire tradicional resultaba cautivador. Podría haber sido uno de sus antepasados viajando en el tiempo para visitarlos. Mack levantó una mano para saludar, pero ella se apartó de la ventana tan deprisa que tuvo que parpadear mientras se preguntaba si no se la habría imaginado allí de pie. Quizás a la impresionantemente hermosa Elodie Campbell no le gustaba ser vista sin maquillaje.
Elspeth se apoyó contra la pared del dormitorio y llevó una mano al corazón, que latía desbocado. Sin duda el hombre que acababa de ver era Mack MacDiarmid. Elodie le había mostrado algunas fotos, y le había hablado sobre otros invitados, aunque sobre Mack MacDiarmid solo había mencionado que era rico y con fama de playboy.
Ella lo había investigado por su cuenta y encontrado un par de artículos. Se llamaba Robert, como su padre, pero utilizaba el apodo de Mack, y era un exitoso empresario que había ganado millones en el negocio inmobiliario tanto local como en el extranjero. Crannochbrae era el hogar familiar, y lo había restaurado y gestionado desde la muerte de su padre. Pero las fotos que aparecían en los artículos no la habían preparado para verlo en persona, incluso desde una altura de tres plantas. Alto, delgado y fibroso, Mack MacDiarmid poseía un aura de mando y autoridad clara… y algo irritante. ¿Podría desenmascararla? ¿Cómo se le había ocurrido que aquello podría funcionar? No estaba acostumbrada a tratar con hombres como Mack MacDiarmid. Poderosos, dinámicos, que habían labrado su fortuna con ingenio e intuición.
Mack formaba parte de la comitiva de la boda. Y eso significaba que no iba a poder evitar relacionarse con él. Aunque, dado que solo suplantaría a su hermana durante el ensayo, el contacto sería limitado.
Elspeth tomó el móvil y, tras ignorar los diez mensajes y cinco llamadas perdidas de su madre, envió un mensaje a su gemela.
¿Conoces a Mack MacDiarmid en persona?
Los tres puntitos indicaban que Elodie estaba respondiendo.
Elodie: no.
Elspeth: ¿Y a Fraser, el novio?
No hubo respuesta. O bien Elodie estaba en su importante reunión o no quería responder, seguramente lo segundo. Elspeth deslizó una mano sobre su encogido estómago. ¿Por qué había accedido? Respiró hondo y se apartó de la pared. Había accedido porque quería que su hermana triunfara en su nueva faceta. Solo debía actuar durante veinticuatro horas. Conocía a su gemela casi tan bien como a ella misma y la veía cada mañana en el espejo. Bastaba con ponerse el maquillaje y la ropa de su hermana, y adoptar su amistosa, charlatana, extrovertida y confiada personalidad, y nadie descubriría nada.
¿Tan difícil era?
ELSPETH bajó a uno de los salones principales del castillo donde los invitados a la boda recibirían un cóctel de bienvenida. A pesar del valor que se había infundido, una colonia de mariposas atacaba su estómago con alas afiladas. Vestía uno de los trajes de diseño de su gemela, un vestido de satén azul eléctrico que se pegaba a su cuerpo como un guante. El color, y el maquillaje ahumado, hacía destacar sus ojos. El vestido era mucho más revelador que cualquiera que se hubiese puesto jamás, pero Cenicienta tendría que acostumbrarse a llevar un vestido de baile y zapatitos de cristal. Los de su gemela no eran de cristal, pero sí más altos de lo que Elspeth hubiese llevado jamás. También costaban el sueldo de un mes. Antes de atreverse a bajar, había tenido que practicar con ellos en la habitación. Solo se había tropezado una vez y se sentía orgullosa de sí misma.
Los años de observar a Elodie prepararse para una sesión de fotos dieron sus frutos. La piel de Elspeth lucía inmaculada, los ojos enmarcados por el maquillaje y las pestañas alargadas por el rímel. Los labios brillaban con un gloss sabor a fresa, y en las muñecas se había aplicado un embriagador perfume almizclado que, de momento, solo le había hecho estornudar una vez.
Pero a pesar del maquillaje y la hermosa ropa, Elspeth sabía que caminaba sobre fuego y que en cualquier momento un mal paso la delataría.
Seguía impresionada por pasar el fin de semana en un castillo de verdad. ¿Cuántas personas fuera de la realeza poseían un castillo? Los antepasados de Mack MacDiarmid se remontaban a siglos atrás. Había tantas habitaciones, tantas escaleras, tantas torretas como si estuvieran en un cuento de hadas. El terreno era extenso, con jardines salvajes y otros formales, colinas y densos bosques con las escarpadas Highlands como telón de fondo. Situada a la orilla de un pequeño lago, la propiedad era pintoresca e íntima, el lugar perfecto para una boda. Todo estaba impecable. Ni paredes desconchadas ni techos caídos. No había pasillos mal iluminados, ni una mota de polvo sobre los muebles o telarañas colgando de las cornisas o las arañas de cristal. Había hasta una brillante armadura en la galería junto a enormes retratos de las generaciones anteriores de MacDiarmid. Cada habitación estaba decorada con preciosos arreglos florales. Únicamente la comitiva de la boda se alojaba en el castillo, pero dado que ella era una de las seis damas de honor, esperaba camuflarse entre la multitud.
En cuanto entró en el salón, Sabine corrió hacia ella.
–¡Elodie! Estás impresionante como siempre –Sabine hizo el gesto de besar las mejillas y se apartó para estudiar el vestido de la gemela de Elspeth–. Ese azul te queda impresionante. Y tu maquillaje es muy profesional, sin que haya intervenido aún nuestra maquilladora, Maggie.
–¿Este trapito? –Elspeth agitó una mano, repitiendo el típico gesto de Elodie–. Tú también estás encantadora. Vas a ser la novia más preciosa del mundo –quizás su gemela no habría emitido un elogio tan entusiasta, pero a Elspeth, Sabine le pareció una chica normalita, pero muy guapa, resplandeciente de felicidad. Se preguntó si a ella le sucedería lo mismo si se enamorara del hombre de sus sueños. Pero ¿quién iba a enamorarse de una chica incapaz de pasar junto a un cuenco de cacahuetes sin sufrir un ataque de pánico?
–Me siento honrada de que encontraras un hueco en tu agenda para ser mi dama de honor –continuó Sabine–. Significa mucho para mí. Eres un maravilloso ejemplo a seguir por tener un aspecto fabuloso sin esfuerzo.
¿Sin esfuerzo? Elspeth tuvo que contener una carcajada. Llevaba dos horas intentando convertirse en la reina del glamour. ¿Cómo lo hacía su hermana a diario? Era agotador.
–El honor es mío –contestó Elspeth con una sonrisa–. Es un sitio precioso para una boda.
–¿Verdad? Mack, el hermano de Fraser, fue muy generoso –observó Sabine–. ¿Has comido algo? –hizo una señal a un camarero que llevaba una bandeja de plata con una selección de canapés–. Están deliciosos. Y yo ya me he comido tres.
Elspeth estudió la bandeja de comida y decidió no probar nada. Llevaba dos EpiPen encima, pero lo último que deseaba era delatarse nada más llegar con un ataque de alergia. Había pensado avisar discretamente a los camareros sobre su problema, pero decidió no hacerlo. Llamaría la atención aún más de lo que deseaba, sobre todo porque no había ninguna noticia de su gemela sufriendo alergia. Algún paparazi podría andar cerca y filtrar algo a la prensa. Lo más sencillo sería evitar comer. Además, llevaba fruta fresca y galletas en la maleta. Haría casi cualquier cosa por su hermana, pero morir de hambre no era una de ellas.
–Gracias, pero no tengo hambre.
–No me extraña que estés tan delgada –Sabine hizo una mueca–. Yo no podría ser tan disciplinada, adoro la comida –miró por encima del hombro de Elspeth y sonrió resplandeciente–. Permíteme presentarte a tu acompañante durante el fin de semana –la tomó de un brazo y la condujo al otro lado del salón–. Mack, esta es Elodie Campbell, la famosa modelo de lencería.