La princesa y el guardaespaldas - La secretaria del príncipe - Lucy Monroe - E-Book
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La princesa y el guardaespaldas - La secretaria del príncipe E-Book

Lucy Monroe

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Beschreibung

La princesa y el guardaespaldas Sebastian Hawk era un maestro en los negocios y en la cama, y en su mundo no había lugar para las emociones. Su nuevo encargo era garantizar la seguridad de Lina Marwan, una princesa que se empeñaba en rebelarse contra la voluntad de su familia. Su inocencia y encanto resultaron ser una peligrosa tentación para Sebastian, quien acabó cediendo a la fuerza del deseo. Y entonces descubrió que Lina aún era virgen... La secretaria del príncipe Al príncipe Amir bin Faruq al Zorha le había llegado la hora de casarse, y para encontrar a la esposa adecuada recurrió una vez más a su eficiente secretaria, Grace Brown, por quien albergaba una atracción secreta. Grace era la secretaria perfecta, pero su origen humilde y su carencia absoluta de glamour la convertían en la candidata menos adecuada para formar parte de la realeza.

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Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley.

Diríjase a CEDRO si necesita reproducir algún fragmento de esta obra.

www.conlicencia.com - Tels.: 91 702 19 70 / 93 272 04 47

 

 

Editado por Harlequin Ibérica.

Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Núñez de Balboa, 56

28001 Madrid

 

© 2019 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

N.º 285 - marzo 2020

 

© 2008 Lucy Monroe

La princesa y el guardaespaldas

Título original: The Billionaire’s Virgin Princess

 

© 2008 Lucy Monroe

La secretaria del príncipe

Título original:The Sheikh’s Secretary Mistress

Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.

 

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.

Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

® Harlequin y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.

Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

Imagen de cubierta utilizada con permiso de Dreamstime.com

 

I.S.B.N.: 978-84-1348-386-3

 

Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

Índice

 

Créditos

La princesa y el guardaespaldas

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Capítulo 12

Epílogo

La secretaria del príncipe

Prólogo

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Capítulo 12

Epílogo

La princesa y el guardaespaldas

Capítulo 1

 

 

 

 

 

Lina Marwan se detuvo al borde del puente y cerró los ojos mientras buscaba su centro de equilibrio.

Los cálidos rayos de sol y una suave brisa acariciaban su piel. Era un día muy hermoso para estar viva. Soltó la barandilla y nada se interpuso entre ella y el salto al vacío… Quince metros de caída libre hasta las rápidas aguas del río.

La adrenalina la recorrió por dentro al pensar en lo que estaba a punto de hacer. Su respiración se aceleró y el sudor le empapó las sienes y las palmas de las manos. Apretó y aflojó los puños varias veces mientras intentaba relajar su respiración.

Unas voces detrás de ella rompieron la paz que estaba intentando lograr. Abrió los ojos y miró por encima del hombro.

Sebastian Hawk…

La última persona a la que esperaba ver en aquellos momentos. La última persona a la que quería volver a ver. Ni siquiera después de morir. Dios no podría ser tan cruel para juntarlos en el mismo rincón del Cielo.

Pero si no había más remedio, que así fuera. Sebastian estaba allí y sólo tardaría unos segundos en convencer a los hombres que lo sujetaban para que le dejaran ir a por ella.

Volvió a mirar al frente, extendió los brazos como las alas de un águila y se precipitó al vacío al tiempo que el grito de Sebastian resonaba en las paredes rocosas del barranco.

Y mientras caía en picado como un ave rapaz lanzándose sobre su presa, los últimos ocho años de su vida pasaron a toda velocidad por su cabeza, como una película a cámara rápida de su relación con Sebastian Hawk.

 

 

Lina corría por el patio en dirección al University Center. Llegaba tarde a la reunión, pero no había podido evitarlo. Una vez más, se había visto obligada a darle esquinazo a su guardaespaldas, quien estaba leyendo un libro sobre el Antiguo Egipto en la planta baja de la biblioteca, convencido de que Lina estaba en un grupo de trabajo en una de las salas del segundo piso. Si el pobre supiera cuántas horas pasaba en la biblioteca mientras ella estaba en cualquier otro sitio, los dos se verían en serios problemas.

Era un tipo muy fácil de engañar. Demasiado fácil para el ego de Lina. Para él, las excelentes notas de Lina avalaban las muchas horas de estudio. Lina estudiaba, sí, pero no tanto como él creía, ni muchísimo menos. Al igual que el padre de Lina y que muchos otros hombres de su país, su guardaespaldas no creía que una mujer pudiera conseguir unas notas semejantes sin emplearse a fondo en la tarea. Todos los miembros de su equipo de seguridad pensaban igual.

Cuando ella descubrió las ventajas de aquel rasgo, originalmente tan irritante, dio gracias por que su padre hubiera insistido en asignarle guardaespaldas de su país natal.

Lina vivía en Estados Unidos desde que tenía seis años, y desde siempre le había molestado la actitud de sus guardaespaldas. Hasta que entró en la universidad y descubrió lo fácil que era conseguir un poco de libertad con la mentira del estudio. Sonrió al pensarlo. La vida tal vez no fuera perfecta, pero sí era muy divertida.

La sonrisa se transformó en una mueca de dolor al chocar contra una roca vestida de hombre. El impacto la hizo tambalearse y caer sobre su trasero en la hierba.

–Uf…

–¿Estás bien? –le preguntó la roca. Tenía una voz tan poderosa como su físico.

Aturdida tanto por el golpe como por aquella voz, Lina levantó la mirada y recorrió casi dos metros de musculatura hasta que sus ojos se encontraron. Los del hombre eran grises, oscuros y enigmáticos, aunque en aquel momento su expresión no podía ser más clara.

Estaban brillando de preocupación. Por ella…

Lina recuperó la sonrisa y alargó la mano.

–Sí, muy bien, gracias. ¿Me ayudas a levantarme?

El hombre también sonrió.

–Por supuesto –dijo, y extendió el brazo hasta que sus manos entraron en contacto.

Lina habría jurado que algo estallaba en su interior nada más sentir su tacto. Sus deslumbrados sentidos percibieron que la boca del hombre seguía curvada en una media sonrisa, y se preguntó qué aspecto tendría con una sonrisa total. Mejor no averiguarlo, porque no seguramente no sobreviviría.

–¿Seguro que estás bien? –le preguntó él. Su preocupación parecía sincera, y Lina no podría estar más encantada de que así fuese.

–Segurísimo.

–¿No necesitas ayuda para mantenerte de pie?

–No –¿de verdad parecía que necesitaba ayuda?

–Entonces, ¿por qué no me sueltas la mano? Y no es que a mí me moleste el contacto físico… –un tono de simpática ironía acompañaba sus palabras.

–Supongo que… sí, tienes razón –dijo ella, pero su cuerpo no le hizo el menor caso.

Él se echó a reír.

–Me llamo Sebastian Hawk.

Lina tragó saliva. Por si su sonrisa no fuera lo bastante peligrosa, su risa le provocaba un estremecimiento por todo el cuerpo. Y aunque hubiera sobrevivido a un primer encuentro, no estaba segura de poder resistir mentalmente mucho tiempo. Aquel hombre podía causarle estragos de todo tipo, incluidos los racionales.

–¿Y tú te llamas…?

–Oh, Lina Marwan –nunca usaba su nombre completo: Lina bin Fahd al Marwan.

–Encantado de conocerte, Lina –dijo él, apartándola con delicadeza.

Lina tuvo que reprimir el impulso de echarse hacia delante para recuperar el contacto. ¿En eso consistía la atracción física por un hombre? De ser así, se alegraba de haber pasado su adolescencia en un colegio para chicas. A diferencia de sus compañeras de clase, nunca había tenido la oportunidad de pasar los recreos con chicos de su misma edad, gracias a la estrecha vigilancia a la que la sometía su familia.

En el año y medio que llevaba en la universidad había abrazado a un par de chicos, pero ninguno la había afectado tan poderosamente como Sebastian Hawk. Siempre había querido saber cómo sería besar a un chico, pero sólo a un nivel puramente teórico. Ahora, en cambio, quería conocer la realidad palpable. Deseaba besar a Sebastian Hawk.

El deseo era tan fuerte que los labios se le torcieron involuntariamente. Los ojos grises de Sebastian brillaron de complicidad, como si pudiera percibir aquel deseo tan extraño que la acuciaba a…

El reloj de la torre la devolvió bruscamente al presente.

–Maldita sea. Llego tarde. Espero no haber perdido la oportunidad de apuntarme a la excursión en kayak –aún no sabía cómo iba a despistar a su guardaespaldas y a su familia durante todo un fin de semana, pero estaba decidida a hacer ese viaje.

–¿Kayak? –repitió él en tono sorprendido.

–Es una de mis aficiones favoritas, aunque no la practique tanto como me gustaría –echó a andar rápidamente hacia el University Center.

–¿Cuándo aprendiste? –le preguntó Sebastian, caminando a su lado.

–Cuando estaba en el instituto –alguna ventaja tenía que haber en ser la hija de un rey de Oriente Medio.

Al principio se había sentido sola y abandonada, cuando la apartaron de todo cuanto conocía. Pero a medida que se hacía mayor, empezó a darse cuenta de que el poco interés que mostraban sus padres en ella le beneficiaba realmente. Eran tan conservadores y tradicionales que su influencia llegaba hasta sus parientes afincados en Estados Unidos, con los que enviaron a Lina cuando sólo tenía seis años.

Pero con sus parientes americanos podía disfrutar de más libertad de la que jamás hubiera tenido en casa. Y así lo comprobó cuando la enviaron a un internado en séptimo grado. El exclusivo colegio para chicas no se parecía en nada a los típicos institutos norteamericanos, pero aun así Lina podía hacer cosas que nunca podría hacer si viviera con su familia. Cosas como remar en kayak.

–Creía que la excursión en kayak duraba tres días…

–Y así es. ¿Vas a ir tú también? –le preguntó Lina, incapaz de ocultar una expresión esperanzada mientras miraba a los ojos a aquel hombre alto, fuerte y moreno.

Experimentó el mismo aluvión de adrenalina que le recorría las venas cuando competía en una carrera. La atracción física no se parecía a nada de lo que hubiera imaginado. Era una sensación tan excitante y peligrosa como la de remar en kayak por aguas bravas. O tal vez más aún.

 

 

Hawk tuvo que morderse la lengua para no soltar una palabrota. Aquella princesa tan pequeñita estaba llena de sorpresas. La primera había sido verla correr a través del patio cuando se suponía que estaba estudiando en la biblioteca con un grupo de amigas. El plan de Sebastian era hablar con su guardaespaldas y provocar un encuentro accidental con la princesa cuando ésta saliera de la biblioteca.

Menos mal que la había visto, o habría estado tan equivocado como el inepto guardaespaldas sobre su paradero. Aquel hombre necesitaba recibir un cursillo de seguridad de Hawk Investigations.

–No sé remar en kayak –le confesó–. Pero es algo que me gustaría aprender.

En realidad no tenía el menor deseo por aprender, pero sí había remado en canoa, y aunque no fuera una de sus actividades favoritas, se parecía lo bastante al kayak como para poder desenvolverse en el agua sin hacer el ridículo.

Un hombre hacía lo que tenía que hacer en su trabajo. Y su misión era permanecer lo más cerca posible de la princesa Lina bin Fahd al Marwan.

–Si nos damos prisa, tal vez podamos apuntarnos para la excursión –dijo ella con una radiante sonrisa.

Hawk sopesó las opciones en su cabeza. Podía impedir que fuera a inscribirse. Podía eliminar cualquier posibilidad que tuviera de hacer ese viaje con una simple llamada telefónica. O… podría seguir su instinto y hacer esa excursión con ella.

Sería muy fácil impedir que llegara a tiempo para apuntarse a la excursión, gracias a la evidente atracción que ella sentía por él. Pero aquella joven encontraría cualquier otro modo de salirse con la suya. Lina Marwan, como se llamaba a sí misma, no era la chica de diecinueve años tímida, discreta y estudiosa de la que le habían hablado a Hawk.

¿Sabía alguien en la vida de la princesa quién era realmente y qué hacía para divertirse?

La respuesta era «no», sin lugar a dudas. Por ello Hawk no quería eludir del todo aquella excursión. Lo habían contratado como ayuda adicional para garantizar la seguridad de la princesa en un tiempo de alto riesgo para la familia real de Marwan. Pero si su implicación personal podía ayudar al equipo de seguridad de la princesa a mejorar su protección, se involucraría lo que hiciera falta. Si le permitía hacer esa excursión y la acompañaba para garantizar su seguridad, tendría la oportunidad de ver las tretas que empleaba para esquivar a sus guardaespaldas e impedir que volviera a hacerlo en el futuro.

–Tú primero –dijo con una sonrisa.

Ella asintió, pero en vez de acelerar el paso se detuvo y fijó la mirada en sus labios.

–Lina…

–Eh, sí… vamos –haciendo un considerable esfuerzo por apartar la mirada, empezó a trotar hacia el University Center–. La reunión es arriba.

A Hawk no le costó mantener su ritmo con sus grandes zancadas, pero todo su cuerpo empezaba a reaccionar a la sensual oscilación de aquellas curvas tan femeninas. La atracción era definitivamente mutua, lo cual debería hacer que su trabajo fuera mucho más sencillo. Así no tendría que fingir interés para permanecer cerca de ella. Su intención inicial había sido mantener una simple amistad, pero si fueran algo más que amigos le resultaría mucho más fácil vigilarla. Tampoco se trataba de tener una relación estable, ni mucho menos. Hawk rehuía los compromisos por muchas razones, y Lina no era la candidata más adecuada para una aventura pasajera. No sólo era la hija de un cliente y su misión actual, sino que era una princesa procedente de una parte del mundo donde se otorgaba una importancia especial a la virginidad femenina.

Pero aunque el sentido del honor de Hawk no le permitía aprovecharse de la virginidad ni la inocencia de nadie, sí podía aprovecharse de la atracción que provocaba en la princesa.

Lina se detuvo frente a un hombre rubio y atlético que bajaba los escalones del University Center.

–Hola, Bob. ¿Ya ha acabado la reunión?

–Sí, pero no te has perdido gran cosa. Lo único que hemos hecho ha sido repartir unas hojas informativas y apuntar nombres.

–¿Aún podemos apuntarnos? –preguntó ella, entusiasmada.

El tipo le puso una mano en el hombro y le dedicó una sonrisa algo más que cortés.

–Lo que tú quieras, encanto.

Hawk tuvo que tragarse otra maldición. ¿Tenía la princesa un novio del que su familia no sabía nada?

–Genial –dijo ella–. Sebastian nunca ha montado en kayak y me gustaría que viniera conmigo… –se giró hacia Hawk–. Si no tienes problema en aprender de una mujer, claro.

–No, no. Me encantaría.

–Wayne puede enseñarle al novato y así tú podrías venir conmigo –sugirió Bob.

–El novato prefiere ir con su nueva amiga –se apresuró Hawk a dejar claro. Era el único modo de que la princesa estuviera a salvo en el agua. Un guardaespaldas no podría protegerla desde la orilla o desde otra embarcación.

–Oh, lo siento. No era nuestra intención ignorarte –se disculpó Lina, con una expresión arrepentida en sus bonitos ojos marrones–. No soporto cuando la gente habla de mí como si yo no estuviera.

Era presumible, teniendo en cuenta la familia conservadora y machista de la que procedía, que hubiera experimentado muchas veces aquella indiferencia.

–No pasa nada –dijo, pero la mirada que le echó a Bob le advertía que tuviera cuidado con él.

A juzgar por la expresión del universitario, pareció recibir el mensaje. Pero no parecía muy contento al respecto, y Hawk volvió a preguntarse si entre Bob y Lina habría algo más que una amistad y una afición compartida por el kayak.

–Os apuntaré a los dos, pero necesito tus datos de contacto –le dijo Bob a Hawk–. Los de Lina ya los tengo… De hecho, ya te he apuntado, nena. Iba a llevarte la información a Política Internacional.

Lina le sonrió con gratitud y emoción.

–Eres el mejor. Gracias.

Bob se quitó la mochila del hombro y sacó un cuaderno.

–Toma, escribe aquí tus datos –le dijo a Hawk, pero sin soltar el cuaderno–. Estudias aquí, ¿verdad? Esta excursión sólo es para los estudiantes de la universidad.

Lina frunció el ceño, pero relajó la expresión al oír la respuesta de Hawk.

–Estoy haciendo un máster en Administración de Empresas, justo al otro lado de la calle.

–Oh… muy bien –aceptó Bob, y le ofreció finalmente el cuaderno.

Hawk lo aceptó y lo hojeó rápidamente hasta dar con una lista de nombres bajo un título escrito a mano.

–«Excursión en kayak» –leyó. Sacó un bolígrafo con cámara incorporada del bolsillo y fotografió la lista de nombres al fingir que sacaba la punta. A continuación, añadió su nombre a la lista.

Haría que alguien de Hawk Investigations investigara aquellos nombres para cerciorarse de que ninguno de ellos representaba una amenaza para Lina.

Se preguntó cómo pensaba la princesa esquivar a su guardaespaldas durante todo un fin de semana, pero no tenía la menor duda de que lo conseguiría. Una princesa que había aprendido a remar en kayak mientras estudiaba en un internado exclusivo era alguien que sabía arreglárselas en la vida.

Bob miró su reloj y luego a Lina.

–Tenemos una hora antes de clase. ¿Quieres tomar un café conmigo en el Starbucks de State Street?

Ella se mordió el labio, miró de reojo a Hawk y asintió.

–¿Podríamos tomarlo mejor en la cafetería? Tengo que recoger algo de la biblioteca antes de clase.

Hawk estuvo a punto de soltar una carcajada. Desde luego que tenía que recoger algo… A su guardaespaldas.

–No os importará si os acompaño, ¿verdad? –les preguntó–. Me vendría bien un café.

La boca de Lina se curvó en otra deslumbrante sonrisa.

–Claro que no nos importa. Pero tendrás que dejar que te invite yo. Es lo menos que puedo hacer después de chocarme contigo en el patio.

–Fuiste tú la que acabó en el suelo. Creo que invito yo.

Bob sacudió la cabeza.

–Pague quien pague, vámonos ya. Necesito urgentemente mi dosis de cafeína.

–¿Anoche te quedaste estudiando hasta tarde? –le preguntó Lina.

–Más o menos…

Lina lo golpeó amistosamente en el brazo.

–Qué malo eres… ¿Quién fue esta vez? ¿La chica de la hermandad con un novio en cada facultad, o la gimnasta?

–Ya no sigo viendo a la gimnasta. Su entrenador la amenazó con echarla del equipo si se le ocurría volver a trasnochar y presentarse a los entrenamientos medio dormida.

Así que Bob era un mujeriego… y Lina lo sabía. La pregunta era: ¿estaría planeando añadir a Lina a su lista de conquistas?

No si Hawk podía evitarlo. Su familia había contratado los servicios de su agencia para velar por la seguridad de Lina, y eso era lo que él iba a hacer. Iba a protegerla en todos los frentes. Lo que ella y aquel casanova hicieran cuando Hawk acabara su misión ya no sería asunto suyo.

Por más que aquel pensamiento le provocara un nudo en la garganta.

La cafetería de estudiantes no estaba tan mal. Tenían hasta una cafetera expreso. A Hawk no le gustaba mucho el café, pero debía de ser bastante bueno a juzgar por los murmullos de placer que emitió Lina al tomar el primer sorbo. Al final acabó imponiéndose él a la hora de pagar, como no podía ser menos.

No estaba acostumbrado a perder… en nada.

–¿Vas a ir esta noche a la manifestación por el medioambiente? –le preguntó Bob a Lina mientras se recostaba en la silla y seguía con la mirada a una estudiante llena de curvas.

–No estoy segura, pero lo intentaré.

–Corre el rumor de que las juventudes republicanas van a intentar reventar el acto.

–Si lo hacen, estarán atentando contra la mitad de sus miembros. El medioambiente no es una lucha partidista. Hay conservadores en ambos lados.

–Si tú lo dices…

–Sabes que tengo razón.

–¿Estudias Ciencias Políticas? –le preguntó Hawk. Ya sabía la respuesta, pero quería que ella le contara algo de sí misma. Tenía que comprobar hasta dónde podía ser sincera.

–Los dos estudiamos Ciencias Políticas –respondió Bob por ella–. Pero Lina es independiente. No se identifica con ningún partido político.

Lina se limitó a encogerse de hombros, pero no dijo la verdadera razón por la que no apoyaba a ningún partido. Era ciudadana de Marwan, no de Estados Unidos.

–Nada le gustaría más a mi padre que me afiliara a las juventudes republicanas, lo cual no pienso hacer jamás –dijo Bob. Su sonrisa de satisfacción dejaba claro por qué se inclinaba políticamente hacia la izquierda.

Lina suspiró y sacudió la cabeza.

–Seguro que vas a los mítines por tu carácter reaccionario y rebelde.

–¿No me dijiste una vez que habías decidido estudiar Ciencias Políticas porque tu padre te prohibió hacerlo? –replicó él.

–Es algo más complicado, pero fue el rechazo que manifestó a mi interés por el tema lo que me motivó a estudiar esta carrera. Sin embargo, las reacciones que me provocan estos estudios no son más que el resultado de mis convicciones personales. Mis ideas son distintas a las de mi familia, pero no porque quiera enfrentarme a mi padre, a quien dudo mucho que le importe, sino porque las ideas políticas de mi familia tuvieron un impacto muy negativo en mi vida.

–¿En qué sentido? –preguntó Bob.

Lina sacudió la cabeza y cambió de tema. Al parecer, Bob no era un amigo lo bastante íntimo como para confesarle que era la hija de un rey árabe.

Capítulo 2

 

 

 

 

 

A lo largo de la semana siguiente Hawk descubrió que ninguna de las amistades de Lina conocía la verdad sobre ella. De hecho, aunque casi siempre estaba acompañada por muchas personas, no tenía a nadie que pudiera considerarse un amigo íntimo. Al menos la información que Hawk había recibido sobre ella era cierta en ese aspecto… aunque fuera errónea en casi todo lo demás.

Fuera como fuera, aquel informe no lo había preparado para la creciente atracción que existía entre ellos. Hawk había creído que podría utilizar aquella química compartida para estar cerca de ella, pero no tardó en descubrir que suponía un obstáculo más que una ventaja en su trabajo.

¿Cómo podía protegerla si bastaba el reflejo del sol en sus cabellos negros para distraerlo? La fascinación por su cabello surgió la primera vez que la vio con el pelo suelto. Una larga cortina de seda negra que le llegaba hasta la cintura. ¿Sería tan suave como parecía?

No podía reprimirse a la hora de tocarlo. Y a Lina no parecía importarle. Rehuía el contacto físico con los demás, limitándolo a abrazos cortos y brazos enganchados incluso con sus amigas, pero en cambio parecía estar buscando continuamente las manos de Hawk… Y aunque él se guardaba mucho de tocarla como quisiera, los dedos le escocían por el deseo insatisfecho de acariciar las exuberantes curvas que ocultaba su ropa.

No se podía decir que vistiera de un modo particularmente sexy ni provocativo, pero sus movimientos irradiaban una sensualidad natural de la que ella ni siquiera debía de ser consciente.

Como en ese mismo momento, sentada frente a él en el Starbucks que su amigo Bob había mencionado días antes. La manera en que inclinaba la cabeza mientras él hablaba realzaba la esbelta línea del cuello y atraía la mirada de Hawk a los pechos que se adivinaban bajo la camiseta de algodón. Estaba seguro de que no llevaba sujetador, porque sus pezones se habían endurecido visiblemente en los últimos minutos. A Hawk se le hacía la boca agua imaginándose el sabor de aquella piel desnuda.

–¿Sebastian? –lo llamó en voz baja y vacilante.

Él levantó la mirada de sus pechos a su cara y sintió cómo se ponía colorado. ¿Cuándo fue la última vez que se había ruborizado ante una chica? Tenía veintisiete años, era rico y había triunfado en la vida por sus propios méritos. Hacía mucho que había dejado atrás la timidez juvenil, en caso de que alguna vez hubiera sido tímido.

–¿Sí?

–Me… hum… preguntaba si querrías…

–¿Sí?

Lina se mordió el labio y guardó silencio unos segundos. Tenía un aspecto encantador.

–Si te apetecería dar un paseo por State Street –dijo, soltando las palabras de golpe.

–Claro. Si tienes tiempo… –una vez más, el guardaespaldas de Lina creía que estaba estudiando. En casa.

Cuando Hawk descubrió cómo Lina eludía la seguridad para escabullirse del apartamento que compartía con una carabina, y que estaba junto al apartamento donde se alojaba su equipo de seguridad, estuvo a punto de matar a alguien. Empezando por los guardaespaldas. ¿Cuántas veces había salido la princesa de casa sin protección?

Pero Hawk no reveló aquella brecha en la seguridad a los criados de la familia. Tenía la sospecha de que las amenazas a la familia Marwan venían del interior, y no estaba dispuesto a correr riesgos. Esperaría a que acabara aquella situación tan delicada y entonces presentaría un informe completo con las sugerencias oportunas para mejorar la seguridad de la princesa. Otro miembro de Hawk Investigations se encargaba de vigilar el edificio de Lina cuando él se iba a dormir. Ella debería estar durmiendo por la noche, pero con aquella joven tan decidida nunca se podía estar seguro de nada.

Normalmente, habría dejado el caso en manos de su personal, pero si su agencia de detectives se había convertido en una afamada y multimillonaria empresa internacional era gracias al instinto personal de Hawk. Sabía cuándo era recomendable involucrarse personalmente en los casos de sus clientes. Y aquélla era ciertamente una de esas ocasiones especiales.

Lina se pegó mucho a él mientras caminaban por la calle arbolada junto al Capitolio, y Hawk la rodeó por su estrecha cintura como si el brazo tuviera voluntad propia.

La sensación era muy agradable, pero también muy extraña. En primer lugar, Lina era su clienta… aunque ella no sospechara nada del asunto. Y en segundo lugar, Hawk no era precisamente pródigo en muestras de afecto y sensiblerías. Sus relaciones con el sexo femenino se reducían al placer físico, sin ningún tipo de compromiso ni falsas muestras de emoción. Ni siquiera tenía amigas. Y desde luego no tenía el menor interés en mantener nada serio con una mujer. Jamás.

Todas las mujeres que había conocido habían sido mentirosas y traicioneras. Empezando por la mujer que lo concibió y que fingió un interés maternal hasta el día que encontró a un hombre con más dinero que su padre. Los abandonó a ambos y desde entonces sólo se había puesto en contacto con Hawk en dos ocasiones. Y sólo con la intención de usarlo.

Hawk se lo había permitido la primera vez. Pero la segunda la había echado definitivamente de su vida.

Su abuela era igualmente interesada, pero al menos se había quedado con el abuelo de Hawk. ¿Qué les pasaría a los hombres de su familia? ¿No sabían elegir mejor a sus parejas o simplemente tenían mala suerte? En cualquier caso, Hawk había seguido la tradición familiar en dos ocasiones, antes de decidir el único tipo de relación que quería con las mujeres.

Y esa relación era ninguna en absoluto. Ni con las mujeres de su familia ni con las que se acostaba de vez en cuando.

Lo que sentía por Lina era más intenso y difícil de controlar, pero no importaba. Tenía que controlarlo. Porque ella era igual a las demás mujeres que había conocido. Les mentía a sus guardaespaldas y a su familia sin el menor escrúpulo. ¿Por qué iba a ser más digna de confianza en una relación? No podía serlo. Ni siquiera le había contado aún la verdad sobre su vida. Tal vez no tuvieran una relación y ella ni siquiera sirviese para una aventura pasajera, pero Lina no lo sabía. Lo único que ella sabía era que aquella incipiente amistad no tenía límites. Y sin embargo seguía manteniendo el engaño.

Era una princesa, y aunque Hawk no estuviera a cargo de su seguridad no podría haber nada entre ellos. No sólo porque fuera virgen, sino porque Lina no era el tipo de mujer que se conformara con poco. Era el tipo de mujer que creía en el amor eterno y en todas las fantasías que lo acompañaran.

Tal vez no confiara en ella y fuese más cínico que los demás hombres, pero tampoco quería ser el responsable de destrozarle a Lina sus fantasías románticas. De eso ya se encargaría cualquier otro. Ni siquiera una princesa era inmune a los golpes de la vida.

Y por encima de todo, estaba su reputación profesional. Hawk había trabajado muy duro para convertir su negocio en un referente internacional, y no iba a ponerlo en peligro por culpa de una mujer. Por muy sensual que fuera.

 

 

Las escenas que conformaban su experiencia con Sebastian se reproducían a toda velocidad en la cabeza de Lina.

 

 

Sebastian se había ofrecido a llevarla en coche a la excursión. Tenía un Dodge Viper, un lujoso deportivo de dos plazas del mismo color gris que sus ojos. En los noventa minutos de trayecto hasta el camping, Lina se fijó más en el perfil de Sebastian y en los vaqueros ceñidos a sus poderosos muslos que en el bonito paisaje que los acompañaba.

Se había pasado horas y horas pensando en aquel hombre, intentando averiguar si la atracción que sentía por él podía ser recíproca.

No tenía experiencia sentimental, y no se sentía lo suficientemente cómodo con nadie para pedir consejo. Lo único que le quedaba era su opinión, basada en… nada. Sí, había compartido muchos cotilleos con las chicas del instituto, pero aquella situación era completamente nueva para ella. Sebastian no parecía buscar sexo ni intentaba meterle mano cuando estaban a solas.

Seguramente se debía a que era mayor que ella. Un licenciado universitario con experiencia en el mundo de los negocios.

Pero aun así estaba convencida de que él también la deseaba. Las miradas que le echaba bastarían para derretirla. Y no eran las únicas señales.

Probó a buscar consejo en varias revistas femeninas, pero todas defendían la comunicación y la honestidad en una relación. ¿Significaba eso que debería… preguntárselo? Prefería el lenguaje no verbal. Y a veces las pistas no podrían ser más claras, como el brillo de sus ojos que la hacía palpitar con emociones prohibidas cada vez que estaban cerca el uno del otro. Pero en las tres semanas que llevaban viéndose él no había intentado sobrepasarse ni nada por el estilo. No habían tenido ninguna cita oficial, pero habían pasado mucho tiempo juntos desde que se tropezara con él en el patio. A Sebastian Hawk no parecían gustarle mucho los grupos, por lo que su presencia en reuniones en las que nunca había participado o en manifestaciones por las que no debía de tener el menor interés daba a entender que estaba interesado en ella personalmente.

Lo cual quería decir que… él también la deseaba.

Era sorprendente que un hombre cómo Sebastian estuviera interesado en Lina Marwan. Sorprendente e incluso increíble. Ella estaba acostumbrada a atraer a las personas por su estatus de princesa, pero Hawk no podía saber, como nadie más en la universidad, que ella pertenecía a la realeza… Y, sin embargo, le gustaba…

Hawk era todo lo que ella siempre había soñado encontrar en un novio. Se le escapó un suspiro melancólico y él la miró con expresión interrogativa. Lina sonrió tímidamente y se encogió de hombros, y por suerte él no le preguntó lo que estaba pensando.

Era guapísimo y tenía una personalidad arrolladora, pero sin resultar dominante ni autoritario. Siempre la escuchaba con atención e interés, incluso más que su hermano. Era inteligente y ambicioso, como demostraba su máster en Administración de Empresas. Y era extremadamente sexy. ¿Cómo no iba a enamorarse de un hombre como él?

El problema era que, a veces, estaba convencida de que Sebastian Hawk no quería más que una amistad.

Lina no tenía la menor experiencia con los hombres ni con la seducción. Si hubiera sido como las otras chicas de su escuela, al menos habría tenido la ocasión de conocer a personas del sexo opuesto fuera del colegio y habría aprendido las reglas básicas del coqueteo. Pero la naturaleza machista de su familia la había convertido en una mujer insegura y desconfiada con los hombres, y seguramente se dejaría vencer por el miedo si tuviera le menor ocasión de relacionarse con alguno.

Aquella precaución extrema, combinada con la engorrosa necesidad de mentir si quería salir con alguien, y con la humillación de estar constantemente bajo la vigilancia de un guardaespaldas o una carabina, le había impedido intimar con ningún chico desde que llegó a la universidad. Hasta que conoció a Sebastian.

Con él era más fácil, puesto que estaba dispuesto a acompañarla en sus actividades secretas. Pero de todos modos Lina haría lo que fuera con tal de verlo a solas. Lo único que no sabía era… qué hacer con él.

Pero su falta de experiencia nunca había sido un obstáculo a la hora de hacer lo que quería. No era, ni mucho menos, la princesita recatada, sumisa e inútil que su padre creía.

Sebastian era muy distinto a los hombres de su familia. Nunca menospreciaba sus opiniones sólo porque no fuera la heredera al trono o no interviniera en el gobierno de su país. No se sorprendía por su inteligencia y no pensaba que sus estudios en Ciencias Políticas fueran una pérdida de tiempo. No sabía por qué Lina había elegido aquella especialidad, pero la trataba como si la creyera capaz de hacer algo útil y provechoso con su título universitario.

Ésa era precisamente la esperanza de Lina.

Se había pasado la infancia alejada de su hogar. Sólo una vez al año iba a Marwan y se pasaba una semana en el palacio real con sus padres y hermanos. No recordaba ni una sola muestra de afecto por parte de sus padres, y sabía que para su padre no era más que una descendiente de segunda categoría por ser mujer.

Se negaba a pasar el resto de su vida siendo invisible o insignificante. Quería hacer algo por cambiar el mundo, y no sólo como un bonito y sofisticado apéndice del brazo de un hombre.

–Estás muy callada –observó Sebastian.

–Estaba pensando en lo distinto que eres de los hombres de mi familia.

–¿Ah, sí?

–Sí.

–¿En qué sentido?

–No me subestimas ni me desprecias por ser mujer.

–¿Quién hace eso?

–Mi padre. Mi tío… Otros.

–¿Tu hermano?

Lina no recordaba haber mencionado a su hermano, pero seguramente lo había hecho. Esbozó una de las poquísimas sonrisas que se permitía al pensar en su familia.

–Mi hermano es diferente. Fue educado para ser como mi padre, pero es muy especial para mí.

–¿Por qué? –preguntó Sebastian, y su sincero interés la animó a abrirse más de lo que habría hecho con cualquier otra persona.

–Pasa tiempo conmigo.

–¿Y tus padres no?

–Mi madre sí… más o menos –las sesiones preparatorias para ocupar su rol en la alta sociedad a duras penas podrían clasificarse como lazos afectivos entre madre e hija.

–¿Y tu padre? –no parecía sorprendido ni crítico. Simplemente, curioso.

–No. Está demasiado ocupado como para dedicarle tiempo a una hija.

–¿Eso te molesta?

–¿A ti no te molestaría?

Él pareció sorprenderse por la pregunta y se encogió de hombros.

–Supongo que sí. Pero en mi caso fue mi madre la que no se molestaba en dedicarme su tiempo. Y mi padre siempre estaba demasiado ocupado con su negocio.

–¿Y de verdad no te molesta?

–¿Por qué habría de molestarme? Yo tengo mi propia vida.

–Entonces, ¿no crees que una familia deba pasar tiempo unida?

–¿Te refieres a cenar todos juntos e irse de acampada en verano?

–Algo así.

–Si se tiene la suerte de nacer en una familia así, debe de ser muy bonito. Pero en caso contrario, tienes que aceptar las circunstancias y seguir adelante.

–O cambiar esas circunstancias.

Él volvió a parecer sorprendido por su comentario.

–¿Cómo podrías cambiarlas?

–¿En mi caso? Casándome con un hombre para quien la familia sea tan importante como lo es para mí. Pasando tiempo con mis hijos, si llego a tenerlos… Ningún hijo o hija míos se sentirá jamás como alguien prescindible para sus padres.

–¿Crees que eres prescindible para tus padres?

–No lo creo. Lo soy.

–¿Por qué dices eso?

–Vine a Estados Unidos con seis años porque la hermana mayor de mi madre no había podido tener hijos y se decidió que tuviera el honor de criarme a mí. Sólo veo a mis padres una vez al año, por una semana –nunca le había contado los detalles de su vida a nadie, pero sentía que Sebastian era diferente y que podía confiar en él.

–¿Y tu hermano?

Lina volvió a sonreír al pensar en su hermano.

–Cuando estoy con mis padres, se asegura de que comamos juntos al menos una vez al día. Hablamos mucho. Me pregunta por mi vida y escucha todo lo que tengo que contarle. Me felicita por mis notas y es la única persona de mi familia que estaba en el equipo de kayak en el instituto. También hace lo posible por visitarme cada vez que viene a Estados Unidos. Mi padre vuela a Washington D.C. un par de veces al año, por lo menos, pero nunca se ha molestado en venir a verme. Ni siquiera cuando mi hermano y él viajan juntos y Hasim lo arregla todo para vernos.

–Seguro que está convencido de que estás muy bien atendida con tus tíos.

–Y lo estoy. No quiero menospreciarlos de ninguna manera. Mi tía es encantadora, aunque un poco reservada, y mi tío tiene una mentalidad mucho más abierta que mi padre, quizá porque se crió en Canadá. Gracias a él pude entrar en la universidad. Si hubiera sido por mis padres, habría ido a una escuela de señoritas en Europa –su padre había accedido a que estudiara en la universidad, pero Lina había tomado la precaución adicional de solicitar la nacionalidad estadounidense en cuanto cumplió dieciocho años.

Le había costado dos años, y había sido la razón por la que aprendió a eludir la vigilancia de sus guardaespaldas. Actualmente tenía doble nacionalidad. Con su pasaporte marwaní viajaba bajo los auspicios de la monarquía de su país, mientras que su familia no sabía nada de sus papeles norteamericanos. Como ciudadana de Marwan, su padre tenía la última palabra sobre todo lo que hiciera en la vida, fuera cual fuera su edad. No todas las mujeres marwaníes se encontraban en la misma situación, pero un miembro femenino de la familia real no podía actuar legalmente sin consentimiento paterno. Sin embargo, como ciudadana de Estados Unidos tenía los mismos derechos y libertades que cualquier otra persona, incluida la posibilidad de negarse a volver a Marwan si fuera necesario.

–Pero ¿la relación con tus padres es motivo de desgracia para ti? –le preguntó Hawk.

–La falta de relación, más bien. Como ya te he dicho, si alguna vez tengo hijos quiero una vida distinta para ellos.

–Estoy seguro de que triunfarás en todo aquello que te propongas.

Ella le dedicó una sonrisa. Definitivamente, se estaba enamorando de él.

–Gracias.

 

 

Cuando llegaron a las cabañas donde se alojaría el grupo de kayak, Hawk sólo vio otro coche. Resultó ser el de Bob, quien estaba descargando el equipaje junto a otros tres miembros del grupo. Hawk se aseguró de hospedarse en uno de los dormitorios de la misma cabaña donde dormiría Lina, y lo mismo hizo Bob. De hecho, compartirían la misma habitación. A Hawk le pareció muy conveniente, pues así podría vigilar a la princesa y a su admirador particular.

Lina compartía habitación con otra estudiante. Una rubia con un físico despampanante que hablaba como Demi Moore en La teniente O’Neil. Lina le contó a Hawk mientras daban una vuelta de reconocimiento por el lago que la chica había estado en el Ejército y acababa de empezar la universidad aquel semestre. Hawk ya lo sabía por los informes de su agencia, pero le sorprendió descubrir que la admiración de Lina por el carácter fuerte e independiente de la rubia rayaba en la adoración.

–Ha estado en más bares y países de los que yo he visitado en mi vida.

–¿Y eso te parece algo bueno? –le preguntó él.

Lina soltó una carcajada que amenazó con despertar la libido de Hawk.

–Pues sí. Mi vida ha sido demasiado recogida. Un fin de semana como éste es lo más aventurero a lo que puedo aspirar.

–¿Acaso quieres más aventuras? –le preguntó Hawk con un mal presentimiento. Si su familia no mejoraba su seguridad, Lina acabaría viviendo toda clase de peligrosas aventuras.

–Sí. Quiero viajar. Quiero hacer cosas… ayudar a las personas. Ver mundo, pero no como una… como una persona de clase privilegiada, sino como alguien que intenta hacer algo por los demás.

–Parece que quieras unirte a los Cuerpos de Paz.

–Es uno de mis sueños, pero no creo que pueda cumplirlo.

Hawk tuvo que respirar hondo para no ahogarse por la sorpresa. ¿Una princesa en los Cuerpos de Paz? Él tampoco lo veía muy probable.

–Si no puedes hacer realidad tu sueño, puedes buscar algo más práctico y realista.

Por ejemplo, donar dinero a una causa benéfica. Era lo que hacían las princesas comprometidas con las clases más desfavorecidas sin necesidad de provocar un incidente político.

Lina se detuvo y contempló el lago con expresión pensativa. Hawk también se detuvo, pero se quedó observando a su princesa. Su piel relucía a la luz del sol, y sus perfectos rasgos irradiaban una belleza que le cortaba el aliento. Sin darse cuenta de lo que hacía, levantó una mano y le apartó el pelo de la cara. Ella se movió ligeramente y sus miradas se encontraron. Sus ojos color miel lo atraían irrefrenablemente, y su dulce sonrisa lo tentaba a saborear sus labios. Ladeó la cabeza y él descendió hasta que sus labios se rozaron.

El leve contacto se propagó como una corriente eléctrica por todo su cuerpo y detuvo el tiempo a su alrededor. Ninguno de los dos se movió ni intentaron profundizar el beso. Permanecieron inmóviles, suspendidos en una sensación que Hawk nunca había experimentado y que ella tampoco debía de haber sentido hasta ese momento.

Sólo estaban físicamente unidos en dos puntos… por los labios, que apenas se rozaban, y por la mano que Hawk aún tenía en su mejilla. Y sin embargo podía sentir la conexión en lo más profundo de su ser.

–Eh, vosotros –la voz de Bob lo devolvió bruscamente a la realidad.

Retiró la mano de la mejilla y se apartó de Lina. ¿Qué demonios estaba haciendo? Ni siquiera había oído acercarse a Bob, y un despiste semejante era imperdonable en su trabajo. Si Bob hubiera sido una amenaza, Lina podría estar muerta en ese mismo momento. Un escalofrío le recorrió la piel sólo de pensarlo.

Estaba allí para proteger a Lina, no para hacer el amor con ella. Ni siquiera para fantasear con ella como un enfermo de amor. Él no fantaseaba con nadie.

Tal vez necesitaba unas vacaciones. Un poco de tiempo libre y unas cuantas aventuras sexuales para intentar sacarse de la cabeza la imagen de su… de la princesa. De una cosa estaba seguro. Aquella Venus en miniatura se estaba convirtiendo en una debilidad que él no podía permitirse.

–Hola, Bob –lo saludó Lina. Su voz era más débil de lo habitual y tenía la mirada desenfocada.

Hawk tuvo que reprimir un gemido. La situación se le estaba escapando de las manos… si no se le había escapado ya.

–Se supone que es una excursión en grupo, no una escapada romántica –les dijo Bob, echándoles una mirada suspicaz.

Sebastian lo fulminó con la mirada. Como si aquel imbécil no se aprovechara de la situación si tuviera oportunidad. Y seguro que tendría muchos menos escrúpulos que Sebastian.

Lina apartó la mirada. Sus mejillas se habían cubierto de un rubor adorable.

–¿Querías algo, Bob? –le preguntó Hawk, intentando recordar que la palabra «adorable» no formaba parte de su vocabulario, y menos aplicada a una clienta.

–Sólo quería echarle un vistazo al lago. Mañana por la mañana empezaremos por las aguas mansas, comprobaremos el nivel de cada uno y después de comer iremos al río –miró fijamente a Hawk–. Suponiendo que todos estemos preparados para ir al río…

Hawk se dispuso a decirle que estaría preparado para lo que fuera, pero Lina se le adelantó.

–Si Sebastian no se encuentra cómodo en las aguas bravas, me quedaré con él en el lago por la tarde –dijo, cambiando radicalmente los planes de Hawk para demostrar su destreza.

–¿De verdad no te importará? –le preguntó.

Bob frunció el ceño.

–No es justo para ti, nena. Seguro que cualquier otro con experiencia estará dispuesto a quedarse con él.

A Hawk no se le pasó por alto que Bob no se ofrecía voluntario para dicho papel.

Los rasgos de Lina se contrajeron en una mueca de cabezonería que cada vez le resultaba más familiar a Hawk.

–No seas tonto. Fui yo la que invitó a Sebastian a esta excursión. Le prometí que le enseñaría a remar y eso haré.

 

 

Lina hizo honor a su palabra. Hawk tenía experiencia en canoas y no le costó encontrar el equilibrio en el kayak, pero las enseñanzas y los consejos de Lina le resultaron muy útiles a la hora de guiar la embarcación. Aun así, se preocupó de caer al agua en un par de ocasiones para que la excusa de quedarse en el lago resultara creíble.