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Por ello, La Razón de educar no puede sino terminar declarando tres condiciones ineludibles del acto pedagógico: intencionalidad, la pedagogía como acto voluntario; asimetría en la relación educativa; e incerteza, en el modo de desarrollo de la relación pedagógica. Estas condiciones que Nervi propone a su consideración constituyen, a fin de cuentas, la síntesis testimonial de su propio desarrollo intelectual y docente y que hoy culmina en estas meditaciones pedagógicas que, en definitiva, se formulan como la declaración de principios de una educadora cuya trayectoria se ha caracterizado por su "arraigada autonomía intelectual y moral". José Salomón Gebhard
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Seitenzahl: 83
Veröffentlichungsjahr: 2024
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LA RAZÓN DE EDUCARPedagogía y Formación Humana ©María Loreto Nervi Haltenhoff Primera edición: marzo 2024 © Piso Diez Ediciones Director: Máximo G. Sáez De esta edición: MAGO Editores Merced Nº 22 Ofic. 403, Santiago de Chile Tel.: (56-2) 2664 [email protected] ISBN: 978-956-317-784-8 Diseño y diagramación: Sergio Cruz Impreso en Chile / Printed in Chile Derechos Reservados
Introducción Las razones de este ensayo.
Capítulo I El existir de la pedagogía.
Capítulo II El imperio de las tecnologías y la devaluación de la pedagogía.
Capítulo III Búsqueda de las razones de la pedagogía.
Capítulo IV Hacia una pedagogía de la formación humana
Epílogo
Referencias
A la memoria de mi esposo A mis hijos y nietos
AgradecimientosA todos aquellos que intervinieron en mi educación.A mis estudiantes que siempre me instaron a pensar.
Dar inicio a este ensayo es exponer meditaciones sobre un tema que nos ocupa, examinar los criterios de que disponemos, explorar un territorio de interés, probar fortuna ante el juicio de los posibles lectores, tantear, poner a prueba y desafiar con la mayor intencionalidad a quien tenga este texto entre sus manos.
Se trata de hablar a través de la escritura sobre algunas ideas que escasamente logran tener tribuna, a no ser por el esfuerzo personal de quien desea exponer sobre un algo que, creemos necesita ser pensado, leído y comentado.
Ante una constante necesidad de interrogación sobre los asuntos que nos competen abordamos la faena no fácil de proyectar este libro y, hablando con toda serenidad, sabemos que mostramos nuestras inquietudes e insuficiencias conscientes del juego interminable de escribir, reconociendo la insuficiencia de cada jugada.1
Por ello, adelantamos un algo que no es más que una tentativa de poner en evidencia una vez más, innumerables afanes de llamados de atención y de invitación a renovar las reflexiones2 que han quedado olvidadas por la desintegración intelectual y moral que ha instalado el tecnocratismo en la educación durante el siglo XX y comienzos del siglo XXI. Palabras duras ante un hecho indesmentible de la causa que ha enmudecido al humanismo contemporáneo y ha invalidado la mayor y mejor parte de lo que la historia de la educación ha dejado como herencia.
No por nada estamos frente a un espectáculo de insatisfacción, un radical y legítimo descontento ante la ofensa de una mala educación y la decadencia y el desconcierto moral que subyace a los movimientos sociales que claman por calidad y equidad educativas.
Atenazados por el exitismo, ilusión vana del individualismo campante, nos hemos comportado como individuos embrujados por el facilismo en el pensar y por la desidia en el actuar. Urge salir del siglo XX, decía Edgar Morín y porque ya lo conocemos, debemos ir ajustando nuestros conceptos a los problemas ampliados, profundizados y complejizados propios del tiempo que corre.
Estamos, por primera vez en la historia conocida frente al hombre planetario que Ortega previó como, realmente, el hombre mundializado. Éste que hoy vive amenazado por la violencia creciente, las angustias por el cambio climático y los desastres ambientales y, las incertidumbres y numerosos dilemas éticos y culturales; léanse los posibles efectos enigmáticos de los desarrollos de la genética, de la inteligencia artificial y de las comunicaciones en el mundo digital.
El diagnóstico de UNESCO, Reimaginar juntos nuestros futuros. Un nuevo contrato social para nuestra Educación,3es imperioso en señalar el momento crítico planetario que nos afecta y que se caracteriza por la presión insostenible que se ha efectuado sobre el medio ambiente, poniendo en peligro nuestra propia existencia, por las profundas desigualdades sociales, económicas y culturales incrustadas en las diferentes realidades humanas, por el debilitamiento de las democracias y por las tantas invenciones tecnológicas no orientadas a la equidad, a la inclusión ni a la participación democrática.
Ello obliga a poner las cosas en un nuevo lugar, en un nuevo escenario, donde una breve radiografía acerca de lo que ocurre, y de ello soy testigo y parte, me detiene por el afán de distinguir todas y cada una de las secciones de lo que me propongo adelantar como argumentación de trabajo.
No sin molestia intento, una vez más, dejar en evidencia las insuficiencias del tecnocratismo instalado en la educación en gran parte del mundo occidental, su soberbia eficientista y el negacionismo obtuso con que opera. Una pobre y mala consciencia que desconoce el valor maravilloso de la rica narrativa humanista de la historia de la educación que fue capaz de construir las imágenes sobre las cuales definimos, una vez, ideas de hombre y de mundo, cierto que en tiempos tal vez, más cordiales y, ciertamente, de menor complejidad aparente.
Una arraigada autonomía intelectual y moral me induce a observar con serenidad, y no sin temor, las radicales incertezas sobre las cuales damos inicio y desarrollo a este trabajo. Cuidadosa frente a la audacia, si bien insisto respecto de trabajos anteriores, vuelvo a abrir renovados espacios de reflexión consciente de que estamos frente a un objeto no definitivo, ni pleno ni acabado.
Siempre vamos a hablar y a escribir desde una parcela del pensamiento y desde una acotación del tiempo y de la historia. Por ello convocamos algunas voces, planteamientos teóricos que son coincidencias enriquecedoras y reflexiones cercanas que nos ayudan a contar con un grado mayor de seguridad en nuestras fundamentaciones.
Y al traer a la mesa de trabajo el pensamiento reflexivo de algunos teóricos que nos precedieron y nos acompañan en esta faena, tal vez logremos, críticamente, reestablecer nuestra amistad con el mundo pedagógico, despojándonos de mitos y de engaños que ocultan las verdades de la insuficiente e inequitativa educación actual que priva de pensamiento y de realización humana.
Pensar otra vez sobre las razones de la pedagogía, su existencia irrenunciable, su sentido histórico y actual nos conduce de manera irremediable a reconocer sus falencias, sus incapacidades y limitaciones ahogada en una tecnocracia burocrática mantenida y sostenida por largas décadas. Pero detenerse en ello no es suficiente, se requiere de adelantamientos teóricos y prácticos que nos ubiquen en un escenario de proposiciones humanistas rescatadas del olvido y nos pongan ante el desafío de pensar en una nueva narrativa para la educación que merecen nuestros niños y jóvenes.
En esa búsqueda hemos intentado focalizar nuestro trabajo en aquellos aspectos centrales del quehacer pedagógico cuales son los procesos de incorporación de los sujetos al mundo de los sentidos y significados de la cultura. Es decir, la instalación de las generaciones jóvenes en el mundo de la ciencia y la técnica, del arte y las humanidades en estrecha vinculación con los significados éticos que somos capaces de construir en el proceso de humanización.
Buscamos desarrollar y compartir reflexiones que nos acerquen a los sentidos más profundos de la educación y la dignidad con que ella puede contribuir a la formación de las personas, puesto que pensar sobre el ser humano, necesariamente implica pensar en su educación.
Desde esa posición traemos a la conversación a notables autores cuyos estudios no necesariamente han sido incorporados al, a lo menos débil pensamiento pedagógico actual (¿cuál pensamiento?) y cuyo aporte resulta indispensable para abrir una especie de nueva mesa de trabajo.
Con la colaboración de ellos, se trata de deliberar y mirar con detención cuáles son efectivamente las razones de educar en el mundo actual, considerando para ello la aspiración más sentida: el logro de aquellos desarrollos humanos que permiten alcanzar mejores formas de vida, proporcionadas por la evolución del pensamiento y por la vivencia incorporada de los valores que todos compartimos y que nos hacen más humanos, en realidades que nos están hablando, precisamente, de lo contrario.
Frente al individualismo, a prácticas pedagógicas insensibles, rígidas y repetitivas hasta el cansancio, frente a la desolación de las rutinas oponemos una racionalidad ética humanista y humanizante fundamental que concibe a la pedagogía como una intención educativa, intencionalmente constitutiva en sí misma, relacional, que comprende al hombre en sus dimensiones psico-físicas y espirituales, experiencialmente situada, historizada y abierta a lo posible.
Me permito manifestar al lector que mi trabajo, a lo largo de toda una vida, ha sido una reflexión relativamente unitaria. Por ello, y a objeto de no reiterar argumentos, en ocasiones antes manifiestos, remito a mis textos anteriormente publicados.
1 Así describía Martín Cerda su propia escritura cuando se trataba de ensayos.
2 Recuerdo mis casi 30 años de docencia en la Universidad de Chile.
3 UNESCO, Reimaginar juntos nuestros futuros. Un nuevo contrato social para nuestra Educación. Informe de la Comisión Internacional sobre los futuros de la Educación, UNESCO, 2022.
El significado irreductible de la pedagogía como reflexión y acto intencional de la educación nos habla de su esencial condición insumisa. Insumisa por cuanto la hayan tratado de hacer desaparecer bajo los metodologismos tecnocráticos hasta casi hacernos olvidar su nombre4. Sin embargo, no podemos prescindir de ella. Porfiadamente, está siempre presente en cuanto estamos frente a un fenómeno natural y cultural, inherente a la vida de los hombres en comunidad.
La pedagogía desde esa realidad, es un hecho indiscutible en su auténtica necesidad por cuanto hace posible el encuentro humano y, desde el primer indicio, desde el primer gesto de humanidad en el que concurren madre e hijo, la educación participa y abre el espacio y la perspectiva a todas las posibilidades de desarrollo humano. Entonces, su primera condición, aquella que es originaria, es la de existir y ser intencional; posee la voluntad de intervenir en el otro, de influenciar responsablemente, respondiendo a su mandato “natural y culturalmente” obligatorio de formar al niño: al paidos latino de Rousseau.
En términos más específicos y recurriendo a las concepciones fenomenológicas5/6 de Husserl acerca del hombre, el conocimiento y la consciencia, trasladando esas ideas al mundo de la educación, se advierte que desde esa primaria relación inter-humana la pedagogía hace posible nada menos que la constitución del yo y el reconocimiento del otro en un contexto intersubjetivo.