La sabiduría de los antiguos - Francis Bacon - E-Book

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Francis Bacon

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Beschreibung

La sabiduría de los antiguos recoge treinta y un mitos greco-romanos presentados sintéticamente y reinterpretados por Francis Bacon. A través de ellos, el autor expone sus ideas en torno a una pluralidad de temas que entrecruzan y atraviesan la filosofía política, la ética, la antropología, la retórica, la filosofía natural (o ciencia) y la metafísica. Bacon se enrola en una corriente de apropiación de la mitología clásica que tuvo su auge a lo largo del Renacimiento de la mano de autores como Giovanni Boccaccio, Natale Conti y Vicenzo Cartari. La hermenéutica baconiana sobresale en la cultura literario-filosófica de su tiempo por el hecho de introducir contenidos y perspectivas completamente novedosos que le valieron a esta obra una gran repercusión. En ellos se encuentran los primeros esbozos de algunas de las principales ideas filosóficas que el autor retomará y profundizará más adelante en otros escritos.

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Seitenzahl: 246

Veröffentlichungsjahr: 2014

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Francis Bacon

La sabiduría de los antiguos

Estudio preliminar, traducción y notas de SILVIA MANZO

Índice

Agradecimientos

Abreviaturas

Estudio preliminar

Historia de un olvido

Parábolas para enseñar

Una nueva mitografía

El mito como poesía

Las tablas del naufragio

Inclinado a creer

Lo nuevo en lo viejo

Bibliografía

Obras completas de Francis Bacon

Bibliografías

Traducciones al español

Traducciones recientes de De sapientia veterum

Estudios generales sobre mitografía en el Renacimiento

Estudios sobre Bacon y la mitología

Nota editorial

LA SABIDURÍA DE LOS ANTIGUOS

Carta dedicatoria a Robert Cecil

Carta dedicatoria a la Universidad de Cambridge

Prefacio

La sabiduría de los antiguos

I. Casandra o la franqueza

II. Tifón o el rebelde

III. Los cíclopes o los ministros del terror

IV. Narciso o el amor de sí

V. Estige o los pactos

VI. Pan o la naturaleza

VII. Perseo o la guerra

VIII. Endimión o el favorito

IX. La hermana de los gigantes o Fama

X. Acteón y Penteo o el curioso

XI. Orfeo o la filosofía

XII. Cielo o los orígenes

XIII. Proteo o la materia

XIV. Memnón o el prematuro

XV. Titón o la saciedad

XVI. El pretendiente de Juno o la deshonra

XVII. Cupido o el átomo

XVIII. Diómedes o los celos

XIX. Dédalo o el mecánico

XX. Erictón o la impostura

XXI. Deucalión o la restitución

XXII. Némesis o las vicisitudes de las cosas

XXIII. Aqueloo o la batalla

XXIV. Dionisio o el deseo

XXV. Atalanta o el lucro

XXVI. Prometeo o el estado del hombre

XXVII. El vuelo de Ícaro, y Escila y Caribdis o la vía media

XXVIII. La esfinge o la ciencia

XXIX. Proserpina o el espíritu

XXX. Metis o el consejo

XXXI. Las sirenas o el placer

Anexo. [El sirviente de Midas]

Créditos

AGRADECIMIENTOS

Quiero expresar un agradecimiento especial a Miguel Ángel Granada por el aliento y el apoyo que me brindó para la realización de esta publicación.

Gracias a Gastón por estar siempre ahí. Gracias a Juana por compartir conmigo su gusto por las mitologías.

ABREVIATURAS

1. OBRAS DE FRANCIS BACON

ADV: Of the Proficience and Advancement of Learning Divine and Humane

CF: A Confession of Faith

CNR: Cogitationes de natura rerum

CSH: Cogitationes de scientia humana

CV: Cogitata et visa

DAU: De dignitate et augmentis scientiarum

DGI: Descriptio globi intellectualis

DSV: De sapientia veterum

DVM: De vijs mortis

E: : Essays

FL : Filum labyrinthi

HVM : Historia vitae et mortis

HDR: Historia densi et rari

IM : Gran Restauración (Praefatio y Distributio operis)

LL: Letters and Life

MS: Meditationes sacrae

NO: Novum Organum

PO: De principiis atque originibus

RP: Redargutio philosophiarum

SS: : Sylva sylvarum

TPM: Temporis partus masculus

VT: Valerius terminus

2. OTRAS ABREVIATURAS

OFB: Oxford Francis Bacon (vid. bibliografía)

SEH: The Works of Francis Bacon, J. Spedding, R. L. Ellis, D. D. Heath, eds. (vid. bibliografía)

Todas las citas de la obra de Bacon remiten a la edición SEH e indican número de volumen y de páginas (salvo para el caso de DVM que remiten a OFB). Las traducciones al español son mías, excepto para las obras comprendidas en la Gran Restauración, El avance del saber y Refutación de las filosofías, en los que se citan las traducciones consignadas en la bibliografía, indicadas con una ES entre paréntesis seguida del número de página. Las citas a La sabiduría de los antiguos remitirán primero a la edición SEH y luego a la presente edición indicada con la abreviatura ES.

ESTUDIO PRELIMINAR

por Silvia Manzo

Lo que he tratado de hacer, sin embargo, es contribuir en algo a las dificultades de la vida y los secretos de las ciencias,habiendo dejado atrás lo evidente,lo obsoleto y los lugares comunes.

Francis BACON

La sabiduría de los antiguos

Carta dedicatoria a Robert Cecil

Convencido del carácter innovador y original de su filosofía, Francis Bacon (1561-1626) eligió exponer en La sabiduría de los antiguos una serie de relatos mitográficos para transmitir por primera vez un panorama de los principales tópicos de su filosofía. Publicado en latín en 1609 con el título De sapientia veterum, este pequeño libro de 129 páginas en formato duodécimo recoge treinta y una narraciones de mitos clásicos a las que se anexan sendas interpretaciones. Es en ellas donde encontramos muchas de las ideas fundamentales del proyecto baconiano que en 1620 será presentado al público como «Gran Restauración» del saber (Instauratio magna). Con anterioridad a 1609, Bacon había publicado algunos escritos que tocaban sólo tangencialmente cuestiones filosóficas. Pero ninguno de ellos abarcó una variedad temática tan amplia ni tuvo la profundidad teórica de su obra mitográfica. En 1597 había aparecido un volumen que recogía tres obras: los Essays (dedicados a temas morales y políticos),las Meditationes sacrae (un texto muy breve que toca cuestiones teológicas) y Coulors of good and evil1 (obra de retórica que recoge una serie de preceptos o lugares comunes orientados a la acción). Años más tarde, se publicó Of the Proficience and Advancement of Learning Divine and Humane (1605)2, libro consagrado a realizar una apología de la legitimad del conocimiento, al tiempo que ofrece una clasificación y una evaluación sumarias de las diferentes ramas de las ciencias y de las artes. Para entonces, Bacon ya estaba delineando su proyecto de reforma del saber y esta obra es un antecedente de lo que después constituirá su primera parte. La dedica al rey James I de Inglaterra, con la intención de persuadirlo del valor y de la dignidad de esta iniciativa y obtener así los medios para comenzar a implementar la reforma con el sustento del Estado.

A lo largo de todos esos años, Bacon fue alternando y conjugando sus inquietudes filosóficas con sus intereses y responsabilidades de funcionario público y jurista. Durante los ratos libres que le dejaban los asuntos públicos, fue componiendo varios manuscritos de carácter filosófico, que quedaron inconclusos. En ellos fue ensayando diversos estilos discursivos, algunos de los cuales fueron descartados y otros, retomados. Aproximadamente en 1605 (en un manuscrito conocido como Cogitationes de scientia humana) comenzó a componer relatos mitográficos, que en su mayoría fueron incorporados a la colección de alegorías mitológicas publicadas bajo el título La sabiduría de los antiguos. Mediante esa colección de fábulas antiguas, Bacon introdujo al gran público la novedad de su filosofía. Pero, se sabe, la novedad nunca es completa, y Bacon era muy consciente de ello. Es quizá esa una de las razones por las que su relación con los mitos está atravesada por vacilaciones, ambivalencias y ambigüedades, que ya entre sus contemporáneos dieron lugar a diversas interpretaciones y todavía hoy dividen a sus lectores.

HISTORIA DE UN OLVIDO

A diferencia de lo que ocurre en nuestro tiempo, en que a Bacon por lo general se lo conoce como autor del Novum Organum o de New Atlantis,en el siglo XVII su figura alcanzó gran renombre en Europa gracias a La sabiduría de los antiguos, su libro más leído durante el período moderno. Prueba de ello es que a lo largo de ese siglo la obra fue publicada unas sesenta veces y fue traducida al inglés, al italiano, al francés, al holandés y al alemán3. Bacon advirtió rápidamente el éxito de la publicación, al punto que le decía en una carta a su amigo Tobie Mathew: «dicen que mi latín se ha transformado en dinero y que entró en circulación»4. Así, por ejemplo, Bacon obtuvo el reconocimiento del destacado clasicista Isaac Casaubon, quien quedó impresionado por la originalidad de sus exégesis alegóricas5. Otro entusiasta lector de la mitografía baconiana fue el italiano Fulgenzio Micanzio, miembro de la orden de los Servitas y asistente de Paolo Sarpi, quien se conectó con Bacon a través de William Cavendish. En carta dirigida a Cavendish en 1616, Micanzio manifiesta su admiración por Bacon, a quien considera un hombre destacado por su saber político, moral y teológico, que permite a los demás descubrir el conocimiento que yace en las narraciones fabulosas de los antiguos. Agrega, además, que «si sus exposiciones no transmiten el significado correcto, sin embargo las realiza de tal manera que el lector se persuade de que o bien es eso lo que los antiguos pensaron o bien es eso lo que debieron haber pensado»6. En otra carta, Micanzio alaba los Essays (cuya traducción italiana promovió) y el Advancement. Con respecto a La sabiduría de los antiguos en particular rescata el hecho de que «abrió el camino para saber lo que Sócrates quería decir en su “examen de las ciencias”, cuando declaraba que los poetas pronuncian cosas grandes y valientes pero no las entienden»7.

Por otro lado, el propio Thomas Hobbes, quien como asistente de Cavendish tradujo al inglés las cartas de Micanzio y fue amanuense de Bacon, al parecer compartió la opinión positiva sobre La sabiduría de los antiguos y asistió a François du Verdus en su traducción al francés de la obra8. Otro contemporáneo inglés, George Sandys9, viajero, traductor y comentarista de las Metamorfosis de Ovidio, reconoce que de todos los mitógrafos de su tiempo, fue Bacon quien le brindó más luz para realizar sus comentarios. Sandys, de hecho, retoma las interpretaciones baconianas de los mitos de Metis, Estige, Tifón y otros más10. La mitografía de Bacon también tuvo una favorable acogida entre los exponentes del libertinismo erudito francés Gabriel Naudé y François La Mothe Le Vayer11.

Pero La sabiduría de los antiguos no sólo tuvo buena acogida entre los intelectuales de su tiempo, sino que además se hizo aún más conocida debido a su inclusión en los programas de estudio escolares. En Inglaterra, durante la segunda mitad del siglo XVII, su lectura, junto con la de Mythologiae (1567) de Natale Conti y de Mystagogus poeticus (1648) de Alexander Ross12, fue recomendada para la iniciación de los alumnos en el conocimiento de la mitología clásica. Este destino puede resultar curioso, ya que Bacon en cierto modo lamentaba que los relatos mitológicos se hubieran entregado y rebajado a «los escolares y los gramáticos», no obstante lo cual, agregaba que esta situación no llegaba a restarles dignidad13.

La mitografía baconiana también fue objeto de duras críticas por parte de sus contemporáneos. Aludiendo a Bacon (a quien no nombra) y citando líneas del Advancement14, el poeta Henry Reynolds defiende en su obra Mytomysthes (1632) el valor alegórico de la poesía antigua y señala lo que le parece una contradicción deliberada en las obras baconianas. Así, Reynolds se pregunta retóricamente qué se puede decir de un hombre que, por un lado, ofrece una serie de interpretaciones que pretenden develar los sentidos profundos de los mitos, mientras que, por otro lado, nos dice que «aquellas fábulas antiguas no son más que meras fábulas, que no tienen sabiduría ni sentido alguno sino hasta que sus intérpretes le dan un significado»15. Su apreciación sugiere que Bacon no hace más que valerse de la veneración que envuelve a los mitos antiguos para transmitir sus propias ideas filosóficas, so pretexto de recuperar la sabiduría oculta en ellos16.

Todavía en el período moderno, las críticas también provinieron de voces simpatizantes con la filosofía baconiana. Tal es el caso de Joachim Hübner, un alemán miembro del círculo de Hartlib, un grupo de intelectuales cuyos objetivos se inspiraron en gran medida en el programa baconiano. Hübner sostiene que Bacon fingía encontrar en las fábulas de los antiguos lo que en verdad constituía su propia filosofía. Una perspectiva similar puede encontrarse en el deísta inglés Charles Blount, quien valora positivamente las ideas filosóficas de Bacon pero considera a la vez que no se puede tomar en serio su supuesto compromiso con la verdad escondida en los mitos antiguos17.

La gran difusión de la mitografía baconiana no perduró a lo largo de los siglos, sino que se fue eclipsando, más pronunciadamente a partir del siglo XIX. F. Anderson señalaba, en la década de 1940, que la fortuna de La sabiduría de los antiguos es uno de los fenómenos más extraños de la historia de la exégesis filosófica, ya que aunque se trata de una de las obras más significativas de la filosofía inglesa, ha sido casi totalmente olvidada por los comentadores18. Todavía hoy sigue siendo un libro ignorado, a pesar de que ha crecido el interés de los historiadores de la filosofía por la mitografía baconiana. No deja de ser curioso que la obra más exitosa durante la vida de su autor sea en nuestro presente apenas leída por un ínfimo grupo de especialistas. Una de las razones que explica este fenómeno sin duda tiene que ver con el lugar en que la obra quedó relegada por la edición de referencia del corpus baconiano. En consonancia con el espíritu de su tiempo, los editores decimonónicos J. Spedding, R. L. Ellis y D. D. Heath la consideraron una obra literaria de escaso interés filosófico. Tal opinión puede ser en un principio entendible, dado que en su clasificación de las ciencias Bacon presenta la mitografía como una clase especial de poesía, la «poesía parabólica o alusiva». Sin embargo, estos influyentes editores parecen no haber reparado en el hecho de que, al mismo tiempo, Bacon, como muchos en su época19, asociaba la poesía con el conocimiento, al tiempo que la clasificó junto con la historia y la filosofía como una de las tres ramas principales del saber.

PARÁBOLAS PARA ENSEÑAR

Durante el período que se extiende entre 1603 y 1609, una de las mayores preocupaciones de Bacon fue dar con la forma más adecuada de llegar al público para transmitir sus críticas de las artes y de las ciencias y proponer sus innovaciones filosóficas20. Sus reflexiones sobre los distintos métodos de transmisión del conocimiento se volcaron primero en el Advancement y más tarde se prolongaron en el capítulo 2 del libro VI del De Augmentis Scientiarum, capítulo dedicado al arte de transmitir lo que fue descubierto, juzgado y guardado en la memoria21.

Bacon coincide con la visión de Rudolph Agrícola según la cual la enseñanza debe admitir todos los medios para impartir el conocimiento22. En consecuencia, evalúa las propiedades, ventajas y desventajas de cada uno y pondera cuál se adopta mejor a las necesidades particulares de la audiencia y al objetivo de la enseñanza. Sin entrar en detalles, podemos indicar que para Bacon las dos clases fundamentales de métodos de enseñanza son el «método magistral» y el «método de iniciación». Mientras que el primero, con respecto al cual Bacon presenta más objeciones, sirve para promover en la audiencia el «uso» del conocimiento ya adquirido, sin tener como propósito primario incitarla a alcanzar nuevos conocimientos, el segundo método persigue no el uso sino el «avance» del conocimiento, de modo que procura incentivar la búsqueda de otras verdades. El método magistral es de hecho el más usual en las instituciones académicas y supone una suerte de «contrato de error» entre el que transmite el conocimiento y el que lo recibe. Así, el maestro quiere que le crean y que no se cuestione lo que dice, mientras que el alumno se dispone a una recepción pasiva e inmediata que no le despierte ninguna duda, aún a costa de aceptar errores como verdades. En cambio, para que el conocimiento avance, lo ideal es comunicarlo, en la medida de lo posible, a través del mismo método con el que fue descubierto.

Por otro lado, Bacon presenta otras clases de métodos de transmisión, que en algunos casos son más apropiados para el uso y, en otros, más útiles para promover el avance del saber. Uno de esos métodos, que podemos denominar «método parabólico», es particularmente adecuado para transmitir ideas innovadoras y convencer de su validez a una audiencia acostumbrada a opiniones ya establecidas:

Otra división del método que ha de ser usada con buen juicio en la transmisión y enseñanza del conocimiento es la conforme a la luz y supuestos de lo que se transmite, pues el conocimiento que es nuevo y diverso de las opiniones establecidas ha de ser transmitido de otra forma que lo ya aceptado y conocido; y por eso Aristóteles queriendo censurar a Demócrito, en realidad le alaba cuando dice: Si queremos en efecto disputar y no seguir símiles, etc. Pues a aquellos cuyas ideas están asentadas en opiniones populares les basta con probar o disputar; pero aquellos otros cuyas ideas están más allá de las opiniones populares tienen un doble trabajo: de un lado hacerse comprender, y de otro probar y demostrar, de suerte que forzosamente habrán de recurrir a símiles y traducciones para expresarse. Y por eso, en la infancia del saber, y en las épocas rudas, cuando esas ideas que ahora son vulgares eran nuevas, el mundo estaba lleno de parábolas y símiles23, pues de no ser así, aquello que se ofrecía habría pasado inadvertido, o habría sido rechazado por paradójico antes de ser comprendido o juzgado. Así en el saber divino vemos cuán frecuentes son las parábolas y los tropos; pues es norma que toda ciencia que no esté en consonancia con los supuestos previos ha de llamar en su auxilio a los símiles24.

Así, el lector de la literatura mitográfica se encuentra con una correspondencia estrecha y convincente entre un relato simbólico y la interpretación de su supuesto contenido velado, de modo que por ese medio es capaz de aceptar nuevos conocimientos e ideas no convencionales. Al ponderar los métodos de discurso, Bacon parte de las prácticas de enseñanza en uso y propone modificaciones cuando las juzga necesarias. Pero, además de este tratamiento teórico, en sus escritos llevó él mismo a la práctica con gran destreza una variedad de estilos discursivos, que incluyen la aplicación de aforismos, parábolas, metáforas, proverbios, ensayos, etc. Mediante ellos hace ensayos estilísticos, con el fin de divulgar a públicos distintos las conclusiones orginales, abstrusas y heterodoxas de sus teorías políticas, éticas y científicas25. En el caso particular de La sabiduría de los antiguos, Bacon pone en práctica el método parabólico que había descrito años antes en el Advancement y que tiene como antecedentes no sólo la herencia de la mitología antigua sino también la literatura mitográfica del Medioevo y del Renacimiento.

Al utilizar la lengua latina, la apuesta discursiva de La sabiduría de los antiguos aspira a llegar al público culto europeo y no restringirse a los lectores del inglés, que habían sido los destinatarios iniciales de los Essays. Más específicamente, de sus dos cartas dedicatorias se desprende que Bacon compone la obra pensando principalmente en una audiencia universitaria26. Estos destinatarios universitarios no sólo fueron educados de acuerdo con los cánones humanistas que reverenciaban la autoridad de los antiguos, sino que, además, tenían una formación filosófica tardo-escolástica, recibida a través del método de enseñanza «magistral». La estrategia discursiva de Bacon consistirá, pues, en comunicarles lo desconocido a través de lo conocido: una nueva filosofía —contraria a la filosofía tardo-escolástica— transmitida a través de la exégesis alegórica de las fábulas antiguas, muy conocidas y veneradas por la cultura humanista.

Ya desde entonces, Bacon pensaba en grande los alcances de la filosofía que estaba gestando: creía firmemente que constituía una gran novedad y que las parábolas y los símiles eran vehículos privilegiados para divulgarla por vez primera27. Ya en 1605, a propósito de su presentación de la poesía parabólica en el Advancement, señalaba que las parábolas y los símiles fueron necesarios durante la «infancia» del mundo, cuando todo el conocimiento era nuevo para la mayoría de los hombres. Precisamente por eso, agregaba Bacon, no existen obstáculos «para que ahora, y en toda época, conserven mucha vida y vigor, porque la razón no puede ser tan perspicaz, ni los ejemplos tan aptos»28. En consecuencia, para llegar con su novedad filosófica a la audiencia universitaria europea, se sirve de las ventajas comunicativas del método parabólico que siguen vigentes. Así nos lo dice abiertamente en el prefacio de La sabiduría de los antiguos:«incluso ahora, si alguien quiere infundir nueva luz en ciertas mentes humanas, pero no de una manera brusca e inoportuna, debe insistir con la misma vía y recurrir a la ayuda de las símiles»29.

UNA NUEVA MITOGRAFÍA

Como decíamos, el método parabólico tiene sus antecedentes. Uno de ellos se encuentra en las parábolas divulgadas en la Antigüedad. Bacon tenía dudas acerca del exacto origen temporal, la procedencia y la autoría de los mitos antiguos, por lo cual se mantuvo cauto a ese respecto30. Por otro lado, el antecedente que sin duda conocía bien es la tradición alegórico-mitográfica con componentes platónicos, estoicos y neoplatónicos que, iniciada en el Medioevo, alcanzó en el Renacimiento su mayor desarrollo y una amplísima repercusión, tanto en Europa en general como en el medio inglés en particular31. La primera compilación de mitos greco-romanos aparecida en forma de manual que marca una transición del relato mitográfico medieval al renacentista es Genealogia deorum gentilium (1360-1374) de Giovanni Boccaccio. Su rigor expositivo y la vastedad del repertorio de mitos desplegados a lo largo de sus quince libros la convirtieron rápidamente en una obra de referencia para varias generaciones. Ya en pleno Renacimiento, circulaban gran cantidad de textos dedicados a los repertorios mitológicos en variedad de formatos. De todos ellos, destacaron tres obras fundamentales cuya influencia también se hizo sentir en el medio británico: De deis gentium varia et multiplex historia (1548) de Giglio Gregorio Giraldi, Le imagini colla spozizioni degli dei degli antichi (1556) de Vincenzo Cartari y las Mythologiae sive explicationis fabularum libri dieci (1567) de Natale Conti (Natalis Comes).

Nos interesa aquí detenernos en las Mythologiae de Conti, ya que el estudio pionero de Ch. Lemmi32 ha revelado que fue esa la principal fuente en la que abrevó la mitografía baconiana. Lemmi considera a Bacon como un autor todavía marcado por el pensamiento medieval, cuyas interpretaciones mitográficas no contienen gran originalidad33. Sin embargo, estudios posteriores coinciden en señalar que Bacon distó de ser un mero repetidor de los mitógrafos renacentistas34.En verdad, Bacon usó las Mythologiae (y también, aunque en menor medida, otras fuentes mitográficas) como una guía y punto de partida, para luego transformar el material allí obtenido, a la luz de sus propios intereses y concepciones filosóficas. No se trató entonces de una lectura acrítica, de un pastiche o de una variación de exégesis ya clásicas, sino de una hermenéutica en gran medida original. Es por ello que a lo largo de La sabiduría de los antiguos es fácilmente reconocible la impronta de la filosofía baconiana. Por lo general, Bacon sigue a Conti en la estructura de su texto, en los contenidos de los relatos mitológicos y en las ideas disparadoras para iniciar su hermenéutica.

Así pues, en consonancia con la estructura del texto de Conti, cada capítulo de la exposición de Bacon se inicia relatando la historia mitológica de acuerdo con el siguiente orden: genealogía, vida y obra de cada personaje35. Si bien en algunos casos Bacon agrega detalles y episodios sobre los distintos personajes mitológicos que provienen de distintas fuentes, no se advierte en él un interés en componer un relato erudito y exhaustivo del mito. Por el contrario, parece seleccionar tan sólo los componentes que juzga relevantes para volcarlos en la exégesis. En cambio, la exposición de los mitos que encontramos en Conti es más extensa, enciclopedista y muy erudita.

Tanto en Bacon como en Conti, a continuación de la exposición de cada mito se añade una exégesis alegórica de contenido filosófico. Es en el contenido de las alegorías donde las diferencias entre ambos autores se vuelven muy evidentes. Las interpretaciones de Conti son eclécticas y poco consistentes. Se inspiran principalmente en el neoplatonismo, al que se intenta conciliar permanentemente con la ortodoxia católica36. No siempre encontramos en ellas una lectura alegórica de todos y cada uno de los muchos elementos del relato mitológico ofrecido en la primera parte. En cambio, la hermenéutica de Bacon es más rigurosa y coherente. A cada componente del mito relatado, por menor que parezca, le corresponde una exégesis alegórica propia. Como resultado, Bacon va trazando una interpretación consistente, completa e innovadora, muchas veces distante de la lectura predominantemente neoplatónica de Conti.

Como ejemplo para mostrar el tipo de apropiación y transformación del material de las Mythologiae operado por Bacon, tomemos por caso el mito de Pan, uno de los más extensos de La sabiduría de los antiguos,prolongado todavía más en De augmentis scientiarum. Según Conti y muchos otros mitógrafos, el dios Pan representa el universo o la naturaleza. En consonancia con ellos, Bacon asocia a Pan con la naturaleza. Pero a partir de ese marco interpretativo inicial que comparte con las fuentes, la alegorización baconiana introduce innovaciones por las cuales en los atributos del dios Pan se ven simbolizadas las características que su propia filosofía atribuye a la naturaleza y al conocimiento de ella, y que no se encuentran presentes en las mitografías precedentes37: la estructura imperceptible de la naturaleza, las etapas de su historia, la estructura piramidal de las especies naturales, la emisión de virtudes naturales, las relaciones causales, la necesidad de la experimentación, las facultades del alma, la filosofía como eco de la naturaleza, etc.38.

En cuanto a su concepción de la mitografía, Conti sostenía que las fábulas antiguas contenían dogmas filosóficos detrás del velo de la poesía. Creía que esas verdades filosóficas se transmitieron así, por un lado, para que no fueran descubiertas por hombres comunes que podían no comprenderlas adecuadamente, de manera tal que podrían terminar alejándose de la religión y de la recta moral; por otro lado, el velo de las fábulas procuraba infundir en las mujeres y en las masas ignorantes la piedad religiosa y las virtudes. Para Conti, la exégesis alegórica servía como instrumento para recuperar los contenidos filosóficos (primordialmente morales y físicos) subyacentes en las fábulas y tenía la misión de utilizar adecuadamente ese precioso saber tanto para construir una verdadera filosofía natural como para derivar rectas enseñanzas morales39. Conti creía que los inventores de los mitos, que partieron de la sabiduría prexistente en los egipcios, fueron los hombres más sabios y que en sus fábulas ya está contenido el germen de la totalidad de la verdadera filosofía40. De ahí que las filosofías posteriores no hacen más que desarrollar conceptual y exotéricamente lo que en las fábulas se encuentra velada y resumidamente. De esta manera, la concepción de la historia de la filosofía de Conti postula una continuidad doctrinal entre la mitología en su origen y la filosofía posterior, a pesar de que con el paso del tiempo se haya perdido o a veces desfigurado el sentido original de las alegorías41.

Muy por el contario, Bacon mantiene que particularmente a partir de la filosofía post-socrática se gestó una nueva manera de hacer y enseñar filosofía que terminó degradando y perdiendo el saber presocrático, más emparentado temporal y doctrinalmente con el conocimiento encerrado en los mitos greco-romanos42. La crítica baconiana de la historia de la filosofía, que veremos en detalle más adelante, alcanza así a la exégesis alegórica. Según esta perspectiva, los mitos fueron mal interpretados por hombres «ignorantes de la realidad y no entendidos en nada que vaya más allá de ciertos lugares comunes», que «aplicaron el sentido de las fábulas a ciertas cuestiones vulgares y generales, y no alcanzaron su verdadera fuerza, su propiedad original ni su búsqueda más profunda»43. Podemos suponer que en esta observación general Bacon critica al propio Conti y al género mitográfico en general, tan exitoso en el Renacimiento44.

Además, Bacon presenta otras críticas de las malas prácticas hermenéuticas. Así es como objeta la apropiación indebida de los mitos por parte del estoico Crisipo y de los alquimistas, quienes, para dar más autoridad y valor a sus propias doctrinas, las atribuyeron a los poetas antiguos45. Del uso de la mitología por parte de Crisipo probablemente tiene noticias a través del De natura deorum, donde el epicúreo Veleio presenta, en tono de burla, la conexión que este filósofo pretende establecer entre el estoicismo y las fábulas antiguas46. En cuanto a los alquimistas, Bacon no nombra a ningún autor. Se ha conjeturado que acaso podría estar pensando principalmente en Giovanni Aurelio Augurelli y Pietro Bono, dos escritores del siglo xvi, autores de sendas obras muy divulgadas en las que postulaban que las operaciones alquímicas tenían antecedentes mitológicos en Homero, Virgilio y Ovidio47. Por otro lado, Bacon hace una breve referencia a una exégesis alegórica realizada por Maquiavelo en El príncipe,a propósito de la historia según la cual Aquiles fue educado por el centauro Quirón. Maquiavelo, nos dice Bacon, interpretó el mito de manera «ingeniosa» pero «depravada»48, al concluir a partir de él que los príncipes deben aprender tanto de los hombres como de los animales: de los hombres deben aprender la virtud y la justicia; del león, la violencia y del zorro, la astucia49. Bacon no ofrece más aclaraciones respecto a en qué sentido Maquiavelo interpreta «depravadamente» la fábula ni presenta una lectura alternativa este episodio de la mitología50.

Dejando de lado la observación incidental con respecto al uso del mito en Maquiavelo, la perspectiva de Bacon parece suponer que el error compartido por los mitógrafos renacen-tistas en general, y por Crisipo y los alquimis-tas en particular, reside en última instancia en haber sustentado su hermenéutica alegórica en falsas filosofías que nublaron sus mentes y les impidieron descubrir la verdad presente en los mitos. Esas filosofías falsas son también fábulas, pero en este caso no se trata de relatos deliberadamente ficticios ideados como medios poéticos para transmitir verdades filosóficas abstrusas. Se trata antes bien de fábulas idólicas, es decir, de falsas representaciones de la realidad que, si bien no pretenden ser ficticias, terminan sién-dolo como consecuencia de la impericia de sus autores que no se apoyaron en métodos de descubrimiento apropiados. Los rudimentos de la célebre teoría baconiana de los ídolos ya estaban presentes en la época en que se compuso La sabiduría de los antiguos. Así, en la Redargutio philosophiarum (ca. 1607-1608)Bacon nos dice que las opiniones y las teorías de los filósofos repasados en la obra son «como los argumentos de las diversas fábulas teatrales, en cierto modo inventados a semejanza de lo verdadero […] [que] tienen además, lo que es propio de las fábulas, a saber, que parecen en ocasiones más armónicas y más agradables que los relatos verdaderos, de tal suerte que cualquiera les daría crédito gustosamente»51. Años más tarde, se repiten líneas muy semejantes en Novum Organum donde se describe a los «ídolos del teatro» (falsas filosofías) como fábulas semejantes a las de los poetas52.