La tierra baldía - T. S Eliot - E-Book

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T. S. Eliot

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Beschreibung

La tierra baldía es una pieza coral donde las voces de vivos y muertos, de personas y personajes, se atropellan, se travisten de otros o de versiones pasadas y futuras de sí mismos. Hurga en la memoria afectiva que guardamos de cosas y seres; antes que nombrar el miedo y condicionar nuestra reacción, muestra "el miedo en un montón de polvo"; antes que referirse a la soledad y a la muerte, propone ver "los huesos regados en un seco desván".

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Seitenzahl: 39

Veröffentlichungsjahr: 2024

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LA TIERRA BALDÍA

La tierra baldía

T. S. ELIOT

Versión, prólogo y notas de HERNÁN BRAVO VARELA

FONDO DE CULTURA ECONÓMICA UNIVERSIDAD DEL CLAUSTRO DE SOR JUANA

Primera edición, 2022 [Primera edición en libro electrónico, 2023]

Distribución mundial

D. R. © 2022, Fondo de Cultura Económica Carretera Picacho-Ajusco, 227; 14110 Ciudad de México

Comentarios: [email protected].: 55-5227-4672

D. R. © 2022, Universidad del Claustro de Sor Juana, A. C. San Jerónimo 47, colonia Centro, alcaldía Cuauhtémoc, 06080, Ciudad de México

Diseño de portada: Laura Esponda Aguilar

Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra, sea cual fuere el medio, sin la anuencia por escrito del titular de los derechos.

ISBN 978-607-16-7637-5 (rústica-FCE)ISBN 978-607-7853-24-4 (rústica-Claustro de Sor Juana)ISBN 978-607-16-8150-8 (ePub)ISBN 978-607-16-8151-5 (mobi)

Impreso en México • Printed in Mexico

ÍNDICE

 

 

 

Prólogo

Nota del traductor

 

I. El entierro de los muertos

 

II. Una partida de ajedrez

 

III. El sermón del fuego

 

IV. La muerte por agua

 

V. Lo que dijo el trueno

 

Notas

PRÓLOGO

 

 

 

Nadie, ni en la más recurrente de sus pesadillas, adivinaría con qué puntualidad perfecta y oscura se repite la historia.

Suele decirse que 1922 fue el año de años del siglo XX literario. Una Europa afantasmada por la primera Guerra Mundial (1914-1918) vio la publicación de Ulises, de James Joyce; En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust, y Elegías de Duino, de Rainer Maria Rilke. Una América Latina desgarrada y convulsa dio a luz Trilce, del peruano César Vallejo, y El soldado desconocido, del nicaragüense Salomón de la Selva, la Paulicea desvariada, del brasileño Mário de Andrade y el manifiesto estridentista, redactado por el mexicano Manuel Maples Arce el 31 de diciembre de 1921.

Luego de exactamente un siglo, el mundo vuelve a oír los tambores globales de una guerra local —esta vez, en Ucrania—, a lidiar con los estragos sociales, sanitarios y económicos de una pandemia —la del covid-19, un virus semejante al de la “gripa española”— y a escindirse por extremos políticos e ideológicos —el robustecimiento de la ultraderecha y la agonía del pensamiento liberal—. Deudos de nuestra época, sentimos los coletazos de la historia en tiempo real y en carne viva. Borís Pasternak advirtió en El doctor Zhivago: “Nadie hace la historia. La historia no se ve, como no se ve crecer la hierba”. La historia, sin embargo, se pone en marcha y se hace visible en la poesía —que cataliza y acelera las metamorfosis de la lengua común— con algo más que fechas concretas, datos duros y personajes clave. Verdura de las eras, la historia crece a la velocidad centrífuga del verso, aunque termine por adquirir la forma peculiar que la contiene, por recortarse nítidamente contra ella. En el caso de T. S. Eliot (San Luis, Misuri, Estados Unidos, 1888-Londres, Reino Unido, 1965), la historia es el predio abandonado de las civilizaciones, un Edén convertido en deshuesadero. Lejos están “esas horas / de esplendor en la hierba, de gloria entre las flores” que anheló William Wordsworth, en un último intento del romántico por volver a la infancia. Sólo resta preguntarse, con la conformidad del sobreviviente o la incredulidad del fallecido,

 

¿Cuáles son las raíces que se aferran, qué ramerío

crece

de estos pétreos cascajos? Hijo de hombre,

no lo puedes decir ni adivinar pues conoces tan sólo

una pila de imágenes quebradas donde golpea el sol y el árbol muerto ya no da cobijo ni los grillos

consuelo

ni la piedra reseca el sonido del agua.

 

(“El entierro de los muertos”)

 

Después de cien millones de víctimas por aquella guerra y aquella pandemia, la tierra lucía fértil únicamente en muertos. “¿Ya retoñó el cadáver que hace un año plantaste / en tu jardín? —formula Eliot, e insiste:— ¿Florecerá este año?” En una tierra así de ubicua y desolada, la hierba crece en las tumbas y devora las lápidas de los cementerios.

 

*

 

La tierra baldía, La tierra yerma, La tierra estéril, La tierra agostada, El páramo, El erial… Desde su título, sin importar cuál traducción se prefiera o se acuñe, The Waste Land