Las 87 palabras más bellas y sabias de Japón - Marcos Cartagena - E-Book

Las 87 palabras más bellas y sabias de Japón E-Book

Marcos Cartagena

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Beschreibung

87 palabras japonesas que son mucho más que palabras, que son conceptos, certeras reflexiones y pequeñas píldoras de sabiduría oriental, a cargo de Marcos Cartagena, profundo conocedor de la cultura japonesa. Un libro que aúna belleza, pensamiento y evocación para aprender a reparar en las cosas bellas de nuestro día a día, huir de la prisa, hallar la paz interior y abrirnos a la valorada y milenaria cultura japonesa. Un texto bellísimamente ilustrado, con una edición cuidada con mimo en todos sus detalles, un regalo inolvidable por su belleza exterior e interior.

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Seitenzahl: 247

Veröffentlichungsjahr: 2025

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Las 87 palabras más bellas y sabias de Japón

Marcos Cartagena

Prólogo de Javier Iriondo

A mi hijo Kento, una luz que me ilumina en el camino. Espero que estas palabras te acompañen para que siempre que lo necesites, te recuerden su valioso mensaje y te ayuden a superar los retos que la vida nos pone a todos por delante.

Primera edición en esta colección: enero de 2025

© Marcos Cartagena, 2025

© del prólogo, Javier Iriondo, 2025

© de las ilustraciones de interior y cubierta, Ana Martínez Mateo, 2025

© de la presente edición: Plataforma Editorial, 2025

Plataforma Editorial

c/ Muntaner, 269, entlo. 1ª – 08021 Barcelona

Tel.: (+34) 93 494 79 99

www.plataformaeditorial.com

[email protected]

ISBN: 979-13-87568-06-1

Diseño de cubierta: Isabel González (@muchacha_pinta)

Fotocomposición y realización de cubierta: Grafime, S.L.

Reservados todos los derechos. Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo públicos. Si necesita fotocopiar o reproducir algún fragmento de esta obra, diríjase al editor o a CEDRO (www.cedro.org).

Índice

Prólogo: El poder de las palabras

Introducción

Komorebi

Ganbaru

Chōwa

Kansha

Wabi sabi

Isagiyoi

Komakai

Samurái

Isshinfuran

Kanso

Shoshinsha

Nuchi gusui

Shibumi

Natsukashi

Gaman

Kawaakari

Geisha

Daikichi

Ukiyo

Yuimaru

Kyōmu

Amaoto

Aikidō

Tsundoku

Isshōkenmei

Tegewa

Kaizen

Minarai

Shoshikantetsu

Sakura

Ikigai

Nasebanaru

Reiwa

Nankurunaisa

Irusu

Aware

Bushidō

Kintsugi

Hanami

Bureikou

Kogarashi

Meifuku

Senpai

Kōhai

Agatsu

Ensō

Shinjū

Mottainai

Ishindenshin

Kusamakura

Itadakimasu

Omotenashi

Zekkei

Kamizake

Maemuki

Arugamama

Fugenjikkou

Shinrin yoku

Heijōshin

Honne

Poka-yoke

Daijōbu

Aiaigasa

Datsusara

Kotodama

Fūbutsushi

Nagare

Yūgen

Sakuragari

Omakase

Datsuzoku

Hatsune

Wasabi

Seijaku

Happōhijin

Makkoshōbu

Furinkazan

Hanabie

Kagayaku josei

Fudōshin

Oborozukiyo

Ichigo ichie

Satori

Tenshinranman

Kizuna

Otsukaresama

Makokoro

No te quedes solo en la lectura

Agradecimientos

Navegación estructural

Cubierta

Portada

Créditos

Dedicatoria

Índice

Comenzar a leer

Agradecimientos

Colofón

Prólogo El poder de las palabras

Este libro que sostienes en tus manos es una verdadera joya, y te puedo asegurar que este no es un cumplido que otorgue a la ligera. Es más, considero que es una obra muy importante, porque está hecha con un enorme cariño, con ganas de enseñar, de ayudar y de aportar valor.

Una vez más, Marcos ha logrado algo precioso. Con un gran tacto y de forma sencilla pero profunda, nos sumerge en la sabiduría del antiguo Japón para hacernos reflexionar sobre aspectos vitales de la vida que nos aportan respuestas y también nos ayudan a ser mejor persona.

La cultura japonesa tiene muchas peculiaridades, pero una que me fascina es su capacidad de condensar una idea elaborada en una única palabra, y sabemos que las palabras tienen un enorme poder, mucho más del que podamos imaginar.

Nos pueden hundir o ensalzar, llenarnos de dudas o ayudarnos a creer. Sobre todo, las palabras pueden enseñarnos, inspirarnos e iluminarnos en nuestro camino.

Son muchos los términos que me han sorprendido por su revelador significado. Por ejemplo, nazebanaru, que se traduce como: ‘Solo si tienes la determinación de hacer algo, entonces podrás hacerlo’.

Es un tema sobre el que he escrito y hablado infinidad de veces: sobre la importancia de la determinación que está alimentada por un gran sueño, un porqué, una poderosa razón que justifique el esfuerzo y el sacrificio.

Otra de esas palabras que me ha encantado encontrar es bushido, que significa ‘el camino del guerrero’. Este concepto fue esencial para mí en uno de los momentos más importantes de mi vida.

Tenía ventiún años, era deportista profesional en los Estados Unidos y todas las señales indicaban que me esperaba un futuro prometedor, pero de pronto el mundo se derrumbó por completo a mi alrededor. Lo perdí todo, incluso la confianza, la autoestima y la esperanza.

En ese momento, el bushido apareció en mi vida y, con él, la filosofía de los antiguos samuráis. Sus sólidos principios me enseñaron a dominar mejor mi cuerpo y mi mente, aprendí el camino de la superación, la importancia del autocontrol y de enfrentarnos a nuestros miedos para perseguir nuestras aspiraciones. Gracias en parte a su significado, reuní la fuerza suficiente para renacer de mis propias cenizas.

También me ha sorprendido encontrar la palabra shibumi, que quiere decir ‘la elegancia de los sencillo y austero’. Hasta hoy no conocía su definición, pero curiosamente es el título de uno de los primeros libros que leí en mi juventud.

Te aseguro que he tenido que contenerme para no nombrar muchas de las otras palabras que aparecen en este magnífico libro que Marcos ha escrito de forma magistral.

Espero que aquí encuentres esas palabras que te inspiren, te ayuden a descubrir tus valores y a enriquecer tu propia filosofía de vida.

Gracias, Marcos, por este precioso regalo que nos has hecho a todos, y a ti lector, te deseo un buen viaje de descubrimiento.

Javier Iriondo

Formador, conferencista colaborador de Mentes Expertas y autor de cinco libros entre los que se encuentra Donde tus sueños te lleven, con más de 33 ediciones publicadas.

Introducción

Un día, hace ya más de una década, cuando aprendía el idioma japonés, leí sobre una palabra que me dejó fascinado: komorebi. Lo que me impactó de ella fue descubrir que su significado era complejo y que no tenía un equivalente en mi idioma natal, el español, ni en ningún otro que no fuera el japonés. Komorebi significa 'los rayos de sol que se filtran entre los árboles'. Me pareció fascinante el hecho de que con una sola palabra se pudiera explicar un fenómeno natural tan bonito como ese.

Desde entonces, comencé a indagar en el idioma en busca de estos vocablos especiales únicos del japonés, y comprobé con satisfacción que komorebi no era el único, sino que había muchos otros. Se abrió ante mí un mundo nuevo en el que podía poner nombre a conceptos que para describirlos, hasta entonces, necesitaba el uso de una frase completa.

En este libro he tratado de agrupar las que he considerado las palabras más bellas y sabias del idioma japonés. Encontrarás entre estas páginas un compendio de términos acompañados de una reflexión que pretende desgranar su significado y extraer su enseñanza más valiosa. En total hay ochenta y siete. Este número, como quizá te estés imaginando, no es por casualidad.

Mientras escribía, me debatía sobre cuál sería el número de palabras que incluiría. Deseaba que su cuantía tuviera una razón con el peso necesario como para entregarte el sentir de que las piezas del puzle encajan. Finalmente, me decanté por un número que combina dos cifras que representan la bonanza y la prosperidad en Japón.

Para los japoneses, el ocho es un número sagrado desde tiempos antiguos, pues ya entonces creían que poseía poderes especiales. Incluso en épocas modernas, la gente sigue valorándolo como un número de buena suerte debido a que la forma del kanji con el que se escribe «八» se asemeja a la apertura de un abanico que se expande, y esto se interpreta como un signo de dicha.

El siete posee connotaciones positivas, ya que la religión sintoísta originaria del país del sol naciente lo ve como un símbolo de la buena ventura. Esto se debe en gran medida a que en la historia mitológica japonesa hay una sección que habla de los siete dioses de la suerte (shichifukujin – 七福神), los cuales se cree que traen a los que lo merecen felicidad y fortuna. Son deidades un tanto cómicas, a menudo retratadas viajando juntas en un barco del tesoro (takarabune) transportando diversos objetos con poderes como un sombrero invisible, rollos de brocado, una bolsa inagotable, un sombrero para controlar la lluvia, túnicas de plumas, llaves del tesoro divino e importantes libros y pergaminos.

El ochenta y siete aglutina la magia de estos dos dígitos especiales. O eso es por lo menos lo que espero para todos los lectores de este libro.

Para terminar esta introducción, solo me queda desearte que disfrutes de un viaje al Japón tradicional lleno de conceptos, de entre los que estoy seguro podrás extraer bonitas reflexiones y palabras que te acompañarán de aquí en adelante, tal y como komorebi hizo conmigo. Estoy convencido de que alguna de ellas conectará contigo con más intensidad; quizá por el momento preciso de la vida en el que te encuentras, o por un acontecimiento reciente que ha sido significativo para ti. En realidad, la razón no importa. Lo que sí importa es que la atesores porque, tal vez, trae consigo el mensaje que justamente ahora necesitabas escuchar.

Komorebi

木漏れ日

Los rayos de sol que se filtran entre los árboles

Como ya he explicado en la introducción, no sería descabellado decir que esta palabra es el origen de todas las páginas que te esperan por delante, así que creo que lo justo es empezar este libro con ella.

La verdad es que, desde que comencé a aprender japonés, nunca he dejado de sorprenderme por las innumerables diferencias que tiene con el español. Es otra manera de concebir la comunicación, y se nota en diversos aspectos. El más claro es su escritura. En vez de utilizar un número concreto de símbolos estandarizados que se combinan para construir las palabras, ellos disponen de miles de símbolos que significan conceptos específicos y que se combinan entre sí para elaborar términos más complejos. A estos símbolos los denominan kanji. Por ejemplo, tienen un kanji que significa «electricidad» (den / 電) y otro que significa «automóvil» (sha / 車), y, si juntamos estos dos símbolos, obtendríamos una nueva palabra: «tren» (densha / 電車).

He de reconocer que, cuando me explicaron esta característica del idioma, me pareció poco práctica e inconveniente. Dado que en el lenguaje español solo es necesario memorizar las veintiocho letras del abecedario para poder escribir todas las palabras que existen, no cabía en mi cabeza la idea de que los japoneses tuviesen que aprender miles de símbolos diferentes para hacer exactamente lo mismo. Tan solo para poder leer un periódico es preciso dominar 2500 kanji.

Sin embargo, a medida que me sumergía en el estudio de este enigmático idioma, percibí una característica singular que pocos otros poseen. Justamente porque utilizan símbolos que significan conceptos para construir las palabras, pueden dar forma a términos muy específicos que, en cualquier otro idioma, requerirían de frases completas.

Este es, sin duda, el caso de komorebi, que significa «los rayos de sol que se filtran entre los árboles». Como se ve, con una sola palabra pueden transmitir un concepto muy elaborado, y esto, ahora que lo veo con perspectiva, me parece sublime.

木 – ko – ‘árboles’

漏れ – more – ‘filtración, escape’

日 – bi – ‘sol, rayos de sol’

Los japoneses son amantes de lo breve y de lo conciso, sobre todo en lo que a la comunicación se refiere. El mejor ejemplo de esta preferencia lo tenemos en la poesía haiku (俳句). Para poder escribir un poema haiku, debemos respetar unas reglas estrictas que delimitan su duración, es decir, ha de estar compuesto por diecisiete sílabas divididas en tres líneas: una de cinco, otra de siete y otra de cinco para terminar.

Resulta muy complicado transmitir algo bonito con tan poco margen de maniobra. El primer ministro británico Winston Churchill decía que necesitaba tres horas para preparar un discurso de diez minutos, y diez minutos para hacer uno de tres horas. Es por eso que condensar en apenas unas frases algo que habitualmente se habría descrito en varios párrafos, provoca tanto entusiasmo entre los japoneses.

Para que puedas entenderlo mejor, voy a utilizar como ejemplo un haiku auténtico que, además, contiene la palabra komorebi. Se titula: 「夏の木漏れ日」 «Komorebi no natsu».

照らされる

夏の木漏れ日

眩しくて

Terasareru, natsu no komorebi, mabushikute.

«Siendo iluminado Los rayos de sol del verano que se filtran entre los árboles Deslumbrante».

Si no has entendido su significado, no te preocupes. A mí me pasaba exactamente lo mismo en las clases con la que fue mi profesora de caligrafía japonesa, Tatsumi sensei (先生, - ‘profesora’). Cuando en uno de los ejercicios que me planteaba tenía que dar forma con el pincel a un poema haiku, no era capaz de comprender su esencia hasta que ella me lo explicaba con detalle. Hace falta un poco de práctica para destilar el significado que el autor pretende compartir con aquellos que se prestan a leer su poesía. Aquí va una posible interpretación:

Una persona camina por un bosque y, al caer la tarde, ve cómo los rayos de sol del verano, especialmente fuertes en esa época, empiezan a atravesar el follaje de los árboles como haces de luz que la iluminan. De alguna forma siente como si estuviera siendo tocada e inspirada por una energía divina que la deslumbra en un instante fugaz de soledad y conexión con la naturaleza.

Komorebi me entregó una bonita enseñanza, y es que, gracias a ella, soy capaz de apreciar, al igual que los japoneses, la elegancia que lleva consigo la sencillez de lo escueto, que, a su vez, va cargada de un elaborado mensaje a la espera de una interpretación que le permita cobrar forma. De ahí viene ese dicho que reza «lo bueno, si es breve, dos veces bueno».

Ganbaru

頑張る

Dar todo lo que llevas dentro

Este es un término que en Japón se escucha muy a menudo y que, como supongo que ya te imaginas, solo existe en su idioma. Para poder traducirlo, primero tenemos que interpretarlo. Hay diferentes formas de hacerlo, pero para mí la que mejor representa su espíritu es «dar lo mejor que llevas dentro» o «esforzarse al máximo».

Durante mis años en el país nipón, me pareció muy curioso que utilizasen esta palabra en tantas situaciones diferentes. Por ejemplo, cuando quieren animar a alguien para que supere una prueba difícil a la que va a enfrentarse, no le desean suerte, como se hace en muchos otros lugares, sino que le dicen ganbatte o, lo que es lo mismo, «hazlo lo mejor que puedas». Lo que percibo cuando los escucho hablar así es que ellos dan por sentado que el resultado no depende mayoritariamente de la fortuna, sino del esfuerzo y de las ganas que le pongan. De alguna forma entienden que si dan el cien por cien en aquello que se proponen, el resultado será bueno o, por lo menos, las probabilidades de que así sea aumentarán considerablemente.

Este razonamiento es lógico y evidente, pero es habitual que vivamos como si los resultados que obtenemos no dependieran apenas de nosotros, sino más bien de elementos externos como la suerte, el azar o incluso el destino.

El ser humano tiene un potencial increíble que es capaz de sacar cuando decide que dará el máximo que hay en su interior. Es entonces cuando la magia y las personas comenzamos a brillar.

Las personas no somos exactamente iguales en cuanto a lo que nuestras capacidades se refiere. En el momento de nacer, hay factores que ya quedan determinados. Es algo que no podemos modificar porque ya nos viene dado. Sin embargo, a pesar de nuestra capacidad innata, si ponemos todo nuestro empeño en hacerlo lo mejor posible, quizá podamos llegar a compensar esa falta de gracia y obtener, incluso, un resultado mejor que el de aquellos que gozan de ese talento por naturaleza.

Con esta reflexión quiero que te hagas la siguiente pregunta: ¿Cómo sería mi vida si en cada cosa que hiciera diera el cien por cien? Si vas a emprender una acción, ¿por qué no entregarte al máximo?

Chōwa

調和

La armonía que te hace sentir en paz con la vida

Esta es una palabra con la que me siento muy conectado. Chōwa es una combinación de dos símbolos kanji que significan lo siguiente:

調 – chō – ‘afinar’

和 – wa – ‘armonía’

Comúnmente se interpreta como armonía, pero este concepto abarca ciertas sutilezas dignas de ser desglosadas. El primer kanji que compone este término se traduce como ‘afinar’, mientras que el segundo significa ‘armonía’. De esta manera, chōwa puede entenderse como «afinar la armonía» o «en busca del equilibrio». Para los japoneses esta palabra encierra un significado profundo, ya que simboliza ese deseo intrínseco del ser humano de alcanzar una armonía constante que le permita mantenerse imperturbable ante los contratiempos para preservar su valiosa paz interior.

Lo cierto es que el concepto de felicidad es bastante etéreo. Existen multitud de formas diferentes de definirla. Sin embargo, algunas de ellas se parecen mucho entre sí. Son aquellas que describen un estado más permanente, no de éxtasis, sino de algo parecido a la tranquilidad, a la serenidad o al bienestar constante.

Si yo tuviera que definirla, haría antes una distinción entre dos conceptos. Por un lado, tenemos emociones como la alegría, la satisfacción o el gozo que aluden a sensaciones agradables que experimentamos en un momento puntual, normalmente provocado por un acontecimiento externo a nosotros. Quizá algo que nos hemos comprado, una meta que hemos logrado o un gesto que otra persona ha hecho por nosotros, entre otros muchos ejemplos. Y por otro lado, hay conceptos como la paz, la armonía o el equilibrio que son estados que no se pueden alcanzar utilizando elementos externos, sino que nacen desde lo más profundo de nuestro ser. No los podemos comprar o recibir, ya que, para poder experimentarlos, tenemos que construirlos desde dentro.

Es por esto que acercarnos al chōwa es una de las únicas formas de alcanzar una felicidad duradera que no dependa de lo que hay fuera, sino que sea un tesoro que nosotros mismos podamos producir independientemente de las circunstancias adversas que nos rodeen.

Kansha

感謝

El agradecimiento que nace del corazón

Otra de esas palabras que se escuchan con mucha frecuencia en Japón es la de arigatō (ありがとう), que significa ‘gracias’. Un hecho que deja en evidencia una faceta de los japoneses, que a mí personalmente me encanta, es que son personas que no escatiman en agradecer lo que otros hacen por ellas. Incluso a veces, para enfatizar el agradecimiento, utilizan una combinación con la palabra sumimasen (すみません), que significa ‘lo siento’. Esta conducta se fundamenta en que primero deben disculparse humildemente por haberte generado la incomodidad de requerir tu ayuda, y después, como no podría ser de otra manera, te agradecen lo que haces por ellos.

Cuando observamos los símbolos kanji que constituyen la palabra, obtenemos lo siguiente:

感 – kan – ‘sentimiento, emoción’

謝 – sha – ‘disculparse, agradecer’

Curiosamente, el segundo símbolo se puede interpretar bien como una disculpa, bien como un agradecimiento. De hecho, la palabra ayamaru (謝る), que comparte el mismo kanji, significa ‘pedir disculpas’. Por ello, cuando decimos kansha es como si, literalmente, estuviéramos disculpándonos al mismo tiempo que expresamos nuestra gratitud.

Este es el motivo que explica que kansha tenga un significado más profundo que arigatō. Cuando un japonés la utiliza, se entiende que su agradecimiento es profundo y sincero. Es un reconocimiento que nace del corazón.

La gratitud implica valorar el esfuerzo de otro ser humano para otorgarle el mérito que le corresponde. No es necesario que sea por algo grande, también los pequeños detalles son susceptibles de ser agradecidos. Por ejemplo, situaciones cotidianas, como cuando esperamos a cruzar la calle en un paso de cebra y un coche se detiene para cedernos el paso. Es cierto que los peatones tienen prioridad y que los conductores deben parar, pero, al final, hacerlo o no depende del conductor y no del peatón. Así que, ¿por qué cruzar la calle de forma altiva haciendo uso de nuestro derecho sin ni siquiera dedicarle una mirada al coche que se ha detenido por nosotros? No cuesta nada girar la cabeza, esbozar una sonrisa y ofrecerle una señal de agradecimiento con la mano.

Desde hace tiempo concibo la gratitud como una onda expansiva que se transmite de unos a otros y contagia a las personas con una energía positiva que no tiene límites. ¿Has oído hablar alguna vez del efecto mariposa? Se dice que el aleteo de una mariposa en una parte del mundo puede acabar generando un torbellino en la otra. La razón detrás de esto radica en que una brisa inicial, por muy pequeña que sea, tiene el potencial de desencadenar pequeños movimientos de aire que gradualmente se amplían hasta convertirse en algo mucho mayor.

Lo mismo sucede con la energía positiva que tienen tanto el agradecimiento como las buenas acciones. Nunca sabremos hasta dónde pueden llegar y a quién pueden impactar. Una vez hechas, van pasando de uno a otro y, quizá, en algún momento alcancen una dimensión asombrosa que nunca habríamos llegado a imaginar. Por ello, cuantas más de esas ondas positivas emitamos, mayor será la influencia que tendremos en aquello que nos rodea.

¿Moraleja? Agradece.

Wabi sabi

詫びさび

La belleza de lo imperfecto

Todos los que nos sentimos atraídos por la cultura japonesa hemos notado que hay algo especial en su forma de concebir la estética. Algo que los hace diferentes. No necesitas más que contemplar uno de sus hermosos jardines para darte cuenta. Son capaces de crear espacios en los que, a simple vista, todo parece haber tomado forma por casualidad, sin orden ni planificación, pero nada más lejos de la realidad. Esa es precisamente la intención con la que fueron diseñados, y todo ello gracias al wabi sabi (侘 寂), una palabra que hace referencia a la belleza de la imperfección, a la mutabilidad y a lo perecedero. Un concepto que viene arropado por el budismo zen y que se centra en valores como el minimalismo y el respeto por los elementos provenientes de la naturaleza.

Hay una historia que nos puede ayudar a entender el significado del wabi sabi. Se cuenta que, en el siglo x, un joven llamado Sen no Rikyū solicitó al maestro de la ceremonia del té, Takeno Joo, ser su discípulo. Antes de aceptarlo, Takeno quiso poner a prueba al joven, y, para ello, le pidió que barriese el jardín. Rikyū siguió las indicaciones del maestro y, cuando ya lo tenía todo bien colocado y limpio, golpeó el tronco de un cerezo y varias flores cayeron sobre el suelo que el joven aspirante acababa de barrer. Takeno quedó impresionado por el gesto y aceptó a Rikyū como su discípulo. Años más tarde, este se convirtió en un gran maestro de la ceremonia del té y de él siempre se dijo que había comprendido la verdadera esencia del wabi sabi.

Wabi inicialmente hace referencia a la soledad de vivir en la naturaleza, lejos de la sociedad, mientras que sabi significa ‘frío’, ‘flaco’ o ‘marchito’. Sin embargo, estas dos palabras juntas albergan un sentido más amplio y positivo. El wabi sabi concibe que la verdadera belleza no está en lo perfecto, porque en realidad la perfección no existe. Es una visión más realista del mundo y un intento de disfrutarlo tal y como es sin perseguir moldearlo para crear algo que al final acabe siendo artificial e irreal. Las cosas que han sido elaboradas con base en el wabi sabi están hechas de materiales vulnerables a los efectos del tiempo y del trato humano. Registran el sol, el viento, la lluvia, el calor y el frío en un lenguaje de decoloración, óxido, torsión, contracción y marchitamiento.

El wabi sabi ha impregnado con el tiempo todas y cada una de las artes tradicionales japonesas tales como la alfarería, el ikebana, la jardinería o la poesía haiku. Incluso, cuando la ceremonia del té se había convertido en un acto de ostentación que se celebraba en palacios lujosos y amplios salones, el wabi sabi, abanderado por el budismo zen, llevó a estos artistas a ejecutar las ceremonias en chozas humildes fabricadas con materiales naturales, y a sentarse en el suelo de tatami mientras batían la espuma del té verde. El acercamiento a la naturaleza y la sencillez ha glorificado la que hoy en día es una de las tradiciones más significativas del país del sol naciente.

Isagiyoi

潔い

La pureza de espíritu y la ausencia de cobardía

Llegamos a una palabra que contiene un significado noble y alentador. Se trata de isagiyoi, un término que hace referencia a una persona de corazón puro y espíritu fuerte que actúa con valentía y que, en ningún momento, se deja llevar por el miedo.

Eso no quiere decir que no lo experimente. Sería inhumano vivir carente de esta emoción. Los valientes son aquellos que, a pesar del miedo, llevan a cabo su cometido. Son capaces de acallar la voz interior que les pide huir, que les demanda protegerse, que les suplica por salvarse, y, aun así, actúan en contra del que quizá sea el instinto más fuerte que posee el ser humano: la supervivencia.

Desde los comienzos de nuestra especie, hemos tenido tres necesidades básicas que han motivado gran parte de las decisiones que hemos ido tomando a lo largo de la historia. Estas son: alimentarse, reproducirse y sobrevivir.

Cualquiera que vaya en contra de estos tres instintos deberá enfrentarse a un torbellino de emociones. La mayor parte de los animales, que comparten los mismos impulsos naturales, no pueden evitar ser dominados por ellos y viven una vida de servidumbre. Sin embargo, el ser humano es el único animal capaz de doblegarlos, utilizando el raciocinio para tomar decisiones motivadas por otros valores que considere, importantes.

Este es el caso de los valientes, de las personas isagiyoi, quienes, sin demostrar un ápice de cobardía, se sobreponen a las inquietudes y hacen lo que consideran correcto. Esta palabra es propia de los grandes guerreros samuráis. Un buen bushi (武士), la palabra que se utilizaba para decir «guerrero» en japones, era isagiyoi, una persona que respetaba las siete grandes virtudes del código bushidō (武士道). Una de ellas es yu (勇), ‘coraje’. Para ellos, esconder la cabeza como un avestruz y no atreverse a levantar la voz cuando se consideraba que debía hacerse algo no era vivir una vida plena. Uno debía ser capaz de sobresalir de entre una masa miedosa y actuar para cumplir el dictado de su corazón, a pesar de que ese acto pudiera suponer un riesgo para sí mismo.

Personalmente, me emociona y sobrecoge cuando soy testigo de un acto de heroísmo que personas anónimas realizan en favor de desconocidos; gente que se juega su propia vida por ayudar a otro sin esperar nada a cambio.

Como ya es sabido, hombres y mujeres somos capaces de lo mejor y de lo peor al mismo tiempo. Somos criaturas de extremos y polos opuestos. Solo espero que, con el transcurso del tiempo, la luz que yace en nuestro interior sea cada vez más fuerte y supere ese lado oscuro que también nos acompaña para que cada vez seamos un poco más isagiyoi.

Komakai

細かい

La atención al detalle de lo apenas imperceptible

Si intentáramos traducir la palabra komakai podríamos hacerlo como ‘pequeño’ o ‘con gran detalle’. Sin embargo, el idioma japonés ya posee un vocablo para hacer referencia a este concepto, y es el de kuwashi (詳しい). Komakai va un paso más allá porque hace referencia al detalle de lo diminuto o casi imperceptible.

Para mí, esta palabra en concreto alberga un trocito del alma de Japón. Y es que los japoneses son individuos que aprecian los detalles que pasan inadvertidos para la mayoría. Esta cualidad los impulsa a ser notablemente perfeccionistas, sobre todo a la hora de fabricar objetos.

Recuerdo la primera vez que visité el centro de exposiciones Miyako Messe, de Kioto, en el que disponen de un museo de artesanía tradicional permanente, y donde es posible contemplar una gran variedad de artículos elaborados por los artesanos más prestigiosos del país. Obras de arte hechas con sumo cuidado y precisión. En esa visita quedé maravillado por el nivel de excelencia con el que trabajan los artesanos japoneses. Además, tuve la suerte de coincidir con un evento en el que varios artesanos hacían uso de un pequeño puestecito donde trabajaban de cara al público. Te permitían acercarte tanto que podías apreciar con claridad cómo ejercían su oficio.

Uno de los artesanos que participaba en aquellas jornadas fabricaba collares. Incrustaba pan de oro en trocitos de pizarra negra con un pequeño cincel y un martillo en miniatura. Estuve alrededor de unos quince minutos embelesado por su trabajo, pues me fascinaba observar cómo iba clavando esas pequeñas láminas de oro en la roca. Su precisión me pareció alucinante. Hacía su labor sin prisa y con mucho cuidado. Se fijaba en cada detalle y no daba un paso sin estar seguro de que era el correcto.