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Las alas rotas es una comedia teatral del autor Pedro Muñoz Seca. Como es habitual en el autor, la pieza se articula en torno a una serie de malentendidos y situaciones de enredo contados con afilado ingenio y de forma satírica en torno a las convenciones sociales de su época. En este caso, la historia se articula en torno a la salida de la cárcel de un peligroso criminal y su regreso entre sus seres queridos, pese a la vigilancia de una torpe pareja de guardias civiles.
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Seitenzahl: 101
Veröffentlichungsjahr: 2020
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Pedro Muñoz Seca
COMEDIA DRAMATICA EN TRES ACTOS
Estrenada en el Teatro del CENTRO, de Madrid, el viernes, 23 de Noviembre de 1923.
Saga
Las alas rotas Pedro Muñoz SecaCover image: Shutterstock Copyright © 1923, 2020 SAGA Egmont All rights reserved ISBN: 9788726508086
1. e-book edition, 2020
Format: EPUB 3.0
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Queda hecho el depósito que marca la ley.
NOTA. - - No crea el lector que se trata de ningún número de varietés. Estos hermanos Otamendi, a los que quiero mucho, son nada menos que D. Joaquín Otamendi, el sabio arquitecto que hizo esa “pochez„ de Casa de Correos, y D. Miguel Otamendi, el no menos sabio director del Metropolitano. ¡Casi nadie!
Almijar del cortijo de Los Pizarrales, propiedad de D. Dimas Quintana, cura párroco de Villaleda, aldea que se supone en Andalucía, casi en la raya de Extrernadura. A la derecha (actor) primero y segundo términos, la fachada de la casa, una casa de pobre aspecto, de un solo piso, con amplia puerta practicable en el centro, En último término, el arranque de un camino que se pierde en el lateral. En el foro, perspectiva de campo en plena can í cula y a pleno sol, con alguna casucha, y alguna choza, y algún macizo de árboles, y algún campo de trigo, con el trigo ya segado y apilado en haces, y alguna era, con sus montones de paja y de grano, y alguna carreta cargada y en espera de los bueyes que han de transportarla, y alguna carretera polvorienta y desarbolada que se pierde, lejísimo, como un hilo blanco... En el lateral izquierda, un gran moral presta sombra a este lado de la escena. En el primer término se inicia el comienzo de un montón de haces, denotando la proximidad de la era. Al pie del moral hay una mesita rústica, un sillón lebrijano, varias sillas viejas de anea, algún banco, un par de cántaros y un botijo de barro para poder beber a morros.
Al levantarse el telón están en escena DON DIMAS, RENDON, ZURRIMENDI y CANDELARIA. Don Dimas, de sotana y sin nada a la cabeza, tiene más de cincuenta años y es el prototipo de la afabilidad. Rendón, número, y Zurrimendi, cabo de la Guardia civil, respectivamente, son jóvenes; el primero muy andaluz y el segundo muy vascongado. Candelaria es una vieja, revieja, de más de ochenta años, pero entera, nerviosilla y, sobre todo, pulcra. Están sentados al pie del moral y mirando hacia la izquierda. Candelaria cose.
Zurr. A este paso, pues, le quedan un par de días, de trilla, o así.
D. Dim. Eso mismo creo.
Rend. Y bien que s‘ha portao la tierra este año, don Dimas.
Zurr . Sólo con el trigo que hay en la era puede comprarse un palacio.
Cand. Ya me contentaría yo con que se comprara una sotana nueva, que bastante falta le hase. Pero si, si... sotanas nos dé Dios; lo que toca en casa, miseria y compañía.
Zurr. ¿Con todo ese trigo...?
Cand. Y con doble que hubiera. Que le diga a usté Rendón, que es de por acá y le conoce de antiguo.
D. Dim. Vamos, vamos, Candelaria...
Cand. Abusan de él, ¿sabe usté? Se lo llevan tó; se lo quitan tó; se lo comen por las patas.
D. Dim. ¡Qué cosas dices!
Cand. ¿Es mentira, acaso...? ¡Usté, Rendón...!
Rend. Más verdá es que la lú. Y por eso no se debe usté enfadá, don Dimas; que si tó er mundo hisiera lo que usté, no estaríamos nosotros vestios de esta manera; pero es verdá; se lo comen a usté por las patas
Cand. ¡Eso es!
D. Dim . (Pacientemente.) Bueno está...
Cand. A este por esto, al otro por lo otro, que si este enfermó, que si el otro se quedó sin trabajo, que si fulanito vive desamparao porque no tiene hijos, que si menganito está ahogao, porque tiene cartose, y a este dos, y al otro cinco, y al de más allá onse, y él venga ganá er sielo, y yo, to er día rabiando como los demonios, y hasiendo milagros pá que no nos fartelo preciso. ¡Primo, más que primo...! Te he criao a mis pechos, he sío como una madre pa ti, tengo ya muchísimos años y puedo decírtelo: ¡¡Primo!!
D. Dim. ¡Ay. Candelaria, Candelaria...!
Cand. (A Zurrimendi.) Crea usté que se me enciende la sangre cuando veo que algunos pobres gastan lujo a su costa y, en cambio, le veo a él, que es el pudiente, con los zapatos rotos, como aquel que dice.
D. Dim. Cada cual tiene el lujo que mejor le parece, y el mío es ver contentos a los que me rodean.
Cand. ¡Eso...! Y yo, que rabie, ¿verdá? Candelaria que se repudra, ¿no?
D. Dim No le hagan ustedes caso, ella es la primera en socorrer a quien lo necesita. Lo que le sucede hoy es que está de mal humor, porque tiene la preocupación de que a su nieto haya podido ocurrirle alguna desgracia.
Rend. ¿A Germán?
Zurr. ¿Al hércules de Villaleda, como yo le llamo?
D. Dim . Le envié ayer a Valzorro, a pagar la renta de los majuelos, y aún no ha vuelto.
Rend. ¡Bah!
Cand Es que quedó en gorvé antes dʼanochesío.
Rend. Pero ahora hay allí feria, la feria de San Luis, y está aquello muy superió. Menuda nochesita habrá pasao de bailoteo, de jaraneo y de borracheo...
Cand. Mi nieto no es capá de ninguna de esas cosas; ni de faltá a lo que promete. Dijo que gorvería antes d’anochesé, y si no ha güerto, argo grave se lo habrá impedio.
D. Dim. Vamos, Candelaria, no hay que ponerse en lo peor...
Cand. Con tanta gente mala como hay en el mundo, y llevando él miles de reales...
Rend. ¡Bah! Cualquierilla le puede al mozo...
Cand. A puños, no; pero con mañas, un crío le da dos vueltas. Como nunca ha salio de acá y no está maleao... (A Aurelia, una guapa moza, que entra en escena por el foro derecha y se dispone hacer mutis por la puerta de la casa.) ¿Qué, Aurelia..? ¿Has visto algo...?
Aure. (Secamente.) Ná.
Cand. ¿Pero has estao arriba del serro?
Aure. (Como antes.) Sí.
Cand. ¿Y no se distingue...?
Aure. (Idem.) No
Cand . Enciéndele otra vela a San Rafaé.
Aure. (Idem ) Bueno. (Entra en la casa.)
Zurr. ¡Guapa mujer!
Rend. Y que está por él que pega sartos.
Zurr. ¿Es la novia quizá...?
Rend. Eso quisiera ella, pero él...
Zurr. ¿Pues...?
Rend. Como la ha visto cresé a su vera, más la mira como hermana que como otra cosa.
Zurr. Pues la moza bien vale la pena...
Cand. Y es buena como el pan, pá que ná le falte, pero a este nieto mío, como le parten piedras sobre el pecho y no le hacen daño, es difícil llegarle al corazón.
D. Dim . Todo llegará, Candelaria, todo llegará... Y anda, pón a refrescar un poco de vino, que bien lo merecen los que trabajan con tanta fe.
Cand. Algunos sí que trabajan, pero otros... Fíjate en Tinaja, hasiendo siempre el que hase, y siempre sin hasé ná. Así engorda el arrastrao.
D. Dim. ¡Bah!
Rend. Siempre ha sío más vago que un poste.
Cand. A mí es que me frie las tripas. Pa trabajá, el úrtimo, y pa cobrá, el primero. Y hay que pagarle en moneas de cinco pesetas, y hay que verlo cómo se tumba y prensipia a soná los duros, y en cuanto arguno tiene hoja lo degüerve disiendo que las hojas pa los árboles... Pero en esta casa (Por don Dimas), don... «Sensitivo», como el pobre Tinaja es viudo y tiene un hijo, le dá lástima del pobre hijo del pobre Tinaja...
D. Dim . Por cierto que tiene al chico enfermo; es preciso que le lleve al pueblo para que el médico le vea.
Zurr. Buen médico hay en Villaleda, señor cura.
D. Dim. Si, don Francisco Cuesta.
Rend. Ya lo creo, don Francisco Cuesta. En toa la provincia tiene fama. Hasta de Huerva y de Estremadura vienen a verle.
D. Dim . Para los chicos, especialmente, tiene mano de santo; chico que le llevan, chico que sana en un periquete. Ahora diré a Tinaja que se lo lleve esta misma tarde.
Cand. Miralo, acá viene. ¿Qué tendrá él que hacer aqui? El asunto es no trabajar. ¡Vago, más que vago...!
D. Dim. Vamos, ocúpate de lo del vino.
Cand. Antes quiero yo saber a lo que viene Tinaja: tengo ese capricho.
Tina. (Un hombre joven, y con una cara de bestia que espanta entra, en escena por la izquierda, pausadamente, coge un botijo y comienza a beber a morros, que no acaba nunca.)
D. Dim. ¡Jesús...!
Cand. ¡Qué atrocidá!
Zurr. ¡Lo que bebe!
Rend. Como que por eso le llaman Tinaja.
Cand. ¡Qué bestia...!
Rend. Tinaja, que te vas a opilá...
Tina. (Dejando un instante de beber.) Qué opilá, ni qué opilá; el agua a estas horas es jamón. (Sigue bebiendo.)
D. Dim. Pero, hombre de Dios, ¿no comprendes que ahora vas a sudar más?
Tina. (Dejando de beber, pero sin soltar el botijo.) Si, señó, si por eso bebo, don Dimas, pá sudarlo. (Bebe.)
D. Dim. ¡Ah! ¿Es para eso...?
Tina. Claruqui. Sudá lo que se bebe no es malino; lo malino es sudá lo que no se ha bebío. Porque, mirusté, sudá, hay que sudá; porque en verano hay que sudá, y cuando se suda sin haber bebío, pues suda uno los globos blancos de la sangre y la materia que tiene uno dentro, y yo no sudo mi materia por ná der mundo, de mó que a farta de otra cosa, me echo agua hasta que se me ajogan los pensamientos. (Sigue bebiendo.)
Cand. Bueno, pondré a refrescar el vino pa orsequiá a la gente.
Tina. (Dejando de beber, que casi se le cae el botijo.) ¿Pero van a dá vino...?
Cand . Claro.
Tina. (Soltando el botijo.) ¡Mardita sea mi sombra cuadrá ...! ¿Y aonde me meto yo ahora er vino?
Cand. Usté verá.
Tina. Ya podía usté habé avisao, señora...
Cand. ¡Bah...! (Entra en la casa.)
Tina. Que la tié tomá conmigo, señor cura, que no me pué tragá.
D. Dim. Nada de eso, hombre. Tal vez no le seas muy simpático...
Tina. Lo mesmo da «cogélo,» que «agarrálo». El asunto es que no me jáma. ¡Mirusté que habiendo vino...!
Zurr . No se preocupe, hombre; el agua la suda enseguida o así. Con el calor que hace...
Tina . ¿Caló?
Rend. Aquí Zurrimendi, como es de Hernani, no está acostumbrao a las calores y cree que esto es el mársimun.
Tina.