Las aventuras de Alicia en el País de las Maravillas - Lewis Carroll - E-Book

Las aventuras de Alicia en el País de las Maravillas E-Book

Lewis Carroll

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Beschreibung

Las aventuras de Alicia en el País de las Maravillas se publicó originalmente en 1865. Nació de los relatos que Lewis Carroll improvisaba para tres amiguitas suyas, las hermanas Liddell, a una de las cuales está dedicado este libro. Con el paso de los años, Alicia se ha convertido en un libro clásico de la literatura universal, y aunque su autor lo escribió como una historia para niños, personas de todas las edades se lo han apropiado gracias a sus múltiples posibilidades de lectura que encadenan la lógica, las matemáticas, el psicoanálisis, la pedagogía y el juego. La presente edición es traducción directa e íntegra del inglés de Alice's adventures in Wonderland, London William Heinemman, 1907.

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Las aventuras de

Alicia

en el País de las

Maravillas

La presente edición es traducción directa e íntegra del inglés,

de Alice's Adventures in Wonderland, London William Heinemann, 1907.

Primera edición digital,noviembre 2023

Segunda edición,agosto de 2019

Primera edición en Panamericana Editorial Ltda., julio de 1995

© Panamericana Editorial Ltda.

Calle 12 No. 34-30. Tel.: (57 1) 3649000

www.panamericanaeditorial.com.co

Tienda virtual: www.panamericana.com.co

Bogotá D. C., Colombia

Editor

Panamericana Editorial Ltda.

Ilustraciones

Diego Nicoletti

© LanaN - Shutterstock.com

Diagramación

Martha Cadena

ISBN DIGITAL 978-958-30-6732-7

ISBN IMPRESO 978-958-30-5928-5

Prohibida su reproducción total o parcial por cualquier medio sin permiso del Editor.

Hecho en Colombia - Made in Colombia

Las aventuras de

Alicia

en el País de las

Maravillas

Lewis Carroll

Traducción

Mercedes Guhl Corpas

Ilustraciones

Diego Nicoletti

Contenido

Prólogo

Sobre la traducción

Prefacio

Por la madriguera del Conejo

Charco de lágrimas

Una Carrera de comitésy un cuento largo

El Conejo envía una nota

Consejos de una Oruga

Cerdo y pimienta

Un té loco

La cancha de cróquet de la Reina

La historia de la Tortuga falsa

La Cuadrilla de la Langosta

¿Quién robó las tortas?

La declaración de Alicia

Prólogo

El día 4 de julio de 1862 Charles Lutwidge Dodgson, nombre verdadero de Lewis Carroll, salió a dar un paseo en bote con su amigo Robinson Duckworth y las tres niñas Lidell: Lori-na de 13 años, Alice de 1O y Edith de 8, hijas del decano de Christ Church en Oxford, donde Carroll vivía y enseñaba Matemáticas.

En ese paseo por el río, Dodgson contó por primera vez las aventuras de Alicia, cuya protagonista era Alice Lidell. El largo cuento estaba formado por varias historias que reunían sátiras, parodias de canciones, versos de la época y burlas de personajes que las Lidell y otros niños amigos suyos ya cono-cían. A Alice le gustó tanto la historia que le pidió a Dodgson

que la escribiera para ella, y el resultado fue el manuscrito, ilustrado por él mismo, de Las aventuras subterráneas de Alicia, su primer título. Un escritor amigo de Dodgson vio el original y le recomendó que lo publicara, lo que hizo tras revisar y aumentar algunos episodios. La primera edición de Las aventuras de Alicia, su nombre definitivo, se publicó en 1865, con ilustraciones de John Tenniel.

Si se mira superficialmente, pareciera que el joven matemá-tico Dodgson, en un momento de repentina inspiración, hu-biera logrado producir una obra llena de fantasía y acertijos. Desde la publicación de Aliciamuchos creyeron ver en su autor dos personalidades: por un lado el matemático tímido, tartamudo y solterón, y, por otro, el inventor de historias y jue-gos fantásticos con un don especial para relacionarse con los niños. Sin embargo, al adentrarse en la vida del autor inglés, se descubre que tanto las matemáticas como los juegos y las historias, eran solo la excusa que le permitía inventar nue-vos mundos, regidos por otras leyes, bien diferentes a las de la victoriana rigidez de su tiempo; desde este punto de vista Las aventuras de Aliciano son el fruto de una inspiración re-pentina, sino la premeditada elaboración de juegos, parodias y trasgresiones de las leyes que Carroll había meditado desde su niñez.

Tercero de los once hijos del reverendo Charles Dodgson y de Frances Jane Lutwidge, Carroll nació en 1832, en Daresbury, Cheshire, donde su padre era pastor de la Iglesia anglicana. En 1845, su familia fue enviada a Croft Rectory, un lugar alejado donde los niños tenían dificultades para ver a otros niños, lo que llevó a que el pequeño Charles se dedicara a en-tretener a sus hermanos con una serie de revistas caseras que él mismo escribía y dibujaba. En ellas inventaba tierras y seres

fantásticos, dando rienda suelta a su imaginación, estimula-da, al parecer, por su padre, que tenía un gran interés por las matemáticas y un extraordinario sentido del humor que se aprovechaba de lo absurdo y de lo que en inglés se conoce como nonsense(sin sentido).

Carroll pasó su adolescencia en Rugby School, donde se convirtió en un muchacho introvertido y un poco acomple-jado por su tartamudez. En 1851 ingresó en Christ Church en Oxford, y gracias a su excelente desempeño académico, al año siguiente se le otorgó una beca para continuar con sus estudios clásicos. En 1854 empezó a dictar una cátedra de Matemáti-cas, pero su timidez y tartamudez hacían de sus clases un rato particularmente aburrido. Como la beca exigía que Dodgson permaneciera soltero y al servicio de la Iglesia, el 22 de di-ciembre de 1861 fue ordenado diácono de la Iglesia anglicana.

Hubiera podido contraer matrimonio e irse a trabajar a una parroquia, pero creía que su pronunciación entrecortada y su carácter introvertido no le permitían comunicarse con los adultos, por lo que no le interesaba mucho el trabajo de párroco. El joven diácono prefirió permanecer soltero para dedicarse a sus investigaciones en lógica y matemáticas, lle-gando a publicar un buen número de libros sobre el tema, de escasa trascendencia. Aunque la obra del autor no fue muy importante en el campo de las matemáticas, el rigor científico fue esencial para que refinara y diera forma a la fantasía con su particular lógica ilógica.

Además de las matemáticas, desde su infancia sentía interés por la pintura, iba a exposiciones con frecuencia y era ami-go de varios artistas y escritores de su época. Sin embargo, como sus dibujos no lo dejaban satisfecho, prefirió por ello

dedicarse a la fotografía, que era un arte recién inventado; se hizo un experto en el arte de la cámara, y sus retratos de niños alcanzaron cierta celebridad, pero solo ejerció este oficio hasta 1880, cuando consideró que le tomaba demasiado tiempo.

Al parecer la timidez y su defecto de dicción fueron los que lo llevaron a buscar la amistad de los niños, pues frente a ellos no existían las barreras que lo separaban de los adultos. Las niñas Lidell no fueron las únicas amigas que tuvo y de hecho parece que prefería la amistad de las niñas antes que la de los niños. El interés del profesor de Matemáticas de Oxford por las niñas hizo que los padres de algunas de sus amigas llegaran a ver su amistad como una relación casi enfermiza. Otros profesores de Oxford recordaban verlo con frecuencia en las riberas de un río rodeado por niños fascinados con sus historias. Lo curioso es que estos afectos desaparecían con el tiempo; como sucedió con Alice Lidell, a quien vio muy pocas veces después de que cumplió 12 años.

Tras el éxito de Alicia, Dodgson pensó en la continuación de sus aventuras, propósito del que surgió A través del espejo, obra considerada por muchos mejor que Alicia, en donde son más frecuentes las paradojas y los rompecabezas mate-máticos. Esta continuación de Aliciafue publicada en 1871, también con ilustraciones de John Tenniel.

En 1876 Carroll publicó La caza del Snark, largo poema que narra una expedición en busca del Snark, una criatura fabu-losa, que da pie para que el autor desarrolle lo que en inglés se conoce como nonsense, la literatura del sinsentido, de la que se convierte en uno de los mejores exponentes gracias a la maestría de Dodgson para desarrollar juegos de palabras y trastrocamientos lógicos.

Hacia el final de su vida el autor de Aliciase dedicó a un proyecto que no tuvo mucho éxito: Silvia y Bruno.Con esta obra intentaba salirse del patrón establecido con los dos li-bros de Alicia, pero no encontró un sistema adecuado y el resultado fue una colcha de retazos editada en dos tomos, que solo tiene interés para los aficionados a la obra de Carroll, que revistiéndose de paciencia pueden encontrar gusto por los acertijos matemáticos.

Otra posible causa del fracaso de esta novela fue la inten-ción abiertamente didáctica y moralista de su autor, que al exponer el mensaje de forma tan explícita, ocultaba las cuali-dades de la obra. El primer tomo de Silvia y Bruno se publicó en 1889, y el segundo en 1893.

Cuando Dodgson murió, el 14 de enero de 1898, se encon-traba en casa de sus hermanas adonde había ido para curarse de una fiebre contraída mientras trabajaba en la segunda par-te de su Lógica simbólica. Durante mucho tiempo se pensó que los libros de Aliciano tendrían mucha repercusión en el futuro, puesto que perderían vigencia con el tiempo. Sin embargo, Las aventuras de Aliciason ya un clásico de la lite-ratura y siguen leyéndose por niños y adultos, gracias a que se pueden enfocar desde múltiples perspectivas que encade-nan la lógica, las matemáticas, el psicoanálisis, la pedagogía y el juego. Dodgson nos legó un libro que cada cual puede interpretar a su antojo y posiblemente su intención más pro-funda era que los juegos y los trastrocamientos lógicos nos permitieran a todos por igual acompañar a la pequeña Alicia en sus aventuras. Los 120 años de reediciones, montajes tea-trales y películas de Aliciademuestran que Dodgson logró su cometido.

Sobre la traducción

Toda traducción es un laberinto para el traductor, un dilema constante sobre qué camino tomar en el enmarañado tejido de forma y contenido que plantea el autor. El laberinto que presenta Alicia en el País de las Maravillases especialmente intrincado debido a la cantidad de juegos de palabras, y a las burlas y parodias a canciones, versos, personajes y situacio-nes de la época. Seguramente las aventuras de Alicia tenían un sentido determinado para el lector de la época victoriana y hoy día tienen uno ligeramente distinto para nosotros. Sin embargo, hay una línea más o menos constante a lo largo del libro: la sátira de la educación. Se podría concluir que Char-les Dodgson pensaba que la educación victoriana dejaba muy poco lugar para desarrollar la imaginación, y la oprimía con reglas y más reglas de comportamiento y datos de toda clase; la estricta enseñanza contribuía a formar unos niños juicio-sos, obedientes y llenos de información innecesaria. Pero cuando Alicia llega al País de las Maravillas, todos los versos moralistas que se sabe de memoria se subvierten y la lógica maravillosa los convierte en algo ilógico. Para los niños de

la época de Alicia, que conocían los versos originales, esta transformación debía resultar terriblemente divertida y ade-más debía liberarlos de la carga moralista de la época.

Para que ese sentido de parodia no se perdiera, esta tra-ducción no se hizo de forma literal. Se buscaron versos y canciones conocidos para nosotros que tuvieran el mismo contenido y el mismo mensaje que los del original y se tras-trocaron para hacerlos pertenecer al País de las Maravillas. El poema introductorio es una explicación de Dodgson sobre cómo surgió la historia de Alicia, en ese paseo por el río, con el asedio de las Lidell para oír más cuentos que salían de la desbordada imaginación del matemático.

Esta es solo una de las posibles maneras de resolver el la-berinto de traducir Alicia en el País de las Maravillas, pero se consideró importante no desperdiciar el contexto didáctico en el que Dodgson escribió el libro. Por eso el lector puede reconocer los versos y las canciones que Alicia va a repetir de forma tan inusitada a lo largo de sus aventuras.

El tiempo que tomó hacer esta traducción también fue un tiempo de juego. De juego serio, difícil y desafiante, como los juegos de los niños que se olvidan del resto del universo, porque mientras juegan el universo es el juego. ¡Gracias Mr. Dodgson!

Mercedes Guhl

Prefacio

En la dorada tarde

nos deslizamos calmadamente:

pequeños brazos empujan nuestros dos remos,

con poca habilidad,

mientras las pequeñas manos pretenden en vano

guiar nuestro paseo.

¡Ah, crueles Tres! En semejante momento,

bajo ese tiempo de ensueño,

piden un cuento ¡cuando el aire está tan débil

que no puede sostener la pluma más pequeña!

¿Y qué puede lograr una pobre voz

contra tres lenguas unidas?

La imperiosa Prima lanza

su edicto “para empezarlo…”.

Segunda, con tono más amable,

espera que sea “algo absurdo”

y Tercia interrumpe el cuento

no másde una vez por minuto.

Luego, vencidas por el silencio,

persiguen con fantasía

a la niña salida del sueño que viaja por una tierra

de nuevas y extrañas maravillas,

charlando amigablemente con pájaros o bestias,

y casi creen que es verdad.

Y siempre, a medida que la historia

vaciaba los pozos de la fantasía,

y se esforzaba débilmente

para poner el tema,

“descansemos hasta la próxima vez…”.

“¡Ya es la próxima vez!”,

gritaban las alegres voces.

Así creció el cuento del País de las Maravillas:

así lentamente, paso a paso,

sus curiosos eventos fueron creados

y ahora el cuento ha sido contado,

y volvemos a casa, como una alegre cuadrilla

bajo el sol que se pone.

¡Alicia! Toma esta historia infantil,

y ponla con cariño

donde los sueños de la niñez se entrelazan,

en la mística cinta de la memoria,

como la ajada corona de flores del peregrino

traída de una tierra lejana.

Capítulo 1

Por la madriguera del Conejo

Alicia empezaba a cansarse de estar sentada al lado de su her-mana en la ribera sin hacer nada; una o dos veces ojeó el libro que su hermana estaba leyendo, pero no tenía ilustraciones ni conversaciones. “¿Y para qué sirve un libro sin ilustraciones ni conversaciones?”, pensó Alicia.

Estaba considerando (tanto como podía, ya que el calor la hacía sentir soñolienta y atontada) si el placer de hacer una guirnalda de margaritas justificaba el trabajo de levantarse y recoger las margaritas, cuando de pronto un conejo blanco con ojos rosados pasó corriendo cerca de ella.

No había nada muynotable en ello; Alicia no lo pensó muchoal oír que el Conejo se decía:

—¡Caramba! ¡Caramba! ¡Voy a llegar tarde! —(cuando lo pensó más tarde, se le ocurrió que debería haberse extra-ñado, pero para ese momento le pareció muy natural); pero cuando el Conejo sacó un reloj del bolsillo de su chaleco, y lo miró, y luego se apresuró, Alicia se puso de pie, porque se le ocurrió que nunca había visto un conejo con un bolsillo en el chaleco ni con un reloj para sacar de allí, y ardiendo de curiosidad, corrió por el campo tras él, y llegó justo a tiempo para verlo desaparecer por una gran madriguera bajo el seto.

En un momento, Alicia fue tras él, sin pensar en cómo haría para salir de allí otra vez.

La madriguera corría derecha como un túnel un buen tre-cho, y después se hundía hacia abajo de repente, tan de repente que Alicia no tuvo ni un instante para pensar en detener-se antes de verse cayendo en lo que parecía ser un pozo muy profundo.

O bien el pozo era muy profundo, o Alicia caía muy des-pacio, tanto que tenía tiempo de mirar lo que pasaba a su alrededor a medida que caía, y para preguntarse qué suce-dería. Primero, trató de mirar hacia abajo para saber adónde se dirigía, pero estaba muy oscuro y no se veía nada; luego, miró a los lados del pozo, y vio que estaban llenos de alacenas y repisas; vio mapas y cuadros aquí y allá colgando de clavos. Alicia, al pasar, tomó un frasco de una de las repisas; decía “MERMELADA DE NARANJA”, pero se desilusionó porque estaba vacío: no quería dejar caer el frasco por temor a matar a alguien que estuviera más abajo, así que se las arregló para ponerlo en otra repisa por la que pasó.

—Bueno —se dijo Alicia—, ¡después de esta caí-da no volveré a quejarme cuando me ruede por las escaleras! ¡En casa van a pensar que soy muy valiente! ¡No voy a decir ni mu, incluso si me caigo desde la punta del tejado! (Que bien podría suceder).

Abajo, abajo, abajo. ¿Sería que la caída nuncaiba a terminar?

—Me pregunto cuántas millas habré caído hasta ahora —dijo en voz alta—. Debo estar cerca del centro de la Tierra. A ver: eso deben ser cuatro mil millas hacia abajo, creo.

Como ven, Alicia había aprendido varias cosas de este tipo en el colegio, y aunque no era una muybuena oportunidad para demostrar su conocimiento, ya que no había nadie allí que la escuchara, era bueno practicar repitiéndolo.

—Sí, esa, más o menos, es la distancia correcta; y me pre-gunto qué latitud o longitud habré alcanzado —Alicia no tenía la menor idea de lo que eran latitud o longitud, pero pensó que eran palabras que sonaban importantes.

Al poco rato empezó de nuevo.

—¿Qué tal que caiga a travésde la Tierra? ¡Sería muy chis-toso salir entre la gente que camina con la cabeza hacia abajo! Los antipáticos, creo —se alegraba de que nohubiera nadie escuchando esta vez, porque no le parecía que fuera la pala-bra correcta—pero tendré que preguntarles el nombre de su país, algo así: “Perdone señora, ¿es esto Nueva Zelanda o Aus-tralia?” —y trató de hacer una reverencia mientras hablaba… ¡Extraño hacer una reverenciacuando uno va cayendo! ¿Po-drían hacerlo?—¡Y van a pensar que soy una niñita ignorante por preguntar semejante cosa! No, mejor no voy a preguntar; tal vez lo encuentre escrito en alguna parte.

Abajo, abajo, abajo. No había nada más qué hacer, así que Alicia empezó a hablar de nuevo.

—¡Dinah me va a extrañar mucho esta noche, creo! —Dinah era su gata—. Espero