Las novelas tontas de ciertas damas novelistas - George Eliot - E-Book

Las novelas tontas de ciertas damas novelistas E-Book

George Eliot

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Sin cortapisas, sin reservas impuestas por los convencionalismos sociales y culturales de su tiempo, con un sarcasmo feroz y la agudeza intelectual que le es propia, George Eliot pasa implacable factura en "Las novelas tontas de ciertas damas novelistas" a los desaciertos de la narrativa más ramplona de algunas afamadas escritoras de su época. En el que fuera su ensayo más célebre, cuyo tema sigue despertando polémica en nuestros días, la genial autora inglesa plantea sus tesis con un toque de ironía a partir de ejemplos representativos de los argumentos predecibles, los personajes falseados, los estilos remedados y los diálogos inverosímiles que ciertas damas novelistas pusieron al servicio de sus pretensiones moralizantes, prosaicas o, directamente, jactanciosas. Punzante, entretenidísima y profundamente lúcida, George Eliot parodia las tópicas novelas que dominaban los listados de ventas de su tiempo, con sus encantadoras y hermosas heroínas, y sus previsibles y azucarados finales.

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Las novelas tontas de ciertas damas novelistas

George Eliot

Traducción del inglés e introducción

a cargo de Gabriela Bustelo

Introducción

Desmontando el eterno femenino

Este ensayo —que la editorial Impedimenta publica por primera vez en español— es tan rabiosamente moderno que al leer algunos de sus párrafos cuesta creer que se escribieran antes de inventarse la bombilla. Su autora, George Eliot, está considerada una de las cuatro grandes figuras de la narrativa inglesa, junto con Jane Austen, Henry James y Joseph Conrad. Mujer de ideas claras y temperamento fuerte, lo primero que llama la atención sobre ella es su seudónimo masculino, que se puso, según explicó ella misma, para conseguir que su literatura se tomara en serio. En el sigloxixlas mujeres firmaban sus obras sin el menor problema, pero lo que Mary Ann Evans pretendía con sunombre-tapaderaera huir del estereotipo de las escritoras de sus tiempos, que solo le parecían capaces de producir tontorronas novelas románticas. Con este furibundo opúsculo contra la trivialidad de la literatura femenina, George Eliot se posicionó claramente en contra de la mayoría de sus autoras coetáneas. Si en sus tiempos logró ocasionar un revuelo, hoy genera un fervor que va en aumento año tras año. Reeditado constantemente en Inglaterra y en Estados Unidos, tiene tal éxito que las obras criticadas por Eliot, pese a ser novelas rosas muy menores, se estudian hoy en los cursos de escritura, según cuenta con sorna William S. Peterson, crítico literario delNew York Times.

George Eliot nació en 1819 en el pequeño pueblo de Chilvers Coton (Warwickshire), cuyos habitantes le sirvieron de inspiración para sus mejores novelas. Hija de un carpintero que ascendió a mayoral de finca, estudió en la escuela local de Nuneaton y después en un internado de Coventry. A los 17 años, tras la muerte de su madre y el matrimonio de su hermana mayor, regresó a casa para cuidar a su padre. Obligada a dejar los estudios, a partir de entonces fue autodidacta, pero su padre le dio una estricta formación religiosa, contra la que se rebelaría en 1841, cuando empezó a leer las obras racionalistas que marcarían de por vida su pensamiento.

Su primer trabajo literario fue la traducción, oficio en el que se inició con laVida de Jesúsdel teólogo alemán David Strauss, y que compaginaría durante el resto de su vida con la escritura y el periodismo. En 1851 viajó durante dos años por Europa y a su regreso empezó a reseñar libros para la revistaWestminster Review. Al convertirse en subdirectora de la publicación entró en contacto con las principales figuras literarias de la época: Harriet Martineau, John Stuart Mill, James Froude, Herbert Spencer y George Lewes. Conocer a Lewes, filósofo, científico y crítico, fue uno de los acontecimientos más importantes de su vida. Se enamoraron y decidieron vivir juntos a pesar de que Lewes estaba casado y no podía divorciarse. Sin embargo, Eliot consideró su larga y feliz relación con Lewes como un matrimonio.

Esta circunstancia también fue determinante en su decisión de adoptar un seudónimo masculino, pues era un medio eficaz para evitar el escándalo en torno a su convivencia con un hombre casado, situación que se prolongaría durante 20 años largos. En la sociedad victoriana las relaciones extramaritales estaban a la orden del día, como en todas las épocas de la humanidad, pero los coetáneos de Eliot —Wilkie Collins, por ejemplo— llevaban sus devaneos con discreción. Lo rompedor de la pareja Lewes-Eliot fue el hecho de que vivieran juntos sin el menor disimulo. En el alias de la autora hay un enternecedor detalle romántico, o tal vez un ansia de sacralizar ese amor ilegítimo, pues el «George» era, obviamente, en honor al nombre de pila de Lewes. En su vida no literaria, sin embargo, la autora empleaba el nombre de Marian Evans Lewes, ya que se consideraba, como hemos dicho, la esposa del hombre con quien compartía techo.

La autora deLas novelas tontas de ciertas damas novelistasno fue, por tanto, una persona corriente. George Eliot, que decidió otorgarse a sí misma una libertad mucho mayor de la que le hubiera correspondido en la Inglaterra victoriana, formó parte del círculo intelectual más avanzado de su país, logró forjarse una carrera literaria cuyo prestigio pervive hoy y, por si esto fuera poco, tuvo relaciones sexuales abiertas con un buen número de hombres.Middlemarch, su novela más conocida, es uno de los puntales de la literatura británica, hasta el punto de que autores de la talla de Martin Amis y Julian Barnes la consideran la mejor novela escrita en inglés.

Pero la obra cumbre de Eliot es, como las otras doce que escribió, una novela costumbrista inseparable de su tiempo. El asunto de la literatura femenina que se trata en este ensayo, sin embargo, está absolutamente al día. ¿Quién escribe mejor, un hombre o una mujer? ¿Hay «temas femeninos» y «temas masculinos»? ¿Por qué se sigue vendiendo la novela rosa? ¿El fin último de la literatura es el entretenimiento o el arte? ¿Las mujeres leen más o leen peor? Todas estas preguntas, que intentan responder hoy periodistas y escritores del mundo entero, son las mismas que abordó Eliot con una pasión casi cruel en esta ingeniosa pieza publicada en la revista Westminster Review en 1856.

Dicho esto, dejémosla a ella que nos responda a la pregunta más obvia. ¿Qué es una novela tonta? Eliot lo deja bien claro desde el principio. Se trata deun género con muchas subespecies que, según la calidad concreta de la tontería que predomine en ellas, pueden ser superficiales, prosaicas, beatas o pedantes. Pero la amalgama de todas estas subespecies variopintas produce un género —basado en la fatuidad femenina— donde pueden incluirse la mayoría de estas novelas, que podríamos llamar del estilo de «artimaña y confección». Más adelante, cuando el texto alcanza su punto de ebullición, por así decirlo, Eliot puntualiza el concepto con mordacidad. Tras admitir que podría parecer una impertinencia calificar de «tonta» a una novela, asegura tajantemente que este epíteto se emplea con conocimiento de causa, «pues la modalidad más traviesa de la tontería femenina es la modalidad literaria, porque tiende a confirmar el prejuicio popular contra una educación femenina más sólida».

No hace falta mucha imaginación para localizar el género de «artimaña y confección» del siglo xxi, pues se conserva casi idéntico —con las correspondientes actualizaciones sociales, culturales y tecnológicas propias de nuestra época— al descrito por George Eliot. No en vano el género más comprado, leído y escrito por mujeres es el que siempre se ha llamado despectivamente «novela rosa», desde la gama supuestamente intelectualizada al estilo de Isabel Allende hasta las novelas de Helen Fielding (El diario de Bridget Jones) o de Candace Bushnell (Sexo en Nueva York). Una de las quejas de Eliot —que, como hemos mencionado, nació en un hogar de clase media-baja— hace referencia a la insistencia de las autoras de novela tonta en describir las absurdas peripecias de la alta sociedad, cosa que reduce el mundo a una élite que tal vez sea la menos interesante: Si en sus narraciones produce un asombro constante la falta de verosimilitud de esa alta sociedad en la que aparentan vivir, tampoco parecen tener trato con ninguna otra forma de vida. Si los caballeros y damas que retratan son improbables, sus hombres de letras, sus comerciantes y sus campesinos son imposibles; y tienen un intelecto peculiarmente dotado para reproducir con imparcialidad tanto lo que han visto y oído, como lo que no han visto ni oído, ambos con idéntico desacierto.