Lazos invisibles - Karen Rose Smith - E-Book
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Lazos invisibles E-Book

Karen Rose Smith

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Beschreibung

Aquélla fue la llamada que habría deseado no recibir jamás Dylan Malloy había perdido toda la familia que tenía. Su hermana y su cuñado estaban muertos y su bebé prematuro luchaba por sobrevivir en un hospital de Wyoming. El inquieto fotógrafo no tardó en acudir junto a su sobrino, pero al llegar allí descubrió que la custodia del pequeño Timmy no le correspondía a él. No comprendía cómo su adorada hermana no le había dejado a él la custodia del niño… sino a su amiga Shaye Bartholomew. Shaye quería muchísimo a Timmy, eso era evidente, pero Dylan no estaba dispuesto a renunciar a él sin luchar… ni tampoco podía negar la química que existía entre él y la mujer que se interponía en su camino.

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Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley.

Diríjase a CEDRO si necesita reproducir algún fragmento de esta obra.

www.conlicencia.com - Tels.: 91 702 19 70 / 93 272 04 47

 

 

Editado por Harlequin Ibérica.

Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Avenida de Burgos 8B

Planta 18

28036 Madrid

 

© 2006 Karen Rose Smith

© 2022 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Lazos invisibles, n.º 1643- septiembre 2022

Título original: Custody for Two

Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.

 

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.

Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

® Harlequin, Julia y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.

Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited.

Todos los derechos están reservados.

 

I.S.B.N.:978-84-1141-100-4

 

Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

Índice

 

Créditos

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Capítulo 12

Capítulo 13

Capítulo 14

Si te ha gustado este libro…

Capítulo 1

 

 

 

 

 

NO PODÍA creer que su hermana hubiera confiado a su hijo a Shaye Bartholomew en vez de a él. Todavía aturdido después de dos días de viaje, Dylan Malloy entró en la Unidad de Cuidados Intensivos de la sección de neonatos. Su mirada se centró en la mujer que estaba sentada junto a la diminuta cama de Timmy… la mujer que tenía la custodia de su sobrino.

La llamada de Walter Ludlow había sido un terrible golpe y Dylan aún se resentía. Su abogado y mentor, le había llamado a Tasmania desde Wild Horse Junction, Wyoming, y le había dicho: «No me resulta fácil decirte esto. Julia y Will han tenido un grave accidente. Will murió en el acto y Julia resistió hasta que le sacaron por cesárea al pequeño Timmy, pero la hemos perdido también».

«La hemos perdido también».

No lograba borrar de su mente aquellas palabras. Pero eso no había sido lo único que le había dicho Walter. Había continuado diciendo: «Julia le ha dado la custodia legal a Shaye Bartholomew. No quería ser una nueva carga para ti.

Dylan no podía hacerse a la idea de haber perdido a Julia. La pena lo envolvía como una sombra negra, filtrándose por todos los poros de su piel, sin dejar sitio para nada más.

—Lucha, Timmy, lucha —oyó que decía Shaye Bartholomew animando al bebé con voz quebradiza.

El médico le había explicado a Dylan cuál era el estado del bebé. Había cumplido veintiocho semanas en el vientre de Julia. Tenía muchas posibilidades de sobrevivir, pero con tantos tubos y cables conectados a su pequeño cuerpo, a Dylan le costaba creerlo. Se preguntaba si Shaye creería ya que Timmy era suyo. La observó mientras ésta se inclinaba sobre la camita, moviendo los labios levemente, como si rezara.

Como fotógrafo de naturaleza, Dylan había aprendido a mantenerse inmóvil y tener paciencia, pero en ese momento tenía demasiadas preguntas y Shaye Bartholomew sabía todas las respuestas.

Atravesó la habitación y retiró la vista de la cama.

—¿Señorita Bartholomew?

La mujer dejó escapar un leve quejido de sorpresa al verlo y entonces recordó quién era. Se habían conocido en la ceremonia de graduación de la universidad de Julia. Shaye tenía un año más que su hermana y las dos se habían hecho grandes amigas.

—Señor Malloy. Siento mucho lo de Julia —dijo ella con los ojos llenos de lágrimas.

Dylan sintió la necesidad de tomar a aquella mujer en sus brazos para tratar de reconfortarse mutuamente, pero no sabía por qué. Sabía que debía tener un aspecto de lo más descuidado. No se había afeitado en dos días, tenía el pelo demasiado largo y desarreglado, y llevaba la camiseta arrugada de haber estado durmiendo con ella.

—He venido lo antes posible —dijo.

Estaba fotografiando canguros cuando había recibido la llamada y tenía la sensación de que hubiera ocurrido siglos antes.

Shaye se puso de pie y dejó que Dylan se acercara a la cama de Timmy. Dylan vio el reflejo de la luz artificial en el cabello castaño oscuro a la altura de los hombros y en los ojos ambarinos de la mujer. Cuando sus miradas se encontraron, el dolor que éste sentía varió ligeramente, pero dejó que regresara en cuanto rompió el contacto visual con ella y miró a su sobrinito.

Timmy tenía el pelo castaño claro y los ojos verdes… como Julia… y como él.

—Durante el embarazo de Julia, hablamos mucho sobre nombres de bebé —dijo Shaye suavemente—. Decía que si era niña quería llamarla como su madre, y si era niño como su padre.

Ironías de la vida, al igual que había sucedido con Julia y su marido, sus padres también habían muerto en un accidente de coche. Aquella noche, los Servicios Sociales los llevaron a un hogar en Cody. Aquel día, Dylan había tenido que dejar a un lado el aturdimiento por lo sucedido para cuidar de su hermana. Ahora, también tenía que dejarlo a un lado para hacerse cargo del hijo de Julia.

Dylan miró a Shaye de nuevo y no pudo evitar el tono amargo de su voz.

—Quiero saber por qué mi hermana le ha dado a usted la tutela de Timmy. Sé que la madre de Will está demasiado frágil para ocuparse…

Se interrumpió cuando uno de los monitores comenzó a pitar violentamente. Al momento, una enfermera apareció mientras otra salía corriendo a buscar al médico.

Un doctor con bata blanca entró a continuación. Una de las enfermeras le puso una mano en el brazo a Shaye y se dirigió a Dylan.

—Por favor, esperen fuera.

—Quiero saber qué está pasando —exigió Dylan. El miedo por lo que pudiera ocurrirle al bebé le había acelerado el pulso.

—Tenemos que dejarles trabajar —dijo Shaye tomando a Dylan por el codo—. Saben lo que hacen. El médico nos mantendrá informados en cuanto lo estabilicen. Tenemos que hacer lo que sea mejor para él. Aquí estamos estorbando.

Tras observar nuevamente al personal sanitario, Dylan cobró conciencia de que efectivamente estaba estorbando. Dylan se soltó de Shaye y se dirigió a grandes zancadas a la puerta.

 

 

¿Dylan Malloy había vuelto a Wild Horse Junction para llorar a su hermana o tan sólo para reclamar a su sobrino?

Shaye inspiró débilmente, tratando de encontrar la fuerza para continuar desde que le dieran la noticia de la muerte de Julia y Will. Salió al pasillo y se dirigió a la sala de espera. Dylan estaba fuera caminando de un lado a otro.

—No quiero estar tan lejos —dijo Dylan mirando hacia la UCI.

Shaye deseó poder hacer algo para aliviar su sufrimiento, pero nadie podía hacerlo.

—¿Ha hablado con el médico?

—Cuando esperaba el avión en Londres.

—Entonces sabe que ahora todo depende de cómo responda a los antibióticos y a la ayuda que está recibiendo.

—Eso lo comprendo. Lo que no comprendo es lo demás. ¿Por qué Will dejó que Julia saliera con tan mal tiempo? Estaba embarazada de casi siete meses, ¡por todos los santos!

Era lógico que Dylan buscara a alguien a quien echar la culpa, era lo normal cuando sucedía una catástrofe, y Dios sabía que Dylan y Julia ya habían sufrido mucho. Lo único que Shaye podía hacer era decirle lo que sabía.

—Julia llevaba una semana sin salir de casa por el mal tiempo. Will no la dejaba ni salir a la acera cubierta de nieve, temeroso de que pudiera ocurrirle algo. Pero Julia estaba volviéndose loca. La mañana del…

Shaye se detuvo a pesar de sus esfuerzos por mantener el control. Se aclaró la garganta y continuó.

—La mañana del accidente, pasé por su casa. Estaba de muy buen humor. Me dijo que había convencido a Will para que la llevara a casa de los Johnson esa noche. Se suponía que el tiempo no iba a empeorar.

—Pero los Johnson viven en las montañas. Esas carreteras son muy traicioneras en cualquier época del año, mucho más si hay nieve —murmuró Dylan al tiempo que alejaba la vista de ella.

Shaye no sabía qué hacer, y eso era algo inusual en ella. Como trabajadora social, estaba acostumbrada a manejar situaciones incómodas, pero aquélla era demasiado personal. Había algo en aquel hombre que la conmovía, y eso, unido a la lucha del pequeño Timmy por la supervivencia, la hacían sentirse insegura.

Dylan la miró de nuevo, su gesto sugería a gritos que estaba conteniendo las emociones, la frustración.

—¿Sabía que Julia iba a darle la tutela?

—Sí, lo sabía —respondió ella con tranquilidad, preparándose para lo que fuera a pasar a continuación.

—Julia hablaba mucho de usted, señorita Bartholomew. Sé que eran buenas amigas. Pero necesito saber por qué y cómo se forjó este… legado.

—Llámeme Shaye —murmuró ella sin saber muy bien por qué quería que la tuteara—. Sentémonos —dijo haciendo un gesto hacia el interior de la sala de espera.

Tras mirar hacia la UCI nuevamente, Dylan la siguió. Ella se sentó, pero él se quedó de pie. Shaye se sentía como una colegiala frente al director del colegio, y le pareció completamente ridículo. En su trabajo, había aprendido a mantener su posición. Haber cuidado a sus dos hermanos le había enseñado a mostrarse firme si no quería que le pasaran por encima. Sin embargo, en presencia de Dylan Malloy, su confianza parecía desvanecerse.

—Como sabes, Julia y yo nos conocimos en la universidad. Como las dos vivíamos en Wild Horse Junction, íbamos y veníamos juntas de Laramie. Al principio, pensé que era una chica reservada, pero después me di cuenta de que lo hacía para protegerse. Me contó lo que les ocurrió a vuestros padres y el tiempo que estuvisteis en un hogar de acogida.

Recordaba la historia que le había contado Julia sobre cómo Dylan y Walter Ludlow se habían hecho amigos. Cuando tenía dieciocho años, Dylan se graduó en el instituto de secundaria y encontró trabajo en un periódico local. Tras eso, se había dirigido al fiscal para decirle que necesitaba un abogado para poder pedir al juez la tutela legal de su hermana.

Julia tenía ocho años y Dylan dieciséis cuando quedaron huérfanos y Dylan sabía que su hermana era muy infeliz en la casa de acogida. Había removido cielo y tierra para conseguir su custodia. Se había asegurado de que estuviera sana, salva y feliz hasta que se fue a la universidad. Entonces se marchó de Wild Horse Junction para perseguir sus sueños.

—Julia no paraba de decirme lo agradecida que te estaba por haberla rescatado —dijo Shaye dulcemente.

—Y aún tardé más de lo que hubiera querido —murmuró él recordándolo.

—Lo hiciste cuando te fue posible.

—Cuando te licenciaste, proseguiste tus estudios —dijo él ignorando el comentario.

—Exacto. Cuando volví a Wild Horse Junction, Julia había conocido a Will y se habían fugado para casarse.

—Me dijo que no quería una gran boda —murmuró Dylan—. Pero yo quería regalarle una.

—Creo que Julia y Will querían comenzar su vida juntos sin demasiado revuelo. A menudo me decía que deseaba formar un hogar y una familia, un lugar al que pertenecer.

—Sabía que podía contar conmigo —insistió Dylan.

—Sí, lo sabía, pero también se daba cuenta de que te habías sacrificado por ella durante ocho años. Ocho años en los que dejaste de lado tus sueños por ella. Julia sabía lo mucho que significaba para ti convertirte en fotógrafo de naturaleza.

—No tanto como me importaba ella.

—Y se lo demostraste. Te quedaste aquí trabajando en el periódico cuando lo que deseabas era tomar un avión que te llevara a algún lugar exótico.

—Parece que sabes muchas cosas de mí —dijo él, mirándola con una penetrante intensidad en sus ojos verdes—. Es un poco incómodo porque yo no te conozco. ¿Tienes alguna experiencia cuidando niños?

—En mi trabajo, a veces tengo que hacerlo. Pero además de eso… mi madre murió cuando yo tenía diez años. Tenía dos hermanos de ocho y cinco años. Mi padre, que es cardiólogo, no estaba mucho en casa, así que yo tuve que encargarme de ellos.

—¿Tú sola?

—No, mi padre contrató una asistenta, pero ella no les contaba cuentos antes de ir a dormir, ni tampoco sabía dónde guardaban sus juguetes favoritos. No se tomaba la molestia de hacerles galletas ni los ayudaba a construir una casa de juegos.

—Entonces tú te convertiste en hermana y madre —dijo Dylan.

—A veces los límites entre ambas cosas se difuminan. No estoy muy segura de que a ellos no les molestara, aunque también lo agradecieran.

Dylan miró por la ventana de la sala como si quisiera volver al pasado, tal vez a los años que había pasado en casas de acogida, los años en los que Julia había sido toda su vida, los años en los que perseguía una vocación.

—Yo nunca traté de ser un padre para Julia. Éramos hermanos y ése era el único lazo que necesitábamos. Al menos, eso creía yo.

Shaye veía que Dylan estaba pensando en Timmy sin comprender por qué Julia le había dado a ella la tutela legal en vez de a él. Ella se lo había explicado, pero tal vez su explicación no le resultara suficiente.

El ruido de unos pasos fuera de la sala de espera precedió a la entrada del doctor Carrera.

—Hemos estabilizado a Timmy y lo tenemos monitorizado. Creo que será mejor para los dos si nos deja trabajar. Tómese un descanso. Salga a dar una vuelta y coma algo.

—¿Y si ocurre algo? —preguntó Shaye.

—Tengo su número de móvil —dijo el médico amablemente.

—También tiene el mío —dijo Dylan con tono brusco—. Se lo he dejado a las enfermeras.

El médico los miró de hito en hito.

—Sé que, legalmente, Shaye es la tutora, pero me doy cuenta, señor Malloy, que usted es un familiar directo. ¿Hay algo que debiera saber?

Dylan se movió entonces con sorprendente agilidad, como uno de los hermosos animales que fotografiaba. Shaye pensó automáticamente en un tigre macho.

Se colocó al lado del médico y se metió las manos en los bolsillos de sus pantalones.

—Me enteré de la muerte de Julia el domingo. Ni siquiera he tenido tiempo de ducharme o cambiarme de ropa desde que dejé Tasmania, y no he podido dormir en el avión. Aún no he asumido el hecho de que no volveré a ver a mi hermana, y mucho menos la sorpresa de que Shaye vaya a ser la madre de mi sobrino. Shaye y yo tenemos que hablar —miró entonces por encima del hombro—. ¿Salimos fuera?

La mayoría de los hombres habrían sugerido tomar un café en la cafetería del hospital o en algún restaurante cercano, pero Dylan Malloy no. Él quería dar un paseo en una fría tarde de febrero en Wyoming. La parka azul zafiro de ella colgaba de un perchero de metal en un rincón de la sala de espera. También había una cazadora bomber de cuero que Shaye supuso sería de Dylan.

Dylan paseó la mirada por su blusa color azul grisáceo, sus pantalones azul marino y hasta sus botas negras.

—¿Te importa que salgamos a dar una vuelta? —le preguntó—. Si no quieres, supongo que también podríamos hablar de ello aquí.

En los últimos dos días, Shaye no había abandonado las paredes del hospital. Necesitaba tanto como él un poco de aire fresco.

—Si ocurriera algo, tengo el móvil de los dos —dijo el doctor haciendo gala de toda su diplomacia y salió de la sala.

Ninguno de los dos dijo nada mientras se dirigían al ascensor. Dylan apretó el botón. Shaye se envolvió el cuello con la bufanda y después se sacó el pelo de debajo. Metió las manos en los bolsillos y sacó un gorro de lana y se lo puso.

Cuando entraron en el ascensor, Shaye notó la mirada de Dylan sobre ella y se dio cuenta de que todo su cuerpo respondía a esa mirada, a él. Sentía más calor del que debería y lo atribuyó a los nervios, a la ansiedad que le producía el estado de Timmy, y a todo lo que había ocurrido. No era posible que un hombre pudiera caldear todo su cuerpo sólo con una mirada. Eso nunca le había ocurrido con Chad, a pesar de haber creído que estaba enamorada de él. También había creído que él estaba locamente enamorado de ella. Pero estaba equivocada. Sí, ella lo había amado, pero al parecer, Chad había visto la relación como algo pasajero.

Consciente de la presencia de Dylan a su lado, se puso algo nerviosa. Habitualmente, sabía qué decir y cómo decirlo. ¿Por qué no en ese momento? ¿Porque la situación era muy grave y eso incluía el haberse convertido en madre? ¿Porque el dolor que compartían podría formar un lazo que ninguno de los dos quería?

En el vestíbulo, Shaye se puso unos guantes de piel marrones.

—¿Estás segura de que quieres salir? Yo estoy acostumbrado a andar. Es la única forma de dar con la foto perfecta, pero también la manera de solucionar un problema o encontrar la respuesta a algo.

Ella no pudo evitar que su mirada recayera sobre su tosco cabello que le caía casi hasta los hombros. Llevaba las manos descubiertas, aunque sí utilizaba zapatos de aspecto grueso y resistente.

—¿No vas a tener frío? Pronto anochecerá y hace viento.

—No creo que un paseo alrededor del hospital vaya a matarme.

Según su hermana, aquel hombre había escalado un glaciar para conseguir la foto que quería. Su preocupación por él era del todo injustificada.

—No quería…

Dylan levantó una mano y la interrumpió a modo de disculpa por haberse mostrado tan desagradable. Shaye pudo ver en sus ojos verdes la angustia por lo que le había sucedido a Julia y por Timmy.

—Está bien. Vamos.

Se dirigieron a la puerta.

Situada en la falda de las montañas Painted Peak, Wild Horse Junction nació en el siglo dieciocho y algunos de los edificios originales de la época aún perduraban. La ciudad era una mezcla de lo antiguo y lo moderno, lo clásico y lo contemporáneo, empezando por Clementine, el salón que había pasado de ser un bar de música country a un restaurante-asador moderno y terminando por la tienda de monturas, el área comercial y el moderno hospital, St. Luke. Wild Horse tenía un poco de todo.

Hubo una vez en que Shaye pensó en abandonar Wild Horse. Lo habría hecho, para seguir a Chad, aunque ella en realidad no quería hacerlo. Su familia estaba allí. Sus amigas, Gwen y Kylie, a las que conocía desde pequeña, seguían allí. Durante la época de turismo, todo tipo de gente llegaba a la ciudad, y a ella aquello le parecía interesante, emocionante. Aunque después ellos se iban y ella se quedaba. Así era como le gustaba.

Al contrario que a Dylan Malloy.

Julia le había contado que su hermano soñaba con huir de allí desde que era pequeño, desde que su padre le comprara su primera cámara.

—¿Una vuelta alrededor del hospital o cruzamos la calle y entramos en el parque? —preguntó Dylan al salir del edificio.

—Al parque.

El parque de Wild Horse no era un parque normal. La ciudad había recibido su nombre por los caballos salvajes que solían pastar por las Painted Peaks y que ahora vivían en la zona de Bigh Horns, a una hora de camino. A principios del siglo diecinueve, hicieron esculturas en bronce de los hermosos animales y las repartieron por el parque. Había además bancos de hierro forjado, y todos los años en primavera, el Ayuntamiento se ocupaba de pintarlos y mantenerlos en perfecto estado para la llegada de los turistas.

Se imaginaba llevando a Timmy al parque, empujando su carrito. Cuando creciera, jugaría en los columpios de la parte sur del parque. Durante los últimos dos días había imaginado el futuro. Pensar en ello la ayudaba a olvidar la pérdida. Los ojos le escocían por todas las lágrimas que había derramado y casi deseó poder llorar hasta volverse insensible en vez de tener que asumir la pérdida.

Esperaron para poder cruzar. No habían hecho sino bajar de la acera cuando un todoterreno dio la vuelta a la esquina y pasó a su lado a toda velocidad. Dylan tomó a Shaye por el codo y la sostuvo en actitud protectora hasta que pudieron cruzar. Por improbable que pudiera parecer, Shaye notó el calor que despedían sus dedos cuando la tocó.

Dylan la miró como si también él lo hubiera sentido, y aunque la noche estaba cayendo sobre la ciudad, Shaye creyó ver cierta excitación en su cara… como si una corriente los hubiera atravesado.

Nerviosa, Shaye cruzó la calle con Dylan, las grandes zancadas de éste la obligaron a acelerar el paso. Cuando entraban en el sendero empedrado del parque, delgados copos de nieve empezaron a caer sobre ellos. Shaye levantó el rostro y el tacto de los copos de nieve parecieron limpiar un poco el caos en el que se había visto metida en los últimos días.

Dylan se detuvo en seco y su voz sonó áspera.

—Ojalá tuviera aquí mi cámara.

—¿Por qué?

—Porque nunca he fotografiado esa mirada en una mujer, como cuando has levantado la cara hacia el cielo.

Shaye se sintió instantáneamente invadida por una oleada de excitación y no supo cómo responder.

—¿Sueles fotografiar gente? Las fotos de las revistas que me enseñó Julia eran sobre todo de animales.

—A la mayoría de la gente le gusta que le hagan fotos. A mí me gusta más poder sacar una foto de un animal que ignora mi presencia, fotografiarlo en su hábitat natural, relacionándose con otros animales. Es más genuino y sincero.

—¿Y las personas no son así?

—Las personas son mucho más complicadas. Casi todo lo que hacen tiene un motivo.

—¿Por ejemplo? —intentó sonsacarle ella.

—¿Sueles tratar con familias de acogida?

—Sí.

—Ahí tienes muchos motivos. Sé que el sistema está sobresaturado. Sé que constantemente se necesitan hogares para niños, pero ni Julia ni yo tuvimos experiencias agradables. A las familias en las que nos colocaron no los movía la compasión.

—Julia me dijo que el padre de la familia de acogida que le fue asignada, bebía. Y que cuando lo hacía, se volvía violento.

—Es cierto. Tuve que sacarla de allí.

—¿Y la familia que te acogió a ti?

—Yo no me quedé mucho tiempo —dijo él sacudiendo la cabeza como si su experiencia no tuviera importancia.

—Dos años pueden hacerse muy largos cuando no se es feliz.

—Eres muy perceptiva —dijo él, deteniéndose de nuevo.

—Tengo que serlo en mi trabajo. Tengo que utilizar mi intuición tanto como mi formación.

—La familia que me asignaron sólo quería el dinero que recibían cada mes. Yo les venía bien para hacer todo tipo de tareas en la casa, pero no se ocupaban de mí.

—Lo siento mucho —dijo ella, y hablaba en serio.

—Hace mucho de eso y ya lo he olvidado. Pero puedo decir de primera mano que el altruismo no forma parte de la mayoría de la gente.

—Tú no pensabas en ti mismo cuando creaste una vida para Julia y para ti.

—Ella era mi hermana.

Shaye comprendió que esa era la única explicación que pensaba darle. Caminaron unos minutos bajo los árboles que se iban blanqueando. Las ramas se mecían con la brisa.

—¿Crees que tuvo una premonición? —preguntó Dylan de pronto—. ¿Crees que por eso te eligió a ti como tutora antes de que naciera el bebé?

—No lo sé. Sé que Julia no quería correr riesgos con su hijo, que habría hecho cualquier cosa para asegurarle el futuro.

Deteniéndose de nuevo, Dylan la tomó por el brazo y la miró a los ojos.

—Tú eres una mujer soltera. Tienes una carrera. ¿Quieres ser la madre de Timmy?

Había llegado el momento de decir todo lo que pensaba al respecto. Consciente del tacto de la mano de Dylan en su brazo, y de la magnética mirada de sus ojos, la curiosidad por aquel hombre aumentó y tuvo que aplacarla.

—Quiero ser la madre de Timmy con todo mi corazón y mi alma. Haré todo lo que esté en mi mano para asegurarme de que crezca hasta convertirse en un hombre del que Julia estaría orgullosa.

Dylan apretó la mandíbula mientras la estudiaba y analizaba sus palabras. El aliento convertido en vaho en la fría noche se mezclaba con el de ella, formando un lazo entre los dos. Ella sabía que no lo quería y aun así no podía romperlo tampoco.

—Volvamos —dijo Dylan, asintiendo ligeramente y bajando la mano a lo largo del costado.

Ella sabía que no había vuelta atrás y la realidad la asustaba tanto como su visceral reacción hacia Dylan Malloy.

 

 

—Tienes que ir a tu apartamento y dormir un poco —le sugirió Walter Ludlow esa misma noche.

Dylan caminaba de un lado a otro del despacho del abogado. Su amigo era viudo ahora y vivía en una casa cerca del centro de la ciudad.

—Voy al hospital —dijo él con decisión.

—No le harás ningún bien a ese niño si no puedes sostenerte en pie.

Dylan no había pasado aún por su apartamento, llevaba fuera seis meses. Su equipaje, el ordenador portátil y el equipo fotográfico estaban aún en el maletero del coche que había alquilado en el aeropuerto para poder llegar al hospital más rápidamente.

Tras el paseo con Shaye, había pasado una hora con ella sentado junto a la cama de Timmy. Ella había salido finalmente a comer algo y cuando regresó, él fue a ver a Walter.

—Estoy acostumbrado a dormir en sofás y en el suelo. Acampar en una silla en la sala de espera no va a matarme. Timmy está atravesando una crisis y cada momento cuenta. Tengo que hacer esto por Julia.

—Tienes que cuidarte por Julia. Ella lo habría querido.

Dylan bombeaba adrenalina a gran velocidad. Se detuvo y se sentó en el sillón de cuero que había delante del escritorio de Walter.

—Creía que conocía a mi hermana, pero este deseo suyo… Tal vez debería contratar a un investigador para que me averigüe cómo es Shaye Bartholomew.

—No tires tu dinero. Conozco a la familia de Shaye de toda la vida. Carson Bartholomew nunca fue el mejor padre. Es cirujano y su trabajo le roba mucho tiempo. Nunca tuvo demasiado tiempo para sus hijos antes de que muriera su esposa, y tampoco después.

—¿Cómo murió la madre de Shaye?

—De un aneurisma cerebral que no sabía que tenía. Una noche se quedó dormida y no volvió a despertar. Después de aquello, Carson se ocupó de las necesidades físicas de sus hijos pero poco más. Aunque contrató a una asistenta para que se ocupara de la casa, fue Shaye la que ejerció de madre. Hacía la comida, la compra y cualquier cosa que hubiera que hacer. Por eso se hizo trabajadora social, y es muy buena. He trabajado con ella en algunos de sus casos. Por eso no creo que el informe que pueda hacerte un investigador privado te diga más que lo que yo te estoy diciendo. Es una buena mujer, Dylan. Julia y ella eran grandes amigas, y creo que tu hermana sabía lo que estaba haciendo.

Dylan retiró la cabeza cuando sus ojos se encontraron con los de Walter.

—¿No crees que yo merezca tener la custodia?

—No se trata de si la mereces o no, hijo. Julia te quería mucho. Quería lo mejor para ti. Ella sabía que tu trabajo era muy importante para ti. ¿Por qué iba a querer cargarte con un bebé? Por otro lado, si Timmy está con Shaye, podrás verlo cuando vengas a la ciudad. Estoy seguro de que ella no lo querrá apartar de ti. Eso no sería propio de Shaye y Julia lo sabía.

—Siento como si tuviera la responsabilidad de…

—Ya cumpliste con tu responsabilidad cuando criaste a tu hermana. No es necesario que te conviertas en un mártir —lo interrumpió Walter.