Los Costeros - A.J. Griffiths-Jones - E-Book

Los Costeros E-Book

A.J. Griffiths-Jones

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Beschreibung

Esta ciudad costera mantiene más secretos de los que puedas imaginar.

Grace y Dick Thomas son los orgullosos propietarios de La Casa de Huéspedes Sandybank, un establecimiento original y popular colocado en una ubicación selecta mirando a la playa. Los turistas vienen y van durante todo el año, sacando ventaja del hermoso establecimiento y de las maravillosas cualidades culinarias de su anfitriona.

Además, están los residentes permanentes de esta preciosa ciudad costera quienes causan se vibre y las lenguas se agiten, con un sin número de secretos y cuentos para ser dichos. Atrapados en su entorno, los Thomas viven sus vidas independientes, dándole entrada a huéspedes y dándoles salida a huéspedes.

Pero ¿Quién mantiene el secreto más grande de todos?

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LOS COSTEROS

Esqueletos en el armario Libro 2

A. J. GRIFFITHS-JONES

Traducido porPATRICIA MÓNICA MARCUCCI

Índice

Prólogo

1. Increíble Grace

2. Maureen O’sullivan

3. Robbie Powell

4. Los Meachams

5. La anciana Sra. Cole

6. Oscar Renfrew

7. Ned y Daisy Ashley

8. Hilda Price

9. Elliot Moss

10. Sheila Collins

11. Los Hermanos Harrison

Epílogo

Querido Lector

Derechos de autor (C) 2022 A.J. Griffiths-Jones

Diseño de Presentación y Derechos de autor (C) 2022 por Next Chapter

Publicado en 2022 por Next Chapter

Arte de la portada por The Cover Collection

Este libro es un trabajo de ficción. Los nombres, personajes, lugares e incidentes son producto de la imaginación del autor o se usan de manera ficticia. Cualquier parecido con eventos reales, locales o personas, vivas o muertas, es pura coincidencia.

Todos los derechos reservados. No se puede reproducir ni transmitir ninguna parte de este libro de ninguna forma ni por ningún medio, electrónico o mecánico, incluidas fotocopias, grabaciones o cualquier sistema de almacenamiento y recuperación de información, sin el permiso del autor

Prólogo

¿Quién no ha tenido gratos recuerdos de los viajes a la orilla del mar en nuestra niñez?

En algún punto en nuestras vidas, nosotros hemos estado todos allí, si era una ciudad costera ocupada como Welsh con divertidas ferias y copos de algodón de azúcar, o un complejo de vacaciones del Norte con luces brillantes iluminando el paseo marítimo o una playa de guijarros, o un puerto somnoliento sobre la costa Sur, con infusiones de cremas y paseos en burros. La costa era un lugar donde nosotros iríamos a un paseo de un día, embalados en la parte de atrás de los autos de nuestros padres junto a la canasta de la comida y el perro de la familia, o largas estadías donde se nos permitiría un dinero extra en nuestros bolsillos para gastar en recuerdos y manojos de monedas para desperdiciar en el centro comercial.

Cuando tú eres joven, y excitado en visitar aquellos lugares de vacaciones, nunca asimilábamos que la gente en realidad vive allí todo el año. Ellos estarán allí en el invierno tratando muy duro hacer una forma de vida vendiendo helado que la gente está demasiado congelada para comer, o viajando a las ciudades para vender mariscos que son muy abundantes para ser consumidos localmente por ellos mismos. Alguien podría desesperadamente tratar de perfeccionar sus otros talentos tal como la pintura o la poesía, con la esperanza de que el próximo año sus ingresos serán dobles y suficientes para ayudarlos a sobrevivir al amargo frío helado cuando nadie venga a visitarlos, salvando los pocos caminantes ávidos que buscan aire fresco y soledad.

Cómo chicos, nosotros no habríamos tenido un segundo pensamiento para los costeros quienes dejábamos atrás después de nuestro día de viaje o cuando nuestras vacaciones habían llegado al final, pero sus vidas continuaban igual que como siempre habían sido. Nosotros volveríamos a nuestro hogar, mimados por el sol y exhaustos del aire salado del mar, regresar a nuestras casas, nuestras familias y nuestros secretos. Y como si estuvieran obligados a guardar escondidas piedras preciosas que solo le diríamos a aquellos en nuestro íntimo circulo de amigos, aquellos costeros mantenían secretos de su propiedad. Puede ser que no tan chocantes o tan audaces como aquellos de sus homólogos en las ciudades y pueblos pero, sin embargo, estas eran cosas que estaban guardadas detrás de puertas cerradas, barajadas lejos a un lugar donde cada día el pueblo no podía verlos u oír acerca de ellos, secretos que pertenecían exclusivamente a los costeros. Este es el relato de semejante lugar.

UNO

Increíble Grace

Grace Thomas estaba en el medio del planchado de una pila de manteles de algodón blanco cuando escuchó una fuerte explosión, seguida por los desvaríos de alguien maldiciendo, viniendo desde el jardín. Ella cuidadosamente dejó la plancha, se inclinó hacia adelante, apoyó su nariz contra el frio panel de la ventana para ver de dónde los ruidos habían venido. Como siempre no era nada. Bueno, nada fuera de lo ordinario de cualquier manera.

El marido de Grace, Dick, había estado intentando colocar otra losa en el patio pero había perdido su agarre y el pesado bloque de concreto había caído al suelo, destrozándose en cuantiosos trozos mientras caía. Dick no estaba lastimado, él se veía sin embargo que su ego estaba dañado, y se quedó parado contemplando la losa rota en frente de él con una apesadumbrada mirada en su rostro.

“Atontado’, Grace murmuró para ella misma mientras volvía a su trabajo, “¡Aquel hombre ganaría un premio por ser el trabajador más lento del mundo!”

Ella se preguntaba si sería capaz de servir comidas afuera cuando el tiempo bueno llegara, a este ritmo parecía muy dudoso. Si sólo me hubiera casado con un hombre rico, Grace reflexionaba. Aunque, el único hombre remotamente rico en su ciudad había sido Rhys Pugh, y él se había mudado años atrás. Ella miraba alrededor de la cocina y se encogía de hombros. La mayoría de los electrodomésticos estaban en buenas condiciones, aunque ellos habían sido heredados de sus padres o los padres de Dick. Las paredes ciertamente necesitaban una fresca capa de pintura pero no había urgencia y las baldosas del piso brillaban debido a un riguroso pulido. La vida podría haber sido mucho peor, Grace estaba bien consciente de eso, pero en los meses de invierno cuando los huéspedes eran pocos y poco frecuentes, su casa estaba siempre un poco silenciosa.

Los pensamientos de Grace no eran una reflexión sobre el amor que ella sentía por su marido, simplemente era una cuestión de verdad. Ya ves, Dick había estado arreglando el patio por casi doce meses, fastidiosamente rastrillando la tierra, colocando la losa, reubicando la misma pieza de concreto y luego necesitando descansar por cinco días antes de comenzar todo el proceso nuevamente. Él afirmaba que tenía mal la espalda pero Grace pensaba que era una enfermedad llamada ‘Vagancia’. Su madre le había advertido que todos los hombres sufrían de esto, especialmente cuando había importantes cosas que hacer en la casa. Pero Dick era lo suficientemente cariñoso, de una manera suya muy simple. Él siempre le daba a Grace un pico en su mejilla antes de irse a dormir a la noche, nunca le tenía que decir que sacara la basura y ocasionalmente le compraba una pequeña caja de chocolates, justo como para demostrarle su cariño.

Los Thomas dirigían una casa de huéspedes mirando al mar, bueno, si la verdad fuera dicha, Grace lo hizo con muy poca ayuda de Dick. El a veces se ofrecía a ayudar a los huéspedes para dejar la habitación, y ocasionalmente se las arreglaba para reparar una cañilla que goteaba o un zócalo roto, pero era su esposa quien veía la mayoría de los días el funcionamiento del negocio. Ella nunca admitiría esto en público, pero a Grace le gustaba tener todo bajo control. La pareja había heredado el establecimiento de los padres de Grace unos diez años atrás y, siendo criada en las habitaciones, ella encontró el día a día a la vez agradable y gratificante. La propiedad estaba a unos pocos pasos de un camino acantilado. Blanco e independiente, con hiedra creciendo alrededor de la puerta, lo visitantes lo veían enorme cuando ellos se iban acercando. Tres de las ventanas del frente daban hacia la playa de abajo y estas eran las que Grace llamaba sus ‘mejores habitaciones’. Espaciosas e inmaculadas, con cómodas camas dobles, ningún mejor hospedaje podría encontrarse en la ciudad, por lo tanto desde Pascuas a Halloween, los Thomas hicieron un buen vivir de los negocios que se les concedieron. Grace lo había tomado como un pato al agua. Era realmente una pena que Dick se sintiera como un pato también, pero uno muy afuera del estanque y sus alas invisibles aleteaban inútilmente mientras trataba de aguantar las demandas de su esposa. Era una espina de contención que Grace fuera la que viera por casi todo. Con el paso del tiempo ella empezó a molestarse de que Dick parecía desaparecer cada vez que el teléfono del vestíbulo sonaba. Grace no entendía que fuera tan difícil hacer una reserva. Un gran libro encuadernado en cuero estaba sobre la mesa del hall, con líneas dibujadas verticalmente sobre las paginas para mostrar claramente las habitaciones que estaban reservadas y cuales estaban vacantes un día en particular. Sin embargo, tenía que haber solo un tintineo para que Dick se fuera rápidamente en la dirección opuesta, o fingiera dormir si sucedía que él estaba en su silla. Grace sabía que Dick no tenía problemas de hablar con extraños, él siempre tendría algo amable o interesante que decir a sus huéspedes, y escribía con una letra cursiva impecable, entonces ella realmente no podía entender porque era tan difícil escribir unos pocos detalles en el diario de reservas. Al menos por supuesto que el estuviera aterrado de provocar la furia de su esposa si cometía un error, como él había hecho una vez en los tempranos días de su matrimonio. Si, así era esto, Grace suponía, ella no había hablado con él por una semana después que Dick había reservado estúpidamente la misma habitación para dos parejas diferentes un verano. Él obviamente deseaba evitar un momento similar.

De parte de Dick, él pensaba que Grace era increíble, pero a través de los años se había vuelto distraído sobre sus propios errores. Él vio el proyecto del patio como un trabajo en progreso, con una fina atención a los detalles siendo la orden del día. Él estaba también ignorando las horas que desaparecía. Cada mañana avanzaba con pesadez por las escaleras para desayunar antes de una caminata corta hasta el kiosco. Dick no tenía permiso de que le dejaran el diario en la puerta, Grace solo había arreglado eso para ‘huéspedes que pagan’ como ella los llamaba, además su esposo siempre estaba diciéndole que le gustaba un poco de brisa de mar para empezar el día. Cuando volvía del negocio, Dick pasaría una hora en el sillón más suave de su sala, hojeando las páginas con tranquilidad. Después pasaría otros treinta minutos eligiendo a que caballos apostar cada tarde. Dick Thomas estaba muy orgulloso de su habilidad para elegir un ganador, pero aún por más orgulloso del hecho que estuviera él tenía su secreto guardado cuidadosamente de su esposa. Ya ves, cada tarde Grace escribiría una lista de productos que ella necesitaba que Dick recogiera del mercado o de la tienda, y cada tarde su marido iría sin prisa a comprarlos, con un leve desvió al negocio de apuestas.

Entonces, comprensiblemente, para la hora que Dick había conseguido el diario, lo había leído, había desayunado y almorzado, había elegido los corredores de ese día, había consumido seis tazas de té y hecho su viaje para las compras diarias, él estaba demasiado exhausto para hacer algo mas. Dick tenía punzadas en su espalda, era el resultado de haberse caído de la motocicleta algunos años atrás, pero esa no era la razón que el jardín no estuviera progresando tan rápido cómo su esposa hubiera querido, era simplemente un caso de no ser muy bueno en esto. A él no le importaba la excavación, el suelo era suficientemente suave, parecía que no podía simplemente poner las losas derechas. Grace le había dicho muy claramente que quería el patio terminado para el verano. Ella no había aclarado cual verano.

Grace miró rápidamente hacia afuera otra vez. Dick estaba aún parado allí, pero ahora con una mano en el bolsillo de su pantalón y la otra fregando su frente con un pañuelo gigante, como si estuviera esperando que alguien viniera a ayudarlo a resolver este desastre. Ella aún lo amaba, después de haber estado juntos por veinte años, pero ahora las cosas habían cambiado. Atrás quedó el joven suave y sofisticado recién llegado de la guerra, con su ostentosa sonrisa y su pelo con gel, quien acostumbraba llevarla en su brillante motocicleta roja. Ella veía muy poco de aquel joven en su esposo. Hoy en día Dick estaba casi completamente pelado, con sobrepeso, y siempre cansado. Nunca había tenido un día completo de trabajo y Grace a menudo pensaba cómo una persona que hacía tan poco podía pasar tanto tiempo en cama o profundamente dormido en su sillón. Aunque, Dick era amable y nunca le había levantado la voz, entonces ella le había permitido ser.

Grace había mantenido su figura de la juventud, no cabía dudas que por el número de veces que ella subía y bajaba las escaleras todos los días. Ella también tenía arreglado su cabello cada jueves, lista para el nuevo grupo de huéspedes que arribaría el viernes, para un recreo de un largo fin de semana o para las acostumbradas vacaciones en la playa. Su cabello no había cambiado de estilo por una década, Dick dijo que le gustaba de aquella manera, y entonces Grace continuaba poniéndose los ruleros y se lo llenaba de spray para mantenerlo en su lugar. A Grace le gustaba verse lo mejor posible, cada noche antes de acostarse, ella cuidadosamente elegía sus trajes para el próximo día. Amaba sus faldas de corte y sus sensibles pantalones, uniéndolos con blusas estampadas con grandes volados. Muchas chicas más jóvenes, abajo en la ciudad, estaban ahora comenzando a usar sus polleras más cortas pero Grace estaba lejos de hacerse la mojigata siguiendo la moda. Ella era una gran amante del tweed y creía que una buena chaqueta podía transformar aun el más desaliñado de los trajes. Aparte de eso ella no tenía muchas oportunidades para salir, por supuesto. Había siempre sábanas que cambiar, baños que frotar y comida que cocinar. Aun así, no lo haría de ninguna otra manera.

La pareja no había sido bendecida con chicos, entonces todo lo que ellos tenían era el uno al otro y su pequeño circulo de amigos. Grace hubiera estado feliz de adoptar, pero Dick estaba más preocupado acerca lo que dirían las chusmas y de los defectos genéticos que de darle a un huérfano un hogar con amor. Además, el tiempo había pasado y ellos consideraban que estaban demasiado viejos, aunque ambos estaban tocando los cuarenta, y la probabilidad de ser padres se estaba desvaneciendo. Grace era hija única, entonces no había oportunidad de convertirse en tía dentro de su propia familia, aunque los hermanos de Dick eran muchos y producían casi cada año una nueva serie de sobrinos y sobrinas para que ellos mimaran. Aunque Grace todavía tenía sus padres para amar y cuidar, desde su jubilación algunos años atrás, ellos parecían pasar más y más tiempo viajando, visitando casas señoriales y casas de té de la región. Se habían rehusado a instalar una línea telefónica, argumentando que ellos estaban ‘todo el tiempo en la calle’ pero Grace a menudo había caminado los casi dos kilómetros hasta su nuevo bungalow solo para encontrar una nota en la puerta de atrás diciendo ‘Jornada de salida’ o ‘Vuelve a las seis, jugando bridge con los Neath’. Años atrás, en los días fríos y extraños cuando sus padres no sentían aventurarse a salir lejos, Grace bajaba de limpiar escaleras arriba para encontrarlos a los dos en la cocina tomando una cerveza, sonriendo como si ellos aún vivieran allí y ella fuera la huésped. Grace amaba aquellos momentos, especialmente cuando su madre traía torta de fruta horneada recientemente o un pan y budín de mantequilla para ella, los cuales podían servirse a los invitados como un obsequio después de la comida de la noche.

La familia de los Thomas, amigos y vecinos habían sido muy amables, dispuestos a prestar un oído en los tempranos días de su matrimonio y siendo cuidadosos de no abordar el tema de los ‘pequeños’ en sus últimos años. Grace aún tenía la esperanza que un milagro ocurriera y que ella pudiera concebir naturalmente, pero viendo como estaba siempre ocupada y Dick estaba siempre cansado, la oportunidad de que ellos lo consiguieran ‘a fin de cuentas’ se convirtió más y más improbable mientras las semanas y los meses pasaban. Estaba también el tema del sonambulismo de Dick, lo cual significaba que Grace a menudo se despertaba sola en el medio de la noche, se aventuraba escaleras abajo y lo encontraba sentado en la cocina o haciendo en su cobertizo invisibles estantes o plantando plantas que no se ven. Puede ser que por eso el estuviera tan cansado en el día, Grace había pensado, y esto había sido su única razón para no perturbarlo.

Ellos no tenían mucho en común por estos días. A Dick le gustaba escuchar jazz, mientras que Grace prefería la nueva música de Elvis Presley. No le hacía ningún problema que el joven cantante fuera tan guapo. Dick raramente agarraba un libro, mientras que Grace podía fácilmente sumergirse en una biblioteca y nunca volver a la superficie del mundo. En los raros días de invierno que la pareja se encontraba sin huéspedes ni nada para hacer, Dick sugería invitar amigos para un trago y algo para comer mientras Grace, simplemente asentía moviendo su cabeza y cedía, deseaba diariamente que pudieran tener una caminata o una comida romántica solos en uno de los dos restaurantes que abrían durante unas pocas horas en los meses oscuros.

A pesar de que, sentía que la vida pasaba demasiado rápido para ella, Grace estaba contenta con su vida. Ciertamente ella no tenía secretos, como algunas personas que ella podía mencionar. Los Thomas no eran chusmas de ninguna manera imaginable y durante los años como propietarios de ‘Casa de Huéspedes Sandybank’, la pareja había aprendido que había todo tipo de tejes y manejes entre los residentes. Su posición era más elevada, que el resto de toda la ciudad, y le daba a Dick y Grace una vista panorámica de algunos de los encuentros y aventuras que pasaban, y lo que ellos no veían con sus propios ojos, el secador eléctrico de la peluquería de Maureen O’Sullivan tenía una excelente ubicación para enseñar el resto. Grace esperaba los jueves más que ningún otro día de la semana. Era como tener la trama de un libro desplegado delante de sus ojos cuando las chusmas estaban del humor correcto, y además, le gustaba tener su cabello arreglado.

Mientras Grace llevaba los manteles terminados al comedor, se imaginaba si tendría tiempo de pasar media hora con un libro y una taza de té antes que necesitara comenzar a preparar la cena para los huéspedes. Era todavía temprano en la temporada y solo dos de las seis habitaciones estaban ocupadas, ambas por caballeros mayores, sin duda para tomar aire fresco y largas caminatas, Grace presumía. La mayoría de las familias quienes venían al área elegían una de las opciones más baratas para las vacaciones y alquilaban un chalet en las afueras de la ciudad, donde tanto entretenimiento como comidas estaban incluidas en el precio, o contrataban una casa rodante para su estadía y hacían una corta caminata hasta la orilla bajando desde el acantilado. Además, la mayoría eran parejas y solitarios quienes pagaban para ser mimados en el ‘Sandybank’ y una vez que hablaron acerca de los suaves colchones de pluma y de la excelente comida de Grace, el libro de cuentas se plagaba con reservas desde el comienzo de una temporada hasta el fin.

No había nada fantástico esta noche, solo una rebanada de jamón con un huevo y papas, ya que esto no le llevaría mucho tiempo, ella podría hervir algo de repollo para acompañar. Si bien era una comida simple, las pequeñas mesas estarían puestas con brillantes cubiertos de plata, platos chinos y pequeños juegos de vinagreras que Grace había comprado con orgullo en una nueva tienda en uno de sus raros viajes a la ciudad vecina. Vasos de fino vidrio con flores primaverales y servilletas plegadas en abanicos, nada era demasiado bueno para los huéspedes de los Thomas.

Después de ver que el comedor estaba perfecto para que los dos caballeros se sentaran y comieran, Grace miró a través del pasa platos que dividía el comedor de la cocina. Todavía no había señales de Dick, él debía estar alimentando su orgullo en el jardín, ella pensó. Suavemente poniendo su mano a través de la encimera de la cocina, ella puso la palma sobre la tetera, estaba aún caliente. Grace empujó la puerta abierta y se sentó en el mostrador de la cocina. Deslizando a sus Nike de sus pies, Grace retorció los dedos del pie y agarró su novela de romance de Mills y Boone desde el vestidor Galés. Ella miró al reloj plástico naranja haciendo tic tac arriba de la estufa, eran las cuatro en punto. Tenia una hora para una indulgente literatura antes que sus huéspedes regresaran de sus actividades y esperaran una taza de té, y suficiente tiempo para ver si su heroína, Catherine, podía atrapar un novio guapo. Muy pronto Grace fue llevada lejos al tiempo de los cortejos Victorianos y elegantes vestidos de gala. Estaba lejos, lejos de su vida común, en un pequeño pueblo costero, en 1964.

DOS

Maureen O’sullivan

Era jueves. Para Grace, este era el día más importante de la semana, a las 11 de la mañana en punto, ella saldría bajando la colina hacia la peluquería en la ciudad, por una hora y media, se podía olvidar de la casa de huéspedes, beber café con leche espumante y ponerse al día con el chismerío semanal. Había sido una mañana bastante ordinaria, con solo un huésped para servir el desayuno pero, como era su costumbre, Grace aun trajinaba por los alrededores limpiando y poniendo orden.

“¿Está usted seguro que no desea otra taza de té Sr. Brown?” ella alentó, la tetera preparada, fastidiosa alrededor del solitario caballero sentado rígido a la mesa más pequeña.

“No para mí, gracias Sra. Thomas”, él anciano hombre contestó, gentilmente apoyando una mano sobre el borde de su taza de té vacía, “Tengo un largo viaje hasta mi casa, así que debo ir a empacar mi equipaje.”

“Espero que haya disfrutado su estadía,” Grace sonrió “¿Fue todo de su entera satisfacción?”

“Por supuesto, excelente como de costumbre”, él hombre afirmó con su cabeza, enrollando el periódico y mirando a su anfitriona, “Usted lleva adelante una casa de huéspedes de primera clase Sra. Thomas.

Grace resplandecía con orgullo. “Entonces, ¿nos veremos nuevamente en Septiembre como de costumbre Sr. Brown?”

“No dudo que así será”, su huésped contestó, levantándose de la silla y dirigiéndose a la puerta, “Le telefonearé cuando necesite otro recreo.”

Grace lo siguió a los pies de la escalera donde él había comenzado el ascenso hacia su habitación, necesitando juntar sus pertenencias y dejar la habitación. Ella lo observaba acomodar su mano derecha bien cuidada sobre el pasamano mientras se movía silenciosamente escaleras arriba. El Sr. Brown tenía la apariencia de un viejo profesor de historia, con sus prolijos pantalones de tweed y corbata borgoña, alguien increíblemente inteligente y propenso a pensar un montón. Grace nunca se había entrometido, ella nunca preguntaba nada a ninguno de sus huéspedes sobre lo que hacían para vivir, pero la mayoría de ellos voluntariamente daban la información más tarde o más temprano. Aunque, desde hacía tres años, el Sr. Brown nunca había dicho detalles personales, pero a Grace no le importaba, además era divertido tratar de adivinar como él hacía su dinero, de regreso a su casa en la ciudad. Ella continuaba observando al cortés hombre, notando que su cabello era tan prolijo que se lo debería haber cortado hace poco. Su espalda estaba arqueada un poco como si cargara una gran responsabilidad. Aquello debe ser por años de inclinarse sobre su escritorio, Grace pensó. De pronto su huésped se paró y se dio vuelta hacia ella.

“Yo digo, ¿le importaría terriblemente si yo dejo la habitación una hora más tarde Sra. Thomas? Viendo que soy el único huésped. Me gustaría muchísimo llegarme hasta el frente para comprar café y scons para llevar a casa.”

Grace dejó de sonreír y apretó sus dientes. ¡Dejar la habitación más tarde! Era inaudito en Sandybank. Ella había establecido muy claro en las reglas de los huéspedes que las habitaciones debían ser desocupadas a las diez de la mañana. Era su rutina, y ella no podía tener su rutina alterada. A ella le gustaba abrir las ventanas, quitar las sabanas de las camas y ponerlas dentro de su nuevo lavarropas automático antes de dirigirse a arreglarse su cabello. Cualquier retraso significaría que se le haría tarde para sus otras obligaciones y cada cosa estaría fuera de sincronización. Grace suspiró y miro dentro de los ojos azul agua del Sr. Brown.

“Por supuesto, no hay problema”, ella le dijo, “Tómese su tiempo, no hay apuro en absoluto.”

El caballero sonrió brevemente y luego se dirigió a su habitación, dejando a Grace sola y en pánico.

Ella inmediatamente empujó la puerta del comedor y comenzó a recoger la vajilla sucia, golpeando la taza y el plato, y maldiciendo mientras lo hacía. Grace empujó cada cosa a través del pequeño pasa platos que conectaba a la cocina y sintió el calor subiéndole por su cuello. Se inclinó para ver el reloj, eran las 9 de la mañana. Si el Sr. Brown pensaba dejar la habitación una hora tarde, sería a las once. Por experiencias pasadas, Grace sabía que sería charlatanería, ya que este huésped en particular siempre insistía en revisar su cuenta cuidadosamente, contar el dinero dos veces por si acaso algún billete estaba pegado junto a otro y después desearía una factura escrita la cual sería leída muy despacio antes de partir finalmente. Todo esto significaría que ella se atrasaría para el arreglo de su cabello, tarde lavaría las sabanas y tarde, tarde haría todas las cosas.

Grace entró en la cocina sintiéndose lista para arrojar cualquier cosa. Afortunadamente, Dick estaba parado allí, pacientemente esperando que la tetera hirviera. Grace miró hacia las mugrientas uñas que su esposo estaba apoyando sobre la superficie de trabajo y luchó para no empezar a gritar. Dios mio, Dick estaba realmente abandonándose, ella echaba humo. Solo tenias que ver a las inmaculadas uñas del Sr. Brown para saber que él era propiamente un caballero.

“Vienes como si te llevaran los diablos mujer, ¿cuál es el problema?” Dick preguntó, tratando parecer sincero.

“El Sr. Brown quiere dejar la habitación a las once en vez de a las diez”, Grace rabio, “Y es mi día de peluquería.”

“Entonces”, murmuró Dick, no entendiendo cual es el alboroto, “Yo chequearé su salida.”

“No se trata solo de eso ¿verdad?” se quejó su esposa, “¿Qué hay acerca de las sábanas y todo eso?”

“Estoy seguro que puedo arreglármelas para sacar un par de sábanas de la cama”, contestó Dick, inclinándose a través del mostrador para ver que podía encontrar en la lata de galletas, “Y si me muestras como poner el lavarropas, las pondré también por ti.”

Grace paró con su ritmo y miró a su marido. Era muy disgustante que Dick ayudara con las llamados “quehaceres domésticos”. Aunque, ella no pensaba perder su shampoo y arreglo, entonces ella se le paró delante y plantó un beso en la mejilla de su marido.

“Gracias amor, sería maravilloso.”

Dick rodó sus ojos, “No soy completamente inútil ya sabes.”

Sus palabras cayeron en oídos sordos, mientras Grace había dado la vuelta y abrió las canillas de la pileta para lavar los platos. Ella canturreaba una melodía mientras las burbujas rosas y todas las cosas volvían a lo normal.

Dick termino de hacer su taza de té y, juntó un manojo de galletitas que había seleccionado de la lata, yendo hacia su capsula. Una hora con su periódico era lo que necesitaba.

Para las once en punto Grace había aspirado el comedor con su aspirador vertical, escupiendo todo el polvo que juntaba en la bolsa mientras limpiaba dentro del cubo de basura y secaba todos los platos y tazas desde el seca platos. Sacándose el delantal, ella alisó su vestido floreado naranja de mangas largas y se miró en el espejo. Un poco de lápiz labial y un pañuelo de seda en su cabeza y ya estaría lista para salir.

“Dick, me estoy yendo”, ella lo llamó mientras se metía dentro de su saco, “No te olvides de las sabanas. Yo he escrito las instrucciones abajo de cómo funciona el lavarropas.”

Una cabeza agotada apareció desde la puerta de la cocina y asintió, “Ningún problema amor.”

“Y asegúrate de hacerle otra taza de té antes que se vaya,” Grace agregó severamente, “La tetera está lista sobre aquel lado.” Ella indicó hacia la bandeja con su dedo índice.

Entonces, satisfecha que el Sr. Brown y las sabanas sucias estuvieran en manos bastantes capaces, Grace se escapó por la puerta trasera y se dirigió al camino enfrente del mar.

Siendo la última semana de Marzo, era una tempestuosa mañana y Grace empujó sus manos profundo en los bolsillos de su saco para mantenerlas calientes. Habían sido unos meses tranquilos pero Pascuas estaba justo a la vuelta de la esquina, y aquello significaría el comienzo de la estación de vacaciones. Mientras ella paseaba bajando la colina, pudo ver al pescador local reparando sus botes y diligentemente chequeando las redes. A menudo imaginaba como sería pasar la noche en el mar, imaginaba que sería lleno de paz y calma, con solo los ruidos de las olas que te arrullan para dormir. Ciertamente no serían los gustos de Dick roncar allí. Grace había pasado seis horas irregularmente mareada y dando vueltas la noche anterior, mientras que su esposo roncaba como un oso, ignorante de su propio nivel de volumen. Grace pensó que era muy bueno que sus habitaciones estuvieran en el lado opuesto de la casa desde donde estaban los huéspedes, de lo contrario ella hubiera muerto de vergüenza si tuviera que disculparse por los ruidos.

En cuanto dio vuelta la esquina, el salón de Maureen O’Sullivan entró en su visión. El marco de la ventana exterior estaba pintado de un vivido rosa sombreado y tenía las palabras ‘La Peluquería de Maureen’ pegadas en el vidrio. Se veía brillante y a la moda, un adorado lugar para relajarse y descansar. Había cantidad de gaviotas volando sobre el pavimento afuera de la puerta del salón y Grace las espantó con su cartera antes de entrar. El interior de la peluquería era tan atractivo y colorido como el exterior, con empapelado turquesa y crema, enormes posters describiendo varias tendencia en peinados y un radio transistor rosa a todo volumen con la música de Bobby Vinton, Chubby Checker and Brenda Lee.

A Grace le gustaba venir los jueves, ya que era el único día que Maureen trabajaba sola, porque su asistente Patsy tenía el día libre. Grace no sabía mucho acerca de la vida personal de la peluquera, excepto que era divorciada, tenía un hijo adolescente y conocía todo acerca de la gente en la ciudad que los rodeaba. Viendo que Grace estaba casada y no tenía chicos, fue este ultimo punto, el más destacado que hizo que viniera al salón de ella. Ella no se describiría como una entrometida, pero era siempre bonito saber acerca de la gente que nos rodea, ya que ella estaba colina arriba, fuera del centro de la vida cotidiana. Bueno, ¡era lo que a Grace le gustaba decirse de alguna forma!

“Buen día Grace, estaré contigo en un minuto mi amor,” gritó Maureen desde la habitación de atrás, rápidamente apagando su cigarrillo y lavándose las manos en la pileta.

“No hay apuro,” Grace sonrió, cuidadosamente sacándose su pañuelo de la cabeza y el saco. Ella se miró de lado en el espejo con orgullo y suspiró. Se veía aún más azotada por el viento y nerviosa que de costumbre.

“Ya estoy,” Maureen dijo entusiasmada, parándose a la vista, “Lo mismo que siempre hoy, o ¿te imaginas un cambio drástico? ¿Qué te parece un estilo Marilyn Monroe para comenzar el verano?”

Grace se río y movió su cabeza, “¡Por Dios no! ¿Que diría Dick si yo llegara a casa viéndome como una bomba rubia?”

“Él le agradecería a sus estrellas de la suerte, reconozco”, se burló la peluquera, “Mejor hacemos el lavado y peinamos, nosotras no queremos que tenga un ataque cardiaco ¿no es así?”

Grace sacudió su cabeza y entregó sus pertenencias a la pechugona mujer de edad mediana que estaba esperando para comenzar, y la ayudo a ponerse una capa de nylon que estaba en el estante. A menudo se imaginaba que le gustaría tener el cabello largo, ondulado y la vestimenta brillante y coloreada de Maureen. Hoy, la peluquera se había puesto deliberadamente una blusa purpura con un volado con patrones marrones dorados, y parecía un poco la diva de los sesenta. Su largo cabello moreno colgaba en tirabuzones por su espalda y tenía un pañuelo de seda color crema que estaba atado bien arriba y rodeaba la nuca de la mujer, haciendo una vincha muy de moda. Grace trató de no parecer demasiado envidiosa.

“Ooh, permíteme subir la música un poco más en esta canción”, Maureen de pronto chilló, mientras el popular ‘Let’s Twist Again’ de Chubby Checker comenzaba a sonar, y ella comenzaba a oscilar sus caderas para atrás y adelante a ritmo con la canción.