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Apunto de entrar a su habitación, se dio vuelta una vez más, su mirada recayó sobre Deodatus y, con el picaporte en la mano, ¡se quedó como petrificado! Sus lúgubres ojos irradiaban un fuego salvaje, al tiempo que una palidez cadavérica recubría su convulsivo y trémulo rostro. Unánimemente reconocido por la historia de la literatura como el gran precursor del relato fantástico moderno, E. T. A. Hoffmann ha gozado de una oscilante fortuna en el mundo de habla hispana, que ciertamente lo menciona mucho más de lo que lo lee. Pero su obra, a veces relegada al ámbito de la literatura infantil y juvenil, y a menudo publicada en forma de cuentos aislados y sin mayor cuidado filológico, es mucho más consecuente y extensa de lo que suele suponerse. E. T. A. Hoffmann (1776-1822), figura principal del romanticismo alemán, cultivó sobre todo la literatura fantástica y de horror. Fue, además, un notable compositor y crítico musical, jurista, y artista plástico. En sus cuentos crea una atmósfera de pesadilla alucinante, y aborda temas como el desdoblamiento de la personalidad, la locura, y el mundo de los sueños, que ejercieron gran influencia en escritores como Edgar Allan Poe, Guy de Maupassant y Fiodor Dostoievski.
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Seitenzahl: 107
Veröffentlichungsjahr: 2021
E. T. A Hoffmann
Los dobles
Traducción:
Martín Koval y Marcelo G. Burello
Estudio preliminar:
Marcelo G. Burello
Hoffmann, Ernst Theodor Wilhelm
Los dobles. Los bandidos. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Libros del Zorzal, 2012. - (Trazos; 0)
E-Book.
ISBN 978-987-599-262-7
1. Narrativa Alemana. I. Título
CDD 833
La presente edición del relato “Los dobles” ha sido traducida de E. T. A. Hoffmann, Die Doppeltgänger. Erzählung, en Sämtliche Werke, t. V, Lebens-Ansichten des Katers Murr, Werke 1820-1821, H. Steinecke y G. Allroggen (eds.), Francfort d. M., Deutscher Klassiker Verlag, 1992, pp. 755-813 (notas: pp. 1162-1182).
© Libros del Zorzal, 2009
Buenos Aires, Argentina
Printed in Argentina
Hecho el depósito que previene la ley 11.723
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Índice
Estudio preliminar | 5
I | 11
II | 20
III | 27
IV | 35
V | 42
VI | 49
VII | 56
VIII | 64
Estudio preliminar
Actualidad de Hoffmann
No cabe duda de que E. T. A. Hoffmann (1776-1822) ha llegado a representar en el actual mercado editorial, sobre todo el hispano parlante, el típico caso de escritor muy nombrado y muy poco leído. Reconocido casi unánimemente como quintaesencia del romanticismo alemán, una dignidad que le ganaron su originalidad y ante todo sus múltiples talentos como artista integral, es hora de preguntarse si tan grandilocuente título no ha desalentado paulatinamente la lectura de sus obras, en vez de promoverla. En efecto, la moderna especialización de saberes y quehaceres y el trillado estereotipo del dolor existencial romántico parecen haberle ido quitando brillo a su figura,1 y el modelo de lector de la narrativa hoffmanniana, por su parte, puede que haya envejecido a manos de la prosa más ágil y moderna que se desarrolló hacia mediados del siglo XIX, una prosa purgada de los desvíos temáticos y las mezclas de tono siempre tan caras a este autor. Cuando se destaca el papel fundacional que Hoffmann tuvo para ciertos subgéneros literarios (como el policial, el relato de terror, la ciencia ficción, etc.), no se debe olvidar que estos, al codificarse, se transformaron en los géneros decimonónicos más leídos por el gran público, y por ende menos prestigiosos entre la literatura alta, cuya escala de valores determina en buena medida la vigencia –o no- de un autor. De este modo, al escritor Hoffmann acabó pasándole casi lo mismo que al músico, más recordado hoy como personaje de la ópera de Offenbach que como compositor él mismo.
Por cierto, la incomodidad a la hora de clasificarlo y encasillarlo es algo que sin duda lo hubiera enorgullecido, de no redundar en una mengua de su audiencia. Ya en sus propias palabras de presentación al compilado Fantasías a la manera de Callot confesaba ser “un poeta o escritor al que las figuras de la vida cotidiana se le muestran en su romántico reino espiritual, y que las expone con ese halo que las baña ataviadas de un modo distinto y fantástico”,2 con lo que anunciaba in nuce todo un programa artístico, que luego desarrolló con innegable consecuencia. Y es que Hoffmann no es propiamente un escritor de género, sino que se lo ha reconocido como padre putativo de muchos subgéneros justamente por su deliberada y romántica voluntad de combinar y contrastar, cuestionando formatos y convenciones. Hasta H. P. Lovecraft, maestro del terror, ha reconocido que “generalmente sus obras tienden a lo grotesco más que a lo terrorífico”,3 desalojándolo incluso de su terreno presuntamente más propicio: el de lo macabro.
Un relato tardío
Estamos ante un relato hasta hoy inédito en lengua castellana y que data de la época tardía del autor, la de Vida y opiniones del gato Murr, marcada por un progresivo incremento de las dolencias físicas que sin embargo no melló en nada la fecunda producción (a tal punto, que en los primeros meses de 1821 se contabilizan al menos cuatro largos relatos íntegros: además de Los dobles hay que contar El espíritu elemental,4Los bandidos y Los misterios). La intensa recurrencia de elementos prototípicos de la prosa hoffmanniana que aquí se dan cita obliga al lector a decidir entre el carácter meramente cronológico de lo “tardío” o, en cambio, un perfil más bien epigonal, por no decir decadente. De hecho, no han faltado duros juicios críticos sobre sus méritos intrínsecos,5 sin que por ello se desconozca el carácter programático de este relato en cuanto a las más íntimas obsesiones del autor, a saber: el mundo del arte y el mundo de lo oculto (o para decirlo con G. Schubert, el protocientífico predilecto del romanticismo alemán, el “lado nocturno de la naturaleza”); aquí, dichas obsesiones se desarrollan y exploran con nuevos matices, y a menudo se retroalimentan, pues “en Hoffmann, la experiencia de la poesía y del arte no está separada de la alucinación y de los estados mórbidos”, como lo señalara Béguin en su clásico tratado.6
En efecto, esta narración hace gala tanto de un interés por los fenómenos sobrenaturales y lo irracional, en un espectro que va desde las violaciones a las presuntas leyes físicas hasta las perturbaciones y anomalías de la conciencia humana, como de un consabido pendant hoffmanniano, la exaltación de la esfera estética en el seno de la sociedad burguesa. En Los dobles,uno de cuyos protagonistas en un poeta incurable, aparece también la silenciosa sombra de Goethe: la idea de que dos niños nacen idénticos porque sus respectivas madres estaban enamoradas del mismo hombre proviene de Las afinidades electivas.7 Más aun: este relato es el fruto postergado de una proyectada novela grupal que Hoffmann había pensado escribir con sus grandes amigos Hitzig, Contessa y Chamisso, y el solo concepto de “novela grupal” remite a Jean Paul, mentor de nuestro autor e introductor de la idea del “doble” en la moderna literatura germánica.8 Así, la vocación artística y los grandes escritores del 1800 reverberan en lo más granado del último romanticismo alemán, si bien ahora al compás de nuevas melodías.
Pero sin dudas, el principal atractivo de este “relato” –como escuetamente lo define el subtítulo original- es el enésimo tratamiento del tema del doble o Doppeltgänger por parte del autor, un tema que acaso sea el que más lo caracteriza para la historia de la literatura. Y es que tras haberlo abordado en tantas ocasiones y con resultados disímiles, el nombre de E. T. A. Hoffmann y este motivo han terminado constituyendo una férrea sociedad: desde la densa novela gótica Los elíxires del diablo hasta El hombre de la arena (sin vueltas, el más célebre de sus relatos), pasando por narraciones de mediana fama y extensión como La aventura de la noche de San Silvestre, El corazón de piedra, Los autómatas, Princesa Brambilla y otras, la narrativa hoffmanniana rezuma dobles y autómatas por doquier. Y decimos “dobles y autómatas” porque si se los mira de cerca, ambos son, en esencia, un mismo tema: el de la identidad de todo organismo consigo mismo, y a fortiori, el de la identidad humana como categoría moral y como principio gnoseológico. El desdoblamiento del yo y la sustitución de una persona por otro ser son, en efecto, caras de una misma moneda, que no es sino la angustia ante la cualidad polimórfica de la propia personalidad, sobre todo amenazada de desintegración en plena época romántica, dada la creciente alienación social que de pronto invadió la vida en las potencias europeas.9 Así, mandrágoras y espectros, duplicaciones naturales y artificiales se pasean por la narrativa de Hoffmann para cuestionar los límites racionales entre lo muerto y lo vivo, entre lo sabido y lo ignorado, y a menudo el cosmos deviene caos, y no sin alguna buena risotada. Porque como ya apuntamos, he ahí otro rasgo típico del autor: con excepción de Las minas de Falun y alguna que otra página, el horror y el espanto siempre se combinan con el humor y la ironía, suscitando una mezcla de efectos que el ulterior divorcio y especialización de los subgéneros no supo tolerar.
El lector asiduo de narrativa romántica sabrá reconocer, además, toda la gama de procedimientos y arquetipos propios de la corriente, al menos en su faceta germánica. La infaltable escena de carácter auto-reflexivo e irónico es aquí, por supuesto, la siniestra representación de títeres, cuyo contenido y ubicación central delatan su rol de punto de inflexión.10 La heroína, que en ese contexto normalmente tendía a ser representada o bien como un ángel o como un demonio, es a su modo una histérica que finalmente, tras no pocos sobresaltos, se sume en la renuncia ascética.11 Y en esta misma línea hay que mencionar, por último, dos tópicos que delatan más un recurso literario que una genuina preocupación cultural: los gitanos, un modelo de contracultura en tanto pueblo nómada y premoderno, e Italia, ese país de ensueño, de fascinación a veces fatídica, y símbolo de la tentación del arte, para bien o para mal. Ambos, lo gitano y lo italiano, son lugares comunes de la literatura alemana de fines del XVIII y comienzos del XIX, y al echar mano de ellos como contraste de lo moderno-occidental y como terminus ad quem del genio poético, respectivamente, este relato también suscribe de lleno a las representaciones culturales cristalizadas en aquel momento.
Nuestra edición
El relato ha sido tomado de la más reciente –y excelente- edición crítica de las obras completas del autor, la de la editorial Deutscher Klassiker Verlag (Frankfurt a. M.), proyectada en seis volúmenes y desde 1985 por dos grandes especialistas como lo son W. Segebrecht y H. Steinecke, quienes corrigen y comentan profusamente las versiones anteriores. Sin pecar de excesivo celo filológico, nosotros seguimos este texto y anotamos lo necesario para un lector medianamente informado en nuestra lengua, procurando no romper el curso narrativo. En este sentido, nos ha parecido inútil indicar errores insignificantes del original, como por ejemplo las inconsistencias en la forma de los nombres propios (George y Georg), cuya forma en alemán respetamos, dicho sea de paso, para no crear un falso aire de familiaridad, aunque sí hemos traducido aquellos lugares geográficos que por su naturalización española resultaría chocante ver mencionados de otra forma. Salvo por el agregado de algunos conectores que se hacen precisos en la buena prosa castellana y de los que la prosa alemana puede prescindir, hemos procurado ser literales, aun a riesgo de que el texto pueda resultar ocasionalmente anacrónico, pomposo, o repetitivo.
I
El posadero de El Cordero Plateado se quitó la gorra de la cabeza, la tiró al suelo, y gritó, mientras la aplastaba con ambos pies:
—¡Así, así es cómo pisoteas toda integridad, toda virtud, todo amor al prójimo, compadre vil, impío posadero de El Chivo Dorado! ¿Acaso el tipo no ha entrado en gastos para hacer dorar relucientemente su maldito chivo, que cuelga sobre la puerta, de modo que mi lindo corderito plateado ahora resulta bien miserable y pálido en comparación, por lo que todos los viajeros siguen de largo y se van a lo del refulgente animal, y todo meramente para fastidiarme? El bribón se lleva consigo toda la chusma imaginable de funámbulos, comediantes y prestidigitadores, sólo con tal de que su casa esté siempre rebosante de personas divirtiéndose y bebiendo su vino doblemente ácido y avinagrado, mientras que yo mismo tengo que tragarme mis excelentes Hochheimer y Nierensteiner12 sólo para que los consuma un hombre que sabe apreciar el verdadero vino. No ha terminado de irse del maldito chivo la banda de comediantes cuando ya llega para hospedarse la astuta señora con el cuervo, y todos vuelven a precipitarse hacia allí y hacen que se les diga la fortuna y se arruinan comiendo y bebiendo. Y bien puedo imaginarme cómo suele tratar mi malvado vecino a las personas que se hospedan en su posada, pues el apuesto y joven señor que estuvo allí hace apenas uno pocos días y que hoy ha regresado no se aloja en lo de él, sino conmigo... Pero a él también hay que servirlo como a un rey... ¡Ah! ¡Ah! ¡Diablos!... Allá va él, el joven señor, hacia El Chivo Dorado... a esa maldita adivina, debe querer ver. Es la hora del almuerzo... El ilustrísimo señor se va al Chivo Dorado... desprecia los platos del Cordero Plateado... ¡Su gracia! ¡Su merced!
Así gritaba el posadero por la ventana abierta, pero Deodatus Schwendy (tal era el joven señor) se dejó llevar por la corriente de la muchedumbre, que lo arrastró inconteniblemente hacia la posada, no muy distante.
Todos se apiñaban en el pasillo y en el patio, y un silencioso y expectante cuchicheo iba y venía. A algunos se los dejaba ingresar a la sala, otros salían de la misma con rostros ya perturbados, ya pensativos, ya alegres.
—No sé por qué las autoridades no arreglan este desorden —dijo un hombre viejo y serio que se había replegado en un rincón al mismo tiempo que Deodatus.
—¿Por qué? —preguntó Deodatus.