Los jefes - Un amor para toda la vida - April Dawson - E-Book

Los jefes - Un amor para toda la vida E-Book

April Dawson

0,0
6,99 €

oder
-100%
Sammeln Sie Punkte in unserem Gutscheinprogramm und kaufen Sie E-Books und Hörbücher mit bis zu 100% Rabatt.
Mehr erfahren.
Beschreibung

El caos amoroso de Emma era perfecto: se había enamorado de sus dos jefes —los hermanos Sean y Liam— y al final decidió quedarse con Sean. En el fondo estaba contenta con su elección, hasta que Liam lo estropeó todo cuando le declaró su amor. ¿Es posible que haya elegido al hermano equivocado? Con ayuda de su mejor amigo, Emma descubre lo que realmente quiere. Pero no sería ella si no metiera la pata por el camino.-

Das E-Book können Sie in Legimi-Apps oder einer beliebigen App lesen, die das folgende Format unterstützen:

EPUB
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



April Dawson

Los jefes - Un amor para toda la vida

Translated by Aitziber Elejalde Sáenz

Saga

Los jefes - Un amor para toda la vida

 

Translated by Aitziber Elejalde Sáenz

 

Original title: Love the Boss

 

Original language: German

 

Copyright © 2016, 2022 April Dawson and SAGA Egmont

 

All rights reserved

 

ISBN: 9788728131022

 

1st ebook edition

Format: EPUB 3.0

 

No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

 

www.sagaegmont.com

Saga is a subsidiary of Egmont. Egmont is Denmark’s largest media company and fully owned by the Egmont Foundation, which donates almost 13,4 million euros annually to children in difficult circumstances.

Capítulo 1 | Emma

Respiro hondo y entro en las oficinas de Coleman & Sons. Saludo a Betty, la recepcionista, y me meto deprisa en el abarrotado ascensor. Odio la sensación de estar amontonados como ganado hasta llegar a nuestro destino; por no hablar del deprimente hilo musical que, por supuesto, solo emite canciones de los años ochenta. Ya sé que podría ahorrármelo y subir por las escaleras, lo que mejoraría mi salud y me ayudaría a perder algo de peso, pero no me apetece.

Solo quedamos cuatro personas cuando llegamos a la novena planta. Las puertas del ascensor se deslizan sin hacer ruido y entro a la oficina. Empiezo a escuchar un gran alboroto. Levanto las cejas sorprendida y miro a mi alrededor. Mis compañeros de trabajo van de aquí para allá como si fueran gallinas asustadas. Apenas he llegado a mi cubículo cuando aparece corriendo la explotadora de mi jefa con sus taconazos y chasquea la lengua, molesta.

—¡Estás aquí! —Su voz es tan estridente como la de mi prima Lily. Seguro que se llevarían muy bien, cada vez detecto un mayor parecido entre las dos.

—Sí, aquí estoy —contesto sarcástica. Me quito el bolso y vuelvo a mirar a Jazabell—. ¿Qué puedo hacer por ti?

—Como te habrás dado cuenta, se ha desatado el infierno. Estamos en un momento decisivo para lograr el contrato de la nueva colección femenina de Rehbock. Por lo tanto, en las próximas semanas solo te vas a dedicar a ese cliente. Hay que paralizar todo lo demás.

—Genial, ahora mismo me pongo a ello.

Asiente satisfecha y desaparece hacia su despacho. Sin embargo, antes de poder concentrarme en el trabajo, tengo que hablar con Liam. Después de la boda volví a sentir que mi corazón no podía elegir entre los dos hermanos. He sido incapaz de pensar con claridad, sobre todo tras el apasionado beso de Liam. Ni tan siquiera han pasado unas horas desde que me declaró su amor y no puedo estar más indecisa. Algunas mujeres se alegrarían de tener a dos hombres tan atractivos luchando por su amor. Sin embargo, no estoy segura de si debo me siento feliz o quiero romper a llorar. Me abro paso entre mis compañeros, que revolotean nerviosos a mi alrededor, y echo un vistazo al despacho de Liam y Sean.

—¿Liam? —pregunto en voz baja con la esperanza de que esté solo.

—¿Señorita Reed? —dice una voz femenina detrás de mí, pego un brinco del susto y me giro. Myra, la nueva secretaria de los hermanos Coleman que ha empezado hoy a trabajar en la oficina, me mira escéptica. Seguramente porque he llamado a mi jefe por su nombre de pila. «Mierda, ¿cómo puedo explicárselo?».

Me aclaro la garganta e intento disimular mi nerviosismo.

—¿Liam Coleman no está? —pregunto y cambio el peso de un pie a otro.

—No. Sean, Liam y Charlie Coleman están en una reunión y no volverán a la oficina hasta el mediodía. ¿Quiere que le deje un mensaje?

Sacudo la cabeza con ímpetu. Con demasiado ímpetu, al parecer, ya que arruga la frente.

—Ah, no, gracias. Volveré más tarde —respondo brevemente y me escabullo antes de que pueda hacerme más preguntas.

 

El tiempo pasa volando concentrada en mis tareas. Mientras hago algunas anotaciones sobre unas zapatillas de mujer, oigo un carraspeo detrás de mí. Cuando me doy la vuelta, me encuentro de frente con mi mejor amigo, Aiden. Lleva un pase para visitas colgado del cuello, y una caja de dónuts en la mano.

—Aiden, ¿qué haces aquí? —Lo saludo con un fuerte abrazo; es exactamente lo que necesito en estos momentos. Sonrío y me doy cuenta de que una de mis compañeras mira a Aiden de arriba abajo. Lo está devorando con los ojos y hace un gesto de aprobación con la cabeza.

Le guiño un ojo sonriendo y me giro hacia mi mejor amigo. Hayley tiene razón, Aiden es el blanco de todas las miradas. Siempre ha estado en plena forma. Lleva una camisa azul marino y unos vaqueros negros. El pelo moreno y corto encaja perfectamente con su bello rostro de facciones marcadas. Los pómulos elevados le dan ese toque que hace que sea más atractivo. A menudo he pensado que, si no fuera porque le gustan los hombres, valdría la pena cometer un pecado.

—Princesa, tienes mala cara. Ni siquiera el maquillaje tan caro que llevas puede ocultar esas ojeras —comenta, y me gustaría golpearlo donde le duela. Donde le duela de verdad. Me gustaría que mi mejor amigo me consolara y animara, pero siempre tiene que ser sarcástico y brutalmente sincero.

—Ya, gracias. Eso es justo lo que una mujer quiere escuchar tras pasarse la noche en vela —contesto dolida.

Levanta una mano a la defensiva y señala la caja.

—Tranquila, cariño. Ya sabía que estarías enfadada. Ayer por la noche fuiste tú la que me quitaste el sueño cuando me llamaste llorando. Por eso te he traído unos dónuts de chocolate. ¿Amigos? —Hace una mueca tan graciosa con la cara que no puedo evitar reírme y arrancarle la caja de las manos. El chocolate es la mejor medicina contra... eh... bueno, contra todo. En la cafetería, Aiden y yo engullimos los dónuts y charlamos.

—Ay, Aiden, estás como una cabra. ¿Sabes que ahora voy a tener que correr cincuenta kilómetros para deshacerme de estas calorías? —le pregunto con poco entusiasmo.«¿Yo? ¿Correr?».He usado tantas veces mis pantalones de correr como el rodillo de cocina.

—¡Ja! Tú corriendo. Eso sería una primicia mundial —dice de broma, y le vuelve a dar un mordisco al dónut. Me río para mis adentros. Qué bien me conoce.

Cuando levanto la vista, veo que los hermanos Coleman entran por las puertas de la cafetería. Trago saliva, nerviosa. Sean y Liam llevan unos trajes grises prácticamente idénticos, solo que el de Liam es un poco más oscuro. Sin embargo, no podrían ser más diferentes. Los dos están tremendamente buenos.«¿Cómo podría alguien decidirse?».

—Oye, ¿hay un fantasma detrás de mí o por qué no parpadeas? —quiere saber Aiden.

—Los Coleman acaban de entrar en la cafetería.

—¿Eh? ¿Los jefes comen con los empleados?

Asiento con la cabeza, divertida.

—Sí, Charles Coleman valora mucho el ambiente de trabajo familiar.

Liam pasa la vista por la sala hasta que nuestras miradas se encuentran. El corazón se me sube hasta la garganta cuando eleva las comisuras de los labios. Su sonrisa es cada vez más amplia al darse cuenta de mi timidez. Debería hacer falta una licencia para poder lucir así de guapo. Su intensa mirada hace que me sonroje y que aparte la vista avergonzada. Incluso a esta distancia, Liam consigue sacar a relucir mis emociones. «¿Desde cuándo tiene ese efecto sobre mí?». Desde que nos besamos todo es mucho más intenso y estoy muy confusa.

—Emma, ¿estás bien?

—Sí... bueno, no. Liam nos está mirando, ¡pero no te gires! —Casi no he terminado de pronunciar estas palabras cuando hace lo contrario a lo que le he dicho y echa un vistazo rápido a los hombres que me nublan la razón. Oigo respirar a Aiden. Vuelve a girarse despacio hacia mí.

—¿Ese es Liam? ¿Ese semidiós rubio y musculado? —Asiento suspirando—. ¿Y ese es el que ayer te declaró su amor y te dio un beso? —Vuelvo a asentir—. Y a su lado está el guaperas de su hermano, que te ha regalado el mejor sexo de tu vida y que no tiene ni idea de que Liam te ha confesado su amor.

Mi dilema aumenta con cada una de sus palabras.

—¡Ya lo sé!

—Por Dios, princesa. Pues sí que estás jodida —afirma desolado, y no me queda otra que darle la razón, resignada.

 

—Gracias por los dónuts.

Aiden me abraza, me aprieta con fuerza contra su pecho, pues sabe que estoy a punto de derrumbarme por lo que siento por mis jefes.

—De nada. Estabas muy deprimida cuando hablamos por teléfono, así que quería asegurarme de que estabas bien de verdad.

—¡Aiden! —oigo la voz áspera de Sean detrás de mí. Cuando me giro, veo ante mí a mis jefes en todo su esplendor. «Qué bien».

Los saludo, seria. Estamos rodeados de empleados que no deben enterarse de mi relación con Sean.

—Hola, Sean. ¿Qué tal te va? —pregunta Aiden mientras se dan la mano.

—Bien, gracias, hemos tenido una reunión importante. Se trata de un gran contrato. Estos son mi padre y mi hermano Liam. —Aiden les estrecha la mano a los dos y Sean vuelve a dirigirse a mi amigo—. ¿Te marchas ya?

—Sí, solo quería invitar a comer a Emma. Tengo que volver al hospital.

—Bien, entonces no te entretenemos más. —Asiente y vuelve a estrecharle la mano a Aiden, un poco desconcertado. Sean me dirige una mirada heladora antes de desaparecer de mi vista con su familia. Mi mejor amigo se gira hacia mí con el ceño fruncido.

—Eh... ¿Qué demonios ha sido eso?

—No tengo ni idea —respondo encogiéndome de hombros.

—Seguís juntos, ¿no?

—Pues claro.

—Bueno, quizá deberías asegurarte.

 

De vuelta en la oficina sigo trabajando en mi proyecto. Más tarde Jazabell me indica los cambios que debería hacer. Mientras apunto todo lo que me dice, veo a Sean. Parece que me está observando. Mi corazón se detiene un momento y me doy cuenta de cuánto lo he echado de menos. Llevo tres días sin verlo y me parece que ha pasado una eternidad. Está apoyado en el marco de la puerta, tiene los brazos cruzados delante del pecho y me mira con frialdad. Su mandíbula está tensa y sus labios dibujan una línea delgada. Intento desesperadamente concentrarme en lo que me está diciendo mi jefa, pero no puedo dejar de mirarlo. Espero ansiosa a que me sonría, pero su mirada sombría permanece inalterada mientras se acerca. Por fin Jazabell se da cuenta de la presencia de Sean, lo saluda de pasada y desaparece. Me da la impresión de que quería huir de él. Qué raro.

—Buenos días, señorita Reed —me saluda serio. Sorprendida, frunzo el ceño. «¿Por qué está tan distante?».Antes, cuando me he despedido de Aiden, ni siquiera me ha saludado.

—Hola, Sean... ¿va todo bien?

Respira hondo y me mira inquisitivo.

—¡Dímelo tú!

—¿Yo? ¿Qué quieres decir?

Totalmente desconcertada, pienso a qué puede estar refiriéndose.«¡Oh, no!¿Es que se ha enterado de la declaración de Liam?¿Cómo es posible?».El pánico se apodera de mí.

Se me forma un gran nudo en la garganta que intento deshacer con desesperación. Sean echa un vistazo a su alrededor, me agarra del brazo y me lleva a una de las salas de reuniones. Cierra la puerta en cuanto entramos y me parece escuchar el sonido del pestillo. «¿Qué piensa hacer?».

Se gira con tal brusquedad que me cuesta respirar del susto.

—¿Que qué quiero decir? —me suelta furioso y veo cómo brillan de ira sus ojos azules—. Te has pasado todo el fin de semana en Austin mientras yo estaba en Savannah y ¿no has podido llamarme ni una sola vez? —A medida que habla me parece que se pone todavía más furioso.

—Tenía el móvil apagado. No me acordé de cargarlo —me justifico sin mucho entusiasmo. Tiene razón. Estamos saliendo, así que es lógico que llame a mi novio. Si no podía hacerlo con mi móvil, seguro que mi padre me lo habría prestado. Pero estaba distraída con Liam y no pensaba en nada más. ¡Bien hecho, Emma!

—Has estado tres días fuera y no me has devuelto ninguna llamada. ¿Durante esas treinta y seis horas no has pensado en mí en ningún momento? —Sean parece realmente ofendido y lo siento en el alma. No quería hacerle daño, no se lo merece.

«¿Qué llamadas?Mierda, tengo que encender el móvil».

—Tienes razón. No sabes cuánto lo siento. Es que ha sido un fin de semana agotador y me he olvidado por completo.

Me da la espalda bufando y se tira de los pelos. No sé qué más puedo decirle, me froto las manos nerviosa y espero a que reaccione. Me quedo paralizada por el miedo a que rompa conmigo. Volver a verlo, volver a oler su loción de afeitado y volver a oír su voz hace que recuerde por qué lo elegí a él. Siempre ha luchado por mí, quería estar conmigo. Mientras que Liam ha estado dos meses callado sin atreverse a decirme lo que sentía por mí. «Ya es demasiado tarde».

Decidida, me acerco a Sean y me coloco detrás de él.

—Sean, lo siento muchísimo. Quería ir contigo a la boda y presentarte a mi familia de locos. Perdóname, por favor. —Respiro hondo para reprimir las lágrimas. El temor a que me pueda dejar en cualquier momento es abrumador. Mi voz se desvanece, apenas es un susurro—. Solo intentaba pasar el fin de semana lo mejor posible y no pensar en lo que estarías haciendo en Savannah. No volverá a suceder. No quiero perderte, por favor.

Con el corazón en un puño, levanto la mano para acariciarle la espalda y tranquilizarlo, pero se gira de repente y la bajo con brusquedad. Sin decir palabra, me agarra de los hombros y presiona sus labios contra los míos. Me besa con una pasión que me corta la respiración. Al momento, le rodeo el cuello con los brazos y le devuelvo el beso. Mis caricias son apasionadas, apresuradas y ávidas. Mientras me aprieta con fuerza contra su cuerpo, se me escapa un gemido. Mis manos le acarician el cuello y lo presiono contra mí. De pronto, Sean me agarra de las piernas y me levanta. Encajo mis muslos sobre sus caderas mientras me lleva en volandas hacia la mesa.

De un manotazo, aparta todos los cuadernos y bolígrafos, me apoya sobre la mesa, se coloca entre mis piernas y se inclina sobre mí.

—Mmm, cuántas posibilidades —me susurra al oído, y presiento sus intenciones. Mi cuerpo tiembla con sus caricias y sus besos. Cierro los ojos de placer y apoyo la cabeza en la mesa mientras escucho atenta sus palabras.

—Oh, cariño. Cuánto he echado de menos tocarte. Vas a ver lo que voy a....

De repente, alguien llama a la puerta y nos detenemos, sobresaltados. Me incorporo deprisa, me alejo de Sean y me atuso el pelo enmarañado mientras él me sonríe descarado antes de desbloquear la puerta. Liam entra en la habitación y parece sorprendido al vernos juntos. Pasa la vista de Sean a mí y, por nuestra respiración, aún agitada, parece darse cuenta de lo que estábamos haciendo. Se me para el corazón cuando posa sus ojos turquesas en mí. Casi se me rompe el alma al ver la decepción en su mirada. Para mi sorpresa, Sean esboza una gran sonrisa triunfal. «¿Qué pasa aquí?».Casi puedo tocar la tensión que hay en la habitación.

Me aclaro la garganta con incomodidad. No lo soporto más.

—Eh... Sean, gracias por la charla. Nos vemos luego. —Bajo la mirada y me dirijo hacia mi cubículo huyendo de esta bochornosa situación. En el fondo espero no volver a cruzarme con Liam hoy.

 

A medida que pasan las horas, me doy cuenta de que el trabajo es un bálsamo para el alma. Es exactamente la distracción que necesito en mi caótica vida. Mientras contemplo uno de los bocetos, noto que alguien me está mirando. Me giro y descubro que Liam me está observando con una mirada que no soy capaz de descifrar. «¿Qué hace?¿Por qué no dice nada?».Justo cuando voy a reaccionar, se da la vuelta y desaparece de mi vista. «Maldita sea, ¿qué ha sido eso?».

—Emma, ¿puedes venir un momento? —me llama una compañera, y no tengo tiempo de seguir pensando en Liam.

 

Poco antes de la hora de salida, recibo un mensaje de Sean. Dice que me espera en su casa. Le contesto con una sonrisa de felicidad en la cara y le digo que todavía tardaré al menos media hora, pero que iré lo antes posible. Después de apagar el ordenador y de dejar mi mesa recogida, aparece de repente Myra, la nueva empleada, y me da un susto de muerte.

—¡Oh, perdone! El señor Coleman quiere hablar un momento con usted antes de que se vaya. Está en su despacho. Buenas tardes —me dice con acento británico, y sale de mi cubículo.

«¿Cómo?¿Qué querrá a estas horas?». Después de que Liam nos sorprendiera a Sean y a mí en la sala de reuniones, seguro que se ha imaginado lo que estábamos haciendo. Ya debería ser obvio que sigo saliendo con su hermano y que eso no va a cambiar. Pero ahora se lo voy a decir alto y claro.

Cuanto más me acerco a su despacho, más nerviosa me pongo. Me sudan las manos y se me acelera el pulso. Este fin de semana he sido consciente de que las cosas no pueden seguir así. Mi corazón es de Sean, y punto. Ya tomé la decisión en su momento y nadie podrá hacerme cambiar de opinión. Mis sentimientos por Liam siguen siendo fuertes, pero no voy a renunciar a mi relación con Sean. Ya no soy la pusilánime de antes. Soy Emma Reed, futura directora de publicidad de éxito, y la mujer al lado de Sean Coleman. Ese pensamiento me alienta y me tranquiliza.

Vuelvo a pensar en cómo puedo decirle a Liam con la mayor delicadeza posible que, aunque me siento halagada por su declaración de amor, entre nosotros no puede haber más que amistad. Estoy tan absorta en mis pensamientos que no veo la puerta de cristal del despacho.

Como es habitual en mí, me golpeo la frente con fuerza contra la puerta, y un dolor penetrante me invade la cabeza. Un violento estruendo me sacude el cerebro; me mareo al instante y empiezo a tambalearme. De repente, se me nubla la vista y el dolor me hace caer de rodillas frente al despacho donde Liam está esperándome.

Capítulo 2 | Liam

Durante la reunión de esta mañana sobre los detalles de la campaña de Rehbock, apenas participo en los debates, y no puedo seguir el desarrollo de las conversaciones. Solo puedo pensar en Emma y en la guerra que le he declarado a Sean. «¡Menuda la que he armado!».Mi hermano y yo siempre hemos tenido una buena relación, y ahora todo pende de un hilo. Claro que nos hemos enfadado, pero siempre lo aclarábamos y pasábamos página. Sin embargo, lo que ahora nos enfrenta es algo más que un coche o la arrogancia juvenil. Es una persona que, a diferencia de las cosas materiales, no podemos intercambiarnos tan fácilmente. Emma.

Pienso en el fin de semana, en cómo apoyaba la cabeza en mi pecho mientras bailábamos; en cómo brillaban sus ojos cuando por fin le hablé de mis sentimientos y en sus sensuales labios, que solo pude sentir durante un momento. Emma es inteligente, maravillosamente sarcástica y graciosa. Cautiva a todo el mundo sin ser consciente. Creo que, si pudiera verse a sí misma a través de mis ojos, sabría lo bella que es.

Sonrío y me paso los dedos por los labios. Me encantaría poder volver atrás en el tiempo, hasta el momento en el que casi nos besamos por primera vez. Si fuera hoy, habría actuado de otra forma, la habría besado y habría hecho caso omiso de su prima. Le habría dicho cuánto la quiero, y que quiero tener una relación con ella. Y ahora sería mía, no la novia de mi hermano. Como siempre, mi hermano se me ha adelantado, pero esta vez no voy a ceder. No con Emma.

Oigo un carraspeo y alzo la vista. Sean me clava sus ojos azules y me desafía. Sonríe con descaro, se agarra la barbilla con el pulgar y el índice, y espera mi reacción.

—Bueno, Liam, ¿qué opinas? —me pregunta irritado mi padre. Al parecer, no es la primera vez que se dirige a mí. «¡Mierda, no estoy prestando atención!».Esto no es propio de mí. Normalmente estoy centrado y participo en las reuniones.

—Perdonadme. Estaba pensando en otro proyecto —me disculpo y me gano una mirada furiosa de mi padre.

—El anuncio de televisión. Tú serás el responsable, y tienes ocho semanas para diseñarlo. En septiembre tendremos la reunión definitiva con Rehbock y estará toda la junta directiva. —Es la primera vez que me encargo de un anuncio de televisión, es lo que me gusta de mi trabajo. Que está lleno de nuevos retos. Asiento con la cabeza y de esa forma acepto la tarea. Sería ridículo que no pudiera crear un buen anuncio para televisión.

 

Después de la reunión siento un hambre atroz y sigo a mi familia hasta la cafetería. Nos sentamos en nuestra mesa habitual y, cuando Sean y papá empiezan a hablar, yo echo un vistazo a mi alrededor y la veo. Está sentada a dos mesas de distancia y nuestras miradas se encuentran. Mi corazón empieza a bombear más rápido cuando noto que se avergüenza y aparta la vista. Parece que la pongo nerviosa y eso me provoca una sonrisa. Siente algo por mí, es más que evidente. Debo hacer que esos sentimientos crezcan y ganarme su corazón.

Después de la comida, en la que no hablamos mucho, nos dirigimos a la oficina. Veo que Emma está junto al ascensor del vestíbulo con el mismo joven con el que ha estado comiendo en la cafetería. Cuando Sean lo saluda, oigo que es Aiden, su mejor amigo. No se me escapa que Sean no saluda a su novia y que solo le dirige una mirada fría. «¿Qué le pasa?».

Cuando mi padre se encamina hacia su despacho, sigo a Sean hasta el nuestro. En cuanto cierro la puerta, se gira hacia mí decidido.

—Liam, tío, ¿qué mierda te pasa? —gruñe furioso.

—¿Qué quieres decir? —Existen varios motivos por los que podría estar enfadado conmigo.

Resopla y aprieta los puños.

—¿Crees que no me doy cuenta de los ojitos que le pones a mi novia?

—Bueno, al menos la trato con más amabilidad y respeto que tú. ¡Si ni siquiera la has saludado, Sean! Se merece algo mejor que eso. —Mi voz suena más alta de lo previsto.

—¡Mi relación con Emma no es asunto tuyo! ¡Aléjate de nosotros!

—Te lo he dicho esta mañana y te lo vuelvo a decir ahora. Voy a luchar por ella. Nuestra relación laboral no tiene por qué verse afectada, pero, en lo relativo a lo personal, ni puedo ni quiero contenerme. Ella es muy importante para mí.

Sean aprieta la mandíbula, se coloca delante de mí y las puntas de nuestras narices están a punto de tocarse.

—Estás loco si crees que tienes alguna posibilidad con Emma. ¡Ella es mía! —sisea con los dientes bien apretados.

—Emma no es de nadie. Pronto tomará una decisión; pero, si hasta entonces te comportas de forma tan posesiva y fría, tendrá que buscarse a alguien que la comprenda y se preocupe por ella. Y ese seré yo.