Los misterios de Laguardia - Pedro Muñoz Seca - E-Book

Los misterios de Laguardia E-Book

Pedro Muñoz Seca

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Los misterios de Laguardia es una comedia teatral del autor Pedro Muñoz Seca. Como es habitual en el autor, la pieza se articula en torno a una serie de malentendidos y situaciones de enredo contados con afilado ingenio y de forma satírica en torno a las convenciones sociales de su época.

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Seitenzahl: 127

Veröffentlichungsjahr: 2020

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Pedro Muñoz Seca

Los misterios de Laguardia

JUGUETE CÓMICO EN TRES ACTOS

Estrenado en el TEATRO DE LA COMEDIA de Madrid, la noche del 3 de setiembre de 1920

Saga

Los misterios de Laguardia Pedro Muñoz SecaCover image: Shutterstock Copyright © 1920, 2020 SAGA Egmont All rights reserved ISBN: 9788726508017

 

1. e-book edition, 2020

Format: EPUB 3.0

 

All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

 

SAGA Egmont www.saga-books.com – a part of Egmont, www.egmont.com

Esta obra es propiedad de su autor, y nadie podrá, sin su permiso, reimprimirla ni representarla en España ni en los países con los cuales se hayau cele brado, ó se celebren en adelante, tratados internalonales de propiedad litetaria.

El autor se reserva el derecho de traducción.

Los comisionados y representantes de la Sociedad de Autores Españoles son los encargados exclusivamente de conceder ó negar el permiso de repiesentación y del cobro de los derechos de propíedad.

–––

Droits de representation, de traduction et de reproduction rèservés pour tòus les pays, y compris le Suè de, la Norvège et la Hôllande.

–––

Queda becho el depósito que marca la ley.

A Don Benito Castro, Comisario General de Seguros, a quien mucho quiere,

El Autor.

REPARTO 1

PERSONAJES ACTORES ROMANASra. Sánchez Ariño. MAGENCIA Comendador . HUGOLINA Seta. Rkdondo. DELFINA Bassó. PACA Andrés. ENCANTRUDIS Carbone. TRIGIDIA León. CONSORCIA Redondo (I.) DOLENDA Cortesina . AQUILES Sr. Babraycoa. IRENO Tudela. LUIS Asquerino. ORDOÑO Tordesillas. MARQUÉS Górriz. ENRIQUE F. De Córdoba . ABSALÓN León. LACABRA Roa. LAVAÑA Valbuena. GONGORA Fernández. CORBINIANO Díaz Enrick. PADIOLA Roldan. BENITO Terry.

ACTO PRIMERO

Gabinete en casa de Aquiles Laguardia: un gabinete amueblado con tanta sencillez como buen gusto. Habrá un balcón en el foro, una puerta en el lateral izquierda y dos en el lateral derecha. Es de dia. La acción en Madrid. Epoca actual y en el mes de Octubre.

–––

(Al levantarse el telón esta en escena DELFINA. Delfina es una criada joven y escuálida. Viste en traje de mecánica: es decir una especie de guardapolvo oscuro, no muy limpio y bastante corto. Calca unas grandes zapatillas de orillo con su buena piel de conejo y todo. De las dos desbocadísimas zapatillas surgirán como dos mondadientes forrados de blanco, las dos flacas piernas de Delfina. Debe contrastar con estos desastrosos «bajos» una rubia cabeza peinada a lo Merode y un gesto de exquisita espiritualidad. Delfina provista de unos zorros aporrea los muebles, sin mirarlos, porque de donde no quita el ojo es de las puertas de la derecha, temerosa de que salga alguna persona. Viendo que no sale nadie corre al balcón y medio grita a alguien que se supone en un balcón cercano.)

Del. ¿Pero me la vas a proyetar el domingo, Wenceslao?... Escucha, ¿y cómo ha salido?... ¿Es de veras?... ¡Ay, dímelo!... ¡Aguarda!... (Entra, vuelve a mirar escamadísima, regresa al balcón y mientras escucha, coge los zorros con la mano izquierda y le da quince zorrazos a una silla, sin mirarla, por supuesto .)

Paca (Por la puerta de la izquierda. Es la cocinera de la casa y viene de la compra. Tiene unos cuarenta años y es una mujer de una vez. buena cara, buenas carnes y buen humor. Trae un gran canasto. Al ver a Delfina, se detiene, se ríe, pone el canasto sobre una silla y diee muy chulona .) Ya está Ja Delfina charlando con el peliculero d’haí al lao, que pa mí que es un sinvergüenza. (Riendo ) Y hay que ver el martingalita que se gasta, pa que crea la señora que está limpiando. Bueno, esta Delfina es una creatura cómica donde las haiga. Como que la llamo la Sara Bernarda y le está el mote que ni dibujao. La voy a dar un susto. (Se acerca a ella de puntillas y alarga la mano para arrancarle los zorros .)

Del. (Hablando como antes y retirando los zorros casualmente. ) ¡Quiá! Es muy difícil quitar na.

Paca (¡Caray! Ni que m’hubiera adivinao.)

Del. (Aporreando de nuevo, sin mirar .) Escucha, ¿qué cara tengo cuando lo del abrazo? ¿Estoy Bertinisca?

Paca ¿Habrá frescales? (Le quita los zorros de un tirón Delfina pega un salto y dice trágicamente, asustada .) ¡¡Ah!!... ¡¡Ay!! (Mas tranquila, al ver a Paca .) ¡Ah!

Paca (Imitándola .) ¡Ah!

Del. (Dejando el balcón .) ¡Qué susto m’has dao, Paca! (Ríe Paca ) Espera. (Vuelve a asomarse y se despide del vecino .) Hasta luego... Sí... Adiós. (Cierra el balcón .)

Paca Escucha, ¿pero es verdá que el vecino t’ha hecho una película?

Del. ¡Anda! Y dice que pa impresionar no hay otra socia como yo.

Paca Y eso que no t’ha visto en cubre-corsé.

Del. Tú te reirás, pero dice Wenceslao que tengo un juego de brazos que me puedo codear con ia Bertini.

Paca ¡Jajay, qué chusco! Pues como te codees con ella saltan chispas, porque sois de un huesismo las dos, que, hay que ver.

Del. No hay que exagerar, Paca; que no estoy tan delgá.

Paca ¿Que no; y pa dormir más blandamente, fones el colchón de canto? ¡Vamos, hija! Pero si tú te metes en el cañón de una escopeta y te pues desperezar. ¡Miá que tú en película!...

Del. Pues ya ves: he filmao.

Paca Pues no rubriques.

Del. Y el domingo voy a impresionar otra vez y si es verdad que sirvo, tiro la escoba y que barra otra.

Paca Yo creo, Delfina, que es mejor lo que t’aconseja la señora; q’estudies pa nurse o que t’hagas maestra como ella; que ya ves ella hasta aonde ha llegao; na menos que a profesora de la Normal.

Del. No me hables a mí de la señora porque estoy de ella hasta el latifundio que tengo por nariz. Tú, como llevas en la casa seis días, pues estás en la luna de miel de la servidumbre como aquel que dice.

Paca ¡ Mi madre! ¿En la luna de miel y salgo a bronca diaria? Y el motivo de las broncas es lo que más me desespera: porque no prenuncio bien. ¿Me quiés tú decir, Delfina? ¿Pero eso es motivo pa reñirle a una cocinera? ¡Vamos, hombre! Señor, ¿están buenas las clocletas? Pues eso es lo importante. El que yo las llame clocletas en vez de colcletas, ¿qué más da?

Del. Pues excuso decirte los siete años que llevo yo pasaos. Porque yo entré en esta casa hace siete años: todavía estaba soltera la señora...

Paca ¡Ah! ¿Pero doña Romana y don Aquiles hace poco tiempo que se han casao?

Del. Hace unos seis años.

Paca ¿Entonces la señorita Hugolina de quién es hija, de él o de ella?

Del. De él; de don Aquiles.

Paca Claro, don Aquiles se casaría pa resolver el poblema de la mantención, ¿no?

Del. Ni que te creas tú eso. Cuando don Aquies se casó con doña Romana, estaba muy bien colocao. Había aquí unos extranjeros que comerciaban en maderas y que tenían un Banco...

Paca Lo más lógico.

Del. En el Banco había una caja y en esa caja estaba don Aquiles. Pero un día no sé lo que pasó que vino don Aquiles muy triste y dijo que no podía seguir en la Caja porque se había quebrao el Banco y desde entonces viven tos del sueldo de ella y de lo que trae él; porque él se echa a la calle y poco o mucho trae algo tos los días.

Paca Bueno, ¿y esto del huésped, qué es?

Del. Que como doña Romana no ha querido estrecharse, pues para ayudarse al pago de la casa le ha arrendao estas dos habitaciones a ese don Luis Malgren: eso es tó.

Paca Muy simpático que es don Luis.

Del. Que se lo pregunten a la señorita Hugolina.

Paca ¿Eh? ¿Pero crees tú que?...

Del. Son novios hace más de dos meses, pero no lo sabe nadie. Es decir: lo sabemos don Aquiles y yo, pero los dos hacemos la vista gorda. (Sobresaltada, mirando hacia la puerta de la izquierda .) ¡Ay! ¡Que han abierto! (Coge los zorros .)

Paca ¿Con llavín?

Del. Sí.

Paca (cogiendo el canasto .) ¡Atiza! Hasta luego. (Se va por la segunda puerta de la derecha. Delfina sigue limpiando .)

Luis (Por la izquierda .) Buenos días, Delfina.

Del. Buenos días, don Luis. ¿Tan pronto de vuelta?

Luis Sí... (Este don Luis, es un hombre de treinta años, bastante guapo y elegante . Gasta bigote y una barbita cuadrada, partida y muy cuidada .) ¿Ha Venido alguien preguntando por mí.

Del. No, señor.

Luis ¿La señora está en casa?

Del. No le puedo decir al señor. No la he visto aún.

Luis ¿Y el señor?

Del. El señor, no señor.

Luis Bien. Si alguien viniera preguntando por mí, hágale pasar.

Del. Perfectamente (Se va por izquierda .)

Luis (Mirando su reloj .) Es temprano aún. (Se sienta y se dispone a leer el «ABC»)

Hug . (Por la segunda puerta de la derecha. Es una muchacha monísima .) ¡Luis!

Luis ¡Hugolina!...

Hug. Podemos hablar: no hay nadie en casa.

Luis Gracias a Dios.

Hug. Escucha, ¿pero cómo tú por aquí a estas horas? ¿No has dado tu lección de las once?

Luis Es el santo de mi discípulo y le he perdonado la clase.

Hug. No sabes cuánto me alegra el que podamos charlar un rato porque tengo algo muy importante que decirte.

Luis No me asustes. ¿Es que han averiguado ya lo de nuestras relaciones?

Hug. Al contrario: tan libre me creen que anoche han tratado conmigo de cierto proyecto de matrimonio.

Luis ¿Eh? ¿Quién? ¿Tu padre?

Hug. Y mi madrastra: los dos.

Luis ¡Hola!... ¿Y con quién desean casarte?

Hug. Con el antipático de Ordoño Tarazona, el ayudante de don Ireno.

Luis Debí figurármelo. La asiduidad de esos dos pajarracos no auguraba nada bueno. No me fío de esos hombres, Hugolina. Conozco al mundo en que vivo y juraría que don Ireno viene por aquí con tanta frecuencia porque le hace el amor a tu madrastra.

Hug. ¡Por Dios! Siendo ella tan amiga de su esposa ..

Luis Tampoco tengo fe en esa amistad. Yo creo que tu madrastra y doña Magencia, la mujer de don Ireno, se odian a muerte. Doña Magencia no ha llegado como tu madrastra a profesora numeraria de la Mormal; es sólo profesora auxiliar y eso la mata de envidia, creémelo. Del mismo modo que doña Romana odia a la mujer de don Ireno, porque ésta domina el léxico mejor que ella, y ya tú sabes que tu madrastra tiene la manía del castellanismo y del academismo.

Hug. Sí, las conversaciones de ambas son un verdadero pugilato; parecen dos gallos ingleses. Si la una dice «Se está nubando el cielo; por aquí está cirroso», la otra añade: «En efecto, se nubarra; también por allí cumulusea».. A mí rae ponen nerviosa.

Luis Bueno, ¿y tú qué le contestaste a tu padre?...

Hug. Ya lo podrás suponer: le dije que era demasiado joven para penes er en casarme y que, agradeciendo mucho las pretensiones del señor Tarazona, no accedía a ellas, por ahora al menos. Doña Romana, torció el gesto, dijo no sé qué de la pubertad y del himeneo, y mi padre, que es la bondad misma, puso dos letras a Tarazona, transmitiéndole mi resolución.

Luis Perfectamente. ¡Gracias, Hugolina! Yo espero resolver pronto el asunto que me hatraído a Madrid, y entonces...

Hug. (Amorosa .) ¿Qué?...

Luis ¿No lo adivinas? Entonces podremos decir a todo el mundo que nos queremos y todos tendrán una gran satisfacción en vernos casados; te lo aseguro.

Hug. Nunca me has dicho qué asunto es ese que tanto te preocupa.

Luis ¿Para qué?

Hug. Puesto que de su resolución depende nuestra ventura, debía yo saber…

Luis Es un misterio, Hugolina; no me preguntes.

Hug. ¡Qué fastidio! Estoy rodeada de personas misteriosas. Porque mi padre...

Luis ¿También?

Hug. Parece que vive entre tinieblas. — ¿A dónde vas? — Por ahí. — ¿De dónde vienes?—¡Qué sé yo!—¿Cómo has ganado ese dinero?...— ¿Qué mas da?—Y siempre lo mismo. ¡Como si yo no pudiera saberlo todo! ¡Como si yo no supiera también callarlo todo!

Luis Perdóname, Hugolina; algún día comprenderás la razón que me asiste para no hacerte Saber... (Suena un timbre dentro .)

Hug. (Sobresaltada .) Han llamado. ¿Será ella o mi padre?... Vete a tu cuarto. Yo voy a subir al segundo para dar mi lección de taquigrafía. Hasta luego.

Luis Adiós. (Se va por la primera puerta de la derecha .)

Del. (Por la izquierda .) Un joven pregunta por el señor Malgrén.

Hug. Acaso algún discípulo... En su cuarto creo que está. Avísale.

Del. Sí, señorita.

Hug. Si preguntaran por mí, di que estoy en casa de doña Fermina.

Del. Está muy bien. (Se va Hugol í na por la izquierda .)

Hug. Hasta después.

Del. Hasta luego. (Acercándose a la primera puerta de la izquierda .) ¿Señorito?

Luis (saliendo .) ¿Qué hay, Delfina?

Del. Un joven que desea verle.

Luis Que pase.

Del. (Junto a la puerta de la izquierda y hablando hacia el lateral .) Pase usted, caballero. (Hace mutis por la segunda puerta de la derecha .)

Luis (Algo Inquieto .) ¿Será él?... ( Al ver a ENRIQUE que entra por la izquierda .) ¡Ah! Sí... (Acudiendo a él muy efusivamente y sin alzar la voz .) ¡Enrique!

ENR. (Idem .) ¡Luis!

Luis Aguarda, (se acerca a la segunda puerta de la derecha, mira, y cierra con gran cuidado .) Siéntate; podemos hablar con toda tranquilidad.

ENR. (Se sienta. Es un hombre de veintitantos años, todo afeitado y pulcramente vestido .) Estás de enhorabuena, querido Luis. He conseguido lo que deseabas.

Luis ¿Qué me dices?

ENR. Sí; esta noche asistirás a la gran fiesta que da en su palacio el Marqués de Moratones, en honor de doña Encantrudis Acoquecha, esa escritora de Nicaragua.

Luis ¿Cómo has podido arreglarlo?...

Enr. De un modo sencillísimo. El Marqués me ha suplicado que me encargue del guardarropa; yo le dije que necesitaba un ayudante, le indiqué tu nombre... es decir, tu nombre, no; le dije que conocía a un muchacho, a un tal pedro León que había estado varios años en el guardarropa del Palace y que me inspiraba confianza absoluta; él me dijo que te buscara y eso es todo.

Luis Gracias, Enrique, muchas gracias. Me haces feliz con esa noticia.

Enr. Bueno; tú me aseguras que sólo intentarás apoderarte de esos papeles que dices que te pertenecen, ¿no es cierto?

Luis ¿Desconfías de mí?

Enr. ¡No! Hemos vivido juntos muchos años y te conozco muy a fondo; pero como nunca me has revelado el secreto de tu vida..

Luis Es verdad, voy a revelártelo A tu lealtad para conmigo debo corresponder con esta prueba de confianza. Escacha. Yo no me llamo Luis Malgrén; yo me llamo Lázaro Maineri.

Enr. ¡Lázaro Maineri!

Luis Sí. Soy hijo legitimo del Príncipe Lázaro y de la Princesa Emma de Cretoni. Mi madre... ¡Dios la haya perdonado!, durante una larga ausencia de mi padre, cayó en el lazo que le tendió un mal nacido y deshonró su nombre.

Enr. ¡Jesús!

Luis