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Los pergaminos es una comedia teatral del autor Pedro Muñoz Seca. Como es habitual en el autor, la pieza se articula en torno a una serie de malentendidos y situaciones de enredo contados con afilado ingenio y de forma satírica en torno a las convenciones sociales de su época, en este caso en torno a una petición de mano de dos familias antaño pudientes y ahora compuestas por pelagatos que intentan guardar las apariencias ante los demás.
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Seitenzahl: 122
Veröffentlichungsjahr: 2020
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Pedro Muñoz Seca
JUGUETE CÓMICO
en tres actos y en prosa original de Estrenado en el TEATRO DE LA COMEDIA el 7 de Mayo de 1918
Saga
Los pergaminos Pedro Muñoz SecaCover image: Shutterstock Copyright © 1918, 2020 SAGA Egmont All rights reserved ISBN: 9788726508000
1. e-book edition, 2020
Format: EPUB 3.0
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Dioits de representation, de traduction et de reproduction réservés pour tons les pays, y compris la Suède, la Norvège et la Hóllande.
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Queda hecho el depósito que marca la ley.
A sus buenos amigos Emilio Losada y Vicente Rey,
El Autor.
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NOTA.—Los papeles de Chicharita y Concha puede hacerlos una misma persona, así como los de Emilita y Rafaelita; Antúnez y Faelillo; Rafael y Revenga; Faelito y Pepito.
Hall de la linda casa de campo que habitan los Condes de Pola del Clavijo en su hacienda de «Los Algarrobos». En chaflán a la derecha, la pueria que conduce a la carretera. En el foro un gran mirador de cristalería. En el lateral izquierda una puerta y el arranque de una escalera que se pierde en el lateral.
El Hall estará ricamente amueblado, no con muebles modernos, sino del más serio estilo español. Sillones frailunos muy encojinados, una mesa digna de figurar en el centro de una sacristía, algún arcón y algún bargueño muy relabrados, una gran araña de madera y en las paredes algún escudo de armas y alguna panoplia con gumías y espindargas. Es de día, un día del mes de Mayo, a las cuatro de la tarde. Los Algarrobos están en Almodóvar, pueblo cercano a Córdoba. Epoca actual.
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Están en escena miss plain , rafaela . rafaelon , rafaelita y rafael . Miss Plain es una inglesa como de treinta y cinco años, de aspecto varonil. Viste con cierta elegancia masculina y habla con acento británico. Rafaela es una hortelana de cuarenta y cinco años; Rafaelón, su marido, ha cumplido ya los cuarenta y nueve y Rafaelita y Rafael, hijos de ambos frisan en los diez y seis y veinte abriles respectivamente. Los cuatro visten con el traje de faena.
Al levantarse el telón, Rafael, de pie y apoyado en cualquier mueble está ensimismado, preocupadísimo. Los demás, bajo la dirección de Miss Plain, adornan el hall colocando aquí y allá unas cuantas macetas que hay en un carro de mano colocado en el centro de la escena.
Miss (A Rafaelita .) Ese rosal, allí, sobre aquella salomónica.
Raf.a (Con la maceta en la mano y la boca abierta. ) ¿La salo... qué?
Miss Sobre aquel pedestal.
Raf.a (Como antes. ) ¿Er pede... cuá?
Miss (Indicándole el sitio. ) Aquí, aquí... no se enteran nunca de las cosas.
Raf.a ¡Ah! ¡Sobre la colurna... Sí, señora. (Coloca la maceta. )
Rafaelón (Bajo a Rafaela. ) Tú, pregúntale que aonde ponemos este clavé.
Raf. (A Miss Plain. ) Ascuchusté doña Miss, ¿aonde se pone este macetón?
Miss ¿Ese?... Sí; a la entrada del hall y los otros cuatro en el «bo-güindo». Voy por más flores. (Medio mutis. )
Rafael ¿Cómo ha dicho usted?
Miss Las cuatro macetas en el bogüindo y ese grande a la entrada del hall. (Vase por la puerta del chaflán. Rafaelón, Rafaela y Rafaelita, se miran boquiabiertos. )
Raf. ¿Qué ha dicho, Rafaelón?
Rafaelón Yo qué sé.
Raf. ¿Tu lʼhas entendió, Rafaelita?
Raf.a Yo que ví a entendé.
Raf. ¿Qué hacemos?
Rafaelón Mira, pon er masetón ahí ar lao e la puerta, y las cuatro masetas en er sierro e cristales. Y si los quiere en otro sitio que hable más claro.
Raf. (A Rafaelita. ) Ayúdame. (Colocan las macetas. )
Rafaelón (A Rafael .) Tú, arma mía, ¿pero es que vas a pasarte la tarde cavilando?
Rafael Déjeme usté, padre, que estoy que echo jumo.
Rafaelón ¿Qué te pasa, saborío?
Rafael Que yo lo he pensao bien y yo no me pongo eso.
Rafaelón ¿Er qué?
Rafael El espoquín.
Rafaelón Tú te pones el espoquín o agarro yo una estaca y te plancho la ropa. ¡Pos estaría güeno, hombre! ¿No soy yo Rafaelón Montoya, er jefe de los sosialístas d’acá y ví a vestirme de libreda.
Rafael Pero es que...
Rafaelón ¡A callá! Mosotros habemos vivío siempre a cara e los Condes y hay que jasé lo que ellos disen. Esta tarde vienen a pedí la mano de la señorita esos marqueses que es gente de tronío y los amos quién tené acá serviumbre vestía como en Madrí y tú te pones el espoquín y yo la libreda y estas las escofias y tó lo que sea menesté.
Raf. Claro que sí.
Rafael No, si después de tó, lo del espoquín es lo de menos, pero es que... er baberito ese, mar tiro le den.
Rafaelón ¿Cómo er babero?
Rafael Sí, señó: una cosa así como un babero plancheao, con una tirilla en pie que paese que va uno asomao a un brocá. ¡Mardita sea! Y eso, padre, eso se me va a mí a clavá.
Rafaelón Enque se te clave en los sentios, Rafaé. Quien manda manda y no hay más qus hablá.
Raf.a Tʼarvierto que Faelito el de Morón y Faelillo el más bruto, se van a vestí tamién de libreda pa serví el té.
Rafael Pero...
Raf.a (Viendo entrar a Miss Plain, con unas flores. ) Cállate.
Miss ¿Han puesto las masetas donde dije?...
Rafaelón Mos caímos.
Miss Está muy bien (A Rafaelón. ) Puede llevarse el carro y diga a esos gañanes que vengan. Tienen ustedes que vestirse.
Rafaelón Sí, señora. (Vase con el carrillo do mano. )
Miss Coloquen estas flores en esos cacharros.
Raf. Sí, señorita... (Lo hacen. )
Elv. ( Por la escalera. Es una elegantísíma y guapísima muchacha como de veinticinco años. ) ¡Oh! Muy bien, Miss Plain. Está el hall lindísimo.
Miss Muy amable, señorita.
Elv. ¡Ah! Rafaela y tú, Rafaelita, id a vestiros, que son ya más de las cuatro. Yo acabaré de arreglar ese centro.
Raf. Sí, señorita. Anda, niña, (Se van por la í zquierda. )
Miss Ahora irán los otros también.
Elv. Si; que papá desea aleccionarlos un poco, no vayan a meter la pata.
Miss Yo los tengo bastante bien instruídos.
Elv. ¡Oh! Entonces...
Rafaelón (Por la derecha con faelito y faelillo , dos gañanes que meten miedo. ) Entrar.
Faelito Guas tardes...
Faelillo Mu guas tardes.
Miss ¿Eh? ¿Es ese el saludo que os tengo enseñado? (Los dos gañanes bajan la cabeza sin saber qné decir. ) ¡A ver!
Faelito ¿Cual quié usté: el hablao o el sin hablá.
Miss El sin hablar; los servidores no hablan nunca.
Faelito (A Faelillo. ) Ya sabes; se jinca la barba en er pecho y s’arquea er lomo. (Hacen los dos una cómica reverencia. )
Miss Bien. Vengan les cuatro conmigo; daré a cada uno su ropa. Vamos. (Mutis por la izquierda. ) Rafaelón (Cachazudamente, haciendo mutis tras ella y con aspecto de hombre resignado. ) ¡Quien manda, manda!
Faelito (Idem. ) ¡Qué se le va a jasé!
Faelillo (Idem. ) ¡Pasensia!
Rafael (Idem. ) ¡Mardita sea la caló! (Mutis los cuatro. ) Elv. ¡Pobrecillos!... Van a pasar un rato...
Gon. (Asomando por la puerta del chaflán. ) ¿Estás sola? (Este gonzalo es un muchacho como de treinta años muy elegante y muy simpático. )
Elv. (Gratamente sorprendida. ) ¿Tú aquí? ¡Pero criatura! ¿No pensaban tus padres recogerte al pasar por el pueblo?
Gon. Volveré antes que ellos pasen. Yo llego a Almodóvar en cinco minutos.
Elv. Sí, pero me parece una imprudencia...
Gon. ¿Vas a reñirme porque no puedo estar un minuto sin ti?
Elv. ¡Tonto!... Cualquiera diría que a mí no me pasa lo mismo.
Gon. ¿Y tus padres?
Elv. Vistiéndose para el solemne acto de la petición de mano.
Gon. ¡Cuántos trabajos para llegar al término de nuestra jornada! Pero por fin hemos llegado. Dentro de una hora serás oficialmente mi prometida. Qué alegría, ¿verdad?
Elv. ¡Qué alegría y qué pena! Nosotros no podemos, como todos los novios del mundo, disfrutar tranquilamente de nuestra felicidad. Hasta el día que nos echen la bendición, hemos de ver la amenaza por mil peligros.
Gon. Dices bien. ¡Y qué triste es tener que estar siempre fingiendo, siempre engañando!... Pero es la única manera de que lleguemos a ser venturosos. Si tus padres supieran que los míos están completamente arruinados o si supieran mis padres que a los tuyos no les resta una sola peseta, no habría boda posible, es decir habría boda, pero tendríamos que rebelarnos y eso es tan doloroso...
Elv. Sí, sí; disimulemos, mintamos... Un poco de amargura hay en el fondo de la farsa cuando se ha llegado a la total ruina. En esta casa donde tus padres creen que se apalea el oro, estamos en una situación insostenible.
Gon. Seguramente no más insostenible que en la mía donde no queda nada, nada...
Elv. Estamos en las mismas circunstancias, somos pobres de solemnidad.
Gon. ¿A ti te importa?
Elv. A mí muy poco.
Gon. Pues a mí nada. No soy cobarde; trabajaré; y eso que hasta el trabajar ha de ser para mí una dificultad de familia, porque nuestros padres considerarán como una especie de deshonor, que yo, el llamado a llevar los títulos de Marqués del Valle de don Favila y de Conde de Pola del Clavijo, instale una consulta y me gane la vida tomando el pulso y mirando la lengua a la gente.
Elv. ¿Tú crees?
Gon. Para ellos no hay más que la nobleza, los pergaminos, el esplendor del nombre. No viven en esta época. Hasta sus nombres respiran antigüedad. Yo no sé lo que me da cuando pienso que los autores de mis días se llaman don Laín y doña Berenguela y que tus padres se llaman don Nuño y doña Urraca.
Elv. El doña Urraca tira de espaldas.
Gon. Tira de espaldas y desnuca.
Elv. ¡Ah! Se me olvidaba; ya está resuelto lo del regalo. He dicho a mis padres que en tu familia es costumbre el regalar en vez de pulsera de pedida, un anillo de hierro con las armas de la casa.
Gon. ¿Y les ha parecido bien?
Elv. Han visto el cielo abierto, porque los pobres en vista de ello, van a regalarte no sé qué maritata, diciendo también que es tradición de familia.
Man. (Por la puerta de la derecha. ) Buenas tardes. (Es una chicuela como de quince años. Trae unos envoltorios de papel en una bandeja. ) ¿El ama de llave, está?
Elv. ¿El ama de llaves?
Man. Una mu dergaíta que es francesa.
Elv. ¡Ah! Miss Plain. . No es ama de llaves.
Man. Ya.
Elv. Ni francesa.
Man. Ya.
Elv. ¿Qué traes?
Man. Estas biscotelas que encargó ayé.
Elv. Bien, dame.
Man. Sí, señora, (Lo hace. ) M’ha dicho mi padre que le diga que lo de los borrachos no ha podío sé; que no hay borrachos más que los domingos, pero que sí quiere pitisuses o merengues, que si hay.
Elv. ¿Eres hija del confitero?
Man. La más chica, pa serví a Dios y a usté.
Elv. Y venden mucho, ¿verdad?
Man. ¡Ahora ¡anda!... Dende que se casó mi hermana la segunda con er médico se vende muchísimo, porque como mi cuñao es tan listo pos no reseta ná más que porvos amargos y hase que la gente los tome aentro d’un merengue, de manera que lo que toca los merengues s’arrematan tos los días.
Gon. No está mal, no señor.
Elv. Bueno, si hacen falta los... pitisuses, ya se mandarán por ellos.
Man. Está mu bien. Quedarse con Dios. (Medio mutis .)
Elv. Adiós, mujer, adiós.
Man. (Desde la puerta. ) Manolita Sánchez y Muñoz, para serví a Dios y a los dos. Condiós. (Vase. ) Elv. Tiene gracia.
Gon. (Por los paquetes. ) Para el té, ¿no?
Elv. Para el té.
Gon. Ya sé que tratáis de deslumbrarnos hasta con criados de librea. Por cierto que ayer me preguntaron los Rafaeles que cómo se sujetaban bien los guantes a las manos y yo les dije que mojando la mano en goma muy espesa.
Elv. Son capaces de hacerlo. Habrás visto que el hall está adornadísimo.
Gon. También nosotros llevamos no sé cuántos días de preparativos, mi madre arreglando unas galas y mi padre pensando en el medio más digno de locomoción. Ha optado por el automóvil; escribió a un amigo de Jaen suplicándole que le prestara uno de sus autos y en él vendrán. Dlremos, si te parece, que lo han comprado hace tres días.
Elv. Calla, ellos.
(Pausadamente entran en escena, bajando la escalera, don nuño y doña urraca . Parecen arrancados de un cuadro de época. El de levita y ella con traje de soirée. Son viejos, pero muy recompuestos y sobre todo muy señores. )
Nuño ¡Oh! Si está aquí Gonzalo.
Urraca Pero, ¿cómo es eso? ¿Usted aquí?...
Gon. He venido a saber cómo seguía Elvira de su ataquillo de neuralgia y me marcho en seguida. (Besando la mano a la Condesa. ) ¡Señora!... ¿Qué tal, Conde?...
Nuño Nada más que regular, amigo mío. La gota me ha dado la noche y esto del ojo derecho me está dando el día. Y que no hay que darle vueltas, querido Gonzalo; es catarata.
Gon. ¡Bah! Aprensiones de usted.
Nuño No, señor; es catarata. Menos mal que como baza mayor quita menor, desde que sé que tengo una catarata no le doy importancia a la gota.
Gon. Ni a la catarata tampoco. No hay que ser pesimista, querido Conde. Y me voy, porque quiero estar en Almodóvar cuando lleguen mis padres.
Urraca ¿Vienen en auto por fin?
Gon. Sí, señora; creo que estrenan un treinta y cinco que han comprado recientemente.
Urraca ¿Otro? ¡Jesús! ¿Tú oyes esto, Nuño?
Nuño