Me enamoré de la villana Vol. 2 - INORI - E-Book

Me enamoré de la villana Vol. 2 E-Book

Inori

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Beschreibung

Juntas, Rei y Claire han soportado el amor y la pérdida. Ahora, se enfrentan a un desafío que sacudirá los cimientos del reino: la revolución.


Cuando todo se calme, ¿seguirán la plebeya Rei Oohashi y la noble Claire François juntas? Y lo más importante de todo, ¿permitirá el destino que su amor sobreviva?

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Ähnliche


INORI

Ilustraciones: Hanagata

Volumen 2

Índice

Capítulo 4: La balanza del amor

Capítulo 5: Vacaciones de verano

Capítulo 6: El secreto de Yu

Capítulo 7: El palacio real

Capítulo final: Revolución

Epílogo

Capítulo adicional: Maldiciones y hechizos

Notas finales

Capítulo 4: La balanza del amor

1

—Plebeya, ¿acaso pretendes que me queme? Sujeta bien la sombrilla —dijo Claire de mala gana, mientras caminaba a mi lado una tarde a principios de verano.

Aunque estaba empezando a oscurecer, mientras nos dirigíamos a los dormitorios todavía se podía notar el sol abrasador tras haber terminado nuestras tareas como Caballeros de la Academia.

—Oh… Lo siento mucho, señorita Claire. Estaba tan ocupada mirándola que por un instante perdí el control de mi mano —dije mientras me apresuraba a sujetar correctamente la sombrilla.

No podía permitir que la delicada piel de porcelana de Claire llegara a dañarse por culpa del sol, sobre todo porque en este mundo ni siquiera había buenas cremas.

—No tengo ni idea de lo que hablas, pero ¿te importaría hacer bien tu trabajo?

—Lo siento mucho.

—Hmm… —Resopló Claire mientras giraba la cabeza bruscamente.

Era tan adorable cuando se enfadaba conmigo. Pero reconozco que había esperado que me respondiera usando palabras mucho más duras… No parecía ser ella misma últimamente. Y es que la perdida de Lene le había pasado factura.

—Señorita Claire.

—¿Qué quieres?

—Cuando terminemos, ¿querría que le preparara algo dulce?

—¿A qué viene eso de repente? No es necesario.

—¿Eh? ¿Incluso si lo que tengo pensado prepararle es la Crème Brûlée que tanto le gusta?

—Esa es la receta que le diste a Lene antes de que se marchara, ¿verdad? —comentó Claire con voz triste.

¡Maldita sea! Quería animarla y hacerla sentir algo mejor; había logrado todo lo contrario. Esto no iba bien.

—Señorita Claire.

—¿Qué quieres ahora?

—Vamos, tiene que animarse.

—Estoy perfectamente.

Resultaba evidente que Claire estaba fingiendo, pero no se me ocurría cómo animarla.

—Señorita Claire.

—¿Qué te pasa?

—¿Puedo abrazarla?

—¿¡Qué!?

Al no saber qué hacer, finalmente acabé actuando por instinto.

—¿Cómo te atreves? ¿Qué clase de sirvienta pide abrazar a su ama?

—¿Eh? Las que son como yo, ¿no?

—¡No te hagas la tonta conmigo!

Por suerte o por desgracia, cuando Claire se enfadaba conmigo parecía que su humor mejoraba un poco. Y, obviamente, era el momento idóneo para recordarle mi amor.

—Señorita Claire.

—Es la cuarta vez que dices lo mismo, ¿qué quieres?

—¿Eh? ¿En serio?

—¡Sí! No dejas de repetirte. ¡Vamos! ¡Dime lo que quieres!

—La quiero.

—Sí, sí. Y yo te odio.

¡Ah! No me ha dado ninguna oportunidad para nuestro amor.

—Qué raro. Pensé que era el momento perfecto.

—¿El momento perfecto para qué?

—¡Oh! ¿En serio quiere escucharlo? Vaya, señorita Claire… No sabía que podía tener una mente tan sucia.

—¡Pero si has empezado tú! ¡Yo no tengo ni la menor idea de qué hablas!

Había sido perfecto. Era lo que pretendía, que se volviera a enfadar conmigo.

No dejé de animar a mi manera a Claire hasta que llegamos a su habitación sin ningún tipo de contratiempo. No podía permitir que la volviera a molestar algo como el Movimiento Plebeyo.

Mientras organizaba sus cosas, observé que había correo en el buzón de su puerta y, dado que era su sirvienta, estaba dentro de mis tareas el clasificar su correspondencia, por lo que me dispuse a revisarlo.

Al estudiar atentamente la carta pude reconocer el sello de cera de inmediato. Era la primera vez que lo veía desde que vine a este mundo, pero dado que había jugado a Revolution mucho, no era difícil para mí adivinar el contenido de la carta y quién era el remitente.

Ella iba a venir.

—Señorita Claire, tiene una carta.

—¿De quién es?

—De una tal Manaria Sousse.

—¿De mi hermana?

Acto seguido, Claire se acercó rápidamente a mí y me quitó la carta, mientras no dejaba de mirar el remitente.

—Ábrela, por favor.

—Sí, señorita.

Volví a coger el sobre y lo abrí cuidadosamente con un abrecartas de plata. Dentro del sobre había una sola hoja con un membrete que entregué a Claire.

Parecía tan feliz mientras leía en silencio la carta. Por lo que parecía, Claire estaba muy encariñada con esa persona a la que llamaba «hermana». Y bueno, en cuanto a quién era Manaria, pronto podrás averiguarlo.

—¿Vamos al comedor, señorita Claire? —pregunté.

—Adelántate tú. Me uniré a ti cuando termine de leer esta carta.

—En ese caso, yo también esperaré.

Claire no respondió. Simplemente se dedicó a leer en silencio mientras la felicidad inundaba su rostro. Era como si estuviera leyendo un mensaje de su amado. Al ver aquello, sentí cómo una desagradable sensación agitaba mi corazón.

—Mi hermana… va a venir a la Academia —murmuró Claire cuando por fin terminó de leer.

Como no era normal que me quedara en silencio, no tuve más remedio que preguntar.

—Por su hermana, ¿se refiere a la señorita Manaria?

—Sí. Ella es la primera princesa del Reino de Sousse, alguien a quien admiro mucho.

—Ya veo…

—Por lo que cuenta en la carta, parece que está como estudiante de intercambio en el Reino de Bauer y se ha inscrito en esta Academia. También se disculpa por haber tardado tanto tiempo en volver a ponerse en contacto conmigo.

—Oh, ¿en serio?

—Por tu tono de voz, me atrevo a decir que estás insatisfecha.

—Es solo su imaginación, señorita Claire.

Lo que más deseaba en este mundo era que Claire fuera feliz y, racionalmente hablando, no me importaba de quién estuviera enamorada. El único problema era que mi corazón no era algo racional.

—¿Vamos al comedor, señorita Claire?

—Sí, vayamos… Aunque mi corazón ya está satisfecho, así que no creo que pueda comer mucho.

—Oh, ya veo. Entonces es mejor que nos demos prisa.

—Te ocurre algo, ¿verdad? ¿Acaso estás molesta por algún motivo?

—¿Eh? ¿Yo? No.

No me importa en absoluto.

—¿No será que estás celosa?

—Sí.

—¡Has respondido demasiado rápido!

Ya sabes… por qué…

—Ya le he dicho miles de veces que estoy enamorada de usted, ¿no es así, señorita Claire?

—Ya me estoy cansando de que repitas constantemente la misma tontería.

—¿Qué debo hacer para poderla convencer de que hablo en serio?

—No puedes hacer mucho… pero… —Claire dejó de hablar de improviso y esbozó una sonrisa socarrona—. ¿Por qué no ofreces una flor a la balanza del amor? Eso me mostrará tus auténticos sentimientos.

Sin duda era una muestra de romanticismo poco habitual, viniendo de ella.

—¿Te refieres al Poème d’Amour?

—Oh, ¿lo conoces?

El Poème d’Amour era una antigua leyenda del Reino de Bauer que contaba que dos hombres, uno alto y otro bajo, estaban enamorados de la doncella del santuario. Ambos, muy influentes en el reino, compitieron por su amor. Por culpa de esto, el gobierno del territorio se interrumpió y sus habitantes sufrían las consecuencias. Ante aquello, la doncella rezó a los dioses, pidiéndoles que esos dos hombres pusieran fin a su disputa. Los dioses le entregaron una balanza e indicaron: «Pon sus ofrendas en la balanza. Ella te indicará el que deberá ser tu marido». Y según el equilibrio divino, la sacerdotisa acabó casándose con el hombre más bajo. El hombre alto, con el corazón roto, terminó convirtiéndose en un gran rey.

A lo que se estaba refiriendo Claire era a la balanza que entregaron los dioses a la sacerdotisa.

—¿A usted también le gustan ese tipo de historias, señorita Claire?

—No es que me desagraden, pero no soy muy romántica —explicó Claire de buen humor. Desde que se enteró de que su «hermana» vendría a la Academia, su estado de ánimo había mejorado mucho.

—A mí tampoco me desagradan las historias de amor, pero debo reconocer que no me gusta mucho Poème d’Amour.

—Oh. ¿Por qué? —preguntó Claire llena de curiosidad.

Estaba tan guapa cuando se comportaba así.

—Porque no entiendo por qué la sacerdotisa no eligió a ninguno de los dos hombres. Dejar que se pelearan así por ella… En mi opinión, es la peor clase de persona que hay.

—Eso no es cierto, lo que pasa es que no lo entiendes. —Claire se disgustó mientras me miraba antes de continuar hablando—. La sacerdotisa seguramente no se podía decidir entre uno u otro. Cuando estás enamorada no es fácil decidir a quién quieres y cuánto amas a esa persona.

No pude evitar pensar que esas eran las palabras que diría una chica joven y algo ingenua.

—Ni siquiera sé quién me gusta, y mucho menos cuánto me gusta. Desearía que alguien me lo dijera —declaró Claire evocando sus sentimientos más puros.

Aunque eso no era del todo cierto, en el fondo siempre había sido así.

—Señorita Claire.

—¿Cuánto más vas a continuar con lo mismo?

A pesar de su clara exasperación, Claire siempre me respondía cuando decía su nombre.

—Tengo hambre —declaré con firmeza.

—¡Eres una…! —La cara de Claire se puso tan roja como una langosta al hervirla, antes de relajar sus hombros, decepcionada—. Bueno, era de suponer que alguien como tú, que ridiculiza el amor, nunca podría apreciar los sentimientos de los que te he estado hablando.

Tras su contundente declaración, atravesó la puerta y salió de la habitación.

—Pero… no bromeo… —murmuré para mis adentros mientras la seguía.

Parecía que mis sentimientos tampoco llegarían a la señorita Claire de nuevo.

2

Me llamo Manaria Sousse. Es un auténtico placer conoceros —dijo Manaria con una elocuente sonrisa en su cara.

Por alguna razón que desconozco, al igual que ocurría en las escuelas japonesas, la Academia tenía diariamente una hora libre antes de que comenzaran las clases. Manaria, que asistía a la Academia como estudiante de intercambio, se presentó ante toda la clase igual que se haría en una escuela japonesa. Su apariencia juvenil y su corto pelo rubio platino atrajo la atención no solo de los chicos, sino también de las chicas.

Claire, que estaba sentada a mi lado, la miraba llena de orgullo. Incluso se podía apreciar como su pequeña nariz se movía de un lado a otro de pura felicidad.

—Como la gran mayoría de ustedes sabrán, la señorita Manaria es la primera princesa del Reino de Sousse. Por lo tanto, deben tener en cuenta que…

—Profesor Torrid, eso no será necesario —interrumpió Manaria—. Ahora mismo no me encuentro en el Reino de Sousse. En este país, no soy más que una simple estudiante. Por favor, tratadme como trataríais a cualquier otra persona. Espero que lleguemos a convertirnos en buenos amigos.

A continuación, se inclinó dramáticamente mientras se llevaba la mano al pecho. Al levantar la cabeza, esbozó una refrescante sonrisa.

Era increíble, casi se podía ver el típico diseño floral de los mangas shoujo flotando tras ella.

—Esa es mi hermana —murmuró Claire mientras la miraba embobada.

—Es muy amable por su parte, señorita Manaria, pero sería de mala educación tratar a una princesa de Sousse como a una estudiante cualquiera de la Academia.

Era evidente que el profesor Torrid no sabía bien qué hacer. Y es que, aunque fuera un noble, tenía orígenes plebeyos, lo que provocaba que estuviera visiblemente indeciso a la hora de tratar con la realeza.

—Ser una princesa no es más que un simple título. Fui parte de la pelea por la sucesión al trono, lo que me acabó llevando al exilio —explicó Manaria.

Dado que mientras hablaba no dejaba de sonreír, el profesor Torrid y los demás estudiantes tardaron más de la cuenta en entender el significado de esas palabras.

—Oficialmente estoy estudiando en el extranjero, pero la realidad es que, a todos los efectos, he sido exiliada.

Al escuchar aquellas palabras, se levantaron murmullos por toda la clase. Esperaba que Claire se estremeciera al descubrir todo aquello, pero para mi sorpresa, no pareció sorprenderse en absoluto.

—¿Lo sabía?

—Sí. Aun así, es horrible.

Según me contó Claire, Manaria y ella se habían escrito cartas frecuentemente. Gracias a esto, Claire pudo enterarse de antemano de que la exiliarían bajo el pretexto de estudiar en el extranjero. Para Claire, que adoraba a Manaria, fue un ultraje imperdonable.

—Como podéis ver, ya no soy una princesa. Por lo que, de nuevo, os pido que me tratéis como una igual —explicó Manaria sin mostrar ni la más mínima exasperación en su voz. Es más, sonreía como si de verdad se estuviera divirtiendo. Su sonrisa era tan encantadora como para poder animar con ella a toda la clase.

—Ah, ejem… Bueno, será mejor que dejemos el tema del tratamiento de la señorita Manaria para otro momento. Por ahora, continuemos con las clases —indicó el profesor Torrid, invitando a Manaria a que tomara asiento.

—Entendido, profesor Torrid.

A continuación, Manaria se dirigió hacia donde nos encontrábamos Claire y yo. Saludó a Claire con una sonrisa antes de ocupar el asiento situado a su izquierda.

—Hola, Claire. Hacía mucho tiempo que no nos veíamos —dijo.

—Sí, tienes razón. Ha pasado mucho tiempo, hermana. Me alegra ver que te encuentras bien —respondió Claire con una sonrisa—. Todavía no puedo creer que el Reino de Sousse te haya dado la espalda en favor de ese imbécil.

—Ja, ja, ja. No tienes por qué decir eso, al fin y al cabo, yo soy una hija ilegítima.

—Pero…

—He de reconocer que estoy bastante aliviada por haber podido escapar de todo ese drama familiar. Ahora por fin soy libre —explicó Manaria, mientras sonreía inocentemente ante las palabras de Claire, quien frenó sus impulsos de seguir discutiendo. Sin duda estaba siendo sincera.

—De acuerdo, si es así, entonces no insistiré más con ese tema.

—Gracias por todo, pero ¿quién es esta? —preguntó mientras no dejaba de mirarme con sus enormes ojos marrones.

—Es mi sirvienta. Vamos, preséntate.

—Me llamo Rei Taylor, esclava del amor de mi querida señorita Claire. Encantada de conocerte.

—¿Una esclava? —preguntó Manaria riéndose, como si apreciara mi humor de mal gusto.

—¿Qué tontería es esa? Eres una sirvienta. Una simple sirvienta —explicó Claire apresurándose a corregirme.

—He de reconocer que tienes un nombre inusual. ¿Puede ser que seas la hija de un aristócrata extranjero? —aventuró Manaria.

—No, es una simple plebeya. No se dedica más que a mancillar la tradición y el prestigio de la academia con su mera presencia. No es de extrañar que no la conozcas —dijo Claire con vehemencia.

Escuchar eso solo hizo que Manaria sintiera más curiosidad. Era totalmente opuesta a Claire. A diferencia de ella, Manaria parecía querer mantener una buena actitud todo el tiempo. No sabría decir si eso me gustaba o no.

—Vaya, si has entrado a la Academia a pesar de ser una plebeya, debes de ser alguien bastante especial, ¿no?

—Ella está a un nivel muy inferior al tuyo, hermana —insistió Claire antes de dirigirse a mí—. Escucha, ni se te ocurra empezar a presumir de que puedes usar dos atributos, ¿entendido? Mi hermana es la única en el mundo que puede usar cuatro atributos a la vez.

Debo reconocer que ver lo orgullosa que estaba de Manaria era algo encantador. Pero tenía razón. Como ya dije anteriormente, el profesor Torrid es la única persona del reino que puede usar tres atributos mágicos. En cambio Manaria era la única persona del mundo que podía usar cuatro atributos. Mientras que el profesor Torrid tenía una baja aptitud para todos sus atributos, Manaria podía usarlos al máximo, lo que le otorgaba un poder inimaginable. Claire tenía toda la razón: yo no era rival para ella.

—No hay ningún motivo para presumir de las habilidades con las que he nacido —refunfuñó Manaria.

—Pero ¿qué dices? Tu simple existencia es un regalo divino —corrigió Claire.

Sin lugar a duda, estaba demasiado encariñada con Manaria.

—Señoritas Manaria y Claire, perdónenme, pero todavía estamos en medio de la clase. ¿Les importaría reavivar su amistad en otro momento? —solicitó el profesor Torrid claramente molesto.

—Oh, discúlpenos profesor.

—Lo lamento mucho.

Dijeron las dos al unísono antes de quedarse en silencio.

—Bien, con respecto al Festival de l’Amour, que está previsto para finales de mes… —continuó el profesor Torrid.

Estaba atendiendo al profesor, con la cabeza levemente inclinada hacia un lado, cuando…

—Hola, Rei, ¿tienes un minuto? —escuché cómo me decía una voz en mi cabeza—. Siento haberte asustado. Estoy usando magia para comunicarme contigo telepáticamente. Pero no tienes de qué preocuparte, no puedo leerte la mente.

Era la voz de Manaria.

—Entiendo —respondí.

—¿Sabes cómo hablar telepáticamente?

—Dado que ha sido usted, señorita Manaria, la que ha preparado este canal de comunicación, lo único que tengo que hacer es usarlo —expliqué—. Y bien, ¿qué necesita?

—Mmm… Me gustaría conocerte un poco mejor.

«Así que ya ha comenzado», pensé.

Manaria era uno de los pocos personajes de Revolution destinados a servir como aliados y a ayudar en todo lo que pudieran a la protagonista. Era igual que Misha. Tenía un parentesco lejano con Claire: después de que su madre falleciera, Claire se mudó a vivir con la familia de Manaria durante un tiempo, y esto provocó que terminara adorando a Manaria y considerándola una hermana, lo que hizo que fuera totalmente incapaz de llevarle la contraria en nada. Esto era lo que permitía utilizar a Manaria como si fuera un dique contra las travesuras de Claire, porque así el jugador podía mantenerla distraída mientras la protagonista pasaba la mayor parte del tiempo con los príncipes. Era una estrategia muy popular a la mitad del juego, pero…

—Lo siento, soy una simple plebeya. No hay nada que pueda ofrecerle, señorita Manaria —respondí con indiferencia.

No tenía ninguna intención de cortejar a ninguno de los príncipes. Lo único que deseaba era pasar todo el tiempo que pudiera con la señorita Claire, por eso la presencia de Manaria no me importaba. De hecho, estaba algo celosa de lo mucho que Claire la admiraba. Era como una rival para mí.

—Mmm… Tu respuesta ha sido bastante refrescante. Cada vez me interesas más —respondió.

Al mirar a Manaria por el rabillo del ojo, pude ver que sonreía de satisfacción.

«Esto va a ser un verdadero dolor de cabeza», pensé para mí. Y me aseguré de que estuviera lejos de nuestro canal telepático.

3

Manaria se adaptó rápidamente a la escuela.

—Claire, no has cambiado nada.

—Me alegra mucho ver que tú tampoco lo has hecho, hermana.

—Señorita Manaria, hable por favor también conmigo.

—Eso no es justo, Pepi. Yo también quiero hablar con la señorita Manaria.

Manaria se unió al séquito de Claire para tomar el té. Como era de esperar, no tardó en ganarse el aprecio de todos los lacayos de Claire. A decir verdad, pensaba que Claire se enfadaría ante aquella situación, pero eso no ocurrió. Al parecer, Manaria era un caso especial.

—Muchas gracias a las dos, Pepi, Loretta. Me alegro mucho de que podamos ser amigas.

Acto seguido, sonrió con suavidad a las dos emocionadas chicas y no se dejó llevar por el fervor del momento, demostrando así sus extraordinarias habilidades sociales. Actuaba totalmente diferente de como lo hacía con una persona que ya conocía. Por supuesto, estoy hablando de mí.

—Sobre ese poema que compusiste en la clase anterior, ¿por qué elegiste la expresión «te envío esta canción» en lugar de «este soneto te lo dedico», que es lo que normalmente se utiliza? —preguntó una de ellas.

—Justo es por eso por lo que usé una antigua técnica poética. Intenté inspirarme en un verso del poeta clásico Aine.

Tras su explicación, Manaria comenzó a recitar el poema.

—A mí también me gusta mucho todo lo referente a Aine. Todos sus poemas de amor son especialmente conmovedores.

—Ah, sí, estás hablando de Inclinar la balanza, ¿verdad? He de decir que a mí también me gusta mucho Gerle.

Manaria era de la realeza hasta la médula. Como era de esperar, era culta y estaba versada en los diferentes clásicos. Yo, por mi parte, sabía de lo que estaban hablando gracias al juego, pero me faltaba confianza para conversar con libertad sobre ese tipo de cosas. Solo un vistazo era más que suficiente para ser consciente de que ella estaba a un nivel completamente diferente al del entorno de Claire. Y es que incluso la elegancia con la que se llevaba el té a los labios era exquisita. Solo había otra persona que no parecía fuera de lugar en toda aquella situación, y esa era Claire.

—¿Por qué no te sientas con nosotras, Rei? Tomemos el té juntas —me invitó Manaria.

—No pasa nada, hermana. Ya sabes que Rei no es más que una criada. No estaría bien que se uniera a nosotras.

Claire dejó claro al momento que no me quería en su círculo de amistades. No pasaba nada, me gustaba esa parte de ella.

Pero…

—No digas eso, Claire. Quisiera conocerla mejor —explicó Manaria provocando un sentimiento de incomodidad a su alrededor.

—Hermana, ¿por qué estás interesada en esa plebeya?

—¡No me importa si es plebeya o noble! Solo quiero conocerla. Rei, vamos, ven aquí.

—No. Estoy de acuerdo con la señorita Claire. Si me disculpa, preferiría no hacerlo.

—¡Qué atrevida! ¿Cómo puedes ser tan descortés como para rechazar la invitación de la señorita Manaria? —contestó Pepi.

—¡Qué descarada! ¡Solo porque es buena en algunas cosas, se cree que puede hacer lo que quiera! —resopló Loretta.

—¿En serio? ¿Realmente Rei es tan buena? —preguntó Manaria.

—No. Ella no puede ni tan siquiera compararse con usted, señorita Manaria… —insistió Pepi.

—Sí, es bastante buena —dijo Rod, interrumpiendo a los lacayos de Claire.

—¡Oh! Señorito Rod, me alegro mucho de verlo.

—Ha pasado mucho tiempo, Manaria.

Rod se acercó a la mesa y tomó asiento sin darle la más mínima importancia al hecho de que él fuera el único hombre en aquel momento.

—¿Hasta qué punto es buena Rei? —inquirió Manaria.

—Sin duda es mejor que yo. Puede que sus modales no sean nada del otro mundo, pero nos supera a todos los aristócratas en el resto. Especialmente en la magia. Es fascinante —explicó Rod mientras aceptaba una taza de té que le había ofrecido su sirviente.

—Oh, qué interesante. Si lo que dices es cierto, me encantaría poder enfrentarme a ella en duelo alguna vez.

—Sí, a mí también me encantaría, pero por lo que se ve, está tan encaprichada de Claire, que es bastante difícil que acepte pasar tiempo con alguien que no sea ella. Pero he de decir que una vez la reté al ajedrez y me dio una paliza.

—Es fascinante que tenga a alguien de la realeza como el señorito Rod interesado en ella.

—¿A que sí? —asintió Rod.

Se miraron a los ojos y, acto seguido, comenzaron a reírse. Puede que sus personalidades fueran completamente diferentes, pero en ese momento tenían algo en común. Y era yo.

—A decir verdad, también estoy interesado en ti, Manaria —continuó Rod—. Me gustaría poder ver en acción a la célebre persona que puede usar los cuatro elementos.

—Mmm… A mí también me gustaría ver tu «ejército de llamas».

—¿Te apetecería, Manaria? ¿Ponemos a prueba nuestras habilidades? —propuso Rod en un intento por provocarla.

—Me parece bien —aceptó ella con indiferencia.

—¡No hay más que hablar! ¡Vayamos al campo de entrenamiento!

Y así, de repente, la fiesta del té llego a su fin y nos pusimos en marcha. De camino a nuestro destino nos detuvimos en el almacén donde se guardaban las herramientas mágicas que se solían utilizar para reducir el daño. Una vez tuvimos en nuestras manos todo lo necesario, nos dispusimos a ver el enfrentamiento entre Rod y Manaria.

—Ni se te ocurra contenerte, ¿entendido? —dijo Rod.

—Como quieras —respondió Manaria.

—Bien, entonces… ¡Muéstrame lo que puede hacer una persona con afinidad a los cuatro elementos!

Tras sus palabras, un mar de llamas se materializó alrededor de Rod.

—Vaya, es impresionante.

Una persona normal se habría estremecido al ver aquel espectáculo, pero Manaria simplemente se dedicó a reír sin inmutarse.

—¡A la carga! —ordenó Rod. Acto seguido, sus llamas obedecieron y se precipitaron sobre Manaria.

—Mmm… Bueno. Lo primero es lo primero, supongo.

Con un chasquido de sus dedos, Manaria invocó flechas de hielo para contrarrestar las llamas de Rod, provocando que los elementos se anularan mutuamente.

—¡Esto todavía no ha acabado! —exclamó Rod, invocando inmediatamente más y más llamas. Si todo seguía igual, esta pelea podría terminar igual que la que tuvo con Misha. Y es que, si Manaria simplemente se dedicaba a defenderse de sus ataques, al final corría el riesgo de quedarse sin oxígeno, tal y como le pasó a Misha.

—Bueno… Parece que son ciertos los rumores de que el «ejército de llamas» es ilimitado. Supongo que será mejor que yo también pase al ataque.

A continuación, Manaria chasqueó de nuevo los dedos y nos golpeó una gélida ventisca. Cuando se calmó, nos dimos cuenta de que estaba rodeada de un «ejército de hielo».

—¿Qué es esto? ¿Acaso osas copiar mi técnica?

—¿Es que no está permitido?

—Me resulta algo molesto, pero no me importa. Veamos quién de los dos es el mejor.

—¿Cómo va a terminar todo esto…? —se preguntó Claire, inquieta, mientras presenciaba como los soldados de hielo y llamas chocaban violentamente entre sí. Y es que a pesar de las habilidades de Manaria, no podía evitar pensar en qué pasaría si Rod la atacara en serio.

—La señorita Manaria ni tan siquiera se está esforzando —comenté sin pensar, incapaz de soportar por más tiempo la mirada de preocupación que tenía en su rostro.

—Lo sé, pero algo como el «ejército de llamas» del señorito Rod solo es posible gracias a su gran poder mágico. Si utiliza el mismo poder para luchar contra él… ¿No estaría ella en desventaja?

—No tienes que preocuparte, la señorita Manaria tiene un as en la manga.

Y de esta manera, la batalla llegó a un punto muerto. Las llamas y el hielo estaban prácticamente igualados en fuerza, mientras chocaban entre sí a la mitad de camino entre Rod y Manaria. Como dijo Claire, si esto se prolongara demasiado tiempo, Manaria estaría en desventaja.

—Ahora ya lo entiendo —declaró Manaria de improviso.

—¿Entender el qué? ¿Has entendido cómo voy a derrotarte?

—No. No me refería a eso.

Manaria volvió a chasquear los dedos y, al hacerlo, las llamas de Rod desaparecieron al instante.

—¿¡Qué!?

Sorprendido, Rod intentó convocar de nuevo a su «ejército de llamas», pero ni una sola ascua se materializó. Sin lugar a duda, la situación había cambiado a favor de Manaria y, un instante después, Rod se encontró rodeado de hielo.

Era un final un tanto anticlimático, pero un final, al fin y al cabo.

—Me… rindo.

—Gracias por tu tiempo.

—¿Cómo has podido hacer algo así? —preguntó Rod.

—Simplemente he contrarrestado tu magia con mi propia habilidad mágica —explicó Manaria sonriendo.

La habilidad mágica de Manaria era conocida como «rompehechizos». Esta magia analizaba la estructura del hechizo del oponente y, acto seguido, la anulaba. Era bien sabido que había otras personas que podían usar el rompehechizos, pero para que esta habilidad funcionara, era necesario que los oponentes tuvieran la misma afinidad mágica, así como una aptitud superior. Por no hablar del hecho de que era increíblemente complicado analizar la estructura mágica de un oponente durante una pelea. Y es que los análisis de este tipo solían realizarse bajo supervisión y en condiciones académicas. Pero Manaria era capaz de usarlo en medio de un combate sin la ayuda de nadie. Este hecho por sí solo ponía de relieve lo inteligente que era Manaria, y es que teóricamente ella era capaz de contrarrestar casi cualquier tipo de magia.

—No puedo creerlo… —musitó Rod.

—Sí, suelen decírmelo mucho —comentó Manaria.

—Nunca me he sentido tan derrotado en mi vida. Lo admito, eres mejor que yo.

—Muchas gracias.

Los dos se dieron la mano y el público a su alrededor estalló en vítores.

—Hermana… Eso ha sido increíble.

Los ojos de Claire estaban llenos de pasión mientras miraba a Manaria. Al verlo, no pude evitar tener sentimientos encontrados.

4

—¿La balanza del amor…? ¿Hablas sobre el poema ese romántico?

—Sí, así es. Dicen que esa balanza se utiliza en la ceremonia al final del festival.

De nuevo, me encontraba asistiendo a otra fiesta del té como sirvienta de Claire. La conversación de hoy giraba en torno a la cercanía del Festival de l’Amour. Entre los participantes se encontraban el séquito de lacayos de Claire, Manaria, Yu y, por extraño que parezca, también Thane.

Yu conocía de primera mano las ceremonias de la Iglesia, por lo que se dispuso a explicarle a Manaria en qué consistía la celebración.

—A decir verdad, hasta ahora pensaba que todo lo relacionado con el Poème d’Amour era solo una leyenda —dijo Manaria mientras inclinaba con elegancia su taza hacia sus labios.

Quizá fuera porque ocupaban ambos el mismo puesto en la línea de sucesión al trono de sus respectivos reinos, pero Manaria parecía poder hablar con más facilidad con Yu que con el resto de sus hermanos.

—Se dice que el Poème d’Amour está basado en distintas historias populares —explicó Yu.

—Pero ¿realmente existe esa balanza?

—Bueno… es muy probable que se tratara de una herramienta mágica —indicó Thane.

Yu asintió con la cabeza.

—Desde hace relativamente poco hemos empezado a diseñar deliberadamente esos objetos que denominamos «herramientas», pero a lo largo de la historia han aparecido diversos objetos con extraños poderes. Al parecer, la balanza la crearon con una piedra mágica sin saber muy bien qué era lo que estaban haciendo.

—¿Estás diciendo que la balanza está hecha mediante piedras mágicas?

—Así es…

Thane, por su parte, se dedicó a asentir, aparentemente sin interés por el tema que trataban.

—¿Y cómo se utiliza la balanza durante el festival?

—Creo que es un duelo, como una especie de pelea por conseguir el amor de la persona a la que amas —explicó Yu con una sonrisa.

—Como bien se dice en el Poème d’Amour, el amor siempre ha sido una fuente de conflictos. El Festival de l’Amour recrea esa batalla por conseguir la pareja de la que habla la leyenda.

—¿Y también se tiene que dar alguna ofrenda? —preguntó Manaria bromeando.

—Así es. Las ofrendas se colocan en la balanza y su peso es el que decide quién es el vencedor de la pelea —afirmó Yu.

—He de reconocer que estoy bastante sorprendida. He estudiado la historia del Reino de Bauer, así que, por lo tanto, conocía esa leyenda, pero no tenía ni idea de que realmente existiera la balanza.

—Es normal. Nuestra historia está repleta de elaboradas costumbres y rituales, así que supongo que tus profesores no pudieron abarcarlo todo —dijo Yu mientras se llenaba tranquilamente su taza de té vacía—. Por supuesto, cuando hablo de «pesar» no me refiero a algo con masa real como, por ejemplo, un objeto. La balanza en sí, está ajustada para comprobar el peso de los sentimientos del objeto depositado, y son estos los que determinan el resultado.

—Ya lo entiendo. En ese caso, ¿qué pasaría si ofreces una Flor de Flora?

—Basándonos en la historia del festival, la Flor de Flora es sin duda la ofrenda más relevante de la que se tiene constancia.

—Ya veo, concuerda con la leyenda —contestó Manaria impresionada.

—Por lo que veo, parece que tienes curiosidad por el festival, ¿verdad? ¿Estarías interesada en participar? —preguntó Yu burlándose de ella.

—No, no es eso, pero es bastante interesante, ¿no? Es tan romántico, que incluso alguien como yo no puede evitar querer poner a prueba su amor.

—Hermana, las chicas no pueden pesar su amor en la balanza. Son los chicos los que se pelean por nosotras —dijo Claire con una sonrisa irónica.

—Pero no hace falta que nadie pelee por ti, Claire. Tú ya tienes a Rei —dijo Yu.

—¿¡Qué!? ¡Su alteza Yu!

—Espera… ¿qué? ¿Qué hay entre Claire y Rei? —preguntó Manaria.

—No seas tonta, hermana. Te está tomando el pelo —respondió Claire mientras se llevaba la taza de té a la boca con un resoplido.

—Le he confesado mis sentimientos a la señorita Claire muchas veces —indiqué—, pero ella me sigue ignorando.

—Ya veo… Eso significa que tu amor no es correspondido, ¿verdad, Rei? —preguntó Manaria.

—Por el momento, así es. Pero no lo será por siempre.

—Será mejor que dejes de hablar de una vez de todas esas tonterías, ¿me oyes? —ordenó Claire fulminándome con la mirada.

Simplemente era perfecta.

—Además, aunque me llegaran a interesar otras chicas, elegiría antes a Manaria que a ti.

Ante eso, Manaria se rio.

—Es muy amable por tu parte. Yo preferiría estar con Claire que con cualquier hombre.

—¡Hermana!

Después de eso, las dos chicas empezaron a reír.

—Ah, es verdad, el primer amor de Claire fue Manaria, ¿no? —comentó Yu.

—¡Eh! Por favor, no airees esas historias tan antiguas.

—Es verdad, me acuerdo de ello —dijo Manaria—. Si mal no recuerdo, por aquel entonces pensabas que yo era un chico.

Manaria hablaba del tiempo que Claire pasó con su familia. Por aquel entonces, cuando ella tenía solamente cuatro años, sus padres sufrieron un accidente mientras iban en su carruaje. Dole, su padre, sobrevivió, pero su madre no tuvo la misma suerte. Después de aquello, Claire perdió la voluntad de vivir y se prohibió a sí misma volver a ser egoísta. Quizá sea difícil de creer teniendo en cuenta cómo era Claire, pero eso fue lo que ocurrió. Dole, por su parte, no tuvo más tiempo para poder encargarse de su hija por culpa de la pérdida de su esposa, figura de gran relevancia en los círculos políticos y sociales, así que no le quedó más remedio que enviar a Claire a vivir con la familia de Manaria. Así fue como las dos se conocieron.

—Las palabras de la señorita Manaria me salvaron —declaró Claire.

Manaria fue la primera en darse cuenta de que Claire se culpaba por la muerte de su madre, algo de lo que ni siquiera su propio padre era consciente.

—Nadie cree que fuera culpa tuya —le dijo Manaria.

Cuando Claire escuchó aquellas palabras, rompió a llorar como no lo había hecho en años. Mientras ella sollozaba sin poder parar, Manaria continuó:

—Aquí y ahora juro que te protegeré.

Esa en concreto era una línea de los votos que recogía el Poème d’Amour. No sé a ciencia cierta si Manaria estaba realmente enamorada de Claire, pero independientemente de ello, el hecho de que recitara los versos de una de sus historias favoritas, hizo que Claire se enamorara perdidamente de Manaria.

Por supuesto, esta historia no estaba incluida en el juego y solo podía encontrarse en la guía de personajes. Era la misma guía que ampliaba el trasfondo e historia de Claire. Y fue una de las razones por las que acabé enamorada de ella.

Por supuesto, las palabras de Manaria y el hecho de que su padre, Dole, la malcriara, influyeron fuertemente para que fuera como era ahora.

—Es justo por eso por lo que quiero a la señorita Claire —declaré.

—¿¡Pero de qué estás hablando!?

—Ah… Lo siento mucho, mi corazón se desbordó.

Como siempre estoy tonteando con ella, a veces pierdo el control sin darme cuenta.

—Ya veo… Así que, Rei, realmente te gusta Claire —sonrió Manaria, pero al instante me sentí como una rana que era observada por una serpiente.

De repente se acercó a Claire y la abrazó.

—Qué pena… Por desgracia para ti, ella ha dicho que le gusto más que tú.

—¿Qué ocurre, hermana? —preguntó Claire.

Sé perfectamente lo que está tratando de hacer. Vamos, mantén la calma, ¡debo mantener la mente fría!

—Claire, si te dijera aquí y ahora que me gustas, ¿me creerías?

—Por supuesto que te creería.

—Mmm… Ya veo, ya veo.

Es maravilloso que esas dos se lleven tan bien. Pero debo mantener la compostura, tengo que calmarme.

—Rei, estás derramando el té.

—Oh, lo siento. Por favor, discúlpeme.

Vale, me rindo. No estoy para nada calmada en estos momentos.

—¿Te ocurre algo? Parece que no tienes buen aspecto —me preguntó Thane.

—No, no es nada. Muchas gracias por preocuparse por mí —respondí mientras me esforzaba en sonreír a un chico por el cual no tenía ningún tipo de interés.

Pero… un momento… ¿No se suponía que Claire estaba enamorada de Thane?

—Claire y Manaria parecen estar muy unidas… —murmuró este.

—Sí, eso parece… ¿Le apetece más té? —dije obviando su comentario y ofreciéndome a llenar su taza.

Oh, no… Esto va a convertirse en un auténtico quebradero de cabeza.

Manaria no dejaba de observarme, mientras sonreía dejando entrever que se lo estaba pasando en grande.

5

—Buenos días, señorita Claire…

—¡Eso es! Ja, ja, ja.

—¡Oh, hermana!

Al llegar a la habitación de Claire a la mañana siguiente para ayudarla a vestirse, que era uno de mis momentos favoritos del día, descubrí que alguien ya se me había adelantado.

—Hola, Rei, buenos días.

—Buenos días.

—Llegas tarde, ¿lo sabías? Ya estoy vestida.

—Lo lamento mucho…

Claire no solo estaba vestida, sino que su pelo estaba perfectamente peinado. Dado que era difícil conseguir el tipo de recogido que le gustaba creí que, ya que Lene no estaba, yo era la única persona que podía peinarla tal y como ella demandaba.

—¿Hoy se ha cambiado de ropa y peinado por sí misma? —pregunté.

—No, nada de eso. Mi hermana me ayudó. Es muy buena en este tipo de cosas.

—No es nada del otro mundo, al fin y al cabo, yo solía cuidar de ella —respondió Manaria mientras las dos reían.

—Entendido. Muchas gracias, señorita Manaria —dije.

—No es nada.

—Sin embargo, cuidar de Claire es mi afición… ejem, digo, trabajo. Le pido por favor que se abstenga de volver a hacer lo mismo mañana.

—¡Un momento! ¿Eso no ha sonado demasiado perturbador? —exclamó Claire.

Mi único propósito en la vida era amar y cuidar el cuerpo de Claire cuando se cambia todas las mañanas. Aparte, claro está, de peinarla. No puedo permitir que Manaria me lo arrebate.

—No, no. No tienes por qué hacer un trabajo tan engorroso como este todas las mañanas —respondió Manaria—. Mejor deja que me encargue yo a partir de ahora.

—No es ningún problema para mí. Por favor, deje que yo me encargue —dije.

—Tiene razón, hermana. Yo… no puedo permitir que hagas el trabajo de una simple sirvienta —pidió Claire dubitativa.

—¿Es que acaso estás insatisfecha con mi servicio hasta ahora?

—¡No te burles de mí, hermana!

—Ja, ja, ja. Lo siento, lo siento. Es que estás tan guapa cuando te pones así.

—Mmm… mmm…

Parecía que las dos estaban en su mundo, uno en el que evidentemente no estaba yo.

Pero bueno…

—Señorita Claire, ¿la parece bien si vamos a desayu…?

—Oh, Claire, ¿no tienes hambre? ¿Qué tal si vamos a desayunar? —intervino Manaria con la clara intención de hacerme callar.

La mirada que me echó justo después de cortarme me confirmó que lo había hecho a propósito.

—Sí, vayamos. Será mejor que nos pongamos en marcha.

—¿Hoy qué te apetece desayunar, Claire? Últimamente estoy obsesionada con una sopa llamada misoshiro.

Tras decirlo, Manaria pasó su brazo por encima del hombro de Claire y las dos se dirigieron a la puerta.

¿Acaso se estaba vengando de mí por algo?

—¿Qué haces todavía ahí parada? —espetó Claire—. Es hora de irse.

—Lo siento mucho.

Me apresuré a recoger mis cosas y empecé a seguirlas cuando…

—Claire, ¿has oído hablar del Broumet? —preguntó Manaria.

—Por supuesto que sí.

—Al parecer hay un nuevo restaurante que le está haciendo competencia.

—¿Oh? ¿En serio? ¿Qué tipo de restaurante es?

—Si quieres, la próxima vez puedo enseñarte dónde está. ¿Te gustaría que te acompañara?

—¡Oh, hermana!

Las dos estaban completamente absortas en su pequeño mundo. Pero bueno, de todas formas, generalmente me mantenía al margen cuando Claire hablaba con los demás. El único problema era que parecía que Manaria tenía la intención de excluirme. Era realmente molesto cómo me miraba algunas veces.

Pero no pasaba nada. Si esto hace feliz a Claire, no me importa con quién se relacione. Es más, la llegada de su «hermana» había hecho que Claire volviera a comportarse como lo hacía antes del incidente con Lene y su hermano. Por eso le estaba muy agradecida a Manaria.

—¡Espera un momento! ¡Esto no es un pañuelo! ¡Es tu ropa interior!

O eso al menos así me intentaba convencer a mí misma una y otra vez. Pero estaba claro que mi corazón pensaba algo muy distinto.

Después de eso, Manaria continuó haciendo lo mismo. Me hacía callar frecuentemente, se sentaba entre Claire y yo cuando estábamos en clase, interrumpía nuestras partidas de ajedrez y, durante el almuerzo, daba de comer a Claire delante de mí.

Sus intenciones eran bastante obvias.

—Dime, Rei, ¿estás bien? Tienes mala cara —me preguntó Misha cuando volví a mi habitación. Había notado que algo me pasaba.

—No soy lo suficientemente buena para Claire…

—Ah… Veo que ya estás como siempre.

Obviando por completo mi melancolía, que era algo normal en mí, Misha empezó a meterse en la cama. Pero en aquel momento no podía permitir que hiciera eso, así que hice todo lo que pude para impedirlo.

—¡No puedo demostrarle mi cariño a Claire por culpa de Manaria! ¡Ya ni siquiera se mete conmigo! ¡Quiero ser yo quien la alimente!

—Vaya, hoy sí que parece que no estás bien, incluso peor que de costumbre.

Misha sonaba tan exasperada como siempre por culpa de mi obsesión por Claire, pero a pesar de todo, se prestó de buena gana a escucharme. Era la mejor.

Cuando terminé mi explicación sobre todo lo ocurrido, Misha me preguntó:

—¿Qué has hecho para ofender a la señorita Manaria?

—No tengo ni idea.

Debo reconocer que era una verdad a medias, pero sinceramente en ese momento no se me ocurría por qué Manaria quería seducir a Claire.

—Bueno, quizás esta sea una buena oportunidad para que te alejes de la señorita Claire —sugirió Misha.

—¡No! Claire es mi razón para vivir.

—Entonces, si eso es así… la única opción que queda es luchar por ella, ¿no?

—Mmm… es que… tengo la sensación de que eso es precisamente lo que desea Manaria.

—¿Cómo que eso es lo que desea?

—Sí… Tengo la sensación de que intenta provocarme.

No entendía nada de lo que ocurría. ¿Por qué de repente Manaria, que era una aliada en el juego, iba tras Claire?

—Entonces lo que tienes que hacer es aguantar sus provocaciones —indicó Misha—. No es que te haya separado de la señorita Claire.

—Supongo que ahora mismo es lo único que puedo hacer —dije con tristeza.

Me metí en la cama e intenté dormir un poco. Esa noche tuve un sueño en el que Manaria y yo tirábamos cada una de una mano de Claire, como si de un tira y afloja se tratara.

Al día siguiente, Manaria continuó comportándose de la misma forma conmigo. Hice todo lo posible por ignorarla, pero sus provocaciones cada vez iban a más. En realidad, no me importaba lo más mínimo el comportamiento de Manaria, pero no soportaba cómo reaccionaba Claire a sus provocaciones.

Lo peor de todo es que nos estábamos alejando cada vez más y más de la ruta de Thane a la que había intentado conducir a Claire. Pero bueno, mientras Claire fuera feliz, estaba bien.

O al menos eso había pensado…

—Tienes mucha paciencia, Rei.

Manaria finalmente se acercó a mí una noche cuando volvía a mi habitación, después de asegurarme de que Claire estaba dormida.

—¿Puedo ayudarla en algo, señorita Manaria?

—En nada en particular.

Manaria estaba apoyada en la pared de fuera de la habitación que compartíamos Misha y yo, con su habitual sonrisa. Era como si me estuviera esperando.

—Te gusta Claire, ¿verdad?

—Sí.

—Y, sin embargo, no eres capaz de hacer nada, incluso después de todas mis provocaciones.

—Me gusta la señorita Claire. Lo único que me importa en este mundo es que sea feliz, aunque eso signifique que no sea conmigo.

—Mmm…

Era la primera vez que veía a Manaria actuar así. Pareció aburrirla mi respuesta.

—Ya veo. Así que hasta ahí llegan tus sentimientos por ella… Qué decepción.

Molesta por el tono burlón en el que me contestó, no pude evitar responder.

—¿Qué quiere decir?

—Oh, vaya, ¿te he ofendido? Lo siento mucho. No era mi intención. Después de todo, sé lo mucho que te gusta Claire y seguro que la conoces mucho mejor que yo. Al menos, seguro que la conoces lo suficiente como para rendirte de una vez.

Por culpa de sus palabras, empecé a enfadarme cada vez más.

—Qué provocación tan burda, señorita Manaria. ¿Es así como se comporta una princesa?

—Sí, tienes razón. Soy una princesa y es precisamente por eso por lo que soy mucho mejor partido para ella que tú.

—Puede que no sea más que una plebeya, pero le puedo asegurar que no hay nadie en el mundo que ame a la señorita Claire más que yo.

—¿Y aun así te rindes?

¿A qué narices está jugando?

—No me he rendido, pero la felicidad de la señorita Claire es lo más importante para mí y…

—Lo único que haces es huir, ¿verdad? —me interrumpió Manaria—. ¿Por qué no dices simplemente que serás tú la que hará feliz?

—Porque yo soy una mujer y una plebeya. Los dioses saben que haría cualquier cosa porque Claire fuera feliz, pero no creo que yo sea la compañera adecuada para ella.

—Deja de huir de una vez —exigió Manaria.

—No estoy huyendo.

—Entonces intenta arrebatármela.

—¿Acaso está buscando pelea?

—Así es, ¿ahora te das cuenta? —El rostro de Manaria se distorsionó al decirlo—. Voy a cortar de raíz de una vez por todas ese amor a medias. Claire se merece algo mucho mejor que tú.

—¡Bien! Tú lo has querido, acepto el reto.

—Así me gusta. Te estaré esperando mañana en el área de entrenamiento.

Y tras esa declaración, Manaria se fue.

Todavía no había podido procesar todo lo que había ocurrido, pero una cosa estaba clara: me enfadó mucho que pisoteara mi amor por Claire de esa manera.

—Me da igual que pueda usar cuatro atributos… le mostraré de lo que soy capaz.

Reflexionando sobre ello más adelante… creo que ese fue el día en el que empecé a perder el control.

6

—¡Señorita Manaria!

—¡Eres la mejor!

—¡Ánimo, Rei!

—¡Ni se te ocurra perder!

Al día siguiente, Manaria y yo nos encontramos rodeadas de público en el espacio reservado para los duelos que había en el campo de entrenamiento. Me hubiera gustado no llamar tanto la atención, pero de alguna manera, se había corrido la voz de que nos batiríamos en duelo. A diferencia de Manaria, que estaba acostumbrada a todo aquello, yo estaba algo incómoda por toda aquella situación.

—Mmm… ¿Realmente quieres hacer esto, hermana?

Aunque el público estaba claramente entusiasmado por el espectáculo que iban a presenciar, Claire parecía reticente. Le habíamos pedido que hiciera de jueza. Y fue porque, a pesar de la barrera que reducía los efectos de los ataques mágicos, tanto Manaria como yo teníamos un nivel muy alto, por lo que acabamos determinando que sería demasiado peligroso que alguien con un nivel mediocre estuviera junto a nosotras mientras se desarrollaba el combate.

—¿Tienes algún problema? —inquirió Manaria.

—Pelearse de esta manera no es algo bueno. ¿Por qué lo tenéis que hacer? —preguntó Claire.

—Solo quiero poner a prueba mis habilidades.

Estaba mintiendo.

—A decir verdad, es algo personal. Estoy molesta con ella. Rei no es adecuada para ti. Quieres que deje de acosarte todos los días, ¿verdad?

—Bueno… yo…

—¿No?

—No lo sé —admitió Claire.

Eso hizo que se me encogiera el corazón. De nuevo, Manaria se giró hacia mí.

—Rei, tampoco estás interesada en mí, ¿verdad?

—Sí.

—¿Ves? Por eso debemos solventar esto de una vez por todas.

—Entiendo… —respondió Claire mientras se alejaba de nosotras.

—¿Estás lista, Rei? —preguntó Manaria.

—Espero que lo esté usted también, señorita Manaria.

—¡Ja! ¡Qué interesante! Me gusta tu espíritu —dijo Manaria mientras sonreía sin miedo.

—De acuerdo, ¿estáis preparadas? —preguntó Claire.

—Sí.

—Sí.

—Entonces, a mi señal… ¡Comenzad!

Al escuchar la señal, el público a nuestro alrededor estalló en vítores.

—Bien, bien. ¿Qué me vas a lanzar primero?

—Empezaré con esto.

Levanté mi varita y, al instante, Manaria fue tragada por la tierra. Era la misma trampa que había utilizado contra Claire en la prueba de admisión a la orden de los Caballeros de la Academia.

—Oh, me has asustado. Pero deberías saber que esto no es ni mucho menos suficiente para vencerme —replicó Manaria con indiferencia mientras salía volando del agujero.

Era de esperar. Ella podía utilizar los cuatro atributos mágicos conocidos y además los tenía a su máximo nivel, por lo que podía utilizar fácilmente su atributo de tierra para agrandar el fondo del pozo y su atributo de aire para flotar hasta la superficie.

—Soy consciente de ello, pero tengo otra idea en mente.

Volví a agitar mi varita y un meteoro acuático (una técnica que usaba tierra y agua) cayó sobre la cabeza de Manaria. Se trataba de uno de los hechizos más poderosos de Revolution.

A primera vista parecía un golpe directo, pero…

—Dios mío, me has mojado toda la ropa.

La voz provenía de detrás de mí. Al girarme pude ver a Manaria ilesa. No había sufrido ningún daño, aparte de tener la ropa algo mojada. Se había movido al instante usando para ello un hechizo tremendamente complejo conocido como «teletransporte».

—Veo que no pierdes el tiempo, Rei.

—Es mi única opción si quiero tener una oportunidad de vencerla.

A diferencia de los demás personajes del juego, los patrones de lucha del jugador no estaban predeterminados. El jugador podía idear sus propias estrategias para, por ejemplo, contrarrestar las llamas de Rod. Pero esto no funcionaba cuando se trataba de Manaria, ya que ella disponía del rompehechizos. Por lo que no podías permitirte alargar por mucho tiempo el duelo o al final acabaría analizando tu estrategia y contrarrestándola.

Así que la única manera de vencerla era probar una estrategia tras otra.

Dicho esto, cabe destacar que sus atributos de tierra, agua y fuego tenían una alta aptitud, pero su afinidad al viento era inmejorable. Yo, por mi parte, poseía una gran afinidad con mis dos atributos, pero eran solo eso, dos. Había esperado ralentizarla un poco con mi anterior ataque para así terminar cuanto antes, pero parecía que no iba a ser tan fácil.

—No irás a decirme que eso es todo lo que tienes, ¿verdad? —preguntó Manaria.

—Por supuesto que no —respondí agitando de nuevo mi varita.

Una espesa niebla nos rodeó.

—Mmm… Ya entiendo. Nunca he visto antes una magia como esta, pero parece que para lo único que sirve es para limitar mi visión…

—Congela.

Ignorando sus burlas, activé el hechizo y el aire alrededor de Manaria se congeló al instante. Se trataba de un hechizo que usaba el atributo del agua a gran escala conocido como «judecca», era una magia de alto nivel que normalmente no aparecía hasta la segunda mitad del juego.

Pero no me detuve solo con eso. Puntas de roca emergieron del suelo y atravesaron todo a su paso. Este hechizo en concreto usaba mi atributo de tierra y era conocido como «pico de tierra». El uso de ambos hechizos combinados creaba un efecto conocido como «cocytus».

Era un ataque tan poderoso y con tanto radio de acción que merecía tener un nombre propio. No era algo que un oponente normal o experimentado pudiera superar.

Pero…

—Ha faltado poco —dijo una voz, de nuevo a mi espalda.

Me giré mientras lanzaba flechas de hielo en la dirección desde la que provenía la voz.

—Si tu oponente hubiera sido cualquier otra persona, estoy segura de que el combate habría acabado con eso —dijo Manaria, mientras utilizaba rompehechizos para hacer desaparecer las flechas de hielo que le había lanzado.

—¿Cómo has conseguido…?

—Es un secreto. —Se llevó un dedo a los labios—. Rei, ¿no crees que estás yendo demasiado lejos con todo esto? Sé que estamos protegidos por la barrera, pero si me hubiera llegado a golpear ese hechizo me habría herido gravemente.

—Y, sin embargo, lo conseguiste esquivar.

—Por supuesto, al fin y al cabo, estamos hablando de mí —declaró Manaria, riéndose—. Es mi turno. Me has mostrado una magia muy interesante, así que supongo que tendré que luchar en serio.

«Oh, no… ¡Va a usarlo!», pensé.

Gracias a mi conocimiento del juego sabía lo que se avecinaba… y también sabía perfectamente que no podría hacer nada. A pesar de ser consciente de ello, activé una vez más cocytus.

Pero entonces…

—«Dominador».

En el instante en el que la varita mágica de Manaria se iluminó, desapareció el efecto del cocytus.

Era mi fin.

Al instante, sentí como la vida abandonaba mi cuerpo. Me desplomé y todo se oscureció.

—¡…ei!

Oí un sonido reconfortante. Era agudo. Probablemente, para la mayoría de la gente fuera demasiado estridente, pero no para mí. A mí me encantaba ese sonido.

—¡¡Rei!!

Cuando abrí los ojos, Claire estaba ahí, mirándome con el rostro pálido.

—¿Señorita… Claire?

—¡Rei! Menos mal… —dijo Claire con una mirada de alivio muy rara en ella.

—Ya te dije que estaría bien. Al fin y al cabo, fui yo quien la curó —dijo Manaria, distante.

—¡Te has pasado, hermana! ¿Cómo has podido herir de esa manera a Rei?

Poco a poco fui recuperando la lucidez y me percaté de todo lo que me rodeaba. Parecía que estaba en la clínica de la iglesia que había junto a la Academia, el mismo lugar donde interrogué a Matt cuando ocurrió el desafortunado incidente con Dede.

—Yo… Esto…

—Perdiste el conocimiento después de que la magia de mi hermana te alcanzara. ¿Estás bien? ¿Todavía te duele? —me preguntó Claire evidentemente preocupada.

—Oh… Yo…

—Sí, has perdido —indicó Manaria, como si fuera una jueza dando su veredicto.

El último ataque de Manaria consistió en una magia compuesta que combinaba los cuatro elementos y que era conocida como «dominador». Era un hechizo de una brutalidad sin igual que superaba cualquier otra magia y provocaba que perdieras el control. Una vez te alcanzaba, eras incapaz de usar ninguna otra magia, y eso no era lo peor: lo peor era que cuanto mayor fuera la aptitud mágica de su oponente, más daño sufriría cuando perdiera el control de su propia magia. Sin duda era el arma mágica definitiva.

Sabía a la perfección que Manaria podía usarlo, era consciente gracias a que jugué al juego… pero perdí el control cuando Manaria puso en duda mis sentimientos por Claire, y ahora…

—Supongo que esto significa que Claire me pertenece, ¿no?

Nunca había tenido ninguna oportunidad de ganar contra ella.

7

—Fuego —ordené.

Utilicé unos cañones de piedra para atravesar a unos monstruos con aspecto de simios. Al recibir mi ataque, explotaron y se dispersaron, dejando tras de sí únicamente piedras mágicas. Las recogí con mirada inexpresiva y las metí en mi bolsa de cuero.

Ya habían pasado varios días desde mi enfrentamiento con Manaria, y ahora todo el mundo en la Academia estaba muy ocupado preparándose para el Festival de l’Amour. Mejor dicho, todos estaban limpiando de monstruos los terrenos del festival. Como la balanza del amor utilizaba para su funcionamiento piedras mágicas, solía atraer un gran número de monstruos. Habitualmente, el ejército se encargaba de exterminar a las bestias, pero al concentrarse tantas, los estudiantes de primer año de la Academia también ayudaban a exterminarlas año tras año, dándoles caza en equipos, ya que no estaban habituados a las peleas. Yo, por mi parte, estaba en el equipo de Claire y Manaria.

—¿No te estás excediendo un poco? —preguntó Claire, acercándose a mí tras ver cómo mataba un monstruo tras otro con desgana.

—No, estoy bien —respondí mientras buscaba entre los arbustos a mi próxima presa. Mis ojos se encontraron con un amorfo slime verde. Por un instante, me acordé de Reire, pero descarté esa idea y preparé de nuevo el cañón de piedra, disparándolo. Inmediatamente, el slime se fundió con la tierra.

—Vaya… Se ha vuelto loca —comentó Manaria.

Al levantar la mirada pude ver que tenía el brazo alrededor de Claire, mientras me observaba con esa molesta sonrisa.

—¿Qué haces, Manaria? Se supone que estamos en medio de una pelea.

—No pasa nada. Con nosotras tres aquí es imposible que ningún monstruo sea un problema.

—Pero… ella acaba de recuperarse… —indicó Claire, preocupada por mí.

Odiaba eso…

—Estoy bien —insistí.

—Pero…

Era cierto que Manaria me había hecho algo más que un rasguño, pero ya estaba recuperada. Desde aquel día, Claire se había preocupado por mí. Había intentado cuidarme y ayudarme en todo lo que podía. Hace algún tiempo, habría estado saltando de alegría al ver cómo Claire se preocupaba por mí. Pero ahora, en cambio, era incapaz de alegrarme por ello.

—Vamos, Claire, muévete.

—Sí…

—Ahí hay una avispa gigante. Supongo que puedes encargarte de ella tú sola, ¿verdad? —preguntó Manaria.

Claire seguía observándome fijamente, intranquila. Finalmente, apartó su mirada y empezó a hacer retroceder al monstruo. Yo, por mi parte, me escabullí y me dediqué a matar a todo lo que se pusiera delante de mí en un intento de calmar mi ira.

Una vez alcanzamos nuestra cuota diaria, Claire se acercó a mí una vez más.

—Eh, tú.

—¿Desea algo, señorita Claire?

—Eres mi sirvienta. ¿De qué sirve una criada si se aleja de su ama?

Tenía razón. Todo el día me había dedicado a eliminar monstruos sola, ignorando casi por completo al resto de mi equipo. Era cierto que al principio estuve junto con Manaria y Claire, pero me resultaba muy difícil estar con ellas, así que al final me alejé todo lo que pude.

—No tiene por qué preocuparse. Mientras esté con la señorita Manaria, estará bien protegida.

—No es eso lo que quiero decir. Tu trabajo es servirme a mí.

Tenía razón, ahora mismo no estaba siendo una buena criada.

—Lo siento mucho.

—¿Realmente sabes lo que hiciste mal? Acabas de recuperarte, es muy peligroso ir por tu cuenta matando monstruos.

Si hubiera estado un poco más tranquila, me habría podido dar cuenta de lo preocupada que estaba Claire por mi bienestar. Sin embargo, tal y como estaba en ese momento, lo último que quería escuchar era otro sermón. Fue por eso por lo que intenté cortarla con una disculpa…

—No es que esté preocupada por ti, pero imagina por lo que tendría que pasar si mi criada muere mientras me sirve.

—Lo siento mucho. Tendré más cuidado la próxima vez.

Intenté marcharme inmediatamente, pero Claire me agarró del brazo.

—Has estado actuando de manera extraña desde tu pelea con mi hermana, ¿ha ocurrido algo?

—Nada…

—¡No! ¡Eso es mentira! Normalmente estarías detrás de mí todos los días, pero últimamente has estado como ausente.

Era normal que pensara eso. Claire no sabía la verdad detrás de nuestro enfrentamiento. Pensaba, como el resto de nuestros compañeros, que había sido un encuentro en el que simplemente pusimos a prueba nuestras capacidades mágicas.

—Luchábamos por usted, señorita Claire —dije bruscamente.

—¿¡Qué!?

No tuve más remedio que contarle todo lo ocurrido hasta el momento y cuáles fueron las circunstancias de nuestro duelo. Me sorprendió la falta de emoción en mi voz mientras relataba todo lo ocurrido. Mientras tanto, al contrario de lo que pasaba conmigo, Claire comenzó a cambiar.

—Así que, como puede ver, no estoy capacitada para estar a su lado, señorita Claire —dije finalizando mi explicación.

—¿¡Os habéis peleado por mí!? —Claire estalló al escuchar mis palabras—. ¡De todas las cosas egoístas que se pueden decir, esa es la más grande que he escuchado! ¿¡Pelearos por mí!? ¿¡En qué estabais pensando!? ¿¡Acaso creéis que solo soy un trofeo que podéis ganar!? Eso solo es puro egoísmo…

Claire tenía razón. ¿Qué persona en su sano juicio no se enfadaría al darse cuenta de que la habían convertido en un mero objeto sin su consentimiento?

Pero yo, en ese momento, no estaba en mis cabales. Por eso dije lo que dije.

—¿En serio? ¿Acaso no está feliz por ser deseada por alguien tan maravillosa como la señorita Manaria?

Si me paro a pensarlo, eso fue lo peor que pude haber dicho.

Los ojos de Claire se pusieron vidriosos.

—¡Retira lo que has dicho! Una sirvienta no puede dirigirse de esa forma a su ama. Por eso odio a las plebeyas como tú…

Claire simplemente decía todas esas cosas como contestación a mis duras palabras. En otras circunstancias lo habría entendido, sin embargo, ese día me sentí muy ofendida.

—De acuerdo. Entonces renuncio.

—¿Qué has dicho…?

—Que a partir de ahora dejaré de ser tu sirvienta. Como bien has dicho, soy demasiado plebeya o campesina para servirte.

Nada más escuchar mis palabras, el color de su cara desapareció. Y continuó hablando con una voz plana.

—¿Estás hablando en serio?

—Sí.

—¿Quieres dejar de ser mi sirvienta?

—Sí.

Lo único que deseaba era salir de allí lo antes posible.

—Entendido.

Fue entonces cuando me di cuenta de que a Claire le temblaba la voz.

—¿Señorita Claire?

—Se te pagará tu sueldo hasta el día de hoy, así que asegúrate de venir a por él más tarde —dijo con expresión seria—. Es cierto que me has dado muchos quebraderos de cabeza, pero al fin y al cabo me has servido bien. En nombre de la familia François, te ofrezco mi gratitud. Gracias por sus servicios, señorita Taylor.

Me dedicó una sonrisa que incluso yo pude ver que era forzada y, acto seguido, una lágrima cayó de uno de sus ojos.

—Señorita Cla…

—Ahora vete. Siento haber sido tan egoísta. Espero que tengas una vida feliz, señorita Taylor.

Había cometido un terrible error, pero ya era demasiado tarde para lamentarme. No podía retractarme de lo que había dicho. Había abandonado a Claire.

—Con permiso…

Lo único que pude hacer en ese momento fue despedirme y marcharme. Solo quería llegar a mi habitación lo antes posible y meterme en la cama.

—Así que, al final, me vas a dejar en paz. Mentirosa…

Esas últimas palabras me atravesaron el corazón.

8

—Te juzgué mal.

A la mañana siguiente, al abrir la puerta de mi habitación me encontré ahí plantada a Manaria, que no dejaba de mirarme con mala cara. Tenía una ligera idea de por qué estaba allí, pero fingí no saberlo.

—¿De qué hablas?