Me quiere/No me quiere 2: Marco y yo - Line Kyed Knudsen - E-Book

Me quiere/No me quiere 2: Marco y yo E-Book

Line Kyed Knudsen

0,0

Beschreibung

"Cuando llego a casa, me pongo a saltar por todo el salón, escuchando música a todo volumen. Bailo como una salvaje, grito la letra de las canciones, salto en el sofá y siento que el corazón me va a reventar. ¡Me preguntó él mismo si quería quedar mañana! Es casi como si me hubiera invitado a dar un paseo por el prado." Ida nunca ha estado enamorada, pero cuando conoce Marco, se enamora completamente de ese chico que se parece al principie de sus sueños. El único problema es que su compañero de clase, Alexander, es su novio, así que debe mentir tanto a él como a Marco. Pero la verdad siempre acaba saliendo a la luz…. "Me quiere/No me quiere" es una serie de historias sobre cuatro chicas, Sophie, Ida, Ella y Jenna, y sus primeras experiencias amorosas. "Marco y yo" es el segundo volumen de la serie, y cuenta la historia de Ida.

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern
Kindle™-E-Readern
(für ausgewählte Pakete)

Seitenzahl: 96

Veröffentlichungsjahr: 2021

Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:

Android
iOS
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



Line Kyed Knudsen

Me quiere/No me quiere 2: Marco y yo

Translated by Ana María de la Torre Bermúdez

Saga

Me quiere/No me quiere 2: Marco y yo

 

Translated by Ana María de la Torre Bermúdez

 

Original title: Elsker, elsker ikke 2 - Mig og Marco

 

Original language: Danish

 

Copyright © 2013, 2021 Line Kyed Knudsen and SAGA Egmont

 

All rights reserved

 

ISBN: 9788711868010

 

1st ebook edition

Format: EPUB 3.0

 

No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

 

www.sagaegmont.com

Saga Egmont - a part of Egmont, www.egmont.com

Capítulo 1

Nunca antes tuve novio. Nunca antes me gustó nadie de verdad, pero Sophie piensa que ocurrirá de un momento a otro. Ya probé lo de besar a alguien, por supuesto, y según Sophie le gusto a un montón de chicos. Yo no estoy tan segura de eso. Apuesto a que solo lo dice por ser amable. Sophie es así, es una buena amiga. Nos conocemos desde primer curso y ahora estamos en octavo.

—Tengo que contarte algo, Ida —me dice una tarde, mientras estamos en mi habitación frente al enorme espejo. Nos estamos preparando para ir a una fiesta. Hace calor y tengo las dos ventanas abiertas. Podemos oír a mi madre hablando con mi hermana pequeña en el jardín. Sophie me dirige una larga e intensa mirada, como solo ella sabe hacer—. Estuve hablando con Alexander ayer —continúa, tomando un hondo respiro—. Me preguntó si irías a la fiesta. —Abre la cremallera de mi bolsa de maquillaje rápidamente.

Asiento. Claro que iré a la fiesta. Es la última antes de las vacaciones de verano, en el apartamento de Ella. Sophie y yo llevamos una hora entera escogiendo ropa y maquillándonos.

—Creo que le gustas mucho —añade Sophie.

—¿Por qué piensas eso? —pregunto.

—No sé, es un presentimiento —dice, mirándose fijamente en el espejo.

Le presté uno de mis vestidos, y se ajusta perfectamente a su esbelta figura.

—Bueno, entonces lo apropiado sería que él empezara a gustarme también —respondo sarcásticamente mientras me miro en el espejo sin mucho entusiasmo.

Ya hice todo lo posible para que me gustara algún chico antes. Muchos de los que van a nuestra clase son bastante simpáticos y atractivos, pero no ocurre nada dentro de mí cuando intento mirarlos de esa manera. Besé tanto a Sebastian como a Daniel, pero no sucedió nada. Ni acelerones del corazón ni mariposas en el estómago. Probé a tomarles la mano en el cine, pero me dio mucho asco, y mis manos se pusieron supercalientes y sudorosas.

—Eres rubia y alta —añade Sophie mientras se pone un poco de máscara de pestañas cuidadosamente—. Es por eso que haríais una pareja tan genial. Él también es rubio. —Suspira un poco más profundamente de lo normal—. Es el chico más atractivo de nuestra clase.

La verdad es que no estoy de acuerdo; opino que Alexander es bastante aburrido. Juega al fútbol todos los martes y jueves. Aun así, siento una ligera punzada de emoción en el estómago. Quizá quiera ser mi novio. La verdad es que eso es un tanto halagador. Al menos le gusta a dos chicas de la otra clase.

Sophie me dispara una estricta mirada airada, como la de una profesora.

—Solo acuérdate de ser honesta con él, ¿vale?

—¡Claro! —respondo, extendiendo los brazos.

—No exageres —continúa, jugueteando con una de sus cejas—. No es nada encantador.

Estoy a punto de empezar a regañarla. Tengo la sensación de que hace muchísimo tiempo que no exagero nada. Durante los primeros años de escuela, tenía la mala costumbre de contar historias que no eran del todo ciertas.

«¡Estas mintiendo, Ida!», me gritó una vez mi compañera de clase Ella, cuando le conté que mi padre consiguió un trabajo como jefe de cocina de un príncipe en Dubái, y que vivía en un castillo hecho de oro puro. Solo estábamos en séptimo curso por aquel entonces.

«Eso es por eso que ya no vive con mi madre y conmigo. Su carrera como jefe de cocina es sumamente exigente —le expliqué tanto a Sophie y a Ella como a las otras chicas de la clase, mientras me esforzaba todo lo posible por parecer extremadamente orgullosa de él—. ¡Pero nos envía un montón de dinero y regalos!».

Sé que en aquel momento exageré mucho pero, en aquellos tiempos, no me sentía como si estuviera mintiendo de verdad. Papá sí que trabajó una vez como jefe de cocina en el extranjero. Fue en un ferri entre Inglaterra y Dinamarca, y estuvo a punto de conseguir un trabajo en Dubái como jefe de cocina.

«¿No se acaban de divorciar tus padres?», me preguntó Ella el verano pasado.

Sacudí la cabeza.

«¡Te lo estoy diciendo, está en Dubái!».

A la semana siguiente, mamá me presentó a mi nuevo padrastro, y a mi nueva hermanastra bebé en su vientre. No he vuelto a mencionar a papá desde entonces.

Sophie y yo acabamos de maquillarnos y empezamos a arreglarnos el pelo. Estoy pensando en Alexander. Es un buen estudiante, el tipo que siempre levanta la mano y está dispuesto a responder cualquier pregunta que le eches. Hace un año era más alta que él, pero ahora ha crecido más que yo.

Mi padrastro Ray nos lleva a la fiesta. El sol del atardecer está brillando a través del parabrisas, y Ray lleva puestas sus gafas de sol de espejo y ropa deportiva verde, lo cual le hace parecer un soldado.

—Mirad qué vistas, chicas —señala cuando alcanzamos la cima de la colina en la calle Gaviota.

Vemos el brillante bosque verde y el mar azul detrás de él. El mar resplandece con los últimos rayos de sol. Me recuerda a Persa y a Grecia, a donde mi madre y yo fuimos de vacaciones el verano pasado. Eso fue antes de Ray y de mi hermanita. Persa no es un gato, sino que una especie de chico de mis sueños que me inventé en el hotel en Grecia. No sé por qué le puse un nombre tan raro como Persa. Tan solo era un príncipe normal y corriente con sandalias, espada y turbante, que se quitaba cuando venía a visitarme. Entonces se dejaba suelto el cabello largo y oscuro, y lo sacudía de un lado a otro como a cámara lenta. Y por supuesto medía más de 1.70 para que hiciéramos buena pareja. También tenía mi edad. Quizá un poco mayor, pero no más de diecisiete años. La verdad es que no importan los años que tenga, ya que no existe realmente. Y en el sueño tengo dieciséis años, y no trece, por lo que ya no me dan miedo los fragmentos traviesos del sueño.

Una tarde, mamá compró un paquete de vacaciones en Grecia por internet, cuando yo había estado llorando por lo estúpido que era mi padre. Estaba en sexto curso, y no me había mandado ningún regalo de Navidad. Mamá había encendido su ordenador portátil y me había enseñado todo tipo de playas y hoteles bonitos en Grecia. Entonces compró el paquete de vacaciones.

—Tenemos que pedir lo de «todo incluido»—, dijo.

«Todo incluido» significa que te dan un montón de cosas gratis. Podría comer todo el helado que quisiera de manera completamente gratuita. Es entonces cuando empecé a soñar con aquel chico, Persa.

Resultó que era griego, y de repente me convertí en una princesa griega que vivía en un hotel-castillo en una escabrosa isla llena de acantilados, rodeada de delfines juguetones y un mar azul brillante.

Todavía no perdoné a mi madre por (¡vaya, qué despiste!) quedarse embarazada con una hija de Ray. No volveremos a Grecia este año. Estaba soñando con el hotel con piscina y las vistas al océano, donde podría fingir otra vez que me encontraba con Persa. Todos los días me quedaría mirando el mar, y esperaría a mi príncipe griego. No estoy del todo segura de si un príncipe griego se llamaría Persa, pero no importa siempre que sea atractivo. Un chico con el cabello negro e intensos ojos azules y una espada que sea capaz de matar dragones con un solo corte.

—Portaros bien. —Sonríe Ray, y pega un brinco fuera del coche para abrirnos la puerta galantemente.

Me da una vergüenza terrible, pero pienso que es aún más bochornoso que tengamos que desplazarnos por ahí en un coche amarillo chillón con el texto «FF – Fitness Fabuloso» pintado en un lado. Mi padrastro es el dueño del único gimnasio de la ciudad, y es tan corpulento como un toro.

—Muchas gracias por traernos —dice Sophie educadamente, y casi se tuerce un tobillo con las sandalias de tacón que le presté.

La agarro por el brazo e inclino la cabeza hacia atrás. Estamos frente al edificio más alto de la ciudad. Tiene ocho plantas. Desde el apartamento de Ella, se puede ver el mar, los bosques, la escuela, el centro comercial y las pequeñas calles con viviendas unifamiliares angulosas. Suspiro. No me siento muy festiva, aunque posiblemente le guste al chico más atractivo de la clase.

—¡Me pasaré a recogeros a medianoche! —grita Ray detrás de nosotras, cerrando las puertas amarillas del coche.

Quiero despedirme con la mano, pero acaba pareciendo que estoy espantando a una mosca.

Nuestra amiga Ella es la que organizó la fiesta. Vive en la octava planta en un enorme apartamento. También invitó a las demás clases de nuestro año. Después de las vacaciones de verano, reorganizarán nuestras clases en Hiedra, nuestra escuela. Los profesores tomaron esa decisión porque algunas clases no están funcionando nada bien. No hablo de eso con Sophie, pero todo el mundo sabe que su hermano, Jonah, es uno de los alumnos más problemáticos. Pasa el tiempo con sus amigos en el centro comercial después de la escuela, donde forma parte de una pandilla junto a otros chicos de la escuela Bosque Verde, que está en la otra punta de la ciudad.

Estoy deseando tener una clase nueva. Sophie es mi mejor amiga, claro, pero de todas maneras una parte de mí espera que acabemos en grupos diferentes, solo por probar algo nuevo. De todas maneras pasamos todo el tiempo juntas, y a veces necesito un poco de espacio.

—¡Alexander y Sebastian están bebiendo cerveza! —me susurra Sophie mientras estamos sentadas en los sofás, comiendo patatas fritas y bebiendo agua con gas.

La música está muy alta y el salón está abarrotado de gente.

Sophie señala las cortinas y me río entre dientes. No hay lugar a dudas, alguien está tramando algo por detrás de las largas y gruesas cortinas de la puerta que da al balcón. Si están intentando ocultarse, no lo están haciendo muy bien.

Me levanto y me acerco a ellos. Aparto la cortina ligeramente y me meto por detrás.

—Salud, chicos —digo en voz muy alta, forcejeando un poco con el tejido que se está quedando pegado a mis brazos desnudos.

Alexander sostiene una lata de cerveza.

—Estamos bebiendo —susurra y toma un sorbo.

—¡Qué asco! —exclamo, y lo digo de verdad.

La cerveza no tiene muy buen sabor. También puedo olerla. Hay un olor fragantemente nauseabundo detrás de las cortinas.

—Nos vamos a poner borrachísimos —murmura Sebastian y se ríe entre dientes.

—No con una sola cerveza de mierda —apunto, ahuyentando la mano de Alexander con un manotazo cuando me ofrece un sorbo.

—¿Quieres salir al balcón conmigo? —me pregunta.

—Está bien —acepto.

Sebastian vacía la lata, se pone a cantar repentinamente y desaparece. Tengo curiosidad por ver si Sophie tiene razón y si de verdad Alexander quiere pedirme que sea su novia esta noche. El balcón es más que perfecto; el sol brilla redondo y amarillo por detrás de los árboles, y el horizonte está de un color rojo ardiente. Estamos solos, y Alexander me rodea los hombros con el brazo.

—Pienso que eres una chica estupenda, Ida —dice y carraspea—. ¿Te gustaría ser mi novia?